RESUMEN
En un nuevo contexto de escasez de recursos públicos y de debate acerca de su equitativa y eficiente distribución, este trabajo define tres marcos discursivos elementales sobre la relación entre el proceso de envejecimiento de la población y el Estado de bienestar: el marco tradicional welfarista de protección de la vejez, el discurso de la guerra entre generaciones y el marco de la nueva solidaridad intergeneracional. Se subraya cómo el discurso de la guerra entre generaciones en su modalidad neoliberal busca erosionar el modelo social europeo. Asimismo, se identifican elementos diferenciadores entre este discurso neoliberal y un segundo marco emergente construido también en torno a la idea de ruptura del pacto intergeneracional, pero progresista. Finalmente, se señalan temas para el desarrollo de la incipiente agenda de investigación en ciencia política sobre los efectos del envejecimiento.
Palabras clave: Envejecimiento; Estado de bienestar; modelo social europeo; justicia/equidad generacional; guerra entre generaciones; solidaridad intergeneracional; envejecimiento activo.
ABSTRACT
Within a new context of public resource scarcity and debate on their fair and efficient allocation, this article defines three primary discourses framing the relationship between population ageing and the welfare state: the classical welfarist frame of protection of the elderly; the ‘war between generations’; and the ‘new intergenerational solidarity’. It highlights how the neoliberal discourse of the war between generations seeks to erode the European social model. Subsequently, it sheds light on some elements differentiating this neoliberal frame from an emerging ‘progressive’ version of the idea of the collapse of the intergenerational contract. Finally, it pays attention to issues that could contribute to the emerging agenda in Political Science on the effects of population ageing.
Keywords: Ageing; welfare state; European social model; generational justice/equity; war between generations; intergenerational solidarity; active ageing.
La imagen de la tercera edad como un bloque de votantes movidos por los «intereses de los séniores» es un hombre de paja que se mantiene porque sirve a determinados propósitos ( Schulz, J. H. y Binstock, R. H. (2006). Aging Nations: The Economics and Politics of Growing Older in America. Westport: Praeger.Schulz y Binstock, 2006: 208).
Los mayores no son las únicas fuerzas sosteniendo el statu quo de los sistemas de pensiones, no siempre están en contra de su reforma, y cuando lo
están no siempre ganan ( Lynch, J. (2015). Age Politics and Pension Systems Development and Reform. En C. Torp
(ed.). Challenges of Aging. Pensions, Retirement and Generational Justice (pp. 49-60). Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Las democracias que encanecen (greying democracies) no son per se ni mejores ni peores democracias ( Goerres, A. (2009). The Political Participation of Older People in Europe. The Greying of our Democracies.
Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
El envejecimiento de la población es un proceso demográfico propio de las sociedades desarrolladas, de alcance global, que consiste en el aumento del porcentaje de personas de 65 años o más sobre el total de la población mundial y de cada uno de los países desarrollados. Se ha escrito que el envejecimiento está provocando el cambio social más importante desde la universalización de la educación básica en las democracias avanzadas. Esta transformación afecta a un número creciente de individuos de todas las edades a nivel micro y macro, personas que se relacionan durante más años con mayores, en los distintos roles que estos desempeñan, en la familia, como consumidores, destinatarios de políticas públicas u otros.
En la génesis del envejecimiento se encuentra fundamentalmente un factor positivo: el incremento de la esperanza de vida al nacer, debido, entre otras causas, a mejoras en la calidad de vida y el cuidado de la salud. La crisis de fertilidad, o el descenso en las tasas de natalidad, también suele jugar un papel.
Llamo la atención, en primer lugar, sobre la necesidad de distinguir entre el cambio
demográfico y sus consecuencias sociales y políticas, así como destaco el hecho de
que esta transformación se produce de forma simultánea a otros cambios con los que
interactúa. No se están materializando las expectativas de convergencia en torno al
modelo de envejecimiento occidental en un escenario internacional globalizado ( Fennell, G., Phillipson, C. y Evers, H. (1988). The Sociology of Old Age. Milton Keynes: Open University Press. Disponible en:
Por tanto, solo tras realizar estudios en perspectiva comparada, se puede analizar el impacto del envejecimiento en la democracia y, en su caso, señalar implicaciones normativas. En cambio, la discusión pública actual sobre un tema tan relevante resulta en exceso superficial y se halla trufada de eslóganes sensacionalistas.
Este trabajo desea contribuir a la discusión sobre los efectos políticos del envejecimiento, definiendo tres marcos discursivos básicos sobre envejecimiento y políticas de bienestar: 1) el marco welfarista clásico de protección de la vejez, 2) el discurso emergente y popular en los medios de comunicación sobre el conflicto o la guerra entre generaciones, a veces también llamado de la equidad o la justicia generacionales, y 3) el más reciente marco de la nueva solidaridad entre generaciones, impulsado por las instituciones de la Unión Europea (UE) ( Comisión Europea (2005). Libro verde Frente a los cambios demográficos, una nueva solidaridad entre generaciones [Bruselas, 16/03/2005, COM (2005) 94 final].Comisión Europea, 2005).
Asimismo, identifico temas para el estudio comparado desde la ciencia política de las dinámicas de las sociedades envejecidas. En particular, para el examen del impacto del cambio demográfico en la política (politics) en Europa, el continente más envejecido. En 2016, el porcentaje medio de población de 65 años o más en los países de la UE era del 19,2 %, y la esperanza de vida al nacer de hombres y mujeres de 77,9 y 83,3 años, respectivamente[1].
Además de las conclusiones, las referencias y un breve glosario, estructuro el texto en dos epígrafes sustantivos. El apartado segundo revisa las investigaciones politológicas y de otras disciplinas sociales sobre los efectos políticos del envejecimiento. A continuación, el tercer epígrafe define los tres marcos discursivos elementales antes referidos que relacionan el cambio demográfico y las políticas de bienestar. Se pone el foco en la naturaleza de hombre de paja del discurso neoliberal de la guerra entre generaciones, que también se diferencia en el plano teórico de un segundo marco emergente en torno a la idea de ruptura del conflicto intergeneracional, pero progresista.
Hasta el año 2003, la ciencia política apenas había hecho contribuciones al análisis del envejecimiento. Si bien sobre políticas públicas (policies) las aportaciones, tanto de la nuestra como de otras disciplinas afines, son más abundantes, los efectos del envejecimiento en la política (politics) continúan siendo un terreno apenas explorado.
