RESUMEN
En este artículo abordamos las posibles explicaciones a los cambios en los modelos de procesos de selección de líder de los partidos políticos españoles, que se concentran en un breve periodo de cuatro años, entre los veranos de 2014 y de 2018. Desde un enfoque histórico-empírico, analizamos el comportamiento de los cuatro principales partidos del sistema para ese periodo, considerando que estos incorporan innovaciones organizativas para mejorar su rendimiento electoral. La crisis competitiva se propone como causa de la introducción de las primarias en los cuatro casos, aunque menos grave en el de Ciudadanos. Esta se identifica observando los altos niveles de superposición ideológica de las dos parejas de partidos (PSOE-Podemos y PP-Ciudadanos) y el posible impacto de otros tres factores. La información recabada sobre los cuatro partidos se complementa con entrevistas a dirigentes destacados de los partidos durante el periodo de estudio. Finalmente, se considera plausible el efecto contagio en los casos de Ciudadanos y PP, una vez que los otros dos grandes partidos ya han celebrado primarias.
Palabras clave: Selección de líderes; partidos políticos; elecciones; primarias; política española.
ABSTRACT
In this paper we address the possible explanations for the changes in the models of leader selection processes of Spanish political parties, which are concentrated in a short period of four years, between the summers of 2014 and 2018. From a historical-empirical approach, we analyse the behavior of the four main parties of the system for that period, considering that they incorporate organizational innovations to improve their electoral performance. The competitive crisis is proposed as the cause of the introduction of primaries in the four cases, although less serious in the case of Ciudadanos. This is identified by observing the high levels of ideological overlap between the two pairs of parties (PSOE-Podemos and PP-Ciudadanos) and the possible impact of three other factors. The information collected on the four parties is complemented by interviews with prominent party executive board members during the study period. Finally, a contagion effect is considered plausible in the case of Ciudadanos and PP, once the other two major parties have already held primaries.
Keywords: Leadership selection; political parties; elections; primaries; Spanish politics.
Las investigaciones sobre los procesos de selección de líderes han abierto vías de investigación de gran interés para la ciencia política. Sin embargo, estas son relativamente recientes, pues han ocupado un lugar secundario respecto a las investigaciones sobre la selección de candidatos. Los pocos estudios que existían sobre selección de líderes eran en su mayoría de un único país o incluso de un único caso, mientras que el primer estudio comparado de seis países llegó en los años noventa del pasado siglo con Marsh (1993), al que siguieron los trabajos de Davis (1998), LeDuc (2001) y Kenig (2009a, 2009b). En cambio, las investigaciones comparadas sobre selección de candidatos habían experimentado un mayor desarrollo, especialmente a partir del trabajo publicado por Gallagher y Marsh (1988) y, posteriormente, el de Hazan y Rahat (2010).
Cross y Blais (2012a, 2012b) inician una nueva oleada de estudios contemporáneos sobre los procesos de selección de líder, considerando que es una de las mejores formas de comprender las dinámicas intrapartidistas. Poco después, Pilet y Cross (2014) analizarían los procesos de trece democracias parlamentarias. En el cómputo global de los trece países, las primarias pasan de ser un sistema inexistente en 1965 a representar el 26,8 % de los procesos de selección de líder en 2012. Un año después, publicaron la explotación de una base de datos con información sobre la selección y el rendimiento de los líderes partidistas durante el periodo 1965-2012 (Cross y Pilet, 2015).
Por otra parte, han aflorado los trabajos que abordan la selección de líderes y de candidatos en conjunto. Kenig et al. (2015) establecen de forma nítida las similitudes y diferencias entre ambos procesos, en cinco ámbitos: candidaturas, selectorado, descentralización, votación y cese. Mientras que la selección de líder suele establecer requisitos de concurrencia más exigentes, la selección de candidatos suele ser más descentralizada, señalan. Para estos autores, la democratización de los procesos de selección de líderes y de candidatos está claramente relacionada, dado que ocurre en el mismo ámbito y en el mismo periodo de tiempo, aunque no siempre simultáneamente. En una línea similar se encuentran los trabajos editados por Sandri y Seddone sobre primarias para la selección de líderes y de candidatos, quienes dedican un gran esfuerzo a establecer un marco de análisis comparativo de las primarias más allá de la experiencia estadounidense (Sandri et al., 2015; Sandri y Seddone, 2021).
En el presente estudio nos proponemos identificar las causas de incorporación de las primarias en los procesos de selección de líder de los principales partidos políticos españoles —PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos— durante el breve periodo comprendido entre 2014 y 2018. Para ello, en el segundo apartado revisamos la literatura sobre procesos de cambio y democratización en los partidos políticos, desarrollando el concepto de crisis competitiva interpartidista. En el tercero de los apartados identificamos la metodología del estudio, mientras que en el cuarto se expone y clarifica la incorporación de las primarias a los procesos de selección de líder de los principales partidos españoles en el periodo contemplado. En el quinto apartado procedemos al análisis de los cuatro casos. Finalmente, un sexto apartado está dedicado a la discusión de los hallazgos y, en séptimo lugar, se presentan las conclusiones.
La democratización de los procesos de selección de líderes puede inscribirse en un contexto más amplio de estrategia para favorecer una mayor inclusividad en la toma de decisiones dentro de los partidos. Esto ha sido analizado desde las teorías sobre el cambio organizativo partidista y, de forma más específica, por la literatura especializada en las innovaciones en los mecanismos de selección de líderes y candidatos. Partiendo directamente de las teorías integradoras que explican el cambio en los partidos políticos, destaca el trabajo de Harmel y Janda (1994) sobre el shock externo que puede recibir un partido, afectando a su capacidad organizativa para conseguir su objetivo principal. Estos ya resaltaron el carácter conservador de los partidos como organizaciones y señalaron que únicamente cambiarían sus estructuras si se da una gran necesidad o un fracaso en la persecución de su objetivo prioritario (ibid.: 265), algo también señalado por Panebianco (1990) y Norris (2002). Las derrotas electorales han sido habitualmente señaladas como motivo para el cambio en los partidos (Deschouwer, 1996; Lawson y Poguntke, 2004). Pero, muy poco después, Harmel et al. (1995) reivindicarán, junto a la competición electoral, el papel de los actores internos de los partidos como factores de cambio en los mismos, especialmente los líderes y las facciones que conforman la coalición dominante. En el mismo sentido, Verge (2007) realizó una destacable integración de las teorías explicativas del cambio en los partidos políticos para analizar la evolución organizativa de los partidos españoles durante el periodo 1976-2006, centrándose en tres dimensiones —inclusividad[1], receptividad y rendición de cuentas— y señalando tanto los incentivos electorales como las dinámicas internas —especialmente los cambios de liderazgo y las crisis organizativas— como principales causas de las modificaciones en los partidos.
Por su parte, Barnea y Rahat (2007) plantearon un innovador marco de análisis en tres niveles —sistema político, sistema de partidos y sistema interno— para explicar la reforma de los métodos de selección de candidatos de los partidos, como resultado de las interacciones de los grupos que cohabitan dentro de la organización. Tomando esta idea de análisis multinivel, otros autores han presentado diseños desarrollados para explicar las reformas de los modelos organizativos de los partidos (Gauja, 2017)[2] y, añadiendo más variables, una propuesta de teoría general explicativa del comportamiento de los partidos, con el objetivo de supervivencia individual y colectiva como premisa de partida (Villaplana, 2018)[3]. El funcionamiento de estos modelos implica que las tensiones tanto internas como externas que afectan a los partidos pueden provocar la introducción de reformas organizativas, cuando estos identifican un vacío en su capacidad competitiva.
