RESUMEN
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y su añadido TCP (Tratado de Comercio de los Pueblos), liderada por Cuba y Venezuela, surgió como alternativa a la hegemonía de Estados Unidos y a la propuesta de crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Desde 2014, la ALBA afronta una doble crisis: la crítica situación política y económica de Venezuela, que limita su financiación, y las incertidumbres de una Cuba poscastrista, que reduce su base ideacional. Este artículo plantea tres preguntas de investigación: ¿a qué paradigma teórico responde el ALCA si se diferencia entre discurso y realidad?, ¿qué resultados ideacionales y materiales tiene?, y ¿puede sobrevivir la ALBA pese a las restricciones financieras y políticas en Cuba y Venezuela? Estas son contestadas en tres apartados. Primero, se inserta la ALBA en los debates teóricos pertinentes; segundo, se realiza un análisis empírico de sus objetivos y resultados; y tercero, se evalúan la crisis existencial en Venezuela y los cambios en Cuba para concluir con un pronóstico sobre la supervivencia de la ALBA. En la parte teórica, los autores sostienen que la dinámica y los resultados de la ALBA reflejan el soft balancing del realismo político, que contrasta con un discurso regionalista-integracionista, por un lado, y contrahegemónico neomarxista, por el otro. En este sentido, en las partes empíricas se comprueba que la ALBA depende de tres factores estrechamente ligados: su carácter antihegemónico de desafiar a Estados Unidos (soft balancing), la continuidad de los regímenes cubano y venezolano, y los recursos económicos destinados a la iniciativa.
Palabras clave: Desarrollo; integración regional; relaciones sur-sur; cooperación económica; régimen político; Cuba; Venezuela; América Latina; crisis económica; marxismo.
ABSTRACT
The Bolivarian Alliance for our America (ALBA) and its additional TCP (Trade Treaty of the People), driven by Cuba and Venezuela, emerged as an alternative to US hegemony and the proposal to create a Free Trade Area of the Americas (FTAA). Since 2014, the initiative has faced a double crisis: the critical political and economic situation in Venezuela that limits the financing of ALBA; and the uncertainties of post-Castro Cuba that constrains its ideational basis. The article addresses three research questions: To which theoretical paradigm does ALBA correspond when distinguishing between discourse and reality? What are its ideational and material outcomes? Will ALBA survive despite financial and political restrictions in Cuba and Venezuela? These questions are answered in three sections. The first inscribes ALBA in relevant theoretical debates, the second focuses on an empirical analysis of its objectives and results, while the final section addresses the existential crisis in Venezuela and changes in Cuba. The article concludes with a forecast of ALBA’s future. The authors maintain that the dynamics and results of ALBA respond to a realist soft balancing strategy, which contrasts with its regionalism-integration and counter-hegemony neo-Marxist discourses. With this background, the two empirical sections argue that the viability of ALBA depends on three intertwined elements: its counter-hegemonic character of challenging the US (soft balancing); the continuity of the Cuban and Venezuelan regimes; and the available economic resources.
Keywords: Development; regional integration; South-South relations; economic cooperation; political regime; Cuba; Venezuela; Latin America; economic crisis; marxism.
SUMARIO
Desde 2014, la ALBA afronta una doble crisis: en primer lugar, la crítica situación política y económica de Venezuela, que limita la financiación de la ALBA, y, en segundo término, la incertidumbre en Cuba tras la muerte de Fidel Castro, la sucesión de Raúl Castro y el futuro del acercamiento entre La Habana y Washington durante el segundo mandato de Barack Obama. En este nuevo escenario, el artículo inserta a la ALBA en los debates teóricos relevantes, explica sus objetivos y resultados y sostiene que su supervivencia depende de tres factores estrechamente ligados: primero, de su sostenibilidad como proyecto antihegemónico basado en el soft balancing realista; segundo, del mantenimiento de los regímenes políticos en Cuba y Venezuela que han entrado en declive; y tercero, del financiamiento de la iniciativa por parte del Gobierno de Nicolás Maduro.
En la última década, la alianza ALBA-TCP, liderada por el binomio Cuba-Venezuela y
financiado con petrodólares de la Revolución bolivariana, forma parte del renovado
debate sobre regionalismo ( Da Motta Veiga, P. y Rios, S. (2007). O regionalismo pós-liberal, na América do Sul: origens, iniciativas e dilemas. Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).Da Motta Veiga y Rios, 2007; Legler, T. (2013). Post-hegemonic Regionalism and Sovereignty in Latin America: Optimists,
Skeptics, and an Emerging Research Agenda. Contexto Internacional, 35 (2), 325-352. Disponible en:
Al tener una orientación antiimperialista, ALBA-TCP presenta una ideología diferente al neoliberalismo y se inserta en el debate sobre el regionalismo posliberal ( Sanahuja, J. A. (2009). Del regionalismo abierto al regionalismo post-liberal. Crisis y cambio en la integración regional en América Latina. Anuario de la Integración Regional de América Latina y el Gran Caribe, 7, 12-54.Sanahuja, 2009), pero con un perfil más autónomo que otras iniciativas como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) —en la que participan todos los países ALBA— o el MERCOSUR y la UNASUR, a las que también pertenecen Bolivia, Ecuador y Venezuela. En la región y frente al liderazgo de Brasil, ALBA es un proyecto subhegemónico articulado por Venezuela, en estrecha cooperación con Cuba, el país más grande e influyente del Caribe.
En sus primeros dos años, hasta la incorporación de Bolivia en 2006 y de Nicaragua
en 2007, la ALBA fue un proyecto bilateral impulsado por Fidel Castro y Hugo Chávez
para afianzar la alianza político-económica entre Cuba y Venezuela, que se había creado
durante la primera visita del entonces presidente venezolano a La Habana en 2000,
quien propuso la iniciativa un año después. De este modo, los únicos dos proyectos
nacionales alternativos y longevos en las Américas —revolucionario en el caso cubano
y populista en el venezolano— se fusionaron en la iniciativa subregional de la ALBA
bajo una impronta realista y una retórica integracionista y neomarxista ( Muhr, T. (2010). Venezuela and the ALBA: Counter-hegemonic regionalism and higher education for all. Disponible en:
La Alianza Bolivariana de Nuestros Pueblos de América, con el poético y simbólico nombre ALBA sugiere un nuevo amanecer de América Latina como región independiente con un proyecto político diferente a la democracia liberal y la economía de mercado de Estados Unidos. En este sentido el proyecto ALBA representa la «resistencia contra la hegemonía dominante» ( Carroll, W. K. (2006). Hegemony, Counter-hegemony, Anti-hegemony. Socialist Studies, 2 (2), 9-43.Carroll, 2006: 20). Desde su creación en 2004, la ALBA se forjó como un proyecto emancipador (del dominio de Estados Unidos y su modelo político, económico y social) con un discurso de «solidaridad», «soberanía regional», «justicia social» y «integración» —términos que aparecen con frecuencia en sus documentos y declaraciones, pero, como se verá a continuación, con una clara vocación realista de soft balancing—.