Debe reconocerse que el envejecimiento constituye un objeto particularmente adecuado
para ser abordado conjuntamente por parte de distintas áreas de conocimiento. De hecho,
con este propósito, a partir de la década de 1960, se ha ido desarrollando un nuevo
campo de estudio, la gerontología, que se define a sí misma como ciencia. A partir
del énfasis inicial en asuntos biológicos y biomédicos, los gerontólogos han ido ampliando
su abanico de temas incorporando cuestiones antropológicas, sociales, económicas,
políticas, e incluso históricas y artísticas, entre otras ( Bengtson, V. L., Putney, N. M. y Johnson, M. L. (2005). The problem of theory in gerontology
today. En M. L. Johnson (ed.). The Cambridge Handbook of Age and Aging (pp. 3-20). Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
Si bien algunos investigadores han rechazado la necesidad o aceptado la imposibilidad de imponer un único marco teórico sobre el envejecimiento, desde la gerontología se ha tratado de ofrecer teorías generales de este proceso, como la teoría de la desvinculación (véase más abajo) o las teorías de la actividad, los roles o el intercambio[2].
La literatura ha alertado extensamente sobre la falta de base empírica de la idea
de gerontocracia, grey o senior power ( Schulz, J. H. y Binstock, R. H. (2006). Aging Nations: The Economics and Politics of Growing Older in America. Westport: Praeger.Schulz y Binstock, 2006; Walker, A. (2006). Aging and Politics: An International Perspective. En R. H. Binstock
y L. K. George (eds.) (6ª ed). Handbook of the Aging and the Social Sciences (pp. 339-359). Amsterdam: Academic Press.Walker, 2006), esto es, de la creencia según la cual, conforme aumenta el número de mayores, también
lo hace su influencia en el proceso político, que sería ejercida con el propósito
de defender unos supuestos intereses comunes de los séniores. Se ha comenzado también
a deconstruir el proceso de neoliberalización de la vejez ( Macnicol, J. (2015). Neoliberalising Old Age. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
Walker ( Walker, A. (2006). Aging and Politics: An International Perspective. En R. H. Binstock
y L. K. George (eds.) (6ª ed). Handbook of the Aging and the Social Sciences (pp. 339-359). Amsterdam: Academic Press.2006) ha distinguido entre nuevas y viejas políticas de envejecimiento. Las primeras atribuyen
a los mayores un rol pasivo, casi limitado a la percepción de pensiones y otras prestaciones
públicas. Las viejas políticas alimentan los estereotipos negativos asociados a cumplir
años —la imagen de los mayores como «pobres, frágiles, dependientes socialmente, objetos
de discriminación y, sobre todo, meritorios (deserving)» ( Binstock, R. H. (1991). From the great society to the aging society: 25 years of the
older Americans Act. Generations, 15 (3), 11-18.Binstock, 1991: 1)—. La propia academia ha contribuido a alimentar estos estereotipos con teorías como
la funcionalista de la desvinculación (disengagement). Según esta teoría, la tercera edad consiste inevitablemente en un proceso de desconexión
del individuo del resto de la sociedad ( Cumming, E. y Henry, W. E. (1961). Growing old, the process of disengagement. New York: Basic Books.Cumming y Henry, 1961; Westerhof, G. J. y Tulle, E. (2007). Meaning of ageing and old age: Discursive contexts,
social attitudes and personal identities. En J. Bond, S. Peace, F. Dittmann-Kohli
y G. Westerhof. Ageing in Society (pp. 235-254). London: Sage. Disponible en:
Las nuevas políticas de envejecimiento, en cambio, promueven la participación social
y política de los mayores ( Vera-Sanso, P. et al. (2014). Participation and social connectivity. En A. Walker (ed.). The new science of ageing (pp. 181-2018). Bristol-Chicago: Policy Press. Disponible en:
Aunque las nuevas políticas de envejecimiento no siempre son contrarias a la responsabilidad pública sobre el bienestar de los séniores, no debe olvidarse que la explicación del tránsito inicial de las viejas a las nuevas políticas de envejecimiento es la voluntad de reducir la intervención del sector público.
La definición del envejecimiento como un problema financiero presta un gran servicio
a quienes defienden objetivos neoliberales ( Minkler, M. y Robertson, A. (1991). The ideology of age/race wars: Deconstructing
a social problem. Ageing and Society, 11, 1-23. Disponible en:
Nótese igualmente la creciente importancia de los aspectos globales de las nuevas
políticas de envejecimiento ( Walker, A. (2006). Aging and Politics: An International Perspective. En R. H. Binstock
y L. K. George (eds.) (6ª ed). Handbook of the Aging and the Social Sciences (pp. 339-359). Amsterdam: Academic Press.Walker, 2006). Además de aportar proyecciones demográficas, entidades como el Banco Mundial ( Banco Mundial (1994). Averting the Old Age Crisis. A World Bank Policy Research Report. New York: Oxford University Press.1994), Naciones Unidas ( Naciones Unidas (2003). Declaración Política y Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento.
New York.2003),Sidorenko y Walker ( Sidorenko, A. y Walker, A. (2004). The Madrid International Plan of Action on Ageing:
from conception to implementation. Ageing and Society, 24 (1), 147-165. Disponible en:
Por otra parte, es preciso subrayar las contribuciones de Lynch ( Lynch, J. (2006). Age in the Welfare State. The Origins of Social Spending on Pensioners, Workers, and
Children. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
Además, el tipo de competición política (más o menos programática o particularista) tiene un peso importante en la explicación del porcentaje del gasto social destinado a los mayores en los distintos países de la OCDE. Por ejemplo, en Austria, Bélgica, España, Estados Unidos, Grecia, Italia y Japón, donde muchos políticos no han seguido líneas de competición programáticas, el gasto en pensiones aumentó más aceleradamente. La competición particularista tiende a evitar la conversión en universalistas de los sistemas de pensiones ocupacionales. Incluso, cuando en un contexto predomina claramente la competición programática, la colonización de las instituciones por parte de políticos clientelares hace menos probable la reforma de los modelos ocupacionales, porque las preferencias de los políticos partidarios de un modelo universal se acomodan al contexto.
Otra de las grandes aportaciones al estudio de los efectos políticos del envejecimiento
es la de Goerres ( Goerres, A. (2007a). Can We Reform the Welfare State in Times of ‘Grey’ Majorities?