Además del modelo multinivel de Barnea y Rahat (2007), la literatura sobre los procesos de selección de líderes y candidatos ha desarrollado sus propias explicaciones para la democratización específica de este ámbito organizativo. En este sentido, Ware (2004: 406) identifica cuatro factores que explicarían la ampliación de la inclusividad: la necesidad de atraer miembros, el declive de las jerarquías sociales, el incentivo de movilización de intereses y grupos infrarrepresentados y, finalmente, la necesidad de legitimación de los procesos ante la opinión pública. Kenig et al. (2015) argumentan motivos semejantes a los de Ware, desde la ya mencionada aproximación multinivel. En el nivel del sistema político, que determina el rango de reformas admisibles, influyen las tendencias culturales, políticas y sociales como la personalización y la «americanización». En el nivel del sistema de partidos, donde cada partido es un actor en competición, las pérdidas de popularidad, las derrotas y los años en la oposición son un incentivo para renovarse y presentar una imagen atractiva al electorado. En el nivel interno del partido, cada partido funciona como un escenario competitivo en sí mismo, donde unos sectores serán partidarios de la democratización mientras que otros se opondrán a ella en función de sus intereses, y todo depende de qué sector consiga imponerse. También ofrecen una explicación a partir de la aproximación del partido cartel (Katz y Mair, 1995), según la cual la democratización sería una manipulación de la élite de los partidos para que resulten seleccionados líderes pragmáticos y moderados que ofrezcan al partido mayores posibilidades de éxito electoral.
La mayoría de los estudios comparados han confirmado una tendencia generalizada hacia la democratización de los procesos de selección del líder de los partidos, pero con desigual impacto en distintos países y tipos de partido. En este sentido, Cross y Blais (2012a, 2012b) ya habían comprobado que existen democracias como Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda donde el poder de selección ha seguido concentrado en pequeñas élites partidistas. Respecto a los partidos que sí reformaron sus modelos, más de las dos terceras partes de los partidos que han democratizado el proceso habrían implantado el cambio tras una derrota electoral y encontrándose en la oposición (Pilet y Cross, 2014). Respecto a las hipótesis planteadas por Cross y Blais (2012b), se encontró que tanto las derrotas electorales así como estar situado en la oposición son factores decisivos en la democratización de los procesos de selección de líder, mientras que solo hay evidencias parciales de que la democratización sea más frecuente entre los partidos nuevos y pequeños, especialmente los de la izquierda. Finalmente, se ha apuntado que el efecto contagio parece darse, pero solo en algunos países (Pilet y Cross, 2014: 228-229).
En cuanto a la relevancia de la ideología, Lisi et al. (2015), relacionaron las familias ideológicas de los partidos con los procesos de selección de líder, en el periodo 1955-2012, encontrando que los partidos de izquierda radical y verdes son los que más apuestan por las primarias, seguidos de los liberales y socialdemócratas. Sin embargo, el eje izquierda-derecha por sí solo no proporciona ninguna explicación al respecto de los procesos de selección de líder. Lo que sí identifican es una tendencia generalizada a la democratización de los procesos de selección de líder en todas las familias de partidos excepto en los comunistas y, de forma más discutible, en los de extrema derecha. Por su parte, Sandri et al. (2015: 187-188) encontraron que, a nivel del sistema político, un factor como las actitudes ciudadanas antipartidistas habría empujado a los partidos a incorporar las primarias a modo de «antídoto», compuesto de transparencia y democracia, además de como elemento movilizador del electorado. A nivel del sistema de partidos, encuentran evidencias muy claras de efectos de contagio entre partidos en países como Japón, Rumanía y Taiwán, al tiempo que verifican la mayor disposición de los partidos nuevos a incorporar las primarias a su modelo organizativo. A nivel intrapartidista, identifican dos dimensiones cruciales: la relación entre la élite y las facciones del partido y, por otra parte, el rol de los miembros en la organización. La conclusión más clara del análisis comparativo es que «las primarias son reconocidas como estrategias efectivas de los partidos como reacción a las crisis que enfrentan, tanto a nivel electoral como en el organizacional».
El principal propósito de esta investigación reside en contrastar la hipótesis de la crisis competitiva como motor de reforma organizativa de los partidos, evidenciándose en un aspecto clave como es el modelo de selección de líder. La crisis competitiva es un factor que ha sido mencionado en los estudios comparados realizados hasta la fecha pero, debido a las características de estos diseños de investigación, su importancia quizás no haya sido enfatizada suficientemente. Una idea esencialista de crisis sería la de una fase de desorden en el desarrollo normal de un sistema (Almond et al., 1973; Linz y Stepan, 1978). Se pueden identificar tres elementos que compondrían una situación de crisis: la amenaza de un gran daño, la incertidumbre de cara al futuro y la urgencia a la hora de actuar (Boin et al., 2007: 19). Para un partido político, en consecuencia, la crisis será una situación que ponga en peligro la consecución de sus objetivos principales y de su misma supervivencia. Un incremento en la competitividad electoral produce situaciones de vulnerabilidad para los partidos implicados en la competición (Müller y Steininger, 1994). Aunque presenta similitudes con la idea de shock (Harmel y Janda, 1994), el concepto de crisis competitiva interpartidista que aquí se propone hace énfasis en la autoevaluación que un partido hace de sí mismo en comparación con el resto de partidos del sistema. La crisis puede venir provocada por un acontecimiento inesperado o puede ser el producto de una decadencia prolongada. No es solo el resultado de un hecho en sí, sino de la percepción que los miembros de un partido tienen sobre la situación del partido y de sus expectativas en el corto y medio plazo, las cuales no siempre son ajustadas a la realidad por cuestiones de falta de información o de criterio.
En consecuencia con lo anterior, definimos la crisis competitiva de un partido como una situación de desventaja respecto al resto de partidos del sistema y que es percibida como preocupante por sus miembros, siendo el detonante para una respuesta de la dirección en búsqueda de soluciones. Dada la amplitud de situaciones de crisis posibles, proponemos relacionarla con cuatro factores, siendo estos los más probables causantes de la misma. Primero, las malas perspectivas electorales, entendidas como previsiones de decadencia electoral y/o de falta de votos para conseguir el objetivo principal del partido en las siguientes elecciones (gobernar en solitario, formar parte de una coalición, ser decisivo en la formación de gobierno, liderar la oposición, etc.). Segundo, una elevada superposición ideológica, considerada como el solapamiento entre dos o más partidos, que los hace competir por los mismos electores en la escala ideológica (Sani y Sartori, 1983). Tercero, una elevada presión ambiental, comprendida como elementos del sistema político —opinión pública, medios de comunicación y otros actores políticos— con una actitud desfavorable hacia un partido que le empujan a rectificar determinados comportamientos (Verge, 2007; Ferland, 2020). Finalmente, la falta o pérdida de institucionalización, siendo esta una cualidad de consolidación, autonomía organizativa y de reconocimiento de un partido como parte relevante del sistema de partidos (Panebianco, 1990).
La idea de crisis competitiva interpartidista también resalta el hecho de que el fracaso de un partido repercute directamente en el éxito de los demás, tratándose de un juego de suma cero. De tal manera que en sistemas políticos más fragmentados y con más oportunidades a la entrada de nuevos partidos, la crisis de uno de los partidos existentes facilitará que se produzcan cambios organizativos en este, especialmente la democratización de los procesos, debido a las características de la lógica de competición electoral, que implica la necesidad de atraer miembros, simpatizantes y votantes. Esto incide directamente en el efecto contagio, identificado por Duverger (1957) como un proceso de imitación de unos partidos a otros, y considerado como elemento conductor de cambios organizativos (Gauja, 2017; Pilet y Cross, 2014; Sandri et al. 2015). Su relación es estrecha con la crisis competitiva, pues la imitación no tiene otro propósito que el de neutralizar, o incluso invertir, las ventajas que los partidos rivales consiguen con sus innovaciones organizativas o de discurso.
