RESUMEN
El objetivo principal de esta investigación ha sido el análisis de la influencia orteguiana en el pensamiento de Luis Díez del Corral. Para ello se ha utilizado una metodología cualitativa y cuantitativa de la obra publicada de Díez del Corral no directamente consagrada a su maestro Ortega, así como documentos de archivo y correspondencia entre los autores. La acogida del maestro es fruto de un magisterio vital. Por eso no se circunscribe a la mera cita formal, académica. El análisis refleja unos modos de presencia múltiples. Desde un punto de vista cuantitativo, la obra que más citada es La rebelión de las masas. Y la obra con mayor número de referencias a Ortega es El rapto de Europa. La investigación afina una serie de ideas orteguianas que conforman el pensamiento de Luis Diez del Corral: la utilización de dos tipos de ideas, ideas-creencias e ideas ocurrencias; la idea de Europa y el papel del feudalismo; el mito como modo de ver la realidad, y la concepción de la historia, el arte o la técnica.
Palabras clave: José Ortega y Gasset; Luis Díez del Corral; magisterio vital; Europa; mito.
ABSTRACT
This article analyzes the influence of the thinker José Ortega y Gasset in the work and in the thought of his disciple Luis Díez del Corral. The main objective has been to analyze, both quantitatively and qualitatively, the orteguian influence on the thought of Díez del Corral. For this, a systematic methodology of documentary analysis of the published work of Díez del Corral has been used, not directly consecrated to his teacher Ortega. As well as archival documents and correspondence between the authors. The teacher's welcome is clear and very rich, the fruit of a vital teaching. That is why it is not limited to mere formal, academic citation. The analysis reflects multiple modes of presence. From a quantitative point of view, the most cited work is The revolt of the masses. And the work with the highest number of references of Ortega is The rape of Europe. The research discovers a series of Ortega´s ideas that make up the thought of Luis Diez del Corral, such as: the existence of idea-beliefs and idea-occurrences; the idea of Europe and the role of feudalism; the myth as a way of seeing reality; the conception of history, art or technique.
Keywords: Jose Ortega y Gasset; Luis Diez del Corral; Europe; myth.
Del estudio y la comunicación personal con un autor surge un magisterio especialísimo. Más exclusivo cuando el maestro es el pensador José Ortega y Gasset (1833-1955). El historiador y académico Luis Díez del Corral (1911-1998) cuando recuerda su formación intelectual afirma lo siguiente: «Era una generación la nuestra que había tenido la fortuna de iniciar su formación intelectual coincidiendo con los últimos años, todavía fecundos, de la generación del 98, con la llegada a su plenitud de la generación presidida por Ortega y la autora de la generación del 27 […]» (Díez del Corral, 1998: 3724).
Estudiando la obra de Luis Díez del Corral, inevitablemente, uno se encuentra con Ortega. Desde un punto de vista cuantitativo es el autor más citado. Alexis de Tocqueville es el autor al que Díez del Corral consagra mayor número de trabajos y de páginas, pero su maestro Ortega adquiere una preeminencia en lo que a referencias se refiere[1]. En cambio, Ortega y Gasset no cita a Tocqueville y apenas le dedica unas pocas páginas, que fueron publicadas póstumamente. Aunque escasas, para Díez del Corral son esenciales, «apretadas y luminosas» (ibid.: 1725). No obstante, no debemos descartar una cierta familiaridad o concomitancia en aspectos clave entre estos dos pensadores, sobre todo «en la conciencia de que la política activa está inserta en unos condicionamientos culturales» (Salas y Ferreiro, 2010: 181).
La mayor parte de los trabajos dedicados al pensamiento o a la figura de su maestro son publicados con posterioridad a su muerte. Únicamente publica un trabajo en vida de su maestro, Ortega ante el Estado, versado sobre la idea del Estado en Ortega desde un enfoque perspectivista, en el que analiza la idea de Estado vinculada al conjunto del pensamiento de su maestro.
Ortega fue más que un maestro, fue maestro de maestros, como recoge Maestre (2019). La obra y el magisterio de Luis Díez del Corral lo avala. El magisterio orteguiano fue un magisterio vital, como no podría ser de otra forma, porque en su filosofía no dominan los elementos de abstracción. La idea central es la vida, como refleja toda su filosofía y, en especial, su trabajo sobre Dilthey —véase el trabajo de Ortega titulado Dilthey y la idea de la vida o los trabajos de Williams (2004) y Cortes (2013)—. «Ortega ha sido fundamentalmente maestro —afirma Díez del Corral—. Porque no todo gran pensador lo es» (Díez del Corral, 1998: 1019). De ese modo, Ortega viene a representar, a ser el paradigma de su filosofía, encontrándose en él la razón vital personificada (ibid.: 1021).
En toda la obra de Ortega se sobreentiende un sentido del diálogo. La lógica orteguiana está transida de sus propias circunstancias, de la comunicación (ibid.: 3179) y del diálogo como método o camino transmisor de ideas. Díez del Corral, cuando habla del magisterio orteguiano, lo refiriere del siguiente modo:
Tratase de un magisterio personal, directo y fecundante. Con Ortega no se podía entrar en mero contacto. O se estaba lejos de él o muy dentro de él, amistosamente. Sus ideas trasparentaban su personalidad, y su personalidad se manifestaba como productora de ideas, de estupendas ideas, llegaría a su grado máximo al aplicárselo a las páginas o a la conversación de Ortega, en la cual brillaba de manera incomparable su capacidad de gozosa creación intelectual. (ibid.: 1024)
Este trabajo pretende estudiar y delimitar las cualidades concretas de ese magisterio en la obra de Luis Díez del Corral. Para ello, se ha partido de una breve semblanza biográfica centrada en el trato con la obra y con el maestro, fundamentalmente, partiendo del análisis de su correspondencia. Seguidamente, se presentan los resultados de un análisis documental de su obra, material de archivo y biblioteca personal de la colección Díez del Corral[2].
En esta investigación se han excluido, deliberadamente, las obras directamente consagradas a Ortega por parte del autor. Esta decisión metodológica viene sustentada por el propio objeto de investigación, ya que este trabajo no se centra en estudiar el análisis o estudio de Luis Díez del Corral sobre su maestro, sino la presencia (o recepción) de Ortega en el pensamiento de su discípulo. Delimitando la muestra evitamos sesgos metodológicos que pudieran contaminar la inferencia cualitativa desde los datos cuantitativos, ya que el objetivo principal es dilucidar las cualidades e ideas presentes de Ortega en la obra y en el pensamiento de Luis Díez del Corral cuando el discípulo emprende su propio vuelo. En las obras consagradas por temática y autor a Ortega sería falaz establecer una correlación.
Entre las preguntas de investigación, y teniendo como premisa que Ortega es el autor más citado por Díez del Corral (y eso sin tener en cuenta la obra consagrada directamente a Ortega), nos planteamos las siguientes hipótesis: ¿qué obra u obras de Díez del Corral podemos deducir una mayor influencia de su maestro? ¿Se podrían deducir cuáles son las ideas o conceptos de clara influencia orteguiana presentes en la obra y en el pensamiento de Luis Diez del Corral? Los epígrafes del presente trabajo responden al desarrollo sistemático de los interrogantes arriba expuestos.
Luis Díez del Corral asistió puntualmente a las clases de Ortega, aunque no llegó a matricularse por haber dejado Madrid para ampliar su formación en la Universidad de Berlín, becado por la Junta de Ampliación de Estudios: «Asistí a algunas de sus clases que daba en el limpio y luminoso ambiente del pabellón de Valdecilla recién inaugurado, que tan bien le iba al tono de su voz y a su semblante afable, así como al estilo claro y coloquial de las explicaciones» (ibid.: 3614). Entre los dos semestres, durante una breve estancia en Madrid, Díez del Corral conversa con Ortega en la tertulia de la Revista de Occidente: «Acudí con la natural timidez y Ortega me condujo a través de la gente congregada en la tertulia hacia un despacho donde nos sentamos, preguntándome por la situación de Alemania y, especialmente, de la Universidad, con una amabilidad y un afán de escucharme que, por extraordinarios, harían difícil encontrar respuestas» (ibid.: 3614).
Desde estos contactos iniciales comienza una relación personal e intelectual que durará, con el paréntesis lógico de la Guerra Civil española, hasta la muerte de Ortega.
Durante el periodo de la Guerra Civil el maestro no está ausente. Tenemos constancia, por notas de su archivo personal, de la lectura de varias obras de Ortega. En concreto, la lectura de Notas del vago estío, con anotaciones del pensamiento de Ortega referentes a materias como los castillos, el liberalismo y el Estado, que como se desarrollará más adelante, están muy presentes en varias de sus obras[3]. Las lecturas formativas que Luis Díez del Corral realizó durante su confinamiento en una embajada en Madrid son nucleares, un verdadero jalón que funciona como pilar de su pensamiento y su vocación intelectual[4] (Sánchez-Sierra, 2016).