The Myth of an Electoral Opposition between Younger and Older Voters in Germany. Max Planck Institute for the Study of Societies. Working Paper, 5.2007a, Goerres, A. (2007b). Why are Older People More Likely to Vote? The Impact of Ageing
on Electoral Turnout in Europe. British Journal of Politics and International Relations, 9, 90-121. Disponible en:
Las grandes preguntas de investigación de Goerres han sido cómo y por qué la participación individual de los mayores diverge de la de los jóvenes, y en qué medida estas diferencias importan en el proceso democrático de las sociedades envejecidas. Aunque, incluso sobre estos aspectos se observan variaciones entre países, hay dos formas de participación en las que es más probable que los mayores se impliquen más que los jóvenes: la militancia en un partido y el voto. La militancia de los séniores se ve favorecida por un efecto generacional: el haber vivido más años en la misma localidad. También, algunos países, como Alemania, han institucionalizado estructuras organizativas para que las personas mayores se encuentren mejor representadas y, frente a la tendencia general de declive en la militancia partidaria en Europa Occidental, este tipo de afiliaciones aumenta.
Además, en la década de 1980, sobre todo como respuesta a los primeros recortes en las prestaciones públicas percibidas por los mayores, comenzaron a aparecer en Europa partidos sénior (senior o grey parties). Estos partidos han tenido poco éxito, quizá en parte por la adaptación de la oferta programática de los partidos tradicionales, cuestión pendiente de verificar y destacable en la agenda de investigación de la ciencia política.
El principal hallazgo de Goerres es que en sociedades con actitudes positivas hacia
las personas mayores, incluso con una ratio de dependencia preocupante, si su protección
pública es adecuada, resulta poco probable no solo que los mayores tengan intención
de tomar el control del proceso político, sino incluso que lleguen a activarse a través
de cualquier forma de participación política ( Goerres, A. (2009). The Political Participation of Older People in Europe. The Greying of our Democracies.
Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Respecto al voto, en sistemas de bienestar público generosos con la tercera edad, el impacto del envejecimiento en los resultados electorales ha sido irrelevante. En cambio, en las democracias con sistemas electorales proporcionales, donde los partidos pequeños pueden fácilmente obtener representación, los jóvenes sí tienen un incentivo para diferenciar el voto del de sus mayores, ya que estos últimos, en principio, tienden a seguir votando a partidos grandes y de gobierno. No obstante, el sesgo de los séniores a favor de los partidos tradicionales no es general, y cabe esperar que desaparezca, por la pérdida de relevancia de la socialización política temprana, en sistemas de partidos crecientemente caracterizados por la volatilidad y el desalineamiento.
No puedo dejar de destacar que los datos de los que se dispone hasta este momento son claramente contrarios a la creencia, recurrente en el actual debate público, superficial e ideológicamente sesgado, sobre los efectos políticos del envejecimiento, de que las opciones electorales de los mayores son más conservadoras en términos económicos.
En cambio, en las sociedades que podrían etiquetarse como amigables con los séniores, en las que estos se sienten respetados y protegidos y no tienen incentivos para la movilización política, sí se observa una mayor actividad política de los jóvenes, a fin de equilibrar el reparto del gasto social entre generaciones, en principio, evitando que crezca el tamaño del porcentaje de recursos públicos destinado a los mayores.
La evidencia empírica de Goerres es consistente, por otra parte, con estudios anteriores
que desmienten la existencia de una identidad común de la tercera edad ( Day, C. L. (1990). What Older Americans Think: Interest Groups and Aging Policy. Princeton: Princeton University Press. Disponible en:
Los séniores, no obstante, podrían llegar a activarse políticamente en defensa de
intereses individuales comunes, si las pensiones y otras prestaciones públicas que
les benefician sufriesen recortes que pusiesen en riesgo su bienestar. De hecho, los
cambios que se han ido introduciendo en los sistemas de pensiones ( Natali, D. (2012). The politics of the new welfare state. Oxford: Oxford University Press.Natali, 2012; Doyle, M. (2015). The politics of old age. Older people´s interest organisations and collective action
in Ireland. Manchester: Manchester Univeristy Press. Disponible en:
Sin embargo, no parece probable que se desarrolle una conciencia política de grupo en los mayores. La clase social, el género, el lugar de residencia, entre otros factores, son más importantes que la edad cronológica en su identidad individual. Los séniores rara vez se muestran más solidarios con las personas de su generación que con el resto de la sociedad.
Se constatan, además, otras limitaciones para la activación política de las personas
mayores. Por ejemplo, estas pueden haber aprendido que determinadas formas de participación
no son eficaces, o entender que a partir de una determinada edad o de su salida del
mercado laboral «no deberían tener que activarse» ( Goerres, A. (2009). The Political Participation of Older People in Europe. The Greying of our Democracies.
Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Finalmente, Goerres ( Goerres, A. (2009). The Political Participation of Older People in Europe. The Greying of our Democracies.
Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
En el epígrafe siguiente me centraré en la definición de los marcos discursivos básicos sobre envejecimiento y bienestar.
Como he señalado en la introducción, se debe distinguir entre el fenómeno o el proceso demográfico del envejecimiento y sus consecuencias sociales y políticas. El primero, el crecimiento del grupo de personas de 65 años y más, puede enmarcarse como una debilidad o como una fortaleza de una sociedad. Muchos entre quienes apuestan por la lectura negativa tienden a definirlo como un problema presupuestario del sector público, afirman que el gasto destinado a las personas mayores es insostenible, y llegan a sentenciar que los Estados de bienestar tienen fecha de caducidad. El cambio demográfico, desde esta perspectiva, plantea un juego de suma cero en el que las distintas generaciones compiten por recursos públicos escasos y las transferencias intergeneracionales producen necesariamente ganadores y perdedores.
Este punto de vista comienza a imponerse en la conversación pública europea sobre envejecimiento, al ser aceptado un tanto acríticamente por parte de algunos ciudadanos y medios de comunicación con influencia sobre el debate político. Sin embargo, esta no es la única forma de enmarcar el proceso de envejecimiento de la población, ni siquiera el conflicto entre generaciones, no es respetuosa con la evidencia empírica disponible, y tampoco es ideológicamente neutra.
Se ha escrito también sobre los aspectos positivos del envejecimiento como tendencia
demográfica en las sociedades desarrolladas ( Kolb, P. (2014). Understanding Aging and Diversity. London-New York: Routledge.Kolb, 2014), subrayando, por ejemplo, la riqueza que aportan las nuevas cohortes de adultos
mayores, en muchos países más instruidos y con experiencias vitales más diversas que
en el pasado ( Westerhof, G. J. y Tulle, E. (2007). Meaning of ageing and old age: Discursive contexts,
social attitudes and personal identities. En J. Bond, S. Peace, F. Dittmann-Kohli
y G. Westerhof. Ageing in Society (pp. 235-254). London: Sage. Disponible en:
Las propias instituciones de la UE han querido trasladar una visión razonablemente optimista sobre la continuidad del contrato intergeneracional, y han promovido «una nueva solidaridad entre generaciones» ( Comisión Europea (2005). Libro verde Frente a los cambios demográficos, una nueva solidaridad entre generaciones [Bruselas, 16/03/2005, COM (2005) 94 final].Comisión Europea, 2005), de ahí la etiqueta escogida para mi tercer marco discursivo. Incluso han dedicado el año 2012 al envejecimiento activo y la solidaridad intergeneracional.
