RESUMEN
El acuerdo entre los principales líderes cristianos libaneses, Samir Geagea y Michel Aoun, ha conducido al inicio de una colaboración entre dos actores radicalmente enfrentados hasta ahora. El objetivo de este artículo consiste en valorar la posibilidad de que el mismo implique un cambio notable en favor de la comunidad cristiana del equilibrio político existente en el país desde el final de la guerra civil. Para ello, se ha realizado un análisis de los distintos escenarios posibles y de sus implicaciones para el sistema institucional libanés. Las conclusiones extraídas apuntan a que existen una serie de circunstancias (la polarización de la política libanesa, la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán, la guerra civil siria…) que han favorecido el reforzamiento de la influencia política cristiana dentro de las coaliciones electorales existentes, pero que el tradicional fraccionamiento de las élites cristianas hace improbable el surgimiento de un auténtico polo cristiano o de una tercera vía. Sin embargo, sus efectos han sido positivos para solucionar el bloqueo institucional existente. También ha contribuido a alcanzar un consenso con respecto a la ley electoral, ya que los partidos tradicionales están interesados en evitar el surgimiento de nuevos actores políticos.
Palabras clave: Líbano; cristianos; sectarismo; consociacionalismo; liderazgo político; patronazgo; comunidades religiosas; partidos políticos.
ABSTRACT
An agreement between the principal Lebanese Christian leaders, Samir Geagea and Michel Aoun, has begun a collaboration between two previously radically antagonistic actors. The objective of this article is to assess the possibility that this implies a remarkable shift in the post-civil war political balance, in favour of the Christian community. In order to achieve this objective, the paper analyses a number of different possible political scenarios and their implications for the Lebanese institutional system. The conclusions suggest that several circumstances, including the polarisation of Lebanese politics, the Saudi-Iranian rivalry, and the Syrian civil war, have contributed to the enhancement of Christian political influence within the current electoral coalitions. However, traditional divisions among the Christian elites renders unlikely the emergence of either a true Christian pole or a ‘third way’. Regardless, the effects of the agreement have been positive in relation to solving the existing institutional blockade. It has also contributed to attaining a consensus concerning the new electoral law, as traditional parties are interested in preventing the emergence of new political actors.
Keywords: Lebanon; Christians; sectarianism; political leadership; patronage; religious communities; political parties.
El final de la guerra civil (1975-1990) marcó un fuerte declive de la influencia política de la comunidad cristiana libanesa, momento a partir del cual Siria asumió un papel hegemónico, actuando como mediador entre los diferentes partidos, mantenidos en una situación de debilidad de manera que ninguno de ellos pudiera desafiar el statu quo. Además, los cambios constitucionales redujeron el papel de la principal institución en manos cristianas, la Presidencia de la República, mientras los más destacados líderes de esa comunidad quedaron marginados.
La llamada Revolución del Cedro (2005) fue percibida entre los cristianos como una oportunidad para cambiar la situación, por lo que muchos de ellos mostraron un gran activismo en las calles contra la presencia siria. Sin embargo, la rentabilidad política de esta revuelta fue a parar fundamentalmente a manos del suní Movimiento de Futuro de la familia Hariri. Por su parte, las disputas entre partidos cristianos les condujeron a situarse en distintas posiciones del espectro político, una fractura confirmada en las diferentes elecciones que han tenido lugar desde entonces. Así, mientras los suníes y los chiíes han respaldado de forma mayoritaria a las coaliciones 14 de Marzo y 8 de Marzo respectivamente, el electorado cristiano ha dividido su voto entre ambas.
La gran polarización electoral en torno a esas agrupaciones ha originado una auténtica parálisis del sistema político debido tanto a la propia arquitectura institucional del país, que fomenta la adopción de decisiones ampliamente respaldadas, como a la ausencia de un mínimo entendimiento en torno a las medidas a tomar. Un reflejo de ello se dio tras la finalización del mandato del presidente Michel Suleiman en mayo de 2014, ante la falta de acuerdo sobre un candidato para reemplazarlo. Igualmente, el mandato del Parlamento fue prorrogado debido a las disputas sobre la ley electoral. Esta crisis ha sido también reforzada por la conflictiva situación a nivel regional, donde la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán se ha filtrado en el escenario político de otros países, como se ve reflejado en la guerra civil siria. De hecho, este último acontecimiento ha tenido también un impacto desestabilizador en el Líbano, ya que las divisiones allí existentes han traspasado la frontera común.
El acuerdo alcanzado (18 de enero de 2016) entre los dos principales políticos cristianos (y tradicionales enemigos), Michel Aoun y Samir Geagea, genera dudas sobre sus implicaciones para el equilibrio de poder en el sistema político libanés. En un contexto de profunda división interna en dos bloques antagónicos, este compromiso ha abierto nuevas posibilidades, reflejadas en la posterior elección de Aoun como nuevo presidente del país y en la formación de un nuevo Gobierno, por lo que resulta necesario analizar su posible impacto en la política nacional, tratando de evaluar si las circunstancias actuales permiten que la élite política cristiana pueda reconquistar parte del poder político perdido, si podrá superar sus tradicionales divisiones internas y si ello contribuirá a aliviar la enorme fractura existente en el país.
La estructura de este artículo comienza con un repaso de las principales interpretaciones académicas sobre el carácter peculiar del sistema político libanés. En segundo lugar, se aporta una visión global del papel de la comunidad cristiana en la política nacional. En el siguiente apartado, se trata el bloqueo del sistema político tras la Revolución del Cedro y el impacto de la guerra civil siria. Posteriormente, se examinan las características del acuerdo Aoun-Geagea y su reflejo en la estabilidad política, además de evaluar sus posibles efectos en la política del país. Por último, se extraen algunas conclusiones sobre un hipotético incremento del poder político de la comunidad cristiana.
El modelo político vigente en el Líbano desde su independencia ha sido objeto de numerosos
estudios debido a sus peculiares características en una zona del mundo dominada por
regímenes autoritarios. Este modelo fue en el pasado considerado como un ejemplo de
lo que Arend Lijphart denominó democracia consociacional, entendiendo por tal «democracies
with subcultural cleavages and with tendencies towards immobilism and instability
which are deliberately turned into more stable systems by the leaders of the major
subcultures» ( Lijphart, A. (1968). Tipologies of Democratic Systems. Comparative Political Studies, 1 (1), 3-44. Disponible en:
Según algunos autores, el Líbano constituiría un caso extremo de lo que Carl Brown denominó «Estados penetrados», caracterizados por el hecho de que las disputas entre las distintas facciones y grupos dentro de un Estado acaban teniendo una dimensión regional debido tanto a la tendencia de los países vecinos a ejercer su influencia directa sobre esos actores como a la propensión de estos a solicitar la ayuda de sus aliados exteriores. En tales condiciones, un Estado carece de la capacidad para articular una política nacional dotada de cierta autonomía, ya que la misma se ve fuertemente condicionada por las divisiones internas y por la influencia exterior ( Brown, L. C. (1984). International Politics of the Middle East. Old Rules, Dangerous Game. Princeton: Princeton University Press.Brown, 1984; Ehteshami, A. y Hinnebusch, R. (2002). Syria and Iran. Middle Powers in a Penetrated Regional System. London: Routledge.Ehteshami y Hinnebusch, 2002: 9-12). En este contexto, el poder del Estado se halla amenazado tanto por la existencia de factores culturales transnacionales que generan solidaridades más allá de las fronteras (panarabismo, panislamismo…) como por grupos subnacionales con fuerte cohesión interna que pasan a convertirse en actores con capacidad de veto sobre la acción estatal (confesiones religiosas, tribus, milicias), o bien una mezcla de ambos ( Ehteshami, A. y Hinnebusch, R. (2002). Syria and Iran. Middle Powers in a Penetrated Regional System. London: Routledge.Ehteshami y Hinnebusch, 2002: 13-15).