Este discurso y la perspectiva de obtener subsidios de Venezuela atrajo a otros países latinoamericanos que dependieron de uno de los dos países fundadores: las islas del Caribe y Nicaragua de la cooperación sur-sur de Cuba; Bolivia y Ecuador del apoyo financiero de Venezuela. Al incluir Bolivia y Ecuador, la ALBA polarizó a los países de la anterior Comunidad Andina y fragmentó el esquema de integración. Sin embargo, al mismo tiempo la ampliación fue un indicador de su éxito como proyecto alternativo: dependiendo de los ciclos políticos llegó a incluir a once países latinoamericanos y caribeños[1] y representó un bloque de 73,5 millones de personas.
¿Cómo se puede explicar su ampliación y longevidad comparado con el proyecto ALCA
al que se opuso desde el principio? Un importante factor ha sido, sin duda, su atractivo
como alianza contrahegemónica ( Cox, R. (1981). Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations
Theory. Millenium, 10, 126-155. Disponible en:
La ALBA es una iniciativa mucho más difícil de clasificar que, por ejemplo, el MERCOSUR
o la UNASUR, que continúan el amplio proceso de integración, cooperación y concertación
que se ha desarrollado en América Latina con diferentes facetas e iniciativas desde
los años cincuenta, paralelamente al proyecto de la Unión Europea ( Malamud, A. y Gardini, G. L. (2012). Has Regionalism Peaked? The Latin American Quagmire
and its Lessons. International Spectator, 47 (1), 116-133. Disponible en:
La mayoría de los análisis insertan a la ALBA en el debate sobre regionalismo e integración
latinoamericana (entre ellos, Altmann, J. (ed.). (2011). ALBA: ¿una nueva forma de integración regional? Buenos Aires: Teseo, FLACSO, Fundación Carolina.Altmann, 2011 y Altmann, J. (2008). ALBA: ¿un proyecto alternativo para América Latina? Madrid: Real Instituto Elcano. 2008; Briceño, J. L. (2013). Ejes y modelos en la etapa actual de la integración económica
regional en América Latina. Estudios Internacionales, 175, 9-39.Briceño, 2013; Legler, T. (2013). Post-hegemonic Regionalism and Sovereignty in Latin America: Optimists,
Skeptics, and an Emerging Research Agenda. Contexto Internacional, 35 (2), 325-352. Disponible en:
Sin embargo, a diferencia de esquemas como CELAC, MERCOSUR o UNASUR, el bloque ALBA no es ni posliberal ni poshegemónico, sino que de abierta oposición al liberalismo y a la hegemonía de EE. UU. Algunos analistas ( Hernández, D. y Chaudary, Y. (2015). La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP): vigencia y viabilidad en el actual contexto venezolano y regional. Caracas: Friedrich-Ebert-Stiftung. Hernández y Chaudary, 2015: 1) ven en la ALBA «un nuevo modelo de integración revolucionaria» o «un modelo de integración anti-capitalista y anti-imperialista» ( Briceño, J. L. (2013). Ejes y modelos en la etapa actual de la integración económica regional en América Latina. Estudios Internacionales, 175, 9-39.Briceño, 2013: 17). Sin embargo, no se trata de un proyecto de integración regional que requiere cercanía geográfica, entregar una parte de soberanía a instituciones colectivas o crear un bloque comercial (de hecho se opone al libre comercio), sino que la ALBA constituye un mecanismo de cooperación sur-sur entre países dispersos unidos por sus afinidades ideológicas y dependencias de Cuba (socialismo y exportación de la revolución) y Venezuela (petróleo y subsidios externos[2]) como subpotencias en el área del Gran Caribe.
A diferencia de otras iniciativas, su finalidad no es crear una «región» ni gobernanza
regional, y su carácter intergubernamental y liderazgo presidencial desmienten tanto
la constante retórica del «pueblo» como las alusiones de la ALBA a la «integración».
Su fortaleza radica en la búsqueda de autonomía e independencia de América Latina
frente a lo que Roberto Russell y Juan Gabriel Tokatlián ( Russell, R. y Tokatlián, J. G. (2012). América Latina y su gran estrategia: entre
la aquiescencia y la autonomía. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 104, 157-180.2012) llamaron aquiescencia o adaptación, y estas ideas prevalecen claramente ante la
integración. La ALBA no representa una iniciativa regional en el sentido geográfico,
institucional o cultural ( Paul, T. V. (ed.). (2012). International Relations Theory and Regional Transformation. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
Por otra parte, el discurso ideológico de la ALBA es claramente neomarxista, antiglobalización
y antiimperialista. Comparte algunos elementos con la teoría crítica de Robert Cox
como, por ejemplo, su definición de hegemonía como «dominación», basada en Antonio
Gramsci ( Cox, R. (2016). Gramsci, hegemonía y relaciones internacionales: un ensayo sobre el
método. Relaciones Internacionales, 3, 137-151.Cox, 2016: 147), o su postulado de una contrahegemonía ( Cox, R. (1981). Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations
Theory. Millenium, 10, 126-155. Disponible en:
La ALBA propone algunas ideas alternativas al orden económico establecido: la economía de trueque (el intercambio no monetario entre expertos cubanos y petróleo venezolano) que sustituye las reglas del capitalismo; el liderazgo colectivo y la idea de cooperación entre Gobiernos de izquierdas pretende reemplazar la hegemonía; y la cooperación sur-sur es la fórmula para salir de la «trampa» de la globalización y avanzar hacia el modelo socialista. Todo ello basado en un Estado fuerte, protagónico, distribuidor y centralizado que sustituye el «neoliberalismo económico» de mercado.
En este sentido, el discurso de la ALBA ofrece un ejemplo regional tardío del surgimiento
de «una alianza contra-hegemónica» y «centros de poder opuestos» que en su momento
sugirió Robert Cox ( Cox, R. (1981). Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations
Theory. Millenium, 10, 126-155. Disponible en:
El neorrealismo ofrece más elementos para explicar el desarrollo de la ALBA que el regionalismo y el neomarxismo, que solo dominan el discurso. Varios argumentos fundamentan esta hipótesis.
