SUMARIO

  1. Bibliografía

¿Por qué nos debería interesar la publicación de un libro sobre distopías en la España actual? ¿Acaso puede un estudio centrado en relatos imaginarios y ficticios referidos a un futuro hipotético ofrecernos respuesta alguna sobre los problemas de hoy? Y si fuera así, ¿en qué podría contribuir a mejorar nuestro conocimiento de lo que generalmente denominamos lo político? ¿Hasta qué punto puede llegar a incidir en nuestra percepción de la realidad?

Siendo como son ciertas estas objeciones, quizás cabría preguntarse si no deberían extenderse igualmente al conjunto de lo que denominamos la teoría política, que ha hecho de su objeto la reflexión y el análisis de lo político, y que, al igual que desde el terreno de la ficción, también se ha servido de lo imaginario y lo especulativo a fin de arrojar alguna luz sobre la existencia y el marco de actuación en el que se desenvuelve el ser humano.

Todavía hoy, por supuesto, hay mucho escepticismo al respecto, pero la divisoria convencionalmente trazada entre realidad y ficción nunca dejó de ser imaginaria. Los mitos, posiblemente, hayan sido los que mejor hayan evidenciado esa extrema necesidad del hombre de servirse de lo extraordinario y lo simbólico para darse sentido y auspiciar un espacio desde donde intervenir en el mundo. No obstante, si lo contemplamos desde un ángulo opuesto… ¿cuántas de las teorías y de los paradigmas políticos actuales no se encuentran hoy en día encumbradas a la categoría de mitos desempeñando una función muy similar a las de sus antecesores en el pasado?

Ahora bien, el papel otorgado al relato no se limita exclusivamente a esclarecer y a aportar claves sobre la realidad a fin de normalizar nuestras vidas; cuando la imaginación hace acto de presencia en él también puede desempeñar una función radicalmente diferente: aquella cuyo objeto es revelar las continuas inconsistencias que de manera incesante afloran en nuestras relaciones con nuestro entorno, y que mediante la invitación al sobresalto, la inquietud y el desafío nos apremia a enfrentarnos a la resignación y a entregarnos a construir teorías nuevas que permitan mejorar lo ya existente.

Una de las obras que mejor conjugó la vocación inconformista y crítica que puede desplegarse desde la ficción sin apartarse en ningún momento de la realidad más inmediata fue, sin lugar a dudas, la Utopía de Tomás Moro. Desde la mirada oblicua a través de la cual nos invitaba a ver las cosas, el autor nos mostraba el mundo desde ángulos antes inadvertidos y nos permitía avanzar en direcciones que de partida jamás hubiéramos podido prever. Gracias a la imaginación de una realidad alternativa como la que supo ofrecer, por ejemplo, en el libro II de aquella obra, con su descripción de la sociedad de esa isla tan peculiar, todos aprendimos a ver con otros ojos lo dramático de la existencia de sus contemporáneos, percibir con claridad las causas de sus desgracias y, por qué no, contemplar la posibilidad de verlas corregidas en el futuro.

La toma de conciencia siempre ha sido considerada un objetivo prioritario de la teoría política, pues solo a partir de ella los individuos podemos realmente encaminar nuestros actos hacia la realización de nuestros verdaderos intereses y fines. Ya sabemos, desde luego, que dicha tarea no es sencilla. Porque… ¿qué intereses, qué fines definen la existencia humana? ¿Hasta qué punto nos movemos hacia la consecución de nuestros objetivos más deseados o realmente cuanto hacemos no nos está apartando cada vez más de ellos? Cuestiones como estas y muchas otras han llevado a dar sentido a la existencia de esta disciplina, en ocasiones tan menospreciada, que fomenta este género de reflexiones tan sumamente necesarias que no solo inspiran y potencian el pensamiento, sino también alimentan una dimensión crítica indispensable cara a nuestras estrategias de acción y, en suma, de vida ( ‍Wences, I. (2015). ¿Por qué debe importarnos la teoría política? En I. Wences (ed.). Tomando en serio la teoría política. Madrid: Centro de estudios Políticos y Constitucionales.Wences, 2015: 50).