Para el análisis empírico de los casos que se expone en el apartado cuarto, se cuenta con una base de datos de procesos nacionales de selección de líder propia, que comprende desde la selección de Santiago Carillo como secretario general del PCE, en 1960, pasando por la selección de Felipe González como secretario general del PSOE, en 1974, hasta la selección de Pablo Casado como presidente del PP, en 2018. Esta base también incluye los procesos de CDC/PDeCAT, como mayor PANE del periodo, y está realizada a partir de información pública ofrecida por los partidos políticos, sus estatutos y otros documentos internos, publicaciones académicas, monografías sobre los partidos, así como de noticias de prensa, algunas de las cuales se encuentran en el Archivo Linz de la Transición Española de la Fundación Juan March.
Después, abordamos el análisis contextual de los cuatro casos seleccionados mediante una aproximación histórico-empírica o de process tracing (Nohlen, 2013; Mahoney y Thelen, 2015), que parte de la revisión sistemática de la literatura existente sobre la materia. Los casos seleccionados se corresponden con los cuatro partidos de mayor relevancia electoral en el periodo desde 2014, cuando el PSOE es el primer gran partido que incorpora las primarias para selección de líder a su modelo organizativo hasta que los otros tres partidos con opciones de formar Gobierno a nivel nacional han incorporado y celebrado las primarias, en 2018. Estos cuatro partidos son competidores directos entre sí y, por tanto, forman el conjunto de casos más apropiado para evaluar las dinámicas de competitividad interpartidistas y encontrar el elemento en común en ellos a la hora de realizar el mismo cambio organizativo: la incorporación de las primarias[4].
La operacionalización de los cuatro factores que son posibles causantes de la crisis competitiva se detalla a continuación:
Las malas perspectivas electorales se pueden considerar a partir de datos desfavorables en diferentes indicadores como: a) últimos resultados electorales a nivel nacional; b) resultados electorales recientes a niveles europeo, autonómico o local; c) resultados de sondeos electorales, tanto públicos como internos, y d) capacidad de atracción y retención de cargos públicos y de miembros activos en el partido.
Superposición ideológica: calculada según el índice de Sani y Sartori (1983). La escala varía entre 0 y 1 y se interpreta según los siguientes cuatro niveles: < 0,2 baja; 0,2-0,4 media; 0,4-0,6 elevada, y > 0,6 muy elevada.
Elevada presión ambiental: datos de opinión pública y literatura especializada que reflejan fuertes actitudes negativas hacia un partido o conjuntos de partidos en este periodo.
Falta o pérdida de institucionalización: considerada en dos dimensiones, autonomía respecto al ambiente y sistematización organizativa (Panebianco, 1990). En términos más concretos, la longevidad del partido, su expansión territorial y su estabilidad como organización independiente.
El análisis de la evidencia disponible se complementa con la información primaria obtenida mediante entrevistas a un observador privilegiado[5] en cada uno de los partidos: Óscar López Águeda [E1], secretario de Organización del PSOE (2012-2014); Luis Alegre Zahonero [E2], cofundador de Podemos y secretario de Participación Interna (2014-2017); Francisco Javier Hervías Chirosa [E3], secretario de Organización de Ciudadanos (2014-2020), y Alfonso Serrano Sánchez-Capuchino [E4], responsable del Departamento Electoral del PP (2008-2018). Las entrevistas se realizaron presencialmente en Madrid, en un periodo comprendido entre marzo de 2018 y enero de 2019, y fueron grabadas con el consentimiento de los entrevistados.
Finalmente, para medir la inclusividad de los modelos de selección de líder, nos valemos de las categorías de selectorado que utilizan Kenig y Pruysers (2018: 28), aunque sustituyendo el término «electores» por «ciudadanía», el cual nos resulta más acertado, teniendo en cuenta que las primarias se pueden ampliar a personas sin derecho a voto, como son los menores o los residentes no registrados. De este modo, las primarias cerradas se corresponden con el selectorado de afiliados, las semiabiertas con el de simpatizantes y las abiertas con el de ciudadanía.
Desde las designaciones de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias mediante primarias, en 2014, estas han presentado un mayor nivel de progreso y consolidación (Rodríguez Teruel y Barberà, 2017; Barberà, 2018; Cordero y Coller, 2018)[6]. No obstante, los dos grandes partidos —PP y PSOE— comenzaron a experimentar con las primarias para la selección de líderes en los niveles regionales antes de hacerlo en el proceso de selección del líder nacional, si bien UPyD, en 2009, fue el primer partido nacional en realizar primarias para la selección de su líder[7], incluso antes de esos experimentos subnacionales del bipartidismo (Barberà et al., 2015). Además, entre los partidos de ámbito no estatal (PANE), ICV y ERC ya habían celebrado antes primarias, semiabiertas y cerradas, respectivamente, en Cataluña. Las primarias en España también se han caracterizado por comenzar a celebrarse antes de estar previstas en los estatutos de los partidos (ibid.: 66). Para el caso español, al igual que el alemán, se ha encontrado que en ambos países se produjo un uso errático de las primarias desde su introducción inicial, teniendo en cuenta los niveles tanto estatal como regional (Astudillo y Detterbeck, 2020).
El gráfico 2 muestra, a modo de instantánea, el nivel de inclusividad en la selección del líder en los principales partidos políticos españoles —incluido CDC/PDeCAT como principal PANE del periodo— en 1977, 1990, 2014 y 2018, en sus procesos preferentes y ordinarios de selección de líder, tal y como están contemplados en su normativa interna[8]. La elección de estos cuatro momentos resulta suficiente para apreciar claramente los cambios en el sistema de partidos, tanto en la composición del mismo como en lo que se refiere a las variaciones en los modelos de selección. Lo que nos muestran las casillas, en todo caso, es un desplazamiento desde la izquierda (menor inclusividad) a la derecha (mayor inclusividad). Todavía queda la casilla de la ciudadanía como selectorado por estrenarse. En cuanto a la selección del líder por el líder saliente o por el grupo parlamentario no se han practicado —oficialmente— en nuestro país. En cambio, las coronaciones o dedazos han sido frecuentes en la práctica, pese a no estar contempladas en los estatutos de los partidos. También nos encontramos con el caso del PP, a partir de 2018, que sería un proceso de selección mixto o multi-stage method[9] (Kenig et al., 2015), por lo que podemos situarlo entre los dos selectorados que emplea en cada una de sus dos fases: afiliados, primero, y si procede, delegados.
Los partidos españoles tienden a seleccionar sus líderes en niveles más inclusivos que cuatro décadas atrás, si consideramos el sistema partidista como un todo compuesto por un número cambiante de elementos que evoluciona a lo largo del tiempo. Los cambios más importantes, por su relevancia sostenida en el sistema de partidos español, son los del PSOE y del Partido Popular, por continuar siendo las principales organizaciones políticas en número de miembros y de votantes. Junto a ellos, los partidos de la nueva política refuerzan la transición a las primarias para la selección del líder en el sistema. Pero la comparación también nos muestra que algunos de esos elementos se resisten al cambio durante todo el periodo. Izquierda Unida evidencia una tímida apertura a las primarias, sin renunciar al poder decisorio del Comité Político Federal, mientras que el nuevo PDeCAT se mantiene en el modelo congresual tras celebrar un único caso de primarias, siendo el único partido que ha dado marcha atrás en la inclusividad de su selectorado en el periodo de estudio. Salvo esta excepción, en general, los partidos políticos españoles se han vuelto más democráticos, en lo que se refiere a los niveles formales de participación entre la base social del partido, para elegir al líder.