Las causas de este fenómeno son diversas. Hay autores ( Lewis, B. (1988). The Political Language of Islam. Chicago: Chicago University Press.Lewis, 1988; Ayubi, N. (1995). Overstating the Arab State. Politics and Society in the Middle East. London: I. B. Tauris.Ayubi, 1995) que han puesto el acento en que la cultura del Oriente Medio (o, en concreto, la cultura islámica) no sería propicia para el desarrollo del Estado, un concepto que resultaría ajeno a la región. Por el contrario, este artículo se basa en el llamado estructuralismo histórico, una tendencia acuñada por Adham Saouli, quien en su trabajo sobre la supervivencia de los Estados del Oriente Medio otorgó un papel central a un factor como el tardío surgimiento de los mismos (teniendo que actuar en un sistema de Estados ya constituido) y al hecho de que se encuentren hoy en día en su fase inicial de desarrollo. A partir de un determinado marco cultural y material, en los nuevos Estados de Oriente Medio habría surgido un campo político en el cual «social powers… interact in cycles of domination and resistance in attempts to stablish hierarchical power (a ruling regime) as the first phase of late state formation» ( Saouli, A. (2012). The Arab State. Dilemmas of Late State Formation. Oxon: Routledge.Saouli, 2012: 5). Tales grupos se convertirían en los conformadores de ideologías y en agentes movilizadores en el terreno político. Las instituciones surgirían dentro de este campo político, regulando las relaciones entre esos actores y reflejando el equilibrio de poder existente en un momento dado.
En cuanto al caso específico del Líbano, hay quienes consideran que la fortaleza del
confesionalismo político libanés constituiría el legado de una poderosa tradición
que pondría en evidencia la debilidad del proceso de modernización que tuvo lugar
en el país ( Hudson, M. (1985). The Precarious Republic. Political Modernization in Lebanon. New York: Random House.Hudson, 1985). Por el contrario, Ussama Makdisi subraya que el confesionalismo maronita y druso
procedería de una fase de modernización desarrollada durante el siglo xix en la que el intento de reforma del Imperio otomano coincidió con un fuerte impacto
de la acción europea en la zona, lo que habría conducido a la politización de las
diferencias religiosas ( Makdisi, U. (2000). The Lebanon. Culture of Sectarianism. Community, History and Violence in Nineteenth-Century
Ottoman. Berkeley: University of California Press.Makdisi, 2000). Por su parte, otras comunidades (chiíes, suníes, alauíes…) habrían experimentado
ese proceso en la época del Mandato francés, en los años veinte y treinta ( Shaery-Eisenlohr, R. (2008). Shiite Lebanon. Transnational Religion and the Making of National Identities. New York: Columbia University Press. Disponible en:
La tendencia existente en el Líbano a que las rivalidades políticas entre partidos
confesionales se diriman de forma violenta ha sido explicada mediante el recurso a
la teoría del «dilema de seguridad», de acuerdo con la cual en condiciones de anarquía
(cuando el Gobierno no garantiza la seguridad pública) cualquier incremento de poder
de un actor rival es percibido por cada comunidad como una amenaza existencial, pudiendo
conducir a un estallido violento. En el caso de actores subestatales, la propia cercanía
entre ellos hace más agudo este dilema ( Posen, B. (1993). The Security Dilemma and Ethnic Conflict. En M. Brown (comp.). Ethnic Conflict and International Security (pp. 103-124). Princeton: Princeton University Press. Disponible en:
Los cristianos libaneses agrupan a un conjunto de confesiones con una larga presencia
en distintas zonas del país, ostentando en el pasado un predominio basado en razones
demográficas, económicas, culturales y políticas. Desde una perspectiva demográfica,
su crecimiento fue notable en los siglos xviii y xix, dando origen a fuertes procesos migratorios que estimularon la economía, ya que
la aparición de vínculos entre comerciantes cristianos beirutíes y Occidente mejoró
enormemente el estatus económico de la comunidad y permitió el surgimiento de grandes
líderes empresariales ( Verdeil, E., Faour, G. y Velut, S. (2007). Atlas du Liban. Territoires et société. Beirut: IFPO-CNRS. Disponible en:
La hegemonía política de los cristianos libaneses tuvo sus orígenes en el declive
del Imperio otomano y en la creciente influencia francesa en el Oriente Medio a comienzos
del siglo xx, que condujo al establecimiento de un Mandato tras el final de la Primera Guerra
Mundial. El florecimiento del nacionalismo en el Próximo Oriente desde finales del
siglo xix ayudó a la creación en instituciones educativas cristianas del llamado «fenicismo»,
una corriente cultural que subrayaba la idea de que el pueblo libanés compartía una
herencia histórica (procedente de los antiguos fenicios) que le separaría del mundo
árabe. Esta visión desembocó más adelante en la creación de un verdadero movimiento
nacionalista promovido tanto por intelectuales como por hombres de negocios, el cual
consideraba el Líbano como el refugio de aquellos que eran perseguidos en otros lugares,
una idea en la que se basó la demanda cristiana de hegemonía política como garantía
frente a la opresión musulmana. Esto cristalizó en la ideología del «libanismo», de
acuerdo con la cual la independencia del país constituía el principal objetivo que
permitiría asegurar la especificidad libanesa ( Kaufmann, A. (2001). Phoenicianism: The Formation of an Identity in Lebanon in 1920.
Middle Eastern Studies, 37 (1), 173-194. Disponible en:
Con el Mandato francés, los cristianos acapararon la mayoría de los puestos en la Administración. Además, Francia aceptó la visión dominante entre las élites cristianas, según la cual el Mandato debía incluir las áreas adyacentes al Monte Líbano, tales como las ciudades costeras (Beirut, Trípoli, Sidón), el Djebel Amil y el valle de la Bekaa, zonas de población predominantemente musulmana. De hecho, la presencia suní era dominante en las ciudades costeras, con una poderosa burguesía comercial, aunque también vivían en regiones como el Líbano septentrional o la Bekaa occidental, caracterizadas por un gran atraso económico. Por su parte, los chiíes eran un grupo numeroso en el Djebel Amil y en la Bekaa, en donde sus condiciones de vida eran muy precarias. Los líderes políticos musulmanes reaccionaron de forma negativa ante el nuevo Gran Líbano, especialmente los suníes, que preferían vincularse políticamente a Siria y que simpatizaban con el panarabismo. Por otra parte, tanto el libanismo como el panarabismo predominaban en el medio urbano, mientras que en el ámbito rural la política se centraba en las habituales rivalidades entre líderes tradicionales pertenecientes a las distintas confesiones y clanes, que intentaban garantizar su influencia dentro del nuevo sistema político ( Zamir, M. (1985). The Formation of Modern Lebanon. London: Croom Helm.Zamir, 1985; Salibi, K. (1988). A House of Many Mansions. The History of Lebanon Reconsidered. London: I. B. Tauris.Salibi, 1988: 179-182; Picadou, N. (1992). La déchirure libanaise. Brussels: Ed. Complèxe.Picadou, 1992: 47-76).
Finalmente, el líder cristiano Bishara al-Khoury alcanzó un acuerdo con el dirigente suní Riad al-Solh, reflejado en el llamado Pacto Nacional (1943), que implicó otorgar una interpretación confesional a la Constitución, dando lugar a un contexto en el que la hegemonía maronita se vio favorecida por la tendencia de muchos musulmanes a desentenderse de la política. Por otro lado, el poder cristiano se matizaba mediante la formación de coaliciones de Gobierno multiconfesionales[2].
El sistema electoral adoptado fue de carácter mayoritario. El país se dividió en muhafazas o departamentos, subdivididas a su vez en qadaas o cantones, convertidos en circunscripciones electorales plurinominales. El total
de escaños del país adjudicados según las comunidades confesionales eran distribuidos
entre los diversos qadaas. Pero todos los habitantes participaban en la elección de cada parlamentario, recurriéndose
a la fórmula de voto en bloque (agrupando a candidatos de distintos partidos y a independientes),
de modo que la lista ganadora obtenía todos los escaños en disputa[3]. Este sistema otorgaba por un lado un enorme poder a los zu’ama, ya que el fuerte clientelismo y la práctica de la compra de votos se convirtieron
en rasgos sistémicos. Por otro lado, las alianzas entre distintos grupos y notables
resultaron claves para asegurarse el triunfo electoral, de modo que fue necesario
superar la barrera confesional, al tiempo que muchas de ellas no se basaban en una
coherencia ideológica, sino que eran una respuesta pragmática destinada a evitar el
triunfo de un rival común ( Ekmekji, A. A. (2012). Confessionalism and Electoral Reform in Lebanon. Aspen Institute Briefing Paper. Disponible en:
Sin embargo, con el paso del tiempo el control maronita experimentó una mayor contestación
debido a una combinación de factores. Por un lado, las élites musulmanas se implicaron
crecientemente en la política nacional. Además, dada la evolución demográfica en los
años cincuenta y sesenta en favor de los musulmanes, estos comenzaron a exigir una
revisión de las condiciones del Pacto Nacional. Al mismo tiempo, las élites cristianas
estaban muy divididas en razón de las ambiciones políticas de sus líderes. De hecho,
el surgimiento de un partido como el Kataeb o Falange (dirigido por Pierre Gemayel),
de carácter populista y nacionalista, supuso un desafío para las élites tradicionales
y su política de notables. A partir de entonces, se registró una tendencia a buscar
líderes más carismáticos y con una influencia geográfica más extendida, ya que los
recursos de la Administración eran fundamentales para mantener su apoyo electoral.