En este apartado ordeno estas y algunas otras ideas en torno al envejecimiento y las políticas de bienestar en tres discursos, que resumo en la tabla 1: 1) el marco welfarista clásico de protección de la vejez, 2) el discurso de la equidad/justicia generacional o del conflicto/guerra entre generaciones, y 3) el marco de la nueva solidaridad entre generaciones. Los discursos primero y tercero son similares, pero no idénticos. Considero útil distinguirlos conceptualmente porque difieren en su definición de solidaridad así como en su visión, más o menos positiva, de las personas mayores.
Protección de la vejez | Guerra entre generaciones (neoliberal) | Nueva solidaridad intergeneracional | |
---|---|---|---|
Marcos | La seguridad de los mayores es uno de los principales objetivos del EdB. | El contrato intergeneracional está roto. | Las personas mayores pueden contribuir en mayor medida al bienestar de la sociedad. |
Diagnóstico | Problema: la edad reduce la capacidad de los mayores para garantizar su propio bienestar. | Problema: el gasto público destinado a pensiones y atención a los mayores es insostenible. | Problema: los desequilibrios en los sistemas de pensiones y el aumento del gasto sanitario. Los mayores no disponen de canales suficientes de participación en la sociedad. |
Causas: la salida del mercado laboral, el deterioro físico y cognitivo. | Causas: los pensionistas viven cada vez más años y en algunos casos tienen derecho a prestaciones altas. La población activa se reduce, debido a la crisis de natalidad y en algunos países al desempleo. | Causas: los pensionistas viven cada vez más años y en algunos casos tienen derecho a prestaciones altas. Crisis de natalidad. Reducción de la población activa. Aislamiento del mayor tras su salida del mercado laboral. | |
Mayores: predominan los estereotipos negativos asociados a la pobreza y la fragilidad. | Mayores: la edad cronológica es irrelevante. El mayor tiene capacidad para garantizar su propio bienestar. Además, lo importante es la actualización permanente de la identidad del sénior a través de decisiones privadas de consumo. | Mayores: visión positiva de los mayores saludables y activos (tercera edad), pero se mantienen los estereotipos negativos en relación a los mayores dependientes (cuarta edad). | |
Pronóstico | Solución: garantizar suficiente financiación para las pensiones y otros programas de gasto público, como sanidad y atención a la dependencia. | Solución: reducir la intervención pública. Los mayores son los únicos responsables de sus condiciones de vida personales. | Solución: reformar la política fiscal y los programas de gasto para garantizar su continuidad a largo plazo. Preservar la expectativa de los jóvenes de recibir en el futuro prestaciones sociales equivalentes a las que hoy disfrutan sus mayores. |
Ideología: socialdemócrata y cristianodemócrata, originalmente. | Ideología: neoliberal. | Ideología: progresistas varias. | |
Motivación | Protagonistas: el mayor como necesitado y merecedor de asistencia pública. | Protagonista: el individuo con capacidad de consumo. | Protagonista: el mayor como proveedor de bienestar social y no solo como beneficiario. |
Antagonismo: sistemas de bienestar norteamericano y asiático. | Antagonismo: modelo social europeo clásico centrado en la protección de la vejez. | Antagonismo: sistemas de bienestar norteamericano y asiático. | |
Aliados: en sus inicios, trabajadores en activo, sindicatos. | Aliados: organizaciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. | Aliados: instituciones de la UE, algunos políticos nacionales, sobre todo a nivel local. |
Fuente: elaboración propia.
Además, no solo se habla de guerra entre generaciones desde posiciones neoliberales, sino que existen dos marcos emergentes distintos en torno a la idea de caducidad del contrato intergeneracional, que resumo, a continuación, en la tabla 2.
No debe olvidarse que la protección de la vejez es una de las primeras y principales
razones de ser del modelo social europeo, en sus diversas concreciones en los distintos
regímenes de bienestar ( Lynch, J. (2006). Age in the Welfare State. The Origins of Social Spending on Pensioners, Workers, and
Children. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
La clave del contrato intergeneracional welfarista reside en que las generaciones más jóvenes, en general, y los trabajadores en activo, en particular, albergan la expectativa de que al alcanzar el umbral etario convenido, disfrutarán de beneficios públicos equivalentes a los de sus mayores.
El tercer discurso de la nueva solidaridad intergeneracional está construido sobre una percepción más positiva de los mayores en comparación con el número uno. Subraya su menor dependencia de las generaciones jóvenes, en muchos casos, hasta una edad más avanzada y muy posterior a la de jubilación. Las mejores condiciones de salud y en algunos casos las experiencias vitales más variadas de las nuevas cohortes de mayores hacen que estas personas puedan seguir contribuyendo en mayor medida que en décadas pasadas al bienestar social. Por ello, se plantea, de una parte, la posibilidad de retrasar la edad de jubilación, y/o de que los séniores participen en la formación de trabajadores junior. De otra, se defiende la conveniencia de poner en valor las aportaciones instrumentales y afectivas de los mayores a sus familias y/o a su entorno social más amplio, por ejemplo, a través de programas de voluntariado.
La nueva solidaridad pone el foco en los años en los que el sénior no solo disfruta sino que también contribuye activamente al bienestar de la sociedad. En cambio, aparece una nueva fase del ciclo vital, la cuarta edad, caracterizada por la pérdida de autonomía o la dependencia, a la que se trasladan los estereotipos negativos antes asociados a todas las personas de 65 años o más. La distinción entre la tercera y cuarta edad no es cronológica. Por una parte, están los mayores saludables y activos, y por otra los enfermos y necesitados de asistencia en sus rutinas diarias. La visión positiva de la vejez del tercer marco está reservada a los primeros: quienes retrasan su jubilación, ayudan a personas de su entorno, como a sus hijos en la crianza de los nietos, y consumen bienes y servicios culturales o turísticos, entre otros.