En los siguientes apartados pondremos de relieve la situación de crisis competitiva de los cuatro principales partidos españoles del periodo 2014-2018 como factor explicativo de la adopción de las primarias como mecanismo de selección de líder, identificando en primer lugar el contexto previo.
A nivel sistémico, la crisis económica que se inició en el año 2008 ha sido identificada, con frecuencia, como el arranque de un proceso de transformaciones sociales y políticas en el país durante los siguientes años (Mateos y Penadés, 2013; Ferri y Román, 2020). Los numerosos, a la par que graves, escándalos de corrupción protagonizados por los partidos tradicionales, tales como la trama Gürtel, el caso ERES o el de los Pujol, no hicieron más que contribuir al malestar social. Desde el año 2009 en adelante, se reflejó un elevado crecimiento de la identificación de la corrupción política y de la clase política, incluidos los partidos, como dos de los principales problemas con los que cuentan España junto al desempleo o a la economía, según datos del CIS. El señalamiento a los partidos fue evidente: «Cuando se pregunta a la ciudadanía por las instituciones percibidas como más corruptas […], los partidos políticos encabezan siempre el ranking[10] » (Villoria y Jiménez, 2012: 120).
El malestar político acumulado se materializó en un nuevo movimiento social: el 15-M (Martí i Puig, 2011; Portos, 2016). Los movimientos de indignación popularizaron términos como «la casta», en referencia a una élite política acostumbrada a las «puertas giratorias» entre el sector público y las grandes empresas y a otra serie de privilegios. Cordero y Coller (2018: 4) han relacionado los movimientos de protesta por toda Europa con el hecho de que nuevos partidos se convirtiesen rápidamente en partidos mayoritarios o en actores políticos clave. En el caso español, las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 fueron el punto de partida de una nueva etapa de multipartidismo (Orriols y Cordero, 2016), con la coexistencia de UPyD, Ciudadanos y Podemos junto a los partidos tradicionales.
Tras las elecciones de 2011, el grupo parlamentario socialista se había visto muy reducido y no había expectativas a corto plazo de volver al poder, ni en solitario ni mediante una coalición (Delgado y Cazorla, 2017; García Abad, 2012). Esta sería la mayor fuente de presión y de tensión para el partido. Así lo confirmó el entrevistado, quien consideró que el principal motivo de la adopción de las primarias por parte de los socialistas fueron los fracasos electorales: «Cuando salimos del Gobierno, generalmente, la izquierda se mete en un debate sobre quiénes somos, cómo funcionamos, cómo podemos democratizarnos [...]» [E1]. El momento del ciclo político era, además, bastante desfavorable, pues al siguiente año se celebrarían elecciones generales y el partido necesitaba constituir un liderazgo fuerte para entonces. El tiempo apremiaba.
En cuanto a la cultura política española, la nueva semántica introducida por el movimiento 15-M suponía una crítica muy feroz al PSOE, que pasaba de ser enmarcado como la principal fuerza progresista del país, en el imaginario colectivo, a ser parte de las llamadas «cloacas del Estado». El cleavage entre vieja y nueva política situaba al PSOE en el indeseado bloque de los partidos viejos y oligárquicos (González, 2017; Rodríguez-Díaz y Castromil, 2020). Por otra parte, el contexto internacional tampoco era favorable: se extendía una crisis de identidad y electoral de los partidos de la socialdemocracia europea, desde comienzos del siglo xxi, que se profundizaría con la crisis económica, al tener que ser los propios gobiernos socialistas, incluido el de Rodríguez Zapatero, los impulsores de importantes recortes en las políticas de bienestar (Navarro, 2010). Esas heridas tardarían tiempo en cicatrizar entre los votantes de la izquierda, provocando importantes debates ideológicos entre socialdemócratas clásicos y partidarios de una tercera vía de carácter más socioliberal. Asimismo, Barberà y Rodríguez Teruel (2020) han señalado, concretamente, la crisis de la socialdemocracia como el contexto en el que el PSOE se reproducen las deliberaciones más importantes sobre su modelo organizativo y sobre la democracia interna.
Desde que apareció Podemos, ha existido una lucha constante entre este y el PSOE por los votos de la izquierda, tal y como se puede apreciar en la tabla 1, que muestra a las dos formaciones como las principales competidoras por el voto situado en el centro-izquierda (4), y, junto a las candidaturas pertenecientes a Izquierda Unida y ERC, también en disputa por los votantes situados en la izquierda radical (1-3). Incluso Podemos consigue casi una décima parte de los votos del centro (5).
Escala de autoubicación ideológica (1–10) | |||||||||||||
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Total | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | N.S. | N.C. | |
PSOE | 18,3 | 19 | 12 | 25,3 | 42,9 | 18,5 | 3,8 | 1,8 | 2,6 | – | – | 13 | 4,6 |
Podemos | 12,7 | 20,2 | 25,9 | 21,2 | 17,1 | 9,4 | 3,1 | 0,9 | – | – | 4,8 | 9,3 | 6,9 |
Izq. Plural | 8,8 | 26,2 | 29,6 | 17,2 | 6,1 | 3 | 1,5 | – | – | – | – | 3,7 | 3,4 |
UPyD | 4,8 | 2,4 | 0,9 | 2,7 | 6,5 | 9,8 | 8,4 | 5,3 | – | – | – | 2,8 | 2,3 |
EPDD | 3,7 | 13,1 | 12 | 7,1 | 3,3 | 0,4 | – | – | – | – | – | 2,8 | – |
LP. Deciden | 1,3 | 2,4 | 2,8 | 3 | 0,4 | 0,8 | – | 0,9 | 1,3 | – | – | 0,9 | – |
Pr. Europea | 2,1 | 2,4 | 6,5 | 3,7 | 2,9 | 1,5 | – | – | – | – | – | – | 1,1 |
La fragmentación del espectro político y la superposición ideológica de varios partidos de izquierda hacían prever al PSOE, de igual manera, un escenario de alta volatilidad electoral en las consecutivas elecciones. Con Podemos como nuevo gran competidor, era muy posible continuar perdiendo votantes si no se reaccionaba debidamente a tiempo. Este problema se equiparaba, en gravedad, a las derrotas electorales sufridas, estableciéndose el PSOE en una situación continuada de decadencia (Delgado-Fernández y Cazorla-Martín, 2017). También debe tenerse en cuenta que Podemos es un nuevo tipo de partido en el sistema, un partido de protesta, que no solo aspira a robar votos al PSOE, sino también a deslegitimarlo y deteriorarlo. Por otra parte, Ciudadanos, como partido catch-all, también disputará al PSOE el gran grueso del electorado situado en el centro-izquierda. Con esto, la presencia de nuevos modelos de partido en el sistema se revela como otro elemento negativo para los socialistas.