Pero no parecen los tiempos que corren muy propicios al análisis y a la reflexión política. El vértigo y el frenesí con que se nos presentan los acontecimientos difícilmente nos permiten tomar medida de su verdadero alcance y complejidad. Y, sin embargo, no podemos permanecer con los brazos cruzados. Los desafíos a los que nos enfrentamos son cada vez mayores y en la mayor parte de los casos exigen respuestas inmediatas, prácticamente en tiempo real. Contamos con más medios y recursos que en el pasado, pero como señala Nate Silver, las mismas ciencias que dejan al descubierto las leyes de la naturaleza también hacen que la organización de la sociedad resulte cada vez más compleja ( ‍Silver, N. (2014). La señal y el ruido. Barcelona: Ediciones Península. Silver, 2014).

La sobrecarga de información de que disponemos —como ya sucedió en el pasado, por ejemplo, a raíz de la invención de la imprenta— puede generar la aparición de dos fenómenos diferentes, pero indiscutiblemente interconectados: de una parte, un acendrado sentimiento de impotencia, y de otra un aumento del sectarismo. En ambos casos, el resultado final suele acabar siendo el mismo: una enfermiza adicción a la recopilación de datos per se, en donde no cuenta tanto el análisis y el estudio de los mismos como el acaparamiento de la mayor cantidad de pruebas que confirmen nuestras creencias de partida.

El actual escenario globalizado que vivimos ha trenzado, como sabemos, una cada vez más estrecha red de interconexiones extendida a todos los rincones del planeta. Su impacto, sin embargo, se haría si cabe más evidente a partir de los años noventa como resultado de la confluencia de las políticas económicas neoliberales y la creciente relación de interdependencia económica entre los diferentes países del globo. En el ámbito de lo político, las consecuencias de este nuevo escenario no tardarían mucho en hacerse sentir, incidiendo especialmente en la cuestión del ejercicio del poder y del papel del Estado.

Ante el nuevo orden de acontecimientos, agravado si cabe tras el estallido de la crisis financiera de 2008 y su repercusión inmediata en todas las economías nacionales, con un impacto fatal para un mundo ya de por sí lastrado por las desigualdades seculares, requerimos de todo tipo de medios e instrumentos en torno a los cuales buscar redefinir el sentido de la teoría política y reivindicar su papel clave como vehículo de transmisión a la sociedad de los verdaderos desafíos que presiden la acción política, y que apelan tanto a la gestión de lo contingente como a la consagración y defensa de los valores universales que determinan la condición humana.

Lamentablemente y debido a múltiples razones, algunos de esos medios no han recibido hasta ahora la atención merecida. Quizás haya llegado el momento, pues, de solventar tal injusticia y reconocer, por ejemplo, el valor del bagaje reflexivo contenido en el imaginario utópico y en su descripción idealizada de sociedades a través de las cuales el hombre ha tratado de definir su relación con el mundo e interpretar su existencia. No siempre fue así; en el pasado, es cierto, la utopía atrajo poderosamente la atención de teóricos y estudiosos de lo político. Pero desde finales del siglo xx dicho interés parece haber decrecido considerablemente en beneficio de otro tipo de propuestas más realistas y pragmáticas acordes a las exigencias de inmediatez y eficacia demandadas por los tiempos. Y, sin embargo, creemos que es en momentos como los actuales, dominados por la confusión y la crisis, cuando la explosión de hipótesis contrapuestas más nos obliga a reflexionar en qué punto nos encontramos y en dónde nos hemos extraviado si deseamos encaminarnos hacia el futuro ( ‍Schulz, K. (2015). En defensa del error. Madrid: Siruela.Schulz, 2015).