Con posterioridad a la Guerra Civil española, Luis Díez del Corral recibe un premio nacional de literatura por su obra Mallorca. El galardonado envía el libro a Ortega, con la siguiente dedicatoria: «A D. José Ortega y Gasset con el afecto y reconocimiento de un antiguo discípulo[5]». Estos son años de trabajo y colaboración en el Instituto de Estudios Políticos[6], dónde realizará su trabajo de tesis doctoral. Defendida el 29 de mayo de 1945 en la Universidad Central bajo el título El doctrinarismo, con calificación de sobresaliente y premio extraordinario. Un año después, fue publicada con el título El liberalismo doctrinario. Diez del Corral envió a Ortega este trabajo: «He querido que usted tuviera recién impreso [El liberalismo doctrinario] por una cierta relación de paternidad en él, que al menos filialmente le atribuyo»[7]. La respuesta orteguiana fue muy positiva. La lectura de El liberalismo doctrinario por Ortega permitió estrechar y afianzar más su relación. En una carta Ortega y Gasset escribe: «Excuso decirle la emoción que me ha causado ver cómo su libro cumple un profundo deseo manifestado por mí en lo que escribí el año 1937. Mis palabras, en efecto, era muy deliberadamente un acto de corrupción de menores. Se trataba de conquistar para este tema y trabajo un hombre joven y diestro»[8].
El análisis de la correspondencia refleja una relación estrecha desde las primeras cartas. Ortega en sus misivas muestra un estilo personal y cercano con su discípulo. Llama la atención el conocimiento e interés de Ortega por las circunstancias vitales y familiares de Díez del Corral. En la correspondencia de Ortega a Luis Díez del Corral podemos leer: «Mi querido amigo» o «con muchos saludos a Rosario y a Pablo reciba un abrazo de su amigo»[9]. En cambio, el estilo epistolar de Luis Díez del Corral es más formal. Estas cartas nos permiten también deducir el respeto y la lealtad de Luis Díez del Corral por su maestro, así como una relación personal de profunda confianza. La correspondencia refleja claramente la relación maestro-discípulo, con gestiones bibliográficas, compra de libros, liquidación de derechos de autor e, incluso, alojamiento eventual[10]. Ortega, por su parte, atiende las solicitudes bibliográficas y las preocupaciones intelectuales de su discípulo:
Mucho desearía —expone Díez del Corral— poder colaborar con usted, dentro de la escasa medida de mis fuerzas, en la tarea del nuevo Instituto. Sigo preocupado con la cuestión del «Régimen mixto» de que le hablé el año pasado, así como con Tocqueville. También me interesa mucho el gótico, en especial su arquitectura. Recojo y leo todo lo que puedo sobre el particular y son ya varias decenas las catedrales que hemos visto[11].
Después de un periodo como representante cultural de la embajada española en París, Díez del Corral regresa a España. En una misiva le confiesa a Ortega: «Espero encontrarme dentro de poco en Madrid reinstalado por completo, y como he dicho varias veces, es usted uno de los principales responsables de mi vuelta»[12].
Para Díez del Corral, Ortega y Gasset es «nuestro más notable pensador del último siglo, en absoluto sospechoso de estrechez ideológica» (Díez del Corral, 1998: 3224). Y ese extraordinario pensador con unas dotes especialísimas es su maestro. En su obra Ortega afirma respecto a Goethe: «A veces, la vocación no va en el sentido de las dotes, a veces va francamente en contra. Hay casos —como el de Goethe— en que la multiplicidad de dotes desorienta y perturba la vocación; por lo menos, aquello que es su eje». (Ortega y Gasset, 1947: 411). Subrayado por Díez del Corral añade la siguiente nota manuscrita al margen: «Citar, estupendo y el mismo Ortega tenía demasiadas dotes»[13]. En otro lugar, reconociendo la asimetría en la relación afirma: «Cuando el Sr. Kijima invitó a mi maestro, Ortega y Gasset, a venir a Japón, su estado de salud no era nada bueno, así que la invitación me la pasaron a mí, pese a la diferencia de nivel entre discípulo y maestro. Sin embargo, como a mí me encantaba viajar, pues me recomendaron para ese viaje» (Díez del Corral, 1998: 3480).
La relación maestro-discípulo requiere una afinidad intelectual, que no viene a significar una identificación total con el maestro y, por supuesto, de este con el discípulo. No sería erróneo aplicar al magisterio orteguiano en Luis Díez del Corral una cierta idea de necesidad de índole intelectual: «Sí, congoja de ahogo siento, porque un alma necesita respirar almas afines, y quien ama sobre todo la verdad necesita respirar aire de almas veraces» (Ortega y Gasset, 1969: 18).
Cuando Ortega y Gasset fallece, Díez del Corral toma la determinación de no escribir ni hablar sobre él; más aún: «Ni apenas leerle, hasta que se fuera cicatrizando la herida profunda de su súbita desaparición»[14]. Pero relata cómo se encuentra con él de otra forma: «Me encontré con Ortega no en la forma material de unas imágenes o unas cuantas ideas apuntadas por el gran intérprete de paisajes que él era, sino de una forma más sutil, más entrañable; me lo encontré mirando yo mismo con los ojos que él nos había abierto para sentir el paisaje»[15]. Estas palabras de Díez del Corral reflejan, muy claramente ese magisterio que entronca con la vida.
Un magisterio fecundo, autoritativo, no se circunscribe a la presencia expresa, formalmente citada, en una obra. Cuando un autor ha asimilado la obra de otro y ha recibido su influencia viene a configurar una presencia más compleja, la propia de un magisterio vital. Esto explicaría la presencia de Ortega, numerosísima, en la obra de Díez del Corral, tanto desde un punto de vista cuantitativo como por los modos o cualidades de esa presencia. El maestro Ortega y Gasset es nombrado como argumento de autoridad tanto desde su obra, pensamiento o experiencia vital-personal.
Fuente: elaboración propia, a partir de datos recogidos de las Obras completas editadas por el CEPC.
Cuando Díez del Corral acude a Ortega en su obra (no directamente versada sobre Ortega), en un 47 % de las ocasiones utiliza citas explícitas, completas y formales de la obra publicada de su maestro. Cerca del 37 % se corresponden con argumentos de autoridad no formales, aunque en grado diverso. En estas ocasiones, las referencias a Ortega, a alguna de sus obras, conceptos o ideas no se sustentan en una referencia formal completa. En este apartado se han incluido diversas categorías, que van desde la utilización del pensamiento orteguiano como un elemento del propio análisis. Lo hemos denominado «pensamiento», y ocupa un 22% de las referencias totales del conjunto de su obra. Estas citas son interesantes porque reflejan una asimilación del autor en el propio pensamiento y, por eso, son citas fluidas, que surgen en la propia dinámica del proceso creativo del autor.
A estas referencias podemos sumar las referencias vitales, que, aunque más minoritarias, se corresponden con alusiones de recuerdos, circunstancias o experiencias personales. Dentro de este mismo conjunto, con una categoría propia se han diferenciado las referencias a Ortega en muchos de sus más importantes prólogos. Son también informales, sin cita académica, pero significativas porque nos muestra una propensión consistente en acudir a su maestro cuando presenta a sus lectores su propia obra.
Mención aparte merece el desarrollo de una categoría con sustantividad propia pero limítrofe, tanto con la cita formal, académica, expresa, como con el uso más informal y espontáneo del autor. Vendría a constituir un tertium genus. Esta categoría a la que hemos denominado «juicio» incluye hasta un nada desdeñable 16% de las referencias a Ortega en su obra[16]. En la mayoría de los casos son citas expresas formales y completas, pero no faltan también las informales. En esas referencias se pone de manifiesto la opinión de Ortega o juicio de valor sobre procesos históricos, autores, movimientos artísticos, sociales o políticos. Más adelante, se desarrollará esta cuestión con mayor detalle. Solamente adelantar que este conjunto de citas recogidas en su obra, en notas de lectura y subrayados de los libros de Ortega, nos permite entrever y evidenciar el valor decisivo que Díez del Corral da a los dictámenes orteguianos. En la muestra analizada, Díez del Corral en ningún caso matiza o puntualiza. Por tanto, es evidente la asimilación y aquiescencia, aunque de ello no podemos deducir que Díez del Corral estuviera de acuerdo con todos los juicios orteguianos; pero sí con los que utiliza y expone en su obra. En suma, Ortega no es usado como contrapunto, sino magisterialmente, como elemento de autoridad decisivo.
