RESUMEN

Este artículo ofrece una aproximación a la figura de Otto Ohlendorf (1907-1951). Miembro del Partido Nazi desde 1925, con formación universitaria como economista y jurista, alcanzó responsabilidades importantes en el RSHA, como jefe del Departamento de Interior, y el grado de general en las SS. Siendo secretario de Estado de comercio en el Ministerio de Economía en el periodo de la llamada «guerra total», luchó en favor de los intereses de la clase media, contra la estrategia de «racionalización» industrial y «optimización» del trabajo de Speer. En 1951 fue ejecutado en Landsberg, por su participación en las tareas de exterminio al frente del Einstazgruppe D. Su trayectoria nos permite realizar un estudio de caso, en el que algunos de los temas centrales de la experiencia fascista pueden ser analizados. Por ejemplo: el proceso de formación del movimiento nacionalsocialista, los límites del conflicto entre «tecnócratas» y «radicales», la viabilidad de un proyecto económico propiamente fascista o la función del control social y de la violencia en la consolidación del régimen.

Palabras clave: fascismo; nacionalsocialismo; guerra total; SD; SS; Ohlendorf;

ABSTRACT

This article provides an approach to the political evolution of Otto Ohlendorf (1907-1951). Ohlendorf was member of NSDAP since 1925, studied Political Economy and Law, and climbed to the top of crucial places of leadership in the Central Security Office (RSHA), where he got the position of SS-Brigadesführer and Chef of Amt III (Inland). As Secretary of State of Commerce in the Reichswirtschaftsministerium (RWM) during the period of the so-called «total war», he fought in favor of middle class interests, against the Speer’s strategy of industrial «rationalization» and «optimization» of work. In 1951, he was hanged in Landsberg, for his role in extermination policies as leader of Einsatzgruppe D. His evolution allows us to consider a case study in relation with some of the crucial aspects of fascist experience. For instance: the growing of national-socialist movement, the conflicts between «technocrats» and «radicals», the viability of a fascist economic project, or the place of social control and violence in the consolidation process of Nazism.

Keywords: fascism; national-socialism; total war; SD; SS; Ohlendorf;

Cómo citar este artículo / Citation: Gallego, F. (2016). Otto Ohlendorf en perspectiva. Radicalismo ideológico, ingeniería social y violencia de masas en el fascismo alemán. Historia y Política, 35, 231-259. doi: http://dx.doi.org/10.18042/hp.35.10

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SUMARIO

  1. Resumen
  2. Abstract
  3. 1. Otto Ohlendorf, un estudio de caso
  4. 2. Una generación de «realistas» en el proceso de fascistización
  5. 3. Proyectos fallidos en torno al Machtergreifung y la construcción del nuevo régimen (1932-1939)
  6. 4. Radicalismo y tecnocracia. La encrucijada de la guerra (1939-1942)
  7. 5. Hacia la consumación. De los conflictos de la «guerra total» a los proyectos de «reconciliación» en la posguerra (1942-1945)
  8. 6. Epílogo y conclusión
  9. Notas
  10. Bibliografía

1. Otto Ohlendorf, un estudio de caso [Subir]

La reputación más extendida de Otto Ohlendorf se inició en uno de los procesos de Núremberg que siguieron a la derrota de la Alemania nazi. Concretamente, el que se llevó a cabo contra más de una docena de mandos de los grupos de acción (Einsatzgruppe) que actuaron en la Unión Soviética como fuerza para la «limpieza étnica» en la retaguardia de la Wehrmacht. El juicio concluyó en abril de 1948 con la sentencia a muerte de la mayor parte de los acusados, de los que sólo Ohlendorf y otros tres altos oficiales de las SS y el Sicherheitsdienst (Servicio de Seguridad, SD) acabaron en la horca, en junio de 1951. El curso de los interrogatorios, así como la pavorosa información que voluntariamente había prestado Ohlendorf a los aliados tras su detención en mayo de 1945[2], fueron convirtiendo al acusado en la encarnación más perfecta de un ejecutor del exterminio dotado, además, de alta preparación académica y singular agudeza intelectual. El abrumado juez Michael Musmanno definió esta mezcla de preparación profesional y tareas represivas como el producto de una doble personalidad, que recordaba a la del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde[3]. La alusión literaria hizo fortuna y ha sido ampliamente citada por la historiografía. Coincidió, por otro lado, con una manera de contemplar las formas más extremas de la violencia nazi que ha sido habitual en la opinión pública. Tal visión tiende a ocultar la coherencia sustancial de la experiencia nacionalsocialista bajo la primacía de supuestos antagonismos, que afectaron tanto a distintas agencias del régimen como a la estructura psicológica de cada uno de sus colaboradores. De hecho, el propio juez, al referirse a los «dos Ohlendorf» ante los que se encontraba, no distinguía entre el fanático militante y el hombre «normal», sino entre un brillante y eficaz funcionario del régimen –que había denunciado sus abusos y tratado de corregirlos– y el monstruoso responsable de la muerte de noventa mil personas en Crimea. La perplejidad no se daba ante una opción ideológica, sino ante sucesos que, por tanto, se suponían separables del proyecto político al que Ohlendorf sirvió desde su más temprana juventud. Pero, si esta escisión puede resultarnos extravagante, corresponde con bastante exactitud a una parte del cuestionario moralizante y deformador –y, sin duda, con francas raíces políticas– con que la sociedad europea se ha enfrentado al nacionalsocialismo alemán y al conjunto de la experiencia fascista desde el derrumbe del Tercer Reich.

El análisis de una figura como Otto Ohlendorf[4] no se justifica solo por el examen de esta aparente contradicción, sino por el análisis de lo que el propio acusado planteó para resolverla, a modo de argumento esencial de su defensa: sus actos al mando del Einsatzgruppe D entre junio de 1941 y junio de 1942 eran parte –y, en su muy interesada opinión, menor– de una trayectoria política que debía ser comprendida en su plena coherencia[5]. Los crímenes por los que fue sentenciado a morir, su formación ideológica en los ambientes nacionalistas de los años veinte, su actitud crítica en el seno del régimen, y su abnegada dedicación a la defensa del proyecto nacionalsocialista en el poder, precisamente en el área de seguridad del Estado, formaban parte de una biografía con matices, pero sin contradicciones fundamentales, cuya congruente totalidad reivindicó Ohlendorf hasta el final. Sus esfuerzos para articular una defensa eficaz se emplearon en esta labor de inclusión de motivaciones que pasó a ser, en su estremecedor alegato antes de recibir sentencia, una evocación tan contundente de los desafíos planteados por la historia a toda una generación de patriotas.

Es esta trayectoria la que nos resulta de interés para considerar, plasmados en los episodios de una carrera política significativa, algunos problemas centrales en el desarrollo del nacionalsocialismo alemán y de la experiencia fascista europea. El primero de ellos se deduce ya de lo que, en formas más sutiles de lo que el juez Musmanno podía expresar, ha ido caracterizando la problemática inserción del fascismo en las dinámicas de modernización política y social del periodo de entreguerras. Un sistema en el que el exterminio no era contingencia como proyecto, sino solo en las circunstancias concretas de su realización, ha de ser revisado a la luz de todos aquellos conceptos que se relacionan con el debate sobre la modernidad y el proceso de su formalización en la crisis europea de aquellos años. Ahora bien: este problema solamente puede adquirir su verdadera consistencia atendiendo a las condiciones precisas de un proceso histórico, en el que las opciones de personas como Ohlendorf adquieren su plena representatividad. Nos invita a considerar factores como los espacios de socialización de la juventud de clase media en la posguerra, la capacidad seductora del discurso nacionalista, la fascistización y la integración de un heterogéneo movimiento contrarrevolucionario –que no meramente reaccionario–, los conflictos del régimen en el momento de desplegar su dominación y los compromisos a los que hubieron de llegar los diversos integrantes de cualquier movimiento y Estado fascistas para asegurar su supervivencia. Nos permite, además, reflexionar acerca de la relación entre control social, violencia y seguridad de la comunidad nacional, tan importantes en el caso concreto que se plantea en este trabajo, incluyendo en ello los enfrentamientos que el uso de tales conceptos y su instrumentalización llegaron a producir en el conjunto de la experiencia fascista. Y, por último, nos sugiere advertir las dimensiones y el perfil adecuado del conflicto entre «tecnócratas» y «radicales», que adquirió su particular virulencia en la economía de guerra alemana, pero que se presentó también, en la trayectoria de Ohlendorf, como debate acerca de la transición hacia un régimen nacionalista de posguerra, al que trató de servir y de inspirar. Considerados a veces como manifestaciones de un caos funcional, o como yuxtaposición de tendencias antagónicas, todos estos elementos pasan a integrarse en la coherencia de una biografía cuyo valor no es puramente ser analogía o metáfora del fascismo. La experiencia vital y la carrera política de Otto Ohlendorf no son una mera representación simbólica, sino una trayectoria real, inserta en las vicisitudes constituyentes del fascismo alemán, y comprensible en el marco heterogéneo en el que el Tercer Reich hubo de formalizar su cohesión y su supervivencia.

2. Una generación de «realistas» en el proceso de fascistización [Subir]

Lamentablemente, la formación del movimiento nacionalsocialista ha dejado de disponer de la atención investigadora de la que disfrutó en los años sesenta y setenta. La atención se desplazó, hace algo más de una década, a los asuntos relacionados con la organización del poder y, sobre todo, con la lógica del exterminio. Precisamente cuando los debates sobre la fascistización han ido superando los aspectos más discutibles e inmovilizadores del «fascismo genérico», ofreciéndonos un atractivo campo de experiencias comparadas, el ascenso del nacionalsocialismo sigue estabilizado en reflexiones realizadas cuando los términos de este planteamiento ni siquiera se habían propuesto. Es cierto que la calidad de algunos de estos trabajos los hace indispensable, pero ello es también el resultado de una muy limitada frecuencia de aportaciones que nos permitan conocer, con nuevos planteamientos de método, el proceso constituyente del fascismo, teniendo en el caso alemán un necesario punto de referencia. La aguda consideración de Tim Mason, al indicar que aquello que destacamos en la consumación del régimen es lo que debe caracterizarlo y guiar nuestra reflexión sobre sus orígenes, permite establecer la plena congruencia entre movilización bélica exterminadora de los años cuarenta y el tipo de comunidad popular mitificada por el movimiento nacionalsocialista en los años veinte[6]. Pero, más allá de esta invocación metodológica, lo cierto es que los avances realizados para explicar la guerra racial y sus consecuencias han sido abrumadoramente superiores a los que se han realizado para poder vincular adecuadamente ese tramo final del proyecto nazi con su etapa de formación. Lo cual ha acabado por limitar considerablemente lo que el propio Mason sugería para obtener una valoración documentada de la congruencia histórica del proyecto fascista y, en especial, de su comprensión como respuesta a la crisis europea de la primera posguerra mundial.