En la cultura organizativa del PSOE había apertura hacia las primarias como incentivo a la participación, pero se decidió implantar, primero, las primarias en la selección de candidatos y, más adelante, también en la del líder: «El argumento básico era que todo a la vez no puede ser, mejor vayamos por partes: hemos aprobado hacer primarias abiertas[12], vamos a experimentar con esto, y luego veremos» [E1]. Hacer ambos cambios a la vez se consideró que exigiría un esfuerzo organizativo de una excesiva dimensión, incluso preocupante. En el año 2012 se había producido un debate que acabó con un acuerdo para realizar primarias semiabiertas, pero no la elección directa del secretario general. A partir de ahí se realizaron primarias semiabiertas para elegir a los candidatos a la presidencia de las Islas Baleares y de la Comunidad Valenciana, en primer lugar: «La gente se apuntó pagando un euro, copiando el modelo francés, donde en la elección de Hollande participaron tres millones de franceses». El censo se multiplicó por cuatro para estos procesos, según los datos del partido.
Cuando dimitió Pérez Rubalcaba, volvió el debate de un militante-un voto (OMOV en inglés) para la selección del líder, y es en ese momento cuando deciden realizar las primarias cerradas para la elección del secretario general. Con este paso se superaba el trauma ocasionado por la bicefalia vivida en 1998 entre Almunia y Borrell (Boix, 1998). El entrevistado reconoció que ese es uno de los aprendizajes del partido: «Esas cosas no funcionan», «la gente necesita saber quién manda», reflexionó. Habló, además, sobre otros mecanismos de votación, como las listas abiertas, experimentados en el PSOE: «Me acuerdo de tener un debate, en su día, sobre la elección con listas abiertas porque las minorías del PSOE pedían las listas abiertas y, cuando pusimos las listas abiertas, las minorías del PSOE descubrían que con ese sistema las mayorías se organizaban mejor y ellos se quedaban sin representación. Y volvieron a pedir un modelo como el anterior, que tenía Alfonso Guerra, donde se garantizaba que si alcanzabas un mínimo del 20 % tenías representación» [E1]. El PSOE experimentó el sistema, primero en Galicia en septiembre de 2013, con unas primarias entre dos candidatos a liderar la federación.
La evidente crisis competitiva que sufría el PSOE en 2014 era producto, principalmente, de sus dos últimos descalabros electorales, que lo situaban en la oposición, y de sus escasas perspectivas de mejora electoral inmediata, cercenadas por la irrupción de Podemos, partido con el cual registraba una gran superposición ideológica entre el electorado, y también de Ciudadanos. No obstante, reducir la explicación a ese único elemento podría resultar ser una simplificación excesiva. Como se ha descrito, en el momento en el que el PSOE decidió introducir las primarias para elegir a su líder, el partido sufría una amplia serie de tensiones a nivel de contexto, de sistema de partidos e interno.
Podemos nace, de por sí, en una crisis competitiva: no tiene estructura formal ni una élite dirigente experimentada ni la implantación territorial propias de un partido institucionalizado (Rodríguez Teruel et al., 2016; Torreblanca, 2015). A lo cual debe sumarse el hecho de que no hubiera tenido apenas acceso a los medios de comunicación generalistas, de no ser por la existencia de una aparición mediática continuada del que acabaría siendo líder de la formación, Pablo Iglesias. Así lo argumentaba el entrevistado en relación con la primera campaña electoral en la que participó la formación, las elecciones europeas de 2014: «Estábamos desesperados por hacernos visibles» [E2].
Durante esos inicios de Podemos, el entrevistado reconoció que se habían producido «debates realmente muy interesantes, a nivel teórico» sobre la democracia interna de los partidos, entre los que destacó dos. El primero, sobre apostar por «la apertura participativa completa», «que todo lo decidan los inscritos, la gente, sin obstáculos, sin dificultades, sin correcciones», una postura defendida por Pablo Soto en Vistalegre I. No obstante, desde el grupo fundador se respondió a Soto que «tiene que haber ese espacio de apertura, de ampliación de la participación y no sé qué, pero tiene que haber también algún tipo de filtro, algo que nos permita, en definitiva, cierto margen de maniobra como comité de campaña y tal». El segundo debate lo promovió el grupo de anticapitalistas, «siempre alertan sobre el riesgo de que esto tenga una traducción plebiscitaria», «la posibilidad de participación sin deliberación, es decir, sin que haya espacios donde se discuta». Este grupo veía la alta participación como «un peligro de cesarismo» y, en consecuencia, «una democracia plebiscitaria en la que, al final, los resultados de las primarias se decidan más en la tele que en los espacios de debate».
Siguiendo el argumento del entrevistado [E2], habrían existido dos motivos fundamentales por los que Podemos adoptó las primarias semiabiertas. El primero, que «a partir del 15M se introduce una nueva sintaxis política que todo el mundo está obligado a hablar», que tenía que ver con «el anhelo de participación, transparencia, democracia, control [...]», y que tiene que ver, asimismo, con un cambio generacional en el electorado: «Si quieres conectar con toda una generación nueva, estás obligado a hablar en esa gramática». Según relató, «Podemos es de los primeros partidos que asumen la nueva gramática que va a terminar imponiéndose, en general, a todos los actores que quieran seguir manteniendo su relevancia», tratándose «de un nuevo sentido común, sobre todo para una generación»[13]. Mientras que el segundo motivo habría sido el de «intentar romper con lo que son dinámicas internas de viejo aparato, del militante que tiene disponibilidad, que tiene capacidad para estar horas y horas reunido».
De ese modo, en Podemos intentaron hacer funcionar un modelo de organización contrario al de los partidos tradicionales, con el fin de que las decisiones, desde el principio, «fueran tomadas por un perfil de gente que se pareciera lo más posible a nuestros electores, y no tanto a nuestros militantes». Por lo tanto, las primaras se convertían en un elemento que ayudaba a diferenciarse del resto de partidos en dos sentidos: «Trasmitir la señal de que hemos respondido a la exigencia de hablar esta nueva gramática» y, también, «la capacidad de presentarse como una cosa más fresca, más abierta, can capacidad de tomar decisiones que se asemejen más a lo que quieren tus electores». Existe la creencia de que en el caso de Podemos, tanto la ideología de izquierda como la nueva cultura política que se desprendió del 15-M influyeron en el modelo organizativo del partido: «Todo lo que tiene que ver con la centralidad de las primarias y tal, es una cosa que nos viene, en cierto modo, exigida por esa atmósfera del 15-M o del siglo xxi, como quieras decirlo» [E2][14].
Ciudadanos surge como un PANE y, una vez ya consolidado en Cataluña, inicia un crecimiento electoral sostenido a nivel nacional desde las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 (Rodríguez Teruel y Barrio, 2016). El partido celebró primarias para elegir al líder por primera vez, desde su creación en 2006, en enero de 2017, aunque había realizado primarias para la selección de candidatos desde sus orígenes. Bajo la visión del entrevistado [E3], las primarias formarían parte de la identidad del partido: «Nuestras primarias se han ido dando desde los orígenes de esta formación política y es algo irrenunciable para nosotros». Este consideró que el modelo organizativo de Ciudadanos consiste en lo que él mismo denominó «un modelo empresarial del siglo xxi», el cual tiene dos facetas: «Por un lado, es un modelo presidencialista a nivel nacional, pero quienes toman las decisiones y los que tienen la batuta, los que mandan, son los accionistas, son los afiliados». En consecuencia, los afiliados «tienen fiscalizado el partido». «Es cierto que la parte ideológica se nota en la estructura, en la gestión del partido en el día a día», admitió.