En este epígrafe vamos a exponer con un mayor detalle la presencia informal de Ortega en la obra de Díez del Corral, una presencia autoritativa que, como hemos visto, no se circunscribe únicamente a la cita académica de su pensamiento y obra. Destaca, por su reiteración, la presencia de Ortega en los prólogos. Cuando Díez del Corral introduce al lector en su obra es frecuente que acuda a Ortega de diversos modos.
En el prólogo y también en la introducción de la publicación de la que fue su tesis doctoral, Díez del Corral acude a Ortega como criterio de autoridad sobre la importancia y el interés del estudio de los pensadores doctrinarios: «Con todo, sirvan acaso de descargo personal las palabras de Ortega y Gasset: “Garantizo a quien se proponga formular con rigor sistemático las ideas de los doctrinarios placeres de pensamiento no sospechados y una intuición de la realidad social y política totalmente distinta de las usadas”» (Díez del Corral, 1998: 125).
Ante la solicitud editorial de un prólogo para una nueva edición de El rapto de Europa (obra publicada originariamente sin prólogo), se acude al ejemplo del maestro respecto al criterio compositivo de los mismos:
Al releer el libro para componer este prólogo, reconozco cuán equivocada resulta tal omisión. Ortega fue enriqueciendo su libro de mayor resonancia, La rebelión de las masas, a medida que se presentaba a nuevos públicos en sus idiomas originales, no limitándose a hacérselo más con apropiados prólogos o epílogos, sino sirviéndose de éstos para componer lo que, en verdad, son nuevos capítulos de la obra. Unos capítulos que no se añaden horizontalmente a los que figuran en el texto primitivo, sino que los cruzan, al examinar a través de su prisma conceptual la realidad histórica y social de los principales pueblos europeos (ibid.: 631).
En el prólogo de Ensayos sobre arte y sociedad, cuando intenta delimitar el género de su obra, no circunscrito a la historia del arte o a la sociología del arte al uso, reconoce la vecindad con la obra de Ortega en lo que respecta a «vasto género de la literatura viajera, tan solicitada por los temas de Italia y Andalucía, a los que principalmente está dedicado el libro». Para, a renglón seguido, reconocer que ese género está especialmente cultivado, aunque no solo, por Ortega (ibid.: 896). En el prólogo de El pensamiento político de Tocqueville, también, acude a Ortega como apoyo al comparar a estos dos pensadores tan ajenos a la sistematización formal de su pensamiento (ibid.: 2696).
En suma, es muy frecuente encontrarnos la referencia personal a la figura de Ortega citado informalmente, tanto en prólogos como en epílogos de obras o discursos. Véase, por ejemplo, el epílogo del discurso de ingreso de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas[17], el prólogo de El Archipiélago[18] o la conclusión del prólogo a La Cueva de Altamira en Santillana del Mar, que es un ejemplo de un tipo de cita que podríamos circunscribir, también, en la categoría de «cita vital»:
Antes de terminar no puedo menos de evocar la figura de Ortega y Gasset, cuyo prólogo al libro Veinte años de caza mayor, del conde de Yebes, fue reeditado en esta misma colección. Mucho le preocupó a Ortega la caza y Altamira, estrechamente unidas. ¿Cómo habría ingresado en su ensayo interpretativo los nuevos conocimientos que tenemos de la cultura paleolítica? La última vez que le vi antes de su enfermedad, a finales de julio de 1955, fue justamente ante la cueva de Altamira. No quiso entrar. Pasamos un buen rato sentados sobre unas piedras con unos amigos, esquivando difícilmente en la conversación el atractivo de su misterio (ibid.: 3629).
Díez del Corral expone en dicho prólogo el recuerdo del último encuentro con su maestro. Dado el magisterio especial de Ortega, Díez del Corral explica cómo entraron a la Cueva de Altamira de otra forma, dialogando, en esa circunstancia concreta, ante la cercanía al lugar que bien puede ser la síntesis de toda la historia de la humanidad.
Dado que hemos calificado el magisterio orteguiano como vital, es interesante detenernos, aunque sea sucintamente, en el análisis de la categoría de «citas vitales». Este conjunto de referencias a Ortega tiene la virtualidad de no hacer referencia a una obra en concreto, sino a ideas estrechamente vinculadas con la experiencia vital y circunstancial con el maestro. De nuevo, reiterar que son citas de su obra no dedicadas expresamente a Ortega. Para conocer este aspecto con detalle habría que recurrir a los trabajos dedicados a su maestro, como Recuerdos de Ortega, de 1983, o Saber y personalidad de Ortega, de 1955. De la lectura de estos trabajos podemos afirmar con certeza que Ortega es el único autor en la obra de Luis Díez del Corral en el que en la reflexión y análisis se entrecruzan recuerdos personales fruto de la experiencia vital. Es decir, una combinación de dos perspectivas solo en apariencia contrapuestas, como son subjetivismo y objetivismo[19].
En la Meditación ante un cuadro de Carreño: «Calos II como gran maestre de la orden del Toison de oro», encontramos esta disposición combinada de perspectivas. Díez del Corral en su reflexión sobre las estructuras simbólicas de la monarquía y su importancia ritual para las grandes monarquías europeas acude a obras históricas especializadas y, al mismo tiempo, al conocimiento personal fruto del contacto con su maestro: «Recuerdo que Ortega, en el prólogo sobre el Capitán Alonso Contreras, cuenta cómo en la audiencia que le dio al Rey, el tremendo Capitán tenía una medalla colgando, y el Monarca se acercó a la cadenita y se puso a jugar con ella; a pesar de su carácter feroz, este hombre no pestañeo delante de su Majestad» (ibid.: 3667).
Es común encontrarnos la apelación a Ortega, en estos términos no formales, en muchos de sus discursos. En 1985, Díez del Corral pronuncia unas palabras con motivo de la entrega de la Medalla de Honor de la Real Académica de las Bellas Artes de San Fernando a la Casa de Alba. En dicho discurso afirma: «Más de una vez le oí decir a don José Ortega y Gasset que de todos los españoles que conocía, el Duque de Alba era sin duda el que tenía mayor sentido del cumplimiento del deber» (ibid.: 3689). En otro discurso, en esta ocasión con motivo de un homenaje al pensador José Antonio Maravall, celebrado en la Biblioteca Nacional de Madrid en 1987, recuerda su formación intelectual cercana a la generación del 98, presidida por Ortega, además de sus visitas a la cuesta de Moyano con motivo de la feria del libro de ocasión, «sin que dejara de aparecer algún ejemplar precioso en su presentación de El espectador de Ortega» (ibid.:1724). Otro ejemplo paradigmático es el discurso pronunciado en la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas en memoria del profesor y jurista Alfonso García Valdecasas, donde Luis Díez del Corral destaca su especial relación con Ortega (ibid.: 3747).
En las breves páginas dedicadas a Raymond Aron, Tocqueville y España, podemos encontrar al menos cinco referencias a Ortega. La cita que correspondería a la categoría analizada en estas líneas vendría a relatar el encuentro, propiciado por Díez del Corral, en 1951, entre Ortega y el intelectual galo, que le sirve para relatar la acogida de Raymond Aron de su maestro:
Aron fue una excepción. Poseía un conocimiento ciertamente limitado de la obra de Ortega, a quien consideraba esencialmente sociólogo. Pensaba que su filosofía «prolongeait la pensèe de Dilthey». En el libro Les désillusion du progres Aron comentaba ideas orteguianas sobre la mujer, las élites y las masas. Releyó La rebelión de las masas para preparar la conferencia que debía dar en Madrid sobre Ortega con motivo de su centenario en 1983. La muerte le impidió realizar el viaje […] (ibid., 1998: 3709).
El propio discípulo entiende que la evocación personal a Ortega es especialmente disculpable por ser el suyo un pensamiento tan enraizado a su persona y así lo refiere en una de sus conferencias en Japón[20].
En este epígrafe vamos a analizar las referencias a ideas u obras orteguianas en la obra de Luis Díez del Corral sin apoyatura formal. Esta categoría aparece recogida en el gráfico 1 con la denominación «pensamiento». El análisis de este conjunto de citas es interesante porque tiene la virtualidad de atestiguar una asimilación especial de ciertos aspectos o ideas del pensamiento del maestro. Estas ideas serían: una cierta concepción de Europa, la idea del mito como modo de análisis de la realidad y la utilización de la distinción entre ideas-creencia e ideas-ocurrencia en sus escritos, especialmente en la Memoria de Cátedra de Historia de las ideas políticas.