En resumen, el marco de la nueva solidaridad pone más en valor, en comparación con el welfarista tradicional, la experiencia y las vivencias a partir de los 65 años. Pero, a diferencia del discurso de la justicia/equidad generacional, apuesta por mantener el reconocimiento de la singularidad de las últimas etapas del ciclo de la vida. Claro está que en el tercer marco subyace, como en el segundo, el desafío financiero para un país envejecido que supone pagar pensiones más altas durante más años para un porcentaje creciente de mayores sobre el total de la población. Sin embargo, en el tercer marco, por una parte, el cambio en la valoración del mayor no dependiente va más allá de la búsqueda de una solución a un problema de equilibrio presupuestario y, por otra, el principal objetivo es proteger el modelo social europeo, dando continuidad al contrato intergeneracional mediante su adaptación a la nueva realidad demográfica.
Para ello, por ejemplo, la Comisión Europea, principal promotora de la nueva solidaridad
entre generaciones, ha propuesto una estrategia llamada «de envejecimiento activo»
(active ageing), que se refiere a la extensión de la actividad de los mayores tanto en el mercado
laboral como en el ámbito social a través de la participación en actividades cívicas
o culturales ( Eurostat (2011). Active Ageing and Solidarity between Generations. A Statistical Portrait of the European
Union 2012. Luxemburg: Oficina de Publicaciones de la UE.Eurostat, 2011). En el plano teórico, la definición de «envejecimiento activo» de esta institución
es multidimensional, contemplando cuestiones relacionadas con la seguridad y la salud
de los mayores y su participación social y política. No obstante, en la práctica,
se ha puesto el foco en la prolongación de la vida laboral y otras medidas orientadas
a facilitar los equilibrios presupuestarios, en parte también porque sobre temas de
bienestar los Estados miembros apenas han transferido competencias al nivel supranacional Entre los retos que plantea el envejecimiento de la población, la Comisión destaca
los siete siguientes: presión sobre los presupuestos públicos y los sistemas fiscales;
tensión sobre los sistemas de pensiones y seguridad social; ajustar la economía y
en particular los puestos de trabajo a una fuerza laboral que envejece; posible escasez
de trabajadores en activo; probable necesidad de aumentar el número de profesionales
sanitarios con formación; una mayor demanda de servicios sanitarios y cuidados institucionalizados
de larga duración; y, finalmente, el conflicto potencial entre generaciones sobre
la distribución de los recursos ( Eurostat (2011). Active Ageing and Solidarity between Generations. A Statistical Portrait of the European
Union 2012. Luxemburg: Oficina de Publicaciones de la UE.
Apunto, también, que el concepto de envejecimiento activo de la política de la UE
diverge del propuesto por la Organización Mundial de la Salud, simplemente porque
esta última adopta el punto de vista del mayor al hablar del «proceso de optimizar
las oportunidades para la salud, la participación y la seguridad a fin de aumentar
la calidad de vida cuando la gente envejece» ( Organización Mundial de la Salud (2002). Active Ageing: A Policy Framework. Disponible en:
El discurso del envejecimiento activo en sus distintas variantes es más amplio que
el paradigma del «envejecimiento exitoso» (successful aging), que se había impuesto en gerontología desde la publicación seminal de Rowe y Kahn
( Rowe, J. W. y Kahn, R. L. (1987). Human Aging: Usual and Successful. Science, 237 (4811), 143-149. Disponible en:
Para evitar decir que los mayores discapacitados o simplemente quienes manifiestan
un deterioro en sus condiciones físicas y/o cognitivas no pueden tratar de mantenerse
activos o envejecer exitosamente, y teniendo en cuenta que la evidencia empírica muestra
en muchos casos falta de correspondencia entre las condiciones objetivas y el bienestar
subjetivo ( George, L. (2006). Perceived Quality of Life. En R. H. Binstock y L. K. George. Handbook of the Aging and the Social Sciences (6.ª ed.) (pp. 320-336). Amsterdam: Academic Press. Disponible en:
Subrayo que el envejecimiento exitoso se mantuvo durante décadas como el paradigma dominante en gerontología, sin apenas conectar el bienestar de los mayores con variables económicas, sociales y políticas de nivel macro. Se trata, por consiguiente, de un terreno idóneo para el análisis multinivel.
El segundo discurso sobre envejecimiento y políticas de bienestar se distancia radicalmente del primero y del tercero, desde el momento en que se opone a la idea de diferenciar individuos en función de la edad. La edad cronológica deja de ser un elemento relevante en la definición de la identidad individual, la cual está sujeta a actualización permanente en las decisiones cotidianas de consumo y estilo de vida ( Beck, U. (1992). The Risk Society. London: Sage Books.Beck, 1992; Giddens, A. (1991). Modernity and Self-Identity. Cambridge: Polity Press.Giddens, 1991).
La negativa desde este marco a reconocer la tercera edad como una etapa diferenciada
de la madurez anterior a los 65 años forma parte de un proceso más amplio de desestandarización
del ciclo vital en la «sociedad líquida» ( Bauman, Z. (2007). Liquid Times: Living in an Age of Uncertainty. Cambridge: Polity.Bauman, 2007), donde el envejecimiento es contingente y la vida después de la jubilación incierta,
al tiempo que repleta de oportunidades para reinventarse ( Higgs, P. y Gilleard, C. (2015a). Generational Justice, Generational Habitus and the
‘Problem’ of the Baby Boomers. En C. Torp (ed.). Challenges of Aging. Pensions, Retirement and Generational Justice (pp. 251-263). Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Nótese que este discurso, como mucho, describiría la vejez de una élite de jubilados
ricos, la cual representaría en torno al 5 % del total de los mayores ( Macnicol, J. (2015). Neoliberalising Old Age. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
El hiperindividualismo y el consumismo característicos del tránsito de la modernidad a la postmodernidad también afectarían a la atención a las personas mayores dependientes. Estas y/o sus cuidadores informales demandarían mayor participación en decisiones asistenciales antes consideradas terreno exclusivo de los profesionales sanitarios o sociales. Del mismo modo, los expertos serían también más receptivos a la implicación de los usuarios en la práctica profesional ( Walker, A. (2006). Aging and Politics: An International Perspective. En R. H. Binstock y L. K. George (eds.) (6ª ed). Handbook of the Aging and the Social Sciences (pp. 339-359). Amsterdam: Academic Press.Walker, 2006: 346-347).
