RESUMEN

En este artículo se analiza la evolución del movimiento ultraderechista CasaPound Italia desde su nacimiento hasta las elecciones generales de 2018. Para aclarar sus vínculos con el fascismo, se ha procedido a examinar a) las características del fascismo italiano del periodo anterior a la instauración del régimen mussoliniano, así como de su fase republicana; b) el contragolpe psicológico que sufrieron los neofascistas tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial; c) los fenómenos de disidencia en el seno del neofascismo tradicional representado por el Movimento Sociale Italiano, detectando las influencias que más han marcado la ideología y la estructura organizativa de CasaPound Italia, y d) las influencias de la nouvelle droite, así como de algunas organizaciones extraparlamentarias. Sucesivamente, se ha procedido a describir el nacimiento de la organización y su paso por la política activa en el contexto de crisis sistémica y reestructuración de la derecha que se produce entre 2008 y 2018. Por último, se han proporcionado las principales pautas ideológicas de CasaPound Italia y analizado su programa político. Así, hemos demostrado tanto los vínculos de continuidad con una parte determinada del fascismo tradicional y del neofascismo de posguerra, como la evolución, en clave moderna, de aquellos aspectos que los mismos militantes de CasaPound Italia definen como fascismo del tercer milenio.

Palabras clave: Fascismo; neofascismo; CasaPound Italia; derecha radical; política.

ABSTRACT

This article analyses the evolution of the far right movement CasaPound Italia, from its origin to the 2018 general elections. In order to depict the link between fascism, four different facets have been taken into consideration: a) the characteristics of the Italian fascism before the beginning of the dictatorship and also during its Republican stage; b) the psychological backlash the neofascists experienced after their defeat in the Second World War; c) the dissident aspects of traditional neofascism represented by the former political party Movimento Sociale Italiano, focusing on the more common features within CasaPound Italia; d) the influences of the French Nouvelle Droite and the Italian extraparliamentary right. Subsequently the origin of the organization and its political participation within the context of the right wing systemic crisis and the reorganisation between 2008 and 2018 is discussed. Finally, details regarding the movement’s main ideological patterns are provided, in addition to an analysis of its political program. To sum up, not only have certain links between traditional fascism and neofascism been substantiated, light has also been shed on the modernization of those aspects that the CasaPound Italia militants depicted as third millennium fascism.

Keywords: Fascism; neofascism; CasaPound Italia; far right; politics.

Cómo citar este artículo / Citation: Re, M. (2020). La deriva radical: CasaPound Italia y el fascismo del tercer milenio. Revista de Estudios Políticos, 189, 259-‍287. doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.189.09

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. EL FASCISMO TRADICIONAL DEL VENTENNIO
  5. III. LA DECADENCIA DEL MUNDO MODERNO
  6. IV. EUROPA COMO TERCERA POSICIÓN Y LA DERECHA EXTRAPARLAMENTARIA
  7. V. EL NEOFASCISMO SOCIAL Y LA NUOVA DESTRA
  8. VI. FASCISTAS DEL TERCER MILENIO
  9. VII. EL IMPRINTING IDEOLÓGICO DE CASAPOUND ITALIA
  10. VIII. LOS PROGRAMAS POLÍTICOS DE CPI
  11. IX. CONCLUSIONES
  12. NOTAS
  13. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

Giulio Andreotti afirmaba que el poder desgasta a quien no lo tiene. Sin embargo, analizando la evolución de los principales partidos políticos italianos a lo largo de los últimos diez años, queda claro que los que más se han debilitado son los que gobernaron (Del Palacio, J. (2018). Italia, de la antipolítica al populismo. Revista de Estudios Políticos, 181, 219-230. Disponible en: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.181.08‍Del Palacio, 2018). Si en las elecciones generales de 2008 Forza Italia (que se presentó en aquella ocasión en coalición con Alleanza Nazionale bajo el nombre de Il Popolo delle Libertà) había alcanzado el 37,3 %, en 2013 se desplomaba, bajando al 21,5 %, y en 2018 cayó al 14 %, el peor resultado electoral de su historia. En el seno del centro-derecha, incluso la Lega Nord sufrió un importante descalabro, tocando fondo en 2013 con el 4 % de los votos. Solo a raíz de un vuelco en su mando y en su estrategia logró, no sin aprovecharse hábilmente de un periodo coyuntural favorable al nuevo discurso del partido, un aumento de los consensos.

El frente de la izquierda sufrió una evolución negativa más reducida que la del bloque de derecha. En 2008 alcanzó el 33,1 %, pero descendió hasta el 25,4 % en 2013, y hasta el 18,7 % en 2018. Fue un resultado a la baja que, sin embargo, le permitió mantenerse como segundo partido más votado, lo cual, por otra parte, no fue suficiente para que gobernara. La irrupción en el tablero político del Movimento 5 Stelle (M5S) y el giro que dio la Lega Nord, pasando del 4 % en 2013 al 17,7 % en 2018 (ya Lega a secas), provocó un considerable vuelco institucional. Por una parte, el Movimento 5 Stelle pasó de ser un movimiento antisistema y antipartidos a convertirse en primer partido italiano. Por otra parte, la Lega se despojó del legado que la vinculaba a la vieja política tras el lavado de cara que le dio, a partir de 2013, su nuevo líder, Matteo Salvini. Este llevó a cabo un giro radical hacia posiciones soberanistas y populistas que enterraban las viejas proclamas separatistas de los liguistas de antaño.

La Lega y el Movimento 5 Stelle se hicieron con el poder en 2018 ondeando la bandera de la soberanía nacional, del euroescepticismo y de la alarma inmigratoria. Las nuevas políticas centradas en la reivindicación orgullosa de la soberanía nacional frente a los dictámenes, cada vez más uniformadores, provenientes de la Unión Europea, así como las proclamas que dibujaban la inmigración como una invasión imparable, atrajeron a una amplia porción de la población. Todo esto se dio en un periodo caracterizado por unos datos macroeconómicos negativos, por una deuda pública en aumento y por unos índices de desempleo al alza.

A menudo se ha vinculado un periodo de crisis económica con el aumento de movimientos de derecha radical

Sobre la distinción entre extrema derecha y derecha radical nos atenemos a Mudde (

Mudde, C. (2007). Populist Radical Right Parties in Europe. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511492037

2007: 31
), quien considera que los partidos de derecha radical (también definida como derecha radical populista) son «(nominalmente) democráticos, aunque se opongan a algunos valores fundamentales de las democracias liberales, mientras que la extrema derecha es en esencia antidemocrática, al oponerse al principio fundamental de la soberanía del pueblo».

‍[1]
(Miles, R. (1994). A rise of racism and fascism in contemporary Europe? Some sceptical reflections on its nature and extent. Journal of Ethnic and Migration Studies, 20 (4), 547-562. Disponible en: https://doi.org/10.1080/1369183X.1994.9976453‍Miles, 1994; Immerfal, S. (1998). The new politics of the Right: Neo-Populist parties and movements in established democracies. Basingstoke: Palgrave Macmillan. ‍Immerfal, 1998; Mudde, C. (2007). Populist Radical Right Parties in Europe. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511492037‍Mudde, 2007; Mudde, C. (2014). The Far Right and the European Elections. Current History, 113 (761), 98-103. Disponible en: https://doi.org/10.1525/curh.2014.113.761.98‍Mudde, 2014; Griffin, R. (1991). The Nature of Fascism. Basingstoke: Palgrave Macmillan. ‍Griffin, 1991). Por tanto, cabría esperar que este fenómeno se diese en Italia también. Sin embargo, en el país transalpino el binomio crisis-repunte del neofascismo no se ha cumplido. Los partidos políticos de corte neofascista no aumentaron su peso electoral a pesar de la desaceleración económica y de los demás factores de inflexión. En Italia, el nicho de los nostálgicos de Mussolini se lo reparten, por un lado, Forza Nuova y, por el otro, CasaPound Italia (CPI). Los primeros están en activo desde 1997. Los segundos nacieron después y se presentaron a las elecciones generales solo en dos ocasiones, en 2013 y en 2018, intentando buscar su espacio dentro de un panorama político, el de derecha, en pleno proceso de reajuste de sus equilibrios internos. Fue en ese contexto que CasaPound Italia se movilizó en búsqueda de su oportunidad para presentarse como alternativa electoral de corte soberanista en un momento en el cual, además, la Lega Nord caía a su mínimo histórico y antes de que, tras el nuevo liderazgo de Matteo Salvini, diese un giro justo hacia el mantenimiento de la soberanía nacional italiana.

En su debut, en plena crisis económica, CPI obtuvo el 0,14 % (Forza Nuova el 0,26 %), no logrando aglutinar el voto de protesta, que se encauzó hacia el Movimento 5 Stelle, partido catch-all (Rodríguez-Aguilera de Prat, C. (2015). Semejanzas y diferencias entre el Movimento 5 Stelle y Podemos. Società Mutamento Política, 6 (11), 51-74. ‍Rodríguez-Aguilera de Prat, 2015: 66), que arrasó con el 25 %, toda una hazaña para un partido que concurría por primera vez a las elecciones (Gattinara, P. C., Froio, C. y Albanese, M. (2013). The appeal of neo-fascism in times of crisis. The experience of CasaPound Italia. Fascism, 2 (2), 234-258. Disponible en: https://doi.org/10.1163/22116257-00202007‍Gattinara et al., 2013: 237). También es cierto que CPI, por un lado, estaba muy encasillado ideológicamente, y por el otro, contaba con una reducida presencia territorial, principalmente concentrada en Roma y en el Lacio.

La campaña electoral de CasaPound Italia previa a las elecciones de 2018, cimentada en una insistente actividad en las redes sociales y en una llamativa exposición mediática, incrementó las expectativas de sus militantes. Obtuvo el 0,9 % de los votos, resultado probablemente decepcionante que, por otra parte, mejoraba el anterior. A Forza Nuova le pasó algo parecido: mejoró con respecto a 2013, pero de una manera muy limitada, alcanzando tan solo el 0,4 % de las papeletas.

En este artículo analizaremos la evolución de CasaPound Italia de movimiento a partido político. Nos centraremos en el estudio de las influencias recibidas por el fascismo clásico mussoliniano y por el neofascismo de posguerra hasta llegar a la actualidad y a sus planteamientos soberanistas y, de alguna forma, populistas.

