RESUMEN
En Europa asistimos desde hace unos años al resurgir del populismo político. El objetivo
del artículo es abordar teórica y empíricamente el populismo, para avanzar en el conocimiento
del fenómeno «Podemos» en España. Identificaremos el populismo como una ideología
débil o porosa (Mudde, C. (2007). Populist radical right parties in Europe. Cambridge: CUP. Disponible en:
Palabras clave: Populismo; partidos políticos; desafección política; España; palabra.
ABSTRACT
In recent years we have witnessed the re-emergence of political populism in Europe.
The main objective of this article is to delve into the concept of populism, in order
to explain the phenomenon of the “Podemos” (We can) political party in Spain. Our
theoretical starting point is understanding populism as a porous or weak ideology
(Mudde, C. (2007). Populist radical right parties in Europe. Cambridge: CUP. Disponible en:
Keywords: Populism; political parties; political disaffection; Spain.
SUMARIO
En Europa asistimos desde hace unos años al resurgir del populismo político: la ultraderecha avanza posiciones en Francia (Frente Nacional), Suiza (Partido del Pueblo), Noruega (Partido del Progreso), Finlandia (Partido de los Verdaderos Finlandeses), Austria (Partido de la Libertad, FPO), Holanda (Partido por la Libertad o PVV), Italia (Liga Norte), Hungría (Fidesz), Grecia (Amanecer Dorado) o Reino Unido (Partido de la Independencia del Reino Unido, UKIP). En el espectro político opuesto, la extrema izquierda se identifica con Syriza en Grecia, el Partido Anticapitalista en Francia, el Movimiento Cinco Estrellas italiano, el alemán Die Linke, y en España, con los nacionalistas radicales vascos, catalanes o gallegos, junto con Podemos, Guanyem Barcelona y otros tantos partidos surgidos de las plataformas del 15-M.
El objetivo del artículo es abordar teórica y empíricamente el populismo, para avanzar
en el conocimiento del fenómeno «Podemos» en España. La hipótesis central del trabajo
es que el éxito electoral del populismo político en España es consecuencia, en mayor
medida, de una crisis política que de una crisis económica. Los problemas económicos
suelen ser un referente clásico con el que se explican los cambios políticos y las
protestas sociales, pero ello no necesariamente da lugar al surgimiento de un populismo.
Para autores como Albertazzi y McDonnell (Albertazzi, D. y McDonnell, D. (eds.) (2008). Twenty-first century populism: the spectre of Western European democracy. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
El artículo pretende: primero, revisar la bibliografía existente sobre populismo, con objeto de acotar una definición aplicable al fenómeno actual. Segundo: estudiar el partido Podemos, a la luz de la definición de populismo. Tercero: analizar las causas del apoyo al populismo en los países europeos de nuestro entorno. Cuarto: aplicar dichas causas al fenómeno podemita en España. Como variables explicativas se analizarán cinco factores: en el marco de la «crisis económica»: 1) la relación entre la crisis económica y el voto populista; y 2) la relación entre los efectos de la globalización/modernización y el voto populista. En el marco de la «crisis política»: 3) la relación entre la desafección política de los ciudadanos y el voto populista; 4) la relación entre el desarrollo de un sentimiento antipartidos tradicionales y el voto populista; y 5) la relación entre los medios de comunicación y el populismo.
Identificaremos el populismo como una ideología débil o porosa (Mudde, C. (2004). The populist Zeitgeist. Government and Opposition, 39 (4), 542-563. Disponible en:
El populismo no es nuevo. Surge asociado a movimientos políticos de masas que se originan a finales del xix y principios del xx. El populismo generará fenómenos de masas como el nazismo o el peronismo en los años cuarenta, es decir, será una ideología usada, tanto desde la derecha como desde la izquierda, con un débil cuerpo ideológico, más allá de la relación entre el líder y la masa (Hermet, G. (2001). Les populismes dans le monde. Une histoire sociologique XIXè-XXè siècle. Paris: Fayard.Hermet, 2001). Lejos de desaparecer, desde los años ochenta y noventa, asistimos a un nuevo tipo de populismo en el que la ideología pierde más peso, a favor de la relevancia carismática del líder, razón por la cual, los medios de comunicación juegan un papel fundamental.
El estudio del populismo político contemporáneo ha dado lugar a obras relevantes.
Buena parte de los autores son anglosajones (Conniff, M. L. (2003). Neopopulismo en América Latina. Revista de Ciencia Política, 23, 31-38.Conniff, 1999, 2003; Weyland, K. (2001). Clarifying a contested concept: Populism in the study of Latin
American Politics. Comparative Politics, 34, 1-22. Disponible en:
El término «populista» se emplea principalmente de manera peyorativa tanto en el ámbito académico como mediático. Por ello, lo primero que debemos tener en cuenta, como recuerda Margaret Canovan (Canovan, M. (1981). Populism. London: Harcourt Brace Jovanovich.1981: 5), es que los partidos populistas no se denominan a sí mismos «populistas» e incluso rechazan dicho término.
Para Weyland (Weyland, K. (2001). Clarifying a contested concept: Populism in the study of Latin
American Politics. Comparative Politics, 34, 1-22. Disponible en:
El éxito de los populismos actuales se explicaría porque legitiman las necesidades de los sectores subrepresentados de la población (Novaro, M. (1996). Los populismos latinoamericanos transfigurados. Nueva Sociedad, 144, 90-103.Novaro, 1996). Para ello, el líder se identifica con dichas masas infrarrepresentadas, por lo que Conniff (Conniff, M. L. (1999). Populism in Latin America. Tuscaloosa: University of Alabama Press.1999) insiste también en la importancia de la creación de lazos con el electorado. Su comportamiento es el propio de un partido catch all party (o partido atrápalo-todo), usando la terminología de Kircheimer, que intenta obtener réditos de los ciudadanos desencantados a un lado y otro del espectro político.
Freidenberg pone el acento igualmente en la relación entre el líder y sus seguidores, aunque, para ella (Freidenberg, F. (2007). La tentación populista. Madrid: Síntesis.2007: 245), los neopopulismos tienen una base social más difusa y pluralista, son grandes representantes de la «antipolítica» (con un discurso fuertemente antipartidista y anti-institucional). Así, hay autores que identifican el neopopulismo con la democracia iliberal (Zakaria, F. (2003). El futuro de la libertad. Bogotá: Santillana; Taurus.Zakaria, 2003; Crosti, M. (2004). Per una definizione del populismo come antipolitica. Ricerche di Storia Politica, 3, 425-443.Crosti, 2004).
El populismo más moderno carece de un corpus ideológico concreto y se puede asociar
a grupos tanto de la izquierda como de la derecha. Según De la Torre (De la Torre, C. (2010). Populist seduction in Latin America. Ohio: Ohio University Press.2010), que estudia el fenómeno en Iberoamérica, existen dos tipos de populismo: el neoliberal
de la década de 1990 (Fujimori, Menem, Bucaram) y el populismo radical, de extrema
izquierda, de la década de 2000 (Chávez, Correa y Morales). Pero ¿se pueden definir
bajo estas dos etiquetas los partidos populistas europeos? La diversidad de los partidos
europeos es tan grande que no podemos definir el populismo político según las etiquetas
clásicas izquierda-derecha, o como neoliberales, por un lado, y radicales de izquierdas,
por otro. De este modo, Ignazi (Ignazi, P. (2003). Extreme right parties in Western Europe. Oxford: Oxford University Press. Disponible en:
A este respecto, es necesario destacar que el populismo va generalmente ligado a otras
ideologías (como pueden ser el ecologismo, el nacionalismo o incluso el neoliberalismo).
Ello se debe a la amplitud del término «pueblo». Como nos recuerda Gianfranco Pasquino
(Pasquino, G. (2008). Populism and Democracy. En D. Albertazzi y D. MacDonnell (eds.).