Primero, por su defensa de la soberanía nacional y su Estado-centrismo (en vez de
la fuerza social del proletariado que prevé Cox), la ALBA refleja el soft balancing en los términos de Walt ( Walt, S. M. (1987). Alliances: Balancing and Bandwagoning. Cornell: Cornell University.1987:112) de «aliarse entre los débiles contra el país más fuerte», en este caso para suavizar
la unipolaridad de EE. UU. ( Pape, R. A. (2005). Soft Balancing against the United States. International Security, 30 (1), 7-45. Disponible en:
Segundo, el neorrealismo busca la seguridad de los Estados en un entorno internacional
hostil y anárquico, así como la distribución y el balance de poder. En este sentido,
la ALBA es una estrategia de poder para reafirmar y ampliar el poder regional de Venezuela
a través de la «petrodiplomacia» ( Corrales, J. (2009). Using Social Power to Balance Soft Power: Venezuela’s Foreign
Policy. The Washington Quarterly 32 (4), 97-114. Disponible en:
Tercero, otros rasgos realistas serían el énfasis en la soberanía nacional de los
países miembros de la ALBA y la defensa colectiva ante la posición hegemónica de Estados
Unidos. Asimismo, el lenguaje militar de «baluarte», «lucha», «defensa», «soberanía
nacional» y «no injerencia» reflejan el discurso realista que prevalece en parte de
la política exterior del castrismo y del chavismo ( Alzugaray, C. (2015). Cuba’s external Projection: The Interplay between International
Relations Theory and Foreign Policy Analysis. En J. Domínguez y A. Covarrubias (eds.).
Routledge Handbook of Latin America in the World (pp.180-196). New York/London: Routledge.Alzugaray, 2015; Corrales, J. (2009). Using Social Power to Balance Soft Power: Venezuela’s Foreign
Policy. The Washington Quarterly 32 (4), 97-114. Disponible en:
Un cuarto elemento realista sería el protagonismo del Estado nación como unidad con intereses nacionales que utiliza la cooperación interestatal (a través de la ALBA) para aumentar su poder e influencia frente a la potencia dominante y busca máximas ganancias nacionales. Por su liderazgo presidencial, el proceso de decisión de la ALBA tiene un claro enfoque top-down y apenas tiene en cuenta la sociedad civil, que, en todo caso, está subordinada al régimen autoritario en Cuba y Venezuela.
Un quinto argumento neorrealista sería económico, ya que la cooperación sur-sur basada en los petrodólares venezolanos sirvió para acumular poder material y ganar nuevos aliados en la región contra EE. UU. Aunque la ALBA no satisface meros intereses nacionales o la supervivencia en un clima de desconfianza ante otros Estados en un sistema regional anárquico e inseguro, el bloque cuestiona y se opone abiertamente a la hegemonía de EE. UU. y sugiere una polarización entre Washington y los demás. Mientras que los países latinoamericanos prácticamente carecen de conflictos inter-estatales y apenas hay luchas por el poder entre ellos, la ALBA se perfiló como bloque independiente y hostil a Washington.
Como se verá a continuación, sus avances materiales son más bien escasos y poco transparentes, comparado con sus logros no materiales y el balance de poder al perfilarse como un «bloque antiimperialista». El soft balancing realista de la ALBA ( Toro, A. (2011). El ALBA como instrumento de «soft balancing». Pensamiento Propio, 33, 159-185.Toro, 2011) es su principal razón de ser y utiliza el discurso integracionista y neomarxista con el principal propósito de oponerse a EE. UU. y crear un contrapoder.
Fue el expresidente Hugo Chávez quien lanzó la idea de la ALBA en diciembre de 2001, en la III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, como una respuesta latinoamericana al ALCA y una alternativa ideológica de izquierdas a las iniciativas regionales existentes. En aquel entonces, Chávez lo planteó como un proyecto de «integración» entendido como un proceso político e instrumento para fomentar la independencia y el desarrollo intralatinoamericano en clara oposición a EE. UU.[4].
Pasaron otros tres años hasta que se formalizó la alianza la ALBA, en 2004, mediante una cumbre bilateral y la Declaración de La Habana entre Cuba y Venezuela. En su momento fue planteado como un proyecto contrario a la entonces propuesta del ALCA bajo el dominio de Washington. Con el apoyo de Argentina y Brasil en aquel entonces, la ALBA no solo contribuyó a frenar el ALCA, sino que sobrevivió esa iniciativa al menos trece años más desde su estancamiento en 2005 en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. La proclamación de Chávez «Alca Alca alcarajo» en aquella cumbre demostró en toda su claridad la orientación antihegemónica de la ALBA, que, en su planteamiento inicial, fue una iniciativa reactiva y defensiva ante la política de George W. Bush (2001-2009).
Aunque fue creada como plataforma de oposición al ALCA, en la medida en que subió el precio mundial de petróleo, los objetivos de la ALBA cambiaron rápidamente hacia una iniciativa de desarrollo sur-sur y una «alianza estratégica ideológico-política de carácter geoestratégico y geopolítico» ( Hernández, D. y Chaudary, Y. (2015). La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP): vigencia y viabilidad en el actual contexto venezolano y regional. Caracas: Friedrich-Ebert-Stiftung. Hernández y Chaudary, 2015: 1) dominada por Hugo Chávez y su Revolución bolivariana. En el primer período, Venezuela aportó la mayor parte del presupuesto y gracias a los petrodólares —en aquel momento con precios mundiales por encima de los 100 dólares por barril de crudo— financió un gran número de proyectos de desarrollo (tabla 1) que, en su momento, reflejaron el afán de crear un modelo económico alternativo en la región y enfatizar la autonomía.
En una segunda etapa, a solicitud de Evo Morales, que incorporó Bolivia al grupo, se incluyó en la tercera cumbre, celebrada en 2006, el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP) en la sigla ALBA, que sugirió una alternativa al modelo neoliberal ALCA. Desde esta lógica, se impulsó el TCP como símbolo de resistencia a los acuerdos de libre comercio que rechazan los Gobiernos de Bolivia, Cuba y Venezuela. Un año después, por la afinidad ideológica de Daniel Ortega, Nicaragua se sumó al proyecto y, en las posteriores cumbres del ALBA, se unieron Dominica (2008), Ecuador, San Vicente y la Granadinas, Honduras (que salió un año después), Antigua y Barbuda (2009), Surinam y Santa Lucía (2012), Granada y San Cristóbal y Nieves (2014).