Llegados a este punto, posiblemente deberíamos fijarnos en el extraordinario auge experimentado por los estudios utópicos en los últimos tiempos. Planteados desde una perspectiva absolutamente interdisciplinar donde se integran estudiosos de muy diferentes ámbitos (literatura, filosofía, sociología, historia, arquitectura, política, ecología, antropología, psicología, etc.) sus trabajos se han venido encaminando a analizar toda la producción que desde el imaginario utópico ha venido elaborando el ser humano a lo largo de la historia hasta la actualidad. En la medida en que el fenómeno utópico —englobando dentro del mismo todas sus posibles formulaciones, siendo la distopía una de ellas— puede ser concebido como el singular vehículo en torno al cual los hombres han venido proyectando su particular visión de la realidad, su papel relevante no puede ser obviado. Su juicio crítico del presente, su recurso constante a la imaginación a la hora de dotar de forma sus aspiraciones vitales, sin temor alguno a incurrir en el error o en la imperfección, y, en fin, su inagotable confianza en las posibilidades de la acción humana, así lo acreditan. Detrás de cada comunidad imaginada siempre descansaron expectativas vivas que pudieron verse en un momento frustradas, pero jamás renunciaron a su condición crítica ni tampoco a su espíritu de rebeldía, todo ello canalizado desde la política, aquel indispensable espacio determinante y central donde el hombre se reconoce a través de los demás y confiere a todo un sentido.

Uno de los campos que dentro del fenómeno utópico ha venido cobrando un mayor protagonismo en las últimas décadas es el representado por la distopía. Aunque a día de hoy los especialistas en la materia siguen sin ponerse completamente de acuerdo en su exacta caracterización, podríamos servirnos de la definición formulada en su momento por uno de los principales estudiosos del género, Lyman Tower Sargent: «Sociedad inexistente descrita con considerable detalle y generalmente situada en un tiempo y en un espacio que el autor muestra a sus lectores contemporáneos como considerablemente peor que aquella en la que realmente viven» ( ‍Sargent, L. T. (1994). Three Faces of Utopianism Revisited. Utopian Studies, 5 (1), 1-37.Sargent, 1994).

Como sugiere Sargent, el polo idealizador que recorre el discurso distópico no es optimista ni positivo —al menos explícitamente—, sino más bien pesimista y negativo. Su proyección temporal generalmente orientada hacia el futuro define un espacio social y político inexistente cuya enunciación debe interpretarse como síntoma de un malestar o malestares contemporáneos engendrados en el tiempo presente. La eficacia de su mensaje no reside, por tanto, en la verosimilitud de su propuesta de sociedad del mañana, sino más bien en la capacidad del autor para transmitir a sus lectores/ espectadores los motivos de inquietud presente que explican su desesperanza hacia el porvenir.

En su sugestivo y necesario estudio sobre el imaginario distópico español, recién publicado en Estados Unidos, la profesora de la Youngstown State University, Diana Q. Palardy aborda la presentación del tema, aportándonos en primer lugar un amplio catálogo de criterios a través de los cuales singularizar la noción de distopía y caracterizar su problemática. Tanto en la introducción de su libro como en los diferentes capítulos que le siguen, la autora subraya la dimensión sociopolítica que predomina en el discurso distópico y la naturaleza de las relaciones que los individuos que protagonizan las obras de su estudio establecen en el contexto de un marco estructural de poder que determina y acaba condicionando su existencia.

Pero la singularidad y notoriedad del trabajo de esta investigadora norteamericana no reside en el estudio de las distopías desde el ámbito de los estudios culturales —en torno al cual ya existe una amplia tradición—, sino en el marco espaciotemporal elegido: la España surgida de la crisis financiera de 2008 y los movimientos de protesta surgidos en torno al movimiento 15M.

