RESUMEN
En el partido Vox ha existido desde su fundación un doble discurso. Por un lado, se ha destacado su carácter singular, tanto en las circunstancias que propician su existencia como en su idiosincrasia y planteamientos. Por otro lado, se ha ido afirmando e imponiendo un discurso que identifica como compartidos con otros partidos de derecha radical tanto su diagnóstico de las problemáticas que denuncia como las soluciones ofrecidas. Desde este planteamiento el partido ha desarrollado una amplia política de contactos y alianzas con otras formaciones. En este artículo se abordarán las influencias ejercidas por otras formaciones de derecha radical sobre un partido Vox en proceso de definición ideológica. Se argumentará asimismo que, una vez consolidado en el panorama político español, Vox ha centrado sus contactos en las formaciones con las que tiene un mayor grado de coincidencia en planteamientos considerados centrales desde el partido, abandonado una previa política escasamente selectiva al respecto. Se estudiarán de forma individualizada las referencias internacionales más intensas de Vox, en buena medida ordenadas por su creciente relevancia en ese sentido. Estos contactos y alianzas suponen en cualquier caso una colaboración meramente reactiva, centrada en propiciar que cada país pueda anteponer en toda cuestión su estricto interés nacional.
Palabras clave: Vox; derecha radical; nacionalismo; alianzas políticas; influencias políticas; valores conservadores; reacción cultural; democracia iliberal.
ABSTRACT
A double discourse has existed in Vox since its foundation. On the one hand, the party has enhanced its unique character, both in terms of the circumstances that justify its existence and to its idiosyncrasy and political aims. On the other hand, its identification with other radical right parties, both in the interpretation of the problems denounced and the solutions offered, has increasingly gained strength. Grounded on this perspective, the party has developed a broad policy of contacts and alliances with other parties. This article will address the influences exerted by other radical right formations on the process of ideological definition of Vox party. It will also be argued that, once consolidated in the Spanish political scene, Vox has focused its policy of contacts on the formations with which it has a higher level of coincidence in ideas considered central by the party, abandoning a previously less selective approach in this regard. The most intense international references of Vox will be studied individually, to a large extent ordered by their growing relevance in this regard. These contacts and alliances imply in any case a merely reactive collaboration, focused on enabling each country to put its strict national interest first in all matters.
Keywords: Vox; radical right; nationalism; political alliances; political influences; conservative values; cultural backlash; illiberal democracy.
El partido Vox ha centrado su programa y comunicación política en una intensa exaltación y reivindicación de la nación española, presentada como preocupación primordial del partido, y fundamento de su ideología y motivaciones políticas. El catalizador del ascenso inicial de Vox fue su intensa reivindicación de la nación española en el contexto del proceso independentista en Cataluña (Arroyo Menéndez, 2020); el partido apela asimismo a la recuperación de la soberanía de la nación española y el Estado frente a limitaciones e injerencias de instituciones internacionales; otro elemento central de su discurso aboga por la defensa de lo que identifica como identidad tradicional de la nación española, que considera amenazada tanto por la inmigración, en particular musulmana, como por determinados grupos del propio país (feminismo, movimiento LGTBI, izquierda en general).
El discurso centrado en España y la nación española de Vox en ocasiones da pie a declaraciones de singularidad, como es el caso del vicesecretario de Relaciones Internacionales de Vox, Espinosa de los Monteros, entrevistado en abril de 2019: «A Vox se le asocia frecuentemente y con facilidad con otros partidos y cosas nuevas que están sucediendo en otras partes del mundo […], pero no es realmente cierto» (Applebaum, 2019). En contraste con comentarios en esta línea, desde el partido se afirma asimismo con frecuencia estar reaccionando a problemáticas que son similares en otros países, ofreciendo respuestas similares a las de partidos afines en esos países. Vox se presenta en este sentido como expresión de una corriente mundial; se puede considerar el punto de inflexión en este planteamiento el encuentro de la derecha radical en Coblenza en enero de 2017, donde el presidente de Vox vinculó a su formación con una corriente global: «Vox está en el epicentro de la gran reacción que se avecina en todo el mundo y que será un punto de inflexión para la victoria de nuestra ideas, y para la salvación de Occidente, de su libertad y de su identidad» (Abascal, 2017).
Vox ha desarrollado, particularmente desde entonces, una intensa actividad para establecer contactos y alianzas con formaciones consideradas ideológicamente cercanas desde el partido, y para darles proyección mediática. Al ser un partido de aparición comparativamente tardía, en proceso de definición ideológica cuando ya existían en otros países partidos de derecha radical consolidados y de larga trayectoria, Vox ha podido nutrirse de la experiencia de estos para construir su argumentario y estrategias. Vox ha utilizado a estos partidos como ejemplo y estímulo, tanto para uso interno como en su dimensión propagandística de cara a la sociedad española.
El objeto de este estudio será en primer lugar analizar cómo se encuadra el ideario de Vox en el marco ideológico de los partidos de derecha radical, determinando la existencia de influencias de las otras formaciones. En algunas ocasiones estas influencias están explícitamente reconocidas; en otras el discurso y las prácticas comunicativas de Vox, tales como los eslóganes, son réplicas evidentes de los utilizados por otras formaciones.
Entre los partidos de derecha radical existen elementos comunes y tendencias diferenciadas, que han llevado a Vox a inclinarse más por ciertas formaciones. Las posiciones ideológicas no han sido unívocas en el partido; conviven en este personajes con distintos posicionamientos, que muestran distintas preferencias por unas u otras formaciones externas, y por lo tanto en la dirección de los contactos y alianzas internacionales.
Se realizará en este sentido un balance de la política de contactos y alianzas del partido, y de su evolución. Se han tomado para ello en consideración distintos ámbitos de interacción, como la participación en cumbres de la derecha radical europea, encuentros bilaterales, alianzas explícitas establecidas (por ejemplo, en el Parlamento Europeo) y la creación conjunta de centros e instituciones.
Al estar Vox en un proceso temprano de consolidación y definición ideológica, su política de contactos y alianzas ha experimentado importantes variaciones. Su política inicial, según aquí se entiende, ha sido de acercamiento ideológicamente bastante indiscriminado a las distintas formaciones de derecha radical, presumiblemente en parte movido por la intención de aparecer vinculado con formaciones con éxito, y reforzar así la convicción en sus posibilidades. Ya con una presencia importante en el panorama político español, el partido ha variado a una actitud más selectiva en contactos y alianzas. Se ha optado por partidos con los cuales, además de compartir elementos comunes a la derecha radical —inmigración, rechazo al islam, soberanía estatal, políticas de orden— se comparten otras cuestiones centrales en el ideario del partido. Entre otras, y particularmente, un conservadurismo particularmente intenso en los planos moral y cultural.
Se abordará en las siguientes páginas la relación de Vox con los partidos con los que ha tenido mayor contacto o le han influido de forma más relevante; se empezará por aquellos con los que los contactos inicialmente intensos han ido remitiendo, pasando a aquellos con los que los contactos han terminado siendo más estrechos y en términos más positivos.
En primer lugar, la relación con la Administración Trump y la constelación de la alt-right estadounidense, con las que Vox ha tenido previamente relevantes contactos. Como presumible influencia persistente, Vox destaca por sus postulados económicos neoliberales, cercanos a los de la citada alt-right, y que difieren de las tendencias dominantes en la derecha radical europea.
En segundo lugar, se abordará la relación con el partido francés Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional), con el que se ha mantenido una relación de intensos contactos e influencia, al tiempo que existen diferencias, públicamente manifestadas, que explican el mantenimiento de una cierta distancia.
En tercer lugar, se abordará la relación entre Vox y dos partidos italianos, La Lega y Fratelli d´Italia, con los que se han establecido relaciones muy diferentes. Con La Lega y su líder Matteo Salvini los iniciales intentos de aproximación han ido remitiendo, en buena medida por los sucesivos desencuentros con relación al conflicto independentista en Cataluña. Vox parece haber redirigido su atención hacia Fratelli d´Italia, más afín en la defensa de la soberanía e integridad de los Estados, así como en su conservadurismo moral y cultural.