De igual modo, los partidos políticos pasaron a adquirir un mayor protagonismo, pero
no lograron convertirse en auténticamente nacionales. Los partidos de la derecha cristiana
mantuvieron su carácter confesional, aprovechando la solidez de sus bases clientelistas,
mientras que nuevos partidos como Amal y el Partido Socialista Popular descansaban
en el apoyo de chiíes y drusos respectivamente. Por su parte, algunos partidos de
izquierda tuvieron un carácter verdaderamente interconfesional, pero fracasaron a
la hora de crear grandes organizaciones con un fuerte apoyo popular ( Aulas, M. C. (1985). The Socio-Ideological Development of the Maronite Community:
The Emergence of the Phalange and the Lebanese Forces. Arab Studies Quarterly, 7 (4), 1-27.Aulas, 1985: 16-19; Mermier, F. y Mervin, S. (2012). Introduction. Une approche anthropologique du leadership
au Liban. En F. Mermier y S. Mervin (comps.). Leaders et partisans au Liban (pp. 7-32). Paris: Karthala-IFPO-IISMM.Mermier y Mervin, 2012: 14; Hamzeh, A. (2001). Clientalism, Lebanon. Roots and Trends. Middle Eastern Studies, 37 (3), 167-178. Disponible en:
Desde finales de los años sesenta, el sistema político experimentó un progresivo deterioro debido tanto a los cambios socioeconómicos internos como al impacto de factores internacionales (el conflicto árabe-israelí y la llegada de numerosos refugiados palestinos; las rivalidades existentes entre los Estados árabes; y las tensiones de la Guerra Fría). Las divisiones internas libanesas, basadas en agravios económicos y políticos, condujeron al inicio de la guerra civil (1975-1990), cuando los partidos maronitas rechazaron una reforma institucional que implicara un nuevo reparto del poder. Para ellos, su hegemonía constituía una garantía irrenunciable que evitaba las discriminaciones existentes en otros países árabes ( Gilmour, D. (1983). Lebanon: The Fractured Country. Oxford: Martin Robertson.Gilmour, 1983: 97-105). Por su parte, las fuerzas izquierdistas y panarabistas pensaban que los maronitas usaban ese argumento solo para mantener el statu quo (que les era claramente favorable), por lo que demandaban la secularización del Estado, aboliendo las cuotas confesionales en las instituciones. Mientras tanto, los cristianos no maronitas (especialmente los griegos ortodoxos) aportaron un notable número de militantes a los partidos izquierdistas, alcanzando a menudo posiciones de liderazgo ( Salibi, K. (1988). A House of Many Mansions. The History of Lebanon Reconsidered. London: I. B. Tauris.Salibi, 1988: 194-197; Picadou, N. (1992). La déchirure libanaise. Brussels: Ed. Complèxe.Picadou, 1992: 113-130)[4].
La Falange y las Fuerzas Libanesas trataron de obtener la victoria a través de una
alianza con Israel (que invadió el país en 1982), pero esta posibilidad fracasó con
el asesinato de su nuevo líder, Beshir Gemayel, y la progresiva retirada israelí hacia
el sur[5]. Tras este revés, su política se centró en asegurar su control sobre el llamado «Enclave
maronita» (que abarcaba esencialmente el Monte Líbano y Beirut Este), llegándose a
promover por algunas corrientes la idea de aplicar a la comunidad cristiana el principio
de autodeterminación, el cual podría cristalizar en un régimen federal o incluso en
la independencia ( Phares, W. (1995). Lebanese Christian Nationalism. The Rise and Fall of an Ethnic Resistance. Boulder: Lynne Rienner.Phares, 1995: 124-131). Este viraje suscitó grandes dudas en el patriarca maronita Antoine Khoreish, quien
siempre creyó en la posibilidad de alcanzar una conciliación con las otras confesiones
a través de un nuevo reparto de poder. Pero dentro de las órdenes monásticas se dio
una fuerte radicalización, que les llevó a una participación muy activa en la creación
de algunas milicias y a respaldar la idea de un Estado cristiano ( Henley, A. (2008). Politics of a Church at War. Mediterranean Politics, 13 (3), 353-369. Disponible en:
El general maronita Michel Aoun, tras ser designado primer ministro en 1988, trató
de unificar a todas las facciones cristianas con vistas a hacer frente al intento
sirio de extender su hegemonía al conjunto del país Siria había enviado sus tropas al Líbano en 1976, controlando sobre todo el valle
de la Bekaa.
La reforma institucional acordada en Ta’if implicaba en teoría la superación del modelo
confesional existente hasta entonces, lo que fue recogido en una reforma de la Constitución,
de tal modo que en el futuro se deberían eliminar las referencias legales al reparto
confesional de las magistraturas, eligiéndose una Cámara Baja del Parlamento de carácter
no confesional, acompañada por un Senado en el que estarían representadas las comunidades
religiosas. Mientras tanto, se mantendría de forma provisional la división confesional
de las magistraturas, de manera que el Parlamento elevaba el número de diputados a
128, que se repartirían a partes iguales entre cristianos y musulmanes, siendo los
escaños asignados a las distintas confesiones y distribuidos según su peso demográfico.
Por su parte, los distritos electorales pasaron a ser en principio las muhafazas o departamentos, que al tener un mayor tamaño implicaban un mayor pluralismo confesional.
Además, los poderes del presidente quedarían limitados, en tanto que se reforzaban
los del primer ministro y los del presidente del Parlamento, configurándose así una
«troika» que pasaría a liderar de forma casi colegiada los destinos del país El presidente de la República perdía el poder ejecutivo (que pasaba al Consejo de
Ministros) y el de iniciativa legislativa.
La explicación de este desarrollo hay que buscarla en la estrategia de Hafez el-Asad,
que se basó en la idea de «divide y vencerás». Desde este punto de vista, el poder
maronita proyectaba una amenaza que debía ser neutralizada a través de una reforma
institucional que reforzara el papel de las comunidades suní y chií, la primera de
las cuales garantizaba recursos económicos a través del millonario Rafik Hariri y
de Arabia Saudí, mientras que la segunda proporcionaba una fuerza de resistencia esencial
para evitar que Israel consolidara su presencia en el Golán y en el Líbano meridional,
con su llamada «zona de seguridad» La «zona de seguridad» era un espacio en el Líbano meridional, ocupado por el Ejército
israelí y su milicia aliada denominada «Ejército del Sur del Líbano». La zona fue
mantenida hasta el año 2000, cuando los ataques de Hezbollah aconsejaron su desmantelamiento.
Por su parte, líderes tradicionales como Amin Gemayel, Samir Geagea, Raymond Eddé
o Michel Aoun promovieron un boicot a las nuevas instituciones, por lo que sus partidos
quedaron marginados. Posteriormente, trataron de corregir su error y buscaron su retorno
a las instituciones, pero Asad intentó evitarlo mediante el recurso a la ingeniería
electoral, de manera que el gerrymandering se convirtió en una práctica extendida, escogiéndose el tamaño de los distritos electorales
de acuerdo con las necesidades de los aliados de Siria. Por otra parte, la distribución
de los nuevos escaños entre las distintas confesiones en cada distrito no seguía una
lógica demográfica, sino que los partidos cristianos se quejaban de que sus representantes
debían ser a veces elegidos en distritos en los que su comunidad tenía un escaso peso
demográfico. Al propio tiempo, la mediación de Asad resultaba clave en la formación
de coaliciones electorales y en la de los Gobiernos. En consecuencia, los líderes
cristianos opuestos a Damasco solo obtuvieron una modesta representación institucional,
al tiempo que sus propias disputas internas impedían su cooperación y favorecían las
políticas del líder sirio. Estas circunstancias determinaron que las principales preocupaciones
de la minoría cristiana (oposición a la nacionalización de los refugiados palestinos,
descentralización política, una nueva ley electoral, mayor fortalecimiento de las
instituciones en manos cristianas…) quedaran olvidadas ( Zahar, M. J. (2005). Power Sharing in Lebanon: Foreign Protectors, Domestic Peace,
and Democratic Failure. En P. Roeder y D. Rothchild (eds.). Sustainable Peace: Power and Democracy after Civil Wars (pp. 219-240). Ithaca-London: Cornell University Press.Zahar, 2005: 233-4; Salloukh, B. F., Barakat, R., Al-Habbal, J. S., Khattab, L. W. y Mikaelian, S. (2015).