Desde el inicio del trabajo se hace ya patente el profundo conocimiento de la autora sobre el fenómeno distópico en nuestro país, un campo, por otra parte, apenas abordado hasta relativamente bien poco desde una perspectiva multidisciplinar. Efectivamente, más allá de la existencia de algunas monografías generalmente enfocadas desde el punto de vista del análisis literario, el género no había concitado el nivel de interés de estos últimos años. De ahí la importancia y relevancia de la línea de investigación abierta por la autora que, no obstante, no se reduce únicamente a este libro: no podemos olvidarnos tampoco de la publicación en internet de su página Spanish Dystopias (http://spanishdystopias.com/), un proyecto vivo y abierto que constituye a día de hoy una indispensable fuente de referencia para los estudiosos del tema, en donde se ofrece una exhaustiva base de datos que recoge más de doscientas referencias de obras distópicas españolas desde El futuro dictador, un cuento escrito por José Fernández Bremón en 1879, hasta la actualidad.

Es precisamente a partir de esta amplia variedad de paisajes creativos producidos por la distopía española desde principios del siglo xxi donde Diana Palardy procede a realizar una rigurosa disección de los comportamientos y expectativas sociopolíticas que desde una perspectiva individual y colectiva se inscriben en un contexto de crisis y desesperación global. En los cinco capítulos que siguen a la introducción y configuran el libro, la autora aborda las diferentes temáticas que a su juicio definen la naturaleza de los problemas que el discurso distópico de manera obsesiva aspira a exorcizar.

A partir de la novela de Ray Loriga, Tokio ya no nos quiere, escrita en la antesala de nuestro actual siglo (1999), ya se anticipan algunos de los conflictos interiores que actualmente se ciernen sobre todos los individuos, aun cuando ninguno de ellos pueda calificarse rigurosamente de nuevo; de hecho, sin ir más lejos, Aldous Huxley, ya en su clásico Un mundo feliz (1932), alertaba sobre los riesgos derivados de la sociedad de masas y de las nuevas pautas promovidas por la sociedad de consumo. Como este, otros muchos intelectuales también mostraron su inquietud ante el creciente estado de alienación sufrido por la condición humana y sus valores, paradójicamente en el momento en el que los niveles de desarrollo material y prosperidad apuntaban a unas inmejorables expectativas de futuro. Para todos ellos, el imparable proceso de homogenización y masificación característico de las nuevas sociedades industriales estaba llevando a los hombres a canalizar su agencia e individualidad a través de nuevas fórmulas de reconocimiento y subjetividad extraídas del sistema capitalista que en apariencia resultaban satisfactorias y gratificantes, pero en la práctica, lejos de solucionar sus males, conducían a empeorar la situación. En efecto, la adquisición de bienes y la creciente conversión del individuo en un agente meramente consumidor no iba a ser la panacea, sino más bien lo contrario: pues aquel tan temido sentimiento de frustración y vacuidad no solo no desaparecía, sino que terminaba generando un estado crónico de ansiedad del cual los individuos solo podían escapar a través del interminable disfrute de nuevas experiencias gratificantes. La experiencia consumista, en fin, permitía satisfacer esa necesidad de reconocimiento y presentarlo bajo la forma de un objeto de placer. Pero dado que ello solo se podía garantizar momentáneamente, acababa por convertirse en un recurso adictivo que contribuía más aun a intensificar el sufrimiento y la conciencia alienada de la persona.

Como llevará a cabo a lo largo de su estudio, Palardy analiza el escenario futuro que proporciona Loriga en su novela para extraer algunas de las claves que a su juicio preludiaron y posteriormente caracterizarían la crisis económica que asoló a España los años siguientes: nos presenta un marco caracterizado por lo que ella define como espacios de desorden, aquellos en los que reina la exaltación de la libertad y la desregulación, fruto de la voluntad de no interferir la iniciativa individual ni los negocios, pero en donde la ausencia de un control gubernamental real sobre los territorios acaba generando la creación de un espacio único, en el que convive y se confunde lo público y lo privado, lo socialmente aceptable y lo obscenamente injusto ( ‍Palardy, Diana Q. (2018). The Dystopian Imagination in Contemporary Spanish Literature and Film. Basingstoke: Palgrave Macmillan.Palardy, 2018: 43).

