Quienes nos dedicamos a investigar la realidad social y, en particular, los eventos o procesos políticos, tenemos creencias preconcebidas sobre muchos de los temas que estudiamos y que nos condicionan, consciente o inconscientemente, a la hora de diseñar una investigación científica. Estas creencias no solo proceden de una socialización política temprana, sino que algunas de ellas las interiorizamos durante nuestro proceso formativo y tienen su origen en las teorías clásicas de nuestras disciplinas. Cuestionar estas creencias a través del método científico no es tarea fácil, y hacerlo no solo requiere de capacidad intelectual, sino también de coraje en el buen sentido del término.
Una buena investigación, como decía Barbara Geddes, a menudo es impulsada por una sensación de indignación ante algún argumento de la literatura que ha sido aceptado como verdadero por la comunidad científica, pero que consideramos errado o no del todo correcto[1]. Hay numerosos ejemplos de productos investigativos impulsados por la indignación contra los argumentos hegemónicos que, con el paso del tiempo, se han convertidos en auténticos clásicos. En ciencia política, trabajos como los de Robert A. Dalh, Theda Skocpol o Robert D. Putnam, entre otros, tuvieron un gran impacto porque discutieron perspectivas teóricas ampliamente aceptadas en su momento[2]. En el libro que aquí se reseña, Élites, radicalismo y democracia (2021), de Asbel Bohigues, se advierte ese sentimiento de indignación que acompaña a las buenas investigaciones científicas porque pone en cuestión algunas de las creencias preconcebidas que tenemos sobre la democracia desde la originalidad teórica y la rigurosidad metodológica.
El libro se divide en ocho capítulos, precedidos de una presentación en la que se resume el diseño de investigación y se subrayan los principales hallazgos. En el primer capítulo introductorio se desarrolla el planteamiento del problema de investigación, se justifica la selección de casos y se enuncian los objetivos generales, la metodología, las principales contribuciones y la estructura del trabajo. A diferencia de la mayoría de la literatura sobre la democracia, que se enfoca en las quiebras, las transiciones o la consolidación, este estudio se centra en las variedades de democracia[3] y en la democracia plena, este última entendida como el régimen político que presenta alto grado de democracia en cada una de las variedades. El objetivo de la investigación es examinar el papel de las élites políticas; en concreto, de su apoyo a la democracia y su radicalismo ideológico en el desarrollo del régimen democrático. Para ello, se estudian dieciocho países latinoamericanos en un periodo de veinte años (1995-2015). Se barajan tres hipótesis: a) el apoyo a la democracia y el radicalismo de la élite tienen efectos opuestos sobre las distintas variedades de democracia; b) en interacción con otras variables, el radicalismo es una condición suficiente y el apoyo a la democracia de la élite no es una condición necesaria para que haya democracia plena, y c) los efectos positivos del radicalismo y del apoyo a la democracia de la élite dependen de su trayectoria democrática.
El segundo capítulo contiene el marco teórico de la investigación. En la parte inicial se hace una revisión de la literatura completa y, a la vez precisa, sobre democracia, calidad de la democracia y variedades de democracia. Más adelante se formulan y discuten con claridad los distintos enfoques explicativos sobre la democracia, centrados en diferentes factores como las condiciones económicas, la cultura política, el pasado democrático, las instituciones y el contexto geopolítico. En la parte final del capítulo se pone énfasis en el enfoque marco de la investigación, el de élites, y se subraya el fundamento teórico de las dos variables principales que se van a tener cuenta a la hora de explicar el desarrollo de las democracias: las actitudes de las élites hacia el régimen democrático y su radicalismo.
El tercer capítulo hace una presentación muy sistemática del diseño de investigación y la metodología. Se utiliza una estrategia metodológica mixta que consta de tres etapas: en la primera, se lleva a cabo un análisis cuantitativo de HJ-Biplot; en la segunda, se realiza un fuzzy sets qualitative comparative analysis (fsQCA); por último, se recurre a un process tracing comparado. Asimismo, en el proceso de operacionalización de las variables se construyen dos índices propios: coyuntura crítica y democracia plena. Las variables dependientes, variedades de democracia, se obtienen de la base de datos V-Dem, y las variables independientes principales, apoyo a la democracia y radicalismo de las élites, de la base del Proyecto de Élites Parlamentarias Latinoamericanas de la Universidad de Salamanca (PELA-USAL). También se tienen en cuenta otras variables: desigualdad, institucionalización del sistema de partidos, edad del régimen democrático, apoyo de los ciudadanos a la democracia, coyunturas críticas y desarrollo económico. Las unidades de análisis no son los países, sino las 95 legislaturas (países-años) incluidas en la base de datos PELA-USAL en el periodo de tiempo analizado.
En el cuarto capítulo se describe el contexto económico y político de los países latinoamericanos, se presentan las propuestas de los índices de coyuntura crítica y democracia plena, y se muestra la evolución de las dos variables independientes principales (apoyo a la democracia y radicalismo de la élite) y de las variables dependientes (variedades de democracia) en estos países entre 1995 y 2015. El uso de tablas, gráficos y figuras permite al lector visualizar fácilmente los datos expuestos.