Este cambio cultural, que puede observarse en distintas sociedades envejecidas, se
encuentra, no obstante, con múltiples barreras, como las desigualdades de género o
clase ( Westerhof, G. J. y Tulle, E. (2007). Meaning of ageing and old age: Discursive contexts,
social attitudes and personal identities. En J. Bond, S. Peace, F. Dittmann-Kohli
y G. Westerhof. Ageing in Society (pp. 235-254). London: Sage. Disponible en:
Subrayo que la discriminación del mayor no activo en el discurso del conflicto entre
generaciones se retroalimenta con la propia visión apocalíptica de este marco que
retrata una bolsa de personas frágiles y dependientes, la cual no deja de crecer,
y con ella el coste de su atención sanitaria y social para el resto de la sociedad
( Higgs, P. y Gilleard, C. (2015b). Rethinking Old Age. Theorising the Fourth Age. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Mientras que el tercer discurso en ningún momento cuestiona la responsabilidad colectiva en la garantía de unos niveles de bienestar satisfactorios para las personas de más edad, el marco de la equidad generacional, en cambio, pretende erosionar la legitimidad de la intervención pública en la atención a los mayores, negando la posibilidad de dar continuidad al contrato intergeneracional. Dicho coloquialmente, el segundo marco echa arena sobre los ojos de las generaciones más jóvenes con la idea fuerza de que sus expectativas de recibir suficiente protección pública en su vejez serán irrealizables.
Incluso, este discurso, en su formulación básica, de clara inspiración neoliberal, incorpora también el argumento, atractivo para sectores de la población progresistas, conforme el cual, en el presente, los recursos públicos dedicados al bienestar de los mayores estarían mejor invertidos en otros grupos de edad. Por este motivo, se hace necesario distinguir en el plano teórico dos variantes del marco discursivo sobre el conflicto entre generaciones que conviven en la discusión pública de distintas sociedades europeas.
Desde luego, es posible defender un reparto distinto de recursos públicos entre generaciones, dando respuesta a otras transformaciones sociales relevantes y a la propia evaluación del rendimiento de los distintos programas de gasto público. Mi preocupación reside en que en la redefinición del modelo social europeo clásico, centrado en la protección de los mayores, no se tomen las precauciones debidas para evitar la contaminación del discurso neoliberal contrario a la idea de responsabilidad pública sobre el bienestar individual, toda vez que, aunque con fines diferentes, se están manejando argumentos próximos, como puede observarse claramente en la tabla 2.
Guerra entre generaciones I: neoliberal | Guerra entre generaciones II: progresista | |
---|---|---|
Marcos | El contrato intergeneracional está roto | El contrato intergeneracional está roto |
Diagnóstico | Problema: el gasto público destinado a pensiones y atención a los mayores es insostenible. | Problema: el gasto público destinado a pensiones y atención a los mayores es insostenible. La actual distribución de recursos públicos entre generaciones no favorece la reducción de las desigualdades y la pobreza, objetivos básicos del EdB. |
Causas: los pensionistas viven cada vez más años y en algunos casos tienen derecho a prestaciones altas. Disminución de la población activa debido a la crisis de natalidad y al desempleo. | Causas: los pensionistas viven cada vez más años y en algunos casos tienen derecho a prestaciones altas. Disminución de la población activa debido a la crisis de natalidad y al desempleo. Aumento de la pobreza, incluso de la pobreza infantil. No existen garantías de que las generaciones más jóvenes alcancen el nivel de bienestar de sus mayores. Inseguridad laboral. Aparición del fenómeno del trabajador pobre. El importe de las pensiones altas está por encima del salario mediano de los individuos más instruidos de las generaciones jóvenes. | |
Mayores: la edad cronológica es irrelevante. El mayor tiene capacidad para garantizar su propio bienestar. Además, lo importante es la actualización permanente de su identidad a través de decisiones privadas de consumo. | Mayores: los mayores con pensiones altas pueden contribuir en mayor medida a la financiación de sus tratamientos farmacéuticos y sanitarios, entre otros cuidados personales. Tampoco precisan prestaciones de jubilación tan generosas. | |
Pronóstico | Solución: reducir la intervención pública. Los mayores son los únicos responsables de sus condiciones de vida. | Solución: reducir la intervención pública en la atención de los mayores. Esos ahorros se destinarían a programas de gasto dirigidos a individuos de generaciones jóvenes, más necesitados de ayuda pública. Los mayores deben asumir una mayor responsabilidad sobre sus condiciones de vida personal. |
Ideología: neoliberal. | Ideología: progresista. | |
Motivación | Protagonista: el individuo con capacidad de consumo. | Protagonista: las generaciones más jóvenes. |
Antagonismo: modelo social europeo clásico centrado en la protección de la vejez. | Antagonismo: modelo social europeo clásico centrado en la protección de la vejez. | |
Aliados: organizaciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. | Aliados: fuerzas políticas menos dependientes de los votantes mayores, algunas organizaciones internacionales. |
[*] |
En negrita, principales diferencias del marco progresista de la guerra entre generaciones con relación al neoliberal. |
Fuente: elaboración propia.
Frente al énfasis en la interdependencia del tercer marco, el segundo discurso de
la tabla 1, también en su versión progresista planteada en la tabla 2, abre una batalla entre generaciones por los recursos públicos, más escasos en un
contexto de crisis económica y financiera como el abierto en Europa a partir del año
2008. Además de los desequilibrios en las finanzas públicas de algunos países europeos,
la propia globalización juega un papel en la cimentación de este marco, por su influencia
en el terreno ideológico en la propia construcción de la noción de envejecimiento,
la consideración del envejecimiento como riesgo social, y la creación de nuevas estructuras
de control y gestión ( Phillipson, C. (2006). Ageing and Globalization. En J. A. Vincent, C. R. Phillipson
y M. Downs. The Futures of Old Age (pp. 201-207). London: Sage. Disponible en:
Para terminar este epígrafe, abordo más en profundidad el mito del conflicto o la guerra entre generaciones, principal arma discursiva para deslegitimar la redistribución intergeneracional. Este mito, quiero enfatizar, parece extenderse en la discusión pública europea en este momento, tras la Gran Crisis, casi medio siglo después de haber sido contestado con datos en Estados Unidos, y en oposición a toda la evidencia empírica recabada por la gerontología en sus más de cincuenta años de historia.