II. EL FASCISMO TRADICIONAL DEL VENTENNIO[Subir]

Los militantes de CasaPound Italia se definen, con cierto orgullo, como fascistas del tercer milenio, dando a entender que su planteamiento es fascista, sí, pero en clave moderna. Por lo tanto, del fascismo tradicional rescatan principalmente dos periodos: el inicial, protofascista, de los Fasci Italiani di Combattimento, surgidos en 1919 como movimiento más que como partido político (CPI nació también primero como movimiento y luego pasó a ser partido), y su legado final, el de la República Social Italiana (RSI), fundada en la segunda mitad de 1943 tras la liberación de Mussolini de su cautiverio y convertida en el orgullo de quienes se mantuvieron fieles a una idea y lucharon hasta el final por ella. Protofascismo y postfascismo, podríamos decir, ya que la RSI surgía de las cenizas del Partido Nacional Fascista, son dos elementos que CasaPound Italia pretende preservar. En ambos periodos convivían la admiración hacia la tradición y ciertas aspiraciones revolucionarias (Carioti, A. (2008). Gli orfani di Salò. Milano: Mursia. ‍Carioti, 2008: 26), así como una interpretación antiburguesa de la sociedad o la creencia de que el Estado o la nación debían superponerse al individuo (Gentile, E. (1975). Le origini dell’ideologia fascista. Roma; Bari: Laterza. ‍Gentile, 1975). Por tanto, en clave nacionalista y etnocentrista, adquiría importancia la comunidad natural en detrimento del individualismo y del parlamentarismo (Ignazi, P. (1992). The silent counter-revolution. European Journal of Politics Research. 22 (1), 3-34. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1475-6765.1992.tb00303.x‍Ignazi, 1992: 10).

El protofascismo estaba conformado por un conjunto desordenado de militantes que provenían del socialismo o de la derecha más reaccionaria, pasando por el sindicalismo revolucionario soreliano o por el nacionalismo más intransigente (Parlato, G. (1989). Il sindacalismo fascista. Roma: Bonacci. ‍Parlato, 1989; Perfetti, F. (1988). Fiumanesimo, sindacalismo e fascismo. Roma: Bonacci.‍Perfetti, 1988). En el Programa de San Sepolcro, acto de fundación de los Fasci Italiani di Combattimento, destacaban tanto las políticas sociales de corte progresista (De Felice, R. (2000). Breve storia del fascismo. Milano: Mondadori. ‍De Felice, 2000: 9) como el sufragio universal (incluyendo el voto y la elegibilidad de las mujeres), la abolición del Senado, una fuerte carga impositiva progresiva con forma de verdadera expropiación parcial de todas las riquezas, el secuestro de todos los bienes de las congregaciones religiosas, la gestión corporativa de la producción agrícola y la concesión de tierras a los campesinos (Vercelli, C. (2019). L’anno fatale. Torino: Edizioni del Capricorno. ‍Vercelli, 2019: 91).

Por otra parte, la República Social Italiana representó el momento de la homogeneidad, del espíritu unitario y colaborativo de los que habían quedado. En el Manifiesto de Verona, documento fundacional de la RSI, destacaban, además de las medidas raciales contra los judíos, la imposición de un partido único (punto 5); la fundación de una Comunidad Europea sin influencia británica y basada en el anticapitalismo (punto 8); el reconocimiento, por parte del Estado, de la propiedad privada (punto 10); la «socialización de la economía», que preveía la participación de los trabajadores en la gestión y en los beneficios de las empresas (punto 12); la expropiación de las tierras sin cultivar y su repartición entre los campesinos (punto 13), y el derecho a una casa (punto 15). Detrás de los artículos más revolucionarios estaba la figura de Nicola Bombacci, uno de los máximos representantes del fascismo de izquierda (Forti, S. (2014). El peso de la nación. Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela.‍Forti, 2014; Parlato, G. (2000). La sinistra fascista. Bologna: Il Mulino. ‍Parlato, 2000: 137 y ss.), a menudo citado hoy por los ideólogos de CasaPound Italia (Scianca, A. (2011). Riprendersi tutto. Le parole di CasaPound: 40 concetti per una rivoluzione in atto. Cusano Milanino: Società Editrice Barbarossa.‍Scianca, 2011: 21), así como algunos de los puntos (tal y como veremos) del Manifiesto de Verona y del Programa de San Sepolcro. Ese fascismo con toques revolucionarios, izquierdistas, populistas y anarquistas (o anarcosindicalistas), según los dictámenes de intelectuales y políticos del calibre de Edoardo Malusardi, Leandro Arpinati, Alceste de Ambris, Mario Gioda, Massimo Rocca y Filippo Corridoni —cuyo legado, a pesar de haber muerto en la Primera Guerra Mundial, será importante durante el fascismo (Scianca, A. (2011). Riprendersi tutto. Le parole di CasaPound: 40 concetti per una rivoluzione in atto. Cusano Milanino: Società Editrice Barbarossa.‍Scianca, 2011: 23 y ss.)—, son referencias para CPI, quedando, por lo general, marginado el periodo dictatorial propiamente dicho.

Renzo De Felice interpretaba el fascismo italiano según la división entre fascismo movimento, de tendencias revolucionarias, izquierdistas e innovadoras, y fascismo regime, conservador y más comprometido con los poderes tradicionales (De Felice, R. (2001) [1975]. Intervista sul fascismo. Roma; Bari: Laterza.‍De Felice, 2001: 28-‍29). CasaPound Italia se aproxima claramente al primero.

La derrota en la Segunda Guerra Mundial llevó a los fascistas, muchos de los cuales fueron detenidos y liberados tras la amnistía promovida por el ministro de Justicia Palmiro Togliatti, a mostrar una actitud pesimista y victimista. Dicha conducta negativa caracterizó a parte del neofascismo posterior.

III. LA DECADENCIA DEL MUNDO MODERNO[Subir]

El 20 de diciembre de 1946 quedaba inaugurado el Movimento Sociale Italiano (MSI), partido político que aglutinaba a los nostálgicos del fascismo republicano, cuya base ideológica se centraba en principios socializadores, anticapitalistas, antiestablishment y antiburgueses

No hay que olvidar a aquellos exfascistas (no pocos) que, tras el final de la guerra, se acercaron al sindicato comunista (CGIL) o directamente se afiliaron al Partito Comunista Italiano, atraídos por su planteamiento antiburgués y anticapitalista (

Parlato, G. (2006). Fascisti senza Mussolini. Bologna: Il Mulino.

Parlato, 2006: 20
).

‍[2]
(Tedeschi, M. (1950). Fascisti dopo Mussolini. Roma: L’Arnia. ‍Tedeschi, 1950).

El contragolpe psicológico de la derrota en la guerra y la persecución que se libró en la posguerra fueron los principales motivos de cohesión para quienes, con orgullo, se seguían considerando fascistas. A diferencia de los mayores, que todavía preservaban la memoria del periodo prefascista (Carioti, A. (2008). Gli orfani di Salò. Milano: Mursia. ‍Carioti, 2008: 17-‍18), los más jóvenes no habían conocido una Italia sin Mussolini. Vivieron los años de posguerra desorientados, como unos exiliados en su propia patria (Tarchi, M. (1995). Esuli in patria. Parma: Guanda. Disponible en: https://doi.org/10.3817/0395103181‍Tarchi, 1995: 28).

El recién nacido Movimento Sociale Italiano intentaba aglutinar las diferentes almas de esa amalgama neofascista, a menudo complicada de cohesionar entre una derecha política y una izquierda social. Por un lado, se mantenía un determinado conservadurismo reaccionario y, por el otro, se proponía un nacionalismo social, rebozado con dosis de socialismo económico y nacionalismo político. Este segundo aspecto, muy interesante para el estudio que se está llevando a cabo sobre CasaPound Italia, derivaba directamente de la tradición sansepolcrista del fascismo primigenio y de la República Social Italiana. Solo durante la secretaría de Arturo Michelini (1954-‍1969) la izquierda socializadora del partido fue arrinconada en pro de una política más moderada, orientada a acuerdos con la Democrazia Cristiana y favorable al Pacto Atlántico filoamericano. A pesar de que esa estrategia debería interpretarse más en clave anticomunista que como una real fascinación hacia el bando occidental capitalista, lo cierto es que provocó algunos contrastes en el seno del partido (Ignazi, P. (1994). Postfascisti? Bologna: Il Mulino. ‍Ignazi, 1994: 21).

Las disputas internas perturbaron, durante casi toda su historia, la estabilidad del Movimento Sociale Italiano, que contó con un electorado fiel, pero que raramente superó el 6 % de los votos. En la segunda mitad de los años cincuenta, una parte de los missinos, así era como se llamaban los militantes del MSI, guiada por Pino Rauti (voluntario del ejército de la República Social Italiana), abrazó posiciones revolucionarias, críticas con el reformismo del partido. Ese grupo abandonó el MSI y creó el Centro Studi Ordine Nuovo, una asociación político-cultural de movilización social sin ambiciones electorales. Los ordinovistas exigían políticas más sociales y un diferente enfrentamiento a los marxistas (Villano, A. (2017). Da Evola a Mao. La destra radicale dal neofascismo ai «nazimaoisti». Milano: Luni Editrice.‍Villano, 2017: 135-‍136). Cuando, en 1969, esa experiencia llegó a su fin, muchos se reincorporaron a las filas del Movimento Sociale Italiano y otros crearon el Movimento Politico Ordine Nuovo, grupo extraparlamentario disuelto por la magistratura en 1973 por apología del fascismo y por violencia terrorista

Tras un largo iter procesual, los ordinovistas Franco Freda y Giovanni Ventura fueron declarados responsables del atentado en el Banco Nacional de Agricultura de Milán, que se perpetró el 12 de diciembre de 1969. Un artefacto estalló y mató a diecisiete personas, mientras que decenas resultaron heridas. Al haber sido absueltos en un juicio anterior, y según el principio del ne bis in ídem, que prevé que nadie puede ser perseguido o condenado penalmente dos veces por la misma infracción, quedaron libres (

Tobagi, B. (2019). Piazza Fontana. Il processo impossibile. Torino: Einaudi.

Tobagi, 2019: XV
).

‍[3]
.

Otra organización extraparlamentaria con alardes revolucionarios y de corte neofascista fue Avanguardia Nazionale Giovanile (luego, Avanguardia Nazionale a secas), fundada por Stefano Delle Chiaie en 1960 y también disuelta a mediados de los setenta. Ese neofascismo surgido de las cenizas del fascismo derrotado impregnó su discurso de retórica «funeraria» y de victimización (Vercelli, C. (2018). Neofascismi. Torino: Edizioni del Capricorno.‍Vercelli, 2018: 22), basándose en el recuerdo de los fallecidos, según un marco interpretativo que describía una sociedad en decadencia por culpa del hombre occidental que rompió sus vínculos con la tradición (Evola, J. (1977) [1950]. Orientaciones. Barcelona: Ediciones Bau.‍Evola, 1977: 43). El declive moral y espiritual (ya vaticinado por Spengler entre 1918 y 1923 en su obra La decadencia de Occidente) de esa época de posguerra, impregnada de hedonismo y de consumismo, en la cual se pretendía, ondeando la bandera de la democracia, anular todo tipo de diferencias entre individuos y promover una mediocre igualdad, era hostigado por los neofascistas.