Twenty First century populism. The spectre of Western democraciy (pp. 15-48). Basingstoke: Palgrave McMillan. Disponible en:
De modo similar, Mudde (Mudde, C. (2004). The populist Zeitgeist. Government and Opposition, 39 (4), 542-563. Disponible en:
Albertazzi y McDonnell (Albertazzi, D. y McDonnell, D. (eds.) (2008). Twenty-first century populism: the spectre of Western European democracy. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Por otro lado, el populismo se puede definir como un estilo de comunicación específico
(Jagers, J. y Walgrave, S. (2007). Populism as political communication style: An empirical
study of political parties’ discourse in Belgium. European Journal of Political Research, 46 (3), 319-345. Disponible en:
A la vista de la vaguedad programática del populismo, resulta más oportuno considerar
el populismo como una estrategia política antes que como una ideología. Como señala
Weyland (Weyland, K. (2001). Clarifying a contested concept: Populism in the study of Latin
American Politics. Comparative Politics, 34, 1-22. Disponible en:
Este neopopulismo sería el origen de una nueva vanguardia política, lo que denominaremos «la vanguardia del desencanto», por su insistencia en el enfado e insatisfacción del pueblo con el sistema, el establishment. Las vanguardias, ya sea en el plano político, artístico o ideológico, suponen una renovación frente a las formas tradicionales de concebir las distintas esferas de la vida. Con el tiempo, la vanguardia puede convertirse en parte del sistema, pero en el caso del movimiento que se analiza, el neopopulismo estaría en esa fase incipiente vanguardista, que lucha contra el sistema y, en este caso, dice abogar por la regeneración democrática.
¿Son incompatibles el populismo y la democracia? Existe una corriente de pensamiento
(Tarchi, M. (2003). L’Italia populista. Dal Qualunquismo ai Girotondi. Bologna: Il Mulino.Tarchi, 2003; Rovira Kaltwasser, C. (2011). The ambivalence of populism: threat and corrective for
democracy. Democratisation, 19 (2), 184-208. Disponible en:
Sobre esta cuestión hay un reciente e interesante trabajo de revisión de las obras de Mouffe y Laclau del profesor Lasse Thomassen (Thomassen, L. (2016). Hegemony, populism and democracy: Laclau and Mouffe today (review article). Revista Española de Ciencia Política, 40, 161-176.2016) que defiende la capacidad del populismo de revigorizar la democracia y pone de relieve la importancia de las pasiones en el caso de Podemos. Así, para Thomassen (Thomassen, L. (2016). Hegemony, populism and democracy: Laclau and Mouffe today (review article). Revista Española de Ciencia Política, 40, 161-176.2016: 166-167), Pablo Iglesias capta la identidad de un colectivo de gente, representa a los indignados, y sería, en un primer momento, el objeto que centra la atención de la indignación, aunque posteriormente otros elementos (como el logo del partido, sus eslóganes u otros líderes) representan también dichas emociones.
Siguiendo este hilo argumental sobre la compatibilidad entre el populismo y la democracia,
hay algunos análisis recientes que, aun dando por supuesto la incapacidad populista
de aportar soluciones políticas compatibles con la legitimidad liberal, propia de
las democracias avanzadas, inciden sobre la capacidad de los populismos de apuntar
a problemas reales y denunciar agravios legítimos, además de mejorar e incrementar
la participación política entre públicos previamente apáticos (Pappas, T. (2013). Why Greece failed. Journal of Democracy, 24 (2), 31-45. Disponible en:
Sin embargo, desde mi punto de vista, resulta mucho más acertado el diagnóstico que
realiza Pasquino (Pasquino, G. (2008). Populism and Democracy. En D. Albertazzi y D. MacDonnell (eds.).
Twenty First century populism. The spectre of Western democraciy (pp. 15-48). Basingstoke: Palgrave McMillan. Disponible en:
La cuestión que estamos tratando aquí es esencial, porque el populismo hace uso permanente de la bandera democrática. El problema radica entonces en la definición de la «democracia» (como ocurría antes con el concepto «pueblo»).
Entre las definiciones mínimas nos encontramos la de Norberto Bobbio (Bobio, N. (1994). El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.1994), para quien la democracia es el conjunto de reglas procesales para la toma de decisiones
colectivas, contando con la más amplia participación posible de los ciudadanos. Pero
un planteamiento tan sencillo de la democracia nos puede llevar a considerar como
tal a muchos regímenes autoritarios, como China, Cuba o Corea del Norte, así como
a sistemas híbridos, al estilo del venezolano. Por el contrario, las definiciones
maximalistas hacen referencia también a la inclusión de controles constitucionales
y a la defensa y promoción de los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos
(Dahl, R. (1971). Democracia y poliarquía. New Haven: Yale University Press.Dahl, 1971: 12). Más aún, para Giovanni Sartori (Sartori, G. (1988). Teoría de la democracia. Madrid: Alianza.1988: 340) democracia significa también control y, sobre todo, limitación a la concentración
del poder. Para Juan Linz y Alfred Stepan (Linz, J. y Stepan A. (1996). Towards consolidated democracies. Journal of Democracy 7 (2), 14-33. Disponible en:
Una definición de democracia reducida al mecanismo electoral puede ser el instrumento
que genere regímenes (más o menos) autoritarios. No obstante lo cual, para el populismo
solo importa la voz del pueblo, el pueblo como «masa», como un todo homogéneo. De
ahí que los plebiscitos y los referéndums (sin garantías para la oposición y sin libertades
para los medios de comunicación) son una constante en buena parte de los regímenes
populistas. De hecho, en algunos países con democracias poco consolidadas se está
retrocediendo hacia un tipo de régimen híbrido o semiautoritario, es decir, en lugar
de enfrentarnos a una nueva ola democratizadora, siguiendo a Huntington (Huntington, S. (1994). La Tercera ola. La democratización a finales de siglo
xx
. Barcelona: Paidós Ibérica.1994), estaríamos ante una contraola. Son las denominadas «democracias delegativas», según
Guillermo O’Donnell (O’Donnell, G. (1994). Delegative democracy. Journal of Democracy, 5 (1), 55-69. Disponible en:
Partiendo de estas consideraciones previas, ¿quiénes serían entonces los partidos populistas en España? Casals (Casals, X. (2013). El pueblo contra el Parlamento. El nuevo populismo en España, 1989-2013. Madrid: Pasado y Presente.2013) identifica tres períodos de populismo contemporáneo en España: una primera oleada de políticos populistas (1989-2000), que se caracteriza por una italianización de la política española, entendida como la entrada en política de hombres de negocios y juristas famosos y carismáticos, como el empresario Silvio Berlusconi o el juez Antonio Di Pietro en el caso italiano, y el juez Baltasar Garzón y el empresario Jesús Gil en el español. La segunda oleada (2001-2008) queda delimitada por la aparición de nuevos partidos políticos, como la formación de extrema derecha Plataforma per Catalunya (PxC) y partidos como Ciutadans (C’s), Solidaritat Catalana per la Independencia (SI), Candidatura d’Unitat Popular (CUP), todos ellos fundados en Cataluña. Con frecuencia, además, estos partidos reflejan los modos políticos exclusivistas de la Liga Norte en Italia o el Frente Nacional en Francia. Por último, Casals identifica una tercera oleada de políticos populistas que aparecen poco después o justo antes del comienzo de la recesión económica de 2008. Esta oleada sí se parece más a otros movimientos populares europeos, como el Movimiento 5 Estrellas del italiano Beppe Grillo o la formación griega Syriza, con quienes comparten su discurso antielitista, fiel reflejo de la animadversión generada por las políticas de austeridad y el sentimiento aparente de agotamiento de la política tradicional, amén de la consiguiente desafección hacia esta última.
Estos nuevos partidos (por ejemplo, Unión Progreso y Democracia, Podemos, Ciudadanos, Equo) han fragmentado el panorama político español, dominado desde 1989 por el Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP). Cabe señalar a este respecto que España sería uno de los pocos países europeos donde, pese a tener una crisis económica y altas tasas de inmigración, combinadas con un descontento generalizado de la población con las élites y con el sistema político, el populismo no se caracteriza por ser de extrema derecha, sino de extrema izquierda.
1 Izquierda | 5,4 |
---|---|
2 | 4,3 |
3 | 13,8 |
4 | 11,8 |
5 | 21,2 |
6 | 8,1 |
7 | 5,9 |
8 | 4,5 |
9 | 1,7 |
10 Derecha | 1,2 |
N.S. | 10,5 |
N.C. | 11,8 |
(N) | (2.484) |
Media | 4,64 |
Desviación típica | 1,99 |
(N) | (1.930) |
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas. Estudio 3101. Barómetro junio 2015.