The Politics of Sectarianism in Postwar Lebanon. London: Pluto Press. Disponible en:
Este sentimiento de marginación quedó reforzado por la situación de aislamiento internacional. Los años noventa se caracterizaron por un compromiso entre Washington, Riad y Damasco por el cual Asad logró imponer su hegemonía en el país vecino, a cambio de reconocer los intereses saudíes (representados por el nuevo primer ministro, Rafik Hariri) y de colaborar con Estados Unidos en aspectos como las sanciones contra Irak o el proceso de paz en Oriente Medio. Por su parte, Irán logró que el mantenimiento de las armas en manos de Hezbollah le sirviera como instrumento de influencia en el escenario del conflicto árabe-israelí, otorgando a la milicia chií un papel de líder de la resistencia. A su vez, Francia e Israel se desentendieron de la política libanesa. En otras palabras, los partidos cristianos se vieron privados de sus tradicionales aliados exteriores, lo que no hizo sino debilitar su propia posición interna.
Finalmente, la comunidad cristiana experimentó una crisis demográfica continua. La
emigración ha sido una opción muy habitual entre los libaneses como medio de mejorar
sus condiciones de vida. Los cristianos han preferido en general emigrar hacia países
occidentales, donde se han asentado de forma más permanente y donde sus lazos con
su país de origen se han visto bastante debilitados. Esto ha reforzado su declive
demográfico, al tiempo que ha dañado su poder político y económico con respecto a
otras confesiones. A ello se añade el que no se haya hecho realidad el retorno a sus
hogares de muchos cristianos desplazados durante la guerra civil ( Verdeil, E., Faour, G. y Velut, S. (2007). Atlas du Liban. Territoires et société. Beirut: IFPO-CNRS. Disponible en:
El principal veto al retorno cristiano ha procedido del Partido Socialista Popular
druso (PSP), ya que la llegada masiva de cristianos al Chouf debilitaría su control
político de la zona.
Tras la muerte de Hafez al-Asad (2000) y su sustitución por su hijo Bashar, el contexto
regional resultó crecientemente desfavorable para el nuevo líder. La posición de Washington
viró notablemente, especialmente tras la invasión de Irak (2003), comenzando a exigir
a Asad su cooperación en la lucha contra la insurgencia en ese país y su ruptura con
Hezbollah y Hamas. En vista de la insatisfactoria respuesta de Damasco, Washington
presionó en suelo libanés a través de la adopción de sanciones. Esta política fue
apoyada por Arabia Saudí debido a las dificultades en la relación entre Bashar el-Asad
y Rafik Hariri. En este contexto, algunos partidos libaneses percibieron la ocasión
de liberarse de la tutela siria apoyándose en la nueva coalición internacional. Aquellos
grupos cristianos que habían quedado hasta entonces marginados pasaron a movilizar
a sus partidarios y se acercaron a algunos de sus tradicionales rivales, como Walid
Jumblatt, para articular una plataforma anti-Asad ( Baroudi, S. y Salamey, I. (2011). US-French Collaboration in Lebanon: How Syria’s
Role in Lebanon and the Middle East Contributed to a US-French Convergence. Middle East Journal, 65 (3), 398-425. Disponible en:
El asesinato de Rafik Hariri (febrero de 2005) generó un clima de indignación que desembocó en el fin de la hegemonía siria. Las movilizaciones de masas dentro de la llamada Revolución del Cedro estuvieron principalmente compuestas por manifestantes cristianos y suníes, destacando el papel jugado por los jóvenes simpatizantes del Movimiento Patriótico Libre (MPL) de Michel Aoun. En ese escenario, Asad optó por retirar sus tropas del país vecino, pero al mismo tiempo sus aliados libaneses (especialmente Hezbollah y Amal) pasaron a mostrar una destacada presencia en las calles, de modo que las manifestaciones a favor y en contra de Siria se convirtieron en multitudinarias, demostrando la fractura social existente ( Chemaly, R. (2009). Le printemps 2005 au Liban. Entre mythes et réalités. Paris: L’Harmattan.Chemaly, 2009: 27-41).
Pero la cooperación entre los partidos cristianos no sobrevivió a la salida de las
tropas sirias. La fuerte presencia de los seguidores del MPL en las calles hizo temer
a los líderes de la Falange (Amin Gemayel), de las Fuerzas Libanesas (Samir Geagea)
y del Partido Nacional Liberal (Dory Chamoun) que Aoun podría convertirse en el líder
indiscutible de la comunidad cristiana. Esto les condujo a pactar con el Movimiento
de Futuro de la familia Hariri la creación de una coalición (el 14 de Marzo) que dejara
fuera al MPL. Curiosamente, el 14 de Marzo llegó a acuerdos en algunos distritos con
Hezbollah y Amal con vistas a derrotar a los candidatos de Aoun, quien por su parte
trató de evitar ese resultado aliándose con políticos cristianos tradicionalmente
prosirios, tales como el Movimiento Marada de la familia Frangieh. Los resultados
finales señalaron que el MPL era claramente el partido cristiano más votado, pero
las alianzas postelectorales lo dejaron fuera del Gobierno. Por otra parte, mientras
el voto chií se concentraba en Amal y Hezbollah y el voto suní respaldaba al Movimiento
de Futuro, las preferencias cristianas se hallaban mucho más fraccionadas ( Abirached, P. (2012). Charisme, pouvoir et communauté politique: la figure de Michel
Aoun. En F. Mermier y S. Mervin (comps.). Leaders et partisans au Liban (pp. 35-56). Paris: Karthala-IFPO-IISMM.Abirached, 2012: 45-49; International Crisis Group (2008). The New Lebanese Equation: The Christians’ Central
Role. Middle East Report, 78. Disponible en:
En ese contexto, el MPL optó por establecer una alianza con Hezbollah, con lo que el país quedó fracturado en dos bloques. Por un lado, la Coalición 14 de Marzo, que contaba con un enorme respaldo de la comunidad suní, gracias a la cooperación entre la familia Hariri y grupos islamistas. Además, sus apoyos entre los cristianos eran apreciables (sobre todo, entre los maronitas), gracias a la presencia de las Fuerzas Libanesas y de la Falange. La mayoría del voto druso era aportada por Walid Jumblatt, mientras que su punto débil era el escaso apoyo entre los chiíes. Por otro lado, la Coalición 8 de Marzo era fuertemente respaldada entre la comunidad chií gracias a la alianza entre Hezbollah y Amal, al tiempo que contaba con la presencia del principal partido cristiano (el MPL), además del Marada. Sin embargo, sus apoyos entre drusos y suníes resultaban bastante débiles. La composición de estas coaliciones mostraba una de las tendencias de la política libanesa en los últimos años, de acuerdo con la cual la creciente rivalidad confesional entre chiíes y suníes ha quedado equilibrada por la división de la comunidad cristiana (véase la tabla 1).