Las posibles reacciones a ese ciclo de decadencia (ese kaliyuga de la cosmología hinduista, tan citado por los pensadores afines al neofascismo y al esoterismo de esa época) no eran muchas. Julius Evola, uno de los pensadores más influyentes del neofascismo (no solo italiano), proponía restaurar el alma guerrera de antaño manteniéndose de pie, «cabalgando el tigre» (Evola, J. (1961). Cavalcare la tigre. Milano: Vanni Scheiwiller.‍Evola, 1961). Invocaba la llegada de un hombre nuevo, de un «hombre diferenciado», que proyectase sus valores «heroicos» y «espirituales» inspirados en la apolitia

La apolitia para Evola no era la huida al bosque de Jünger, no era, como diría Evola mismo, ninguna forma de «abstencionismo práctico», sino «la distancia interior de la sociedad [en la que vivimos] y de sus valores» (

Evola, J. (2004). Apolitia. Scritti sugli orientamenti esistenziali (1943-1973). Napoli: Controcorrente.

Evola 2004
).

‍[4]
contra «todo sistema colectivista y mecanicista» y reaccionara contra «todas las ideologías que confieren primacía a los confusos valores sociales» (Evola, J. (1977) [1950]. Orientaciones. Barcelona: Ediciones Bau.‍Evola, 1977: 42). Sin embargo, «cabalgar el tigre» no era un gesto de dominación consciente sobre la realidad del hombre diferenciado, se trataba más bien de un gesto de supervivencia, que llevaba al hombre evoliano a buscar el equilibrio en el desapego absoluto de la realidad y en la búsqueda de la estabilidad introspectiva. Desde las ruinas en las que se encontraba el mundo, debido a su destrucción moral y espiritual, se podía reconstruir una sociedad nueva y mejorada (Evola, J. (1953). Gli uomini e le rovine. Roma: Edizioni dell’Ascia. ‍Evola, 1953) emprendiendo el camino hacia la tradición de la Roma Imperial, clásica y pagana (Evola, J. (1927). Il fascismo quale volontà d’Impero e il cristianesimo. Critica Fascista, 24, 15-XII.‍Evola 1927: 463).

Los responsables de esa reconstrucción tenían que ser hombres alejados del sistema, no posicionados ni a la derecha ni a la izquierda, sino equidistantes de «la corrupción del mundo democrático-marxista» y del «cuento falso y anestesiante del progreso» liberal-capitalista (Romualdi, A. (1985). Julius Evola, l’homme et l’oeuvre. Paris: Guy Tredaniel.‍Romualdi, 1985: 109-‍110). En pleno clima de Guerra Fría, por lo tanto, la Unión Soviética y los Estados Unidos eran representados como las «garras de una misma tenaza que se va apretando alrededor de Europa» (Evola, J. (1977) [1950]. Orientaciones. Barcelona: Ediciones Bau.‍Evola, 1977: 45). René Guénon, por su parte, achacaba a Occidente y a los occidentales la culpa de esa decadencia imparable e invitaba a fijarse en el mundo oriental

Guénon criticaba el nulo conocimiento que en Occidente se tenía sobre Oriente. La manera errónea de abordar estudios «desde fuera», utilizando solamente una visión occidental (

Sérant, P. (1977). René Guénon. París: Le Courier de Livres.

Sérant, 1977: 62-‍63
).

‍[5]
. Proponía, y en eso influenció a Evola, refugiarse en el pensamiento tradicional. Consideraba que la última línea de defensa de los valores se encontraba en el mundo musulmán (Guénon se convirtió al Islam) ya que, según él, Europa había abandonado la tradición (Guénon, R. (1924). Orient et Occident. Paris: Payot. ‍Guénon, 1924), limitándose a la contemplación y renunciando a la acción (Guénon, R. (1927). La crise du monde moderne. Paris: Bossard.‍Guénon, 1927).

Otra manera de enfrentarse a la decadencia era acelerar la descomposición del sistema, tal y como proponía, ya a finales de los sesenta, Franco Freda. Esa demolición se tenía que llevar a cabo de manera conjunta entre neofascismo y extrema izquierda, juntando fuerzas y no enfrentándolas, ya que, en el fondo, ambos bandos perseguían los mismos objetivos de destrucción (Rao, N. (1999). Neofascisti. Roma: Settimo Sigillo.‍Rao, 1999: 138). Solo así se podía construir un Estado popular (Freda, [Franco] G. (1980) [1969]. La desintegration du systeme. [S.l.]: Pardes.‍Freda, 1980: 26) que rebosaba elementos autoritarios dictatoriales sustentados en un desmedido igualitarismo social similar al de los regímenes comunistas de la época. Ese «verdadero Estado» no tenía como objetivo el conseguimiento de la «riqueza económica ni del bienestar de todos los ciudadanos o de un solo grupo social», sino la obtención de la felicidad, la armonía, el florecimiento, la eudaimonía entre los diferentes cuerpos del Estado (ibid.: 36 y ss.).

En Freda se contemplaba esa reacción al mundo moderno y se criticaba «la hegemonía europea» como de una Europa «americanizada o sovietizada […] vieja puta que se ha pasado de burdel en burdel contrayendo todas las infecciones ideológicas» (Freda, [Franco] G. (1980) [1969]. La desintegration du systeme. [S.l.]: Pardes.‍Freda, 1980: 16-‍17). En cambio, se alababan las hazañas del «guerrillero latinoamericano», del «pueblo guerrero del Vietnam del Norte» y «del terrorista palestino» y se advertía que Europa no tenía que someterse ni al capitalismo americano ni al socialismo soviético. Un último planteamiento para sobrevivir a la decadencia del mundo moderno era quedarse al margen, sin intervenir, tal y como proponía Ernst Jünger. Su rebelde, de manera ascética, huía al bosque, se apartaba actuando dentro del mundo como si no estuviera en el mundo (Jünger, E. (1951). Der Waldgang. Frankfurt: Klostermann.‍Jünger, 1951).

IV. EUROPA COMO TERCERA POSICIÓN Y LA DERECHA EXTRAPARLAMENTARIA[Subir]

La intelectualidad neofascista mantuvo a Europa en el centro de sus análisis. «Europa-nación» se convirtió en un eslogan que los jóvenes gritaban en las manifestaciones promovidas por la derecha radical, reclamando una tercera vía que fuera equidistante de la Unión Soviética y de los Estados Unidos, y que, de paso, les devolviese ese orgullo de antaño, perdido tras la derrota bélica.

Jean Thiriart

Jean Thiriart era belga y durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con las tropas nazis. Después de la contienda pasó unos años en prisión por colaboracionista. Su pensamiento estaba influenciado, entre otros, por Drieu la Rochelle.

‍[6]
se empeñó en esa labor de salir del gueto, proponiendo la superación de los pequeños nacionalismos para centrarse en un modelo unitario más amplio, supranacional, que se extendiera «de Brest a Bucarest», incluyendo así a «millones de compatriotas que se hallan sojuzgados por la dictadura comunista y la ocupación extranjera» (Thiriart, J. (1991) [1964]. ¡Arriba Europa! Barcelona: VNR.‍Thiriart, 1991: 12). A la lógica oposición al frente comunista, se sumaba el rechazo a la plutocracia norteamericana. Fundó en 1963 Jeune Europe, un movimiento nacionalista a nivel continental nacido en Bélgica, presente en varios países del Viejo Continente, incluyendo Italia (Lazaridis, G., Campani, G. y Benveniste, A. (2016). The rise of the far right in Europe. London: Palgrave. Disponible en: https://doi.org/10.1057/978-1-137-55679-0‍Lazaridis et al., 2016). Aquí, Giovane Europa supuso un cambio radical en el universo neofascista. Sus miembros ensalzaban a los revolucionarios sudamericanos (mucho antes de que lo hiciera Freda años después). «Cuando murió el Che Guevara —recuerda uno de sus militantes— lo celebramos con un cartel que ponía “El Che vive entre nosotros”» (Gaudenzi, U. (1998). Noi Pacciardiani tra il Che e il Duce. Lo Stato, 26.‍Gaudenzi, 1998). Además, se proponía una lectura desde la derecha de las novelas de la beat generation (Quartara, P. (1975). La destra e la contestazione. Presenza, enero. ‍Quartara, 1975), así como escuchar a cantautores propiamente vinculados a la izquierda, como Bob Dylan o Joan Baez, o leer a Pasolini, de quien se apreciaba su crítica a la homologación de los individuos. También se admiraban a personajes más queridos por los jóvenes comunistas, como los Black Panthers, Malcolm X, Fidel Castro, entre otros (Rao, N. (1999). Neofascisti. Roma: Settimo Sigillo.‍Rao, 1999: 119).

Estos nuevos fascistas (jóvenes en su mayoría) no estaban dispuestos a perderse los mitos de su generación, a pesar de que la izquierda los hubiese fagocitado. Evola, Spengler y Sorel seguían conformando sus pilares teóricos más profundos, una mezcla de anarcocatolicismo de derecha con visiones ético-sociales de extrema izquierda (Tarantino, G. (2011). Da Giovane Europa ai Campi Hobbit. Napoli: Controcorrente.‍Tarantino, 2011: 60).

A finales de los sesenta, si la extrema izquierda italiana tenía muy claro cuáles eran sus referentes intelectuales, la derecha radical, por lo menos a nivel juvenil y extraparlamentario, estaba manifestando en su interior un interesante terremoto ideológico. Algunos militantes de la sección italiana de Jeune Europe, junto con otros grupos juveniles neofascistas (FUAN-Caravella, L’Orologio, Nuova Repubblica, Primula Goliardica) que habían intentado (sin éxito) participar en el Movimiento del 68

El 68 italiano fue aglutinado en casi su totalidad por la extrema izquierda y el mundo católico juvenil. La derecha radical, tras un intento fallido de participar en las protestas, se vio expulsada de ellas por parte de los miembros de su propio partido, el Movimento Sociale Italiano, cuyos líderes hostigaron ese connubio entre izquierdistas y neofascistas. Sobre el descontento de aquellos jóvenes neofascistas véanse, por ejemplo, Baldoni y Provvisionato (

Baldoni, A. y Provvisionato, S. (2003). A che punto è la notte? Firenze: Vallecchi.

2003: 34
), Amorese (

Amorese, A. (2017). FUAN. Gli studenti nazionali tra piazze e atenei. Massa: Eclettica Edizioni.

2017: 435 y ss.
) y Re (

Re, M. (2019). El movimiento del 68. La izquierda, la derecha y la violencia en Italia. En J. Avilés, J. M. Azcona y M. Re. Después del 68: la deriva terrorista en Occidente (pp. 415-438). Madrid: Silex.

2019
).

