RESUMEN
El inicio del proceso de institucionalización de la construcción europea coincide con la consolidación del régimen franquista, a partir de 1948. En este contexto se va a desarrollar una lucha por el reconocimiento del federalismo europeo y por la representación española en su seno. Una lucha que enfrenta a los exiliados con las gentes del interior que apoyan al franquismo o conviven con él. Una contienda entre las familias políticas más destacadas del régimen: católicos y falangistas. Y versos sueltos, como José Miguel de Azaola, capaces de establecer una red de relaciones tanto en el interior como con el exterior. La Agrupación Española pro Federación Europea (AEFE), como precedente de la Asociación Española de Cooperación Europea, fue un buen ejemplo de esa batalla y de las posibilidades y los límites de la sociedad civil en un Estado autoritario.
Palabras clave: Federalismo; europeísmo; franquismo; católicos; Guerra Fría.
ABSTRACT
The beginning of the institutionalization of the European construction process coincides with the consolidation of the Franco regime, from 1948 onwards. In this context, a struggle took place for the recognition of European federalism and for the Spanish representation within it. This fight confronts exiles with country people who support Franco or coexist with him. It is a struggle among the most outstanding political families of the regime: Catholics and Falangists, and also free figures, such as José Miguel de Azaola, capable of establishing a network of relations both inside and abroad. The Spanish Association in favour of the European Federation (AEFE), a precedent of the Spanish Association of European Cooperation, was a good example of that conflict and of the possibilities and limits of civil society in an authoritarian state.
Keywords: Federalism; europeanism; francoism; catholics; Cold War.
El nacimiento del Movimiento Europeo, como organización transnacional, y el inicio de la institucionalización del proceso de unificación europea, a partir de 1948, coincide con la consolidación de la Guerra Fría, tras el golpe de Praga de febrero y la puesta en marcha del Plan Marshall en abril. Al mismo tiempo, el régimen de Franco, excluido de la Conferencia de París para discutir la aplicación del mencionado plan de ayuda norteamericano, veía abrirse el paulatino final de su aislamiento internacional. Sin duda, en este cambio de actitud occidental, amén del ferviente anticomunismo del Gobierno de Madrid, influyó la falta de alternativas viables al franquismo.
Los republicanos dejaron de ser un actor a tener en cuenta para las cancillerías occidentales tras el fracaso del Gobierno Giral, apodado como «el Gobierno de la esperanza», que en sus mejores días apenas había sido reconocido por México, Guatemala, Panamá, Venezuela, Polonia, Yugoeslavia y Rumanía (Chaves Palacios, 2022: 343-364 y 443). Los monárquicos, por su parte, dejaron de ser alternativa verosímil tras la entrevista en el yate Azor entre D. Juan y Franco (Grandío Seoane, 2018). No obstante, en el seno del Movimiento Europeo la representación española era ejercida exclusivamente por los exiliados. El PNV, fundador de los Nuevos Equipos Internacionales democristianos en junio de 1947 (Arrieta, 2021: 132), era miembro de la Unión Europea de Federalistas (UEF) desde noviembre de 1948 (Ugalde, 2001a: 90). En febrero de 1949, el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME), con sede en París, se convierte en sección oficial del Movimiento Europeo.
La inclusión de España en Europa, como elemento nuclear de su civilización, va a jugar un papel destacado en el aggiornamento y búsqueda de legitimación que el franquismo emprende a partir de 1945, como régimen profundamente católico y anticomunista. Una inclusión que se asentaría en las raíces cristianas de Europa y en el protagonismo histórico español en ese ámbito. Las organizaciones católicas internacionales contribuyeron al lavado de imagen del régimen franquista. El Gobierno aprovechará el papel dirigente jugado por españoles en aquellas como útil instrumento de diplomacia pública (Sánchez Recio, 2005).
Al mismo tiempo, y coincidiendo con el viento continental favorable a la unidad europea, las familias políticas más importantes del franquismo, los católicos y los falangistas, procuran diseñar su idea de Europa, empleando los recursos organizativos y las plataformas de que disponen. No pocas veces, disputándose su control. Los falangistas consolidando su dominio del Instituto de Estudios Políticos con la partida a Lima de su director, el propagandista Castiella. Los católicos reteniendo el Instituto de Cultura Hispánica tras la marcha al Vaticano de su primer director, Ruiz Jiménez (Cañellas Mas, 2014: 82).