A partir del ingreso de Bolivia, la ALBA se «multilateralizó» y se convirtió en una iniciativa que unió un heterogéneo grupo de países sudamericanos, centroamericanos y caribeños en torno al eje Cuba-Venezuela. Surgieron nuevos proyectos como Petrocaribe, el Banco del Sur o Telesur que no eran de integración sino de cooperación interestatal, ya que ALBA se basa en «naciones soberanas y justas» y no prevé la transferencia de soberanía a instituciones que, además, están prácticamente ausentes. En la V Cumbre de la ALBA, en 2007, se definieron sus principios: solidaridad, cooperación genuina y complementariedad en función del bienestar de «nuestros pueblos», que, sin embargo, apenas han participado. A partir de entonces, la ALBA giró en torno a proyectos de cooperación sur-sur que definieron los presidentes de sus países miembros.
Las sanciones de Estados Unidos contra Cuba y, desde 2015, contra algunos líderes venezolanos fueron un tema recurrente de la ALBA, que confirmó su objetivo ideológico antihegemónico. Sin embargo, sobre todo a partir de la presidencia de Barack Obama (2009-2017), que ofreció menos «blancos» para denunciar las aspiraciones imperialistas de Estados Unidos, se debilitó el objetivo inicial de la ALBA de perfilarse como proyecto contrahegemónico o de «balance suave» para fortalecer su identidad como bloque de izquierdas uniendo parte de América Latina con el Caribe contra la potencia hegemónica. La inclusión de Cuba en las cumbres de las Américas y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, en 2015, desarticularon la estrategia de soft balancing que, no obstante, podría experimentar un nuevo auge a partir de 2017, durante la presidencia de Donald Trump.
Simultáneamente, se redujeron los recursos financieros para el proyecto. Desde el inicio, Venezuela ha sido el artífice y el principal donante del proyecto ALBA, particularmente durante la presidencia de Hugo Chávez (1999-2013). Como subpotencia «hegemónica» dentro del bloque y gracias a los altos precios de petróleo[5], Venezuela financió la mayoría de iniciativas de la ALBA[6]. Debido a la discrecionalidad y escasa transparencia del Gobierno venezolano, es difícil calcular los recursos financieros de la ALBA y el de sus proyectos afines, que funcionaron a través de «presupuestos paralelos».
Los fondos fiscales han sido un instrumento del Ejecutivo para concentrar y controlar las asignaciones financieras a la ALBA. El más importante de ellos, FONDEN, llegó a tener entre 2005-2014 en torno a 131 000 millones de dólares a través de transferencias directas del Banco Central y de PDVSA (ver tabla 2). Este presupuesto es equivalente al PIB de un país pequeño como Nicaragua. Son recursos gigantescos, desconocidos en la historia fiscal de Venezuela, que han sido gestionados por el Gobierno con total autonomía fuera del control del presupuesto «oficial», de la Asamblea Nacional o de la Auditoría General de la República. En el período postchavista, la crisis económica y política durante el Gobierno de Nicolás Maduro cuestiona su financiamiento y supervivencia futura.
Cuba contribuyó sobre todo con recursos humanos al proyecto y su experiencia de desarrollo en el ámbito de la salud y educación. Entre otros, impulsó la Misión Milagro de la ALBA y las Misiones sociales en Venezuela que, según algunos estudios, están ahora en pleno declive y ya no representan un porcentaje importante en las estadísticas sobre pobreza y desigualdad. La retórica de la cooperación sur-sur y del desarrollo contrasta con la creciente desigualdad en Venezuela. Según un estudio de ENCOVI[7], la situación social parece crítica: en 2017, un 87 % de las familias vivió en condiciones de pobreza, comparado con un 45 % en 1998 —antes de la Revolución bolivariana»— y la extrema pobreza ha aumentado un 31 % en el mismo período. Los pocos datos disponibles señalan que también en Cuba han crecido la desigualdad social y los niveles de pobreza a raíz de las reformas emprendidas durante el Gobierno de Raúl Castro (2006-2018) y la política de ajuste y austeridad impuesta por la precaria situación económica ( Mesa-Lago, C. (2015). Normalización de relaciones entre EE. UU. y Cuba: causas, prioridades, progresos, obstáculos, efectos y peligros. Taller (2). Revista de Sociedad, Cultura y Política en América Latina, 4 (6), 53-91.Mesa-Lago, 2015). Solo algunos países de la ALBA, como Bolivia y Ecuador, experimentaron avances sociales que, sin embargo, se deben a políticas de redistribución doméstica y no a la ALBA. Por todo ello, la ALBA no logró articular un modelo socioeconómico alternativo e independiente.
La ALBA también carece de un tratado constitutivo y solo cuenta con un escueto organigrama institucional e instancias intergubernamentales (Secretaría Ejecutiva, consejos y grupos de trabajo) creadas durante las cumbres[8] que tienen más bien un carácter ad hoc y reflejan que no se trata de un proyecto de integración ni tampoco puede articularse una «contrahegemonía» en el sentido de fuerzas sociales. Desde su creación, el bloque ha celebrado catorce cumbres, la última en marzo de 2017 en Caracas, donde se reiteró que «el ALBA-TCP defiende la independencia, la autodeterminación y la identidad de nuestros pueblos».
La ausencia de un sistema de monitoreo y la escasa presencia de actores de la sociedad civil no permiten un seguimiento regular de sus actividades y decisiones. De este modo, ALBA se parece más a una red de reuniones interestatales que a un tratado del pueblo o a una organización internacional. Por su funcionamiento en torno a proyectos, en la ALBA prevalece la cooperación sur-sur (ver sobre este debate Ayllón, B. (2015). La cooperación sur-sur en América Latina y Caribe: de una época dorada a una fase incierta. Anuario de Integración, 11, 134-170. Ayllón, 2015) como alternativas a la cooperación al desarrollo norte-sur al carecer de requisitos previos como la condicionalidad democrática. La ausencia de instituciones propias, una página web oficial desactualizada y la falta de transparencia y seguimiento de sus principales iniciativas que se enumeran a continuación es, sin duda, una de las grandes debilidades de la ALBA que ha conducido a un cierto oscurantismo en la concreción de los proyectos y su financiación (en su página web no existen cifras sobre su presupuesto y su origen).