Sobre el impacto de Ciudadadnos sobre el resto de partidos del sistema, el entrevistado reconoció que a partir de 2015 Ciudadanos comenzó a realizar exigencias a otros partidos para firmar pactos: «Una de nuestras solicitudes, peticiones o exigencias que les hacíamos a otras formaciones políticas cuando había que llegar a acuerdos de estabilidad o acuerdos de Gobierno, con el PP o con el PSOE, uno de nuestros ejes era que hay que democratizar los partidos» [E3]. Aunque el principal objetivo eran las medidas anticorrupción: «Nuestra obsesión, entre comillas, era más buscar una democratización de la vida pública y de los partidos y, especialmente, que todos tomaran medidas de lucha contra la corrupción, que el hecho de que hicieran primarias. Que cada uno se organice en su casa como le dé la gana». Aunque, de seguido, afirmó que desearían imponer las primarias por ley: «Si está en nuestra mano hacer una ley de partidos, pondremos por obligación que se hagan primarias por ley, lo tenemos claro». La formación se ha atribuido responsabilidades en el efecto contagio entre partidos: «Estamos muy satisfechos porque hemos conseguido abrir el debate a nivel nacional: primarias sí, primarias no; la regeneración de la vida pública, la regeneración de los partidos. Es algo que no lo negamos, si no llega a existir Ciudadanos, a día de hoy, PP y PSOE seguirían igual, haciendo y deshaciendo a su antojo», añadió.
En el caso de Ciudadanos, es plausible pensar que la lógica de competición le obligó a extender las primarias a los procesos de selección de líder, por coherencia con su propio funcionamiento interno y con respecto a las exigencias que realizaba al resto de partidos en materia de regeneración democrática[15]. Considerando, además, que —pese a su gran crecimiento electoral— su posición no estaba consolidada en el sistema de partidos, y viéndose afectado por la misma superposición ideológica respecto a los votantes del PP, como veremos en el siguiente apartado[16]. Aunque, de menor intensidad, su situación también era de crisis competitiva, marcada por su falta de institucionalización a nivel nacional, un escenario de gran volatilidad electoral en el que llevaba compitiendo tan solo desde 2014, sin disponer de la estructura organizativa de los partidos tradicionales.
Contemplamos como periodo de introducción de las primarias el comprendido entre el año de su aprobación, 2017, y el año de su celebración, 2018, como parte de un modelo mixto de selección de líder con primarias en primera vuelta y, de proceder, votación de los delegados en segunda vuelta, el cual asegura siempre la celebración de las primarias, en todo caso. En ese tiempo, el Partido Popular se encontraba en el Gobierno, pero en una situación de precariedad excepcional, en minoría y tras quedarse en funciones casi un año, entre finales de 2015 y finales de 2016 (Michavila, 2018; Rodríguez-Díaz y Castromil, 2020). Los partidos de izquierda, junto a los nacionalistas, además, tenían mayoría de bloqueo en el Congreso. Al igual que le había sucedido al PSOE, las nuevas tendencias en la cultura política tampoco le favorecían. Además, el conflicto territorial en Cataluña suponía un completo reto de gestión para el partido de Gobierno, sabiendo que cualquier posición o medida que adoptase, en un sentido u en otro, sería objeto de numerosas críticas de sus propios votantes, así como del resto. Los casos de corrupción también pesaban muy negativamente en la imagen del PP extendida entre la opinión pública. La importancia del contexto político, de las nuevas demandas sociales y de las posibilidades de comunicación con las bases que ofrecen las tecnologías fue, asimismo, reconocida por el entrevistado [E4]: «Es cierto que la política está cambiando y que eso hace que los partidos, sobre todo aquellos que tenemos trayectoria, nos adaptemos a un nuevo tiempo político y social. Y eso pasa, lógicamente, por reducir la histórica brecha que pueda existir, igual que intentamos hacer entre representantes y representados, entre las élites el partido y las bases».
En el caso del Partido Popular, también son determinantes las alteraciones en el sistema de partidos para explicar su comportamiento durante el periodo de estudio. En su caso, las elecciones de 2015 marcan el punto de inflexión para el Partido Popular porque, tras la desaparición de la UCD y del CDS, vuelve a surgir un partido catch-all puro, situado en el centro del especto político y con una gran capacidad para variar sus postulados políticos. Para mayor desgaste del PP, Ciudadanos se alinearía con Podemos y el PSOE en las posiciones de bloqueo al Gobierno de Rajoy y como uno de sus mayores críticos. El escenario de juego estaba dominado por una coalición invisible de «todos contra el PP». La elevada fragmentación, lejos de proporcionarle aliado alguno al PP, resaltaba aún más la situación de aislamiento de los populares.
La otra mayor adversidad para el Partido Popular también se produce en el sistema de partidos, siendo elevadísima la superposición existente en el espectro del centro-derecha (5, 6), y también relevante en los espacios de la derecha (7-9), exceptuando la derecha más extrema (10). En los espacios del 7 al 10 también comenzaba a rascarle votantes Vox. Pero lo más preocupante, sin lugar a dudas, es que Ciudadanos superaba holgadamente al PP en el centro —simbólico, no aritmético— de la escala (5). La volatilidad de los electores se presentaba como una realidad presente y una amenaza de cara a futuras elecciones (García Lupato et al. 2020).
Escala de autoubicación ideológica (1-10) | |||||||||||||
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Total | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | N.S. | N.C. | |
PP | 21,8 | – | 0,4 | 0,2 | 1,8 | 14,5 | 45,5 | 73,5 | 78,9 | 83,2 | 88,4 | 21,4 | 17,6 |
Ciudadanos | 12,3 | 0,6 | 0,7 | 2,3 | 9 | 24,2 | 31,3 | 12,6 | 10,8 | 11,3 | 3,4 | 10,9 | 6,5 |
CDC | 1,9 | 1,7 | 0,4 | 1 | 3,1 | 2,6 | 3,2 | 2,3 | 0,9 | 0,7 | – | 1,6 | – |
Vox | 0,2 | – | – | – | – | 0,2 | 0,1 | 1,1 | 1 | 0,9 | 1,5 | – | – |
Sobre cómo afecta el escenario del sistema de partidos a las decisiones que se toman sobre los procesos internos, el entrevistado reconoció que «evidentemente, sí que estás mirando un poco lo que hacen el resto de partidos», aunque reivindicó la autonomía de los partidos tradicionales respecto a las presiones del entorno: «Yo creo que los partidos que tenemos cierta trayectoria y cierto peso debemos ser capaces de adaptar lo que haya que adaptar, pero tampoco hacer un copia y pega», considerando que los mecanismos de democracia interna del PP son de carácter «más personal». Señaló que, bajo su perspectiva, ha existido una mayor competición entre los partidos de izquierdas: «Están en una carrera en la que no se pueden negar a hacer primarias, pero por detrás reniegan de esos mismos procesos».
En 2017, el Partido Popular era el único de los grandes partidos que no celebraba primarias de selección de líder, situación que lo dejaba en una situación de agravio comparativo frente al resto. Como partido conservador, el PP ha demostrado, a lo largo de su trayectoria, reticencias a una excesiva participación interna y una cierta resistencia al cambio como parte de su cultura organizativa (Astudillo y García-Guereta, 2006). Además, en el PP se han contemplado las primarias como una posible fuente de conflicto, tal y como reconoció el entrevistado: «No compartimos la idea de las primarias en el sentido de una competición interna para ver quién debe ser el candidato». Igualmente, defendió el papel del militante activista dentro del partido: «Nosotros creemos en un modelo de máxima participación en el que quien tiene derechos es quien milita en el partido, para designar a quién debe ser el presidente o presidenta del partido» [E4].