Se abordará por último la relación con dos partidos de Europa centro-oriental, Ley y Justicia (PiS) en Polonia, y Fidesz en Hungría, cuyo líder Viktor Orban es reiteradamente presentado como referencia y ejemplo. Estos dos partidos ofrecen también afinidad en la defensa de valores conservadores, así como en la actitud hacia la UE, y tienen el aliciente de ser partidos gobernantes, ofreciendo ejemplos de políticas efectivamente aplicadas y una imagen de dirección y mando que Vox desea proyectar hacia sí.
La lista no es exhaustiva; hay numerosas e importantes ausencias, que se explican porque la atención se ha centrado en aquellos partidos con los que Vox ha establecido contactos relevantes y ha mencionado como referencias. La mayor influencia de ciertos partidos ha estado determinada por factores varios, como la relevancia del partido en su país, la relevancia del propio país, la cercanía geográfica, y la cercanía ideológica y de valores. La volatilidad de los sistemas de partidos en los últimos años, más acusada en las formaciones de derecha radical, quizás altere en lo sucesivo alguna de las tendencias señaladas.
La ingente producción académica sobre la derecha radical ha mostrado gran interés por comparar y agrupar ideológicamente a sus distintos partidos. Se ha prestado por el contrario escasa atención académica, a diferencia de los enfoques periodísticos, a los contactos directos y alianzas establecidas entre ellos. La situación es más acusada con relación a la todavía escasa producción académica sobre Vox. El presente artículo intenta ofrecer una visión sistemática y de conjunto en este último sentido, no realizada previamente.
Como se observará en las siguientes páginas, estos contactos y alianzas, aunque intensos, tienen carácter estrictamente reactivo contra antagonistas comunes, y conciben la cooperación básicamente como el instrumento para propiciar la primacía del interés nacional respectivo.
La definición de Vox y la constelación de partidos que ha surgido en las últimas décadas a la derecha de los partidos conservadores y liberales tradicionales es objeto recurrente de debate. Son materia de discusión tanto el término usado como que pueda haber una etiqueta común para estas formaciones (Lerín, 2019: 96). Complica la cuestión que esta definición haya de ser externamente asignada, ya que, a diferencia de otras familias políticas, estas formaciones no se autodesignan con un denominador común. Aunque se identifican en general como afines, tampoco se agrupan en un grupo político común, por ejemplo, en el Parlamento Europeo.
Aunque estas formaciones muestran una considerable heterogeneidad ideológica, importantes elementos compartidos justifican que se les agrupe como una familia política. Entre estos se pueden mencionar un discurso crítico hacia la inmigración, rechazo de la cultura musulmana, énfasis en la necesidad de preservar la identidad nacional propia amenazada, afirmación de la soberanía del Estado frente a organismos supraestatales, y tendencia a soluciones de orden.
El término aquí considerado más adecuado para definir a estas formaciones es el de derecha radical, al ser el que mejor cumple la doble función de individualizar el fenómeno y englobar a todos los partidos considerados. Esta es probablemente la opción más extendida en términos generales (Betz, 1994; Mudde, 2007; Simón Gómez, 2007; Norris, 2009; Rydgren, 2018), y es asimismo considerada la más pertinente en varias de las hasta ahora escasas investigaciones académicas sobre Vox (Ferreira, 2019; Lerín, 2019; Balinhas, 2020).
Para justificar esta elección se hace aquí propia la conceptualización de Mudde, que sirve adicionalmente para explicar la razón de haber descartado el calificativo de extrema derecha, usado también con frecuencia en artículos académicos: «La derecha radical es (nominalmente) democrática, si bien se opone a algunos valores fundamentales de la democracia liberal¸ mientras que la extrema derecha es en esencia, antidemocrática, oponiéndose al principio fundamental de la soberanía nacional» (Mudde, 2007: 31)[2]. Esta distinción es más clara con relación al concepto de ultraderecha, vinculado de forma extendida con tendencias antidemocráticas, e incluso el uso de la violencia como instrumento de acción política. Una argumentación similar resulta aplicable para excluir la definición de estos partidos y en concreto del partido Vox como fascistas (Acha, 2019).
Se descarta asimismo el calificativo de derecha populista, que algunos autores combinan creando la expresión derecha radical populista, pues se considera problemática para diversos partidos, y en particular para Vox. La relación entre derecha radical y populismo es fuente de discrepancias (Barr, 2009; Aslanidis, 2016); la asociación entre ambos se afirmó particularmente en trabajos de la década de los noventa, en los que diversos autores como Betz (1994) y Taggart (1995) presentaron el populismo como un elemento definitorio de la derecha radical y parte de su núcleo ideológico en su conjunto (Ortiz Barquero y Ramos-González, 2021). En años posteriores esta relación ha sido objeto de mayor matización; se ha cuestionado por un lado una tendencia dominante en el debate público a asumir una concepción demasiado laxa del término, en la que se incluyen prácticas que encajarían por ejemplo de forma más adecuada con las etiquetas de demagogia y oportunismo (Mudde, 2004). En un plano más estrictamente académico se ha señalado que el elemento nodal del populismo es el establecimiento de un antagonismo básico, de tipo vertical, entre las élites, vinculadas a corrupción y dominio injusto, y el pueblo, vinculado a una idea de pureza y opresión (Canovan, 2002; Mudde, 2004; Stavrakakis et al., 2017; De Cleen, 2019). El antagonismo fundamental al que apelan algunos de estos partidos es no obstante horizontal; no se establece entre pueblo y elites, sino entre la nación y grupos que se consideran enemigos de esta, o una amenaza para su existencia o su identidad. No se apela al eje arriba-abajo sino al eje dentro-fuera (De Cleen, 2017)[3].
Este es el caso de Vox para varios autores (Ferreira, 2019; Balinhas, 2020; Ortiz Barquero y Ramos-González, 2021)[4]: el partido efectivamente construye su discurso dicotómico en oposición a la población inmigrante, nacionalismos subestatales, colectivos feministas y LGTBI, y una izquierda acusada de antipatriota. Para establecer un contraste respecto a estos se define reiteradamente como la España viva, identificando a la nación con los seguidores del partido (Sampietro y Sanchez Castillo, 2020: 177).
El discurso antiélites ha estado en Vox poco desarrollado en su definición original y primeros años, condicionado quizás por ser un partido que surge de una escisión de un partido consolidado de derecha tradicional (Ortiz Barquero et al., 2020: 216-217). Con el tiempo, no obstante, parece irse afirmando una línea discursiva, que le alinea con otros partidos de derecha radical, de condena a unas élites políticas desconectadas de sus representados o corruptas, mediatizadas por poderes internacionalistas y favorables al multiculturalismo. El colectivo situando en el polo positivo tampoco en este caso se define como pueblo, término cargado de connotaciones socioeconómicas, ni de patria, utilizado por miembros de Podemos y regímenes populistas de izquierda latinoamericanos. El significante empleado sigue siendo la nación española, con el que las líneas socioeconómicas quedan más efectivamente borradas, y se enfatiza la dimensión etnocultural.
Existen otros aspectos en los que los partidos de la derecha radical difieren entre ellos; se abordarán tres, especificando la posición de Vox, que ha determinado en buena medida sus alianzas internacionales.
La mayoría de los partidos de derecha radical apelan a una idea fuerte y unitaria de la nación, vinculada a un Estado centralizado, pero algunos defienden una mayor descentralización, e incluso el derecho de secesión. Este es el caso del partido flamenco Vlaams Belang, y La Lega en Italia, cuyos planteamientos y evolución serán abordados. Vox se sitúa en el extremo opuesto, con su demanda de mayor centralismo y rechazo a los nacionalismos subestatales, que ha generado desencuentros con las dos formaciones citadas.
Algunos de los más longevos partidos de derecha radical europea apelaron en sus inicios, en lo que se ha definido como la fórmula ganadora (Kitschelt y McGann, 1995), a programas económicos intensamente liberales y no intervencionistas. Con el tiempo estos partidos han girado hacia la defensa de políticas intervencionistas, proteccionistas, e incluso de defensa del Estado del bienestar (Oliván Navarro, 2021a: 55-59, 70)[5]. Vox no participa de esta nueva fórmula ganadora (Kitschelt, 2007; De Lange, 2007), y se encuentra entre los partidos más intensamente liberales en materia económica (Oliván Navarro, 2021b: 142, 161-165)[6]. En la dimensión internacional de la política económica, aunque Vox hace esporádicas condenas genéricas al globalismo, estas parecen responder a una imitación del discurso de otros partidos, como se argumentará más adelante, pues no se traducen en propuestas concretas, por ejemplo de tipo proteccionista. El modelo económico de Vox se puede vincular a una tradición distintivamente estadounidense, que le ha influido en mayor medida que a la mayoría de partidos de la derecha radical europea.