‍[7]
, confluyeron en 1969 en la Organizzazione Lotta di Popolo, cuyo planteamiento político se denominaría nazi-maoista por su propuesta de «realizar un estado popular que combine elementos autoritarios, como la dictadura, con un fuerte igualitarismo social típico de los regímenes comunistas» (Tarantino, G. (2011). Da Giovane Europa ai Campi Hobbit. Napoli: Controcorrente.‍Tarantino, 2011: 64). Esa comunión entre ideales neofascistas y planteamientos sociales provenientes del entorno más cercano a la izquierda encontró en Adriano Romualdi y en Claudio Mutti sus máximos exponentes. Ambos contribuyeron a la difusión de fenómenos endógenos como el nasserismo egipcio, el peronismo argentino o incluso el guevarismo latinoamericano, todo en clave cada vez más antiamericana y antisionista. La admiración hacia la cultura tradicional musulmana, ya presente en Guénon, volvía a cobrar peso. Fue el mismo Mutti quien más la recuperó (Mutti, C. (1979a). Rome et la Mecque. Totalité, 7, 14-18.‍Mutti, 1979a, Mutti, C. (1979b). La renaissance islamique et le danger moderniste. Totalité, 9, 40-49. ‍1979b).

Estos planteamientos novedosos desestabilizaron el entorno de la derecha radical italiana, impulsando un progresivo alejamiento entre las organizaciones extraparlamentarias neofascistas, más propensas a incorporar nuevos mitos, y el Movimento Sociale Italiano, reacio a abandonar el atlantismo, anclado en el más profundo conservadurismo, contrario a aperturas vagamente progresistas e impermeable a influencias culturales consideradas propias de los comunistas, y por tanto, despreciables.

El Frente de la Juventud, la organización juvenil del Movimento Sociale Italiano nacida en 1971, fue un claro ejemplo (no el único, como veremos) de ese distanciamiento que, en algunos casos, llegó a conformarse en una abierta rivalidad entre la base juvenil y el partido. En la segunda mitad de los setenta, Costruiamo l’Azione y Terza Posizione (TP), dos organizaciones extraparlamentarias, se mantuvieron también en constante litigio con el Movimento Sociale Italiano. Los primeros rechazaban la división entre izquierda y derecha interpretándola como una burda manera de desunir a los jóvenes. Proponían, en cambio, una colaboración entre los militantes de diferente ideología al compartir todos el mismo objetivo: derrumbar el sistema (los dictámenes de Franco Freda seguían presentes). Los segundos apostaban por una acción desde abajo, desde y para las masas populares, con especial atención a las zonas más marginales, especialmente de Roma, ciudad donde tuvieron su mayor presencia. Terza Posizione, fundada en 1977 por Gabriele Adinolfi y Roberto Fiore, contó con una fuerte presencia territorial en los barrios más necesitados de la capital, donde promovía labores de ayuda social (algo que, como veremos, también fomenta CasaPound Italia hoy). Además, en línea con la tradición neofascista de esa época, proponía un «eurocentrismo revolucionario» favorable a una tercera vía alternativa al «frente rojo» y a los «regímenes reaccionarios» (Adinolfi, G. y Fiore, R. (2000). Noi Terza Posizione. Roma: Edizioni Settimo Sigillo.‍Adinolfi y Fiore, 2000: 30).

El peronismo fue otro modelo para Terza Posizione. De Perón se apreciaba su política de no alineación ni con la Unión Soviética ni con los Estados Unidos. La lucha del pueblo palestino, el apoyo a Irak, la simpatía hacia algunas tendencias radicales iraníes y hacia el sandinismo también se convirtieron en referentes de una organización cuyos vínculos ideológicos no se encontraban solo a su derecha, sino también, y cada vez más, hacia la izquierda revolucionaria y social.

En la segunda mitad de la década de los setenta, el terrorismo de corte marxista-leninista y neofascista ensangrentó el país. Algunos militantes de Terza Posizione se unieron a los Nuclei Armati Rivoluzionari (NAR), organización activa hasta los primeros años ochenta, involucrada en varias acciones criminales armadas. Cuatro de sus miembros, Giusva Fioravanti, su mujer Francesca Mambro, Luigi Ciavardini (exmilitante de Terza Posizione) y Gilberto Cavallini fueron condenados por el atentado en la estación de Bolonia en el cual, el 2 de agosto de 1980, fallecieron 85 personas como consecuencia de la explosión de un artefacto. Esa matanza marcó de manera indeleble la derecha radical durante toda la década.

V. EL NEOFASCISMO SOCIAL Y LA NUOVA DESTRA[Subir]

En 1969, en Francia, Alain de Benoist creó el proyecto cultural GRECE (Groupement de Recherche et d’Études pour la Civilisation Européenne), bautizando, de hecho, la que se denominaría nouvelle droite. Se trataba de una rearticulación del pensamiento de la derecha radical basada en el rechazo del «mito igualitario» y «asimilacionista», en contraste con todo tipo de interpretación universalista del mundo (fuese esa referida al hombre, a los derechos, a los valores o al pensamiento) en favor del droit à la différence (Rosati, E. (2018). CasaPound Italia. Fascisti del terzo milenio. Milano: Mimesis.‍Rosati, 2018: 124; De Benoist, A. y Faye, G. (1986). Las ideas de la «Nueva Derecha». Barcelona: Ediciones de Nuevo Arte Thor. ‍De Benoist y Faye, 1986: 16-‍17). Nacionalismo, comunitarismo (en oposición al individualismo), identitarismo, es decir, aquellos «rasgos comunes como factores de cohesión social» (Vercelli, C. (2018). Neofascismi. Torino: Edizioni del Capricorno.‍Vercelli, 2018: 146), así como el antiamericanismo y el antiliberalismo, se conformaban como postulados de esa nueva manera de pensarse de derecha (De Benoist, A. (1986). Oltre l’Occidente. Europa-Terzo Mondo: la nuova alleanza. Firenze: La Roccia di Erec.‍De Benoist, 1986: 137).

El diferencialismo sustituía el multiculturalismo. Se alababan las diferencias existentes entre culturas diferentes, afirmando que estas no podían estar supeditadas a un principio moral universal (ibid.: 45). Se criticaba que «el otro», si no aceptaba ser asimilado, renunciando a su diversidad, era inevitablemente excluido de la historia (Germinario, F. (2002). La destra degli dei. Torino: Bollati Boringheri. ‍Germinario, 2002: 39). El racismo se convertía en la consecuencia del antirracismo y de su imposición de igualdades. El antirracista «cuanto más reduce las diferencias con la esperanza de facilitar la integración, más hace que esa sea imposible», afirmaba De Benoist (De Benoist, A. (1993). Le droit a la différence. Éléments, 77. ‍1993: 25). Así, se le consideraba racista al marxista, al querer promover una sociedad sin diferencias. Era el culturalismo —según De Benoist— el que definía las diferencias. Hacía falta entender al sujeto como representante de su propia cultura y no como resultado de un preciso aspecto biológico. Por lo tanto, el racismo espiritual (que no biológico) evoliano (Evola, J. (1941). Sintesi di dottrina della razza. Milano: Hoepli. ‍Evola, 1941; Cologne, D. y Gondinet, G. (1977). Matérialisme biologique et race de l’esprit. En Pour en finir avec le fascisme (pp. 21-26). París: Cercle Culture et Liberté.‍Cologne y Condinet, 1977: 21-‍26; Jesi, F. (1989). Culturas de derechas. Barcelona: Muchnik Editores. ‍Jesi, 1989: 95 y ss.) era sustituido por el diferencialismo de la nouvelle droite, conformado por la cultura individual, orgullosamente diferente, de cada pueblo.

La división entre izquierda y derecha comenzó a perder valor (De Benoist, A. (1998). Me considero de derecha y al mismo tiempo de izquierda. Hespérides, 6 (16-17), 671-696.‍De Benoist, 1998: 671-‍696). Hacía falta superar esa división y, si acaso, plantearse ser de izquierda dentro de la derecha o de derecha dentro de la izquierda (Germinario, F. (2002). La destra degli dei. Torino: Bollati Boringheri. ‍Germinario, 2002: 21). El mismo De Benoist decía estar en la derecha pero no ser de derecha (De Benoist, A. (1983). Destra: la vecchia e la nuova. En Le idee a posto. Napoli: Akropolis.‍De Benoist, 1983: 69). En Italia, en esos mismos años, también hubo quien, como Giano Accame, creía que el neofascismo «no podía ser ni de derecha ni de izquierda, ya que recibía influencias por ambos bandos» (Accame, G. (1990). Fascismo immenso e rosso. Roma: Settimo Sigillo.‍Accame, 1990: 42).

La nouvelle droite, por lo tanto, reelaboró temáticas de izquierdas con perspectivas de derechas. Gramsci, por ejemplo, cuya idea de que una parte importante de la lucha política era la pugna por la hegemonía cultural, se empezó a interpretar «desde la derecha». También hacía falta despojar a la cultura neofascista del sentido de culpabilidad que la perseguía desde el final de la guerra y que la encerraba en un exilio obligado en constante necesidad de ponerse a la defensiva. De Benoist consideraba que así como los partidarios del socialismo no se sentían culpables por los crímenes que en nombre de esa ideología se habían cometido, tampoco quienes se profesaban de derecha, y siendo contrarios a cualquier deseo totalitario, debían sentirse culpables por algo que había ocurrido en un pasado ya lejano (De Benoist, A. (1983). Destra: la vecchia e la nuova. En Le idee a posto. Napoli: Akropolis.‍De Benoist, 1983: 62-‍63).

En Italia fue Marco Tarchi quien difundió el ideario de la nouvelle droite (Tarchi, M. (1980). Italie: une Nouvelle Droite pour aller loin. Totalité, 11, 37-46.‍Tarchi, 1980: 37-‍46). Él, junto con Alfonso Ughi, fundó, en 1974, la revista La Voce della Fogna (La Voz de la Alcantarilla), que daba voz a los militantes de la izquierda missina en contraste con los dictámenes del partido. El tono guasón de esa publicación y sus páginas repletas de viñetas satíricas y de artículos pícaros revolucionó la manera de comunicar de una parte del neofascismo juvenil italiano. A los comunistas que les insultaban diciendo que eran unas ratas y que tenían que quedarse en las alcantarillas, respondían con ironía, empezando ya por el nombre de esa publicación, que jugaba con esa ofensa.

La nuova destra italiana, cada vez más alejada del Movimento Sociale Italiano e incluso de su ala más progresista, forjó una parte importante de su estructura en la importancia de la metapolítica (Proviamola nuova. Atti del seminario «Ipotesi e strategia per una nuova destra», Proviamola nuova. Atti del seminario «Ipotesi e strategia per una nuova destra» (1980). Roma: Libreria Editrice Europa.‍1980). Se incluyeron, por tanto, nuevas formas de hacer política, como la creación de radios independientes

Las radios independientes de derecha llegaron a ser más de noventa en los años setenta y fueron esenciales para que el neofascismo saliera del gueto.