Los siguientes tres capítulos recogen los resultados del análisis y la discusión. En el quinto capítulo se aborda la relación de las variables independientes, mencionadas más arriba, con cada una de las variedades de democracia. Para hacer esto, se utiliza el HJ-Biplot, una técnica que permite representar las estructuras de covariación entre las variables en planos factoriales. De este modo, se obtienen hallazgos que cuestionan algunos de los consensos teóricos que existen en la literatura sobre democracia: por un lado, que el radicalismo tiene una relación positiva, aunque débil, con el componente igualitario de la democracia, pero negativa con los componentes liberal, electoral y deliberativo; por otro lado, que el apoyo a la democracia, expresado por la élite en la importancia de los partidos y las elecciones, está relacionado positivamente con los componentes electoral, deliberativo e igualitario de la democracia, pero no es relevante para el liberal ni el participativo. En cuanto a la relación con las demás variables, la desigualdad es un factor negativo para el desarrollo de los componentes participativo e igualitario; en cambio, es positivo para el liberal y el deliberativo. Los resultados que arroja este método sobre la relación de las variedades de democracia con la volatilidad electoral, la edad y el apoyo de la población a la democracia son menos contraintuitivos y, en términos generales, están en consonancia con la literatura.
El sexto capítulo contiene hallazgos aún más novedosos y constituye la parte más interesante de todo el libro, tanto por su minucioso manejo de la técnica de análisis como por su claridad a la hora de exponer los resultados y de discutirlos a la luz de la literatura teórica. Se recurre a la técnica del fsQCA porque esta permite al autor identificar cuáles son las condiciones para alcanzar una democracia plena y una democracia no plena. El análisis de necesidad revela que en todos los casos examinados las condiciones necesarias para una democracia plena son el desarrollo económico y la ausencia de coyunturas críticas.
El resultado del análisis de suficiencia muestra cuatro vías a una democracia plena: clásica, de amplio apoyo, de la desigualdad y radical democrática. La vía clásica cumple con las expectativas de la literatura sobre democracia: apoyo de la población a la democracia, ausencia de volatilidad electoral, pasado democrático y ausencia de radicalismo. Casos representativos de esta vía son Chile, Costa Rica y Uruguay a comienzos de la década del 2000. La de amplio apoyo comparte con la anterior las condiciones de apoyo popular a la democracia y falta de volatilidad, pero las combina con el apoyo de la élite a la democracia y ausencia de desigualdad y de radicalismo. Argentina a mediados de los noventa y Uruguay antes de la llegada del Frente Amplio al poder en 2005 son algunos ejemplos de esta configuración. No obstante, las dos últimas vías son las más interesantes porque contradicen algunos de los planteamientos de la literatura y refuerzan las hipótesis del autor. La de la desigualdad requiere de apoyo popular y de la élite a la democracia, pasado democrático, ausencia de radicalismo y desigualdad; esta última condición, considerada habitualmente como un obstáculo a la democracia, en interacción con las demás condiciones, puede favorecer la democracia plena. Panamá entre 2009 y 2014 es el mejor ejemplo. Finalmente, la vía radical democrática cuenta con cinco condiciones: pasado democrático, apoyo de la élite a la democracia, ausencia de desigualdad y de volatilidad electoral y presencia de radicalismo. Los casos de Uruguay desde 2015 y El Salvador entre 2012 y 2018 muestran que el radicalismo ideológico de las élites, en combinación con las otras condiciones mencionadas, puede ejercer un efecto positivo en la democracia plena, siempre y cuando las élites radicales apoyen la democracia.
En cuanto al análisis de las condiciones hacia una democracia no plena, se identifican varias vías, pero el libro se centra en cuatro: crítica, del pasado democrático inocuo, del desarrollo no democrático y radical no democrática. La vía crítica presenta bajo desarrollo, ausencia de pasado democrático, desigualdad, falta de volatilidad electoral y de radicalismo, y coyuntura crítica (de ahí su nombre). Los casos más representativos de esta vía son Paraguay y Honduras a mediados de la década de 1990. La del pasado democrático inocuo comparte con la anterior las condiciones de bajo desarrollo, desigualdad y ausencia de volatilidad y de una élite radical, pero, en cambio, cuenta con apoyo popular a la democracia y con pasado democrático. El caso más representativo es el de Honduras en la década del 2000. La vía del desarrollo no democrático remarca que tener mayor desarrollo económico no está reñido con la falta de plenitud democrática cuando se acompaña de otras condiciones como un sistema de partidos volátil, unas élites políticas radicales y la falta de apoyo de la élite y de la población a la democracia. Un ejemplo de esta vía es Bolivia durante la primera mitad de la década de 2010. La última vía hacia una democracia no plena es la radical no democrática, en la que la presencia de una élite radical se combina con un sistema de partidos estable (falta de volatilidad), desarrollo bajo, presencia de desigualdad y de pasado democrático, y ausencia de apoyo a la democracia y de coyuntura crítica. El Salvador a comienzos de la década del 2000 es el caso paradigmático.