Casi ningún partido de la derecha radical europea se destaca dentro de su sociedad por defender valores liberales, pero algunos no apelan particularmente a la defensa de valores conservadores y tradicionales (Fremskrittspartiet en Noruega y PVV en Holanda son claros ejemplos) mientras que otros convierten su defensa en eje central de su programa político. En este segundo grupo se incluyen de forma destacada los partidos PiS en Polonia, Fidesz en Hungría y Fratelli d´Italia. Se argumentará más adelante que esta es una razón destacada de que Vox haya establecido las relaciones más positivas y estrechas con estos partidos.
Entre los partidos situados en uno y otro extremo del eje señalado se muestran planteamientos muy distintos en cuestiones de género, relacionadas con la constelación LGTBI, en el reconocimiento del cristianismo y sus valores, y en la reivindicación más o menos intensa de identidades tradicionales, consideradas amenazadas por las nuevas formas sociales, morales y culturales. El discurso de Vox destaca por su intensa oposición a lo que presenta como excesos en las nuevas políticas culturales, religiosas, sociales y de género.
La acusada relevancia que esta dimensión conservadora tiene en el partido invita a precisar su filiación política como derecha radical conservadora. Se ha señalado la creciente importancia en política en los últimos años de una tendencia de reacción cultural, de reivindicación de valores morales y culturales tradicionales frente a lo que se presenta como hegemonía de las corrientes disolventes de esa tradición (Inglehart y Norris, 2016). El partido Vox puede considerarse un representante particularmente destacado de esta tendencia (Anduiza, 2018); destacados miembros del partido, como Francisco José Contreras, han descrito de hecho el programa ideológico del partido como «frente de reacción» o «neorreaccionario» (Sánchez Saus, 2019: 443).
En los primeros años de existencia de Vox, y hasta finales de la presidencia de Barack Obama, la actitud de esta formación hacia la compleja constelación ideológica agrupada bajo la etiqueta del Tea Party, así como la de la alt-right, había sido de distanciamiento. Por entonces el presidente de la formación afirmaba que «El Tea Party no tiene parangón en España y es efectivamente una expresión de una sociedad muy conservadora y muy distinta a la nuestra [...]. La complejidad es enorme en muchos aspectos, igual que la distancia entre su sociedad y la nuestra» (Abascal, 2015: 153-154).
Esta actitud cambió notablemente con la nominación de Donald Trump como candidato presidencial, con explícitos, aunque complejos vínculos con el Tea Party y la alt-right, ya durante su campaña electoral, y sobre todo tras su victoria en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. En la cumbre que reunió en Coblenza dos meses después, en enero de 2017, a varios de los grandes partidos de la derecha radical europea, el éxito de Trump fue celebrado y presentado como indicio de que la corriente histórica apuntaba en la dirección que dicha cumbre representaba. Santiago Abascal, también asistente, fue particularmente enfático al respecto, resaltando que «Rafael Bardají se reunía como embajador de Vox con el equipo de Donald Trump horas antes de que fuera elegido presidente de los Estados Unidos» (Abascal, 2017).
La influencia del discurso y políticas de Donald Trump parece de hecho particularmente acusada en Vox, en proceso de definición en el periodo de ascenso político de aquel, y presumiblemente abierto en mayor grado a emular fórmulas de éxito de otros países. Ya en junio de 2016, de cara a las elecciones generales, el partido utilizó como lema de campaña Hacer España grande otra vez, réplica evidente del Make America Great Again, al que ha seguido recurriendo en años posteriores. En junio de 2018 el partido presentó su manifiesto España lo primero, claro remedo del America First. Idéntico afán emulador se manifestaba ese mismo año en la propuesta en su programa de «levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla» (Vox, 2018a).
La actitud hacia Donald Trump y su entorno de asesores y referentes ideológicos fue en estos primeros años de aproximación y cercanía; el enlace principal entre ambos fue Rafael Bardají, miembro del Comité Ejecutivo Nacional de Vox, quien intentó estrechar ese vínculo desde la defensa de una combinación de liberalismo económico y conservadurismo moral. Como se mencionó, Bardají se reunió en enero de 2017 con el equipo del recientemente elegido presidente de los Estados Unidos para «analizar el avance de la alt-right europea y el futuro de Europa» (Vox, 2017a). En esas mismas fechas Ronald Aledo, político cercano a Trump, acudió al acto de celebración del tercer aniversario de Vox, siendo su intervención felicitada por los líderes del partido (González Cuevas, 2019: 137). El vínculo más importante y duradero fue el establecido con Steve Bannon, cuando era asesor de Trump y luego como organizador del think tank The Movement, establecido en Bruselas. Destaca la serie de reuniones en Washington en abril de 2018 de este y otros destacados personajes de la alt-right con líderes de Vox, presentada públicamente por el partido como un apoyo explícito: «El artífice de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, Steve Bannon, apuesta por el proyecto de Vox para España» (Vox, 2018b).
En contraste con las evidentes influencias señaladas y el énfasis con el que en un momento se aludió a los contactos con Trump y su entorno, desde Vox se ha ido mostrando un progresivo distanciamiento, y se ha minimizado la relevancia de previos contactos. El punto de inflexión parece marcarlo el despegue electoral del partido en España. Esto parece encajar con una progresiva tendencia, que también se abordará en el contexto europeo, a abandonar una actitud inicial de acercamiento poco selectivo a movimientos que evocasen éxito y apoyo masivo. El escaso y declinante atractivo de la figura de Trump en la sociedad española presumiblemente incitó a una creciente desvinculación con relación a este y su entorno ideológico. En 2019 Santiago Abascal utiliza asimismo un lenguaje diferente respecto a Steve Bannon: «Es una figura interesante [...]. Pero Bannon no me puede asesorar sobre política española». En contraste con afirmaciones previas, Abascal comenta ahora que los contactos «han sido muy breves» y se habrían limitado a que «se comprometiera a explicar a la derecha europea la necesidad de defender la unidad de España frente al separatismo catalán» (Sánchez Dragó, 2019: 136).
Otra figura central del partido, Espinosa de los Monteros, marcó distancias de manera más evidente entre el partido y Bannon, desdiciendo anteriores comunicaciones oficiales: «Es un amigo de Rafael Bardají, miembro del Comité Ejecutivo. ¿Qué ha hecho Bannon por Vox? [...] Nada, que yo sepa no ha venido a España» (Iglesias, 2019: 82). La posterior derrota electoral de Trump, y el descrédito adicional que han supuesto los estallidos de violencia contra las instituciones políticas que le acompañaron, no han podido dejar de influir en la desaparición casi total de alusiones por parte de Vox a vínculos estadounidenses.
La ausencia de referencias directas no ha alterado no obstante la particular coincidencia del partido Vox con importantes tendencias de la derecha de Estados Unidos, que combinan conservadurismo moral con un programa económico intensamente neoliberal. Esta combinación, particularmente la segunda dimensión, distancian a ambos de la señalada tendencia de los partidos europeos de derecha radical a asumir un enfoque más social, con políticas estatistas, intervencionistas y proteccionistas. Se ha matizado que el programa económico de Vox incluye también algunas injerencias propias del conservadurismo clásico, con medidas proteccionistas de base nacionalista (Llamas, 2019: 168) pero esto difiere mucho de los programas de la derecha radical europea, y es de hecho un elemento compartido con la política económica de Trump.