Una de las claves puede residir en la cultura política de los españoles. En el plano ideológico, la moderación ha sido la pauta característica de la cultura política, ya desde la Transición (Morán, M. L. y Benedicto, J. (1995). La cultura política de los españoles. Un ensayo de reinterpretación. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.Benedicto y Morán, 1995). Tomando como referencia el barómetro de junio de 2015, la mayor parte de la población se sitúa en el centro (21,2 % estaría en el rango 5) o en la izquierda moderada (24 % en los valores 3-4). Por el contrario, es muy minoritaria la opción de la extrema derecha (valores 9-10), donde solo está el 2,9 % de la población, aunque es más evidente la existencia de casi un 10 % de la población próxima a la extrema izquierda (9,7 %). De modo que el valor medio de los españoles se sitúa en el 4,64 (en una escala de 1 a 10, siendo 1 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha).
Una consecuencia directa es la existencia de una mentalidad inclusiva en la sociedad española, que hace, por ejemplo, que, aunque la inmigración preocupe a la ciudadanía, no es un cleavage político divisorio, en la actualidad, como puede ocurrir en Francia, en el Reino Unido o en los países nórdicos. Así, por ejemplo, pese a que la inmigración aumentó en España, del 1,3 % en 1996 al 12 % del total de la población en 2012 (Instituto Nacional de Estadística (2013). Cifras de población a 1 de enero de 2013. Estadística de migraciones 2012. Notas de prensa. Instituto Nacional de Estadística, 2013), para el 52 % de los españoles es preferible una sociedad con personas de diferente origen, cultura y religión (Centro de Investigaciones Sociológicas, 2015. Estudio 3082).
De hecho, como apuntan Sonia Alonso y Rovira Kaltwasser (Alonso, S. y Rovira Kaltwasser, C. (2015). Spain: No country for the populist radical
right? South European Society and Politics, 20 (1), 21-45. Disponible en:
El partido Podemos, en su documento Principios políticos (Podemos (2015a). Principios políticos. Disponible en:
Frente a ellos, Podemos lucha con propuestas diferentes y medios diferentes. Podemos
reconoce que tiene un estilo de actuación y comunicación distinto al de los partidos
tradicionales y pretende desterrar del poder a la viejas élites, por lo que afirma
(Podemos (2015a). Principios políticos. Disponible en:
[…] los resultados del 25M y su impacto en el escenario político español demuestran tanto la validez de la hipótesis de la unidad popular y transversal como nuestro acierto a la hora de ofrecer una superficie de inscripción y articulación, con un nuevo lenguaje y unas nuevas formas. […] Hemos abierto una grieta que hoy ha acelerado el tiempo político español, ha sacudido los viejos equilibrios, ha provocado dimisiones y prisas en la recomposición y ha mostrado un posible camino para construir una mayoría política de cambio en un sentido popular en España […].
En el marco de este nuevo estilo de actuación, formalmente rechazaría la configuración
de las listas al estilo de los partidos tradicionales, con objeto de «recuperar la
política para la gente y construir herramientas que se pongan de nuevo las instituciones
al servicio del bien común» (Podemos (2015a). Principios políticos. Disponible en:
En opinión de Podemos, el pueblo se habría visto despojado de sus poderes soberanos,
como si las elecciones democráticas celebradas en los comicios previos no fueran resultado
de la voluntad soberana del pueblo español. Para solucionar esto, Podemos diseña un
variado proceso de selección de los candidatos (en su documento Principios políticos), en el que debe participar la ciudadanía. Por ejemplo, en el ámbito local, se propone
(Podemos (2015a). Principios políticos. Disponible en:
En suma, sobre la base de investigaciones recientes (Sanders, K. (2016). The emergence of Spain’s Podemos (We Can) Party: Challenges for
political communication practice and study. En G. Gonçalves y J. Serra, Politics and Web 2.0. Delaware: Vernon Press.Sanders, 2016) y de la autodefinición del mismo partido, Podemos parece ajustarse a la definición
de partido populista antielitista ofrecida por Jagers y Walgrave (Jagers, J. y Walgrave, S. (2007). Populism as political communication style: An empirical
study of political parties’ discourse in Belgium. European Journal of Political Research, 46 (3), 319-345. Disponible en:
Si estamos ante una estrategia política ideológicamente tan débil y cuyos planteamientos chocan con la democracia liberal, pese a querer regenerarla, entonces, ¿qué hace que el populismo tenga éxito? Como veremos, hay que recurrir a una explicación multicausal, para entender el populismo europeo, en general, y el caso de Podemos, en particular.
Una primera explicación sería la económica: las situaciones de crisis económica darían lugar a un volumen importante de personas descontentas con el sistema. En esta línea, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa alertaba, en su Report de 7 de junio de 2010, sobre la posible vinculación entre la crisis económica que sacudía a los 47 países del Consejo de Europa desde 2008 y el incremento del populismo. Sin embargo, no parece que esta sea la causa principal que pueda explicar el fenómeno.
Los datos de las elecciones al Parlamento de la UE de 2009 y 2014 corroboran esta idea: no se puede argumentar únicamente que la crisis esté por detrás del auge del populismo. De un lado, porque los populismos aumentan su representación también en países donde la crisis no ha azotado con tanta virulencia a los ciudadanos (en Austria crece el Freheitliche Partei, en Bélgica el Vlaams Belang y en Francia el Front National). De otro lado, porque en 2014 la situación económica en la UE había mejorado gradualmente y, pese a ello, los partidos populistas aumentaron sus escaños e incluso en algunos casos, como España, irrumpieron partidos nuevos de corte populista (como Podemos), que no existían en los momentos más crudos de la crisis (2008-2011). Del mismo modo, tras elecciones municipales de mayo de 2015 y pese a los síntomas de ligera recuperación económica, el populismo ha sido un actor destacado, lo que ha supuesto un retroceso de los partidos políticos tradicionales en las elecciones generales de diciembre de 2015.
En un contexto de crisis económica es normal que el paro y la situación económica sean las mayores preocupaciones de los ciudadanos, a la luz del barómetro de enero de 2016 del Centro de Investigaciones Sociológicas (estudio 3124). No obstante lo cual, sorprende que no sean los votantes de Podemos los más preocupados por el paro (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 5). Esto es, el paro era el principal problema para el 53,7 % de los encuestados que se definieron como votantes de Podemos (en las elecciones de diciembre 2015), ligeramente por debajo del dato de los votantes del Partido Popular (54,8 %), de Ciudadanos (57,3 %), y de los votantes socialistas (65,3 %).
Respecto a la situación económica personal de los encuestados, más de la mitad de los votantes de Podemos tienen una situación económica buena o regular: los electores con una situación económica «buena» eran el 43,2 % en Ciudadanos; el 41,1 % en el PP; el 34,5 % en Podemos y el 28,9 % en el PSOE. Además, cerca de la mitad de los españoles consideraba «regular» su situación económica, siendo menos común esta respuesta entre los votantes de Ciudadanos (39,4 %) y Podemos (45,5 %) que entre los del PP (47,8 %) y los del PSOE (50,5 %) (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 69). Aunque es cierto que son más los votantes de Podemos que afirman verse afectados personalmente por el problema del paro (38 %), frente a los votantes del PP (28,1 %), del PSOE (31,9 %) o de Ciudadanos (35,2 %) (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 13). Con todo, los votantes de Podemos se muestran más optimistas respecto al futuro, en cuanto a los temas laborales se refiere (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas 2016: 21): el 28,2 % de los votantes cree que le irá mejor con respecto al trabajo (frente al 20,6 % de los votantes del PP y al 18,3 % del PSOE).
Los índices de felicidad personal son también similares a los de nuestros vecinos europeos (con un notable de media, según Eurostat), independientemente del partido al que votan los electores. Aunque los votantes podemitas se sienten unas décimas menos felices que los otros electores. La media española de felicidad es de 7,40 puntos, siendo más felices los votantes del PP (7,67), Ciudadanos (7,32), PSOE (7,33) y Podemos (7,27), pero las diferencias son mínimas (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 66).