En el séptimo capítulo se profundiza en la vía radical democrática con el estudio comparado de dos casos: El Salvador y Uruguay. Mediante el process tracing se busca evaluar las relaciones causales identificadas en el capítulo anterior y ahondar en por qué estos países cuentan con democracias dispares en términos de plenitud a pesar de compartir la misma configuración. Se observan tres diferencias relacionadas con sus trayectorias democráticas. En primer lugar, el radicalismo en El Salvador es heterogéneo, lo que quiere decir que los dos partidos que dominaban la arena electoral hasta 2018, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) de derecha, y Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de izquierda, eran igualmente radicales; en cambio, en Uruguay el radicalismo es homogéneo, esto es, principalmente de izquierda y está representado por el Movimiento de Participación Popular (MPP). La segunda diferencia es que en El Salvador las élites radicales compiten electoralmente entre sí en partidos ideológicamente opuestos, mientras que en Uruguay el radicalismo de izquierda, fundado por exguerrilleros tupamaros, son una facción de la coalición Frente Amplio, que compite electoralmente con otras facciones menos radicales en el sistema de doble voto simultáneo. La tercera diferencia es que en Uruguay, desde el inicio de la transición a la democracia, la izquierda radical aceptó las reglas de juego democráticas porque, como organización guerrillera, fue derrotada durante la dictadura militar; por el contrario, en El Salvador los radicalismos de izquierda y de derecha han sido más reticentes a la hora de aceptar las reglas de juego porque sus antecedentes inmediatos, la guerrilla y las fuerzas de apoyo al régimen militar, nunca fueron derrotados militarmente, sino que llegaron a un acuerdo de paz para poner fin a la guerra civil en una situación de equilibrio de fuerzas. Esta última diferencia es fundamental para entender por qué, si ambos países cuentan con élites radicales, Uruguay disfruta de una democracia plena y El Salvador todavía no, en palabras del autor. En Uruguay el radicalismo apoyó desde un principio las reglas de juego de la democracia, mientras que en El Salvador la aceptación de estas reglas fue más gradual.
Este capítulo comparado, si bien es muy pertinente y necesario para examinar más de cerca algunos de los casos identificados en el fsQCA, adolece de la profundidad analítica de los dos capítulos anteriores. El process tracing es una técnica de análisis que se centra en las observaciones del proceso causal mediante el conocimiento detallado y minucioso de los casos; recaba evidencias, entendidas como parte de una secuencia temporal de eventos o fenómenos[4]. Cabría esperar que, por la metodología utilizada, este capítulo contara con una descripción más completa de los casos y de las variables.
La obra se cierra con el octavo capítulo de conclusiones en las que se sintetiza muy bien las respuestas que el análisis de los datos da a las preguntas planteadas al inicio de la investigación, confirmándose las tres hipótesis planteadas por el autor, mencionadas más arriba. También se subraya la contribución teórica y metodológica y se mencionan los retos a futuro.
Estamos ante un libro que no solo destaca por su calidad académica, sino también su valentía a la hora de impugnar algunos lugares comunes que solemos frecuentar los politólogos cuando tratamos el tema de la democracia. Bohigues concluye, entre otras cosas, que tener una élite ideológicamente radical no tiene por qué ser algo negativo para la democracia, sino que, en determinadas circunstancias, puede ser una vía hacia la democracia plena. También que el apoyo de la élite a la democracia no siempre es una condición necesaria para que esta funcione. Incluso, que la desigualdad, en algunas ocasiones, no es un obstáculo a la democracia, y que puede ser positiva para algunas de sus dimensiones como la liberal y la deliberativa. Sin embargo, lo que más sorprendería a cualquiera que haya leído la recensión hasta aquí y no conozca el texto, aparece en la primera frase de los agradecimientos: la investigación está basada en una tesis doctoral. No es muy común, y es digno de alabar, que en tu primera gran investigación, la que te abre las puertas a la carrera académica, logres este tipo de hallazgos tan sugerentes y contraintuitivos. Por todo lo anterior, Élites, radicalismo y democracia (2021) es un trabajo imprescindible en el estudio de la democracia que, con el tiempo, probablemente se convierta en una referencia obligada sobre el tema.
[1] |
Barbara Geddes, Paradigms and sand castles: Theory building and research design in comparative politics, Ann Arbor, University of Michigan, 2003, pp. 29-30. |
[2] |
Véase: Robert A. Dahl, Who governs? Democracy and power in an American city, New Haven-Londres, Yale University Press, 2005 [1961]; Theda Skocpol, States and social revolutions: A comparative analysis of France, Russia and China, Nueva York, Cambridge University Press, 1979; Robert D. Putnam, Robert Leonardi and Raffaella Nanetti, Making democracy work: Civic traditions in modern Italy, Princeton, Princeton University Press, 1993. |
[3] |
Este concepto viene del proyecto Varieties of Democracy (V-Dem), que distingue cinco variedades de democracia: liberal, electoral, deliberativa, participativa e igualitaria. Véase https://www.v-dem.net/. |
[4] |
David Collier, Understanding process tracing, Political Science and Politics, 2011, vol. 44, núm. 4, pp. 823-830. |