El acuerdo con Hezbollah fue justificado por Aoun como un intento de acercamiento
a la comunidad chií, previendo una posición crecientemente hegemónica por parte de
esta última en los próximos años, de modo que el objetivo residiría en asegurar un
puesto de relevancia para los cristianos en el Líbano del futuro. Por otra parte,
el apoyo del 8 de Marzo resultaba esencial para las aspiraciones presidenciales de
Aoun ( Nir, O. (2014). The Sunni Shii Balance in Lebanon in Light of the War in Syria and
Regional Changes. Middle East Review on International Affairs, 18 (1), 54-75. Disponible en:
Este bloqueo se puso en evidencia en 2008, cuando el final del mandato del presidente
Émile Lahoud dio paso a fuertes tensiones que condujeron a combates entre milicias
rivales en el mes de mayo, saldadas con la victoria parcial del 8 de Marzo. La posterior
negociación con respaldo internacional dio como resultado los Acuerdos de Doha, que
implicaron la elección de un presidente independiente (el hasta entonces comandante
en jefe de las FAL, general Michel Suleiman), así como la formación de un Gobierno
en el que los ministros del 8 de Marzo tendrían garantizada una minoría de bloqueo
(un tercio del total del Gabinete). Además, la presión cristiana aseguró una reforma
electoral, reemplazando los amplios distritos electorales existentes hasta entonces,
en los cuales la composición religiosa era más variada, por otros más pequeños en
los que se garantizaba que un electorado mayoritariamente cristiano elegía a los parlamentarios
cristianos ( Ekmekji, A. A. (2012). Confessionalism and Electoral Reform in Lebanon. Aspen Institute Briefing Paper. Disponible en:
Tras las elecciones de 2009 surgió un nuevo Gobierno de concentración bajo la dirección
de Saad Hariri, compuesto por los principales partidos del país. Pero lejos de darse
una colaboración entre ellos, las tensiones entre las dos coaliciones convirtieron
al ejecutivo en inoperante. El abandono por parte de Walid Jumblatt de su alianza
con Hariri en 2011 provocó la caída de este último, siendo reemplazado por Najib Mikati
en un Gobierno dominado por el 8 de Marzo, lo que suscitó un agravamiento de las tensiones
internas, a lo que también contribuyeron los efectos de la guerra civil siria. El
comportamiento de los partidos cristianos con respecto a la guerra vecina fue fiel
a sus compromisos dentro de sus respectivas coaliciones, con Samir Geagea apoyando
a la insurgencia y criticando la intervención armada de Hezbollah, y Michel Aoun aceptando
esta última como contribución a la defensa frente al yihadismo salafista, principal
amenaza para todos los cristianos del Próximo Oriente. En zonas como Trípoli, Akkar
o Sidón, grupos armados suníes emplearon la violencia (especialmente contra miembros
de las minorías alauí y chií) como forma de protesta frente a lo que percibían como
una marginación de su comunidad. Por su parte, Hezbollah exigía a las FAL una intervención
más decidida en la lucha contra el yihadismo salafista. Esto condujo a un bloqueo
político reflejado en la prolongación del mandato del Parlamento y en la dimisión
de Mikati (marzo de 2013), abriéndose una larga negociación que desembocó en la formación
de un Gobierno de unidad nacional, presidido por Tammam Salam, cuya actividad fue
bastante reducida ante la falta de acuerdo sobre los aspectos más relevantes. Sin
embargo, su lucha contra el yihadismo salafista fue más decidida, habida cuenta de
que este objetivo cuadraba con los intereses tanto de Hezbollah como del Movimiento
de Futuro ( Lion Bustillo, J. (2014). Líbano y Siria: entre la disociación y el desbordamiento.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 108, 213-235.Lion Bustillo, 2014: 218-224) Si para Hezbollah era imprescindible proteger a la comunidad chií de los ataques
salafistas, para el Movimiento de Futuro resultaba necesario frenar el auge de aquellos
grupos que le pueden disputar el liderazgo de la comunidad suní. De ahí que acepte
reprimirlos en la medida en que sea necesario para controlarlos, pero evitando su
completa eliminación.
Partido | Líder | Apoyos sociales y confesionales | Presencia regional | Ideología | Apoyos exteriores | Número de parlamentarios (2009-actualidad) |
---|---|---|---|---|---|---|
Coalición 14 de Marzo | ||||||
Fuerzas Libanesas | Samir Geagea | Cristianos (sobre todo, maronitas) | Monte Líbano y Beirut Este | Derecha conservadora, nacionalismo cristiano y populismo | Estados Unidos, Arabia Saudí y Francia | 8 |
Movimiento de Futuro | Saad Hariri | Suníes. Apoyo de burguesía beirutí | Beirut Oeste, Sidón | Liberalismo económico y conservadurismo social | Estados Unidos, Arabia Saudí y Francia | 35 |
Falange (Kataeb) | Samy Gemayel | Cristianos (sobre todo, clases medias maronitas) | Monte Líbano y Beirut Este | Derecha conservadora, nacionalismo cristiano y populismo | Estados Unidos y Francia | 5 |
Partido Nacional Liberal | Dory Chamoun | Cristianos maronitas | Beirut Este y Montañas del Chouf | Liberalismo económico y conservadurismo social | Francia | 1 |
No alineados en coaliciones | ||||||
Partido Socialista Progresista | Walid Jumblatt | Drusos | Montañas del Chouf, Beirut Oeste y Bekaa Occidental | Socialdemocracia y laicismo | Estados Unidos y Francia | 7 |
Coalición 8 de Marzo | ||||||
Hezbollah | Hassan Nasrallah | Chiíes | Líbano Meridional, Sur de Beirut y Valle de la Bekaa | Islamismo conservador, resistencia contra Israel | Irán, régimen sirio | 12 |
Amal | Nabih Berri | Chiíes | Líbano Meridional | Laicismo | Régimen sirio | 13 |
Movimiento Patriótico Libre | Michel Aoun, Gebran Basil (desde que Aoun es Presidente) |
Cristianos de todas las corrientes. Difícil relación con la Iglesia maronita | Monte Líbano, Líbano Septentrional y Meridional | Populismo y nacionalismo libanés | Sin apoyos significativos | 20 |
Marada | Soliman Frangieh | Cristianos | Monte Líbano Septentrional (zona de Zghorta) | Centro-izquierda | Régimen sirio | 3 |
Fuente: elaboración propia.
El final del mandato de Michel Suleiman en mayo de 2014 desató una nueva fase de bloqueo
institucional, algo previsible en un momento en el que las profundas rivalidades entre
el 8 y el 14 de Marzo se vieron agudizadas ante los acontecimientos de la guerra civil
siria. Según la Constitución libanesa, el presidente de la República es elegido por
el Parlamento, requiriéndose una mayoría de dos tercios en la primera vuelta y una
mayoría simple en las siguientes, siempre que haya quorum suficiente. Dado el fraccionamiento entre ambas coaliciones, los líderes libaneses
tenían ante sí dos opciones: por un lado, podían ponerse de acuerdo sobre un presidente
surgido de entre los principales políticos maronitas o, por otro, cabía la posibilidad
de escoger un candidato con un perfil más independiente proveniente probablemente
de las Fuerzas Armadas o de la Administración civil. Por lo que se refiere a la primera
opción, los principales líderes cristianos, Michel Aoun y Samir Geagea, suscitaban
gran animosidad en distintos sectores. Aoun era visto por muchos suníes como un firme
partidario de una alianza cristiano-chií que estaba marginando a su confesión y promoviendo
la cooperación con el régimen de Damasco. Por otra parte, para un buen número de libaneses,
Geagea era el responsable de algunas de las peores atrocidades de la guerra civil,
además de impulsar una política exterior volcada hacia Estados Unidos y Arabia Saudí.
Finalmente, la enorme hostilidad existente entre ambos candidatos hacía probable un
veto mutuo que dificultaba la elección de cualquiera de ellos. La figura independiente
que podía concitar un mayor grado de consenso era la del general Jean Kahwagi, comandante
en jefe de las FAL, repitiendo el recurso ya empleado en otras ocasiones, gracias
al prestigio que esa institución posee. No obstante, el activo papel de Kahwagi en
la lucha contra el yihadismo salafí en los últimos años generaba cierta controversia
entre sectores de la comunidad suní que podían percibirle como demasiado inclinado
a la colaboración con Damasco. Pero sus principales enemigos eran los propios Aoun
y Geagea, deseosos de asegurarse la Presidencia Para muchos suníes, las FAL son muy estrictas en su lucha contra el yihadismo salafista,
mientras que ignoran deliberadamente el armamento de Hezbollah.
Sin embargo, en noviembre de 2014 el Movimiento de Futuro propuso la candidatura de
Suleiman Frangieh, provocando una sorpresa general dados los estrechos vínculos tanto
políticos como personales que Frangieh y su familia poseen con Bashar el-Asad. Su
partido, el Marada, es un pequeño grupo maronita que tiene su base en la zona septentrional
del país, en la ciudad de Zghorta, encontrándose integrado en el 8 de Marzo. Por todo
ello, su nombramiento complacería lógicamente al régimen de Damasco, muy necesitado
de garantizar la colaboración de su vecino en la lucha contra los grupos yihadistas
establecidos en el espacio fronterizo entre ambos países. Su relación con Aoun ha
sido de colaboración, si bien más por interés común que por afinidad personal. Por
su parte, la relación de Frangieh con Geagea es muy complicada en razón de la matanza
de varios miembros de su familia a cargo de las Fuerzas Libanesas durante la guerra
civil Suleiman Frangieh es nieto del expresidente de la República del mismo nombre, quien
se mostró como el político maronita más cercano a Asad. El padre del actual candidato
era Tony Frangieh, asesinado en junio de 1978 por las Fuerzas Libanesas. Sus hijos
se refugiaron en Siria bajo la protección de Hafez el-Asad ( Aubin-Boltanski, E. (2012). Samir Geagea: le guerrier, le martyr et le zaim. En F.