Por consiguiente, no queda clara la existencia de una fuerte relación entre la crisis económica y el auge de los populismos por varias razones: 1) los populismos han ganado terreno también en países con menores problemas económicos y aparecen en España en un momento de recuperación económica; 2) el paro preocupa menos a los votantes de Podemos (aunque les afecta ligeramente más a ellos); 3) la situación económica de los votantes de Podemos es buena o regular, pero no mala o muy mala; y 4) los votantes de Podemos presentan unos índices de felicidad similares a los del resto de los partidos. De este modo, aunque no se puede negar que la economía está relacionada con el mayor o menor bienestar ciudadano, tampoco se puede decir que esta sea la principal causa explicativa del populismo en Europa y en España. A ello hay que añadir que, en ocasiones, el populismo surge no precisamente en contextos de crisis económica, sino de bonanza, como puede ser el caso del nacionalismo italiano de la Liga Norte o del nacionalismo vasco. De modo que procede explorar otras causas explicativas, sin olvidar que la economía puede influir en una parte del electorado populista.
Otra tesis posible es que los ciudadanos que apoyan el populismo responden a un patrón sociológico, que aglutina a las personas afectadas por la modernización (o la globalización), como las personas mayores, o los obreros no cualificados, que se verían amenazados por la inmigración procedente de terceros países, por su falta de conocimiento de las nuevas tecnologías, o por el efecto de la deslocalización de las empresas en otros países, lo que les haría más sensibles a los discursos populistas.
Del mismo modo, la modernización habría llevado hacia nuevas formas de socialización (por ejemplo, digitales) y hacia nuevos tipos de convivencia social, en ciudades cada vez más impersonales, donde la comunidad pierde peso y las personas se sienten más aisladas. Dichas personas, alejadas de su familia, sus amigos o su entorno habitual (por razón de desplazamiento laboral o de otro tipo) se sentirían solas, tristes y aisladas y podrían buscar una nueva identidad que les arropara en el seno de las organizaciones populistas.
En este punto, hay que señalar como ingrediente adicional que surge una nueva comunidad que arropa al ciudadano: el pueblo. Más aún, el pueblo se identifica, en buena parte de los discursos populistas, con la nación, por lo que se acentúa el sentimiento de pertenencia al Estado-nación (y la identidad francesa o británica, por ejemplo, en el caso del Frente Nacional o de la UKIP), o bien el sentimiento de pertenencia a una nación sin Estado (como ocurre en el discurso de los nacionalistas radicales de Bildu o la CUP catalana). En consecuencia, nacionalismo y populismo van muchas veces juntos. De ahí que sea común el euroescepticismo entre buena parte de los partidos populistas de extrema derecha (UKIP, Frente Nacional…) y también entre los de extrema izquierda (Syriza, Podemos, Movimiento 5 Estrellas…). La razón es simple: la Unión Europea obliga a diluir los intereses de la nación (o del Estado-nación) a favor de un espacio común, el europeo, que no se identifica como propio.
Podemos, en efecto, es euroescéptico y reclama una reforma de la UE. En su programa electoral persigue «una reforma de las instituciones europeas que democratice la toma de decisiones políticas y económicas en la eurozona» (Podemos, 2016: punto 85, http://lasonrisadeunpais.es/programa/#). Este partido también es contrario a los mecanismos de toma de decisiones del Fondo Monetario Internacional o del G-20. Sin embargo, los inmigrantes extranjeros no son vistos con rechazo por el partido, como ocurre con los partidos de extrema derecha populistas europeos (véase el programa de «democracia internacional» de Podemos), por lo que el partido aspira a facilitar los visados de trabajo, la reagrupación familiar, el derecho de voto o la obtención de los permisos de residencia de los extranjeros.
Igualmente, aunque es verdad que los votantes de Podemos se han visto más afectados por el paro que los de otros partidos, la mitad de ellos tiene una buena situación económica e incluso muchos se consideran de clase media-alta; son generalmente jóvenes, bien preparados académicamente y usuarios de las nuevas tecnologías; al tiempo que manifiestan un nivel de felicidad notable con su vida. Por ello, no parece que los votantes de Podemos respondan, mayoritariamente, a un perfil de personas marginadas por la globalización o la modernidad, sino que más bien se sienten insatisfechos con la política tradicional, como veremos al analizar las siguientes causas explicativas. De este modo, los rasgos sociológicos de los votantes de Podemos, a tenor de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de enero de 2016, son los siguientes:
Desde el punto de vista del sexo, no se aprecian diferencias: el 51 % de los votantes podemitas son hombres y el 49 % son mujeres (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 66).
Desde la óptica de la edad de los votantes: son los jóvenes quienes apoyan más a Podemos (el 28,6 % de sus apoyos parten de personas entre 18 y 34 años y el 27 % son electores de entre 35 y 44 años). Mientras, entre los mayores de 65 años solo hay un 8,6 % de españoles que confían en ellos (frente al 39,2 % de los votantes mayores del PP y el 31,2 % del PSOE). Pautas similares de apoyo entre la gente joven se apreciarían en Ciudadanos (con un 28,1 % de votantes entre 18 y 34 años y un 8,5 % de más de 65 años) (ibid.: 67). Hay que recordar que el paro juvenil entre los jóvenes es muy elevado, al tiempo que son ellos quienes tienen sueldos menores, por lo que los nuevos partidos captan su atención con más facilidad. A diferencia de los partidos tradicionales, PP-PSOE, que cuentan con una edad media de sus votantes mucho más elevada.
En cuanto a los estudios, Podemos y Ciudadanos serían los partidos con mayor volumen de electores con estudios superiores universitarios (31,8 % y 39 %, respectivamente), lo cual está relacionado con la juventud de su electorado. Por el contrario, el electorado con menor nivel de estudios sería el del Partido Popular y el PSOE (ibid.: 67).
En cuanto a la situación económica personal de los electores, como se ha visto (ibid.: 69), el 34,5 % de los votantes de Podemos la define como «buena», siendo peor la percepción subjetiva de los votantes socialistas y mejor la de los partidarios del PP y de Ciudadanos. Igualmente, se definen como personas de clase «alta y media-alta», el 29,1 % y el 27,5 % de los votantes de Ciudadanos y Podemos respectivamente (datos muy superiores a los del PP —16,9 %— y el PSOE —16,1 %—). También se autodefinirían como «nuevas clases medias» más personas en Podemos y Ciudadanos que en el PP y en el PSOE. Asimismo, hay menos obreros en Podemos, Ciudadanos y el PP que en el PSOE (ibid.: 73). Sin embargo, atendiendo a la condición socioeconómica de los encuestados (2016: 72), hay más parados en Podemos (26,3 % de los votantes) que en el PSOE (20,6 %), Ciudadanos (15,5 %) o el PP (11,7 %).
Teniendo en cuenta la sensación de los encuestados respecto a sus posibilidades de perder su empleo, los datos son similares en casi todos los partidos. Quienes creen que es «poco» o «nada probable» que pierdan su trabajo en los próximos doce meses son un 81,2 % de los votantes de Podemos; un 86,8 % del PP; un 81 % en el PSOE; un 87,9 % en Ciudadanos. Esto es, no se aprecia una sensación de vulnerabilidad elevada entre los votantes de los nuevos partidos (ya sea Podemos o Ciudadanos) (ibid.: 71).
Desde el punto de vista de la felicidad (ibid.: 66), los votantes de Podemos dan un notable a su vida (7,27 puntos), dato similar al de los partidos de la «casta», como hemos visto.
En otras palabras, los caladeros de voto de los partidos populistas (en este caso Podemos) se ubican, fundamentalmente, entre los jóvenes universitarios, de clase media y buena situación económica. Por ello se puede afirmar que el voto de protesta populista no siempre se encuentra entre los sectores más vulnerables, euroescépticos, solitarios o desfavorecidos de la sociedad, de modo que la modernización tampoco es una clave que explica el fenómeno en su totalidad, sino solo de forma parcial.
Para Albertazzi y McDonnell (Albertazzi, D. y McDonnell, D. (eds.) (2008). Twenty-first century populism: the spectre of Western European democracy. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Veamos los datos. Según el Eurostat, en la Unión Europea (de 28 Estados), en el año 2013, el valor medio de confianza en el sistema político (en una escala de 1 a 10) era 3,5 puntos, y la confianza en el sistema legal era de 4,6 puntos, es decir, un clamoroso suspenso, en ambos casos, como puede verse en la tabla 2. Por el contrario, los europeos parecían más satisfechos con su nivel de vida, dato que alcanza los 7,1 puntos de media.