La constitución del fascismo alemán nos ofrece ese principio en el que el final cobra también su pleno sentido. No me refiero al acto fundacional de un partido político cuyos objetivos, ideario, militancia y estrategia se encuentran ya plenamente dispuestos, como una cultura política delimitada en sus mismos orígenes. La distinción entre el «fascismo-movimiento» y el «fascismo-régimen», para utilizar una terminología que adquirió cierto prestigio en los años setenta del siglo pasado, no sirve para establecer una línea de separación, en la que se distingue un movimiento revolucionario «puro» y un partido incluido en el Estado, que necesita recurrir a un pragmatismo indispensable para hacer frente a responsabilidades representativas antes desdeñadas en favor de la intransigencia competitiva para alcanzar el poder. Lo que resulta mucho más ajustado al desarrollo de los hechos es la visión del proceso constituyente del nacionalsocialismo, culminado en la formación de un gran movimiento de masas hegemonizado por el NSDAP al llegar la crisis de los años treinta. Las mutaciones operadas en el espacio que hará del nacionalsocialismo su representación política integradora, y los cambios que se darán en el seno del partido para adaptarse a un cambio permanente de circunstancias, nos ofrecen una oportuna lección para comprender procesos constituyentes similares. Es esta consideración la que hace lamentar que el interés exclusivo sobre el nacionalsocialismo se haya desplazado en los últimos años, y en el terreno empírico más solvente, al análisis del régimen y, en especial, a la máxima radicalización de una etapa que podría tomarse como excepcional o como ruptura con una fase de formación. Justamente cuando algunos debates acerca de la fascistización en el campo teórico, en el debate sobre el discurso fascista y su relación con la cultura contrarrevolucionaria asoma con los mejores indicios de ofrecer nuevas respuestas a la interpelación histórica de la experiencia fascista europea[7].

Otto Ohlendorf nació en Hohengessen, cerca de Hildesheim, en febrero de 1907, en una familia de granjeros acomodados. Dos elementos fueron decisivos para su toma de conciencia. Por un lado, el lugar en el que se desarrolló su adolescencia. La Baja Sajonia y, en especial, el distrito de Hanover con el importante centro universitario de Göttingen, estaba muy alejado en kilómetros, en estructura social y en atmósfera cultural, de la Baviera en la que nació y se desarrolló el primer NSDAP. Hasta febrero de 1922 no se formó la rama local del partido en Göttingen y, en el momento de la prohibición del partido en Prusia, en noviembre de 1922, el Ortsgruppe –organización local– contaba con una veintena de militantes. A diferencia de lo que ocurría en Baviera, el nacionalsocialismo de la región, dirigido por el estudiante de medicina Ludolf Haase, se caracterizó por un radicalismo obrerista que frenó en los primeros años el desarrollo del partido, cuyos planteamientos le empujaban también a un antiparlamentarismo extremo que fue más allá del Putsch de Munich[8]. La tardía fundación y la prohibición precoz llevaron al nacionalsocialismo a ser, de forma más destacada que en Baviera, una organización que nacía de y convivía con organizaciones patrióticas surgidas en la fase postrera de la guerra y en los primeros momentos de la revolución republicana, singularmente el Deutschvölki­scher Schutz –und Trutzbund –Liga Alemana Völkisch de Defensa y Ofensiva–. En el campo de estas organizaciones se producía una fluida militancia de antiguos combatientes que podían pasar de una a otra agrupación y que, cuando el NSDAP regresó a la legalidad, se asociaron de forma natural al nacionalsocialismo o a otros grupos reaccionarios, en especial el Deutschvölkische Freiheit­spartei (Partido Völkisch de la Libertad, DVFP) de Albrecht von Graefe, una escisión del Deutschnationale Volkspartei (Partido Nacional del Pueblo Alemán, DNVP). Para militantes como Ohlendorf, era notable la tensión entre la identidad nacionalsocialista y el cauteloso compromiso con quienes se sumaron al partido cuando este adquirió la hegemonía en un amplio movimiento nacional. Curiosamente, el paso de una mera agrupación específica de excombatientes a un campo de integración política fascista de la clase media, operada en toda Alemania a partir de 1925 y, en especial, a partir de 1928, tuvo su más claro éxito y su más larga continuidad precisamente en las regiones en las que el partido hitleriano llegó más tarde.

El segundo factor de interés es el momento en que Ohlendorf pudo iniciar su militancia. Tras una breve experiencia como jefe de un grupo juvenil del DNVP, en 1925, siendo aún un estudiante en el Gymnasium Adreanum de Hildesheim, ingresó en las SA y el NSDAP, organizando la sección del partido en su pueblo natal[9]. Ohlendorf declaró en Núremberg que su interés por la política había sido muy temprano, y que abandonó la militancia en el partido conservador por haber visto en el nacionalsocialismo una excelente forma de contemplar los problemas sociales en una perspectiva nacional. Su experiencia familiar, cercana a los planteamientos cooperativistas de una granja mediana, y su repudio de los principios internacionalistas del marxismo –además de lo que no llegó a citar, pero que resulta indispensable en cualquier participación en la política völkisch, el antisemitismo–, le condujeron a asumir, y definitivamente, el ideario nacionalsocialista. No era «lo bastante burgués» (Ich war nicht Bürgerlicher genug) como para aceptar las posiciones «de casta» de un partido conservador. Pero, «por otro lado, había sido formado demasiado profundamente en los principios espirituales, religiosos y sociales de la burguesía, como para hacerme marxista». La aproximación völkisch a los problemas sociales, entendiendo que cada pueblo debía dar su propia respuesta para solucionarlos, podía superar una escisión artificial entre los elementos tradicionales del pensamiento burgués y los objetivos revolucionarios de una comunidad de trabajadores nacionalistas, sintetizados en el concepto del Arbeiterpartei [10] . Además, en Núremberg dio cuenta de algo que solo podía contemplar con una mirada retrospectiva amplia y no relacionada exclusivamente con los motivos iniciales de su adhesión temprana al NSDAP. Y es que, contrariamente a lo que él veía en las posiciones del fascismo italiano, lo propio del nacionalsocialismo alemán era la primacía de la comunidad, en la que cada individuo encontraba el sentido final de su existencia.

[Para el nacionalsocialismo], el hombre no era un mero ciudadano aislado, sino el descendiente de un pueblo (Enkel in einem Volk). Por ello, el hombre y el pueblo tenían un valor fundamental, y el Estado era solo un instrumento para cuidar del desarrollo de ese pueblo y ese hombre (ein Hilfsmittel zur Pflege der Entwicklung dieses Volkes und dieser Menschen)[11].

La posición de Ohlendorf se reafirmó en las constantes referencias, durante su interrogatorio, a la lucha contra una versión «totalitaria» y «fascista» del nacionalsocialismo. Pero ese aspecto debe fijarse en la propia evolución de un muy joven militante, para el que la cuestión principal en aquel momento era el entusiasmo en favor de lo que consideraba un ideario nacionalista radical de clase media, receloso de posiciones intervencionistas de las instituciones y adversario de los discursos colectivistas, oponiendo a ambos un proyecto propio, basado en la libertad de acción de la pequeña empresa y en las garantías ofrecidas por un Estado al servicio de la primacía de la comunidad. En sus años de estudiante universitario, Ohlendorf desarrolló una intensa actividad, tanto en la liga de estudiantes nacionalsocialistas (NSDStB) como en el partido, las SA y las SS –en las que ingresó en 1927–, logrando que se reconocieran sus esfuerzos para obtener el primer triunfo electoral del nacionalsocialismo en el distrito de Hanover-Sur en 1929. No fue ajeno a los conflictos producidos en el seno del movimiento estudiantil en Leipzig, que le llevaron a abandonar aquella universidad y regresar a Göttingen[12]. Sin que sepamos a ciencia cierta cuáles fueron los motivos, es posible que tuvieran que ver con las difíciles relaciones entre la organización de estudiantes nacionalsocialistas y algunos círculos más radicales y con sólida formación, que se organizaron disponiendo de buenos contactos con intelectuales de la llamada «revolución conservadora»[13]. Su oposición a las soluciones corporativas del fascismo italiano maduró en su estancia de un año en Pavía, tras haber estudiado derecho, economía y ciencia política entre 1928 y 1931, y sus conflictos posteriores en el NSDAP no hicieron más que reafirmarle en esta valoración.

Por su edad, origen social, región de nacimiento y formación académica, Otto Ohlendorf pertenecía a una generación que, sin haber participado en la guerra, experimentó en sus años de primeros compromisos políticos los efectos de la contienda. Lo que había llevado a Ohlendorf a la militancia nacionalsocialista no era la experiencia del frente y de la derrota sentida en sus propias carnes como consumación de un periodo de «comunidad del frente», sino la fuerza de la ideología völkisch para dotar de significado su participación en un mundo que se había transformado[14]. A esa sociedad en rápido proceso de modernización, de pérdida de viejas certidumbres y de fracturas provocadas por una reiteración de crisis, los sectores juveniles de familias de clase media nacionalista y conservadora respondieron con la necesidad de construir un nuevo horizonte ideológico, favorecido por los espacios de socialización estudiantil que encontraría a su disposición. Si las condiciones personales resultaban decisivas para tomar uno u otro camino en las adhesiones políticas, la existencia de un nuevo escenario ofrecía una experiencia generacional común que había de traducirse de acuerdo con circunstancias como las tradiciones familiares, la importancia de las pérdidas directas en la guerra y la dureza con que se vivieron los ajustes de un ciclo económico virulento. Sin embargo, como había de indicarlo un texto de gran influencia en los años treinta, esta generación que no participó en las condiciones heroicas y aristocráticas de la lucha en el frente pudo asumir un marco más democrático, homogeneizador y carente del tipo de exaltación romántica que se vivió en las trincheras. La percepción de los nacidos en la primera década del siglo estaba más cercana a visiones generales de los problemas de Alemania, impulsados por las penosas condiciones de una derrota nacional y el recuerdo de las difíciles circunstancias vividas en la retaguardia. Se trataba de una generación que había asumido un aprendizaje en la vida civil fuertemente marcado por un nuevo sentido de la responsabilidad, pero librándose del romanticismo personalista de los combatientes[15]. Ulrich Herbert ha descrito con inteligente sutileza el carácter formativo de aquella experiencia, en la que los jóvenes alemanes despreciaron las ilusiones de los viejos movimientos völkisch y la permanente frustración de los antiguos soldados, para presentarse a sí mismos una labor en la que las tareas que debían realizarse tenían más importancia que la hipertrofia subjetivista del romanticismo de trinchera. Esa generación de la objetividad (Sachlichkeit) actuaba con afán de eficacia, frialdad, respeto al método y abandono de cualquier prevención moral ante la necesidad de realizar una empresa al servicio de la nación. La primacía de los intereses del Volk, que asumían como único de sus compromisos, pasaba a darles una voluntad permanente de acción, alejada de cualquier lirismo contemplativo, y vinculada a la administración racional de un proyecto de seguridad y emancipación nacional. La estilización de la violencia como método administrativo, carente de exhibición de sentimientos, pero fuertemente asistida por una ideología que señalaba a los jóvenes como intérpretes de las necesidades de la comunidad, dio forma a una concepción elitista y tecnocrática de su labor[16].