Ahora bien, tal liberalización resulta ficticia: tras ese aparente entramado prevalece el carácter altamente regulador y opresivo de las grandes corporaciones multinacionales que imponen su hegemonía al amparo de las reivindicaciones de libertad. Pese al discurso triunfal de progreso, el escenario que se dibuja es el de un mundo cada vez más desigual e injusto, donde la práctica totalidad del planeta vive sumida en unos niveles de precariedad y pobreza cada vez más extremos en tanto la otra, un sector muy reducido de la población que ya acapara la mayor parte de los recursos, solo ambiciona obtener más poder y ganancias.

La desolación del escenario que presenta Loriga en su relato permite a la autora certificar el pesimismo reinante que ya años antes de la crisis ya estaba presente en determinados sectores de la opinión pública española. Para Loriga, sin embargo, el foco no debía situarse en la el inevitable final de ese modelo, que el escritor vinculaba al modelo de crecimiento económico asociado a la especulación inmobiliaria, sino en el profundo impacto de sus consecuencias sobre la vida interior y material de las personas. La propia vida del protagonista del libro, un hombre completamente integrado dentro del engranaje del sistema, revela el sentimiento de vacío de quien pese a hacer suyos esos valores de libertad y autonomía individual, no encuentra dentro de esa cultura del hiperconsumo y el derroche nada que le haga sentir verdaderamente humano, nada que le lleve a recordar lo que ha sido y es, cuando todo lo que le rodea se caracteriza por lo efímero y lo descarnado.

En el estudio de Mil euros por tu vida, un breve relato escrito en 2008 por la novelista Elia Barceló, Palardy continúa profundizando en los complejos y constantes dilemas a los que nos encontramos enfrentados en el presente, siempre desde la proyección en un imaginario futuro. Inscrito desde una perspectiva transhumanista, Barceló nos cuenta la historia de una pareja de ricos ancianos catalanes que deseando revivir su juventud deciden comprar los cuerpos jóvenes de dos africanos, a fin de transferir en ellos su conciencia y su mente.

Como sucediera en el capítulo precedente, la autora nos vuelve a situar en el lado más oscuro de la globalización, aquel que incide en la canibalización del sur por el imperialismo del norte. Aparentemente, los africanos venden sus cuerpos libre y voluntariamente a sus compradores. Pero sabemos que esa transacción no es libre: quienes ceden sus cuerpos lo hacen sacrificando su existencia a fin de garantizar las vidas de sus familias que, sin ese dinero, estarían condenadas. Desde la perspectiva foucaultiana del biopoder, que define el ejercicio del poder y el control humano sobre los cuerpos, Palardy se sirve de esta parábola para situarnos en un mundo no muy diferente del nuestro donde bajo el omnipresente paraguas de la libertad y la autonomía individual, buena parte de la humanidad continúa viéndose sometida a un permanente estado de dominio y explotación (ibid.: 66). Ahora, como sucede en la obra, tal proceso de opresión ya no se ejerce bajo un tipo de violencia explícita y represiva, sino sirviéndose de otras fórmulas que aspiran aliviar el sentido de culpabilidad de los explotadores, presentándolo por ejemplo como un expediente contractual, garantista y legal. Sin embargo, más allá de lo aséptico del proceso, los fenómenos de la inmigración, la esclavitud y el tráfico de personas, órganos o bebés, que presiden nuestro tiempo determinan, a juicio de la autora, la persistencia de unas prácticas muy alejadas de los valores humanos y morales en los que las sociedades actuales creen ya vivir.

En Sueñan los androides, un film experimental de 2014 realizado por Ion de Sosa, e inspirado vagamente en Do Androids Dream of Electric Sheep?, el clásico relato de Philip K. Dick, Palardy retorna al escenario de la crisis inmobiliaria española de 2008 para poner de relieve el clima de avaricia y ambición imperante y asociarlo con la noción de capital simbólico tomada de Pierre Bourdieu.