La idea de Europa y una cierta concepción europeísta sería la primera de ellas. Además, es necesario destacar la conexión o clave interpretativa con la vida histórica de los castillos, es decir, con el feudalismo. «Cuando pensadores del mundo libre, como Montesquieu, Tocqueville u Ortega reclaman “dignidad” y “grandeza”, en realidad están evocando conceptos surgidos también en la época feudal. El feudalismo es, pues, una especie de semillero del que iban a brotar y desarrollarse numerosas especies. Si se pierde esto de vista, se corre el riesgo de no entender Europa» (ibid.: 3513). Claros ecos orteguianos sin citarle encontramos en la siguiente referencia: «Por otro lado, la posible unidad de Europa jamás debe borrar la pluralidad de los caracteres nacionales. La riqueza de la cultura europea ha alimentado tal pluralidad» (ibid.: 3513). En una nota de lectura de La rebelión de las masas, que Díez del Corral califica como importante, podemos leer: «La homogeneidad no es ajena a la diversidad. Al contrario: cada nuevo principio uniforme fertilizará la diversificación»[21].
Díez del Corral interpreta La rebelión de las masas como una meditación sobre Europa como un hecho fáctico, aunque desgarrado por los nacionalismos (ibid.: 1978). Además, valora y asume como propio la apuesta de Ortega por orientar la oportunidad histórica de caminar hacia una unidad de los pueblos de Europa (ibid.: 1888). En Perspectivas de una Europa raptada, Díez del Corral analiza la dinámica de construcción europea, la composición histórica europea y la idea de imperio. Todas estas cuestiones con apoyatura en el pensamiento del maestro. Véase, por ejemplo, cómo Luis Díez del Corral recoge la idea de Ortega, presente en La rebelión de las masas, donde afirma que en Europa no fue posible organizar ningún gran imperio no porque desde ella no fuese posible establecerlos. Parte de esa idea de Ortega la utiliza, la asume sin cita formal y la matiza a renglón seguido del siguiente modo: «La verdad es que lo peculiar de la Europa moderna resulta ser que no ha habido un gran imperio sino varios, estrechamente, aunque problemáticamente relacionados con el fenómeno nacional» (ibid.: 1932).
La idea del mito es otro axis del pensamiento de Díez del Corral, que emerge al estudiar esta categoría de referencias de pensamiento no formal, con claro influjo orteguiano. El mito es una realidad consustancial a la vida histórica, por eso Díez del Corral habla de «inmanencia de la idealidad mítica» (ibid.: 2651). El interés por el mito y su función tiene su apoyatura en los trabajos de Ortega. Cuando Díez del Corral estudió el mundo clásico en Ortega cae en la cuenta en la importancia del componente mítico de la cultura antigua. En La desmitificación de la Antigüedad clásica por los pensadores liberales, con especial referencia a Tocqueville podemos leer cómo «lo histórico, lo real, fluye con la corriente del tiempo; el mito no; permanece a igual distancia de las sucesivas generaciones» (ibid.:1825). El paralelismo es claro con la siguiente cita de Ortega proveniente de su obra Meditaciones del Quijote:
La misma causa que nos impide acercarnos demasiado a los objetos míticos y proporcionales una excesiva juventud —la de lo presente—, conserva sus cuerpos inmunes a la obra de la vejez. Y el eterno frescor y la sobria fragancia perenne en los cantos homéricos, más bien que una tenaz juventud, significan la incapacidad de envejecer. Porque le vejez no lo sería si se detuviera. Las cosas se hacen viejas porque cada hora, al transcurrir, las aleja más de nosotros, y esto indefinidamente. Lo viejo es cada vez más viejo. Aquiles, empero, está a igual distancia de nosotros que de Platón[22].
Ortega habla de los mitos como «semi-informes de la conciencia» y lo desarrolla así: «Porque no es otra cosa, es mito, un contenido mental indiferenciado que aspira a ejercer la función de concepto o explicación teórica de un problema, pero que no se ha liberado suficientemente del empirismo subjetivo […]»[23]. El mito para Luis Díez del Corral, como para Ortega, nos permite caminar entre dos polos: realidad e idealidad. El mito vendría a ser pensamiento, como en la concepción de Nietzsche. Defiende Luis Díez del Corral, como Ortega, que entre el mythos y el logos nunca existió una contraposición radical (ibid.: 1241). Afirma Ortega: «La “verdad científica” es una verdad exacta pero incompleta y penúltima, que se integra forzosamente en otra especie de verdad, última y completa, aunque inexacta, a la cual no habría inconveniente en llamar “mito”. La verdad científica, flota, pues, en mitología, y la ciencia misma, como totalidad, es un mito, el admirable mito europeo»[24].
En el Renacimiento italiano el mito cursa un sentido ascendente hacia la idealidad. Por eso —afirma Díez del Corral, citando informalmente a Ortega—, Ortega escribe que para los italianos un asunto mitológico era una promesa de inverosimilitudes (ibid.: 2651-2652). Para los españoles, el sentido más frecuentado es el descendente (como así lo confirma el enfoque aplicado a Velázquez, tanto por parte de Ortega como por Luis Díez del Corral). Velázquez —afirma Luis Díez del Corral— busca la raíz de todo mito en «lo que podríamos llamar su logaritmo de realidad, y eso es lo que pinta. No es, pues, burla, parodia, pero sí es volcar al revés el mito, y en vez de dejarse arrebatar por él hacia un mundo imaginario, obligarlo a retroceder hacia la verosimilitud» (ibid.: 2652).
Otro aspecto esencial que emerge en esta categoría, que está presente en la forma de pensar de Luis Díez del Corral, es la diferenciación orteguiana entre ideas-creencia e ideas ocurrencia. Luis Díez del Corral recoge dicha distinción en su Memoria de cátedra, al perfilar la estructura ontológica de la historia. Las ideas políticas no surgen de la nada, sino de la realidad. «Para Luis Díez del Corral el desarrollo de esa realidad es la historia y la sustancia, la materia, por así decir, de esa realidad son en el fondo las ideas-creencias» (Sánchez-Sierra, 2016: 153). En notas de trabajo presentes en su archivo personal encontramos referencias de la lectura y análisis de la obra Ideas y creencias. Al respecto, Díez del Corral escribe el siguiente comentario: «Magnífico todo el capítulo sobre la duda»[25], y anota seguidamente la siguiente traslación de forma esquemática desde las ideas de Ortega a su pensamiento: «Las ideas-creencias corresponderían con la forma política, las ideas-ocurrencia con el pensamiento político y la duda viene a corresponder con los momentos de crisis[26]. La duda, por tanto, no es un método al estilo cartesiano, sino un modo de creencia» (Díez del Corral, 1998: 585)[27]. La duda, el momento de crisis, es una oportunidad histórica de cambio y de creación de nuevas ideas-ocurrencia. Un papel similar otorga Ratzinger a las herejías: «Como toda gran teología, también la de Agustín creció a partir de la polémica contra el error, confirmándose este, así como el poder más fecundo, en cuya ausencia es difícil que se dé un movimiento intelectual vivo» (Ratzinger, 2012: 185).
Para el profesor Jaime de Salas el concepto orteguiano de mayor influencia y presencia en la obra de Díez del Corral es el de creencia (Salas, 1998: 152). Las fuentes documentales, tanto de archivo como publicadas, avalan dicha afirmación. En muchas ocasiones, el concepto emerge de manera espontánea, sin hacer referencia al maestro; en otras, sí se explicita dicha autoría intelectual.
En el borrador de la conferencia «Destino histórico y progreso» podemos leer: «Este reparo cabe hacerlo casi siempre que, al realizar estudios comparativos entre ideas o creencias fundamentales de civilizaciones distintas, se pretende encontrar un termino que sirva de común denominador»[28]. Al final de la conferencia afirma: «Si de algo podemos quejarnos los europeos no es de falta de acogida a nuestras ideas y creencias, a nuestros modos de vida, en los más diversos parajes del planeta […]. Y por eso dirigimos esperanzados nuestra mirada a pueblos como el japonés, que ha acertado a asimilar no pocas ideas y creencias europeas sin sacrificar las propias […]»[29].