Iniciativa | Objetivo |
---|---|
Banco de la ALBA | Reducir la dependencia del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo y del FMI para obtener créditos y financiar proyectos entre los doce miembros ALBA. El Banco inició sus actividades en 2008 y financia 9 proyectos con 44 millones de dólares (SELA 2015: 11). |
Casas Culturales ALBA | Sedes culturales de la ALBA en varios países para fomentar la creación artística y crear redes, relacionadas con Premios ALBA (2007: Mario Benedetti). |
ECOALBA | Espacio Económico del ALBA-TCP, proyecto apenas concretado, red de cooperación intergubernamental. |
Escuela de Defensa y Soberanía de la ALBA | Creada en 2011 en Bolivia para formar militares, indígenas, campesinos y otros con el fin de crear la «patria grande», también surgió el Consejo de Defensa del ALBA. |
Misión Milagro | Programa de atención médica oftalmológica basada en la experiencia cubana que, según datos oficiales, atendió a 1,9 millones de pacientes entre 2005 y 2010. |
Petrocaribe | Continuación del Pacto de San José de 1983: ofrece petróleo a precios subvencionados y la gestión energética conjunta (empresa Petroalba). También se creó un Fondo ALBA Caribe. |
SUCRE | Proyecto de moneda común como alternativa al dólar, unión monetaria sin instituciones comunes. |
TCP | Tratado de Comercio de los Pueblos, iniciativa boliviana para crear un tratado social alternativo a los acuerdos de libre comercio. |
Telesur | Iniciativa con Argentina (que luego se retiró) y Uruguay para ofrecer un canal de televisión alternativo a CNN bajo el lema «Nuestro norte es el sur». |
ZEP | Zona Económica Petrocaribe |
Fuente: elaboración propia.
Comparado con sus ambiciosos objetivos y la multitud de ejes sectoriales definidos a lo largo de sus cumbres regulares y extraordinarias, los resultados del laALBA son más bien modestos. Cabe destacar el funcionamiento del canal mediático Telesur vinculado a la ALBA —que se financia con el apoyo inicial de Argentina (durante el Gobierno de Cristina Kirchner) y Uruguay—, de Petrocaribe, Misión Milagros y de las Casas Culturales ALBA. Las demás iniciativas, incluyendo el Banco ALBA, la adopción del Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (SUCRE) que introduce una moneda virtual como alternativa al dólar, cadenas complementarias de producción o una mayor autonomía alimentaria, están estancadas o no se han realizado. De hecho, Cuba y Venezuela importan más del 70 % de los productos de primera necesidad del exterior.
El principal resultado material de la ALBA es la cooperación energética y sobre todo el envío de petróleo venezolano a condiciones preferenciales a sus países miembros y otros aliados de la Revolución bolivariana. ALBA impulsó una amplia cooperación energética —plasmada en Petrocaribe— con Bolivia y Venezuela como principales suministradores de gas y petróleo, sectores que en ambos casos están nacionalizados, y los demás países como beneficiarios de este intercambio que en el caso cubano sustituyó la anterior alianza con la URSS. Así, la ALBA permitió la supervivencia del régimen cubano que reexporta el petróleo venezolano al mercado internacional a cambio de expertos y asesores cubanos para avanzar la Revolución bolivariana.
Aparte de sus proyectos materiales, se pueden destacar tres resultados que reflejan el soft balancing antihegemónico de la ALBA.
En primer lugar, cabe mencionar un aspecto poco considerado en la literatura sobre la ALBA: el alineamiento de posiciones internacionales de sus Estados miembros y sobre todo entre Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela. En los últimos diez años (2004-2014), estos cuatro países votaron como un bloque con voz única contra todas las iniciativas de Estados Unidos en la Asamblea General de Naciones Unidas y (como miembros no permanentes) en el Consejo de Seguridad. Esta tendencia puede observarse sobre todo en las crisis internacionales en Costa de Marfil, Irán, Haití y Siria ( Gratius, S. (2014a). Atlantic countries’ voting patterns on human rights and human security at the United Nations: the cases of Côte d’Ivoire, Haiti, Iran and Syria. Barcelona: CIDOB. Gratius, 2014a).
Un segundo resultado importante ha sido el mantenimiento de los Gobiernos de izquierdas en el poder —en Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela—, entre otros motivos por la defensa mutua ante acusaciones y/o intentos de golpe (2002 en Venezuela) del exterior, principalmente de Estados Unidos o de la Unión Europea. El único «caso perdido» en este sentido fue el del Gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, que en 2009 fue forzado a dejar el poder y huir del país, pese al apoyo del bloque ALBA.
Un tercer resultado importante fue la creación de una nueva narrativa emancipadora latinoamericana y caribeña contrapuesta al capitalismo, a la globalización neoliberal, la democracia liberal y, en general, Estados Unidos que se manifiesta en proyectos materiales como las Casas Alba o Telesur. Este discurso contrahegemónico traza, a través de la recopilación de documentos en el Portal ALBA, un camino histórico lineal desde la lucha por la independencia de España en el siglo xix hasta «la segunda y definitiva independencia» que fue proclamado durante la XIII Cumbre ALBA en La Habana. Paradójicamente, esto ocurrió tres días antes del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EE. UU.
Recordando el triángulo del orden estructural de Robert Cox ( Cox, R. (1981). Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations
Theory. Millenium, 10, 126-155. Disponible en:
La ALBA no está entre las prioridades del Gobierno de Nicolás Maduro, ya que la triple
crisis política, económica y social ofrece un cóctel explosivo con un posible default en el horizonte. Venezuela concluyó 2017 con el peor balance económico del continente
y de cualquier otra economía petrolera: con el 1133 %, la inflación fue la más alta
del mundo, el PIB se contrajo un -7,4 %, el déficit público se elevó a un 26,1 % del
PIB, que superó el de Grecia, las reservas de internacionales bajaron a cerca de 10 000
millones de dólares y la escasez llegó a niveles sin precedentes. Con estos resultados
económicos, Venezuela vivió, en 2017, uno de los peores desempeños macroeconómicos
del mundo. En particular, el país acumula cuatro años consecutivos de recesión en
los cuales se ha perdido cerca de un 35 % de su PIB total y una década entre las diez
inflaciones más altas del mundo, a la vez que sufre niveles de desabastecimiento nunca
antes vistos en la sociedad. Ahora diferentes proyecciones e indicadores muestran
estimaciones aún peores para 2018: la recesión se proyecta en un -18 % del PIB y la
inflación hacia un 13 000 % ( Fondo Monetario Internacional (FMI). (2018). Perspectivas de la economía mundial. Washington DC: FMI. Disponible en:
El pésimo manejo económico del Gobierno llevó a la economía venezolana a un colapso macroeconómico. La bajada del precio del petróleo de 115 dólares en junio de 2014 a 46 dólares para el 2017 exacerbó aún más el ciclo recesivo y golpeó duramente la economía venezolana más dependiente que nunca del «oro negro», que representa un 96 % de los ingresos del exterior y hace al país extremamente vulnerable a las fluctuaciones de precio ( Ayuso, A. y Gratius, S. (2016). Venezuela 2016: nuevo escenario político. Barcelona. CIDOB.Ayuso y Gratius, 2016). Los bajos precios del crudo profundizan la triple crisis en Venezuela y reducen drásticamente los recursos para la ALBA.