La intensa influencia en este caso del referente estadounidense ha sido señalada por González Cuevas, quien define el programa económico de Vox de 2019, como «un programa neoliberal, absolutamente distante de los defendidos por los partidos neopopulistas e identitarios de Europa. [...] Le aproximaba a Donald Trump, el Tea Party o al brasileño Jair Bolsonaro» (González Cuevas, 2019: 228). Desde una posición de cercanía ideológica, la trasposición del modelo estadounidense a España es para este autor uno de los mayores errores del partido: «Una alternativa semejante, síntesis de liberalismo económico y conservadurismo moral, solo puede ser funcional en sociedades como Estados Unidos, pero no en Europa, y mucho menos en España. El neoliberalismo económico supone, a medio plazo, la destrucción de los ya de por si frágiles vínculos sociales todavía presentes en nuestra sociedad. Y es que, en rigor, conservadurismo moral y neoliberalismo económico resultan incompatibles» (ibid.: 284). Se ha señalado la posibilidad de que Vox cambie este discurso, convergiendo con la tendencia dominante en la derecha radical europea, e incluso hay quienes afirman que este cambio ya se está produciendo (Oliván Navarro, 2021c: 306). Aunque una posible evolución del partido en ese sentido no es descartable, el estudio de sus programas y discurso indica que este no es de momento el caso (ibid.: 161-171, 307-311).
Agrupación Nacional (Rassemblement National, RN), denominado Frente Nacional desde su fundación en 1972 hasta 2018, es el partido de derecha radical más citado con relación a la proyección exterior de Vox. Entre las razones de esa atención preferente se encuentran la larga historia y amplio apoyo electoral de este partido, que le han convertido en el más conocido de la extrema derecha europea, la propia relevancia de Francia como país, y su vecindad geográfica y cercanía cultural e histórica con España.
En sus primeros años de existencia, Vox utilizó con frecuencia el ejemplo del Frente Nacional como referente de la posibilidad de cosechar apoyo masivo. Su presidente escenificó esa cercanía en diversas ocasiones. En la mencionada cumbre de Coblenza en enero de 2017 expresó su satisfacción de «haberse reunido con el Frente Nacional, que representa nada más y nada menos que a un tercio de los franceses» (Abascal, 2017). En abril del mismo año mostró su apoyo a la presidente del partido Marine Le Pen en un acto de campaña en Perpiñán. Se produjo algún desencuentro con relación al proceso independentista en Cataluña, respecto al cual Abascal comentaría que «en ese tema, algunos en el Frente Nacional no se portaron correctamente del todo» (Altozano y Llorente, 2018: 39). No obstante, así como con La Lega esta cuestión parece haber dado lugar a una quiebra de efectos duraderos, Abascal atribuye a su partido el mérito de haber reconducido al partido francés hacia una defensa inequívoca de la unidad del Estado español.
Desde Vox se ha intentado, no obstante, particularmente desde que es una fuerza política relevante en España, mostrar autonomía respecto a la agrupación francesa. Abascal ha expresado reiteradamente su independencia de criterio: «Que Le Pen tenga un discurso no quiere decir que tengamos que copiarlo» (Altozano y Llorente, 2018: 39). Esta actitud probablemente busca en parte evitar ser percibido como un socio menor y dependiente del partido francés, imagen que se ha intentado generar desde el Partido Popular (González Cuevas, 2019: 116). Cuando desde este partido se le reprochaba que se fuese a integrar en el grupo liderado por Marine Le Pen en el Parlamento Europeo, el presidente de Vox marcó distancias afirmando una personalidad propia: «No somos el Frente Nacional», «Vox no obedece a ningún partido extranjero» (Loureiro, 2019).
La vecindad y consiguiente pluralidad de intereses imbricados y potencialmente contrapuestos entre los dos países supone un motivo adicional de distanciamiento entre partidos que anteponen en todo momento su respectivo interés nacional. El presidente de Vox expresa con rotundidad esa limitación: «Ellos se deben a Francia. Nosotros a España. Y ahí puede haber, y hay, intereses contrapuestos» (Altozano y Llorente, 2018: 39).
Existen además importantes diferencias programáticas. Varias figuras centrales de Vox han expresado distancia con el estatismo e intervencionismo de RN, particularmente aquellos más cercanos a posturas neoliberales[7]. El posicionamiento de Vox en favor de reducir el intervencionismo estatal en materias laborales, fiscales y empresariales, se encuentra muy alejado de la defensa del partido francés de la renacionalización de sectores estratégicos y el reforzamiento del gasto público y sistema de pensiones, que le han llevado a votar enmiendas en el Parlamento Europeo junto con Podemos (Llamas, 2019: 167). El intenso proteccionismo de RN se encuentra muy alejado de las tímidas propuestas en ese sentido de Vox, al que resulta ajena la afirmación de Marine Le Pen de representar «lo social sin el socialismo» (Oliván Navarro, 2021a: 46).
Con relación a la Unión Europea, aunque el partido Vox ha evolucionado desde el europeísmo rotundo de sus orígenes[8] hasta posturas más euroescépticas, se encuentra muy alejado del intenso, aunque fluctuante, euroescepticismo de RN, que ha llegado a proponer abandonar el euro e incluso la propia Unión Europea.
Por último, en cuestiones culturales y morales, RN tiene un componente más secularizado, con una menor referencia al catolicismo y sus valores, especialmente desde la asunción de la presidencia por Marine Le Pen, salvo para establecer una contraposición cultural con el islam. En línea con esta tendencia el partido no cuestiona por ejemplo el aborto ni el matrimonio homosexual.
El partido Vox no ha dejado, no obstante, de señalar coincidencias en otros aspectos programáticos. Abundan las declaraciones en las que se señala que, al margen de importantes diferencias, existe un corpus de ideas comunes que les coloca en el mismo frente. Según el presidente Abascal, «El Frente Nacional es un partido [...] con el que Vox tiene importantes puntos de contacto [...] si analizamos los programas, hay muchas diferencias. Pero en la elección de civilización y en las propuestas migratorias estamos de acuerdo» (Altozano y Llorente, 2018: 39). Espinosa de los Monteros, en ocasiones crítico hacia Marine Le Pen, reconoce que «ha puesto en evidencia el peligro de la islamización de Europa, no como religión sino como cultura incompatible con los valores occidentales» (Iglesias, 2019: 82). Rafael Bardají recalca asimismo la afinidad esencial entre ambos partidos: «compartimos unos ejes básicos, la anti-inmigración ilegal, la anti-islamización social y la crítica a las élites políticas» (Palacio Martin, 2019: 135). La comunicación oficial del partido ha incidido en la sintonía esencial entre ambos proyectos, por ejemplo tras las presidenciales francesas de 2017: «Vox muestra su satisfacción al conocer que casi cuatro de cada diez franceses han apostado por la candidata que representa un modelo de civilización que aspira a mantener los valores cristianos de Europa, frente al multiculturalismo y la islamización de Occidente, y respeta la soberanía de las naciones, frente a la Europa confederal que desean los burócratas de la Unión Europea» (Vox, 2017b).
El corpus de valores comunes está, como se observa, claramente definido: defensa de la soberanía nacional frente a instituciones que la limitan, control de la inmigración, rechazo al crecimiento de la cultura musulmana en el país, rechazo a la atribuida hegemonía cultural de la izquierda, y rechazo a unas élites políticas, nacionales y europeas, a las que se hace responsables de todo lo anterior. En torno a estas afinidades se ha creado un marco estable de colaboración, con la apertura en 2020 en Madrid de una sucursal del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP). La sede de dicha institución fue inaugurada en Lyon en 2018 por Marion Marechal, nieta y sobrina respectivamente de Jean Marie y Marine Le Pen. El instituto se presenta como un think tank de la derecha radical dispuesto, en formulación recurrente tanto en Vox como en RN, a disputar la hegemonía cultural de la izquierda (Landaluce, 2020), y que ofrece en particular un programa para la formación de nuevos líderes sociales y políticos.
Aunque el instituto se desvincula institucionalmente tanto de RN como de Vox, la relación es evidente en ambos casos. En el primero, aparte de la propia figura de Marion Marechal, diputada por el FN entre 2012 y 2017, el principal creador del proyecto, Thibaut Monnier, es consejero regional por RN, y cuenta con el apoyo operacional de Agnès Marion, del Consejo Nacional del partido. En el segundo caso, buen número de quienes integran el patronato directivo de la sucursal en Madrid, así como su profesorado, apoyan a Vox[9] o están institucionalmente vinculados con este.