El espacio privilegiado de socialización fue el movimiento universitario, en el que la Deutscher Hochschulring (Círculo de Enseñanza Superior Alemán, DHR) se convirtió en una asociación hegemónica. Desde su fundación en 1919, trataba de buscar la unión patriótica de los estudiantes por encima de los programas de partido, pero con actitudes precisas frente al nuevo régimen republicano. La participación en la lucha armada contrarrevolucionaria –en Berlín, en Silesia, en el Ruhr– les proporcionó una experiencia propia de lucha y radicalizó sus posiciones, acentuadas en la resistencia contra la ocupación franco-belga de 1923. Al mismo tiempo, sus contactos con los círculos neoconservadores les permitieron teorizar una idea del Volk que se apartaba del prejuicio sentimental de otros momentos, situando este término en el centro de su proyecto de modernización de la sociedad alemana. Los sectores völkisch fueron imponiéndose a quienes se habían interesado por una revisión del concepto de Volksgemein­schaft compatible con las posiciones democráticas que fueron apoyadas por sectores de la burguesía progresista –con casos relevantes como el de W. Rathenau– en torno a la movilización nacional de 1914[17]. La DHR se convirtió, así, en la base inicial sobre la que podría realizarse la expansión de la NSDStB, a partir de la segunda mitad de los años veinte[18]. Quienes se habían formado en su etapa estudiantil empezaron a ser jóvenes licenciados y doctores en los años previos a la gran crisis de 1929, mientras el amplio espacio de la contrarrevolución se manifestaba en una multitud de organizaciones sectoriales y locales que no consiguieron establecer un solo movimiento, pero que fueron plenamente conscientes de su pertenencia a un espacio cultural común. En ese mundo en proceso de articulación política, los nacionalistas radicales nacidos en la primera década del siglo templaron sus armas en episodios de movilización, y acentuaron los rasgos de un aristocratismo próximo a los planteamientos de los «revolucionarios conservadores». Los futuros cuadros del SD pertenecían a esta fábrica de cruzados de una Weltanschauung tan distintos, en su visión elitista y tecnocrática de las cosas, a los excombatientes que formaron los primeros círculos contrarrevolucionarios en la inmediata posguerra[19].

La importancia de considerar el proceso de fascistización reside, precisamente, en las sugerencias que propone para las distintas experiencias nacionales esta dinámica de transformación del campo contrarrevolucionario y de la función hegemónica ejercida por el partido fascista. El cambio de actitudes políticas de la clase media alemana, que supuso la crisis de las opciones liberales y la expansión de muy diversas agrupaciones y círculos nacional-populistas, ha sido estudiado con suficiente rigor como para indicarnos la importancia de esa atención al conjunto del espacio nacionalista antidemocrático y la mutua dependencia de sus distintas expresiones[20]. La relación entre el partido, el espacio y el movimiento nacional es crucial para comprenderlo. La existencia de centros de elaboración ideológica contrarrevolucionaria de carácter elitista transcurría de forma paralela a la radicalización y movilización de una clase media que abandonaba el campo político del liberalismo Las primeras organizaciones de excombatientes de la inmediata posguerra sirvieron como plataformas iniciales de agrupación, a las que se sumaron partidos políticos salidos directamente de la experiencia bélica, como el NSDAP. Pero la constitución del fascismo de masas solamente pudo realizarse cuando quienes habían permanecido al margen de estas primeras asociaciones –prefiriendo una militancia menos aguerrida en espacios nacionalistas conservadores– pasaron a modificar su estrategia política y sus formas de lucha, para volcarse en la constitución de un movimiento nacional. El liderazgo en este movimiento –e incluso la capacidad de integrarlo en su totalidad– había de depender de la capacidad de las distintas fuerzas políticas para presentar su congruencia con la forma en que evolucionaba una gran crisis de la sociedad salida de la Gran Guerra. Tal congruencia, además, no procedía de una simple absorción de esta movilización por un partido inmutable desde su fundación, sino por los radicales cambios de estrategia política, imagen a percibir, temáticas de su propaganda y giro hacia una inteligente y explícita voluntad de unidad nacional que se identificara con los propósitos del partido, muy lejos de algunos de sus planteamientos fundacionales.

3. Proyectos fallidos en torno al Machtergreifung y la construcción del nuevo régimen (1932-1939) [Subir]

Tras los éxitos electorales de 1929 y 1930 en su distrito, y coincidiendo con el tramo final de su aprendizaje universitario, Ohlendorf había de vivir la conversión del nacionalsocialismo en el partido hegemónico en ese movimiento nacional, y su posterior transformación en la totalidad del movimiento nacional mismo. Este proceso no se produjo sin conflictos muy profundos en una organización cuyo reciente carácter de masas se acompañaba de la tensión entre un proyecto común y la heterogeneidad esencial que nunca dejó de existir en su seno, ni antes o después de la llegada al poder. De hecho, la conversión del fascismo en una organización de masas, que reuniera el espacio cultual contrarrevolucionario y la movilización populista previos, fue conflictiva en todas las experiencias nacionales. Lo fue en Francia, para reunir en los años treinta a las ligas y a los intelectuales no-conformistas de la década anterior, sin poder llegar nunca a la plena integración con los nuevos partidos populares de extrema derecha que permitiera encauzar la política colaboracionista a partir de 1940[21]. Ocurrió en la España de la II República, cuyo proceso de fascistización dispuso de muy escaso tiempo para materializarse en la hegemonía del falangismo y solo se benefició de la aceleración de la convergencia disciplinada propiciada por la guerra civil[22]. Y se dio en Alemania, provocando severas crisis internas del partido en los cuatro años que separan su primer gran triunfo electoral nacional y la purga del verano de 1934. Para Ohlendorf, el temor a una masiva entrada de elementos con escaso espíritu nacionalsocialista era una gran preocupación[23].

A pesar de su juventud, él era un antiguo combatiente, un Altkämpfer. Pero la distinción, útil para señalar la lealtad biográfica al proyecto, no puede identificarse, en ninguna experiencia fascista, con una mayor o menor radicalidad social. La moderación podía ser característica de esa mayoría de viejos militantes opuestos a las posiciones de la «izquierda nazi», severamente depurada en la crisis de 1930[24]. Además, el populismo desideologizado o un peculiar radicalismo elitista racial, indiferentes ambos a la mezcla de individualismo y cooperativismo de las viejas clases medias, podían prender, como dos desviaciones alternativas, en sectores llegados al partido cuando toda la formación ideológica previa se sacrificó para construir una gran organización de masas, a fines de la década de los veinte[25]. Las quejas de Ohlendorf por la contaminación del espíritu nacionalsocialista apuntaban a los sectores con posiciones más duras en política económica, vinculados a los restos de la izquierda nazi fuerte en las zonas septentrionales del país. Sus planteamientos en defensa de los pequeños y medianos propietarios, y su ambición de construir un proyecto económico nacionalsocialista podían encontrarse cerca de las posiciones de sectores neoconservadores que habían asesorado a Gregor Strasser en 1931-1932, o próximas a una singular búsqueda de una economía völkisch, defensora de la propiedad y tan enemiga de cualquier tentación expropiadora como de la planificación[26]. El desasosiego por el ritmo y carácter que tomaba el nuevo régimen no procedía solo de los «nacionalistas reaccionarios», sino de quienes estaban poco dispuestos a confundir la revolución nacionalsocialista con el triunfo del populismo o el «colectivismo»[27]. Ohlendorf era un contrarrevolucionario, un hombre vinculado a la defensa de un modo de vida que solamente podía volver a constituirse mediante instrumentos «revolucionarios». En el seno del gran movimiento nacional construido por el nazismo, personas como él hallaban su identidad en la propuesta de un sistema que restableciera la armonía tradicional entre miembros de una comunidad, a través de mitos movilizadores que le permitieran concebir su destino y mediante recursos administrativos que organizaran ese trayecto. El control social por una élite tecnocrática, la jerarquía sin concesiones al populismo y la exclusión violenta de los enemigos de la comunidad racial solo podrían realizarse mediante los recursos proporcionados por esa integración entre elementos de transformación política y defensa de una larga continuidad mitificada[28].

Ohlendorf trató de resolver sus problemas en el partido por una vía que, al mismo tiempo, le ofrecía realizar sus expectativas intelectuales. En el otoño de 1933, se trasladó a Kiel para trabajar, a las órdenes de Jen Peter Jessen, en el Instituto de Economía Mundial (Institut für Weltwirtschaft). Pero los conflictos con las autoridades locales del NSDAP acabaron provocando la detención a Ohlendorf por la Gestapo, situación de la que Jessen se libró por una enfermedad y por su marcha a Berlín poco después[29]. En la capital del Reich, Jessen comenzó a dirigir el Instituto para Ciencias Económicas Aplicadas (Institut für angewandte Wirtschaftswissenschaften), al que Ohlendorf se incorporó a fines de 1934. Los problemas con las autoridades se agravaron, impidiendo que se cumpliera el objetivo acariciado por maestro y discípulo –la constitución de un centro de estudios económicos para formar a los cuadros nacionalsocialistas en la administración estatal–. A los enfrentamientos continuados con los que Ohlendorf calificó de «nacional-bolcheviques», infiltrados en la burocracia del nuevo régimen, se sumó la oposición de Alfred Rosenberg, que desautorizó en el Völkischer Beobachter las posiciones de Jessen. Ni siquiera un antiguo militante del DVFP y del NSDAP de Baja Sajonia tan moderado en cuestiones económicas como Bernahrd Rust, ahora ministro de Educación, estuvo dispuesto a apoyar tal proyecto. En febrero de 1934, Ohlendorf ya había escrito a su esposa que los conflictos le habían dejado sin fuerzas para defender con tanta firmeza como lo había hecho hasta entonces los principios nacionalsocialistas[30]. Con ello, la carrera de Ohlendorf llegaba a un punto muerto. En su interrogatorio en Núremberg, Ohlendorf insistió en presentarse como un alma independiente, crítico mal recibido, que trataba de preservar en vano las esencias del nacionalsocialismo, prefiriendo trabajar para mejorar el régimen ejerciendo una crítica positiva y librando al proyecto de los Nazisten sin escrúpulos ni principios[31]. Tal fue, también, la línea de defensa que no dejó de utilizar Rudolph Aschenauen, su abogado, que detalló los incidentes y antagonismos que le enfrentaban a los jerarcas nazis y a la interpretación que estos hacían de la doctrina[32]. Sin que tales declaraciones puedan aceptarse más que como estrategia para salvar, al mismo tiempo, la vida y el prestigio de Ohlendorf, no hay duda de que estamos ante una situación habitual en la consolidación de los regímenes fascistas: conflictos transversales, no siempre identificables con el momento de entrada en el partido, ni con un sector ideológico permanente en su seno, ni con un ámbito concreto de actuación en la administración del Estado. Desde luego, las distintas posiciones no pueden identificarse con su mayor o menor lealtad a una presunta «pureza» del proyecto nacionalsocialista –aunque fuera esta la actitud que unos u otros tomaran en los momentos de conflicto–, sino a formas diversas de comprenderlo en su conjunto y, sobre todo, de entenderlo ante coyunturas históricas determinadas.

La suerte de Ohlendorf pareció dar un giro espectacular cuando el propio Jessen proporcionó una salida a sus ambiciones y aptitudes políticas. En mayo de 1936, le invitó a visitar a Reinhard Höhn, jefe del Departamento II/2 del SD, que deseaba crear un área específica de investigación económica. Para su sorpresa, Ohlendorf halló a un intelectual alejado de veleidades populistas, un profesor universitario que había militado hasta la víspera del primer gran triunfo electoral nazi de 1930 en el selecto grupo de Alfred Mahraun, la Jungdeut­scher Orden, y que compartía buena parte de sus posiciones ideológicas y su actitud crítica con el curso del régimen. Recordemos que, en aquel mismo año, Himmler había alcanzado el rango de jefe de la Policía del Estado, uniéndolo a su ya asentado título de Reichsfürer de las SS. El proceso de consolidación del régimen había tenido un aspecto peculiar de su desarrollo en esta expansión del servicio de seguridad, que se acompañó por una sutil caracterización del concepto mismo de defensa del pueblo y del Estado. Las SS no se enfrentaban a la represión de delitos ya cometidos, sino a una estricta vigilancia de la salud ideológica y racial del Volk y de los elementos patológicos que podían dañarlo. Esta visión de los servicios de seguridad como «sistema inmunológico» del Volk y, por tanto, como espacio de autónoma construcción de la violencia de masas, habría de encontrar su mejor diseño y la derrota de las inercias de la burocracia policial del Estado en el curso y carácter de la guerra en el Este[33].

