Los historiadores sabemos muy bien lo importante que es el calendario en nuestro trabajo. Hechos históricos relativamente poco estudiados de repente saltan a la primera línea y son objeto de múltiples investigaciones y congresos al coincidir con su centenario o con otras fechas redondas. Algo muy semejante a lo que sucedió con los grandes mitos del nacionalismo español, que se reforzaron e impusieron a menudo en relación con la celebración de sus centenarios y todo lo que ello supuso. Y ahí es donde pone el foco el historiador Javier Moreno, uno de los más reputados estudiosos sobre el nacionalismo español, que en Centenariomanía nos desgrana una serie de referentes identitarios, trabajando de un modo muy completo su conmemoración, cuyos hitos estuvieron a menudo ligados a sus centenarios. La obra se enmarca en los estudios sobre las conmemoraciones, que se han desarrollado bastante en los últimos años, muy ligados a las investigaciones sobre memoria, un término amplio y a veces complicado, pero bajo el cual se han situado trabajos de lo más diverso que nos han permitido conocer mucho más sobre cómo las sociedades han recordado su pasado.

Javier Moreno considera que la edad dorada de esa centenariomanía se situó entre 1870 y 1914, llegando incluso hasta 1930. Y dentro de ella destaca especialmente las primeras décadas del siglo xx, que serán las que mayor atención reciban en la obra. Años en los que el avance hacia la política de masas hizo importante nacionalizar a través de tradiciones, que en ocasiones se inventaban y en otras se recuperaban y reconstruían. El término centenariomanía podría parecer exagerado, pero lo visto en las páginas del libro refrenda la «tiranía cronológica» a la que alude su autor, y que deja poca conmemoración fuera de los cumpleaños, reservando la más relevante para los centenarios. Esto se nos explica no solo con ejemplos españoles, lo que permite verlo como una realidad generalizada en todo el mundo.

El libro es un análisis pormenorizado y lúcido de lo que había detrás de los símbolos patrios seleccionados, como sus diferentes interpretaciones, los usos políticos, los lugares de memoria, los diferentes actores, los cambios en el tiempo, la dualidad entre memoria y olvido, y un largo etcétera. Siempre con la cuestión del nacionalismo del fondo, que para Moreno es «la mayor fábrica moderna de identidades políticas colectivas», y sin el cual resulta imposible entender todos estos procesos de creación o reinterpretación de referentes identitarios.

La obra parte de una excelente introducción teórico-metodológica en la que no solo se enmarca un estado de la cuestión de muchos de los principales temas memorísticos, sino que además se explican en detalle conceptos que luego serán fundamentales a lo largo del libro, por lo que un lector con interés académico, pero poco versado en los estudios sobre memoria y conmemoración, va a tener a su alcance las herramientas para comprender los matices de la terminología que se va a utilizar. Luego, el trabajo se centra en una serie de referentes históricos y el papel de sus conmemoraciones para el nacionalismo español. Son básicamente tres: la guerra de la Independencia, con un papel especial dentro de ella a las Cortes de Cádiz; la figura de Núñez de Balboa y su «descubrimiento» del océano Pacífico, que se combina con recuerdos a Colón y el otro «descubrimiento», el de 1492, y el tándem de Miguel de Cervantes y el Quijote. Aunque el eje central es España, el foco se abre continuamente hacia Hispanoamérica, y de estos ejemplos centrales hay muchísima información de lo que sucedía al otro lado del Océano (las visiones allí, los esfuerzos desde España para llegar, el tomar desde ambos lados al otro como modelo, el papel de las colectividades de emigrantes, etc.). Por ejemplo, se tratan aspectos de los centenarios de diversas independencias, tanto en sí mismos como por el papel de España en ellos. El recorrido es tan amplio que incluso aparecen espacios muy poco habituales en los estudios, como California, sobre la que tratan varias páginas con mucho interés, o Panamá, cuya construcción identitaria recibe una cierta atención.

Respecto a la guerra de Independencia, el libro se centra en las conmemoraciones del primer centenario y detalla cómo se va convirtiendo en un mito fundacional de la nación, incidiendo en elementos como la importancia del nivel local, que generó sus propios mitos sin que ello chocara con el general. Pero se explica cómo ni la guerra ni las Cortes de Cádiz lograron el suficiente consenso para convertirse en fiesta nacional. Un privilegio que quedaría para el 12 de octubre, lo que ponía en un lugar preferente la gesta de Colón, aunque más que ella lo que se celebraba era el conjunto de la presencia española en América y todo lo que había supuesto. Era el mejor ejemplo de la dimensión americana del nacionalismo español. También la parte de Cervantes y el Quijote es muy sustanciosa, y muy paradigmático lo celebradísimo de 1905 y 1916, terceros centenarios de la publicación del libro y de la muerte de su autor, en comparación con los anteriores centenarios, en los que prácticamente no se hizo nada. Se explican como un mito absolutamente central a nivel nacional y transnacional, este segundo muy ligado al idioma, y con mucha vigencia aun en la actualidad.

En definitiva, estamos ante un trabajo sugerente y muy completo, tanto por la amplia información ofrecida, que desgrana las diferentes celebraciones, como por la parte analítica e interpretativa, que incluye un análisis pormenorizado que nos permite entender los procesos y fenómenos que subyacían a lo que sucedía. Además, aunque las primeras décadas del xx en España estén en el centro, la variedad geográfica, con mucha información sobre Hispanoamérica y otros países, y la amplitud temporal, llegando hasta el presente en algunas cuestiones, son aspectos que hacen que la obra sea un estudio global y con múltiples aplicaciones.