El lanzamiento de la idea de gerontocracia se produjo en la década de 1970 en Estados Unidos, donde fue propagada por grupos como la Fundación de los Americanos para la Equidad Generacional (Foundation of the Americans for Generational Equity, AGE), una organización financiada por círculos conservadores para promover recortes en los prestaciones sociales a los mayores. Pero, ya en 1974, la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science, AASS) financió un simposio titulado «La década de 1990 y más allá: ¿una gerontocracia?», en el que se abordó directamente la pregunta de si la estadounidense iba a convertirse en una democracia controlada por los mayores. El debate se centró precisamente en las consecuencias políticas del envejecimiento e hizo dialogar diferentes visiones sobre el impacto probable del cambio demográfico en los resultados electorales. Por mucho que aumente el número de personas de 65 años o más, la política americana a lo largo del siglo xxi apenas variará, se concluyó, entonces, con rotundidad ( Schulz, J. H. y Binstock, R. H. (2006). Aging Nations: The Economics and Politics of Growing Older in America. Westport: Praeger.Schulz y Binstock, 2006: 201-202).
El juego de suma cero que plantea el discurso de la justicia generacional implica
que los intereses de los jubilados y, en general, de las personas a partir de los
65 años son homogéneos y entran en conflicto con aquellos del resto de generaciones.
Todavía más si se acepta la idea del mismo marco de una sociedad en la que la edad
es irrelevante frente a la capacidad adquisitiva del individuo —pues un observador
con lentes postmodernas vería «una farsa de invariabilidad, de acuerdo con las expectativas
sociales» ( Biggs, S. (2006). Ageing Selves and Others: Distinctiveness and Uniformity in the
Struggle for Intergenerational Solidarity. En J. A. Vincent, C. R. Phillipson y M.
Downs. The Futures of Old Age (pp. 109-116). London: Sage. Disponible en:
Walker ha relacionado ya las siguientes cinco barreras a la participación e influencia política de la tercera edad: 1) no comparten los mismos intereses; 2) la tendencia a la acción colectiva es menor entre las personas retiradas, que suelen autopercibirse como menos eficaces políticamente; 3) aunque hay excepciones, no suelen disponer de canales formales para el ejercicio de la influencia; 4) barreras físicas y mentales; 5) en general no son más conservadores a la hora de votar —lo que puede existir es una tendencia a seguir apoyando al partido por el que han optado siempre— ( Walker, A. (2006). Aging and Politics: An International Perspective. En R. H. Binstock y L. K. George (eds.) (6ª ed). Handbook of the Aging and the Social Sciences (pp. 339-359). Amsterdam: Academic Press.Walker, 2006: 351-353).
Por lo pronto, las actitudes de las distintas generaciones no tienen relación con
la edad cronológica ( Kohli, M. et al. (2010). Linkages among Adult Family Generations: Evidence from Comparative Survey
Research. En P. Heady y M. Kohli (eds). Famili, Kinship and State in Contemporary Europe, vol. 3: Perspectives on Theory and
Policy (pp. 195-220). Frankfurt: Campus.Kohli et al., 2010). No se dispone de datos consistentes de comportamiento electoral determinado por
intereses vinculados a la etapa del ciclo de la vida del votante, o evidencia empírica
de movilización política en base a las líneas de un naciente conflicto entre grupos
de edad. Entre otras causas, porque existen otras desigualdades sociales más relevantes
y por la fortaleza de los lazos familiares y los apoyos instrumentales y/o afectivos
mutuos entre generaciones. Si la solidaridad intergeneracional sigue gozando de buena
salud a nivel micro ( Bengtson, V. L. y Putney, N. M. (2006). Future `Conflicts´ across Generations and
Cohorts? En J. A. Vincent, C. R. Phillipson y M. Downs. The Futures of Old Age (pp. 20-29). London: Sage. Disponible en:
Nada de lo anterior quiere decir que no exista potencial para un incremento de la
movilización política en torno a líneas generacionales en el futuro, que los politólogos
también debemos tratar de prever y, en el que caso de que se produzca, explicar. Pero,
en definitiva, a día de hoy, los jóvenes pueden dormir tranquilos, o «dejar de preocuparse
y querer a los pensionistas» ( Lynch, J. (2015). Age Politics and Pension Systems Development and Reform. En C. Torp
(ed.). Challenges of Aging. Pensions, Retirement and Generational Justice (pp. 49-60). Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
A pesar de los problemas presupuestarios que están condicionando las decisiones de gasto en algunos Estados miembros de la UE, hasta la fecha, el envejecimiento no parece haber abierto una competencia entre generaciones por los recursos públicos ni provocado la apertura de una nueva línea de conflicto político basada en la edad, entre otras causas, porque los intereses de los mayores son diversos y la solidaridad a nivel micro muy resistente. Sin embargo, en el debate público de algunas sociedades europeas está cada vez más presente el mito de la gerontocracia o del creciente control de la democracia por parte de las personas de más edad.
Recuerdo que el fantasma de la gerontocracia se puso en circulación en Estados Unidos en la década de 1970 por parte de colectivos interesados en recortar las prestaciones sociales de los mayores. Inmediatamente, fue contestado con teorías y datos. Esta falsa creencia desembarcó primero en el Reino Unido y, sobre todo desde los años 1990, también en Europa continental. A pesar de tener en contra toda la evidencia empírica de más de medio siglo de gerontología, es ahora, tras la Gran Recesión iniciada en 2008, cuando empieza a tener éxito.
Un contrato intergeneracional viable, tanto a nivel micro como macro, es un elemento común a cualquier sociedad humana, y debe estar abierto a discusión y cambio. Seguramente, en este momento, las generaciones más jóvenes de algunas sociedades envejecidas precisen una asignación de recursos públicos mayor, en beneficio de la productividad de sus economías y, sobre todo, por razones de equidad. No obstante, convendría que ninguna opinión pública europea dejase de creer que el bienestar de sus séniores es una responsabilidad colectiva, por influencia no del supuesto poder de estos sino de estrategias discursivas que solo interesan a aquellos contribuyentes que prefieren dejar de pagar lo que por capacidad les corresponde, en sistemas fiscales más o menos progresivos, sostén del modelo social europeo.
Defiendo que la ciencia política tiene pocas tareas más relevantes en su agenda que aportar ideas y datos al debate sobre los efectos políticos del envejecimiento. Se necesitan mejores preguntas y más evidencia para responder, entre otras muchas, a cuestiones como: ¿cuándo los partidos modifican su oferta electoral en una sociedad envejecida? ¿Algunas fuerzas políticas se están apropiando de temas como las pensiones o la atención a la dependencia? ¿El aumento del porcentaje de mayores entre los afiliados a los partidos afecta a sus prioridades y posiciones? ¿Qué explica la variación en el diseño, ejecución e impacto de políticas de envejecimiento?
Se precisan, asimismo, desarrollos teóricos sobre las dinámicas políticas de las sociedades envejecidas, que asistan en la construcción de datos comparables, así como en la comprensión de las observaciones empíricas y sus implicaciones normativas.