Ohlendorf encontró en su labor un espacio de promoción personal y de influencia en el despliegue del proyecto nacionalsocialista que parecía ajustarse a la perfección a sus condiciones profesionales y a su actitud ideológica. Podía mantener sus recelos ante el poder absoluto del Estado frente a la comunidad, y continuar considerándose al margen del populismo de los funcionarios del NSDAP. La agencia de seguridad ofrecía, en sus tareas híbridas de información, control y represión, un espacio singular, donde una élite tecnocrática, con un buen nivel de estudios, de origen de clase media y nacida en los primeros diez años del siglo, ponía las condiciones del nuevo orden[34]. Lo que entusiasmó a Ohlendorf fue lo que resultaba más acorde con la generación de la Sachlichkeit: una tarea a realizar, con la sobriedad y la eficacia de la preparación técnica, al servicio de un proyecto ideológico. La tarea era, además, gigantesca, a pesar de los limitados recursos con que contaba entonces el SD: conseguir una información objetiva de la opinión pública alemana, para hacer de ello un instrumento de poder y de cohesión. Esa labor de ingeniería social correspondía a un régimen que, con toda justicia según Ohlendorf, había cancelado las viejas formas de representación, pero que no podía prescindir de un adecuado conocimiento de los sentimientos del Volk a cuyos intereses deseaba servir y que resultaban indispensables en la gestión eficaz de un Estado moderno[35].

La impresión de que el Departamento II/2 se excedía en sus atribuciones, permitiéndose opinar sobre la línea política de la administración y de los poderes locales, acabó con el proyecto. Höhn fue expulsado de su oficina, por intervención directa de Julius Streicher, y en 1937 Heydrich decretó una estricta limitación de las actividades del departamento a una pura vigilancia que no ofreciera reflexiones políticas alternativas. Esta había sido, precisamente, la intención de Ohlendorf. En sus informes se opuso a depuraciones oportunistas del profesorado, a las actitudes «colectivistas» del DAF, o a la amenaza que para la pequeña propiedad suponían el Plan Cuatrienal y los controles de precios del Ministerio de Agricultura. Ni Himmler ni Heydrich podían permitirse levantar susceptibilidades de adversarios tan poderosos cuando estaban en pleno proceso de consolidación del aparato de seguridad. La reestructuración forzada del Departamento II tras la marcha de Höhn, que eliminaba la posibilidad de construir un departamento de información ajeno a las presiones del partido, resultó intolerable para Ohlendorf[36]. Aunque no logró ser relevado del servicio completamente, consiguió una dedicación mínima, que le permitió asumir una alta responsabilidad en el Grupo Estatal de Comercio (Reichsgruppe Handel)[37]. En su nuevo cargo, mantuvo sus posiciones conflictivas contra lo que él consideraba «la amenaza sobre más de un millón de negocios de la clase media» por las actividades del Plan Cuatrienal. «Era misión del nacionalsocialismo combatir la colectivización, pero sin provocar la proletarización de las clases medias independientes.» Ohlendorf quiso trabajar en este grupo porque «solo los representantes profesionales del sector comercial defendían esta posición»[38].

4. Radicalismo y tecnocracia. La encrucijada de la guerra (1939-1942) [Subir]

El comienzo de la guerra en septiembre de 1939 y, en especial, su despliegue en el frente oriental, establecieron una gama de desafíos, oportunidades y conflictos a un Otto Ohlendorf que se nos presenta con toda su fuerza representativa en este periodo. La ocupación de Polonia y la preparación de la guerra contra la URSS forzaron la aceleración del proceso de totalización, competencia y mutua necesidad de todos los sectores del movimiento. La expansión en el Este se hallaba en el núcleo del proyecto nacionalsocialista y, de hecho, en el centro de los intereses del movimiento nacional que agrupó a los sectores antirrepublicanos a partir de 1930. La ofensiva militar en los territorios orientales fue el marco de un consenso general, y de una apertura de conflictos y compromisos permanentes entre todos aquellos sectores que habían visto en el nacionalsocialismo el proyecto político de un gran bloque social. La integración en la estructura del régimen de representantes de las grandes empresas se combinaba con las exigencias de los poderosos representantes del Mittelstand en las organizaciones corporativas del Estado. En ese mismo gran acuerdo político se encontraba la investigación universitaria hecha acerca de la cuestión oriental (Ostforschung)[39]. Y a él pertenecían tareas como procurar zonas de asentamiento a pequeños propietarios, mejorar la calidad de vida de los consumidores obteniendo alimentos mediante el saqueo del sur de Rusia y llevar adelante la construcción de una Volksgemeinschaft protegida por una política social que se identificaba con la práctica de un moderno racismo, expropiador, esclavizador y exterminador. Antes que comenzara la invasión de la URSS, ya se había acordado un plan destinado a dejar morir de hambre a treinta millones de personas como resultado del necesario abastecimiento del ejército y de la retaguardia[40]. La violencia de masas producida por este tipo de guerra integraba algo más que las tareas concretas de cada agencia. Sintetizaba en un solo proyecto los diversos discursos y sensibilidades tantas veces opuestos por los historiadores como alternativa entre radicalidad ideológica tradicional y moderna eficacia tecnocrática[41]. Tal «confluencia en la acción» iba a marcar los debates más duros en el seno del régimen, poniendo a prueba la resistencia del proceso de fascistización que había agregado a todas estas fuerzas. Pero, al mismo tiempo, aquel desafío exhibió la capacidad integradora que estos mismos conflictos tenían, al presentarse siempre como opciones en el interior del sistema y nunca como alternativas al nacionalsocialismo. El factor de propulsión del régimen no se encontraba en uno de sus sectores, al que hayamos de calificar de «verdadero» nacionalsocialismo, sino en su capacidad de integrar en un solo proyecto político nacionalista a tan diversa suma de tradiciones culturales, experiencias sociales antidemocráticas, populismo racial o elitismo tecnocrático.

Cuando Ohlendorf fue requerido para hacerse cargo de la Oficina de Interior –Amt III Inland– en la nueva Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), se demostró hasta qué punto sus diferencias con el estilo de trabajo de Himmler o Heydrich eran menos importantes que los objetivos compartidos de crear un gran espacio de control social que se pusiera al servicio del Volk y de su Estado nacionalsocialista. En su condición de antiguo militante de clase media protestante rural, de nacionalista völkisch seducido por la dinámica social y activista del NSDAP, de miembro de una elite dispuesta a construir un modelo económico para el nacionalsocialismo y con su trabajo de ingeniería social al servicio del control de la opinión pública, Ohlendorf personificaba lo que un régimen totalitario estaba acabando de perfilar. El propio Ohendorf definió públicamente la estrecha relación entre la defensa de los intereses de los pequeños empresarios y la expansión en territorios orientales, como una forma de asegurar que los valores y los intereses de quienes llevaban en su forma de vida el espíritu del Volk pudieran ser satisfechos y protegidos[42]. El elegante «nacionalismo cultural» que presentó su defensa en Nuremberg mostraba, así, su verdadera sustancia incluso antes de su participación en los crímenes por los que fue ejecutado[43]. Las tensiones que se produjeron en la realización de su tarea al frente del Amt-III fueron el producto de algo que ya se había manifestado en su primera etapa a las órdenes de Höhn. Ohlendorf consideraba que ni siquiera el propio Himmler podía valorar la importancia de un servicio independiente de aquel tipo para mantener la solidez del régimen y controlar sus elementos de fractura interna. Creía que el Reichsführer renunciaba a la eficacia tecnocrática de la RSHA por un estilo de trabajo que, a la manera del que caracterizaba a Hitler, tendía a dispersar las responsabilidades y establecer un principio de valoración de la lealtad personal, que se hallaba por encima del concepto de la eficacia. El inútil gasto de energías no permitió construir una verdadera instancia de relación entre el Führer y el Volk, un auténtico servicio de seguridad del Reich. La resistencia de los jefes del partido a ser controlados exasperaba a Ohlendorf, y más aún el progresivo bloqueo al que se llegó como resultado de las quejas de diversos dirigentes. En el delicado juego de conflictos y compromisos del régimen, Ohlendorf tampoco parecía comprender la diversidad de frentes en los que sus superiores habían de luchar, siendo prioritario para ellos que no se despertara un recelo generalizado que acabara por hacer temer al propio Hitler una excesiva concentración de poder en las SS. Himmler acabó harto de los fríos y deprimentes informes de Ohlendorf, al que calificó despectivamente de «guardián del Santo Grial del nacionalsocialismo»[44].

Su reclutamiento para mandar uno de los Einsatzgruppe destinados a «limpiar» la retaguardia en el frente soviético se le impuso, al mismo tiempo, como un acto disciplinario y como una puesta a prueba de su compromiso incondicional con el régimen y con las SS. Una prueba que Ohlendorf superó con creces, incluso por encima de la dedicación y el rendimiento de otros jefes de unidades menos «críticos» que él. Permaneció en el sur de la URSS, especialmente en Crimea, más tiempo del que estaba previsto, y siempre manifestó –incluso después de la guerra– su extrema dedicación a un cumplimiento eficaz y «decente» de la tarea encomendada. La participación en aquella masacre, realizada con el apoyo de poblaciones locales antisemitas y anticomunistas, supuso el reconocimiento de su lealtad y la recompensa a sus acciones en forma de condecoraciones y el ascenso a Brigadesführer y, más tarde, general de la policía. Su justificación de aquella tarea como un acto de guerra contra la amenaza bolchevique no estaba solo destinada a ganarle la comprensión del tribunal de Nuremberg, sino también a manifestar un factor ideológico que había cohesionado a los diversos integrantes del nacionalsocialismo. Presentada como defensa preventiva, la aniquilación del adversario pasaba a ostentar también su carácter creador de un poder total a través de la violencia de masas contra los ajenos a la comunidad. Debe relacionarse, además, con la voluntad de consumar una carrera personal, adquiriendo la reputación de lealtad y determinación indispensable para aumentar la promoción en un sistema en el que había de mostrarse un incondicional estado de disponibilidad y una extrema competencia para cumplir con las tareas asignadas. Como en los momentos fundacionales del Kampfzeit, esta nueva forma de administrar una violencia de envergadura industrial tenía una función de asentimiento, de cosificación del adversario y de abnegación completa al proyecto que hacía merecedor a cada uno de su lugar en la jerarquía estatal[45]. En su paciente recopilación de los sentimientos de la población alemana, en su enérgica defensa de los intereses de la clase media y en su actividad como liquidador selectivo de los enemigos raciales y políticos del Reich, Ohlendorf estaba cerrando el círculo de una labor congruente, destinada a ofrecer recursos técnicos avanzados para preservar formas de vida tradicionales: la síntesis entre lo social y lo nacional –entendido como lo racial– era lo que le había conducido, a los 18 años, a militar en una organización dinámica que superara los escrúpulos políticos y el egoísmo individualista de los conservadores del DNVP. La conciliación entre ideología y tecnocracia era lo que le había llevado a su abnegado entusiasmo por las posibilidades del SD[46].