Los países más satisfechos con su sistema político serían: Finlandia (6,0), Malta (5,7), Suecia (5,6), los Países Bajos (5,5) y Luxemburgo (5,0). Fuera de la UE ofrecen valores positivos Noruega (5,9) y Suiza (6,6). Pero en unos y otros casos, ningún país concede un notable como valor medio a su sistema político, quedando los más satisfechos, cerca del mero «aprobado». En el extremo opuesto, esto es, entre los más insatisfechos, nos encontramos a Portugal (1,7), Eslovenia (1,8), España (1,9), Grecia (2,0) e Italia (2,1). No debe extrañar, por tanto, la fuerza de Syriza, del Movimiento 5 Estrellas, de Podemos, o de la CUP catalana (Candidatura d’Unitat Popular), entre otros.
Si tomamos como referencia el caso de los muy insatisfechos, como España, nos encontramos con que dicha falta de confianza en la política no se relaciona con un bajo nivel de vida. Más bien al contrario, los españoles consideran que su satisfacción media con el nivel de vida, en general, es bueno, por lo que le dan al citado indicador un valor de 6,9 puntos, muy próximo a la puntuación que le dan a dicho ítem los franceses (7,0), los británicos (7,3) o los alemanes (7,3), así como resulta muy similar al de los que confían más en sus instituciones, como los malteses (7,1). En resumen, no parece que el desencanto político de los ciudadanos esté directamente relacionado con la calidad de vida nacional. Veamos, en cualquier caso, si existe un patrón sociológico de los desencantados.
Satisfacción media con el nivel de vida | Confianza media en el sistema político | Confianza media en el sistema legal | Confianza media en la policía | Confianza media en otras instituciones | |
---|---|---|---|---|---|
UE-28 | 7,1 | 3,5 | 4,6 | 6,0 | 5,8 |
Bulgaria | 4,8 | 2,6 | 3,0 | 3,6 | 4,2 |
Portugal | 6,2 | 1,7 | 2,9 | 5,4 | 5,3 |
Hungría | 6,2 | 4,5 | 5,1 | 5,7 | 5,3 |
Grecia | 6,2 | 2,0 | 4,1 | 5,0 | 5,3 |
Chipre(1) | 6,2 | 2,6 | 3,6 | 4,7 | 4,5 |
Croacia | 6,3 | 2,8 | 3,3 | – | 5,1 |
Estonia | 6,5 | 4,4 | 5,2 | 6,0 | 5,8 |
Letonia | 6,5 | 3,6 | 4,5 | 5,4 | 6,5 |
Italia | 6,7 | 2,1 | 3,6 | 5,8 | 5,7 |
Lituania | 6,7 | 4,5 | 4,9 | 6,0 | 6,1 |
España | 6,9 | 1,9 | 3,1 | 5,4 | 6,3 |
República Checa | 6,9 | 3,7 | 3,8 | 4,9 | 5,3 |
Eslovaquia | 7,0 | 3,5 | 3,6 | 4,4 | 5,8 |
Eslovenia | 7,0 | 1,8 | 2,7 | 5,5 | 6,5 |
Francia | 7,0 | 3,0 | 4,5 | 5,7 | 5,0 |
Malta | 7,1 | 5,7 | 4,9 | 6,3 | 6,2 |
Rumanía | 7,2 | 4,8 | 5,8 | 6,4 | 6,4 |
Alemania | 7,3 | 4,9 | 5,3 | 6,4 | 5,5 |
Reino Unido | 7,3 | 3,8 | 5,5 | 6,4 | 6,1 |
Polonia | 7,3 | 3,5 | 4,2 | 5,2 | 6,0 |
Irlanda | 7,4 | 3,2 | 5,1 | 6,9 | 6,4 |
Luxemburgo | 7,5 | 5,0 | 5,3 | 6,1 | 5,5 |
Bélgica | 7,6 | 4,6 | 5,0 | 6,1 | 5,7 |
Países Bajos | 7,8 | 5,5 | 6,2 | 6,6 | 6,9 |
Austria | 7,8 | 4,4 | 6,0 | 7,2 | 5,9 |
Suecia | 8,0 | 5,6 | 6,7 | 7,1 | 6,9 |
Dinamarca | 8,0 | 5,9 | 7,5 | 7,9 | 8,3 |
Finlandia | 8,0 | 6,0 | 7,2 | 8,2 | 7,4 |
Noruega | 7,9 | 5,9 | 7,2 | 7,5 | 7,3 |
Islandia | 7,9 | 3,7 | 5,7 | 7,7 | 7,0 |
Suiza | 8,0 | 6,6 | 7,0 | 7,4 | 6,4 |
Serbia | 4,9 | 3,2 | 3,4 | 4,3 | 4,2 |
Sin datos de confianza en la policía.
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de Eurostat.
Nota:
Trust in the political system: Confianza en el sistema político.
Trust in the legal system: Confianza en el sistema legal.
Trust in the police: Confianza en la policía.
Fuente: Eurostat.
A la luz del gráfico 2, por edades, se puede apreciar cómo el desencanto es mayor, en general, respecto al sistema político, seguido del sistema legal. Por el contrario, parece que la policía sería una institución que aprueba entre todas las edades, especialmente, a medida que avanza la cohorte de edad. En el caso de la confianza en el sistema político, cabe decir que se aprecian pocas diferencias entre los jóvenes y los mayores, aunque los jóvenes entre 16 y 24 años estarían 4-5 décimas más desencantados que las personas mayores de 25 (incluidos los ancianos).
En conclusión, la desconfianza en el sistema político afecta a la población en su conjunto, sin distinción de edad.
Otro factor es el sexo. Como se aprecia en la tabla, hombres y mujeres tienen un nivel similar de apatía en relación al sistema político (3,6 hombres y 3,5 mujeres). Hecho que se reproduce tanto si vemos los datos de la confianza en el sistema legal como en la policía. De modo que el sexo no es una variable explicativa del desencanto político.
Nota:
Trust in the political system: Confianza en el sistema político.
Trust in the legal system: Confianza en el sistema legal.
Trust in the police: Confianza en la policía.
Fuente: Eurostat.
Nota:
Men: Hombres
Women: Mujeres
Trust in the political system: Confianza en el sistema político.
Trust in the legal system: Confianza en el sistema legal.
Trust in the police: Confianza en la policía.
Fuente: Eurostat.
Por estudios (gráfico 4), nos encontramos con que se produce el patrón común, según el cual el sistema político tiene un menor nivel de confianza que el sistema legal o la policía. No obstante, aquí sí parece que el grado de eduación alcanzado es una variable significativa, ya que las personas con estudios inferiores presentan valores superiores de apatía política (2,9) que las personas con estudios más elevados, sean secundarios (3,7) o terciarios (4,2).
Nota:
Lower secondary education: educación secundaria básica.
Upper secondary education: educación secundaria superior.
Tertiary education: educación terciaria (estudios universitarios).
Fuente: Eurostat.
Por otro lado, en cuanto al nivel económico de los encuestados, los datos son los siguientes: el sistema político sigue siendo el más devaluado, frente al sistema legal o la policía, y, en este caso, la economía sí es una variable ligeramente determinante. A saber, los desempleados serían los que más desconfían de la política (2,4), seguidos de los que quedan englobados bajo la categoría «otros» (personas con discapacidad, amas de casa o personas que realizan el servicio militar) y los trabajadores autónomos (3,3). Paradójicamente, los que confían más (4,2) serían aquellos que están todavía en fase de formación/educación (quizá porque no han tenido que enfrentarse todavía a la compleja tarea de encontrar un empleo de calidad). En cualquier caso, las diferencias entre unos colectivos y otros son pequeñas.
Nota:
Unemployed: desempleado.
Other: otros (personas con discapacidades o minusvalías, personas que realizan tareas domésticas o personas que realizan el servicio militar u otros servicios para la comunidad).
Self-employed: trabajadores autónomos (por cuenta propia).
Retired: jubilados.
Full-time employed: trabajadores a tiempo completo.
Part-time employed: trabajadores a tiempo parcial.
In education or training: estudiantes o personas en proceso de formación.
Fuente: Eurostat.
Este hecho redunda en la idea de que la variable económica no debe asociarse necesariamente con el desencanto político, sino que la desafección se encuentra mucho más enraizada en la población y va más allá de razones explicativas como el sexo, la edad, la educación o la situación socioeconómica.