En notas docentes referentes a la asignatura de Historia de las Ideas y Formas Políticas, afirma Díez del Corral: «Así, pues, la ciencia política de nuestros días tiende a no dar su puesto debido a la disciplina histórica (de la ciencia política), aunque como europeos y españoles estamos obligados a estudiar los supuestos concretos de las instituciones, las ideas y creencias dentro de las cuales vivimos»[30]. Es decir, la forma de concebir y enseñar la asignatura de Historia de las Ideas y Formas Políticas es de raíz orteguiana. Explicando el concepto de ideas y formas políticas, Díez del Corral afirma:
La idea la vamos a tocar de un modo amplio, mayor de cómo se estudia en un tratado de historia de las ideas políticas. Pero no es solo esto lo que a nosotros nos interesa, nos interesa también el otro término, que nos obliga a ver el término ideas con una gran amplitud y no como contraposición sino estableciendo una serie de parentesco entre los dos términos, porque las formas van a ser un tejido de ideas, porque son ideas no personales, no originadas por una cabeza personal, no son ideas intelectuales, no son ideas que se articulan en un sistema lógico, sino que son ideas expandidas en el cuerpo social, pero verdaderas ideas. Para salvar este punto entre las ideas en sentido estricto y estas otras ideas que son las formas políticas podemos servirnos del libro Ideas y creencias de Ortega y Gasset, en el cual se pone de manifiesto como no hay una contraposición neta entre dos elementos[31].
La muestra se amplía teniendo en cuenta el resto de su obra publicada; por ejemplo, el análisis del pensamiento de un autor como Campanella[32]. En su obra La monarquía hispánica en el pensamiento político europeo acude a la diferenciación de este tipo de ideas separando las ideas-creencias presentes en la época y fuertemente constituidas fruto de la influencia del cristianismo oriental y de los Padres de la iglesia griega: «Era tan estable, estaba construido tan sólidamente sobre la base de “ideas-creencias” que a nadie se le ocurriría poner en duda tal forma de convivencia política y postular otra, inventando “ideas-ocurrencias”, por seguir la terminología de Ortega; esto es, verdaderas teorías políticas» (Díez del Corral, 1998: 2296).
Como se advertía en puntos anteriores, además de esa evocación a Ortega en prólogos y el uso de citas donde la experiencia vital es nuclear, hay otro tipo de presencia, muy sugerente, como son los juicios autoritativos. Estos juicios magisteriales se pueden constatar en su obra, en notas de lectura, así como en notas manuscritas y subrayados de sus libros. Todas estas evidencias ponen de manifiesto que las valoraciones de Ortega son muy estimadas y tenidas en cuenta para el análisis y composición de su propia obra. Un ejemplo diáfano, por la importancia de Tocqueville en el pensamiento de Díez del Corral, sería la siguiente cita textual: «Según Ortega y Gasset, las cartas de Tocqueville revelan las capas más profundas de su pensamiento» (ibid.: 2707). En otro lugar encontramos la siguiente afirmación al respecto: «Y en cuanto al epistolario, no ha quedado defraudada la tesis de Ortega cuando escribió: “En su correspondencia, de la que se han publicado tres tomos más un volumen de epistolario con Gobineau, se hallan, tal vez, las páginas más perspicaces y proféticas de su doctrina política”» (ibid.: 3570).
Respecto a la valoración de Ortega sobre el Imperio romano recoge el discípulo la siguiente idea: «La realidad de mayor transcendencia hasta ahora manifiesta en la historia humana» (ibid.: 702). El estilo de la cita es muy fluido e informal. En El liberalismo doctrinario encontramos la siguiente valoración orteguiana sobre la Restauración y su artífice: «Fue un panorama de fantasmas y Cánovas el gran empresario de la fantasmagoría». (ibid.: 483).
Respecto a valoraciones orteguianas sobre pensadores podemos encontrar numerosos ejemplos. Sirva de muestra las siguientes citas. Sobre Cánovas podemos leer: «Calificado por Ortega y Gasset, pese a no tenerle demasiada simpatía, como el hombre más inteligente de todo nuestro siglo xix» (ibid.: 3544). Sobre Platón y Kant, Díez del Corral recoge la siguiente idea: «Los dos filósofos más originales —ha escrito Ortega y Gasset— de la Humanidad y, a la vez, los dos que han ejercido más radical influencia, no han llegado a poseer una filosofía. No es ello el menor motivo para que hayan sido ambos pensadores temas inagotable de disputas interpretatorias» (ibid.: 3305). En El pensamiento político de Tocqueville, Díez del Corral recoge la opinión de Ortega sobre la obra de un autor francés doctrinario, Royer-Collard: «En cuanto a Ortega y Gasset, no se recatará en calificar de “maravillosa” y “pura delicia de intelección”» (ibid.: 2714). Sobre Hegel, recoge la siguiente apreciación de su maestro: «Su filosofía es imperial, cesárea, gengiskhanesca […]»[33] (ibid.: 2462).
En Ortega hay una primera época de juventud nietzcheana, que el propio Ortega valora del siguiente modo: «Atravesábamos a la sazón, jocundamente cargados con los odrecillos olorosos de nuestra juventud, la zona tórrida de Nietzsche. Luego hemos arribado a regiones de más suave y fecundo clima». Aunque en otro lugar afirma al respecto: «No debemos mostrarnos desagradecidos a Nietzsche nos fue necesario»[34]. Diez del Corral recoge la siguiente valoración en su obra: «El pensador bretón es, según Ortega, uno de los que más han influido durante los últimos cuarenta años, pese a ser un “filosofo de segundo orden, que no llego a inventar una idea”» (ibid.: 3422-3423).
Además, no es extraño encontrar fichas de lectura, anotaciones y subrayados en los que se constata el interés por los juicios y análisis de Ortega respecto a autores u obras. Por ejemplo: «Goethe y Chateaubriand fueron los sensibilizadores del arte literario: abrieron heroicamente sus arterias y dejaron correr el vital flujo de su sangre por el cauce del verso y el curvo estuario del periodo. Más o menos fieles, todos lo que hoy escribimos somos nietos de aquellos dos semidioses»[35].
Por último, destacar la siguiente referencia a un autor central en el pensamiento orteguiano como es Renan. Luis Díez del Corral recoge las siguientes ideas de Ortega: «Nadie podrá acusar a Renan de falta de atención al presente. No solo se ocupó de política, sino que apenas escribió una línea que no fuera una toma de posición de las luchas morales y sociales de su tiempo»[36].
En este epígrafe vamos a analizar la presencia formal de la obra de Ortega en la obra de Díez del Corral. Para ello se ha tenido en cuenta las referencias explícitas y completas (donde se ve reflejado obra, edición y páginas) que Díez del Corral utiliza en su obra. Este conjunto de citas viene a constituir el conjunto de ideas que contribuyen, enriquecen y sustenta su propia creación intelectual. Es interesante apuntar que dichas referencias son nucleares, ya que no son usadas como contrapunto o confrontación a su propio pensamiento: Ortega es fuente de inspiración para argumentar y construir; por tanto, refleja una afinidad intelectual y una declaración especifica de la autoridad del maestro.
Como se puede observar en la tabla 1, la obra más citada por Díez del Corral es La rebelión de las masas, seguida de Velázquez y de Historia como sistema. Dada la centralidad de Tocqueville en el trabajo de Díez del Corral, no es de extrañar que el único trabajo de Ortega dedicado al autor francés, que fue publicado póstumamente, sea también citado reiteradamente, a pesar de estar compuesto por pocas páginas. Es más, para Díez del Corral la obra orteguiana no puede ser aprehendidas sin tener en cuenta los análisis de Tocqueville[37].
En Velázquez, la monarquía e Italia, Díez del Corral utiliza la obra de su maestro sobre el pintor sevillano como apoyatura interpretativa y punto de partida de su propia reflexión porque la figura de Velázquez es la idónea para realizar la aproximación estética desde una concepción del arte y de la sociología del arte conforme a ambos autores. «Es la obra de arte —afirma Ortega— una isla imaginaria que flota rodeada de realidad por todas partes. Para que se produzca es, pues, necesario que el cuerpo estético quede aislado del contorno vital»[38] (Ortega y Gasset, 1955: 109). Para Ortega, el marco de la obra sirve como separador, es necesario para no perturbar el goce estético porque la obra está imbuida de los aspectos circunstanciales o del contexto. «Los grandes artistas —afirma Ortega— son testigos de lo más radical de su tiempo»[39]. Las investigaciones sobre el sevillano —advierte Luis Díez del Corral— ponen de manifiesto «un Velázquez humanista, debemos suponer también, aunque nos falten bases documentales, un Velázquez bastante bien informado de los asuntos políticos que se ventilaban tan cerca del cuarto donde pintaba en el Alcázar» (Díez del Corral, 1998: 2502).