Cabe recordar que Chávez asumió el poder en 1999 con un precio de petróleo de 9 dólares por barril, que llegó a 145 durante su mandato creando ingresos cercanos al billón de dólares entre 1999 y 2017. Es por ello que no solo la caída del precio petrolero, sino también un generoso presupuesto estatal para mejorar los indicadores sociales y la compra de lealtades dentro y fuera (a través de iniciativas como la ALBA), así como un despilfarro sin precedentes, explican el dramático fin del boom petrolero más importante en la historia de Venezuela.
La situación del sector externo de la economía en los últimos años ha sido extremamente negativa. Por ejemplo, con el precio de barril de petróleo de 35 dólares —el promedio para 2016—, los ingresos de las exportaciones de petróleo cayeron en más de 20 000 millones de dólares, cubriendo apenas el servicio de la deuda (17 000 millones de dólares), las importaciones de PDVSA (4500 millones de dólares), importaciones insumos y bienes finales cercanas a los 20 000 millones y el pago de los créditos chinos (6200 millones de dólares). Incluso el Gobierno es plenamente consciente de que, en este escenario, seguir subsidiando a la ALBA y sus proyectos afines como Petrocaribe no sería viable.
Teniendo en cuenta que Venezuela había ejercido durante el Gobierno de Chávez no solo
influencia ideológica, política y de inteligencia, también asumió la mayor parte de
cooperación técnica gracias a los petrodólares. Según el think tank venezolano CIECA, entre 2005-2010 Venezuela comprometió recursos de 62 000 millones
de dólares a la iniciativa ALBA. Aunque es imposible calcular el monto exacto del
financiamiento venezolano a la ALBA, las estadísticas oficiales de subsidios petroleros
indican más de 20 000 millones de dólares ( Hirst, J. (2013). A Guide to ALBA. Americas Quarterly, 71 (1), 1-10. Disponible en:
En medio de la emergencia interna venezolana, ALBA sirve sobre todo de sostén externo y se hace eco de las denuncias del Gobierno de una supuesta campaña internacional para derrocarlo. Así, el Consejo Político de la ALBA, en su reunión celebrada en junio de 2016 en Caracas, declaró su firme apoyo al «Gobierno constitucional del presidente Maduro». La situación política en Venezuela condiciona el proyecto, que está ligado a la continuidad del presidente, cuyo apoyo popular está disminuyendo en la medida en que avanzan la crisis económica y el conflicto con la oposición. Según encuestas de 2017, un 81,6 % de los venezolanos califican la situación económica de «muy mala». Si Nicolás Maduro ganó las elecciones presidenciales de 2013 con un 50,6 % de los votos —una diferencia de sólo 233 000 votos frente al opositor Henrique Capriles—, hoy, el 90,5 % de la población tiene una percepción negativa del país y solo un 24,1 % tiene una opinión favorable de la gestión del Gobierno.
La oposición, que ganó las elecciones legislativas y obtuvo la mayoría calificada en la Asamblea Nacional en diciembre de 2015, solicitó un revocatorio del presidente. Sin embargo, las sistemáticas artimañas y retrasos del proceso revocatorio por parte del Gobierno impidieron esa salida constitucional. El conflicto posterior al intento de cierre del Parlamento, en marzo de 2017, y los enfrentamientos permanentes en las calles del país, que provocaron más de120 muertos, indican la grave situación política del país.
Es importante señalar que un cambio en la presidencia podría poner fin a la participación de Venezuela en la ALBA. La oposición anunció desde su programa electoral de 2013 que no mantendrá a la iniciativa ALBA ni tampoco seguirá la cooperación político-económica con La Habana, que, aparte de los subsidios petroleros, genera controversias por la presencia de más de 40 000 «asesores» cubanos en el país y no parece viable en medio de una crisis económica de alcances históricos. Por tanto, es evidente que el futuro de la ALBA depende del mantenimiento del régimen bolivariano en el poder y de la alianza con el Gobierno castrista.
La crisis interna de Venezuela ha perjudicado a Cuba, señalando los riesgos de la fuerte interdependencia entre ambos países. Hasta 2013, Caracas fue el principal socio económico de Cuba, que le suministró durante diez años entre 90 000 y 130 000 barriles de petróleo diarios, que el Gobierno revendió a precios de mercado en el mercado internacional. En 2012, el intercambio con Venezuela representó un 44 % del comercio total de Cuba. Tres años después, se produjo un dramático declive, ya que, de acuerdo con Eurostat, Venezuela solo representó el 17 % de sus intercambios en 2015, detrás de China y la UE, que volvió a ser el principal socio comercial de La Habana, que firmó en diciembre de 2016 el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación (ADPC) con Bruselas. Según estimaciones no oficiales, los suministros petroleros de Venezuela a Cuba cayeron un 40 % en el primer semestre de 2016 (Europa Press, Londres, 7-10-2016). En su discurso del 8 de julio de 2016, Raúl Castro reconoció los recortes de suministros de petróleo desde Venezuela y los perjuicios para la economía cubana, que solo creció un 1 % en el primer semestre de 2016, la mitad de lo esperado. En todo caso, el presidente cubano prometió seguir apoyando al Gobierno de Maduro con el envío de recursos humanos y agradeció a Venezuela los subsidios recibidos: «Los amigos verdaderos se conocen en momentos difíciles y los cubanos jamás olvidaremos el apoyo de los venezolanos cuando hemos enfrentado graves dificultades» (Granma, 8-7-2016).