5. Hacia la consumación. De los conflictos de la «guerra total» a los proyectos de «reconciliación» en la posguerra (1942-1945) [Subir]

A su regreso de aquella experiencia, en el verano de 1942, Ohlendorf se topó con el inicio de una inmensa modificación de la estructura política del Reich, destinada a adaptarse al cambio de circunstancias en el frente. Tales novedades afectaron directamente a su posición personal en el régimen –que coincidía con importantes cambios en la función de la RSHA– y a sus trabajos en defensa de las amenazadas clases medias. A lo largo de aquel año, y hasta culminar en el decreto del Führer del 2 de septiembre de 1943 sobre la concentración de la economía de guerra, el trayecto a lo que se conoció como «guerra total» implicó nuevos conflictos entre agencias, ministerios y organismos del partido, que se reproducían en el seno de cada una de estas instancias. Si no es posible detallar aquí la compleja trama de centros de decisión, de duplicaciones de tareas, de debates y acuerdos realizados en esta segunda fase de la guerra, sí podemos plantear una tendencia fundamental, en la que la trayectoria de Ohlendorf vuelve a tener esa solvencia representativa que nos interesa.

Como se sabe, el factor decisivo para un cambio en los criterios para mantener en pie la economía de guerra fue la necesidad de organizarse para una fase inesperada del conflicto, en la que Alemania iba a enfrentarse a las potencias aliadas occidentales sin haber podido liquidar la resistencia soviética previamente. Los cambios también fueron precisos para sostener los compromisos entre sectores del movimiento nacionalsocialista que fueran congruentes con el objetivo fundamental de vencer. Implicaban la instauración, dentro de las posibilidades que ofrecía la estructura de poder en la Alemania nazi, de un centro de poder indiscutido para el dotar de recursos a las fuerzas armadas, y exigían disponer de una cantidad de mano de obra que solo podía obtenerse mediante un esfuerzo planificado de movilización de trabajadores extranjeros. La entrega de poderes especiales y crecientes a Albert Speer, que culminó en el decreto de concentración del 2 de setiembre de 1943, no significó en modo alguno el abandono de una actitud ideologista –y, por tanto, la derrota de los sectores presuntamente más radicales del régimen– y su sustitución por el poder de una tecnocracia «moderada» o «despolitizada», solo atenta a los niveles de producción y a la eficiencia de los recursos presentes en Alemania y los territorios ocupados. No lo suponía, porque una posición planificadora había estado ya presente, tanto en el proceso inicial de rearme como en los cálculos de explotación de los territorios ocupados, de una forma mucho más eficaz de lo que ha considerado la mitificación interesada del «milagro Speer»[47]. Pero no lo implicaba, sobre todo, porque la diversidad de opciones del régimen no se expresaba de una forma tan depurada. El espacio gravitatorio que giraba en torno al finalmente llamado Ministerio de Armamento y Producción de Guerra (RMRuK) solo podía existir si cada una de las estructuras de dominación funcionaba de forma adecuada en su propio ámbito de responsabilidad, pero atendiendo a la conciliación entre sus intereses y los del esfuerzo general de guerra. Lejos de hallarnos ante la entrega del poder total a Speer y a un nacionalsocialismo menos intransigente en sus propuestas sociales y más «despolitizado» en sus propuestas tecnocráticas, lo que hallamos es el ajuste entre un principio de eficacia en la asignación de recursos y una organización implacable del control social. Estos dos factores estaban presentes, aunque expresándose con distintos discursos y respondiendo a percepciones sociales diversas, en todas las esferas administrativas del régimen.

Ohlendorf compartió con sus compañeros del Gruppe Handel y con defensores de los intereses de la clase media en el Ministerio de Economía (RWM), como el propio ministro Walther Funk, las preocupaciones por la orientación que iba tomando la gestión de la producción bélica. La llegada de Speer al Ministerio de Armamento y Munición (RMBuM) facilitó una forma de entender el principio de la «responsabilidad personal», cuyo estilo fordista tenía muy poco que ver con la visión orgánica de la economía y la defensa del Mittelstand en los sectores populares del nacionalismo alemán de los años veinte. El nacionalsocialismo carecía de un pensamiento económico bien expuesto y aceptado por el conjunto del movimiento nacional que había tomado el poder en 1933. Pero que Ohlendorf reconociera abiertamente esta carencia, no significaba que él y sus compañeros en el RWM o en el Gruppe Handel estuvieran dispuestos a tolerar que lo que podía aceptarse como medidas coyunturales de emergencia bélica acabaran por definir un sistema ajeno por completo a su propio concepto del nacionalsocialismo. En su calidad de responsable del Amt III-Inland, Ohlendorf conocía los temores planteados por quienes, el frente de pequeñas empresas, asistían a un proceso que podía llevar a una posguerra que supusiera también la liquidación del mundo del Mittelstand [48] . Pero los esfuerzos para obtener el apoyo de Himmler y hacerse con una alta responsabilidad en el RWM no tuvieron éxito en 1942. El Reichsführer objetó que una responsabilidad de este tipo podía desprestigiar a las SS atribuyendo a su personal en el RWM los errores de la gestión productiva[49]. Por entonces, su preocupación era desarrollar eficientemente el control sobre extensos sectores de mano de obra esclava con los que contaban las SS. En febrero de 1942 había constituido la Oficina Central de Administración Económica (WVHA) dirigida por Oswald Pohl[50]. A las tareas anteriormente asignadas a este jefe económico de la organización, se sumaba ahora el control de sistema de campos de concentración y las posibilidades de establecer con la mano de obra cautiva un espacio propio, libre de controles presupuestarios y modelo de explotación en una sociedad racial, en la que la optimización del trabajo no era un tema menor. Sin embargo, estas cuestiones no enfrentaban, de momento, a Himmler con Speer, sino que suponían tan solo un esfuerzo de colaboración que delimitara sus respectivas zonas de influencia[51].

Solo al producirse la crisis de Stalingrado, y al plantearse como principio gestor del régimen en todos los niveles el estado de «guerra total», Himmler decidió apoyar las pretensiones de Ohlendorf de gestar un espacio de resistencia a Speer, centrado en el RWM. Sin embargo, para el Reichsfürer y ahora ministro del Interior, el debate sobre el modelo económico nacionalsocialista tenía mucho menos interés que el mantenimiento de una posición central en el régimen de las SS[52]. Con la declaración de la «guerra total», todas las instituciones del sistema habían entrado en un estado febril por obtener resultados que les hicieran agencias indispensables en la defensa nacional y la victoria. Y algunos elementos del ideario del régimen habían tenido que adaptarse a las nuevas circunstancias. Por ejemplo, la sustitución de una interpretación puramente racial de la guerra en el Este por la de una cruzada contra el bolchevismo liderado por Alemania, pero que implicaba a todos los pueblos de Occidente, tal y como lo planteó Goebbels desde entonces[53]. Por poner otro caso fundamental, la atención a las necesidades de la mano de obra implicaba un cuidado a los trabajadores reclutados en la URSS o en Polonia, que rompía con el espíritu agresivamente racial de las primeras normativas y que había de medir con mucha cautela el daño que podía provocarse en el bienestar material de los ciudadanos alemanes, debiendo explorar nuevas vías para mantener la sustancia racista de la explotación del trabajo[54]. En este sentido, la labor cohesionadora de los Gauleiters era tan importante como para haber encomendado a uno de ellos, Fritz Sauckel, el cargo de plenipotenciario para la Movilización del Trabajo (GBA)[55]. Y lo era que estas tareas de control social incluyeran el conflicto visible entre los defensores de un ideario en defensa de los principios económicos más atentos a las clases medias, como los de Funk, Hayler y Ohlendorf, y los que podían priorizar la atención a una concentración industrial que se identificaba con la eficiencia del esfuerzo de guerra. Esta diversidad no era solamente el resultado del reparto del poder entre agencias enfrentadas, sino la necesidad de ofrecer una diversidad del sistema que era del todo congruente con la voluntad de preservar un solo objetivo. Por ello mismo, los debates acerca del modelo de sociedad que iba a salir de la guerra acabaron siendo prohibidos tajantemente por Hitler y Speer, ya que el punto en que podía romperse la imagen de unidad del régimen no eran las condiciones de emergencia determinadas por el conflicto, sino la apuesta definitiva por uno u otro tipo de sistema económico.

Aun cuando Speer le contempló siempre como un infiltrado de Himmler en el RWM, las posiciones defendidas por Ohlendorf distaban del escepticismo del Reichsführer en estos temas. En la conducta de Himmler se mezclaban las actitudes más pragmáticas de lucha por el poder de las SS, su mitología arcaizante y su cada vez más clara orientación hacia un esquema tecnocrático de la explotación racial de territorios y personas. En la posición de Ohlendorf se hallaba el esfuerzo por encontrar, aprovechando las lecciones de la guerra, una política económica que fuera fiel a los intereses de las clases medias, a los principios socialdarwinistas de respeto a la libertad de los más capaces y a la necesidad de dar a ambas cosas una viabilidad organizativa, tanto en el momento de la guerra como, sobre todo, en la fase posterior a su fin. Mostró abiertamente la defensa de los ideales del pequeño comerciante frente a quienes, como el director de Das Schwarze Korps, Gunter d’Alquen, le acusó de faltar a los principios racistas del nacionalsocialismo al defender tal mentalidad, desligándose así de las formas más burdas del fundamentalismo arcaizante de las SS[56]. Atacó a quienes creían poder detener el curso de la historia y mantener una sociedad rural en la que el progreso de las grandes empresas industriales pudiera descartarse por decreto[57]. Pero trató de encontrar en sus ideales neoconservadores völkisch unos principios de equilibrio entre modernidad y tradición, entre intervención del Estado e iniciativa individual, entre comunidad orgánica y libre empresa, que le permitieran afirmar las bases de una singular ideología económica nacionalsocialista[58].