Referencias a obras Ortega y Gasset | Citas formales |
---|---|
La rebelión de las masas | 11 |
Velázquez | 5 |
Historia como sistema | 5 |
Tocqueville y su tiempo | 5 |
El arte en presente y en pretérito | 3 |
Vieja y nueva política | 3 |
Dilthey y la idea de la vida | 3 |
España invertebrada | 2 |
El espectador | 2 |
Esquema de la crisis | 2 |
Meditaciones del Quijote | 2 |
La idea del principio en Leibniz | 2 |
Prólogo de la obra Collar de la Paloma, de Ibn Hazm | 1 |
Goethe desde dentro | 1 |
Meditación de la técnica | 1 |
Revista de Europa | 1 |
La deshumanización del arte | 1 |
El sentido histórico de la teoría de Einstein | 1 |
Meditación de Europa | 1 |
Sobre la sinceridad triunfante | 1 |
«Una manera de pensar», en Revista España, 38 | 1 |
La pedagogía social | 1 |
Ortega (término o pensamiento) | 18 |
Ortega (cita del maestro genérica) | 13 |
Total general | 86 |
Fuente: elaboración propia, a partir de datos recogidos de las Obras completas editadas por el CEPC.
Las referencias a La rebelión de las masas se encuentran especialmente en las obras cuyo leitmotiv es Europa o España, como El rapto de Europa o Perspectivas de una Europa raptada. También en otros trabajos cuya temática es la guerra, las naciones o el Estado, pero siempre como telón de fondo el análisis de la historia europea. Véase, por ejemplo, la siguiente cita: «En realidad —ha escrito Ortega—, los súbditos son ya el Estado y no lo pueden sentir —esto es lo nuevo, lo maravilloso de la nacionalidad— como algo extraño a ellos»[40] (ibid.: 832). Afirma Luis Díez del Corral que «el Estado nacional es en su raíz misma democrático» en un sentido de igualitario en contraposición al mundo clásico o a la polis ateniense, donde «solo unos cuantos hombres eran el Estado» (íd.), siguiendo así la idea orteguiana de que todo individuo es sujeto activo, participe y colaborador del Estado nación y la consideración de Europa desde su ser plurinacional. En otra parte asume Díez del Corral que la guerra es un elemento constitutivo[41] de Europa y no una mera lacra, conforme a la idea orteguiana de la guerra como un invento. La historia vendría a ser la lucha de unas tradiciones contra otras[42], idea orteguiana especialmente aplicable a la historia cultural europea. Díez del Corral cita el epílogo para ingleses de La rebelión de las masas, donde Ortega afirma: «Como veía [el pacifismo] en la guerra solo una excrecencia superflua y morbosa aparecida en el trato humano, creyó que bastaba con extirparla y que no era necesario sustituirla. Pero el enorme esfuerzo que es la guerra solo puede evitarse si se entiende por paz un esfuerzo todavía mayor […]» (ibid.: 3400).
En reiteradas ocasiones Díez del Corral recoge la extrañeza de su maestro ante la imposibilidad europea de un imperio: «[…] que en Europa no haya sido posible ningún imperio del tamaño que alcanzaron el persa, el de Alejandro o el de Augusto»[43] (ibid.: 830 y 1931). Ello es debido a la influencia del feudalismo medieval que es el germen de las naciones. En Europa no se da un imperio debido al pluralismo nacional existente: «La verdad era que lo que Carlomagno había fundado no era un imperio unitario, sino un sistema de las nacionalidades europeas» (ibid.: 830).
Díez del Corral ve en La rebelión de las masas una apuesta decisiva y constante por la unidad europea de su maestro. Pero la realidad es que la construcción europea entra en crisis, como analiza en El rapto de Europa. La decadencia trae consigo un proceso de ensimismamiento, de repliegue de esas naciones hacia sí mismas. Europa es raptada y a la vez se enajena a sí misma, como explica Díez del Corral. Ese repliegue nacionalista que de alguna manera predispone e intensifica el rapto es deplorable. Díez del Corral lo sustenta citando el siguiente pensamiento de Ortega: «Cada nación y nacioncita brinca, gesticula, se pone cabeza abajo o se engalla y estira, dándose aires de persona mayor que rige sus propios destinos. De aquí el vibriónico panorama de nacionalismos que se nos ofrece por todas partes»[44] (ibid.: 686).
Otra obra central en esta categoría según el criterio cuantitativo y formal es Historia como sistema. La concepción histórica de Luis Díez del Corral descansa en el pensamiento de Ortega, aunque para una visión más detallada no podemos olvidar ni a Zubiri ni la teoría historiográfica de Alejandro von Humboldt[45]. Comparte Díez del Corral la definición orteguiana de la historia recogida en Historia como sistema, historia como «la ciencia del más riguroso y actual presente» (ibid.: 286). «El pasado es pasado, —recoge Díez del Corral— no porque haya tenido lugar con anterioridad, sino porque forma parte de nuestro presente, una parte de lo que somos en la forma de haber sido […]. El pasado no se encuentra allí fuera, en su fecha, sino aquí, en mí. Lo pasado soy yo, es decir, mi vida» (ibid.: 3325).
La historia es vida y un haz de posibilidades que establece contextos diferentes y posibilita direcciones históricas distintas. El progreso histórico no es lineal. Díez del Corral asume, recoge y explica qué significa historia como sistema:
La historia como sistema no significa empero unidad de orientación y unidad de valores de un proceso global. Las posibilidades se encuentran encadenadas entre sí, pero forman contextos diferentes que pueden dirigirse a direcciones distintas e, incluso, opuestas, y valorarse de forma absolutamente diferente. El hombre y su civilización progresan, pero el viejo progresismo conduce al error de afirmar a priori que el progreso en forma más coordinada conducía a una situación mejor (ibid.: 3326).
Si la dirección histórica, que parte de un contexto concreto, ha tenido como resultado una situación mejor, esta valoración solo puede confirmarse a posteriori a través de la razón histórica concreta (ibid.: 3326). Esa apelación a la razón histórica presente en la obra Historia como sistema de Ortega está también presente en El rapto de Europa: «Si la historia se ofrece, de una parte, como un gran caos, de otra se nos brinda como un arsenal de experiencias que, bien administrado por la razón histórica, puede permitirnos caminar conscientemente hacia el futuro y, por de pronto, darnos cuenta de la situación en que nos encontramos» (ibid.: 807). Para Ortega, frente a la razón físico-matemática hay una razón narrativa porque historia y razón no son dos términos contrapuestos; al contrario, la razón histórica sería «aún más racional que la física, más rigurosa, más exigente que ésta» (ibid.: 49). En suma: «Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación hace tal cosa y es así porque antes hizo otra y fue de tal otro modo. La vida solo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica» (Ortega y Gasset, 1947: 40).
Como puede constatarse en el gráfico 2, la obra con mayor número de referencias de Ortega es El rapto de Europa. Como hemos visto en puntos anteriores, la idea de Europa y el conjunto de referencias sobre su problemática histórica y su articulación es esencial en el pensamiento de Luis Diez del Corral, tanto desde el punto de vista de las referencias formales como de las no formales. Pero el alcance de la influencia orteguiana es de una amplitud mayor en esta obra capital. El magisterio orteguiano es un hilo conductor que va desde la idea de Europa hasta la idea de España, pasando por el uso de un mito como eje creativo, y todo ello sin olvidar la concepción del arte y de la técnica, como veremos brevemente en líneas sucesivas.
Fuente: elaboración propia, a partir de datos recogidos de las Obras Completas editadas por el CEPC.
Un punto destacable es la idea de España y el papel de Europa en la historia universal y en la historia nacional española. Véase al respecto el capítulo titulado «Europa desde España», donde Díez del Corral constata un movimiento histórico en forma de «balanceo» entre actitudes casticistas y europeístas, de acercamiento y aislamiento. El análisis propuesto en dicho capítulo hunde sus raíces en el pensamiento de Ortega, cayendo en la cuenta de que entre los problemas nacionales surge con estatus preeminente España. El alcance de esta cuestión es para Díez del Corral un «espectáculo anormal y enfermizo casi» (Díez del Corral, 1998: 717). Se pregunta Díez del Corral: «¿Qué país europeo puede presentar una colección de textos autocríticos semejante a la que ofrecemos nosotros, sin que una de las plumas de nuestros escritores, desde Quevedo a Gracián, esté ausente, por extraño que fuera a la política el género literario y aun científico que cultivara?». Tomando como referencia La pedagogía social de Ortega, Luis Díez del Corral recoge la siguiente idea: «Para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar es España —afirma Ortega— el problema primario, plenario y perentorio». El origen histórico de ese problema lo explica Díez del Corral en Reflexiones sobre el castillo hispano, asumiendo la idea orteguiana de ausencia de un feudalismo fuerte que impidiera una unificación prematura[46] (ibid.: 1067).