El ISSEP aspira, en palabras de su fundadora, a potenciar una alianza mediterránea conformada por Francia, España e Italia, explícitamente definida como un «Visegrado del Sur» (Landaluce, 2020). Resulta reveladora la afinidad expresada hacia los ejecutivos de Hungría (Fidesz) y Polonia (PiS), si bien se obvia que ninguna de las formaciones que podrían apoyar un proyecto semejante en los países mediterráneos ocupa posiciones de gobierno. El establecimiento por parte de Marion Marechal de vínculos con España, y su pretensión de incluir a Italia, parecen guardar relación con su intensa identificación con los valores católicos, que en parte explican su distanciamiento respecto al moderado viraje secularizante que Marine Le Pen ha imprimido a su partido (Landaluce, 2020).
La vinculación de Marion Marechal, alejada de la política activa, con el ala más conservadora de RN ha favorecido esa vinculación con Vox. En relación con el sector oficial y dominante del partido francés las diferencias señaladas se han manifestado, por el contrario, también en un distanciamiento institucional. Tras las elecciones al Parlamento Europeo en 2019, Vox ha decidido no integrarse junto a RN en el grupo Identidad y Democracia, y ha optado por establecer sus alianzas y declarar sus mayores afinidades ideológicas en relación con otras formaciones.
Italia se cuenta entre los pocos países con dos partidos de derecha radical en competencia, La Lega y Fratelli d´Italia. Ambas formaciones coinciden en cuestiones características como el discurso crítico hacia la inmigración, el euroescepticismo y la defensa de la soberanía del Estado hacia el exterior, pero adoptan posiciones distintas en materias como el modelo territorial del Estado y el grado de conservadurismo en temas sociales y morales. La relación de fuerzas entre ambos partidos ha sido cambiante: La Lega ha tenido un variable, pero a grandes rasgos amplio apoyo electoral desde su fundación en 1991, como Lega Nord. Este apoyo aumentó tras su mutación de partido centrado en reivindicaciones del norte de Italia a formación federalista de implantación estatal, centrada en cuestiones que apelan al electorado de todo el país, y en particular en la inmigración. Fratelli d´Italia, herederos del Movimiento Social Italiano y la Alianza Nacional, y con una trayectoria ascendente desde su creación en 2012, es centralista y favorable a un Gobierno unitario y fuerte.
Para buena parte de los partidos de la derecha radical europea estas diferencias en el modelo de Estado, incluso las simpatías hacia el secesionismo, no son determinantes. No es el caso de Vox, que tiene como uno de sus temas centrales la oposición al proyecto independentista del nacionalismo catalán. Esto ha condicionado de forma decisiva sus relaciones con el partido liderado por Mateo Salvini.
La corta existencia del partido Vox coincide con un intenso protagonismo en Italia de este político, que en 2017 cambió el nombre de su partido a La Lega y la transformó en buena medida según el modelo del Frente Nacional (Palacio Martin, 2019: 131). Su abandono del secesionismo como argumento central favoreció que Vox buscase establecer relaciones cercanas con este partido. Sin embargo, así como desde Vox se superó algún desencuentro inicial en torno al proceso independentista en Cataluña con el partido de Marine Le Pen, los intentos de templar la actitud de Salvini al respecto no han tenido éxito. La relación entre estos dos partidos y sus líderes está marcada por ello por una sucesión de encuentros y desencuentros.
En los años de Lega Nord y la presidencia de Umberto Bossi, este había apoyado rotundamente al nacionalismo catalán; aunque estableció relaciones con figuras políticas centrales del nacionalismo catalán, desde este entorno en general no se percibió como conveniente este apoyo y se intentó marcar distancias (Segura, 2018). Pese a ello Matteo Salvini ha seguido, de forma menos enfática, la línea de apoyo de Umberto Bossi, y en varias ocasiones ha chocado con Vox por esta cuestión.
En la relación de Vox con La Lega se han sucedido mensajes escenificando cercanía y colaboración con otros de reprobación a declaraciones de su líder consideradas inaceptables. En el primer encuentro entre los líderes de ambos partidos en la cumbre de Coblenza, Abacal se mostró optimista respecto a su intento por desactivar el apoyo de Salvini al independentismo[10]. El empeño resulto a la postre infructuoso, según el presidente de Vox rememora poco después: «A Matteo Salvini le dije, cuando le conocí en Coblenza, que que la Liga Norte apoyara la secesión en Cataluña era un error [...]. Pareció entenderlo. Pero luego hizo unas declaraciones a favor de los separatistas absolutamente inaceptables» (Altozano y Llorente, 2018: 40). El 20 de septiembre de 2017 Salvini había publicado un tuit mostrando su solidaridad hacia políticos independentistas catalanes que habían sido arrestados, replicado desde Vox el mismo día. El tuit de Salvini del 26 de marzo de 2018 criticando el arresto de Puigdemont es de nuevo contestado al día siguiente en tono vehemente: «Mete tus narices en los asuntos italianos y deja de comportarte como un burócrata globalista entrometiéndote en la soberanía nacional de España» (Abascal, 2018).
Las diferencias parecen limarse en los meses siguientes; a partir del nombramiento de Salvini como ministro de Interior en junio de 2018, desde Vox se elogian en repetidas ocasiones sus políticas antiinmigración, como ejemplo y realización efectiva de lo que ellos mismos propugnan. Abascal comenta de Salvini que «lo que está haciendo en Italia —y está haciendo lo que hay que hacer— es lo que haría yo en España: defender las fronteras» (Altozano y Llorente, 2018: 41). La cordialidad parece haber aumentado en septiembre de 2019, cuando las redes sociales del partido muestran fotos de ambos líderes escenificando gran cercanía en una reunión en Roma, junto al texto: «VOX y La Lega coincidimos plenamente en la necesidad de proteger las fronteras de Europa de la inmigración masiva, fomentar la natalidad y respetar la soberanía nacional —y unidad— de los Estados miembros de la UE» (Vox, 2019c).
La referencia final, que daría a entender que Salvini habría atendido las demandas de Vox de no cuestionar la unidad del Estado español, se vio pronto refutada con su envío de «un pensamiento al pueblo catalán» en un mitin un mes más tarde. La inmediata respuesta del presidente de Vox denota hartazgo: «Salvini se equivoca una vez más. Se lo hemos dicho en público y en privado, con la soberanía y la unidad de España no se juega. Por mucha coincidencia que tengamos en materia de inmigración, no aceptamos el guiño al separatismo de un líder extranjero, sea quien sea» (Abascal, 2019b).
Vox no se ha integrado en el mismo grupo que La Lega en el Parlamento Europeo. El Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos por el que optó acogía no obstante al otro gran partido secesionista de la derecha radical europea: Vlaams Belang. La relevancia que Vox concede a esta cuestión queda de manifiesto en la forma en que se comunicó el ingreso en el grupo, enfatizando que este había asumido el compromiso de que «los partidos que lo integran, sin excepción, no interferirán en el orden constitucional, la integridad territorial y la soberanía de los Estados miembros» (Vox, 2019b).
En este grupo se encuentra asimismo Fratelli d´Italia, partido con el que Vox ha establecido crecientes contactos, hasta convertirlo en su referencia y principal aliado en Italia. El ascenso de este partido, en buena medida en pugna con La Lega y a costa de esta (Sánchez, 2021), ha proporcionado a Vox un aliado con el que existe mayor sintonía en cuestiones centrales. Como Vox, Fratelli d´Italia defiende la indisolubilidad del Estado y la unidad nacional, dentro de un discurso que apela intensamente al Estado nación y sus símbolos.
Su líder Giorgia Meloni se ha convertido en la referencia de Vox en Italia; en septiembre de 2019, Abascal acudió invitado en Roma a la reunión Atreju, evento de gran impacto mediático organizado por entidades juveniles cercanas a Fratelli d´Italia. Cinco meses más tarde Abascal acudió de nuevo a Roma, a la Conferencia Internacional del Conservadurismo, inaugurada por Meloni. El también asistente eurodiputado del partido Hermann Tertsch confirmó que Vox tenía mucha mejor relación con Meloni que con Salvini desde que este mandó el citado saludo al pueblo catalán (Buj, 2020). En radical contraste con el líder de La Lega, Meloni acudió a Barcelona en enero de 2021 para participar en la reunión del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, organizada por Vox. Meloni intervino en una mesa redonda con Abascal, y ofreció su pleno apoyo a Vox en ese simbólico entorno, poco antes de las elecciones catalanas.