En la afirmación de estas intenciones, sus adversarios eran todos aquellos que se desviaban de una visión mantenida de forma borrosa en los años del Kampfzeit y que no había dejado de ponerse en peligro, primero por las políticas anticíclicas y de rearme antes de la guerra, y posteriormente por el avance hacia la concentración industrial derivada de una determinada aplicación del principio de eficiencia y responsabilidad personal. A un confidente de Himmler, le advirtió que Göring defendía un sistema vinculado a los intereses de las grandes empresas, mientras que Ley apoyaba un obrerismo que amenazaba con ser expropiatorio[59]. Pero en el proceso final de la guerra, su actuación fue especialmente destacada en su oposición a Speer, como este hubo de reconocer en el último de sus libros, manifestando su reconocimiento intelectual a las críticas de Ohlendorf, que le parecieron un toque de atención ante los riesgos de una sociedad tecnocrática[60]. Sin embargo, la caracterización de Ohlendorf como un romántico –identificando sus posiciones con una preocupación por la suerte del individuo ante los excesos de la «racionalización» industrial– están fuera de lugar. En sus críticas a la política de eficiencia industrial, Ohlendorf defendió principios esenciales que debían encontrarse en las concepciones económicas del nacionalsocialismo, como: «honor, libertad, responsabilidad personal, honestidad y autenticidad», señalando que lo importante no eran solo los niveles de producción que habrían de darse tras la guerra, sino el modo en que estos se obtenían. La guerra no podía cancelar los objetivos del nacionalsocialismo, sino ponerlos de relieve para justificar haber emprendido un esfuerzo de aquellas dimensiones, que había aislado a Alemania de sus adversarios capitalistas y bolcheviques. Tal frente común contra el Reich debía acentuar el vigor y originalidad del proyecto económico, totalmente ajeno a las medidas que pudieran colapsar el modo de existencia de la pequeña y mediana empresa[61]. Cuando quedaban pocos meses para la derrota del Reich, y cuando Ohlendorf debía albergar muy pocas esperanzas en la victoria, lamentó que el ritmo de destrucción de la propiedad individual libre por las exigencias de la guerra podría llegar a convertirse en un modo normal de organizar la sociedad cuando terminara la contienda[62]. Y que estas condiciones, al crearse en la propia gestión de la economía nacionalsocialista durante el conflicto, podían desembocar en un irónico triunfo de formas más propias del capitalismo tardío o del bolchevismo[63]. En su reflexión no existía una crítica a la gestión tecnocrática de la sociedad, que pudiera identificarse con nostálgicas invocaciones al pasado. Lo que había era una interesante reflexión acerca del papel del Estado en una economía capitalista, en la que ni él ni ningún otro dirigente nacionalsocialista había dejado de creer. Antes de la guerra, ya le parecía que la «primacía de la política» había conseguido crear vinculaciones entre las diversas áreas de la economía, pero no integrarlas orgánicamente, como había pretendido el nacionalsocialismo original[64]. Ohlendorf podía atribuir estos problemas a las urgencias de la crisis de los años treinta. Pero cuando observó que el esfuerzo de guerra pasaba a ser una nueva y arriesgada coartada, no dudó en presentar sus propias objeciones, que se refirieron siempre a los dos adversarios de una «tercera vía» nacionalsocialista, presentados en forma de reclamaciones populistas del DAF o en exigencias fordistas de Speer.

6. Epílogo y conclusión [Subir]

Las propuestas de Ohlendorf y sus compañeros tenían pocas posibilidades de ser escuchadas, porque ni siquiera representaban la posición unánime de las SS. Su visión elitista del Estado les acercaba a los dirigentes económicos de la mediana empresa, pero le alejaban de cualquier pacto con los sectores populistas del NSDAP, una complicidad que algunos funcionarios del RWM habían buscado al iniciarse el ascenso de Speer. Sin embargo, sus actitudes tuvieron una curiosa reedición, cuando algunos economistas del liberalismo social de los años finales de la guerra y de la inmediata posguerra coincidieron de forma muy explícita con sus apreciaciones. Y no es extraño que los comentarios a esa «tercera vía» fueran recogidos con tanto entusiasmo por algunos autores españoles, precisamente cuando el régimen creado en la guerra civil trataba de definir un proyecto económico y social propio frente al liberalismo radical, frente a la tecnocracia y frente al colectivismo[65]. Sin tensar demasiado los juegos de influencias, pero sin negar planteamientos que llegaron a configurarse en encuentros e intercambio de documentación con sectores moderados de la oposición al nazismo[66], aquel final de curso de Ohlendorf añade un factor más a esta fascinante carrera, que ni siquiera en este asunto pueda presentarse como excéntrica o poco representativa.

La reflexión que aquí se ha realizado ha tratado de ofrecer las líneas de coherencia de una trayectoria, frente a la escisión tajante que trazaron sus jueces entre sus actos criminales en el frente oriental, su formación académica y sus labores de «ingeniería social» en el esfuerzo por crear un instrumento de control de la opinión pública que, en el mismo proceso, él trató de circunscribir a la necesaria prestación de información social para mejorar la sensibilidad del gobierno ante los deseos y sufrimientos de la población. Ha podido observarse de qué modo la oposición entre «tecnócratas» e «ideologistas» encuentra en la persona de Ohlendorf una clara reprobación, del mismo modo que su repudio de la estrategia fordista de Speer no puede identificarse con un romanticismo arcaizante. Su ejemplo nos permite reflexionar acerca de la heterogénea masa de intereses sociales que fueron agrupados por el proyecto fascista más radical de Europa, y la capacidad propulsora que el compromiso integrador entre todos los sectores en conflicto tuvo para todos estos regímenes. Quizás una expresión aun más clara de todo esto fue el final de la trayectoria política de Ohlendorf, cuando trabajó, junto a Speer, en el efímero gobierno de Dönitz, que trató de reunir a diversos sectores moderados del régimen hitleriano a fin de permitir una transición de espíritu nacionalsocialista sin el NSDAP[67]. Y quizás en ello residió su suicida confianza, nada arbitraria ni insólita, de poder ser utilizado por los aliados para tareas de reconstrucción de una Alemania devastada, en la que personas como él podían acentuar tanto su anticomunismo como una selectiva muestra de posiciones críticas. No deja de ser un sarcasmo que, en esa tarea, Albert Speer tuviera objetivos similares, igual falta de éxito político y muy distinta suerte ante sus jueces e incluso ante la historia. Para ese jurado y esa historia, Ohlendorf pudo lanzar, en su alegato final, la defensa de una generación que, arrojada al vacío religioso y a la quiebra nacional de la derrota de 1918, trató de buscar en el nacionalsocialismo una nueva fe y una nueva comunidad[68]. Y quizás la extrema congruencia y representatividad de su carrera fue la que le llevó a las manos del verdugo, justamente diez años después de haber partido hacia su fatídica misión en Crimea.

Notas [Subir]