En el capítulo dedicado al arte europeo, «La enajenación del arte», Díez del Corral constata la menor disposición o interés de los raptores hacia el mismo. Las razones últimas estarían en la propia idiosincrasia del arte mismo. La concepción del arte refleja profundas raíces orteguianas. Entre arte y cultura hay una relación indisoluble que lleva a constatar la importancia del estudio de las obras artísticas para el historiador. «Los grandes artistas son testigos de lo más radical de su tiempo con el mismo título que los filósofos» (ibid.: 2663). «Del organismo completo de un cuadro —ha escrito Ortega y Gasset— solo hay en el lienzo una mínima parte […]. Todo cuadro es pintado partiendo de una sería de convenciones y supuestos que se dan por sabidos» (Ortega y Gasset, 1947: 424).
No obstante, constata Luis Díez del Corral siguiendo a Ortega que el arte europeo ha sufrido un proceso de deshumanización radical, la obra artística ya no es un edificio donde alojar la experiencia personal biográfica[47] (Díez del Corral, 1998: 821). Se produce una división radical entre el artista y el público, entre arte y vida. Esta escisión es, junto a otras, la causa de esa «enajenación artística» de Europa, que la hace menos interesante a sus raptores.
En El rapto de Europa, Díez del Corral explicita una relación directa entre ciencia y arte europeo. Para ilustrar ese enlace ciencia y arte utiliza la obra de su maestro El sentido histórico de la teoría de Einstein: «Es muy significativo de tal enlace que Newton llamase al universo absoluto sensoriun Dei, el órgano visual de Dios; podríamos decir, la perspectiva divina» (ibid.: 816).
Un último aspecto por destacar del magisterio orteguiano en El rapto de Europa es la concepción de la técnica. Para Diez del Corral esta es la categoría esencial porque es el vehículo de expropiación de la cultura europea. Las otras formas de expropiación, ciencia, arte, organización política o económica se compendian en esta (ibid.: 353). La cuestión central es la consideración de la técnica como un producto no natural, sino histórico. Para Luis Díez del Corral la técnica es la forma de operación del hombre sobre la naturaleza para conformarla a sus ideales e exigencias. Esta concepción es análoga a la de Ortega. Con la técnica se modifica, se reforma la naturaleza. Ortega utiliza la categoría bienestar para analizar la cuestión. Bienestar, estar bien, entendido como no estar en la necesidad y, por tanto, la capacidad de centrarse en la producción de lo superfluo y no solo en lo necesario para la supervivencia: «Hombre, técnica y bienestar son, en última instancia, sinónimos» (Ortega y Gasset, 1947: 324).
Ortega en su obra Meditación de la técnica explica cómo esta es un resultado posible desde una mentalidad que entiende que esa naturaleza que se va a modificar no es divina. Hay una reacción, un «no resignarse contentándose con lo que el mundo es, es lo específico del hombre» (ibid.: 322). La plena madurez técnica se inicia en torno al siglo xvii:
Justamente cuando en su pensamiento teórico del mundo llegó a entenderlo como una máquina. La técnica moderna enlaza con Galileo, Descartes, Huygens; en suma, con los creadores de una interpretación mecánica del universo. Antes se creía que el mundo corporal era un ente amecánico, cuyo ser último estaba constituido por poderes espirituales, más o menos voluntariosos e incoercibles. El mundo, como puro mecanismo, es, en cambio, la máquina de las máquinas (ibid.: 338).
Para que se dé el hecho de la técnica hay una estructura metafísica que lo hace posible. Ortega apunta la idea general, pero no especifica la influencia al respecto del cristianismo. Es en El rapto de Europa donde Luis Díez del Corral entiende que el cristianismo es el presupuesto y motor de la ciencia moderna y de la técnica. Para Dilthey el origen de la ciencia en Europa es posible por la existencia de «un panteísmo dinámico de la naturaleza»[48]. Díez del Corral se pregunta cuál es el origen de ese dinamismo ¿Por qué procede de él una ciencia de la naturaleza que no es contemplativa, como la griega, sino que, dejando aparte que se le saquen o no consecuencias prácticas en el orden técnico, de por sí tiene ella el poder de traducirse en señorío de la naturaleza? (Díez del Corral, 1998: 334). Para Luis Díez del Corral no se puede entender las raíces de la ciencia y la técnica moderna sin la estructura anímica y los estímulos que tienen su fundamento histórico en la religión bíblica (ibid.: 336). Es decir, el cristianismo dotó de unas posibilidades reales, mediante una desdivinización de la naturaleza y una secuencia de secularización injertada en el tronco mismo del cristianismo: «Sin tener en cuenta los supuestos del cristianismo, tal como fueron vividos por la cristiandad latina, no es posible entender la configuración que el mundo europeo ha tomado, y muy especialmente en el campo de la técnica, entendida en su más amplio y eficiente sentido que es acaso el más decisivo para el tema central de estas páginas» (ibid.: 343).
Ortega en Meditación de la técnica ve con claridad las consecuencias de la evolución del proceso técnico europeo. La técnica al extender sus límites y perder la idea de la vida y del bienestar como su motor provoca una pérdida de contacto con lo real y conduce a un vaciamiento de la vida «al hallarse, en principio, capaz de todo lo imaginable, ya no sabe qué es lo que efectivamente es. Por eso estos años en que vivimos, los más intensamente técnicos que ha habido en la historia humana, son de los más vacíos» (Ortega y Gasset, 1947: 362). El diagnóstico de Ortega respecto a la técnica y su alejamiento de la vida es similar al que se encuentra en El rapto de Europa. Ortega advirtió que presuponer un avance sin límites y creer que no caben retrocesos históricos en el campo social, político, científico, técnico o cultural es poner a Europa en una situación de enfermedad, de debilidad, en suma, de predisposición al rapto. «El progresismo, al creer que ya se había llegado a un nivel histórico que no cabía sustantivo retroceso, sino que mecánicamente se avanzaría hasta el infinito, ha aflojado las clavijas de la cautela humana y ha dado lugar a que irrumpa de nuevo la barbarie en el mundo» (ibid.: 328).
Este trabajo de investigación ha intentado explicar la presencia y el alcance del magisterio orteguiano en la obra y en el pensamiento de Luis Díez del Corral. La influencia del maestro es patente, diáfana y muy rica en matices. Por ello, lo hemos denominado «magisterio vital», porque engloba una presencia sustancial, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo.
Ortega es el pensador más referenciado por Luis Díez del Corral (y ello, excluyendo los trabajos directamente consagrados a su maestro). En este trabajo se ha podido constatar que las referencias a Ortega transitan desde la cita formal a la evocación de recuerdos; desde el uso y aquiescencia de los juicios del maestro sobre corrientes filosóficas o autores a la tendencia a evocar a su maestro de diversos modos cuando escribe los prólogos de su propia obra.
El análisis cualitativo, además, refleja unos modos de presencia que revelan ideas-ocurrencia orteguianas que conforman el pensamiento de Luis Díez del Corral. Especialmente podemos destacar, en primer lugar, la idea de Europa y su relación con el feudalismo y los nacionalismos; en segundo lugar, la concepción del mito como una forma de pensamiento y de análisis de la realidad. El mito tiene la virtualidad de esclarecer zonas oscuras de la realidad, permite concretar ideas y todo ello con un cultivo de la estética especial, articulando —como afirma el profesor Dalmacio Negro— pasado, presente y futuro (Negro, 2002: 25). Por último, destacar, la estructuración de todo su pensamiento y el propio enfoque de su Cátedra de Historia de las Ideas y Formas Políticas en la distinción orteguiana entre ideas-creencias e ideas-ocurrencias.
La obra más citada de Ortega es La rebelión de las masas. Le siguen Velázquez, Historia como sistema y Tocqueville y su tiempo. Por otra parte, la obra que recoge mayor número de referencias a Ortega, tanto desde el punto de vista formal como informal es El rapto de Europa. Como se ha podido constatar en este trabajo, la idea de Europa es un axis del pensamiento orteguiano que acoge Luis Díez del Corral enriqueciéndola, analizándola y justificándola de una manera novedosa en El rapto de Europa. Y todo ello en clara consonancia con el pensamiento de Ortega y Gasset, especialmente su concepción del arte y la técnica.
No sería desatinado concluir, como refleja singularmente El rapto de Europa, un magisterio vital de José Ortega y Gasset en la obra y en el pensamiento de Díez del Corral. El maestro viene a ser un acicate de la actividad intelectual, el discípulo se sirve del pensamiento del maestro adquirido no solo por la lectura de su obra, sino acompañado por el contacto y diálogo. En la obra de Díez del Corral se puede constatar la capacidad de Ortega para vivificar el pensamiento del discípulo. Esa vivificación no es mera copia y el discípulo emprende su propio vuelo: la centralidad de la categoría de secularización y del cristianismo como elemento clave de la cultura europea es un aspecto, aunque no el único, que lo avala y ejemplifica.