‍[8]
, los tebeos, las revistas, las referencias literarias (a Tolkien, por ejemplo) o los conciertos de grupos de música alternativa (tal y como se definía ese tipo de música ligada a la tradición neofascista). Se comenzó a hablar de ecología, de derechos sociales, del peligro de la energía nuclear, de la liberalización de las drogas, de la revolución sexual (Tarchi, M. (1979). Sexualité et comportement. Rebis. Révolution sexuelle et tradition, 3, 30-37.‍Tarchi, 1979: 30-‍37; Tomassini, V. (1978). Homme fémenin et femme virile. Totalité, 6, 61-65.‍Tomassini, 1978: 61-‍64) y, sobre todo, se promovieron políticas y actividades cautivadoras para los jóvenes.

El antiigualitarismo, la oposición al espíritu burgués, el antiamericanismo y el rechazo al enfrentamiento con la extrema izquierda eran otras de las características de esa nueva derecha. La presencia de un intelectual comunista del calibre de Massimo Cacciari en algunos de los congresos organizados por la nuova destra (en los que solían participar también Alain De Benoist y Guillame Faye) demuestra cómo las relaciones entre jóvenes neofascistas y una parte de las juventudes comunistas estaban cambiando. Emblemático fue el congreso de 1981, cuyas actas se recogieron bajo el nombre de Más allá de la izquierda y de la derecha. Tarchi, en esa ocasión, animó a «salir del túnel del fascismo» para abrirse a la sociedad actual de manera activa y orgullosa (Tarantino, G. (2011). Da Giovane Europa ai Campi Hobbit. Napoli: Controcorrente.‍Tarantino, 2011: 145-‍151).

Se llegó a utilizar la expresión de «fascistas en camisa roja» para definir a estos neofascistas sui generis, cada vez menos nostálgicos del fascismo tradicional y cada vez más proyectados en la sociedad en la que vivían (Galli, G. (1979). I fascisti in camicia rossa. La Repubblica, 16-1-1979.‍Galli, 1979).

Uno de los principales símbolos de ese cambio fueron los Campos Hobbit, un encuentro anual, celebrado entre 1977 y 1981 en diferentes localidades del centro de Italia, conformado por actividades lúdicas que incluían conciertos de música alternativa

Con el término música alternativa se identifican aquellos grupos o cantautores cuyos textos retomaban la tradición del fascismo o, más en general, se colocaban en el ámbito de la derecha radical. En los años noventa se comenzó a hablar de rock identitario. En la actualidad, la música sigue siendo un factor importante de cohesión del entorno de la derecha nostálgica y se suele definir como «música no conforme».

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, ecologismo, tareas al aire libre, pero también debates culturales, conferencias y reflexiones autocríticas sobre algunas actitudes neofascistas consideradas ya obsoletas y triviales (Ignazi, P. (1994). Postfascisti? Bologna: Il Mulino. ‍Ignazi, 1994: 56). Con los Campos Hobbit, el neofascismo juvenil tenía la intención de despojarse de aquella imagen rancia y con «olor acre a gueto» (Tarchi, M. (2010). La rivoluzione impossibile. Firenze: Vallecchi.‍Tarchi: 2010: 55) para darle un toque más actual, fresco y cautivador, especialmente para las nuevas generaciones.

VI. FASCISTAS DEL TERCER MILENIO[Subir]

El abandono de ese sabor agrio a derrota que había caracterizado el neofascismo ya a partir del final de la guerra, la salida del gueto, la toma de conciencia de que se había acabado el victimismo, el espíritu de los Campos Hobbit, la metapolítica, los dictámenes de la nuova destra italiana y de la nouvelle droite francesa son algunas de las características fundacionales de CasaPound Italia (Di Nunzio, D. y Toscano, E. (2011). Dentro e fuori CasaPound. Roma: Armando Editore. ‍Di Nunzio y Toscano, 2011: 28). A ellas hay que añadir el legado de organizaciones extraparlamentarias neofascistas italianas de los setenta, de entre las cuales destaca Terza Posizione. De hecho, si uno de sus fundadores, Roberto Fiore, creó en 1997 Forza Nuova —partido político con marcados acentos xenófobos, nacionalistas y tradicionalistas católicos, vinculado a la cultura skinhead y a los grupos radicales del fútbol—, el otro, Gabriele Adinolfi (Adinolfi, G. (2008). Sorpasso neuronico. Il prolungato omega della destra radicale e i vaghi bagliori dell’alfa. Disponible en: http://www.gabrieleadinolfi.it/Sorpassoneuronico.pdf‍2008), fue uno de los promotores de CasaPound Italia.

Otro de los principales impulsores del proyecto CasaPound Italia es Gianluca Iannone, líder del grupo musical ZetaZeroAlfa y propietario del pub Cutty Sark en Roma, lugar de congregación de los fundadores de lo que, al principio, no fue más que un movimiento de ultraderecha. En 2002, esos militantes ocuparon un edificio en las afueras de Roma rebautizándolo con el nombre de Casa Montag, como el protagonista de la novela distópica de Ray Bradbury Fahrenheit 451, y acondicionándolo para ser utilizado como centro de congregación. Un año más tarde, en 2003, a dos pasos de la estación Termini de Roma, en el número 8 de la calle Napoleón III, se instaló la sede actual de CasaPound Italia, como consecuencia de otra ocupación de un edificio abandonado. Como símbolo se eligió la tortuga, animal que lleva siempre consigo su casa. Es el derecho a la vivienda uno de los principales objetivos de las luchas de CasaPound Italia, por lo menos en su fase inicial.

En 2008, al constituirse como «asociación de promoción social», se inauguró de manera oficial CasaPound Italia. Hasta entonces, sus militantes habían confluido en las filas de la Fiamma Tricolore, partido sucesor del Movimento Sociale Italiano. Sin embargo, a partir de ese momento emprendieron un camino político autónomo. Siguieron años de aperturas de nuevas sedes en diferentes lugares del país, de debates, de manifestaciones, de enfrentamientos (a veces violentos) con militantes de la extrema izquierda, de ocupaciones de edificios abandonados con el objetivo de redistribuir las viviendas a familias (casi exclusivamente italianas) necesitadas. A partir de 2012, aprovechando la crisis por la que estaba pasando el centro-derecha tras la renuncia de Berlusconi, los militantes de CasaPound Italia comenzaron a organizarse para dar el salto a las urnas. Por un lado, intentaron aprovechar el descontento de algunos votantes de Alleanza Nazionale, los cuales vieron como su partido en las elecciones de 2008 se había fusionado con Forza Italia en Il Popolo delle Libertà. En su día una experiencia sin duda exitosa, pero que con el paso del tiempo se fue desgastando. Tanto es así que no tardó en aflorar la decepción de quienes consideraban la confluencia con el partido de Silvio Berlusconi como un intento falaz de acercarse al centro, renunciando a su verdadero pedigrí político. Por otra parte, el triunfo de Gianni Alemanno en las elecciones a la alcaldía de Roma ese mismo año 2008, fue un aliciente más para que los militantes de CasaPound Italia emprendieran el camino a las urnas. Alemanno pertenecía al ala derecha de Alleanza Nazionale y, más tarde, fundó del Movimento Nazionale per la Sovranità, que confluyó a finales de 2019 en Fratelli d’Italia (Rosati, E. (2018). CasaPound Italia. Fascisti del terzo milenio. Milano: Mimesis.‍Rosati, 2018: 58-‍59). Fue así que en 2013 CasaPound Italia en las elecciones regionales del Lacio logró el 0,8 %, en las votaciones para el ayuntamiento de Roma sacó el 0,6 %, y en las elecciones generales obtuvo el 0,14 % de los votos.

Pronto su secretario, Simone Di Stefano, entendió que correr en solitario no le iba a aportar los resultados esperados. En diciembre de ese año se celebraron las primarias de la Lega Nord. Matteo Salvini arrasó con el 82 % de los votos frente al antiguo líder y fundador del partido, Umberto Bossi. En ese momento, cuando Matteo Salvini se disponía a conquistar la galaxia del centro-derecha, los de CasaPound Italia se acercaron a él, brindándole apoyo. En octubre de 2014, bajo el lema «Stop invasión», la Lega Nord organizó una manifestación para protestar contra la inmigración indiscriminada y proponiendo «suspender el tratado de Schengen». Un centenar de miembros de CasaPound Italia acudieron con sus banderas. El 19 de diciembre Matteo Salvini creó el movimiento Noi con Salvini (Nosotros con Salvini), cuyo objetivo era extender la influencia de su partido, profundamente territorial, también al centro-sur, convirtiéndolo en una fuerza nacional y sacándolo de ese discurso independentista que lo había caracterizado desde su fundación. El 28 de febrero de 2015 organizó una manifestación en Roma en oposición al Gobierno presidido por Matteo Renzi. El líder de CasaPound Italia brindó oficialmente apoyo a Salvini (Brusini, M. (2015). Sovranità: l’associazione politico culturale di Casa Pound che appoggia Matteo Salvini. Huffington Post, 13-1-2015. Disponible en: https://bit.ly/3epriLf‍Brusini, 2015; Rosati, E. (2018). CasaPound Italia. Fascisti del terzo milenio. Milano: Mimesis.‍Rosati, 2018: 86). Desde el escenario, presentó la candidatura electoral de su partido, que iba a concurrir a las elecciones regionales bajo el nombre de Sovranità (Soberanía) y que, en algunas circunscripciones, lo iba a hacer junto con la Lega Nord.

Los resultados de esas elecciones, realizadas en primavera, fueron positivos únicamente en Lamezia Terme, donde la lista de CPI superó el 6 % de los votos. Mismo resultado, un año después, en Bolzano. Poco para que ese connubio sobreviviera. Salvini volvió a orientar su partido hacia una coalición de centro-derecha con Silvio Berlusconi (líder de Forza Italia) y Giorgia Meloni (secretaría del partido conservador Fratelli d’Italia), así que, CasaPound Italia emprendió un camino autónomo. Sin embargo, los vínculos entre CPI y Salvini no desaparecieron. No parece algo meramente anecdótico que cuando este, en 2018, siendo ya ministro del Interior, se presentó en el Estadio Olímpico de Roma para presenciar a la final de la Copa de Italia de fútbol entre Juventus y Milán (su equipo) luciera un polo de Pivert, la marca propiedad de un militante de CasaPound Italia, muy en boga entre sus miembros. Tampoco es casualidad que la editorial de CPI, Altaforte, haya publicado el libro-entrevista Io sono Matteo Salvini.