El film, rodado en una fantasmagórica Benidorm, nos presenta un paisaje absolutamente deshumanizado dominado por rascacielos, muchos de los cuales —como el protagonista aquí, el edificio InTempo— permanecen inacabados y vacíos. No importa que nadie viva allí, pese a que en principio ese parecía ser su función. Para sus promotores solo cuenta incrementar su poder y estatus. Nada debe interponerse en sus metas. Y menos aún aquellos que malviven y no puede hacer frente a sus hipotecas con sus precarios trabajos. Siempre habrá quienes estén dispuestos a restablecer el orden y zanjar la situación, especialmente aquellos como el asesino a sueldo que aparece en la cinta, cuyo único deseo es ganar el suficiente dinero para comprarse una oveja auténtica, en aquel tiempo un verdadero objeto de lujo debido a su práctica extinción.

A partir de este escenario entre surrealista y postapocalíptico, la autora define las prioridades que determinan el objeto de ambición de los actores responsables de la crisis económica en todos sus escenarios (española o mundial), así como del creciente deterioro medioambiental del planeta. A su juicio, la noción de capital simbólico puede resultar una eficaz clave explicativa a la hora de entender la actitud de quienes en el film adjudican un valor arbitrario a bienes con un valor práctico aparentemente ya mínimo (ovejas o vacíos rascacielos en obras), pero cuya consideración y prestigio depende de que sean reconocidos por los demás. Aunque también puede ser visto en sentido inverso: la identificación de los objetos de valor simbólico como encarnaciones del mal, es decir, percibidos como objeto de antipatía y resentimiento por parte de quienes sufren y son explotados por ello (ibid.: 123). Algo que no deja de ser paradójico, pues, a fin de cuentas, tanto las ovejas y los rascacielos no dejan de poseer todavía un valor práctico, aun cuando nadie en ese mundo tan enloquecido parezca ya tenerlo en cuenta.

El Salario del gigante (José Ardillo, 2011), Madrid: frontera (David Llorente, 2016) y Nos mienten (Eduardo Vaquerizo, 2015) son los tres relatos que permiten a la autora introducir la noción de paisaje sensorial, concepto desde el cual se permite describir un escenario sociopolítico a partir de las experiencias registradas por los sentidos (ibid.: 157). Es decir, cuanto se nos presenta, viene descrito a partir de percepciones físicas que nos hacen tomar conciencia a través de nuestras pulsiones y sentimientos. Para Palardy, dicha perspectiva permite una mayor comprensión de estas obras y una mayor inscripción de los mismos en la corriente de movimientos reivindicativos surgidos en torno al 15M.

Como toda distopía que se precie, las historias contenidas en estas novelas buscan envolver al lector al punto de conseguir de él su mayor nivel de implicación y empatía posible. Sin embargo, en esta ocasión, tal objetivo se busca reforzar enfatizando el papel jugado por los sentidos: en El salario del gigante, por ejemplo, los males olores y el ruido configuran el paisaje sensorial de un hipotético Madrid futuro donde la mayor parte de la población vive recluida bajo tierra sometida a condiciones extremas de escasez y racionamiento, en un clima de privación y enclaustramiento que contrasta con la existencia desahogada de una reducida elite que monopoliza los escasos recursos existentes. Madrid es igualmente el escenario central de la novela de David Llorente. También aquí, la capital se representa como un espacio postapocalíptico territorialmente estratificado en el que una minoría selecta disfruta de todo tipo de placeres exclusivos, en detrimento de una mayoría errante que deambula por las anónimas calles buscando entre la pestilente basura algo con lo que alimentarse, siempre bajo la atenta vigilancia de la policía y de sus perros, adiestrados para rastrear el olor de humillación, dolor e indignación expelido por todos ellos. Nos mienten, por último, nos remite a un Madrid en donde los grandes avances en tecnología genética y cibernética han abierto una profunda brecha social entre los individuos de las clases dominantes que pueden mejorar y amplificar sus sentidos y el común del pueblo excluido de todos aquellos avances y condenado a la más absoluta privación.