Mermier y S. Mervin (comps.). Leaders et partisans au Liban (pp. 57-71). Paris: Karthala-IFPO-IISMM.
Los motivos de Saad Hariri para proponer a Frangieh fueron muy sutiles, estando condicionados por los delicados equilibrios que caracterizan la política del país. Así, en lugar de un candidato de perfil independiente, la opción de escoger a un dirigente de la coalición rival pudo tener dos motivaciones: dividir al 8 de Marzo o promover un acuerdo más amplio en el que se incluyera también el nombramiento de Hariri como nuevo primer ministro. Por lo que se refiere a la primera posibilidad, esta generaba un grave problema para Hezbollah, ya que si aceptaba la oferta de Hariri ello implicaba marginar a Aoun, quien no se resignaría, provocando una probable crisis interna en la Coalición 8 de Marzo y su hipotética ruptura.
Igualmente, cabe la hipótesis de que Hariri aspirara a incluir la elección presidencial
dentro de un paquete de acuerdos que abarcara otras cuestiones políticas. En primer
término, el fin del mandato de Jean Kahwagi como comandante en jefe de las FAL abría
una compleja negociación de gran relevancia, dada la enorme responsabilidad de quien
ostenta esa posición en un contexto de importantes brotes de violencia en algunas
zonas del país, debiendo frenar el yihadismo salafista. Entre los principales candidatos
a sucederle se encontraba la figura de Chamel Roukouz, yerno de Michel Aoun, cuya
elección habría reforzado enormemente la posición política del MPL El general Roukouz ha estado al frente de las Fuerzas Especiales libanesas durante
varios años, siendo el responsable directo de acciones contra combatientes salafistas
en escenarios como Nahr el-Bared, Sidón o Arsal, lo que le ha granjeado grandes apoyos
entre muchos libaneses (especialmente cristianos y chiíes), mientras que entre los
suníes han surgido críticas notables contra él ( De Taisne, M. (2015). Resilience of the Lebanese Armed Forces. MENA Analysis. Disponible en: https://goo.gl/Yb7zxv.
Pero el principal aspecto susceptible de negociación era el retorno del propio Hariri
al puesto de primer ministro. En los últimos años, la red clientelista del Movimiento
de Futuro entre la comunidad suní se ha visto debilitada en un momento en el que la
guerra civil en Siria ha reforzado el yihadismo en toda la región. Algunos libaneses
se unieron a la insurgencia siria, pero la ayuda prestada a la misma por el Movimiento
de Futuro no surtió un gran efecto, en contraste con la eficaz intervención de Hezbollah
en apoyo de Asad. A ello hay que añadir que grupos insurgentes han utilizado el espacio
fronterizo entre ambos países para actividades logísticas y para lanzar ataques contra
las fuerzas de Asad, e incluso llevan a cabo acciones violentas en el propio Líbano,
dirigiéndolas contra las FAL, Hezbollah o la comunidad chií en general. En este entorno,
la respuesta de las FAL y Hezbollah ha consistido en desmantelar las redes yihadistas,
pero esto ha generado una elevada contestación entre los suníes, al tiempo que el
Movimiento de Futuro se veía entre la espada y la pared, ya que su control de los
ministerios de seguridad en el Gobierno de Tammam Salam le empujaba a luchar contra
el yihadismo, mientras que una parte de sus electores simpatizaba con este último.
El problema para el Movimiento de Futuro reside en que los radicales suníes han jugado
en el pasado un papel esencial en la consecución de algunos de sus triunfos electorales
en zonas como Trípoli, donde sus propias bases sociales son menos firmes y necesita
el apoyo de distintos clérigos salafistas. En esos ambientes, Hariri es percibido
como un líder débil y escasamente comprometido con los asuntos del país ( Ghanem, E. (2016). Why Is Hariri Back in Lebanon. Al Monitor, 18-3-2016. Disponible en:
Por ello, Hariri necesitaba retornar a la Jefatura del Gobierno para reforzar su posición
dentro de su comunidad, algo imposible de lograr ante el veto de Hezbollah ( Salamey, I. (2015). The Frangieh Presidency and the Revival of Taif. The Arab Weekly, 4-12-2015. Disponible en:
También se debe tener en cuenta la influencia que otros países ejercen en la elección
presidencial, lo que constituye una de las características tradicionales de la política
libanesa. El procedimiento habitual consiste en una negociación en la que participan
tanto los partidos como sus aliados extranjeros, siendo capaces de establecer complicadas
alianzas que reflejan el equilibrio de poder existente en cada momento. En el caso
del presidente Suleiman, tanto Washington como Damasco, Teherán y Riad le otorgaron
su visto bueno, convenciendo además a sus respectivos aliados libaneses de su idoneidad.
El problema es que la actual tensión entre algunas de esas potencias resulta especialmente
inapropiada para alcanzar el consenso necesario. La relación entre Irán y Arabia Saudí
se ha vuelto aún más difícil, con ambos países asumiendo un gran protagonismo en la
región, lo que está generando una rivalidad entre chiíes y suníes. El juego de politizar
las diferencias religiosas posee una enorme capacidad para inflamar las tensiones
sociales y dañar la convivencia multicultural, algo especialmente amenazador para
un país como el Líbano. Por su parte, Obama llevó a cabo un acercamiento a Irán, creando
un cierto espacio de colaboración, algo favorecido por la amenaza de un enemigo común,
el yihadismo salafista transnacional. Pero esa evolución ha generado tensiones entre
Washington y Riad, cuyas políticas no siempre son coincidentes, si bien Donald Trump
parece tratar de recomponer los lazos con Arabia Saudí. Finalmente, la guerra civil
siria hace que el tradicional papel de Damasco en la elección de un presidente libanés
tenga un perfil más bajo. En otras palabras, en ausencia de una potencia hegemónica
en el Líbano que pueda imponer un candidato, la clave reside en alcanzar un consenso
aceptable para todos ( Einav, O. (2014). The Presidential Crisis in Lebanon: Temporary Danger or Sign of
a Destructive Rift. INSS Insight, 562, 22/06/2014. Disponible en:
En ese sentido, parece existir una voluntad generalizada de aislar al Líbano de las
tensiones regionales, pero no podemos olvidar que cualquier compromiso es susceptible
de alterar los equilibrios de poder existentes. De hecho, Irán parece ahora mismo
satisfecho con el grado de influencia que ha obtenido en la política libanesa a través
de sus aliados. Al propio tiempo, la evolución de los acontecimientos en Siria resulta
favorable para sus intereses, puesto que la posición de Asad se ha visto reforzada.
No obstante, los recursos de Hezbollah se hallan sometidos a una fuerte presión, por
lo que un Líbano en paz evita que los mismos se dispersen en exceso. Por el contrario,
Arabia Saudí recela de la actual evolución de los acontecimientos, ya que su apoyo
a la oposición siria no ha dado aún los resultados esperados, mientras que las esperanzas
depositadas en la Coalición 14 de Marzo con vistas a dominar la política libanesa
han quedado defraudadas. Este malestar se ha visto reflejado en algunas decisiones,
como la de cortar su ayuda militar para el reforzamiento de las FAL o sus ácidas críticas
contra la diplomacia de Beirut, la cual se ha negado a apoyar a Arabia Saudí frente
a Irán en ámbitos como la Liga Árabe ( Salamey, I. (2015). The Frangieh Presidency and the Revival of Taif. The Arab Weekly, 4-12-2015. Disponible en:
Todo lo anterior indica que un compromiso sobre un candidato a la Presidencia requería que el mismo garantizara a la vez un mantenimiento del statu quo, en el sentido de que el elegido no desafiara la posición especial de Hezbollah en el sistema libanés, pero que igualmente permitiera al Movimiento de Futuro recobrar parte de la influencia perdida entre los suníes. Por otra parte, la gran rivalidad entre Irán y Arabia Saudí otorgaba a los cristianos una notable relevancia en la negociación, ya que ambas potencias necesitan de la minoría cristiana para legitimar su imagen de moderación y para inclinar el equilibrio de fuerzas en su favor en la arena libanesa. De ahí que los principales líderes cristianos tuvieran en este escenario una mayor capacidad para proyectar sus aspiraciones a la Presidencia de la República, en contraste con otros momentos en los que las potencias extranjeras pudieron imponer candidatos de perfil bajo.