Una consecuencia evidente de esta apatía política es la tendencia generalizada a la caída en la participación política en la UE, como se observa en el gráfico 6.
En el caso español, los primeros estudios sobre cultura política y comportamiento político datan de los años ochenta y noventa (Justel, M. (1983). Los viejos y la política. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.Justel, 1983; López Pintor, R. (1987). El impacto del autoritarismo en la cultura política. La experiencia española en una perspectiva comparada. Política y Sociedad. López Pintor, 1987; Maravall, J. M. (1982). La política de la transición. Madrid: Taurus.Maravall, 1982), pero en ese primer momento se centran más en analizar el asentamiento de los valores democráticos y la valoración del franquismo. Desde los noventa, la investigación va avanzando (Castillo, P. del (1994). Comportamiento político y electoral. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.Castillo, 1994; Morán, M. L. y Benedicto, J. (1995). La cultura política de los españoles. Un ensayo de reinterpretación. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.Benedicto y Morán, 1995; Anduiza, E. y Bosch, A. (2004). Comportamiento político y electoral. Barcelona: Ariel.Anduiza y Bosch, 2004; Torcal, M. y Medina, L. (2002). Ideología y voto en España- 1979-2000: Los procesos de reconstrucción racional de identificación ideológica. Revista Española de Ciencia Política, 6, 57-96.Torcal y Medina, 2002; Lago Peñas, I. (2005). El voto estratégico en las elecciones generales en España (1977-2000): Efectos y mecanismos causales en la explicación del comportamiento electoral. Madrid: Siglo XXI. Lago Peñas, 2005; Torcal, M. y Montero, J. R. (eds.) (2006). Political disaffection in contemporary democracies: Social capital, institutions, and politics. London: Routledge.Torcal y Montero, 2006; González, J. J. y Bouza, F. (2009). Las razones del voto en la España democrática, 1977-2008. Madrid: Los Libros de la Catarata.González y Bouza, 2009; Galais, C. (2012). Edad, cohortes o período. Desenredando las causas del desinterés político en España. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 139, 85-110.Galais, 2012), y se dibuja un escenario de apatía y cinismo político en España, con un desencanto muy generalizado.
En efecto, desde la década de los ochenta, en general, se puede señalar que son muy pocos los españoles que manifiestan entusiasmarse con la política (apenas un 4 % en 1989), siendo, por el contrario, el aburrimiento, la indiferencia y la desconfianza los valores que priman. A ello se añade que, en el tiempo, decae el interés por la política (en 1980 el 25 % de los españoles estaba interesado en el tema, frente al 19 % en 1989) y aumenta el aburrimiento (que pasa del 12 al 28 % en las mismas fechas).
Reacciones afectivas | 1980 | 1985[**] | 1989[**] |
---|---|---|---|
Aburrimiento | 12 | 21 | 28 |
Entusiasmo | [*] | 2 | 4 |
Irritación | 4 | 6 | 9 |
Interés | 25 | 24 | 19 |
Indiferencia | 41 | 22 | 19 |
Pasión | 1 | 1 | [*] |
Disgusto | [*] | 4 | [*] |
Compromiso | [*] | 2 | 2 |
Desconfianza | 11 | 12 | 12 |
NS | 4 | 5 | 7 |
NC | 1 | 1 | 1 |
(N) | (3.457) | (2.498) | (3.356) |
Nº Estudio | E 1237 | E 1461 | E 1788 |
[*] |
No se incluyen en el estudio. |
[**] |
Porcentaje que elige en primer lugar cada una de estas opciones. |
Fuente: Tabla 5 de Morán y Benedicto (Morán, M. L. y Benedicto, J. (1995). La cultura política de los españoles. Un ensayo de reinterpretación. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.1995: 50).
La apatía de los ochenta se mantiene en el tiempo. Así, por ejemplo, en el año 2005, antes de la crisis económica, y en el año 2012, en plena crisis, más de la mitad de los españoles señalaba que tenía poco o ningún interés en la política. No obstante lo cual, se percibe un ligero repunte del interés en los últimos años, si contrastamos los datos de 2012 y 2016.
2005 | 2012 | 2016 | |
---|---|---|---|
Mucho | 6,0 | 9,3 | 10,0 |
Bastante | 23,6 | 24,7 | 29,4 |
Poco | 35,6 | 35,5 | 33,7 |
Nada | 34,1 | 29,8 | 26,7 |
N.S. | 0,4 | 0,4 | – |
N.C. | 0,3 | 0,4 | 0,2 |
TOTAL | 100,0 | 100,0 | 100,0 |
Nº Estudio | 2588 | 2962 | 3145 |
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas. Estudio 2588 (enero 2005), Estudio 2962 (diciembre 2012), Estudio 3145 (julio 2016).
Una de las claves de dicho repunte del interés político puede estar en la crisis económica, pero también en el surgimiento de nuevas fuerzas políticas (la vanguardia del desencanto), como Podemos, que captarían la atención mediática de buena parte del electorado. Esta segunda explicación parece plausible, ya que el malestar con la situación política es constante en el tiempo, independientemente de la situación económica. En efecto, desde los años noventa, como se aprecia en la tabla 5a, la mayoría de los españoles considera que la situación política es negativa. En el año 2000, la década arranca con una valoración más positiva, pero en pocos años vuelve la tendencia a calificar como mala la situación política, llegando al punto más álgido en 2016, cuando el 93 % de los españoles diría que la situación es regular, mala o muy mala. El porcentaje agregado de encuestados que califican la situación como regular, mala y muy mala sería la siguiente: 88,2 % (1996); 60,5 % (2000); 72,8 % (2004); 77,1 % (2008); 83,8 % (2012); 93,1 % (2016).
Situación política | Enero 1996 | Enero 2000 | Enero 2004 | Enero 2008 | Enero 2012 | Enero 2016 |
---|---|---|---|---|---|---|
Muy buena | 0,4 | 2,5 | 1,1 | 0,7 | 0,5 | 0,2 |
Buena | 7,0 | 31,5 | 18,1 | 14,0 | 7,8 | 3,3 |
Regular | 2,4 | 43,6 | 41,3 | 40,6 | 30,8 | 23,2 |
Mala | 34,9 | 13,6 | 22,7 | 26,4 | 35,0 | 39,3 |
Muy mala | 24,9 | 3,3 | 8,8 | 10,1 | 18,0 | 30,6 |
NS | 4,0 | 4,7 | 6,4 | 6,7 | 7,1 | 2,8 |
NC | 0,4 | 0,8 | 1,6 | 1,4 | 0,8 | 0,6 |
(N) | (2.499) | (2.490) | (2.489) | (2.477) | (2.480) | (2.496) |
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas (http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Indicadores/documentos_html/sA301010020.html).
En el caso del estudio de enero de 2016, atendiendo al recuerdo de voto, la respuesta negativa es más común entre los votantes de Podemos, del PSOE, de Ciudadanos y algo menos entre los votantes del PP. Aunque el pesimismo sería la tónica general en el plano político, entre el conjunto de los votantes.
Asimismo, hay que destacar que los votantes que siguieron con mayor interés la campaña de las elecciones generales de 2015 fueron los de las nuevas formaciones políticas: Podemos (67 % de electores con mucho o bastante interés) y Ciudadanos (60,1 %). Si bien la aparición de nuevas fuerzas políticas ha podido ser una de las causas que ha generado una mayor expectativa e interés por las últimas elecciones con carácter general, ya que, a la vista de los datos, también los votantes del PP (55,4 %) y del PSOE (48,4 %) estaban (muy o bastante) interesados en las elecciones del 20 de diciembre (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 44).
En conjunto, por tanto, se percibe una desconfianza en las instituciones españolas, común como veíamos a nuestros vecinos de la UE, al tiempo que los votantes no solo de Podemos, sino también de otros partidos, ven con negatividad la situación política del país. No obstante lo cual, la percepción de un desinterés político generalizado, de una apatía o de problemas políticos es insuficiente para caer en los brazos del populismo.
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.2016: 3).
En efecto, como subraya Pasquino (Pasquino, G. (2008). Populism and Democracy. En D. Albertazzi y D. MacDonnell (eds.).