[1] La investigación para este trabajo se inscribe en el proyecto HAR-2014-53498-P, «Culturas políticas, movilización y violencia en España, 1930-1950». Deseo agradecer al profesor Xosé-Manuel Núñez Seixas y al Dr. Emanuel Steinbacher la ayuda proporcionada para obtener materiales de archivo indispensables.
[2] Earl (Earl, H. (2009). The Nuremberg SS-Einsatzgruppen Trial, 1945-1958. Atrocity, Law, and History. Cambridge: Cambrige UP.2009): 49-58.
[3] Trial War Criminals (TWC) (Trial War Criminals Before Military Tribunals under Control Council nº 10. Nuremberg, 1946-1947.1946-1949): IV-510.
[4] No disponemos de un gran estudio biográfico sobre Ohlendorf. Sin embargo, su peripecia política ha sido examinada en algunos textos dedicados a aspectos concretos de sus tareas o a breves valoraciones generales. Angrick (Angrick, A. (2003). Otto Ohlendorf und die SD-Tätigkeit der Einsatzgruppe D. En M. Wildt (ed.). Nachrichtendienst, politische Elite und Modernheit. Der Sicherheitsdienst der Reichsführers SS. (pp. 241-266). Hamburgo: Hamburger Verlag.2003); Earl (Earl, H. (2006), Confessions of Wrong-Doing, or How to Save Yourself from the Hangman? An Analysis of British and American Intelligence Reports of the Activities of SS-Einsatzgruppenführer Otto Ohlendorf. En D. Bankier (ed.). Secret Intelligence and the Holocaust (pp. 301-326).Nueva York: Enigma.2006 y Earl, H. (2009). The Nuremberg SS-Einsatzgruppen Trial, 1945-1958. Atrocity, Law, and History. Cambridge: Cambrige UP.2009); Herbst (Herbst, L. (1982). Der totale Krieg und die Ordnung der Wirtschaft. Die Kriegswirtschaft im Spannungsfeld von Politik, Ideologie und Propaganda 1939-1945. Stturgart: DVA.1982); Holler (Holler, M. (2012). Extending the Genocidal Program. Did Otto Ohlendorf initiate systematic extermination of soviet «gypsies»?. En A. Kay, J. Rutherford y D. Stahel (eds.). Nazi Policy on the Eastern Front, 1941. Total War, Genocide und Radicalitzation (pp. 267-288).Rochester: Rochester UP.2012); Höhne (Höhne, H. (1970). The Order of the Deaths’s Head. The Story of Hitler’s SS. Nueva York: Coward-McCann.1970); Ingrao (Ingrao, C. (2010). Croire et détruire. Les intellectuels dans la machine de guerre SS. Paris: Fayard.2010); Richter (Richter, I. (2011). SS-Elite vor Gericht. Die Todesurteile gegen Oswald Pohl und Otto Ohlendorf. Marburg: Tectum.2011); Kitterman (Kitterman, D. (2000). Otto Ohlendorf. Gralshütter des Nationalsozialismus. En R. Smelser y E. Syring (eds.). Die SS. Elite unter dem Totenkopf. 30 Lebensläufe (pp. 379-393). Padernborn: Schöningh.2000); Speer (Speer, A. (1981). Der Sklavenstaat. Meine Ausenandersetzungen mit der SS. Suttugart: Deutschen Verlarg-Anstalt.1981); Stockes (Stokes, L.D. (1975). Otto Ohlendorf, the Sicherheitsdienst and Public Opinion in Nazi Germany. En Mosse, G.L.(ed.). Police Forces in History (pp. 231-261).Londres: Sage.1975); Weber (Weber, J. (2002). Normalität und Massenmord. Das Beispiel des Einsatzgruppenleiters Otto Ohlendorf. En J. Perels y R. Pohl (eds.). N-S- Täter in der deutschen Gesellschaft (pp. 41-68).Hannover: Offizin.2002); Wildt (Wildt, M. (ed.) (2003). Nachrichtendienst, politische Elite und Modernheit. Der Sicherheitsdienst der Reichsführers SS. Hamburg: Hamburger Verlag.2003).
[5] «La defensa de Otto Ohlendorf no se basó en negar los reprobables actos criminales. Ohlendorf, más bien, intentó presentar una imagen positiva de su persona, reduciendo su labor como jefe del Einsatzgruppe D a un aspecto menor de su trayectoria vital.» Richter (Richter, I. (2011). SS-Elite vor Gericht. Die Todesurteile gegen Oswald Pohl und Otto Ohlendorf. Marburg: Tectum.2011): 84.
[6] Mason (Mason, T. (1990). Ends and Beginnings. History Workshop, (30), 134-150.1990).
[7] Este debate es de singular importancia en el caso español, donde las reflexiones acerca de la naturaleza del régimen franquista han ido completándose con una interpretación –en especial en lo que se refiere a la cultura política– de la etapa republicana. Véanse, a este respecto, citando unos pocos ejemplos muy significativos: Saz (Saz, I. (2003). España contra España. Los nacionalismos franquistas. Madrid: Marcial Pons.2003 y Saz, I. (2013). Las caras del franquismo. Granada: Comares.2013); González Calleja (González Calleja, E. (2011). Contrarrevolucionarios. Radicalización violenta de las derechas durante la Segunda República, 1931-1936. Madrid: Alianza.2011); Cobo (Cobo, F. (2012). ¿Fascismo o democracia? Campesinado y política en la crisis del liberalismo europeo, 1870-1939. Granada: Comares.2012); Gallego (Gallego, F. (2014). El evangelio fascista. La formación de la cultura política del franquismo, 1930-1950. Barcelona: Crítica.2014); y los trabajos reunidos en Morente (Morente, F. (ed.) (2011). España en la crisis europea de entreguerras. Madrid: Catarata.2011); y Ruiz Carnicer (Ruiz Carnicer, M.A. (ed.) (2013). Falange. Las culturas políticas del fascismo en la España de Franco. Zaragoza: Institución Fernando el Católico.2013).
[8] Sobre la evolución del partido nazi en la zona, es imprescindible el libro clásico de Noakes (Noakes, J. (1971). The Nazi Party in Lower Saxony, 1921-1933. Oxford: Oxford University Press.1971). Acerca de la evolución de la vida política en Göttingen, véanse Mühlberger (Mühlberger, D. (2007). The Social Basis of the Nazi Party in the University Town of Göttingen, 1922-1935. En P. Madden y D. Mühlberger. The Nazi Party. The Anatomy of a People’s Party, 1919-1933 (pp. 197-232).Oxford: Peter Lang.2007); y Kühn (Kühn, H.M. (1983). Die nationalsozialistische «Bewegung» in Göttingen von ihren Anfängen bis zur Machtergreifung (1922-1933). En Göttingen unterm Hakenkreuz. Nationalsozialistischer Alltag in einer deutschen Stadt –Texte und materialen- (pp. 13-46).Göttingen: Stadt Göttingen Kulturdezernat.1983).
[9] Sowade (Sowade, H. (1998). Otto Ohlendorf. Nonkonformist, SS-Führer und Wirtschaftsfunktionär. En R. Smelser y R. Zitelmann (eds.). Die braune Elite. 22 biographische Skizzen (pp. 186-198).Darmstadt: WBG.1998): 188-189. Los datos de su biografía se obtienen siempre de su interrogatorio en Núremberg y del currículo escrito en el momento de ingresar en el SD.
[10] Verhör Ohlendorf, Band 2. (7. Oktober-14 Oktober 1947), p. 485. Staats– und Universitätsbibliothek Göttingen. Handschriftenabteilung.
[11] Ibid., p. 490.
[12] Kitterman (Kitterman, D. (2000). Otto Ohlendorf. Gralshütter des Nationalsozialismus. En R. Smelser y E. Syring (eds.). Die SS. Elite unter dem Totenkopf. 30 Lebensläufe (pp. 379-393). Padernborn: Schöningh.2000): 379.
[13] Sobre las actividades de este grupo, que organizó con Hans Freyer las conferencias de Miltenberg en 1929, véase Wildt (Wildt, M. (ed.) (2003). Nachrichtendienst, politische Elite und Modernheit. Der Sicherheitsdienst der Reichsführers SS. Hamburg: Hamburger Verlag.2003): 104-128.
[14] Sobre el reforzamiento y diversificación del pensamiento völkisch en este periodo, ver Breuer (Breuer, S. (2008). Die Völkischen in Deutschland. Darmstadt: WBG.2008): 147-264.
[15] Gründel (Gründel, G (1933). La mission de la jeune generation. Paris: Plon.1933): 35-75.
[16] Herbert (Herbert, H. (1991a), «Generation der Sachlichkeit». Die völkische Studentenbewegung der frühen zwanziger Jahre in Deutschsland. En F. Bajohr, W. Lohse y U. Lohalm (eds.). Zivilisation und Barberei. Die widersprühlichen Potentiale der Moderne. Detlvev Peukert zum Gedenken (pp. 115-144).Hamburgo: Hans-Christian Verlag.1991a): 117-118.
[17] Wildt (Wildt, M. (2009) Die Ungleichheit des Volkes. «Volksgemeinschaft» in der politischen Kommunikation der Weimarer Republik. En F. Bajohr y M. Wildt (eds). Volksgemeinschaft. Neue Forschungen des Nationalsozialismus (pp. 24-40).Frankfurt: Fischer Verlag.2009).
[18] Herbert (Herbert, H. (1996). Best. Biographische Studien über Radikalismus, Weltanschauung und Vernunft 1903-1989. Bonn: Dietz.1996): 51-87; Banach (Banach, J. (1998). Heydrichs Elite. Das Führerkorps der Sicherheitspolizei und des SD 1939-1945. Padernborn: Schöningh.1998): 55-86; Grüttner (Grüttner, M. (1995). Studenten im Dritten Reich. Paderborn: Ferdinand Schöningh.1995): 25-26 y 31-58.
[19] Wildt (Wildt, M. (2003). Generation des Unbedingten. Das Führungkorps des Reichssicherheitshauptamtes. Hamburgo: Hamburger Verlag.2003): 72-142; Herbert (Herbert, H. (1996). Best. Biographische Studien über Radikalismus, Weltanschauung und Vernunft 1903-1989. Bonn: Dietz.1996): 88-109; Ingrao (Ingrao, C. (2010). Croire et détruire. Les intellectuels dans la machine de guerre SS. Paris: Fayard.2010): 19-96; Morente (Morente, F. (2004). La Universidad alemana y la construcción del Tercer Reich. En F. Gallego (ed.). Pensar después de Auschwitz (pp. 153-181). Barcelona: El Viejo Topo.2004): 157-161.
[20] Entre muchos otros, Fritzsche (Fritzsche, P. (1990). Rehearsals for Fascism. Populism and Political Mobilitzation in Weimar Germany. Nueva York: Oxford UP.1990) y Childers (Childers, T. (1985). Interest and Ideology. Anti-system Politics in the Era of Stabilization 1924-1928. En G. Feldman y E. Müller-Lückner (eds). Die Nachwirkungingen der Inflation auf die deutsche Geschichte 1924-1933 (pp. 1-20).Munich: Oldenbourg.1985).
[21] Brunet (Burrin, P. (1986). La derive fasciste. Doriot, Déat, Bergery, 1933-1945. Paris: Seuil.1986): 169-443; Burrin (Burrin, P. (1986). La derive fasciste. Doriot, Déat, Bergery, 1933-1945. Paris: Seuil.1986): 246-447; Dard (Dard, O. (2002). Les rendez-vous manqué des relèves des années 30. Paris: PUF.2002): 209-284; y Forti (Forti, S. (2014). El peso de la nación. Nicola Bombacci, Paul Marion y Oscar Pérez Solís en la Europa de entreguerras. Santiago de Compostela: Ediciones de la Universidad.2014): 349-403.
[22] Sobre el fascismo de masas como resultado de este proceso de convergencia en el campo contrarrevolucionario, Gallego (Gallego, F. (2014). El evangelio fascista. La formación de la cultura política del franquismo, 1930-1950. Barcelona: Crítica.2014): 29-54; González Calleja (González Calleja, E. (2011). Contrarrevolucionarios. Radicalización violenta de las derechas durante la Segunda República, 1931-1936. Madrid: Alianza.2011): 247-396; en posiciones muy distintas se encuentran las aportaciones de Sánchez Recio (Sánchez Recio, G. (2008). Sobre todos Franco. Coalición reaccionaria y grupos políticos. Barcelona: Flor del Viento.2008); Saz (Saz, I. (2003). España contra España. Los nacionalismos franquistas. Madrid: Marcial Pons.2003 y Saz, I. (2013). Las caras del franquismo. Granada: Comares.2013); y Thomàs (Thomàs, J.M. (2000). Lo que fue la Falange. Barcelona: Plaza y Janés.2000).
[23] «Tras la llegada al poder (…) dirigí la organización local de mi ciudad natal. También dirigí la organización de funcionarios de tribunales de Hildesheim. Además, volví a impartir conferencias en cursos de formación, con la clara conciencia de que la llegada de un gran número de elementos ajenos al nacionalsocialismo al partido no podría ya evitarse, lo que hacía más evidente la necesidad de una clarificación de las doctrinas fascista y nazi.» (Verhör…, p. 495).
[24] März (Märrz, M. (2010). Nationale Sozialisten in der NSDAP. Graz: Ares Verlag.2010): 292-339.
[25] «El año 1930 significó un momento decisivo crucial (entscheidenden Einschnitt). Mientras los años 1925-1930 pueden contemplarse como los de la fundamentación ideológica del Partido, durante 1930 se orientó a la toma del poder a través de la organización de un partido parlamentario de masas. A partir de esa decisión, solamente se preparó la estrategia y la táctica del Partido. En lugar de una manifestación de ideales, la organización se deslizó hacia la propaganda de masas.» (Verhör…, p. 487).
[26] Kissenkoeter (Kissenkoeter, U. (1978). Gregor Strasser und die NSDAP. Stturtgart: Deutsche Verlag-Anstalt.1978): 83-122; sobre las características de la Volkswirtschaft y su desarrollo en la universidad alemana antes y después de 1933, Janssen (Janssen, H. (2005). Nationalökonomie und Nationalsozialismus. Die deutsche Volkwirtschaftslehre in den dreissiger Jahren des 20. Jahrhunderts. Marburg: Matropolis.2005).