La posibilidad de un acuerdo entre el Movimiento de Futuro y Hezbollah para otorgar
la Presidencia a Suleiman Frangieh provocó una airada reacción por parte de Aoun y
Geagea, quienes compartían el deseo de alcanzar el Palacio de Baabda Sede de la Presidencia de la República.
Ante el compromiso entre Aoun y Geagea, la clave se encontraba en la posición del
Movimiento de Futuro y de Hezbollah. Inicialmente, a pesar de la labor de mediación
francesa, Saad Hariri rechazó la candidatura de Aoun, quien respondió con una movilización
de sus partidarios, dándose algunos choques con el Ejército que sirvieron para desactivar
las aspiraciones presidenciales de Kahwagi ( Dagher, R. (2015). Aoun’s Jockeying. Carnegie Endowment for Peace, 28-7-2015. Disponible en:
Así, Aoun garantizó su elección en octubre de 2016 con el voto favorable de los dos
principales partidos cristianos y de los dos principales partidos musulmanes. Sin
embargo, pronto se vio que este compromiso entre los grandes partidos generaba reacciones
especialmente hostiles entre aquellos actores acostumbrados a utilizar su posición
intermedia para reforzar su influencia. Este fue el caso del líder druso Walid Jumblatt,
que temía que un reforzamiento cristiano le privara de su papel de fiel de la balanza
en la política nacional, o el del presidente del Parlamento, Nabih Berri, quien suele
beneficiarse de su actividad como intermediario entre Hezbollah y los políticos del
14 de Marzo. Por ello, ambos mantuvieron su apoyo a Frangieh. También la Falange se
mostró hostil hacia el acuerdo Aoun-Geagea ante el temor de quedar marginada por la
nueva mayoría cristiana ( Naharnet Newsdesk (2016). Geagea, Berri in War of Words over Aoun’s Candidacy. Naharnet, 25-1-2016. Disponible en:
Tras el compromiso por la Presidencia, la negociación se centró en el retorno de Saad
Hariri al puesto de primer ministro y en quién formaría parte de su Gabinete. A pesar
de las dificultades, el clima de incertidumbre existente por las amenazas de la guerra
en Siria condujo a los partidos a una mayor moderación, aceptando un Gobierno de concentración
que llenara el vacío de poder existente mientras se negociaba una nueva ley electoral
( Dakroub, H. (2017). Hariri rules out any future rifts with Aoun. The Daily Star, 7-2-2017. Disponible en:
En este contexto, resulta clave evaluar qué influencia puede tener el pacto Aoun-Geagea en la futura política libanesa, abriéndose tres escenarios posibles:
La larga hostilidad entre Aoun y Geagea ha tenido por efecto un debilitamiento de
la posición de los partidos cristianos en la arena política libanesa, como se demostró
en la elección presidencial de Michel Suleiman en 2008. En 2014 era probable que se
repitiera ese resultado con la elección de un candidato de consenso. Esto se ha evitado,
permitiendo así un reforzamiento de la posición de ambos partidos cristianos dentro
de sus respectivas coaliciones, dando un toque de atención a Hezbollah y al Movimiento
de Futuro para tener más en cuenta los intereses de sus aliados ( Wood, J. (2016). Is Lebanon’s Aoun-Geagea alliance more about increasing Christian
clout than presidency? The National, 19-1-2016. Disponible en:
El contexto actual de auge del islamismo a nivel regional puede conducir a una colaboración
más estrecha entre los partidos cristianos, los cuales tendrían la opción de alcanzar
una unidad de acción que se podría plasmar en listas conjuntas a las elecciones generales
en algunos o en todos los distritos, en unidad de voto parlamentario ante ciertos
temas o en acuerdos previos para apoyar a candidatos comunes a algunas magistraturas.
El mayor grado de colaboración lo constituiría la formación de una coalición política
estable entre los principales partidos cristianos. Pero el principal obstáculo para
ello radica en la tendencia a la fragmentación y el enfrentamiento dentro de la élite
política cristiana, no tanto por diferencias ideológicas como por rivalidades personales.
Así, las últimas elecciones municipales (mayo de 2016) han puesto de manifiesto que
las candidaturas conjuntas del MPL y las Fuerzas Libanesas han sufrido una fuerte
oposición por parte de otros partidos (Falange, Marada) que temen que ambas formaciones
monopolicen la representación de su comunidad ( Fayad, E. (2016). De Rabieh à Baabda, la route plus longue. L’Orient le Jour, 17-5-2016. Disponible en:
De confirmarse el surgimiento de un polo cristiano, su efecto inmediato radicaría en la transformación del actual sistema de partidos, basado en dos coaliciones multiconfesionales enfrentadas, para pasar a otro en el que tres fuerzas de carácter predominantemente confesional (un 8 de Marzo chií, un 14 de Marzo suní y el nuevo polo cristiano) se disputarían entre sí el control de las instituciones. Una ventaja del nuevo modelo radicaría en que encajaría con el sistema institucional de troika vigente desde Ta’if, por el cual las negociaciones entre el presidente de la República, el primer ministro y el presidente del Parlamento son las que otorgan el impulso político necesario para el funcionamiento de las instituciones ( Kingston, P. y Zahar, M. J. (2004). Rebuilding a House of Many Mansions: The Rise and Fall of Militia Cantons in Lebanon. En P. Kingston e I. Spears (comps.). States Within States (pp. 81-98). New York: Palgrave-Macmillan.Kingston y Zahar, 2004). Si cada una de estas magistraturas quedara en manos de los principales líderes políticos de las respectivas comunidades, las decisiones de las instituciones tendrían al menos la ventaja de contar con un elevado consenso. Por otra parte, cabría la posibilidad de que entre esos tres grupos confesionales se estableciera (tal como ha sido sugerido) un sistema rotatorio en las distintas magistraturas, contribuyendo así a reducir agravios.
Pero este giro no dejaría de esconder serios riesgos. Al quedar la representación política en manos de tres bloques numéricamente bastante equilibrados y fuertemente confesionales en su carácter, existiría la tentación por parte de los líderes de cada uno de ellos de mantener posturas maximalistas en defensa de los intereses de su propia comunidad, no necesitando mejorar su imagen entre las otras minorías del país. En ese sentido, el actual modelo de dos coaliciones transversales multiconfesionales al menos proporciona la ventaja de dicho estímulo, debiendo los líderes justificar su acción en términos de interés nacional. De hecho, un polo cristiano haría que el sistema se volviera aún más confesional ( Salamey, I. (2009). Failing Consociationalism in Lebanon and Integrative Options. International Journal of Peace Studies, 14 (2), 83-105.Salamey, 2009: 97). Asimismo, resultaría probable una pérdida de calidad democrática, ya que se reforzaría el liderazgo dentro de su comunidad de los actuales partidos mayoritarios, configurando un auténtico cartel cerrado. Por otra parte, cuando los líderes de dos comunidades pactaran entre sí determinados acuerdos, esto generaría fuertes tensiones debido a que la tercera albergaría una sensación de marginación, dando paso a un auténtico dilema de seguridad y exacerbando las tensiones. Finalmente, el establecimiento de un sistema de partidos con tres integrantes tendría por resultado un modelo político en el que los cristianos poseerían un tercio de la representación parlamentaria, algo que ha tratado de ser evitado a toda costa por sus líderes, que desean garantizar el 50 % establecido en Taif.
Una última posibilidad radicaría en que el acuerdo Aoun-Geagea constituyera el punto
de partida para un debilitamiento del 8 y del 14 de Marzo que diera paso al surgimiento
no de un polo cristiano, sino de una tercera vía, la cual agruparía a fuerzas de distintas
confesiones decididas a romper con la actual división política del país. Precisamente,
el elemento aglutinante de esa tendencia sería el deseo de alcanzar una normalización
en el funcionamiento de las instituciones mediante el recurso a una política moderada
que marginara la visión de enfrentamiento confesional. El surgimiento de terceras
vías como instrumento para superar crisis de convivencia ha sido un recurso ya empleado
en la historia libanesa, siendo capaz de alcanzar unos resultados notables Un ejemplo claro fue la crisis de 1958 y la opción de una tercera vía personificada
en la elección presidencial del general Fouad Chehab.