Desde Vox se siente asimismo mayor afinidad con Fratelli d´Italia en su identificación más firme y explícita que la de La Lega con el cristianismo y valores conservadores y tradicionales, considerados en peligro por la inmigración, el multiculturalismo y la secularización extrema. El lema de Giorgia Meloni es Patria, Dios y familia (Vicente, 2021), fórmula enfáticamente conservadora que contrasta con la actitud de Matteo Salvini, «calculadamente ambiguo en cuestiones de carácter moral o en derechos civiles» (Verdu, 2019). Meloni apela con relación a esta y otras cuestiones a la denuncia recurrente, como es el caso en Vox, de una hegemonía de la izquierda en el discurso público: «Ya no hay espacios para debatir cuestiones como la migración o el género» (Vicente, 2021).
La creciente desvinculación por parte de Vox respecto a La Lega, y el acercamiento a Fratelli d´Italia, favorecidos también por las tendencias políticas en Italia, son una nueva muestra de cómo Vox va progresivamente siendo más selectivo en el establecimiento de alianzas internacionales. El estrechamiento de relaciones con el partido Fidesz húngaro y el partido Ley y Justicia polaco son iniciativas que apuntan en esta misma dirección.
Junto a la reciente aproximación a Fratelli d´Italia, Vox ha encontrado sus mayores referentes y aliados en el entorno geográficamente alejado de Europa centro-oriental, en el partido Fidesz (Unión Cívica Húngara) y el polaco Ley y Justicia (PiS). Las razones de esta preferencia son varias; al margen del núcleo de ideas compartidas por la derecha radical europea, en importantes cuestiones en las que no existe coincidencia generalizada Vox encuentra particular afinidad con estos dos partidos. Con relación a la Unión Europea, Vox se muestra más cercano al algo más moderado euroescepticismo de los partidos polaco y húngaro, que reivindican un alto margen de autonomía política desde el énfasis en la soberanía propia, que a la oposición generalmente más rotunda de otras formaciones, como por ejemplo RN, La Lega o el PVV holandés.
La afinidad en los planos moral y cultural es asimismo mayor con estos partidos. Fidesz y PiS apelan intensamente a la identidad cristiana de sus respectivos países y de Europa, y abogan por un mayor reconocimiento político de esta, y sus valores y símbolos. Esto se traduce en la defensa de posiciones intensamente conservadoras en cuestiones como el matrimonio homosexual, adopción, aborto, fecundación in vitro, reconocimiento y visibilización de la comunidad LGTBI, y reivindicaciones feministas en general. Esto se ha concretado en la prohibición de determinadas actitudes en el espacio público, así como de la expresión pública de ciertos planteamientos, particularmente en medios de comunicación, textos educativos y producción impresa en general, colisionando con el principio de libertad de expresión.
Supone un aliciente adicional para Vox que ambas formaciones sean partidos gobernantes, que no se limitan por lo tanto a denunciar políticas de gobierno ajenas, sino que convierten sus planteamientos en decisiones políticas y leyes efectivamente aplicadas. Estos son por ello los principales referentes de Vox en políticas de inmigración, junto a Salvini cuando fue ministro de Interior de Italia. La vinculación con estos partidos y sus líderes atenúa la imagen de Vox como partido meramente de reacción y oposición, y le confiere hechuras de partido potencialmente gobernante.
Tanto la concreción en políticas efectivas como los contenidos de estas explican la consideración de ejemplo que para Vox supone el grupo de Visegrado, que queda reconocida en una de las propuestas de su programa político: «Impulsar en Bruselas un nuevo tratado europeo, en la línea que defienden los países del grupo de Visegrado en cuanto a fronteras, soberanía nacional y respeto por los valores de la cultura europea» (Vox, 2018a).
La aspiración de Vox de proyectar hacia sí una imagen de partido potencialmente gobernante se vio satisfecha cuando en marzo de 2019 el Gobierno polaco invitó oficialmente a Varsovia a una delegación de Vox[11]. El presidente Abacal y el vicesecretario de Relaciones Internacionales, Espinosa de los Monteros, se entrevistaron en la sede del partido con su presidente, Jaroslaw Kaczyński, y fueron asimismo recibidos por el secretario de Estado del primer ministro, y por el viceministro de Exteriores y Política Europea. La información de Vox sobre esta visita expresó plena sintonía en valores y estrategias: con relación a la UE se enfatizó el rechazo del modelo federal y se denunció la pérdida de soberanía de las naciones; se mostró asimismo coincidencia en la reivindicación de la tradición y valores cristianos de Europa y sus países (Vox, 2019a). El presidente Abascal subrayó asimismo la colaboración y coincidencia de valores: «Tejiendo alianzas para defender la única Europa posible, la basada en el respeto a la soberanía de sus Estados y a las raíces culturales cristianas» (Abascal, 2019a).
La afinidad entre estos dos partidos quedó refrendada institucionalmente con el ingreso de Vox en el Grupo de Conservadores y Reformadores Europeos, al que pertenece el PiS, en el Parlamento Europeo. Fue de hecho un miembro de este partido y copresidente del grupo, Ryszard Legutko, quien reiteró a la delegación de VOX el compromiso de que los partidos integrantes «no participan ni promueven, bajo el amparo del grupo, actividades que cuestionan la política interior, la Constitución, o la integridad soberana de otro Estado miembro» (Vox, 2019b). Con este compromiso se buscaba neutralizar las citadas reticencias a compartir grupo con Vlaams Belang, favorable al movimiento independentista catalán.
Las decisiones políticas del Gobierno polaco han sido particularmente desde entonces consideradas por Vox como un referente, y en varias ocasiones se han asimilado a problemáticas propias[12].
Desde Vox se ha animado al partido Fidesz a incorporarse también al Grupo de Conservadores y Reformadores Europeos, una vez abandonado el Partido Popular Europeo, tras la adopción por este de un reglamento interno que el partido húngaro consideró hostil e inaceptable. El presidente del partido y primer ministro de Hungría Viktor Orban, ganador en las elecciones parlamentarias de 2010, 2014 y 2018 con supermayorías, es el personaje internacional más frecuentemente señalado como referente desde Vox. Con frecuencia es comparado favorablemente con otros líderes de la derecha radical europea, por su actitud hacia la Unión Europea o como modelo frente al registro más secularizado de estos (Palacio Martín, 2019: 134-135).
Ya en 2018 Abascal muestra esa afinidad preferencial por el presidente húngaro en la política europea: «debemos hacer un reconocimiento a Viktor Orbán, que ejerce el liderazgo de una nueva Europa, asentada en la soberanía de sus naciones, en la identidad cristiana de Europa y en la oposición a la inmigración masiva» (Calleja, 2018). En contraste con el discurso cambiante respecto a otros líderes, el elogio a Orban se mantiene invariable a lo largo de los años: en marzo de 2021 el presidente de Vox afirma: «Viktor Orban es un ejemplo del rumbo que merece Europa: defensa de soberanías y fronteras, políticas de familia, respeto a raíces culturales» (Abascal, 2021).
En estas citas se resume el elenco central de temas que configuran el discurso favorable a Orban; se elogia en particular su defensa de la identidad cristiana, y su reivindicación de esta como fundamento cultural y moral de su país y de Europa, frente a lo que presenta como una amenazadora y dominante tendencia secularizante. A la amenaza interna contra el cristianismo por quienes reniegan de sus raíces se añade la amenaza externa que supone la inmigración musulmana, favorecida por políticas migratorias consideradas culturalmente suicidas. Vox suscribe las más que rigurosas medidas de Orban de contención de la inmigración, así como su consideración de estas tendencias migratorias como producto de un complot de las élites internacionales para disolver las identidades nacionales[13].
Orban se refiere de forma recurrente a George Soros, multimillonario estadounidense judío de origen húngaro, como figura individualizada que encarna esa intriga globalista y multiculturalista. Muy crítico con el régimen del presidente húngaro, Soros ha sido convertido por este en personificación de las elites globalistas, cuyo objetivo es secularizar el mundo y desintegrar las naciones fomentando la inmigración. Además de generar un multiculturalismo disolvente de culturas e identidades particulares, esto tendría como efecto buscado adicional el abaratamiento de los puestos de trabajo en los países receptores.