Twenty First century populism. The spectre of Western democraciy (pp. 15-48). Basingstoke: Palgrave McMillan. Disponible en:
La causa es que se ha producido un fenómeno de «cartelización» de los partidos políticos,
como definieron en su día Katz y Mair (Katz, R. S. y Mair, P. (1995). Changing models of party organisation and party democracy:
The emergence of Cartel party. Party Politics, 1 (1), 5-28. Disponible en:
Los ciudadanos no serían ajenos a dicha realidad y empezarían a ser conscientes de que hacen falta otros partidos políticos. En esta situación puede surgir un nuevo tipo de partido, que rechaza las élites tradicionales y dice hablar en nombre del pueblo. Estaríamos así ante un nuevo modelo postdemocrático (Mastropaolo, A. (2008). Politics against democracy: Party withdrawal. En D. Albertazzi y D. MacDonnell (eds.). Twenty First century populism. The spectre of Western democracy (pp. 30-48). Basingstoke: Palgrave McMillan.Mastropaolo, 2008: 45), que pone en entredicho el papel de la democracia liberal y los partidos tradicionales.
En el caso español, aquí nos encontramos con un patrón similar al europeo: el sistema político en general, y los partidos políticos en particular, están valorados muy por debajo de la Policía o de otras instituciones (como la monarquía o la Guardia Civil).
Más aún, para la mayoría de los españoles (78,6 %) los políticos tienen demasiado poder (Centro de Investigaciones Sociológicas, estudio 2860, 2011), mientras que los ciudadanos tienen un poder insuficiente (83 %).
Instituciones | Confianza (escala 0-10) | (N) |
---|---|---|
Gobierno | 2,77 | (2.413) |
Parlamento | 2,83 | (2.279) |
Gobierno de su comunidad autónoma | 3,20 | (2.374) |
Tribunal Constitucional | 3,40 | (2.087) |
Defensor del Pueblo | 3,96 | (1.962) |
Fuerzas Armadas | 5,51 | (2.330) |
Policía | 5,95 | (2.417) |
Guardia Civil | 6,02 | (2.389) |
Monarquía | 4,34 | (2.346) |
Partidos políticos | 2,23 | (2.409) |
Organizaciones empresariales | 3,19 | (2.175) |
Sindicatos | 2,61 | (2.309) |
Medios de comunicación | 4,57 | (2.374) |
Iglesia católica | 3,61 | (2.389) |
Consejo General del Poder Judicial | 3,54 | (2.096) |
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas, Estudio 3080. Barómetro abril 2015.
Los/as políticos/as | Los/as ciudadanos/as | |
---|---|---|
Demasiado | 78,6 | 0,6 |
Adecuado | 15,6 | 11,7 |
Insuficiente | 2,6 | 83,2 |
N.S. | 2,9 | 4,3 |
N.C. | 0,3 | 0,3 |
(N) | (2.454) | (2.454) |
Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas, Estudio 2860 (enero 2011).
La consecuencia directa del desencanto es que los ciudadanos demandan otro tipo de democracia, una democracia en la que el pueblo tenga mayor protagonismo, como se percibe en la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de 2011 (previa al 15-M), en la que se preguntaba a los españoles sobre quién debería tomar las decisiones: los ciudadanos o los políticos. Para la mayoría de los españoles, el ejercicio del poder debería ser una tarea compartida entre los ciudadanos y los políticos; sin embargo, en la praxis, los políticos monopolizan la actividad pública. Esto es, choca la realidad («procesos políticos percibidos» por los ciudadanos, donde los políticos mandan demasiado) con los «procesos políticos deseados» por los españoles, como se muestra en el gráfico. De ahí la posibilidad de un caladero de votos para el populismo en nuestro país.
Fuente: Font, J., Navarro, C., Wojcieszak, M. y Alarcón, P. (2012). ¿«Democracia sigilosa» en España? Preferencias de la ciudadanía española sobre las formas de decisión política y sus factores explicativos. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.Font et al., 2012 (datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, Estudio 2860, enero 2011).
Con todo, como nos recuerda el informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (Opiniones y Actitudes, 71) dedicado a la democracia sigilosa en España (Font, J., Navarro, C., Wojcieszak, M. y Alarcón, P. (2012). ¿«Democracia sigilosa» en España? Preferencias de la ciudadanía española sobre las formas de decisión política y sus factores explicativos. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.Font et al., 2012: 26):
[...] los votantes de IU, las personas que se ubican en la izquierda y las personas que viven en los municipios de 50.000 a 100.000 habitantes se encuentran invariablemente entre los más firmes defensores de las percepciones más positivas de los procesos participativos. […] En el otro lado, los sectores sociales más reticentes a los procesos participativos […] pueden oscilar entre quienes no declaran su voto, las personas de derechas o con menos estudios o los votantes del PP, que son quienes menos consecuencias positivas ven en la participación. Estos perfiles mantienen la tónica general […]: mayor apoyo a las ideas que suponen apuestas más participativas entre personas de izquierdas y que viven en municipios intermedios y a menudo también entre las personas con mayores niveles educativos.
Así pues, ya con carácter previo al 15-M, en España se percibe un incremento por la
preferencia de los ciudadanos en la toma de decisiones, que contrasta con el hecho
de que los ciudadanos creen que están marginados de las decisiones políticas, ya que
estas son tomadas por los profesionales de la política. Esta cuestión ha sido aprovechada
por Podemos, cuyo discurso, como hemos visto, gira constantemente contra los llamados
partidos de la «casta», a los que acusa de todo tipo de ataques. Según Podemos, la
fuerza de su mensaje, con la que se identifica el pueblo, «esto es lo que explica
la feroz campaña de ataques, estigmatización, criminalización y desprestigio que sufre
nuestra joven formación y sus portavoces: por primera vez en tres décadas, quienes
han monopolizado el poder para su propio beneficio y el de los privilegiados sienten
que es cierta la posibilidad de perder ese poder y tiene serias dificultades para
maniobrar y recuperar la confianza perdida» (Podemos (2015a). Principios políticos. Disponible en:
Como consecuencia de este programa reformista, la corrupción y el fraude supone una preocupación destacada entre los votantes de Podemos (18,4 %), ocupando un puesto menos relevante en la agenda ciudadana de los votantes del PP (9,5 %) y del PSOE (18,4 %) (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 5). Este hecho cuadra con la preocupación que muestran los partidos populistas por la regeneración democrática frente a la llamada «casta». También se sentirían personalmente más afectados por la corrupción y el fraude los votantes podemitas (5,9 %) que los populares (2,8 %) o los socialistas (2,9 %) (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016: 13).
En resumen, el sentimiento antipartido, combinado con la desafección política, son ingredientes relevantes para explicar el peso del populismo en las democracias occidentales, como ocurre en España. Pero aún queda otro factor relevante: el poder mediático.
La cuestión de los medios de comunicación y el populismo, en el marco de la crisis política, puede analizarse desde tres puntos de vista: a) el enfoque de las noticias políticas en los medios de comunicación; b) la cobertura que dan los medios a los partidos populistas; y c) el estilo de comunicación de los partidos populistas.
En los últimos quince años se observa un incremento de las investigaciones empíricas
que estudian los efectos de la información política sobre la desafección de los ciudadanos,
por ejemplo, a partir del estudio ya clásico de Cappella y Jamieson (Cappella, J. N. y Jamieson, K. H. (1997). Spiral of cynicism: The press and the public good. Oxford University Press.1997) sobre la «espiral del cinismo» (Berganza Conde, M. R. (2008). Medios de comunicación, «espiral del cinismo» y desconfianza
política: estudio de caso de la cobertura mediática de los comicios electorales europeos.
Zer: Revista de Estudios de Comunicación. Komunikazio ikasketen aldizkaria, 25, 121-139.Berganza, 2008; Berganza Conde, M. R., Arcila Calderón, C. y De Miguel Pascual, R. (2016). La negatividad
en las informaciones políticas de los medios españoles. Revista Latina de Comunicación Social, 71, 160-178.Berganza et al., 2016; Adriaansen, M. L., Van Praag, P. y de Vreese, C. H. (2012). A mixed report: The effects
of strategic and substantive news content on political cynicism and voting. Communications, 37 (2), 153-172. Disponible en:
Respecto al segundo factor señalado (la cobertura que dan los medios a los partidos
populistas), cabe recordar a Bos et al. (Bos, L., Van der Brug, W. y De Vreese, C. (2010). Media coverage of right wing populist
leaders. Communications, 35 (2), 141-163. Disponible en:
En efecto, Mazzoleni (Mazzoleni, G. (2003). The Media and the growth of neo-populism in contemporary democracies.