Finalmente, como se está haciendo ya, se debe mostrar disponibilidad para contribuir a mejorar las iniciativas políticas orientadas a facilitar la participación de los mayores, así como actualizar el contrato generacional basado en la idea de responsabilidad colectiva sobre el bienestar de los ciudadanos de todas las edades, con el objetivo de mantener su viabilidad.
[1] |
La tabla del anexo contiene estos datos demográficos por Estado miembro, junto con (entre paréntesis) el indicador años de vida saludable al nacer, definida como la ausencia de limitaciones a la autonomía personal. |
[2] |
Sobre el desarrollo de los estudios gerontológicos véase, por ejemplo, Kolb ( Kolb, P. (2014). Understanding Aging and Diversity. London-New York: Routledge.2014: 14-17). |
[3] |
Entre los retos que plantea el envejecimiento de la población, la Comisión destaca los siete siguientes: presión sobre los presupuestos públicos y los sistemas fiscales; tensión sobre los sistemas de pensiones y seguridad social; ajustar la economía y en particular los puestos de trabajo a una fuerza laboral que envejece; posible escasez de trabajadores en activo; probable necesidad de aumentar el número de profesionales sanitarios con formación; una mayor demanda de servicios sanitarios y cuidados institucionalizados de larga duración; y, finalmente, el conflicto potencial entre generaciones sobre la distribución de los recursos ( Eurostat (2011). Active Ageing and Solidarity between Generations. A Statistical Portrait of the European Union 2012. Luxemburg: Oficina de Publicaciones de la UE.Eurostat, 2011:7). |
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Esperanza de vida al nacer de los hombres Entre paréntesis, el indicador años de vida saludable al nacer, definida como la ausencia de limitaciones a la autonomía personal. |
Esperanza de vida al nacer de las mujeres Entre paréntesis, el indicador años de vida saludable al nacer, definida como la ausencia de limitaciones a la autonomía personal. |
Porcentaje de la población de 65 o más años | |
---|---|---|---|
Media UE | 77,9 (62,6) | 83,3 (63,3) | 19,2 |
Alemania | 78,3 (65,3) | 83,1 (67,5) | 21,1 |
Austria | 78,8 (57,9) | 83,7 (58,1) | 18,5 |
Bélgica | 78,7 (64,4) | 83,4 (64) | 18,2 |
Bulgaria | 71,2 (61,5) | 78,2 (65) | 20,4 |
Chipre | 79,9 (63,1) | 83,7 (63,4) | 15,1 |
Croacia | 74,4 (55,3) | 80,5 (56,8) | 19,2 |
Dinamarca | 78,8 (60,4) | 82,7 (57,6) | 18,8 |
Eslovaquia | 73,1 (54,8) | 80,2 (55,1) | 14,4 |
Eslovenia | 77,8 (58,5) | 83,9 (57,7) | 18,4 |
España | 80,1 (63,9) | 85,8 (64,1) | 18,7 |
Estonia | 73,2 (53,8) | 82,2 (56,2) | 19 |
Finlandia | 78,7 (59,4) | 84,4 (56,3) | 20,5 |
Francia | 79,2 (62,6) | 85,5 (64,6) | 18,8 |
Grecia | 78,5 (63,9) | 83,7 (64,1) | 21,3 |
Hungría | 72,3 (58,2) | 79 (60,1) | 18,3 |
Irlanda | 79,6 (66,6) | 83,4 (67,9) | 13,2 |
Italia | 80,3 (62,6) | 84,9 (62,7) | 22 |
Letonia | 69,7 (51,8) | 79,5 (54,1) | 19,6 |
Lituania | 69,2 (54,1) | 79,7 (58,8) | 19 |
Luxemburgo | 80 (63,7) | 84,7 (60,6) | 14,2 |
Malta | 79,7 (72,6) | 84 (74,6) | 19 |
Países Bajos | 79,9 (61,1) | 83,2 (57,2) | 18,2 |
Polonia | 73,5 (60,1) | 81,6 (63,2) | 16 |
Portugal | 78,1 (58,2) | 84,3 (55) | 20,7 |
Suecia | 80,4 (74) | 84,1 (73,8) | 19,8 |
República Checa | 75,7 (62,4) | 81,6 (63,7) | 18,5 |
Reino Unido | 79,2 (63,7) | 82,8 (63,3) | 17,9 |
Rumanía | 71,5 (59) | 78,7 (59,4) | 17,4 |
[*] |
Entre paréntesis, el indicador años de vida saludable al nacer, definida como la ausencia de limitaciones a la autonomía personal. |
Fuente: elaboración propia con datos de Eurostat.
Contrato intergeneracional: expectativas y obligaciones compartidas en relación al envejecimiento y la sucesión de generaciones en el tiempo en una estructura social.
Equidad o justicia generacional: etiqueta trampa de un marco discursivo, puesto en circulación en la década de 1970 en Estados Unidos, contrario al Estado de bienestar. Trata de difundir la falsa creencia de que el contrato intergeneracional, en el que se fundamenta el modelo social europeo clásico, está roto o es insostenible en un nuevo escenario globalizado y envejecido.
Gerontología: campo interdisciplinar de estudio del envejecimiento de la población que comienza a desarrollarse en los años 1960. Inicialmente, se centró en temas de ciencias de la salud. Con el paso del tiempo, fue incorporando cuestiones propias de las ciencias sociales y las humanidades.
Gerontocracia/senior power/grey power: control del proceso político democrático por parte de los séniores con el objetivo de imponer sus intereses, favorecido por el porcentaje creciente de personas mayores sobre el total de electores de un país y su menor abstencionismo. Los datos demuestran que es un mito.
Tercera edad: sinónimo de vejez. Véase vejez. Con el aumento de la esperanza de vida y las mejoras en las condiciones físicas y cognitivas de los adultos mayores, se ha empezado a distinguir entre tercera y cuarta edad. Esta última es la fase final del ciclo vital, a la que accede un individuo cuando empeora su salud hasta el punto de perder su autonomía.
Vejez: período cronológico diferenciado de otras etapas de la vida, como la niñez, la adolescencia, la juventud o la madurez. El criterio más habitual para marcar el tránsito a la vejez es la edad de 65 años. El postmodernismo y el neoliberalismo son contrarios a reconocer etapas vitales. Para las personas neoliberales las diferencias entre individuos no vienen dadas por la edad cronológica sino por su capacidad adquisitiva y sus hábitos de consumo.