La adopción por parte de Vox de este argumento es un caso particularmente evidente de influencia del discurso de Orban (Ríos, 2019). El discurso anti-Soros de Vox aflora en ocasiones en forma de toma de partido por Orban[14], y en otras en forma de discurso general, incidiendo en la idea de una conspiración de elites globalistas, con objetivos compartidos con la izquierda[15]. El mensaje de Vox celebrando la expulsión de Hungría de una fundación financiada por este personaje aúna ambas perspectivas, añadiendo la acusación de patrocinio del separatismo catalán[16]. Los objetivos de Soros han sido según Orban asumidos por la propia Unión Europea, siendo su oposición a esta efusivamente celebrada desde Vox.
Esta afinidad quedó refrendada con un encuentro entre los presidentes de los dos partidos en febrero de 2020, con ocasión de la Conferencia Nacional de Conservadurismo organizada en Roma[17]. La reunión, presidida por las respectivas banderas nacionales, se escenificó como un encuentro de estadistas, presentando a un presidente de Vox con factura de gobernante (Montero, 2020). Se describe una entrevista marcada por la más absoluta sintonía en las redes sociales del partido (Vox, 2020a), así como en la de su presidente: «Encuentro fructífero en Roma con el primer ministro húngaro Viktor Orban para aunar fuerzas en la defensa de una Europa asentada en el respeto a la soberanía e identidad de sus naciones, y en la protección de nuestras fronteras, nuestra libertad y nuestra prosperidad» (Abascal, 2020).
Otro objetivo de este encuentro era el de convencer al presidente húngaro para integrar a su partido en el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, ante su previsible salida del Partido Popular Europeo (Buj, 2020); ya confirmada esa salida, es no obstante todavía incierta la dirección que el partido Fidesz adoptará[18].
Vox ha obviado hasta el momento pronunciarse sobre la conocida definición de Viktor Orban de su sistema de gobierno como democracia iliberal[19], otorgando sentido positivo a una descripción crítica en origen (Zakaria, 1997). Orban sintetiza con esta apropiación su rechazo a algunos principios centrales de la democracia liberal, y su determinación de abandonarlos. Esta declaración debe verse en relación con una serie de decisiones del presidente húngaro drásticamente limitadoras de las libertades de expresión, prensa y asociación, el principio de división de poderes, y el respeto a las minorías. Estas medidas han llevado a considerar que el sistema político húngaro está adquiriendo, al igual que el Gobierno polaco, caracteres crecientemente autoritarios y no democráticos[20]. Orban de hecho en ocasiones no habla de democracia iliberal, sino de Estado iliberal,[21] y menciona como ejemplo y modelo no solo a países que fluctúan entre democracia y autoritarismo, sino a sistemas plenamente no democráticos[22].
La democracia liberal está siendo sustituida por formas políticas más exitosas a juicio de Orban, quien se proclama pionero en Europa en esa transformación. Los principales referentes de Orban en este sentido son Rusia y Turquía, países en deslizamiento hacia un creciente autoritarismo, con cuyos máximos dirigentes, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan, el presidente húngaro ha establecido estrechas relaciones (Nagy, 2019).
La afinidad de Orban con Putin contrasta con el sempiterno desencuentro entre los Gobiernos ruso y polaco, así como con la actitud abiertamente crítica desde el partido Vox hacia el presidente ruso (Sánchez Dragó, 2019: 93-97, 132). También esta divergencia con Orban es obviada y nunca mencionada desde Vox.
Otra área en la que existen profundas diferencias entre Vox y los partidos Fidesz y PiS es en política económica. El partido polaco se encuentra entre las formaciones de derecha radical con un más intenso componente social e intervencionista. Sus promesas económicas en los últimos años han incluido elevación del gasto social, aumento de impuestos a los más ricos y reducción de la edad de jubilación. Dentro de una estrategia de repolonización de la economía, también descrita como patriotismo económico, el partido ha asumido un amplio programa que incluye renacionalización de sectores estratégicos, control y aumento de presencia estatal en el sistema bancario y apoyo fiscal a pequeñas empresas, en detrimento de grandes bancos y empresas extranjeras. La política de control estatal ha afectado particularmente a medios de comunicación, buena parte de ellos adquiridos por una empresa energética pública (Temiño, 2015; Gayo 2021).
Las diferencias en política económica de Vox con el partido Fidesz, no tan intensas, son asimismo importantes. La política de Orban en esta área es difícilmente clasificable, singularizada como Orbanomics. El presidente húngaro ha desarrollado políticas proteccionistas e intervencionistas, con tintes nacionalistas, poniendo límites y tasas especiales a las actividades de empresas y bancos extranjeros, y nacionalizando sectores estratégicos. En el plano laboral y fiscal algunas medidas tienen asimismo carácter estatista e intervencionista, como la imposición de IVA y una carga fiscal sobre las rentas más elevadas. Las prestaciones sociales son asimismo altas, particularmente en capítulos que apuntan al reforzamiento de la familia tradicional y el aumento de la natalidad de la población étnicamente húngara (Robinson, 2016).
Estas medidas conviven no obstante con otras intensamente liberales, como flexibilizaciones laborales de gran calado, recortes de derechos laborales, reducción del seguro de desempleo, privatizaciones de suelo público, reducción del impuesto de sociedades, y una tarifa plana fiscal en la que Vox parece haberse inspirado, y convertido en medida estrella de su programa económico (Valls, 2019).
Al margen de estas similitudes, las diferencias señaladas colocan a Fidesz en una posición muy alejada en política económica de Vox, que se encuentra, como se argumentó, entre los partidos de la derecha radical europea más intensamente neoliberales.
Las diferencias con Orban y su partido, así como con PiS, son como se ha observado también importantes. En lo que ha alcanzado esta investigación no se ha observado, sin embargo, que desde Vox se haya incidido nunca en estas, en contraste con su actitud hacia otros partidos de derecha radical. Se puede suponer que no se quiere incidir en divergencias que podrían empañar la relación con sus principales aliados internacionales; no obstante, el silencio hasta ahora guardado por Vox con relación a la defensa de Orban de un Estado iliberal, y a medidas en línea con esta definición tanto del Gobierno húngaro como polaco, parecen indicar tolerancia hacia estas políticas, y presumiblemente un considerable grado de identificación con ellas.
El discurso de Vox se centra en un acusado nacionalismo particularista, que da lugar a esporádicas afirmaciones de excepcionalidad; de responder a un contexto único y circunstancias singulares. Sin embargo, en paralelo a esta argumentación existe y se ha ido afianzando otra línea de discurso que presenta al partido como parte integrante de una corriente transnacional, que plantea problemáticas similares a las expresadas por otros partidos de derecha radical, y formula respuestas igualmente coincidentes. Vox de hecho ha establecido contactos e importantes vínculos con otras formaciones de derecha radical. Se ha argumentado en este estudio que algunas de estas formaciones han influido intensamente en los planteamientos y discurso de Vox, más de lo que desde el partido explícitamente se admite, y se ha detallado en qué formas se ha producido esa influencia.
El seguimiento de la actividad internacional de Vox muestra, por otro lado, que tras una algo indiscriminada política inicial de acercarse a muy diversos partidos de derecha radical consolidados, ha ido siendo más selectivo en sus contactos y alianzas una vez afianzado en el panorama político español, para centrarse en aquellas formaciones con las que encuentra mayor afinidad. Existe alto grado de coincidencia entre los partidos de derecha radical europeos en cuestiones como la inmigración, el rechazo al islam, un discurso crítico hacia la Unión Europea, el énfasis en la soberanía de los Estados, y una tendencia a soluciones de orden. Vox, no obstante, se encuentra alejado del registro más secularizado y moralmente liberal de algunos de estos partidos, que se expresa con relación a diversidad sexual, políticas de género o el papel de la religión y la identidad religiosa en la sociedad. En coherencia con esta línea, Vox ha optado por alinearse con aquellos partidos que muestran mayor tendencia hacia principios moral y culturalmente conservadores, y que enfatizan más intensamente su función de reacción ante lo que condenan como una poderosa y amenazadora tendencia al rechazo de estos valores en sus sociedades.
Esta es una razón fundamental por la que Vox mantiene actualmente los contactos más estrechos con los partidos Fratelli d´Italia, Fidesz y PiS, y que explica asimismo el acercamiento preferencial dentro de la derecha radical francesa con Marion Marechal, representante de su vertiente más conservadora.