A todo lo descrito hasta ahora hay que añadir el acercamiento casi natural de los votantes de CasaPound Italia a Salvini. Analizando el programa electoral que la Lega presentó antes de las elecciones de 2018 (Salvini Premier (2018). La rivoluzione del buonsenso. Elezioni 2018, Programa di Governo. Disponible en: https://issuu.com/bastaeuro/docs/programma_lega-2‍Salvini Premier, 2018) podemos vislumbrar unas cuantas similitudes con el de CPI (CasaPound Italia (2018). Una Nazione (Programma politico 2018). Disponible en: https://www.docdroid.net/gaEvM6k/programma-casapound.pdf‍CasaPound Italia, 2018). Destacaban, por ejemplo, unos planteamientos de regularización de los flujos migratorios, de modificación del estatus de refugiado, así como la propuesta de reato de inmigración irregular y la propuesta de ayudar a los inmigrantes en su país de origen. Sobre Europa el discurso de Salvini era muy crítico, aunque sin pretensiones de abandonar de inmediato la Unión Europea, tal y como proponían Simone Di Stefano y los suyos. La Lega apoyaba la Europa de los pueblos, pero planteaba volver a los acuerdos anteriores a Maastricht. Acusaba la Unión Europea de mermar la soberanía nacional italiana y consideraba el euro como «la principal causa de nuestro declino económico». El líder de la Lega también exigía el respeto de hasta tres tipos de soberanías: la soberanía monetaria y económica, la soberanía territorial y la soberanía legislativa. La apertura a Rusia, ya presente en el programa de CPI, es propuesta por Salvini también, aunque este mantiene (y en esto se aleja de los fascistas del tercer milenio) «la alianza privilegiada con los Estados Unidos». La separación entre los «bancos comerciales y los bancos de inversión financiera» está presente en los programas de ambos partidos, así como las propuestas de ayudas para las familias tradicionales y las medidas de fomento de la natalidad.

Ya como ministro del Interior, Salvini radicalizó aun más su discurso antiinmigración, proponiendo el decreto sicurezza, un decreto ley que de facto agudizaba las medidas en contra de los rescates realizados por las ONG en el Mediterráneo, y que fue aprobado por el Gobierno Conte I con el visto bueno de la Lega y Movimento 5 Stelle, la abstención de los demás partidos de la derecha y el rechazo la izquierda.

A pesar de todos estos vínculos con la Lega de Salvini, CasaPound Italia siguió su carrera política en solitario, cosechando algunos resultados destacables: en las elecciones administrativas de 2017 logró el 7,48 % en Lucca (ciudad tradicionalmente de izquierda) y el 9 % en Ostia, en las afueras de Roma. Esos éxitos aumentaron las expectativas para las elecciones generales del 4 de marzo de 2018, a pesar de que los sondeos, a poco menos de un mes de la consulta electoral, dieran al candidato de CasaPound Italia, Simone Di Stefano, menos de un punto ‍[10]. El resultado fue decepcionante, obteniendo el 0,9 %, muy lejos del 3 % que les iba a permitir entrar en el Parlamento. Tras las elecciones europeas de 2019 y el decepcionante 0,3 % obtenido, Gianluca Iannone declaró terminada la experiencia electoral de CPI, que volvía a sus orígenes, reestructurándose como movimiento y abandonando futuras pretensiones electorales. Aún así, hay que destacar que el 19 de octubre de 2019 CasaPound Italia participó en la manifestación organizada por la Lega en Roma, y en la cual la derecha se presentaba unida para expresar su descontento contra el Gobierno Conte II. Sin embargo, su presencia levantó críticas por parte de algunos miembros de Forza Italia, quienes prefirieron no acudir al evento.

VII. EL IMPRINTING IDEOLÓGICO DE CASAPOUND ITALIA[Subir]

CasaPound Italia es un movimiento aconfesional, neofascista, de carácter anticapitalista, contrario al liberalismo económico (Veneziani, M. (2018). Conversazione con Marcello Venziani. En G. Barbera (comp.). Idee viventi. Il pensiero filosófico in Italia oggi (pp. 97-109). Milano: Mimesis. ‍Veneziani, 2018: 99), a la globalización y a todo intento de homologación de las diferencias culturales (Di Nunzio, D. y Toscano, E. (2011). Dentro e fuori CasaPound. Roma: Armando Editore. ‍Di Nunzio y Toscano, 2011: 45-‍51), con toque populista ‍[11](Scianca, A. (2018). La nazione fatidica. Roma: Altaforte. ‍Scianca, 2018: 153 y ss.), favorables a políticas sociales (exclusivamente de apoyo a ciudadanos italianos) y nostálgicos del pasado de Italia, interpretado como edad dorada de la nación. Retomando los dictámenes de la nouvelle droite de De Benoist, y abandonado todo tipo de cuestión de inferioridad racial, se plantean cuestiones de incompatibilidad entre culturas, las cuales chocan entre ellas como reacción al intento de homologarlas (Cammelli, M. G. (2015). Fascisti del terzo millenio. Verona: Ombre Corte. ‍Cammelli, 2015: 47). Valorar las diferencias entre pueblos y etnias no hace que unos sean superiores a otros, sino que sean «simplemente diferentes» (Scianca, A. (2016). L’identità sacra. Déi, popoli e luoghi al tempo della Grande Sostituzione. Milano: AGA.‍Scianca, 2016: 19).

Renaud Camus es un autor particularmente apreciado, del cual se rescata la teoría sobre la «gran sustitución», ese fenómeno organizado por la élites económicas, vinculado a la emigración masiva y la crisis demográfica, que provocará que otra etnia sustituya a la existente en un determinado lugar —en el mundo Occidental en general, en Europa en particular (en Scianca, A. (2016). L’identità sacra. Déi, popoli e luoghi al tempo della Grande Sostituzione. Milano: AGA.‍Scianca, 2016: 20)—.

Las influencias del fascismo originario en sus vertientes inicial y final (como vimos al principio de este artículo) se suman a las del neofascismo social de los setenta y ochenta. Sin embargo, los militantes de CasaPound Italia prefieren autodefinirse —y lo hacen con orgullo y sin tapujos— fascistas del tercer milenio o derecha no conforme, abandonando, por lo tanto, esa visión victimista de antaño, ese nihilismo autodestructivo, esa sensación de soledad, esa exasperación y esa búsqueda de la muerte. Los jóvenes fallecidos de los setenta ya no son «la buena conciencia ni la justificación» (Adinolfi, G. (2018). Acca Larentia e quella «gioiosa tragedia». Il Primato Nazionale, enero.‍Adinolfi, 2018: 6-‍7). Lo que se valora es el hic et nunc, el aquí y ahora. Al pasado hay que mirarlo con respeto, pero nunca con nostalgia decadente.

Hay un cierto interés sobre la izquierda social fascista y la tradición vanguardista de posguerra. Adriano Sciancia, uno de los principales ideólogos del movimiento-partido, explica que «después del 1945 se preserva todo lo que se ha impregnado del espíritu revolucionario mussoliniano y se desecha todo lo que lo traicionó» (Scianca, A. (2011). Riprendersi tutto. Le parole di CasaPound: 40 concetti per una rivoluzione in atto. Cusano Milanino: Società Editrice Barbarossa.‍Scianca, 2011: 97). La tradición popular neofascista es respetada por la entrega de sus militantes de base, pero criticada por su actitud a menudo «caricaturesca, nostálgica y ridícula». Es en la vanguardia en lo que los miembros de CPI se inspiran. Toman como legado:

Toda la tradición rebelde que atraviesa toda la historia de la derecha italiana. Un hilo rojo que se desenredó más allá de la derecha oficial y a pesar de ella. Es la tradición tercerista que va de L’Orologio a Lotta di Popolo a Terza Posizione y obviamente incluye a aquellos militantes de derecha que el 1 de marzo de 1968 lucharon juntos con sus coetáneos de izquierda en la mítica batalla de Valle Giulia

Se trata del famoso episodio en el cual, en pleno bullicio del Movimiento del 68, estudiantes de extrema izquierda y neofascistas se enfrentaron conjuntamente a la policía en el interior del campus de arquitectura de la universidad de Roma (situado en la zona de Valle Giulia). Fue el primero, y prácticamente uno de los últimos momentos de colaboración entre ambos bandos, y se convirtió en uno de los actos finales de la presencia neofascista en el 68. La «pérdida del 68» fue interpretada por muchos jóvenes neofascistas como un error generacional y una ocasión fallida.

‍[12]
. Son las fascinaciones nacionalrevolucionarias inspiradas en Jeune Europe y en la nouvelle droite. Son las agitaciones heréticas maduradas incluso dentro del Movimento Sociale por las provocaciones de Beppe Niccolai y Giano Accame, pasando por aquellos sectores juveniles y movimentistas que actuaron siempre de manera autónoma con respecto al partido […] es el rigor de la cultura de Adriano Romualdi, de Giorgio Locchi y de una derecha radical de corte tradicional y revolucionario. Son aquellas asociaciones de los veteranos de la República Social Italiana […] son los promotores de las revistas no conformes, heréticas y brillantes… (Scianca, A. (2011). Riprendersi tutto. Le parole di CasaPound: 40 concetti per una rivoluzione in atto. Cusano Milanino: Società Editrice Barbarossa.‍Scianca, 2011: 97-‍98).

CasaPound Italia siguió el recorrido común en casi todos los movimientos sociales, que nacen como sistemas de relaciones informales entre una pluralidad de individuos o unas organizaciones y acaban organizándose en un partido político tradicionalmente estructurado (Della Porta, D. y Dini, M. (1997). I movimenti sociali. Roma: Carocci. ‍Della Porta y Dini, 1997). Su organización interna es jerárquica y centralizada (Albanese, M., Bulli, G., Gattinara, P. C. y Froio, C. (2014). Fascisti di un altro millenio? Catania: Gruppo Editoriale Bonanno.‍Albanese et al., 2014: 35), conformada por un secretario general, Simone Di Stefano, y un presidente, Gianluca Iannone, las dos caras políticas más visibles.

Por el nombre de la organización, queda claro que un referente fundamental es el poeta norteamericano Ezra Pound. Esta referencia tiene que ver con el canto cuarenta y cinco de su obra Cantos, en el cual se denuncia la especulación bancaria, barrera primordial para que todo el mundo tenga una vivienda digna. En el programa de CPI se hace hincapié en el derecho a poseer una casa en propiedad, financiada a través de una hipoteca social, propuesta idéntica a la que aparece en el punto número quince del Manifiesto de Verona de la República Social Italiana. De la construcción de las viviendas tendría que hacerse cargo el Estado y luego venderlas (que no alquilarlas) a las familias más necesitadas a precio de coste, con pagos mensuales no superiores a una quinta parte de los ingresos del comprador. Se eliminarían, por lo tanto, las hipotecas bancarias. Los bancos, así como las multinacionales, son uno de los principales enemigos de CPI. Además, la edilicia pública tendría que inspirarse en las obras del fascismo italiano, para «borrar los horrores pseudoarquitectónicos en estilo soviético realizados por constructores democratacristianos y arquitectos comunistas con el objetivo de mortificar al ser humano, creando malcontento y guetizando» (CasaPound Italia (2018). Una Nazione (Programma politico 2018). Disponible en: https://www.docdroid.net/gaEvM6k/programma-casapound.pdf‍CasaPound Italia, 2018).