[27] Acerca de la visión de la toma del poder nazi por los sectores conservadores, véase la investigación de Beck (Beck, H. (2008). The Fateful alliance. German Conservatives and Nazis in 1933. The Machtergreifung in a New Light. Nueva York: Berghan.2008): 114-283.
[28] Earl (Earl, H. (2009). The Nuremberg SS-Einsatzgruppen Trial, 1945-1958. Atrocity, Law, and History. Cambridge: Cambrige UP.2009): 60-61.
[29] La única referencia del arresto se encuentra en la declaración de Ohlendorf ante el tribunal de Núremberg: «en febrero de 1934 fui detenido, como resultado de esta lucha, con un cierto número de estudiantes, a petición del Partido» (Verhör…, p. 497).
[30] Kitterman (Kitterman, D. (2000). Otto Ohlendorf. Gralshütter des Nationalsozialismus. En R. Smelser y E. Syring (eds.). Die SS. Elite unter dem Totenkopf. 30 Lebensläufe (pp. 379-393). Padernborn: Schöningh.2000): 381. En una carta dirigida a David Irving, en marzo de 1974, Käthe Ohlendorf afirmó que, entre los adversarios de su marido y de Jessen, se encontraban miembros del Schwarze Front de Otto Strasser, infiltrados en algunas organizaciones del Estado en el norte del país. (Institut für Zeitgeschichte, Munich, Zeugenschriftum 2356, Bd. 1).
[31] Richter (Richter, I. (2011). SS-Elite vor Gericht. Die Todesurteile gegen Oswald Pohl und Otto Ohlendorf. Marburg: Tectum.2011): 84-85.
[32] Schlussplädoyer für Otto Ohlendorf. Páginas de resumen de la defensa, 250 y ss. (Staats –und Universitätsbibliothek Göttingen. Handschriftenabteilung).
[33] Aronson (Aronson, S. (1971). Reinhard Heydrich und die Frühgeschichte von Gestapo und SD. Stturgart: Deutschen Verlags-Antalt.1971); Browder (Browder, G.C. (1996). Hitler’s Enforcers. The Gestapo and the S Security Service in the Nazi Revolution. Nueva York: Oxford UP.1996). Una definición de la nueva forma de entender la seguridad, por Heydrich o Himmler en Wildt (Wildt, M. (ed.) (2003). Nachrichtendienst, politische Elite und Modernheit. Der Sicherheitsdienst der Reichsführers SS. Hamburg: Hamburger Verlag.2003): 209-239: La mejor aproximación al paso de la represión a la prevención en Herbert (Herbert, H. (1996). Best. Biographische Studien über Radikalismus, Weltanschauung und Vernunft 1903-1989. Bonn: Dietz.1996): 163-203. Véase, también, Gerwarth (Gerwarth, R. (2013). Heydrich. El verdugo de Hitler. Madrid: La Esfera de los Libros.2013): 149-195.
[34] Browder (Browder, G.C. (1996). Hitler’s Enforcers. The Gestapo and the S Security Service in the Nazi Revolution. Nueva York: Oxford UP.1996): 186-195; Hachmeister (Hachmeister, L. (1998). Der Gegnerforscher. Die Karriere des SS-Führers Franz Alfred Six. Munich:Beck.1998): 144-197.
[35] En un documento escrito cuando trabajaba para el efímero gobierno de Dönitz, en mayo de 1945, Ohlendorf detallaba el sentido de estas tareas de conocimiento y control de la opinión pública y de la imposibilidad de realizarlas por la oposición de altos dirigentes del partido. El documento está reproducido en Boberach (Boberach, H. (1965). Meldungen aus dem Reich. Auswahl aus den geheimen Lageberichten des Sicherheitsdienstes der SS 1939-1944. Berlin: Luchterhand.1965): 533-539.
[36] Stockes (Stokes, L.D. (1975). Otto Ohlendorf, the Sicherheitsdienst and Public Opinion in Nazi Germany. En Mosse, G.L.(ed.). Police Forces in History (pp. 231-261).Londres: Sage.1975): 237-238; Browder (Browder, G.C. (1996). Hitler’s Enforcers. The Gestapo and the S Security Service in the Nazi Revolution. Nueva York: Oxford UP.1996): 186-195; Hachmeister (Hachmeister, L. (1998). Der Gegnerforscher. Die Karriere des SS-Führers Franz Alfred Six. Munich:Beck.1998): 144-197.
[37] La economía alemana estaba dividida en siete Reichsgruppen, organizaciones verticales para la coordinación de la producción y los servicios.
[38] Verhör…, pp. 502-503..
[39] Haar y Fahlbusch (Haar, I, y Fahlbusch, M. (eds.) (2005). German Scholars and Ethnic Cleansing, 1919-1945. Nueva York: Berghahn.2005).
[40] Kay (Kay, A. (2006). Exploitation, Resettlemen, Mass Murder. Political and Economic Planning for German Occupation Policy in the Soviet Union, 1940-1941. Nueva York: Berghahn.2006): 120-157.
[41] Tooze (Tooze, A. (2006). The Wages of Destruction. The Making and Breaking of the Nazi Economy. Londres: Penguin.2006): 169-175; Herbert (Herbert, H. (1991a), «Generation der Sachlichkeit». Die völkische Studentenbewegung der frühen zwanziger Jahre in Deutschsland. En F. Bajohr, W. Lohse y U. Lohalm (eds.). Zivilisation und Barberei. Die widersprühlichen Potentiale der Moderne. Detlvev Peukert zum Gedenken (pp. 115-144).Hamburgo: Hans-Christian Verlag.1991).
[42] Discurso del 16 de diciembre de 1940, cit. en Herbst (Herbst, L. (1982). Der totale Krieg und die Ordnung der Wirtschaft. Die Kriegswirtschaft im Spannungsfeld von Politik, Ideologie und Propaganda 1939-1945. Stturgart: DVA.1982): 154-155.
[43] Testimonio de su colaborador Hans Ehlich, Schlussplädoyer…, pp. 45-46.
[44] La oposición a Darré y los enfrentamientos con Himmler, en Verhör…, p. 501.
[45] Richter (Richter, I. (2011). SS-Elite vor Gericht. Die Todesurteile gegen Oswald Pohl und Otto Ohlendorf. Marburg: Tectum.2011): 93-97. Sobre la colaboración de la población local con la represión, Headland (Headland, R. (2014). Messages of Murder. A Study of the Reports of the Einsatzgruppen of the Security Police and the Security Service, 1941-1943. Cranbury: AUP.2014): 107-134. Una selección de comunicados en Arad, Krakowsky y Spector (Arad, Y., Krakowski, S. y Spector, S. (1989). The Einsatzgruppen Reports. Nueva York: Holocaust Library.1989). Acerca de la responsabilidad especial de Ohlendorf en la matanza de gitanos, Holler (Holler, M. (2012). Extending the Genocidal Program. Did Otto Ohlendorf initiate systematic extermination of soviet «gypsies»?. En A. Kay, J. Rutherford y D. Stahel (eds.). Nazi Policy on the Eastern Front, 1941. Total War, Genocide und Radicalitzation (pp. 267-288).Rochester: Rochester UP.2012). Una serie de excelentes reflexiones sobre este sentido «constructor» de la violencia, en Rodrigo (Rodrigo, J. (ed.) (2014). Políticas de la violencia. Europa, siglo XX. Zaragoza: Prensas de la Universidad.2014).
[46] Ingrao (Ingrao, C. (2003). Deutsche Studenten, Erinnerung an den Krieg und nationalsozialistische Militanz. Eine Fallstudie. En M. Wildt (ed.). Nachrichtendienst, politische Elite und Modernheit. Der Sicherheitsdienst der Reichsführers SS (pp. 144-159). Hamburg: Hamburger Verlag.2003); Angrick (Angrick, A. (2003). Otto Ohlendorf und die SD-Tätigkeit der Einsatzgruppe D. En M. Wildt (ed.). Nachrichtendienst, politische Elite und Modernheit. Der Sicherheitsdienst der Reichsführers SS. (pp. 241-266). Hamburgo: Hamburger Verlag.2003).
[47] Tooze (Tooze, A. (2006). The Wages of Destruction. The Making and Breaking of the Nazi Economy. Londres: Penguin.2006): 552-557; Overy (Overy, R. (1994). War and Economy in the Third Reich. Oxford: Clarendon Press.1994).
[48] En uno de los informes se indicaba que, cuando los pequeños empresarios se preguntaban acerca del carácter de la economía tras la guerra, señalaban su temor a una «concentración de fuerzas propia del capitalismo de Estado, que ponía en duda su supervivencia.» (Informe n.º 373, del 5 de abril de 1943, en Boberach (ed.) (Boberach, H. (1984). Meldungen aus dem Reich. Die geheimen Lageberichte des Sicherheitsdienstes der SS 1938-1945. Berlin: Pawlak Verlag.1984): vol. 13, 5.063).
[49] Herbst (Herbst, L. (1982). Der totale Krieg und die Ordnung der Wirtschaft. Die Kriegswirtschaft im Spannungsfeld von Politik, Ideologie und Propaganda 1939-1945. Stturgart: DVA.1982): 270.
[50] Schulte (Schulte, J.E. (2001). Zwangsarbeit und Vernichtung: Das Wirtschaftsimperium der SS. Oswald Pohl und das SS-Wirtschafts Verwaltungshauptamt 1933-1945. Padernborn: Ferdinand Schöningh.2001): 197-221.
[51] Allen (Allen, M.T. (2002). The Business of Genocide. The SS, Slave Labor, and the Concentration Camps. Chapel Hill: North Carolina U.P.2002): 171-177.
[52] Naasner (Naasner, R. (1994). Neue Machtenzentren in der deutschen Kriegwirtschaft 1942-1945. Boppard amb Rhein: Harald Boldt.1994): 163-196.
[53] Boelcke (Boelcke, W.A. (1969). Wollt Ihr den totalen Krieg? Die geheimen Goebbels-Konferenzen 1939-1943. Munich: DTV.1969): 442-443.
[54] Herbert (Herbert, H. (1997), Hitler’s Foreign Workers. Enforced Foreign Labor in Germany under the Third Reich. Cambridge: U.P.1997): 256-273.
[55] John, Möller y Schaarschimdt (John, J, Möller, H y Schaarschmidt, T. (eds.) (2007). Die NS-Gaue. Regionale Mittelinstanzen im zentralistischen «Führerstaat». München: Oldenburg.2007): 22-122.
[56] Zeck (Zeck, M. (2002). Das Schwarze Korps. Geschichte und Gestalt des Organs der Reichsführung SS. Tübingen: Max Niemeyer Verlag.2002): 149-163.
[57] Discurso ante los representantes de la gran industria, 4 de julio de 1944. Cit. en Herbst (Herbst, L. (1982). Der totale Krieg und die Ordnung der Wirtschaft. Die Kriegswirtschaft im Spannungsfeld von Politik, Ideologie und Propaganda 1939-1945. Stturgart: DVA.1982): 284. Esta oposición no implica el valor «modernizador» que puede darse a posiciones dominantes en el Departamento Agrario del NSDAP y en el Ministerio de Agricultura y Nutrición. Las posiciones de Darré y, en especial, las del teórico del abastecimiento de Alemania con recursos agrarios orientales, Herbert Backe, no pueden considerarse excentricidades arcaizantes, sino un completo programa de colonización perfectamente acordado con un proyecto imperial pragmático. Véase Bramwell (Bramwell, A. (1985). Blood and Soil. Walther Darré and Hitler’s Green Party. Abbotsbrook: Kensal House.1985): 91 y ss.; y Bracke (Bracke, H. (1942). Um die Nahrungsfreiheit Europas. Leipzig: Wilhelm Goldmann.1942): 147-208.
[58] La relación del ideario económico nazi con los «revolucionarios conservadores» en Naasner (Naasner, R. (1994). Neue Machtenzentren in der deutschen Kriegwirtschaft 1942-1945. Boppard amb Rhein: Harald Boldt.1994): 225-233.
[59] Kersten (Kersten, F. (1957). The Kersten Memoirs. Nueva York: The Macmillan Company.1957): 208.
[60] Speer (Speer, A. (1981). Der Sklavenstaat. Meine Ausenandersetzungen mit der SS. Suttugart: Deutschen Verlarg-Anstalt.1981): 132-133.
[61] Einige grundsätze Fragen der nationalsozialistischen Wirtschaft (Algunos cuestiones fundamentales de la economía nacionalsocialista). Discurso del 15 de junio de 1944 ante los consejeros económicos regionales (Gauwirtschaftsberatern) en la Cancillería del Partido (Bundesarchiv, Berlin, R 3101/32017).
[62] Wirtschaftspolitische Bilanz. Berlin, 28 de diciembre de 1944 (BA, R 3101/32018).
[63] Speer (Speer, A. (1981). Der Sklavenstaat. Meine Ausenandersetzungen mit der SS. Suttugart: Deutschen Verlarg-Anstalt.1981): 125-126.
[64] Herbst (Herbst, L. (1982). Der totale Krieg und die Ordnung der Wirtschaft. Die Kriegswirtschaft im Spannungsfeld von Politik, Ideologie und Propaganda 1939-1945. Stturgart: DVA.1982): 284.
[65] En 1947 se tradujo, para editarse por la editorial Revista de Occidente, La crisis social de nuestro tiempo, de W. Röpke, cuya edición suiza había sido reseñada por L. Díez del Corral en la Revista de Estudios Políticos, en noviembre de 1944.
[66] Sowade (Sowade, H. (1998). Otto Ohlendorf. Nonkonformist, SS-Führer und Wirtschaftsfunktionär. En R. Smelser y R. Zitelmann (eds.). Die braune Elite. 22 biographische Skizzen (pp. 186-198).Darmstadt: WBG.1998): 197.
[67] Steinert (Steinert, M. (1969), 23 days. The final collapse of Nazi Germany. Nueva York: Walker.1969): 118-128.
[68] Trial War Criminals Before Military Tribunals under Control Council nº 10. Nuremberg, 1946-1947.TWC: 384-390.

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