A partir de estas diferentes lecturas distópicas, la autora desea incidir sobre el papel jugado por la toma de conciencia en muchos sectores de la población ante los fenómenos de degradación y deterioro de las ciudades y la creciente segregación de estos espacios urbanos en beneficio de manos privadas. Para Palardy, el nuevo horizonte definido por el desarrollo tecnológico y la degradación medioambiental ya apunta a partir de novelas como las estudiadas a la emergencia de formas alternativas de denuncia frente a los poderes que promueven esta voluntad de control, así como la legitimación de nuevas formas de resistencia frente al nuevo marco establecido.

Esas emergentes plataformas de resistencia constituirán finalmente el objeto de estudio en el último capítulo del libro, centrado en el análisis de El Sistema, la novela de Ricardo Menéndez Salmón, galardonada con el Premio Biblioteca Breve en 2016. La obra, que describe una sociedad totalitaria obsesionada con el control y la vigilancia de los que no son los propios, sirve a la autora para situar el foco en el papel de la cartografía en tanto objeto que puede ser concebido como un instrumento tanto al servicio de la opresión como de la emancipación (ibid.: 184). En el primer caso, la elaboración de mapas se define como una actividad exclusivamente destinada a hacer explícito el ejercicio de un poder sobre otros. Así es como lo vive inicialmente su protagonista, entregado en todo momento a preparar y crear planos donde queda consagrado el dominio y control totalitario sobre los territorios sometidos. Sin embargo, tras una serie de situaciones que le llevan a tomar conciencia de su papel, este se pone al servicio de una lectura diferente de la función de la representación cartográfica, dirigida al diseño de espacios imaginados alternativos a los construidos por el poder y sus agentes con el objeto de dotar de visibilidad y reivindicar cuanto hasta entonces había estado marginado y degradado (ibid.: 203).

La movilización final que los ajenos, esto es, los excluidos del sistema, operan a partir de la nueva redefinición de aquellos espacios oficialmente eliminados de los mapas, remite a la eclosión de los movimientos que tras el 15M comenzaron a reivindicar un ámbito de intervención propio frente a todo cuanto de miseria, precariedad y exclusión había traído consigo el orden económico y social imperante aquellas últimas décadas.

Las nuevas distopías españolas, en fin, ya no se limitan a hablarnos de los totalitarismos a la clásica usanza, aunque el espíritu que las anima no es muy diferente del que insuflara Orwell a su 1984. Los peligros a los que nos enfrentamos actualmente son muchos y diversos. La mundialización ha contribuido a entretejer sus hilos y ya no podemos contemplarlos aisladamente: la globalización, el consumismo, la inmigración, el imperialismo, la especulación, la corrupción, la degradación medioambiental, las crecientes desigualdades sociales o la precariedad son algunas de esas amenazas a las que no solo deben enfrentarse los gobiernos y sus sociedades sino también todos los individuos a partir del ejercicio de su responsabilidad, y de su nivel de toma de conciencia y compromiso.

Esperemos que la fascinante vía sugerida por Diana Palardy en su trabajo contribuya a potenciar el nivel de análisis y reflexión en torno a los nuevos retos planteados y ello redunde en la aparición de nuevas aportaciones que desde el estudio de los imaginarios distópicos contemporáneos potencien la interdisciplinariedad y la creatividad de nuestro pensamiento político porque solo restituyendo a la imaginación su verdadero papel en las ciencias sociales lograremos cobrar una mayor conciencia del mundo en que vivimos.

Bibliografía[Subir]

[1] 

Palardy, Diana Q. (2018). The Dystopian Imagination in Contemporary Spanish Literature and Film. Basingstoke: Palgrave Macmillan.

[2] 

Sargent, L. T. (1994). Three Faces of Utopianism Revisited. Utopian Studies, 5 (1), 1-‍37.

[3] 

Schulz, K. (2015). En defensa del error. Madrid: Siruela.

[4] 

Silver, N. (2014). La señal y el ruido. Barcelona: Ediciones Península.

[5] 

Wences, I. (2015). ¿Por qué debe importarnos la teoría política? En I. Wences (ed.). Tomando en serio la teoría política. Madrid: Centro de estudios Políticos y Constitucionales.