La dramática situación económica en Venezuela obligó al Gobierno cubano a buscar alternativas y reorientar su política exterior hacia socios con relaciones difíciles con Venezuela, entre ellos Estados Unidos y Colombia. Desde que Cuba reabrió canales diplomáticos con Estados Unidos, en diciembre de 2014, cambió el eje de su política exterior hacia Washington y, en un segundo nivel, hacia la Unión Europea, que con el acuerdo puso fin a una Posición Común que había condicionado las relaciones durante veinte años ( Gratius, S. (2017). European Union Policy in the Cuba-U.S.-Spain Triangle. En J. Domínguez, R. Hernández y L. Barberia (eds.). Debating U. S. Cuban relations: How shall we now play ball? (pp. 121-139). London: Routledge. Gratius, 2017). Aparte de Washington, Cuba se acercó a otro «enemigo» de Venezuela: Colombia. Entre 2012 y 2016, el Gobierno de Juan Manuel Santos negoció en La Habana, bajo la mediación del régimen cubano, un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En la medida en que el Gobierno de Castro se acercó a Estados Unidos y Colombia, a la vez que aceleró el proceso de reformas económicas, se alejó de su aliado Venezuela, siendo consciente de la cada vez más frágil posición política del presidente Maduro y del desgaste de la Revolución bolivariana.
Esta reorientación de la política exterior cubana ( Alzugaray, C. (2014). La actualización de la política exterior cubana. Política Exterior, 161, 70-82.Alzugaray, 2014), motivada por la supervivencia económica y política del régimen y un giro hacia el pragmatismo, implicó un cambio gradual de la tradicional estrategia de soft balancing hacia un bandwagoning ( Walt, S. M. (1987). Alliances: Balancing and Bandwagoning. Cornell: Cornell University.Walt, 1987) por el acercamiento de Cuba a EE. UU.: «Cuando Raúl Castro definió al Presidente Obama como «un hombre honesto» abortó los esquemas confrontativos de los bolivarianos y dejó a los países del ALBA sin libreto» ( Pérez Llana, C. (2015). El realismo cubano. Novedad regional. Buenos Aires: Clarín, 21 de abril de 2015.Pérez Llana, 2015). Sin embargo, con el presidente Donald Trump la política exterior de Cuba ha vuelto a sus cauces antihegemónicos y a «los intereses nacionales de la isla de mantener su independencia, soberanía y autodeterminación», que afirma el «comportamiento de Cuba como un Estado neorrealista» ( Alzugaray, C. (2015). Cuba’s external Projection: The Interplay between International Relations Theory and Foreign Policy Analysis. En J. Domínguez y A. Covarrubias (eds.). Routledge Handbook of Latin America in the World (pp.180-196). New York/London: Routledge.Alzugaray, 2015: 181 y 192).
Aun así, es difícil imaginar que Cuba ofrezca más que un apoyo retórico a su histórico aliado en el caso de que el presidente Maduro sea sustituido por un revocatorio, elecciones presidenciales o una intervención militar. Un cambio de Gobierno en Caracas sería un duro golpe para la economía cubana, que durante quince años había sustituido el apoyo de la URSS por el de Venezuela. Por otra parte, cabe recordar que el régimen castrista será sustituido por una nueva generación posrevolucionaria guidada por los militares cuando Raúl Castro deje el poder en 2018 ( Gratius, S. (2016). Cuba: el Congreso de la Despedida. Barcelona: CIDOB.Gratius, 2016; Alzugaray, C. (2015). Cuba’s external Projection: The Interplay between International Relations Theory and Foreign Policy Analysis. En J. Domínguez y A. Covarrubias (eds.). Routledge Handbook of Latin America in the World (pp.180-196). New York/London: Routledge.Alzugaray, 2015).
En el nuevo contexto regional pos-Obama, la continuidad del Gobierno bolivariano que garantiza a Cuba el suministro de petróleo subsidiado sigue siendo un interés primordial del régimen castrista. Cabe recordar que Donald Trump revirtió algunas de las medidas de Obama cuando volvió a prohibir, en junio de 2017, el turismo y los intercambios económicos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y su poderoso holding Grupo de Administración S.A. (GAESA). Aunque mantiene las relaciones diplomáticas, esta vieja política conspira contra la creación de confianza y diálogo entre Cuba y Estados Unidos durante el mandato de Obama, cuya visita en La Habana, en 2015, marcó una nueva etapa de relaciones.
La crisis de la ALBA es el fiel reflejo de los tres factores mencionados al inicio: el debilitamiento de la alianza contrahegemónica y del balanceo suave durante la presidencia de Obama, el declive de los regímenes castrista y bolivariano, que conllevó un creciente distanciamiento entre ambos países, y la falta de recursos por la crítica situación venezolana. El proyecto ALBA se sostuvo durante muchos años por la amistad personal y las afinidades ideológicas entre el presidente Hugo Chávez y su mentor y padre espiritual Fidel Castro[10]. La relación entre Raúl Castro y Nicolás Maduro no puede compararse ni en términos de intensidad ni de afinidad política, lo cual, junto al deterioro de ambas revoluciones y a los recortes financieros, ha debilitado el proyecto.
La ALBA entró en una crisis existencial después de la muerte de Hugo Chávez en 2013 y el fallecimiento de Fidel Castro tres años después. La desaparición de los máximos líderes en Cuba y Venezuela restó legitimidad a los regímenes autoritarios y aceleró un proceso de cambios: reformas en el caso de Cuba y un desenlace abierto en el caso venezolano. El colapso de Venezuela provocaría un temblor político y geopolítico en América Latina, modificaría el balance de poder regional y afectaría a la creciente influencia de China, Irán y Rusia en el subcontinente, ya que, por su interés compartido de balancear EE. UU., mantienen estrechas relaciones con Cuba, Venezuela y la ALBA.
La sostenibilidad de la ALBA depende tanto de la continuidad del poschavismo y del poscastrismo como de la situación económica. El declive político, económico y social de la Revolución bolivariana también ha disminuido el entusiasmo con la ALBA en los dos países fundadores y en los socios posteriores. Con el presidente Nicolás Maduro muy debilitado y una crisis económica sin precedentes, hay pocos motivos para ser optimista en cuanto al seguimiento de la ALBA y sus proyectos afines, que nacieron con una clara vocación antihegemónica y han sido fruto del auge ideológico de la Revolución bolivariana, la resistencia de la Revolución cubana y del boom petrolero. Ambos regímenes están en una difícil situación: Venezuela por el inminente colapso económico y el conflicto político entre oposición y oficialismo, y Cuba por el proceso de reformas y la transición hacia el poscastrismo, que ocurre paralelo a cambios en su relación con EE. UU. Estas transformaciones y desafíos internos ponen en duda la continuidad del proyecto ALBA. Las revoluciones bolivariana y cubana funcionan como espejos y su desaparición sería el final de la ALBA, que se sostiene por la ideología y los recursos para mantener el proyecto antihegemónico de soft balancing.