[1] |
Desde un punto de vista cuantitativo, y teniendo en cuenta los dos trabajos de mayor entidad publicados en torno al pensador de La democracia en América, podríamos computar en torno a cuatrocientas páginas. En comparación, aunque Luis Díez del Corral publicó diversos trabajos sobre Ortega, el cómputo es sustantivamente menor, en torno a ciento cuarenta y cinco páginas. Este dato es recogido por el propio autor en apunte manuscrito donde se puede constatar un futuro proyecto de publicación de un libro sobre Ortega, que finalmente nunca se concluyó. El título proyectado es Ortega, los clásicos y el Estado. En dicha nota se especifican los capítulos y el computo de páginas. Todos los trabajos enumerados ya habían sido publicados como artículos y están recogidos en sus Obras completas, menos uno dedicado específicamente a Ortega y Tocqueville de quince páginas, que permanece inédito. Archivo general de la Asociación Católica de Propagandistas-Centro de Estudios Universitarios (AG-ACdP-CEU). Archivo Díez del Corral. Fondo personal del Autor (ADC, 193). |
[2] |
La colección Díez del Corral se encuentra depositada en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid y se compone de la totalidad de sus manuscritos y correspondencia, así como de los más de 20 000 volúmenes de su biblioteca. |
[3] |
Estas notas de lectura se terminaron de escribir el 19 de febrero de 1938. Además, en su archivo personal encontramos notas de lectura de Misión de la universidad y El arte en presente y pretérito. (fechadas el 21 de noviembre de 1938). En febrero de 1939 toma notas de la lectura de El espectador VII. (ADC, 18). |
[4] |
Por notas de archivo sabemos que su dedicación al estudio y lecturas le permitió sobrevivir. Para un mayor desarrollo de este aspecto se puede acudir a la obra publicada por del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales: El liberalismo en el pensamiento de Luis Diez del Corral. Los contrastes como estructura de la vida histórica. |
[5] |
Del libro no podemos deducir la lectura del mismo por parte de Ortega. Este volumen se puede consultar en el fondo bibliográfico de la biblioteca personal de Ortega de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM). Signatura 911.375.9 (467.51 DIE). |
[6] |
Carmen Iglesias expone cómo el Instituto de Estudios Políticos se convierte en un espacio de intercambio intelectual durante los difíciles años cuarenta. «Como centro de pensamiento que —se suponía— proporcionaría doctrina suficiente a los cuadros de la dictadura, se convirtió muy tempranamente, como recoge don Luis, en un espacio de convivencia intelectual e incluso de refugio o ayuda de muchos intelectuales» (Iglesias, 2012: 23). |
[7] |
Correspondencia Luis Díez del Corral a Ortega, 23 de agosto de 1945. Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM). Archivo José Ortega y Gasset. Correspondencia (C-59/13a). |
[8] |
Correspondencia de Ortega a Luis Díez del Corral. AG-ACdP-CEU, ADC, 20. |
[9] |
AG-ACdP-CEU, ADC, 78. |
[10] |
En una misiva de Díez del Corral a Ortega podemos leer: «Le adjunto la última liquidación de su libro Ideas y creencias, que me envía Stock. Usted me dirá lo que quiere que haga con el importe». Archivo José Ortega y Gasset. FOM. Correspondencia (C-59/13ch). |
[11] |
Archivo José Ortega y Gasset. FOM. Correspondencia (C-59/13b). |
[12] |
Archivo José Ortega y Gasset. FOM. Correspondencia (C-59/13k). |
[13] |
Subrayado y nota manuscrita de Luis Díez del Corral, situado en volumen de colección Díez del Corral (Ortega y Gasset, 1947: 411). [Universidad CEU San Pablo: Deposito Montepríncipe. Fondo Díez del Corral]. |
[14] |
Díez del Corral. Notas: Conferencia: «El magisterio personal de Ortega». ADC, 82, p. 1. |
[15] |
Ibid.: 3. ADC, 82. |
[16] |
Ciertamente es solo una cuantificación que expresa un valor cualitativo, no cuantitativo. Es más, la decisión de exponerlo como una categoría propia viene sustentada sobre todo por el análisis del material de su biblioteca personal y de sus notas de archivo, donde las referencias y subrayados referentes a juicios magisteriales de Ortega son muy frecuentes. |
[17] |
«El nombre de Ortega y Gasset suena con especial derecho en este momento, que fue elegido académico para el sillón a que me habéis destinado, habiendo presentado el discurso, aunque no llegara a leerlo» (Díez del Corral, 1998: 1725). |
[18] |
«El mismo nombre de otro libro, El rapto de Europa, se encuentra en la línea de las preocupaciones que supone la traducción de Hölderlin, y tampoco le son ajenos los estudios sobre las actitudes ante el mundo clásico de Velázquez, Ortega y Tocqueville. Lista de temas demasiado abigarrada, donde se mezclan los que caen dentro de la órbita de una disciplina universitaria con los que implican peligrosas desviaciones de signo esteticista» (ibid.: 6). |
[19] |
En el caso de los trabajos dedicados a Raymond Aron o José Antonio Maravall que comentan la figura, las referencias a encuentros o recuerdos personales están mediadas por la figura de Ortega. Sobre la influencia de Ortega en Maravall y Díez del Corral se puede ver la obra Historiografía y teoría del saber político (Sánchez Garrido, 2013: XLV). El propio José Antonio Maravall explica en un artículo publicado en la Revista de Occidente la relación trascendental de ambos con Ortega (Maravall, 1983). |
[20] |
Borrador de la conferencia «Vida y sociedad en la filosofía de Ortega». ADC 131, p. 2. |
[21] |
Ficha de lectura. Título carpeta: «Ortega, varios». ADC, 18. |
[22] |
Ortega y Gasset I (1947): 370 [resaltado por Díez del Corral]. Por otro lado, esta idea es citada formalmente por Díez del Corral en varias ocasiones. Por ejemplo, Diez del Corral (1998:1260). |
[23] |
Ortega y Gasset I (1947): 217 [subrayado por Díez del Corral]. |
[24] |
Ortega y Gasset II (1947): 602 [subrayado por Díez del Corral]. |
[25] |
Notas de lectura. Carpeta Ortega. ADC, 18. |
[26] |
Íd. |
[27] |
Díez del Corral (1998: 585). |
[28] |
Borrador-conferencia «Destino histórico y progreso». En ADC 131, p 2. |
[29] |
Ibid.: 27. |
[30] |
Notas: «Historia de las ideas y formas políticas». ADC 68, p. 5. |
[31] |
Ibid.: 9. |
[32] |
Díez del Corral (1998: 3435). |
[33] |
Ortega y Gasset (1947: 557) [subrayado por Díez del Corral y nota al margen]. |
[34] |
Ibid.: 91 [subrayado por Díez del Corral]. |
[35] |
Ibid.: 234 [subrayado por Díez del Corral]. |
[36] |
Ibid.: 133 [subrayado por Díez del Corral]. |
[37] |
«Consolémonos —afirma Díez del Corral— de la escasez del citado prólogo pensando que, aunque sin referencia directa a la fuente, obras enteras de Ortega, como La rebelión de las masas, no pueden ser comprendidas del todo sin tener en cuenta la problemática y los análisis de Tocqueville» (Díez del Corral, 1998: 3567). |
[38] |
Ortega y Gasset (1955: 109). |
[39] |
La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva de Ortega y Gasset. Citado en Díez del Corral (1998: 2663). |
[40] |
Cita de Ortega y Gasset (1947: 263). |
[41] |
Así como la existencia del binomio amigo-enemigo es un elemento esencial de lo político en consonancia con el pensador alemán Carl Schmitt. |
[42] |
Notas José Ortega y Gasset. Archivo José Ortega y Gasset. Fondo Notas 1/2/9. |
[43] |
Cita de Ortega y Gasset (1947: 269). |
[44] |
Ibid.: 237. |
[45] |
Para un desarrollo más completo sobre la concepción de la historia en Luis Díez del Corral véase el capítulo 2 de Sánchez-Sierra (2016: 112-128). |
[46] |
En esta ocasión la referencia es de España invertebrada. |
[47] |
En esta ocasión la referencia es de La deshumanización del arte. |
[48] |
Citado por Luis Díez del Corral. Para Dilthey, el tránsito de la visión escolástica a la moderna ciencia racional se verifica por ese «panteísmo dinámico» (Díez del Corral, 1974: 334). |
Cortes Sánchez, F. J. (2013). Ensayo sobre la idea de la vida en Dilthey. Scientia Helmantica. Revista Internacional de Filosofía, 1, 21-38. |
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