Parece tarea fácil imaginar un ejemplo concreto de lo que puede ser denominado objeto político. Desde un encendedor hasta una cinta de colores, pasando por colgantes, estampas, medallas y, por qué no, restos humanos convertidos en reliquias y venerados por fieles, la cantidad y diversidad de artefactos susceptibles de ser considerados políticos resulta abrumadora. El estudio de esta rica cultura material, que invita a explorar la intersección entre cultura política y patrones de consumo, no solo añade nuevas dimensiones a las líneas de investigación ya predominantes, sino que las modifica completamente, como se señala en la introducción del volumen aquí reseñado (p. 10). Aun así, y por paradójico que parezca, el periodo conocido como Era de las Revoluciones apenas ha visto trabajos en profundidad que prestasen atención a este cruce entre lo material y lo político en conjunto debido a la abundancia de otro tipo de fuentes. Con un enfoque que privilegia el sudoeste europeo en toda su complejidad, este libro se propone llenar este vacío.

Carlotta Sorba y Enrico Francia coordinan este volumen formado por nueve capítulos, precedidos de un excelente estudio introductorio, cuyas contribuciones derivan en gran parte de un taller celebrado en Padua en 2016. Tanto Carlotta Sorba como Enrico Francia son profesores del Departamento de Historia Contemporánea en la Università di Padova, y ambos son figuras de referencia en el campo de la historia política del siglo xix desde una perspectiva cultural, lo que ya de por sí convierte a este resultado de su colaboración en un trabajo a tener en cuenta para el estudio de la política durante la Era de las Revoluciones. En total, doce autores y autoras procedentes de diez universidades de cuatro países distintos —con un claro predominio del ámbito italiano— firman los textos de este volumen colectivo, que ha sido publicado íntegramente en inglés, sin duda con vistas a que su difusión trascienda el ámbito latinoparlante. El propósito es expandir esta línea de investigación abriendo nuevos interrogantes y sugiriendo futuras vías a través de una serie de casos de estudio que muestran el potencial de los objetos políticos como objeto —valga la redundancia— de análisis histórico.

Lo primero que llama la atención durante la lectura del volumen es la diversidad, versatilidad y multidimensionalidad de los artefactos tratados en cada uno de los capítulos. Las contribuciones están divididas en tres grandes bloques según la dimensión funcional (y también la agency) de estos elementos materiales. El primer bloque abarca aquellos objetos «en acción», que sirven tanto como propaganda como para la autoidentificación política, como es el caso de la variedad de recuerdos emanados de los restos materiales de la Bastilla, o de la amplia gama de ornamentos y artefactos de uso cotidiano «constitucionalistas» durante la revolución liberal española. El segundo bloque del libro explora aquellos objetos que contribuyen a crear una narrativa y que en cierto modo cuentan una historia, ya sea mediante su identificación con una figura «heroica», como la mítica pierna del general Santa Anna, o porque un episodio específico los dota de un significado cargado narrativamente, como los bienes reclamados tras las confiscaciones de la República Romana en 1849. El tercer y último bloque se centra íntegramente en las reliquias de los caídos, que en una tradición heredera de la cultura cristiana adquieren un simbolismo político relacionado con la memoria; un fenómeno que tuvo una amplia expresión en la Italia risorgimental.

Los bloques en los que está dividido el volumen, sin embargo, no son estancos y están atravesados por temáticas y cuestiones transversales. Por poner un ejemplo, el cruce entre patrón de consumo y politización —es decir, la dimensión propiamente económica— está presente en muchos de los capítulos, lo que directamente permite dar visibilidad al hecho de que detrás de los objetos hay no solo consumidores, sino también una constelación de artesanos e industriales que los fabrican, comerciantes que los distribuyen, adaptándolos a gustos y poderes adquisitivos específicos, y también hay espacios de la memoria como los museos que los exponen y los dotan de un significado de cara al público. Estas cuestiones ponen de relevancia la amplitud de temas que conectan directa e indirectamente con el objeto político e invitan a buscar nuevos caminos e intersecciones en su análisis.

En conjunto, el libro constituye una reflexión sólida y ante todo convincente del potencial que tiene el estudio del objeto político. En este sentido, y en lo que respecta a los propios aspectos formales del volumen, resulta oportuno destacar la gran coherencia y cohesión argumental entre cada una de las contribuciones, algo que no es siempre fácil de conseguir en un volumen colectivo, y que es reflejo de un eficiente trabajo de los coordinadores y de cada uno de los autores y autoras. Se echa en falta, no obstante, un capítulo de conclusión que conecte con la introducción y de cierre al conjunto de contribuciones recogiendo de nuevo las principales líneas generales. Por otro lado, conviene destacar el excelente repertorio gráfico que acompaña a cada uno de los capítulos, dotándolos de una profundidad visual que se hace particularmente imprescindible en una obra centrada en la cultura material, y que es fruto de un intenso trabajo de rastreo en bibliotecas, archivos y museos de diversa índole.

Estamos, por lo tanto, ante un libro que era necesario. No cabe duda de que su título se convertirá en una constante referencia en las notas a pie de página en futuros trabajos sobre cultura política y de que los debates que quedan aquí abiertos se prolongarán en el futuro y estimularán a la historiografía de la próxima década. Un volumen, por lo tanto, de obligada lectura para aquellos con interés no solo en la cultura material y política del largo siglo xix, sino también en el modo en el que se ha construido la cotidianeidad y la materialidad de la práctica política en la actualidad.