A nivel interno, las primarias que se acabarían celebrando en 2018 evidenciaron un faccionalismo muy elevado dentro del Partido Popular, que ya había tenido su expresión previa con la escisión de antiguos dirigentes para fundar Vox (Garrido et al., 2022). Por otra parte, la autonomía organizativa del PP podría haberse visto parcialmente afectada también al destaparse los escándalos de financiación irregular del partido, que de comprobarse ciertos habrían provocado el fin de una importante fuente de ingresos para costear el funcionamiento del partido. Eso conllevaría una mayor dependencia de la financiación pública que solo se consigue mediante resultados electorales positivos, aunque sin llegar a sufrir una grave pérdida de institucionalización en términos generales.
En resumen, durante el periodo de aprobar y de celebrar las primeras primarias para la elección del líder nacional en el Partido Popular (2017-2018), se ha mostrado que se producía la incidencia de una serie de factores negativos que condicionaban el comportamiento del partido. Entre ellos, los dos más adversos: la inestabilidad del Gobierno en minoría y, especialmente, el crecimiento de Ciudadanos, partido profesional-electoral dispuesto a disputar el espacio de centro-derecha al Partido Popular, provocando una gran superposición ideológica entre ambos. Se dan suficientes condiciones para considerar que el PP sufría una crisis competitiva, siendo esta el principal motivo para incorporar las primarias a su repertorio de procedimientos internos, como parte de un sistema mixto de selección de líder. Dicha crisis propiciaba un efecto contagio del PP respecto al resto de partidos, ya que era el único de los partidos de primera línea que no celebraba, todavía, primarias para elegir a su líder.
El comportamiento de los partidos políticos españoles confirma, en gran medida, los factores explicativos identificados, inicialmente, por Cross y Blais (2012a, 2012b) para la ampliación del selectorado en los procesos de selección de líder. El revés electoral es un elemento presente en todos los casos, excepto en el de Podemos, que adopta las primarias desde sus orígenes. Estar en la oposición se cumple en todos los casos, excepto en el del Partido Popular cuando hace la reforma de sus estatutos, aunque ya está en la oposición cuando celebra sus primarias. Ser un partido nuevo (Cross y Blais, 2012b) se cumple para el caso de Podemos[18], pero no para el de Ciudadanos, que espera varios años para dar el paso. Además, España engrosaría la lista de países en los que los partidos han buscado combatir opiniones antipartidistas crecientes mediante las primarias como gesto de transparencia y aproximación a los ciudadanos (Sandri et al., 2015). También forma parte del conjunto de países en los que los procesos de selección de candidatos se han democratizado antes que los del líder (Kenig, 2009a, 2009b; Barberà et al., 2015; Cordero y Coller, 2018). Nuestro país es, asimismo, uno de los casos nacionales que presentan partidos con modelos de primarias mixtos (Cross et al., 2016): en el caso del Partido Popular de manera formal, y en el de Izquierda Unida con una primera etapa de primarias consultivas.
El crecimiento de una nueva cultura más crítica y activista contra la clase política y las instituciones afectó de igual modo a los dos principales partidos, PP y PSOE, envueltos en el clivaje entre vieja y nueva política. Estas circunstancias se pueden analizar como una gran presión ambiental (Verge, 2007; Ferland, 2020) para ambos partidos. Barberà (2018) ha señalado explícitamente la importancia de la presión ejercida por los medios de comunicación y determinados intelectuales respecto al hecho de que los partidos españoles hayan incorporado las primarias como mecanismo para la selección de los líderes y de los candidatos electorales. Pero si hay un factor que destaca, entre todos, es el de la superposición, que se revela como clave para explicar la crisis competitiva de estos dos partidos en el momento de cambiar su modelo organizativo para incorporar las elecciones primarias. La superposición que se producía entre los dos grandes partidos y los dos nuevos se muestra más determinante que las derrotas electorales, en el caso del PSOE, o de la poca capacidad de gobierno, en el caso del PP.
En términos de perspectivas electorales, tanto PP como PSOE se encontraron, pues, en una doble crisis competitiva interpartidista: entre ellos dos y con los nuevos partidos. Una lucha no solo por gobernar, sino por entrar como fuerza dominante en hipotéticos Gobiernos de coalición, evitando ser sustituidos como líderes de los nuevos bloques de izquierda y de derecha que se comenzaban a conformar en el sistema de partidos español. Ganar las elecciones y permanecer en el Gobierno no garantiza estabilidad si las perspectivas electorales y la capacidad de gobernar son desfavorables, como demuestra el caso del PP. En el caso de Ciudadanos, aunque las perspectivas electorales no les eran desfavorables sino estables, lo cierto es que hasta que no sufre un primer retroceso electoral, en las elecciones generales de 2016, no incorpora las primarias para la selección de líder.
Como se puede observar resumidamente en la tabla 3, la elevada superposición ideológica con otros partidos ha sido el elemento presente en los cuatro casos de crisis competitiva, por lo que sería conveniente dedicarle mayor atención a este fenómeno de ahora en adelante. En cambio, la elevada presión ambiental afectaba negativamente a los partidos tradicionales, mientras que no afectaba —incluso, beneficiaba— a los nuevos. Las malas perspectivas electorales se relacionan con los casos de los partidos tradicionales; en cambio, no se aplican a los casos de los partidos nuevos para el sistema de partidos español, para los que sí se producía una falta de institucionalización organizativa y electoral.
PSOE, 2014 | Podemos, 2014 | C’s, 2017 | PP, 2017-18 | |
---|---|---|---|---|
Malas perspectivas electorales | X | – | – | X |
Elevada superposición ideol. | X | X | X | X |
Elevada presión ambiental | X | – | – | X |
Falta o pérdida de institucio. | – | X | X | – |
Con respecto a la incidencia de un posible efecto contagio entre partidos (Pilet y Cross, 2014; Sandri et al., 2015), parece muy evidente en el caso del sistema de partidos español. Tomando las primarias del PSOE en 2014 como punto de partida, el ciclo de introducción de las primarias en el sistema de partidos español es muy breve, pudiéndose hablar de un efecto contagio a corto plazo[19]. Esto podría evidenciar un efecto de carrera de caballos entre los partidos por ofrecer líderes con mayor legitimidad democrática, a la vez que un temor a quedarse atrás. Los datos se refuerzan con los testimonios recabados en las entrevistas. Los partidos españoles han mostrado comportamientos esperables según las tendencias existentes en materia de ideología según la muestra de Lisi et al. (2015): el partido socialdemócrata, PSOE, y el de izquierda radical, Podemos, han sido los dos primeros grandes partidos en democratizarse. Se podría hablar, pues, de que el contagio entre partidos se ha producido, nuevamente, desde la izquierda.
Consideraciones adicionales se pueden realizar sobre el efecto contagio en una democracia multinivel pues, como se ha reflejado en el análisis, las organizaciones regionales en ocasiones funcionan como laboratorios de pruebas para los nuevos mecanismos de selección de líderes y de candidatos. ¿Hasta qué punto son importantes los contagios desde arriba y/o desde abajo dentro de los propios partidos? Por otro lado, respecto al significado que tiene la democratización de estos mecanismos, ¿la introducción de las primarias produce resultados más democráticos en la práctica? o ¿tan solo es una forma de modernización, de puesta al día del partido, frente al público? ¿Estos procesos gozan de suficiente integridad electoral? Son cuestiones sobre las que convendría profundizar.