Desde el inicio, la ALBA fue una iniciativa gubernamental basada en el liderazgo del binomio Cuba-Venezuela, un Estado centralizado, dos economías con pocas posibilidades de integrarse y dos proyectos políticos que, aparte de su discurso antiimperialista, no tienen tanto en común. Sin instituciones propias con un margen de maniobra propio y un horizonte de largo plazo para implementar los proyectos, será muy difícil consolidar la ALBA, que se asemeja más a una alianza ideológica entre países que a una iniciativa con un claro programa consensuado de cooperación interestatal. Su carácter gubernamental e ideológico hace que la ALBA sea especialmente vulnerable ante las agendas políticas de sus países miembros.
El origen bilateral de la ALBA y el protagonismo de la pareja Fidel Castro y Hugo Chávez indicó desde el principio la imposibilidad de crear un modelo alternativo entre países de tamaños diferentes sin mecanismos institucionales e instrumentos con una cierta autonomía de los Gobiernos. Daniele Benzi ( Benzi, D. (2016). El exitoso ocaso del ALBA: réquiem para el último vals tercermundista. Nueva Sociedad, 261, 77-91.2016: 77) atribuye el declive de la ALBA a las «limitadas posibilidades de complementación entre economías primario-exportadoras» y a la «ausencia de una perspectiva político-ideológica y económica clara». Asimismo, al depender del liderazgo presidencial y de la cooperación interestatal, como alianza antihegemónica, la viabilidad de la ALBA está condicionada a la afinidad ideológica entre los países participantes y, en la medida en que cambie el color político, es altamente vulnerable a fluctuaciones en las políticas domésticas que condicionan tanto la estrategia de balancear como la asignación de recursos.
En la tradición del viejo «tercermundismo», la esencia de la ALBA ha sido su bagaje como alianza antihegemónica de soft balancing, actuando a través de un bloque de países unidos en abierta confrontación con Estados Unidos, particularmente durante el gobierno de George W. Bush, cuya política hegemónica ofreció suficientes motivos para denunciar el poder coercitivo de Washington. El período presidencial de Barack Obama (2009-2017), su enfoque multilateral y el acercamiento a Cuba restaron credibilidad a la estrategia de soft balancing. Aunque la cúpula venezolana sigue manteniendo un conflicto con Washington, que impuso sanciones contra algunos de sus dirigentes acusados de narcotráfico, Cuba se acercó a su enemigo histórico y se distanció de Venezuela. Y si bien la presidencia de Trump en Estados Unidos y su discurso hostil hacia México, Cuba y Venezuela podría volver a activar la ALBA, el hecho de que su presidencia coincidió con un momento particularmente débil de los regímenes cubano y venezolanos.
Los demás Estados miembros de la ALBA no parecen estar en condiciones de sustituir al eje cubano-venezolano. En febrero de 2015, el presidente de Bolivia perdió el referendo sobre su posible reelección en 2019, Rafael Correa fue sustituido en 2017 por Lenín Moreno y el «eterno» presidente Daniel Ortega en Nicaragua no dispone de los recursos para sostener la ALBA. La situación de los países miembros del Caribe es similar, ya que en términos de tamaño y recursos son también socios menores, sin capacidad de liderazgo. Sin su principal fundador y donante Venezuela, el proyecto ALBA no será sostenible. Asimismo, ante un nuevo ciclo político en la región —la presidencia de Macri en Argentina, la caída del Gobierno del PT en Brasil y el fin de la etapa de Rafael Correa en Ecuador— es poco probable que otros Gobiernos asuman el liderazgo de una iniciativa ideológica cuya principal finalidad es desafiar a Estados Unidos.
Diseñada para cumplir, con casi doscientos años de retraso, el «sueño de Bolívar» de liberar y emancipar América Latina, por falta de liderazgo, recursos y capacidades, la ALBA se está convirtiendo en el «insomnio de Bolívar», con escasas posibilidades no solo de cumplir sus objetivos iniciales, sino también de sobrevivir a los constantes cambios políticos en la región. Como todas las iniciativas colectivas latinoamericanas, ( Malamud, A. (2015). Presidentialist Decision Making in Latin American Foreign Policy: Examples from Regional Integration Processes. En J. Domínguez y A. Covarrubias (eds.). Routledge Handbook of Latin America in the World (pp. 112-125). London: Routledge.Malamud, 2015: 122), el desempeño de la ALBA está estrechamente ligado a los ejecutivos nacionales de presidentes que, en el caso de Cuba y Venezuela, parecen tener los días contados. Con ellos desaparecería una de las pocas iniciativas antihegemónicas de soft balancing en las Américas, y ello ocurriría en un momento de máxima tensión entre América Latina y Estados Unidos.
[1] |
Caribe: Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas. América Latina: Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Observadores: Haití, Irán y Siria. |
[2] |
El Pacto de San José de 1983 ofrece un ejemplo histórico del liderazgo regional de Venezuela a través de los petrodólares y la suministración de petróleo a los países de Centroamérica y el Caribe. |
[3] |
Cabe recordar el discurso de Hugo Chávez ante la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre de 2006, cuando tachó a George W. Bush de «diablo» y recomendó el libro de Noam Chomsky Hegemonía o supervivencia (2004). |
[4] |
En su discurso, Chávez dijo «que la política vuelva a la carga y que tome la vanguardia de los procesos de integración […], porque ciertamente la integración para nosotros es vital: O nos unimos o nos hundimos». |
[5] |
Los precios del petróleo subieron de 40 dólares por barril en 2004 a más de 100 hasta la mitad de 2014 y luego cayeron a 35 dólares promedio durante el 2016. |
[6] |
Hasta 2008, Venezuela había financiado la ALBA con unos 32 000 millones de dólares, según información de El Universal («¿Cuánto cuesta el ALBA?», 28-10-2008). |
[7] |
Encuesta de condiciones de vida (ENCOVI) 2017. UCAB-USB-UCV. Febrero 2018. Disponible en: https://bit.ly/2ojpD1T. |
[8] |
Existen una Secretaría Ejecutiva (sin página web) y al menos cinco consejos: Social, Político, de Movimientos Sociales, de Complementación Económica y de Defensa. |
[9] |
En el período 1999-2017, Venezuela obtuvo ingresos de 937 000 millones de dólares de las exportaciones de petróleo. |
[10] |
Según un Comunicado de ALBA, en 2016, Fidel Castro fue «uno de los principales integracionistas de la región, donde su espíritu de solidaridad fue adoptado como principio fundamental en el proceso de integración que vive ALBA-TCP». |
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