Esta alternativa requeriría para su éxito eliminar cualquier imagen de confesionalidad, de modo que los partidos cristianos deberían realizar una apelación al conjunto del pueblo libanés, incorporando a partidos y notables de otras comunidades. Además, su programa precisaría de un contenido nacional, por lo que las demandas tradicionales cristianas deberían quedar matizadas y adaptadas a los intereses generales. Por otra parte, el objetivo principal de tal iniciativa debería consistir en romper la situación de estancamiento en la que se halla inmersa la política libanesa desde 2005, presentándose como una alternativa abierta al cambio político y socioeconómico. Un impulso con estos rasgos nacionales supondría un nuevo entorno que presionaría a los principales partidos actuales (Hezbollah y el Movimiento de Futuro) a tener que moderar sus posiciones y adaptarse a un contexto no de enfrentamiento, sino de diálogo y cooperación.
Las implicaciones de un movimiento de este tipo para los partidos cristianos serían enormes, ya que en lugar de buscar un importante grado de autonomía para su comunidad, pasarían a desempeñar un papel de integración nacional. Sin embargo, ello comportaría que tendrían que aceptar una progresiva eliminación del confesionalismo estatal, si bien compatibilizándolo con el establecimiento de ciertas garantías para la posición de las distintas minorías.
El papel político de la comunidad cristiana se ha visto reforzado en un contexto de crisis a nivel regional y nacional entre las comunidades chií y suní, por lo que las características del sistema de Ta’if han quedado claramente modificadas. Esto ha sido el resultado de diversos factores: la rivalidad entre el Movimiento de Futuro y Hezbollah; la guerra civil siria y su impacto en territorio libanés; y el enfrentamiento regional entre Irán y Arabia Saudí. Por ello, ha crecido la relevancia de los partidos cristianos en la conformación de coaliciones de Gobierno y en el nombramiento de cargos institucionales, además de servir para legitimar en términos de interés nacional las acciones de Hezbollah o del Movimiento de Futuro.
El pacto entre Michel Aoun y Samir Geagea es susceptible de conducir a ciertos cambios en los equilibrios internos de poder dentro de las dos grandes coaliciones en las que se ha fragmentado en los últimos años el espectro político libanés. Pero resulta poco probable que ello desemboque en la formación de un polo cristiano que agrupe el voto de la gran mayoría de los electores de esa confesión, dada la larga tendencia a su fragmentación. Lo que sí hace este acuerdo es obligar a los aliados musulmanes de ambos partidos a tener crecientemente en cuenta los intereses de los líderes cristianos en sus decisiones. Sin embargo, es difícil que el pacto Aoun-Geagea genere una tercera vía, puesto que en las élites cristianas y en el conjunto de la élite política del país prevalece el interés por conservar su posición de liderazgo dentro de sus respectivas comunidades. Por otra parte, la aparición de movimientos políticos alternativos que han debilitado el liderazgo de los grandes partidos ha ayudado a que entre estos últimos hayan surgido un interés común en preservar su poder. De ahí que se hayan mostrado más flexibles a la hora de alcanzar una solución temporal al callejón sin salida institucional en el que se hallaba sumido el país, con el objetivo de bloquear el surgimiento de nuevas alternativas políticas. Ello ha ayudado a calmar las tensiones político-sociales y a evitar la posibilidad de un desbordamiento de la crisis siria que pudiera afectar al país, pero queda por ver si servirá para mejorar la calidad democrática del sistema.
En cualquier caso, esta situación hace surgir tres interrogantes. El primero de ellos se centra en saber si el actual contexto favorable será aprovechado por los partidos cristianos para reforzar esa creciente influencia política de su comunidad, o si sus disputas internas lo impedirán. De hecho, la rivalidad entre Samir Geagea y Suleiman Frangieh sobre su posible acceso a la Presidencia en 2022 se halla ya presente en el debate actual. El segundo aspecto a destacar es si los partidos cristianos desarrollarán un genuino compromiso con la gobernabilidad nacional o si simplemente se implicarán en ella para garantizar la autonomía de su comunidad, tal como han venido haciendo en las últimas décadas. Finalmente, queda por ver si el reforzamiento cristiano servirá en el futuro para favorecer un clima de entendimiento en el país o si aún ahondará más la fractura social ya existente, haciendo difícil un futuro de paz y convivencia.
[1] |
Este artículo se inscribe en el marco del proyecto de investigación dirigido por la Laura Feliú Martínez y Ferrán Izquierdo Brichs, «Dinámicas y actores transnacionales en Oriente Medio y Norte de África (MENA): una genealogía histórica de élites y movimientos sociales entre lo local y lo global» (Ministerio de Economía y Competitividad, Agencia Estatal de Investigación y Fondo Europeo de Desarrollo Regional) (HAR2016-77876-P). |
[2] |
El pacto implicaba, por ejemplo, que la representación parlamentaria de cristianos y musulmanes siguiera una proporción de 6 a 5, mientras que determinados cargos públicos recaían de forma sistemática en miembros de ciertas comunidades. Así, mientras la Presidencia del país o la Jefatura de las Fuerzas Armadas quedaban siempre en manos maronitas, el puesto de primer ministro iba a parar a un suní. |
[3] |
El Parlamento era unicameral, compuesto por 99 miembros: 54 cristianos y 45 musulmanes. |
[4] |
Por ejemplo, el Partido Comunista Libanés poseíauna composición muy variada en lo relativo a los orígenes confesionales de sus militantes. |
[5] |
Las Fuerzas Libanesas constituyeron inicialmente una milicia unificada de distintos partidos cristianos, pero controlada por la Falange, si bien en 1985 se convirtieron en un partido diferenciado, al considerar la política falangista demasiado moderada ( Aubin-Boltanski, E. (2012). Samir Geagea: le guerrier, le martyr et le zaim. En F. Mermier y S. Mervin (comps.). Leaders et partisans au Liban (pp. 57-71). Paris: Karthala-IFPO-IISMM.Aubin-Boltanski, 2012: 65-66). |
[6] |
Siria había enviado sus tropas al Líbano en 1976, controlando sobre todo el valle de la Bekaa. |
[7] |
El presidente de la República perdía el poder ejecutivo (que pasaba al Consejo de Ministros) y el de iniciativa legislativa. |
[8] |
La «zona de seguridad» era un espacio en el Líbano meridional, ocupado por el Ejército israelí y su milicia aliada denominada «Ejército del Sur del Líbano». La zona fue mantenida hasta el año 2000, cuando los ataques de Hezbollah aconsejaron su desmantelamiento. |
[9] |
El principal veto al retorno cristiano ha procedido del Partido Socialista Popular druso (PSP), ya que la llegada masiva de cristianos al Chouf debilitaría su control político de la zona. |
[10] |
Si para Hezbollah era imprescindible proteger a la comunidad chií de los ataques salafistas, para el Movimiento de Futuro resultaba necesario frenar el auge de aquellos grupos que le pueden disputar el liderazgo de la comunidad suní. De ahí que acepte reprimirlos en la medida en que sea necesario para controlarlos, pero evitando su completa eliminación. |
[11] |
Para muchos suníes, las FAL son muy estrictas en su lucha contra el yihadismo salafista, mientras que ignoran deliberadamente el armamento de Hezbollah. |
[12] |
Suleiman Frangieh es nieto del expresidente de la República del mismo nombre, quien se mostró como el político maronita más cercano a Asad. El padre del actual candidato era Tony Frangieh, asesinado en junio de 1978 por las Fuerzas Libanesas. Sus hijos se refugiaron en Siria bajo la protección de Hafez el-Asad ( Aubin-Boltanski, E. (2012). Samir Geagea: le guerrier, le martyr et le zaim. En F. Mermier y S. Mervin (comps.). Leaders et partisans au Liban (pp. 57-71). Paris: Karthala-IFPO-IISMM.Aubin-Boltanski, 2012: 63-64). |
[13] |
El general Roukouz ha estado al frente de las Fuerzas Especiales libanesas durante
varios años, siendo el responsable directo de acciones contra combatientes salafistas
en escenarios como Nahr el-Bared, Sidón o Arsal, lo que le ha granjeado grandes apoyos
entre muchos libaneses (especialmente cristianos y chiíes), mientras que entre los
suníes han surgido críticas notables contra él ( De Taisne, M. (2015). Resilience of the Lebanese Armed Forces. MENA Analysis. Disponible en:
|
[14] |
Sede de la Presidencia de la República. |
[15] |
Un ejemplo claro fue la crisis de 1958 y la opción de una tercera vía personificada en la elección presidencial del general Fouad Chehab. |
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