La aproximación histórico-empírica al fenómeno de la introducción de las primarias para los procesos de selección de líder nos ha proporcionado la ocasión de profundizar en sus causas. A pesar de las limitaciones del análisis de un pequeño grupo de casos, la idea de crisis competitiva entre partidos sugiere la posibilidad de aproximarse a los fenómenos de cambio y de reformas de estas organizaciones y, en general, de su comportamiento como actores políticos, alcanzando una comprensión fundamentada en el buen conocimiento de los contextos. La superposición ideológica entre partidos se ha relevado como un factor crucial de la crisis competitiva entre los partidos españoles, siendo fuente de preocupación porque, aun cuando las perspectivas electorales son de crecimiento, estas se cimientan sobre una base electoral no exclusiva sino compartida. Junto a los otros tres factores —malas perspectivas electorales, elevada presión ambiental y falta o pérdida de institucionalización— ayuda a comprender mejor los cambios introducidos por los cuatro principales partidos españoles durante el periodo 2014-2018 en sus sistemas de selección de líder, aunque la superposición ideológica de los partidos nuevos con los viejos, en particular, nos puede dar una razón suficiente de por qué es en este periodo cuando se democratizan los grandes partidos y no antes, al ser la superposición entre PSOE y PP sensiblemente menor, manteniéndose terceros partidos como IU o UPyD muy alejados electoralmente. Por último, el efecto contagio entre partidos se muestra como un fenómeno todavía vigente y especialmente útil para analizar los movimientos de imitación entre partidos. Podemos concluir, por tanto, que la crisis competitiva impulsó la introducción de las primarias como mecanismo de selección de líder en los principales partidos españoles y que, tras las primarias socialistas de 2014, el resto de partidos se vieron empujados a realizarlas también.
Nuestras conclusiones conllevan implicaciones para los estudios de caso de otros países, así como para sistemas de partidos de ámbito no estatal, en los que podríamos comprobar los efectos de la crisis competitiva interpartidista en las transformaciones organizativas de los partidos que participan del sistema, prestando una especial atención a la superposición ideológica. Los siguientes pasos de esta línea de investigación apuntan a analizar con más detalle la toma de decisiones en los partidos políticos y cómo son interpretados los inputs que reciben del entorno las élites dominantes para optar por una opción frente al resto de alternativas cuando consideran que la posición del partido está en riesgo.
[1] |
Aquí, Verge entiende la inclusividad como la representación política de las mujeres en términos de equilibrio de género dentro de los partidos. Desde el punto de vista de este investigador, la proporción equilibrada de mujeres y hombres en las organizaciones partidistas es un factor crucial en la representatividad del partido pero no el único elemento de referencia, sino que es oportuno tener en cuenta, asimismo, otro tipo de sectores sociales y minorías, para considerar si un partido político es, en mayor o menor medida, inclusivo. |
[2] |
Para Gauja, a nivel intrapartidista, los cambios en los partidos vendrían explicados por cambios en los equilibrios de poder internos; a nivel de sistema de partidos, las causas estarían relacionadas con la competitividad electoral; y a nivel de sistema político, los factores de cambio tendrían que ver con cambios en la normativa y/o en las convenciones sobre lo que se consideran buenas prácticas democráticas. |
[3] |
En este caso, se proponen ocho variables en cada uno de los sistemas —macro, meso y micro- que podrían causar cambios, no solo organizativos, sino también en el comportamiento que tiene el partido como actor político. |
[4] |
Comparamos así casos diferentes (partidos de diferente naturaleza ideológica y organizativa) que han experimentado un cambio similar (introducción de las primarias), en momentos contemporáneos, pues comparten el mismo contexto político, normativo y social, existiendo una gran cantidad de variables constantes. |
[5] |
Entendemos por observadores privilegiados a los «conocedores y expertos de este fenómeno, del cual tienen una visión directa y profunda que les coloca en una posición privilegiada de observación» (Corbetta, 2003: 382). |
[6] |
Considérense, no obstante, los trabajos preliminares sobre la materia de Colomé y López Nieto (1993) y de Rodríguez Teruel et al. (2010) |
[7] |
En las que participaron apenas 1349 personas afiliadas. Por otra parte, se puede considerar también el caso testimonial de Vox cuando aún era un partido minoritario y extraparlamentario, que celebró primarias en 2014 para elegir a Santiago Abascal como presidente en sustitución de Alejo Vidal-Quadras, con la participación de tan solo 1109 miembros. No obstante, este partido reformó sus estatutos para eliminar las primarias a comienzos de 2019, antes de entrar al Parlamento en las elecciones de abril. |
[8] |
Así, téngase en cuenta que cuando Calvo Sotelo, primero, y Lavilla, después, son elegidos presidentes de la UCD mediante el Consejo Político y no mediante el congreso del partido, es debido a circunstancias excepcionales. |
[9] |
Estos procesos multietapa se caracterizan por celebrarse en dos o más fases, utilizándose en cada una de ellas un tipo de selección con carácter eliminatorio para los candidatos. Otra posibilidad es que una única etapa combine varios selectorados con algún tipo de ponderación del voto (weighted selection method), dando un peso específico a cada grupo en la contabilización total del sufragio |
[10] |
En referencia a los datos del Barómetro Global de la Corrupción de los años 2005, 2007 y 2010 realizado por Transparencia Internacional, dato que nuevamente se confirmó en el Barómetro de 2013. |
[11] |
El cálculo del índice de superposición ideológica (Sani y Sartori, 1983) entre PSOE y Podemos nos da un resultado de 0,77 (muy elevada), calculada a partir de la pregunta 33a (recuerdo de voto), cruzada por la autoubicación ideológica del votante en el mismo estudio. Tómese como referencia la superposición entre PSOE y PP en las elecciones generales de 2011, que era tan solo 0,38 (media), calculada a partir de la pregunta 40 (autoubicación ideológica del votante), cruzada por el recuerdo de voto en el estudio postelectoral 2920 del CIS. |
[12] |
Semiabiertas realmente, dado que, como explica a continuación, era necesaria una inscripción previa mediante la realización de un pequeño donativo. No obstante, se mantiene la literalidad de las palabras del entrevistado. |
[13] |
Véase, al respecto, Franzé (2017). |
[14] |
Véanse, al respecto, Calvo y Álvarez (2015) y Flesher (2020). |
[15] |
Véase, sobre regeneración democrática en España en este periodo, Llera (2016) y Sánchez Medero (2019). |
[16] |
Véase, asimismo, Rodríguez Teruel (2020). |
[17] |
El cálculo del índice de superposición ideológica (Sani y Sartori, 1983) entre Partido Popular y Ciudadanos nos da un resultado de 0,54 (elevada), calculada a partir de la pregunta 35 (autoubicación ideológica del votante), cruzada por recuerdo de voto, en el mismo estudio. La superposición entre estos dos partidos subiría hasta 0,62 (muy elevada) en las elecciones del año siguiente, según han calculado Garrido et al. (2022: 8). |
[18] |
Como así se cumplió para UPyD y para Vox. En ambos casos se podría resaltar, además, la importancia de la superposición. UPyD, como se aprecia en la tabla 1, conseguía el grueso de sus votantes en el espacio del centro ideológico (4-6), frecuentado tanto por el PSOE como el PP. Por su parte, ya en la tabla 2 se aprecia que ni Vox ni el PP apenas obtuvieron votantes en el espacio de la izquierda (1-4) en 2015. Además, en 2019 alcanzarán un solapamiento casi completo —0,91 de superposición (Garrido et al. 2022: 8)—, lo que nos da una idea de la necesidad de Vox de diferenciarse del Partido Popular desde un primer momento, aunque después decidieran desprenderse de las primarias por motivos que se podrían considerar en futuros análisis. |
[19] |
Incluso tomando como referencia las primarias de UPyD en 2009, observamos que en un plazo inferior a una década los principales partidos nacionales ya han incorporado, al menos parcialmente, las primarias a sus procesos de selección de líder. |
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