En G. Mazzoleni, J. Stewart y B. Horsfield (eds.). The Media and Neo Populism: A Contemporary Comparative Analysis (pp. 1-20). Westport, CT: Praeger.2003) señala que una de las formas de abordar la investigación de las recientes experiencias
de movimientos populistas consiste en hacerlo desde la perspectiva de la mass communication research, y más concretamente desde la perspectiva, podríamos decir, de la comunicación política
populista. La comunicación política populista es un objeto de estudio inexplorado
como tal en España y poco investigado en los países de nuestro entorno, a pesar de
que sí existe una amplia literatura sobre el fenómeno del populismo político (véanse
Albertazzi, D. y McDonnell, D. (eds.) (2008). Twenty-first century populism: the spectre of Western European democracy. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Los partidos populistas ofrecerían soluciones sencillas para acabar con el mal de las democracias actuales. Serían soluciones de sentido común, con un lenguaje llano y comprensible, que se centra en devolver a los ciudadanos una verdadera democracia, en la que el pueblo toma las decisiones, en lugar de las élites corruptas.
Albertazzi y McDonnell (Albertazzi, D. y McDonnell, D. (eds.) (2008). Twenty-first century populism: the spectre of Western European democracy. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
El pueblo es uno y es inherentemente bueno. Es decir, el pueblo sería una comunidad homogénea y virtuosa, en el que las divisiones internas se producen como consecuencia de la actuación de las élites que le gobiernan.
El pueblo es soberano, de modo que quienes gobiernan lo tienen que hacer velando por los intereses del mismo. En caso contrario, quedan deslegitimadas las élites políticas.
La cultura popular y el estilo de vida de la gente es un valor que no tiene parangón. De ahí que resulte esencial cuidar y velar por los valores y la cultura tradicionales.
El líder y el partido (populista) se identifican con el pueblo, hasta ser una misma cosa. El líder carismático posee las cualidades del pueblo, sabe lo que necesita el pueblo y le guía hacia el bien común. Por consiguiente, aquellos que no están de acuerdo con el líder carismático son calificados como traidores y quedan apartados, pasando a formar parte de los enemigos del pueblo.
El estudio que realizan Jagers y Walgrave (Jagers, J. y Walgrave, S. (2007). Populism as political communication style: An empirical
study of political parties’ discourse in Belgium. European Journal of Political Research, 46 (3), 319-345. Disponible en:
El estilo de comunicación, en este caso, es fundamental. Los populistas cuidan el escenario público donde hacen sus apariciones (no buscan hoteles, sino la calle, los mercados, las plazas, etc.). Cuidan la vestimenta del candidato (informal). Cuidan el lenguaje (sencillo, directo). Y también estudian cuáles son los canales de comunicación más adecuados al perfil de votantes que quieren captar. Por ejemplo, los partidos de extrema izquierda utilizan con profusión las redes sociales, para llegar a los jóvenes, a través de Twitter o Facebook. Un tuit es una forma sencilla de comunicar en 140 caracteres y generar un debate posterior. En definitiva, es una forma de llegar a la velocidad de la luz a miles de personas, en un solo clic.
En relación con el uso de redes sociales por los partidos políticos existe una amplia
bibliografía (Sanders, K. (2009). Communicating politcs in the 21
st
century. Basingstoke: Palgrave McMillan.Sanders, 2009). Vergeer, Hermans y Sams (Vergeer, M., Hermans, L. y Sams, S. (2011). Is the voter only a tweet away? Micro-blogging
in the 2009 European Parliament elections. First Monday, 16 (8). Disponible en:
De forma similar, el éxito de Podemos radica, por un lado, en que representan algo distinto a los partidos tradicionales y, por otro, en un estilo de comunicación propio: Pablo Iglesias y su equipo explotan la crisis política como elemento central de su programa. Miden el escenario público donde hacen sus apariciones (Podemos realizó su primer acto de campaña a las elecciones europeas en frente de un colegio público, por ejemplo, así como presentó un vídeo electoral con un candidato cercano, realizando actividades cotidianas, como coger el autobús u ocuparse de las tareas domésticas). Miden su vestimenta (siempre informal, sencilla, con coleta, en camisa y sin corbata). Miden mucho el lenguaje (con un léxico sencillo y frases cortas). Y además hacen sentir al pueblo que participan de un proyecto común (Podemos utilizó las plataformas Loomio y Agora para que los ciudadanos elaboraran de forma participativa su programa electoral en 2014).
Para transmitir ese nuevo estilo es fundamental escoger bien los canales de comunicación más adecuados al perfil de votantes que quieren captar. De hecho, los partidos de extrema izquierda populistas que persiguen el voto joven apuestan con fuerza por Twitter, Facebook y otras redes sociales, mientras que los partidos tradicionales no terminan de manejar las redes sociales y, por tanto, tienen menos seguidores entre la juventud. En el gráfico 8 se puede observar cómo en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, Podemos arrasa en número de seguidores en Twitter, frente a Izquierda Unida, el Partido Socialista o el Partido Popular.
Fuente: Twitter Count 2014, en http://www.3djuegos.com/comunidad-foros/tema/32214216/0/podemos-se-consolida-como-la-primera-fuerza-politica-en-redes-sociales/
Este tipo de partidos también son muy dados a la realización de vídeos cortos, sencillos,
que se convierten en vídeos virales que pasan de un dispositivo móvil a otro con rapidez.
El efecto inmediato, como demostraron diversos estudios postelectorales, es que cerca
del 30 % del electorado de Podemos eran jóvenes, entre 18 y 35 años (Institut Balear de Estudios Sociales (2014). Postelectoral europeas 2014. Disponible en:
La emergencia del populismo en España está más ligada a la crisis política que a la crisis económica. En el marco de la crisis política destaca la desafección de los españoles con su sistema, rasgo común en el conjunto de la Unión Europea, y el desarrollo de un sentimiento antipartidos. La consecuencia ha sido el surgimiento de Podemos y su irrupción como tercera fuerza política nacional tras los comicios generales de diciembre de 2015. Es la nueva vanguardia del desencanto político en España.
La crisis y desconfianza en el sistema político español haría más permeables a los españoles a las estrategias de comunicación y programas políticos populistas, que les prometen regenerar el sistema democrático e incrementar las vías de participación ciudadana. En ese contexto, los jóvenes con estudios superiores habrían sido los más sensibles, lo cual estaría relacionado con el uso de Podemos de las redes sociales y las nuevas tecnologías. Los parados también serían personas sensibles al discurso populista de Podemos, pero no se puede decir que la crisis económica sea la única variable explicativa del fenómeno, puesto que entre sus votantes también hay muchas personas de clase media y media-alta, al tiempo que pocos votantes de Podemos temían perder su empleo en los próximos doce meses (Centro de Investigaciones Sociológicas (2016). Estudio 3.124. Barómetro, enero de 2016.Centro de Investigaciones Sociológicas, 2016). En resumen, la crisis política e institucional sería el ingrediente clave que explica la fuerza actual del populismo en España, en general, y del fenómeno Podemos, en particular; seguido, en menor medida, de la crisis económica.
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El artículo es fruto de la estancia de investigación posdoctoral de la profesora Ainhoa Uribe Otalora en la Universidad de Oxford (St. Antony’s College), durante el verano de 2015 (bajo la supervisión de la profesora Kalypso Nicolaidis), así como de su participación en el proyecto de investigación precompetitivo sobre populismo, financiado por el Banco Santander y la Universidad CEU San Pablo, dirigido por las profesoras Karen Sanders y Ainhoa Uribe. Se agradece expresamente la creación de un equipo de investigación sobre populismo, en la Universidad CEU San Pablo, por parte de la catedrática Karen Sanders, experta en comunicación política y miembro de la Acción COST IS1308 de la Unión Europea «Populist political communication in Europe», sin cuyo apoyo este artículo no hubiera sido posible. |
Adriaansen, M. L., Van Praag, P. y de Vreese, C. H. (2012). A mixed report: The effects of strategic and substantive news content on political cynicism and voting. Communications, 37 (2), 153-172. Disponible en: https://doi.org/10.1515/commun-2012-0008. |
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