CasaPound Italia lleva a cabo acciones de ayuda social (como la distribución de medicamentos o de alimentos), sobre todo en zonas periféricas de las ciudades en las cuales tienen su sede. Es allí, como afirma Germinario (Germinario, F. (2018). CasaPound. La destra proletaria e la «Comunità di lotta». Trieste: Asterios Editore.‍2018: 3), «donde se encuentra el sujeto político dispuesto a asumir posiciones antagónicas que mayormente se siente atraído por los fascistas del tercer milenio». El centro, como punto neurálgico del poder y de la economía, ya no es capaz de satisfacer las exigencias de la periferia. La lejanía entre ambos polos es insalvable, así que otros tendrán que proporcionar el bienestar en las zonas más marginales. Cuando existía el Movimento Sociale Italiano, partido cuyo electorado también estaba presente entre las masas populares de las periferias, su labor se veía fuertemente contrastada por la intervención, en los mismos sectores sociales, de los partidos antifascistas (especialmente del Partito Comunista Italiano). Hoy, la izquierda ha ido menguando en esas áreas. Ahora son los partidos antiestablishment los más votados en las zonas periféricas. Por otra parte, CasaPound atrae consensos de manera transversal, especialmente entre los más jóvenes (es importante su presencia entre los estudiantes), pero también en la franja de edad que va de los 30 a los 45 años.

Un elemento muy a tener en cuenta de CasaPound Italia es su planteamiento metapolítico. La música, ya desde el neofascismo de los setenta, ha constituido un enganche importante entre los jóvenes de esa área ideológica. La sonoridad ha ido abandonado el estridente sonido de la guitarra acústica de grupos o cantautores como Massimo Morsello, La compagnia dell’anello, ZPM, Amici del vento, pasando a géneros menos depresivos y más cautivadores para los jóvenes como el street-punk, el oi!, el hardcore, el pop-punk o el rap alternativo. La música para los militantes de CPI es un elemento central e identitario, un medio de cohesión y de unidad. Los tatuajes también son un signo de identidad, un símbolo de pertenencia al movimiento. Suelen ser muchos, tradicionales, a menudo con simbologías de CasaPound o del fascismo, así como del imaginario figurativo de la derecha radical como veleros, puñales, calaveras, golondrinas. La indumentaria se podría definir como post-skinhead, vinculada al mundo casual de los aficionados radicales del fútbol. La adhesión a CasaPound Italia es vivida como «una experiencia existencial» (Cammelli, M. G. (2015). Fascisti del terzo millenio. Verona: Ombre Corte. ‍Cammelli, 2015: 92) en la cual prevalece el pensamiento mítico al reflexivo. Las pasiones y el mito (de soreliana memoria) toman un lugar preponderante en el fascismo del tercer milenio, así como lo hacían entre los neofascistas del pasado. La violencia, siempre siguiendo a Sorel, es el instrumento más adecuado para transformar el mito en acción. En CPI, a pesar de que se hayan verificado agresiones, incluso graves (Berizzi, P. (2018). Nazitalia. Milano: Baldini e Castoldi. ‍Berizzi, 2018: 221 y ss.; Giraud, P. N. (2015). L’homme inutile. Une économie politique du populisme. Paris: Odile Jacob. ‍Giraud, 2015), y de que la relación de sus militantes con la violencia sea bastante ambigua y contradictoria, es difícil vincular su uso a un esquema político premeditado. A menudo, se invoca la necesidad de una violencia defensiva, para proteger un espacio constantemente hostigado por los grupos contrarios. La violencia como protección, pero también para preservar el respeto y el honor.

Siguiendo con los elementos metapolíticos, CasaPound Italia posee una marca de ropa propia (Pivert), una revista (Il Primato Nazionale), un periódico online (ilprimatonazionale.it), una radio (Radio Bandiera Nera, RBN), una editorial (Altaforte)

Altaforte en su página web ha querido dar visibilidad a otras editoriales del área no conforme (AGA Edizioni, Ferrogallico, Passaggio al Bosco, Idrovolante, Novantico, Ecclettica, Bietti, Gingko, Ritter, Aspis).

‍[13]
, una asociación estudiantil (Blocco Studentesco), una asociación ecologista (La foresta che avanza) y un sello discográfico (Rupe Tarpea). Es muy activa en las redes sociales, aunque ha tenido varios problemas con Facebook para mantener abierta su página. Adriano Scianca, director de Il Primato Nazionale y, como vimos, uno de los mayores ideólogos del grupo, también es una firma recurrente de La Verità. Por su parte, el subdirector de La Verità, Francesco Borgonovo, publica también en Il Primato Nazionale. Otra cabeza pensante, probablemente la más mediática, es el filósofo Diego Fusaro, «intelectual disidente y no alineado», tal y como ama definirse, autor de la sección «La ragion populista» (título que alude a la obra homónima, La razón populista, de Ernesto Laclau) en Il Primato Nazionale.

Las referencias culturales de CasaPound Italia se pueden encontrar escritas en las paredes de su sede de Roma. Allí aparece el nombre de 88

El número 88 en la tradición neonazi tiene un significado bien preciso: se refiere a la octava letra del alfabeto, la H, que representa el saludo hitleriano, «Heil Hitler».

‍[14]
intelectuales o referentes tan heterogéneos como, entre otros, Homero, Majakovskij, Von Clawsewitz, Orwell, Coelho, Bradbury, Saint Exupery, Balla, Platón, Fante, Pessoa, Sun Tzu, Heráclito, Ian Stuart, Guénon, Codreanu, Lucio Battisti, Marinetti, Wagner, Céline, Eliot, Evita, Bombacci, Tolkien, Degrelle, De Lempicka, Sorel, Yeats, Massud, Jünger, Dante, Stirner, Brasillach, Ledesma Ramos, Mussolini, Jerónimo y, obviamente, Pound.

En la sede de la calle Napoleón III de Roma se suelen llevar a cabo encuentros y debates. Al margen de invitados vinculados al neofascismo, destaca la participación de tertulianos como la hija de Bettino Craxi, Stefania; el exterrorista de las Brigadas Rojas Valerio Morucci; Marcello Dell’Utri, antiguo colaborador de Berlusconi, condenado por vinculaciones con la mafia, o Paola Concia, exdiputada del Partido Democrático, defensora de los derechos del colectivo LGTB.

VIII. LOS PROGRAMAS POLÍTICOS DE CPI[Subir]

La evolución programática de CasaPound Italia no ha sido demasiado voluble. Eso se debe a su corta existencia, al reducido debate interno dentro del movimiento y a sus ideas dogmáticas.

En el programa de 2013 destacaba una visión de una Europa soberana, autárquica, basada en «un mercado interno propio», que no abandonara «a los trabajadores europeos a la competencia de países cuya población no disfruta de las mismas tutelas, horarios de trabajo y salarios» que los nuestros. Se exigía la «creación de un comando estratégico europeo para el desarrollo de una defensa militar autónoma de Europa en sustitución de la OTAN»

En el programa de CPI se deja bien claro que la «política autárquica integrada en el área europea» mantendrá un «contacto privilegiado con la Federación Rusa».

‍[15]
. También se aborrecía el individualismo, sustituido por la necesidad de «volver a una unidad moral, política y económica que ha de realizarse integralmente en el Estado». Por lo tanto, «individuos y grupos tienen que ser pensados como parte del Estado». La identidad no se concibe como un hecho individual, sino colectivo, tanto es así que solo la pertenencia a la comunidad dignifica al individuo.

Los bancos, la sanidad, la instrucción (se proponía la adopción de un libro único por cada asignatura escogido por una comisión formada por estudiantes y docentes) debían ser públicos y financiados por el Estado. Los recursos naturales como el gas y el agua tenían que ser nacionalizados, así como los transportes y las telecomunicaciones.

Se proponía una «colaboración activa (cultural y económica) con América Latina», el «restablecimiento de la geopolítica de los años treinta hacia el Mediterráneo y el océano Índico» y la apertura «de la cooperación con el Este». Se impulsaban también medidas de «participación de los trabajadores en la gestión y en los beneficios de las empresas», así como ayudas para las familias que querían tener hijos (obtención de inmediato de una vivienda, reducción del horario de trabajo sin que ello repercutiera en el salario, asistencia pediátrica gratuita y la creación de un Ente de Maternidad e Infancia que brindara apoyo a las nuevas madres). También se proponía la «eliminación de los privilegios fiscales para la Iglesia católica», el «bloqueo de los flujos migratorios», la «suspensión de los acuerdos de Schengen», una tasación progresiva para las rentas y una mayor tasación de los grandes bienes inmuebles de las empresas, así como la «sustitución del Senado por una Cámara del Trabajo para garantizar la representatividad armónica de todas las categorías productivas» en clave corporativa (CasaPound Italia (2013). Elezioni Camera e Senato 2013. Programma político CasaPound Italia. Disponible en: https://bit.ly/2YrOlzq‍CasaPound Italia, 2013).

En el programa de las elecciones generales de 2018 (CasaPound Italia (2018). Una Nazione (Programma politico 2018). Disponible en: https://www.docdroid.net/gaEvM6k/programma-casapound.pdf‍CasaPound Italia, 2018) las mayores novedades se centraron en la propuesta de «abandonar el euro en favor de una moneda soberana italiana» y en la «salida de Italia de la Unión Europea». Europa, por lo tanto, perdía su atractivo político (que no cultural), convirtiéndose en la gran decepción para el área neofascista que, como vimos, en el pasado fue uno de los objetivos primordiales para la derecha radical. Ahora se convertía en el obstáculo que limitaba la soberanía italiana. Se afirmaba, además, que «el Estado tiene el deber de ocuparse primero de sus ciudadanos». Por tanto, se proponían políticas proteccionistas que se resolvían en el lema «primero los italianos». Al ius soli, así como a «cualquier automatismo en la obtención de la ciudadanía», se anteponía el ius sanguinis. Se mantenía (endureciéndolo) el bloqueo inmediato de todo tipo de flujo migratorio, «regular e irregular», hasta concluir la repatriación de todos aquellos inmigrantes que «se encuentran en Italia de forma ilegal» o de aquellos «extranjeros que se encuentran en Italia sin medios propios de supervivencia». La oposición a la inmigración se justificaba como rechazo a una mano de obra barata, a aquellos «nuevos esclavos», fundamentales para promover una economía neoesclavista de «oligarcas que fomentan una lucha entre pobres» y que facilitan «dinámicas multirracistas (sic.)».

IX. CONCLUSIONES[Subir]

El análisis realizado en estas páginas sobre el movimiento CasaPound Italia nos ha llevado a detectar los vínculos ideológicos y programáticos con el fascismo tradicional de la época mussoliniana y con el neofascismo surgido en Italia una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Quedan aclaradas las influencias del protofascismo representado por los Fasci Italiani di Combattimento y del postfascismo republicano. En ambos casos son los dictámenes de una actitud nacional-revolucionaria y las políticas sociales lo que más atrae a CasaPound Italia. El derecho a una vivienda, la eliminación de los privilegios fiscales para la Iglesia católica, la nacionalización de los recursos naturales, el mantenimiento de la propiedad privada, pero con una fuerte presencia del Estado, y una tasación progresiva son solo algunos ejemplos. A eso se añaden planteamientos como el apoyo a la familia tradicional, el rechazo al aborto, la oposición a la especulación bancaria, la soberanía nacional, el bloqueo de los flujos de inmigrantes, el ius sanguinis, la suspensión de los acuerdos de Schengen, la salida del euro y el abandono de la OTAN, así como de la Unión Europea. Una Europa que mantiene su atractivo cultural, pero pierde su eficacia política unitaria, gran decepción para toda la tradición neofascista italiana que siempre la ha promovido como alternativa a los bloques comunista y capitalista.