Existen factores adicionales que explican estas preferencias; Vox se ha inclinado también por Fratelli d´Italia, distanciándose progresivamente de La Lega de Salvini, por los desencuentros con relación al proceso independentista en Cataluña. Los partidos Fidesz y PiS tienen un grado de euroescepticismo cercano al de Vox, y cuentan con el aliciente de ser partidos gobernantes, que ofrecen el ejemplo de políticas efectivamente aplicadas, no propuestas programáticas, y permiten en sus contactos proyectar una imagen de Vox como partido de dirección y mando, y de su presidente como potencial estadista.
El partido Vox se singulariza en materia económica, donde muestra, al menos de momento, planteamientos neoliberales sin apenas parangón en la derecha radical europea, más cercanos a la estadounidense. Aunque en este asunto Vox tampoco coincide con los partidos europeos con los que ha establecido una relación más estrecha, ha optado por no incidir en ello y cultivar una imagen de plena sintonía.
Desde Vox se guarda asimismo silencio respecto a políticas de estos partidos, particularmente los gobernantes Fidesz y PiS, que colisionan con derechos individuales y abandonan principios centrales de la democracia liberal. El rechazo explícito de esta por su líder más elogiado, Viktor Orban, tampoco ha sido comentado; un mutismo que denota tolerancia hacia sus políticas en este sentido, y que plantea importantes dudas sobre hasta qué punto supone también identificación.
La volatilidad de los sistemas de partidos en los últimos años, que afecta con mayor intensidad a las formaciones de derecha radical, hace suponer que algunos de los datos aquí ofrecidos experimenten modificaciones. Por ejemplo, la salida de Fidesz del Partido Popular Europeo presumiblemente llevará a una redefinición de las alianzas de la derecha radical europea, aún no concretada. Lo que parece que será una constante en años venideros es la acusada tendencia de los partidos de derecha radical, entre ellos Vox, a estrechar lazos en alianzas de carácter meramente reactivo, contra enemigos comunes, con el objetivo último de imponer el principio de que cada país pueda anteponer de forma general su exclusivo interés nacional.
[1] |
Este artículo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación «La España global. Las identidades españolas en perspectiva transnacional» (PID2019-108299GB-C21), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. |
[2] |
Entre los valores de la democracia liberal que señala Mudde se encuentran el pluralismo y la protección institucional de las minorías» (ibid.: 25). |
[3] |
David Art señala en este sentido que la definición de populista debería en el caso de la derecha radical con frecuencia ser sustituida por la de nativista o autoritario (2020). |
[4] |
Coinciden con esta valoración los resultados del Pew Research Center, que clasifica el grado de populismo de los partidos políticos europeos, y vincula asimismo populismo y antielitismo. Una encuesta de 2019 solicitaba a expertos en esta cuestión calificar el antielitismo de diferentes partidos de 0 a 10, siendo 7 la puntuación a partir de la cual se consideraba que el partido en cuestión podía calificarse como populista. Algunos de los resultados son 8,5 para VB en Bélgica, 8,6 para RN en Francia, 9,0 para AfD en Alemania y 9,5 para el PVV holandés. El partido Vox, en llamativo contraste, obtuvo una calificación de 4,1 (Wike et al., 2019). |
[5] |
La defensa del Estado de bienestar se hace en cualquier caso en beneficio solo de la población autóctona, acompañada de un discurso de denuncia del aprovechamiento de este sistema por población inmigrante. |
[6] |
Aunque minoritario, el de Vox no es un caso único; apelan también a principios neoliberales Fremskrittspartiet en Noruega y La Lega, e incluso hay partidos como Vlaams Belang, y AfD que han tenido una evolución inversa a la señalada (Olivan Navarro, 2021a: 59; 2021b: 161-165; 2021c: 308). |
[7] |
Espinosa de los Monteros afirma de Marine Le Pen que «tiene una postura estatalista e intervencionista con la que no me identifico para nada» (Iglesias, 2019: 82). Rafael Bardají abunda en esta opinión: «No me gusta el estatismo acentuado del Frente nacional» (Palacio Martin, 2019: 134-135) |
[8] |
En el manifiesto fundacional del partido se afirma: «Nuestra posición en la Unión Europea ha de ser de actor implicado y principal, conjugando nuestro compromiso con el proceso de integración y el interés comunitario con la defensa de nuestros legítimos intereses nacionales» (Vox, 2014). |
[9] |
Cabe señalar entre otros a Pedro Baños, José Javier Esparza, Javier Tebas, Kiko Méndez-Monasterio, Julio Ariza y Jesús Trillo-Figueroa (ISSEP, 2020). El instituto se ha instalado en el local en el que se encontraba la antigua sede del partido Vox. |
[10] |
«Mateo Salvini es un hombre cabal e inteligente, y gracias a VOX dispone hoy de una información sobre el separatismo catalán que hasta ahora desconocía» (Vox, 2017a). |
[11] |
El Gobierno polaco recae en PiS desde su victoria electoral en 2015, con mayoría absoluta de escaños, que revalidó en 2019. |
[12] |
Así el proyecto de ley en Polonia para multar a redes sociales que bloqueasen cuentas por contenidos que no vulnerasen la ley del país fue intensamente elogiado desde Vox, tras haber Twitter bloqueado una cuenta del partido (Vox pide una ley para limitar la capacidad de Twitter y las Big Tech similar a la de Polonia, 2021). |
[13] |
En un tuit del partido: «Cada vez más europeos están con Viktor Orbán, indignados de que con dinero público se fomente la inmigración ilegal y la violación de nuestras leyes por las ONG de extrema izquierda» (Vox, 2019d). |
[14] |
Así cuando Abascal menciona la «pataleta» de Soros por lo que considera una victoria de Polonia y Hungría en la pugna con la Unión Europea por el reparto de fondos europeos (Abascal elogia a Polonia y Hungría por la «victoria de la soberanía nacional» en la UE y afea al PP que no se sume, 2020). |
[15] |
«Si combatir la ingeniería social, la Agenda 2030 y las ideas de la extrema izquierda significa ser enemigo de Soros, estamos orgullosos de serlo» (Vox, 2020b). |
[16] |
«La fundación criminal de Soros Open Society que pretende disolver la identidad, el equilibrio, la cultura y el modo de vida de todas las naciones europeas, y que en España se dedica a financiar a separatistas, filocomunistas y medios progres, es expulsada de Hungría» (Vox, 2018c). |
[17] |
Ambos habían coincidido en septiembre de 2019 en la celebración del ya citado Atreju, pero no se informó de ninguna entrevista personal. Fidesz fue asimismo invitado al acto de Vox en Vistalegre en octubre de 2019. |
[18] |
Los primeros contactos del presidente húngaro, manteniendo la vinculación con el partido PiS polaco, se han establecido con Matteo Salvini. |
[19] |
Destaca su discurso en julio de 2014 en Băile Tuşnad, en una región de mayoría étnica húngara de Transilvania (Rumania). |
[20] |
Es por ejemplo el primer país de la Unión Europea que ha perdido el estatus de democracia, según la valoración de Freedom House en 2020 (Repucci, 2020). |
[21] |
En Băile Tuşnad Orban comenta: «The new state that we are building is an illiberal state, a non-liberal state. It does not deny foundational values of liberalism, as freedom, etc. But it does not make this ideology a central element of state organization, but applies a specific, national, particular approach in its stead» (Tóth, 2014). |
[22] |
«[A] trending topic in thinking is understanding systems that are not Western, not liberal, not liberal democracies, maybe not even democracies, and yet making nations successful. Today, the stars of international analyses are Singapore, China, India, Turkey, Russia. And I believe that our political community rightly anticipated this challenge» (íd.). |
Abascal, S. (2015). Hay un camino a la derecha. Barcelona: Stella Maris. |
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Abascal, S. (2017). Discurso de Santiago Abascal en la cumbre de Coblenza. YouTube. Disponible en: https://bit.ly/3tOUzJC. |
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Abascal, S. (2018). Mete tus narices…Twitter, 27-3-2018. Disponible en: https://bit.ly/3DivycP. |
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Abascal, S. (2019a). Encuentro en Varsovia con el presidente Kazcynsky. Twitter, 20-3-2019. Disponible en: https://bit.ly/3NuLAoA. |
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Abascal, S. (2019b). Salvini se equivoca…Twitter, 20-10-2019. Disponible en: https://bit.ly/3NnsRv0. |
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