Del neofascismo se rescatan aquellas ideas que no comulgaban con el Movimento Sociale Italiano, ya que se oponían a su actitud trasnochada y reformista. El legado metapolítico de la nouvelle droite francesa, así como de su vertiente italiana encarnada por la nuova destra y de los Campos Hobbit, es evidente y fundamental para el conseguimiento de unidad y cohesión. La música, las revistas, los programas radiofónicos, la indumentaria, los tatuajes, la editorial y el sello discográfico contribuyen de manera efectiva a que la militancia en CasaPound Italia, más que una experiencia política, sea una experiencia existencial. Las influencias intelectuales provienen de referentes muy variados, algunos de los cuales, tal y como pasaba en algunos grupos disidentes del neofascismo de antaño, se suelen vincular más con la tradición de la izquierda que con la derecha. Aún así, el anticomunismo es una prerrogativa clara para los militantes de CasaPound Italia, los cuales también rechazan el liberalismo económico y el capitalismo.

De manera más específica, los militantes de CPI han abandonado el gueto en el que se había encerrado el neofascismo italiano de posguerra y se han despojado de ese sabor agrio a derrota y del victimismo. Se presentan orgullosos de lucir una simbología neofascista y de autodefinirse como «fascistas del tercer milenio». Proponen una interpretación actualizada y moderna del fascismo sin, por otra parte, perder de vista la tradición, no solo la de la antigua Roma imperial, sino también la del Rinascimento o del Risorgimento y, más en general, todos los aspectos que reavivan el orgullo nacional, así como la defensa de las raíces culturales italianas. Esta actualización del fascismo, que incluye aspectos poco presentes en los demás partidos de ese mismo corte ideológico como, por ejemplo, el ecologismo, resulta especialmente atrayente entre las franjas más jóvenes.

En el aspecto político, CasaPound Italia quiso aprovechar el momento de reajuste de la derecha italiana que empezó en 2008, y que se agudizó especialmente durante los gobiernos Monti y Letta (entre noviembre de 2011 y febrero de 2014), para atraer a sus posibles votantes antes de que esa misma parcela electoral la coparan otras formaciones políticas, especialmente la Lega de Matteo Salvini gracias a su discurso soberanista y antiinmigración.

Las incursiones electorales de CPI fueron pocas. Se presentó tan solo dos veces en las generales, en 2013 y en 2018, cosechando unos resultados decepcionantes, por debajo del 1 %. Si un partido de corte neofascista al uso no se vio beneficiado, a pesar del periodo coyuntural favorable a planteamientos radicales, fue porque el descontento sobre el que se apoyaba (duras críticas a la Unión Europea, recuperación de la soberanía nacional, rechazo a la inmigración y a los dictámenes de la troika) fue aglutinado por el Movimento 5 Stelle, y, más tarde, por la Lega. Por tanto, el giro radical en Italia no se concretó hacia formaciones abiertamente neofascistas (tal y como sucedió en otros países europeos), sino hacia un partido que pasó de ser separatista a hipernacionalista con toques evidentes soberanistas y hacia otro que tiene ambiciones antisistema, a pesar de haber entrado plenamente en el sistema.

Como consecuencia de los malos resultados electorales, CPI decidió volver al pasado, renunciando a presentarse a futuras elecciones y manteniéndose exclusivamente como movimiento. Sin embargo, su coqueteo con la Lega de Salvini —directo hace unos años cuando secundó su candidatura y ahora solo externo— queda más que demostrado. Con la Lega comparte, sobre todo, el espíritu soberanista y el rechazo a la inmigración (escenificado en un enfrentamiento constante con las ONG activas en la acogida de inmigrantes). Es justamente Salvini hoy quien atrae el voto útil de potenciales votantes de CasaPound Italia. La presencia de un partido soberanista, que logró gobernar el país, hace que en Italia, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, el fenómeno de la derecha radical de corte neofascista sea muy limitado.

NOTAS[Subir]

[1]

Sobre la distinción entre extrema derecha y derecha radical nos atenemos a Mudde (Mudde, C. (2007). Populist Radical Right Parties in Europe. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511492037‍2007: 31), quien considera que los partidos de derecha radical (también definida como derecha radical populista) son «(nominalmente) democráticos, aunque se opongan a algunos valores fundamentales de las democracias liberales, mientras que la extrema derecha es en esencia antidemocrática, al oponerse al principio fundamental de la soberanía del pueblo».

[2]

No hay que olvidar a aquellos exfascistas (no pocos) que, tras el final de la guerra, se acercaron al sindicato comunista (CGIL) o directamente se afiliaron al Partito Comunista Italiano, atraídos por su planteamiento antiburgués y anticapitalista (Parlato, G. (2006). Fascisti senza Mussolini. Bologna: Il Mulino.‍Parlato, 2006: 20).

[3]

Tras un largo iter procesual, los ordinovistas Franco Freda y Giovanni Ventura fueron declarados responsables del atentado en el Banco Nacional de Agricultura de Milán, que se perpetró el 12 de diciembre de 1969. Un artefacto estalló y mató a diecisiete personas, mientras que decenas resultaron heridas. Al haber sido absueltos en un juicio anterior, y según el principio del ne bis in ídem, que prevé que nadie puede ser perseguido o condenado penalmente dos veces por la misma infracción, quedaron libres (Tobagi, B. (2019). Piazza Fontana. Il processo impossibile. Torino: Einaudi. ‍Tobagi, 2019: XV).

[4]

La apolitia para Evola no era la huida al bosque de Jünger, no era, como diría Evola mismo, ninguna forma de «abstencionismo práctico», sino «la distancia interior de la sociedad [en la que vivimos] y de sus valores» (Evola, J. (2004). Apolitia. Scritti sugli orientamenti esistenziali (1943-1973). Napoli: Controcorrente.‍Evola 2004).

[5]

Guénon criticaba el nulo conocimiento que en Occidente se tenía sobre Oriente. La manera errónea de abordar estudios «desde fuera», utilizando solamente una visión occidental (Sérant, P. (1977). René Guénon. París: Le Courier de Livres.‍Sérant, 1977: 62-‍63).

[6]

Jean Thiriart era belga y durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con las tropas nazis. Después de la contienda pasó unos años en prisión por colaboracionista. Su pensamiento estaba influenciado, entre otros, por Drieu la Rochelle.

[7]

El 68 italiano fue aglutinado en casi su totalidad por la extrema izquierda y el mundo católico juvenil. La derecha radical, tras un intento fallido de participar en las protestas, se vio expulsada de ellas por parte de los miembros de su propio partido, el Movimento Sociale Italiano, cuyos líderes hostigaron ese connubio entre izquierdistas y neofascistas. Sobre el descontento de aquellos jóvenes neofascistas véanse, por ejemplo, Baldoni y Provvisionato (Baldoni, A. y Provvisionato, S. (2003). A che punto è la notte? Firenze: Vallecchi.‍2003: 34), Amorese (Amorese, A. (2017). FUAN. Gli studenti nazionali tra piazze e atenei. Massa: Eclettica Edizioni.‍2017: 435 y ss.) y Re (Re, M. (2019). El movimiento del 68. La izquierda, la derecha y la violencia en Italia. En J. Avilés, J. M. Azcona y M. Re. Después del 68: la deriva terrorista en Occidente (pp. 415-438). Madrid: Silex.‍2019).

[8]

Las radios independientes de derecha llegaron a ser más de noventa en los años setenta y fueron esenciales para que el neofascismo saliera del gueto.

[9]

Con el término música alternativa se identifican aquellos grupos o cantautores cuyos textos retomaban la tradición del fascismo o, más en general, se colocaban en el ámbito de la derecha radical. En los años noventa se comenzó a hablar de rock identitario. En la actualidad, la música sigue siendo un factor importante de cohesión del entorno de la derecha nostálgica y se suele definir como «música no conforme».

[10]

Véanse los sondeos de Euromedia (0,8 %) y Piepoli (0,5 %) en Luigi Gavazzi (Gavazzi, L. (2018). Elezioni politiche 2018: sondaggi e previsioni seggi. Panorama, 16-2-2018. Disponible en: https://bit.ly/2NmQ6rv‍2018).

[11]

Sobre populismo y derecha radical hay cada vez más estudios. Algunos ejemplos son: Finchelstein (Finchelstein, F. (2019). Del fascismo al populismo en la historia. Barcelona: Taurus. ‍2019), Mudde y Rovira Kaltwasser (Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2017). Populism. A very short introduction. Oxford: Oxford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1093/actrade/9780190234874.001.0001‍2017), Mudde (Mudde, C. (2017). The Populist Radical Right. Oxon: Routledge. Disponible en: https://doi.org/10.4324/9781315514574‍2017), Tarchi (Tarchi, M. (2019). Anatomia del populismo. Milano: Diana Edizioni. ‍2019) y Bartlett et al. (Bartlett, J., Birdwell, J. y Froio, C. (2012). Populism in Europe: CasaPound. London: Demos. ‍2012). Sobre el concepto de neopopulismo véase Diamanti y Lazar (Diamanti, I. y Lazar, M. (2018). Popolocrazia. Roma; Bari: Laterza.‍2018).

[12]

Se trata del famoso episodio en el cual, en pleno bullicio del Movimiento del 68, estudiantes de extrema izquierda y neofascistas se enfrentaron conjuntamente a la policía en el interior del campus de arquitectura de la universidad de Roma (situado en la zona de Valle Giulia). Fue el primero, y prácticamente uno de los últimos momentos de colaboración entre ambos bandos, y se convirtió en uno de los actos finales de la presencia neofascista en el 68. La «pérdida del 68» fue interpretada por muchos jóvenes neofascistas como un error generacional y una ocasión fallida.

[13]

Altaforte en su página web ha querido dar visibilidad a otras editoriales del área no conforme (AGA Edizioni, Ferrogallico, Passaggio al Bosco, Idrovolante, Novantico, Ecclettica, Bietti, Gingko, Ritter, Aspis).

[14]

El número 88 en la tradición neonazi tiene un significado bien preciso: se refiere a la octava letra del alfabeto, la H, que representa el saludo hitleriano, «Heil Hitler».

[15]

En el programa de CPI se deja bien claro que la «política autárquica integrada en el área europea» mantendrá un «contacto privilegiado con la Federación Rusa».

Bibliografía[Subir]

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