Los recursos empleados por los católicos serán, básicamente, la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), con su red de contactos en Pax Romana y otros foros internacionales y con su revista Criterio (1947-1950)[2], bajo la égida de Fernando Martín-Sánchez Juliá. El CSIC, con su revista Arbor, liderada por Rafael Calvo Serer, y con su facilidad para celebrar conferencias y congresos. Las Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián, desde 1947 (López Chaves, 2016), con su convocatoria de señeras personalidades de la intelligentsia católica europea y con su revista Documentos, dirigida por el propagandista Carlos Santamaría. El Ateneo de Madrid, que con la reforma de 1946 y la recuperación de su nombre original, había pasado de las manos falangistas a las católicas al ser presidido por el director general de Propaganda[3] y que comenzó a dedicar a Europa ciclos de conferencias (Sánchez García, 2005: 872-874). Por último, el Instituto de Cultura Hispánica, dirigido por el propagandista Alfredo Sánchez Bella, y sus ramas provinciales de Barcelona y Salamanca[4].
Los falangistas, por su parte, van a emplear el Instituto de Estudios Políticos, bajo la dirección de Francisco Javier Conde, y su Revista de Estudios Políticos, organizando el Seminario Permanente sobre Europa y publicando artículos en los que se iría construyendo un discurso europeísta adaptado a las necesidades del régimen. Un relato que abogaba por la integración económica y la preservación del sistema político, centrando el foco en la defensa de Occidente y en el sustrato cristiano de la unidad europea (Sesma Landrín, 2005: 168-169). También se implican sectores del SEU y del Frente de Juventudes que, de la mano de Manuel Ortuño, lanzan la revista Equipos Europeos (1951-1953), en la que plasman su idea de Europa preñada de un confuso federalismo.
En este intento de definición de una Europa católica y cristiana van a jugar un papel significativo versos sueltos, que no francotiradores, como José Miguel de Azaola, verdadera alma mater de la Agrupación Española pro Federación Europea (AEFE). La literatura científica que se ha dedicado a estudiar la contribución española al proceso de unificación europea y al desarrollo del pensamiento europeísta en la primera década posterior a la Segunda Guerra Mundial se ha centrado en las aportaciones realizadas por los nacionalismos vasco (Ugalde Zubiri, 2001a, 2001b; Arrieta, 2007, 2021) y catalán (De Pedro y Solé, 1999; Santacana i Torres, 2011); en las realizadas por los exiliados (Glondys, 2017, 2021; Villares, 2021), y en las realizadas por el propio régimen o sus familias (Moreno Juste, 1992, 1993, 2005; Weber, 1994; Ruíz Carnicer, 1998; Sesma Landrín, 2005; Cañellas Mas, 2016). No obstante, salvo contadas excepciones (Moreno Juste, 2005: 201-203), apenas se ha reparado en las redes de relaciones establecidas por personalidades católicas españolas con actores europeos, con la hostilidad del exilio y la desconfianza de las autoridades franquistas. Casi siempre se ha señalado la fundación de la Asociación Española de Cooperación Europea, en 1954, como punta de partida del europeísmo con vinculaciones con el Movimiento Europeo y el federalismo, ignorando a la AEFE.
José Miguel de Azaola (1917-2007) había nacido en el seno de una familia típica de la burguesía liberal bilbaína. Era políglota. Licenciado en Derecho por Salamanca, cursó estudios de doctorado en Madrid y Friburgo, a donde se marcha al inicio de la guerra civil. Aconsejado por su familia, retorna tras la caída de Bilbao para enrolarse en las filas del ejército franquista. En la larga posguerra, Azaola, con residencia en San Sebastián desde 1942, tendrá que compatibilizar diversos trabajos para sacar adelante a su creciente prole, que alcanzará los catorce vástagos. Amén de los precarios ingresos que logra como traductor, escritor, conferenciante y articulista, parece que su principal fuente de recursos económicos radica en su condición de gerente de la empresa Alvamar, una armadora pasaitarra que a partir de 1950 se especializa en la pesca del bacalao, en aguas de Terranova. A finales de 1952 se desplaza a Madrid, en donde comenzará su etapa de empleado público como asesor del Departamento de Publicaciones del CSIC y como secretario del Instituto Nacional del Libro, en sustitución de Antonio Fontán, gracias a los buenos oficios de Calvo Serer y Pérez Embid[5]. Diez años más tarde, se trasladará a París como funcionario de la UNESCO, siendo entre 1963 y 1977 jefe del Centro Internacional sobre Derechos de Autor.
A mediados de 1950, José Miguel de Azaola se autodefinirá ideológicamente en los siguientes términos[6]:
Soy federalista integral: o sea, no solo partidario del federalismo en la escala internacional sino también en la escala intranacional [...]. No soy demócrata en el sentido en que hoy se emplea esta palabra entre nosotros: desconfío profundamente del sufragio universal, aunque podría aceptarlo como mal menor en ciertos casos; creo que las asambleas de origen popular no están capacitadas para gobernar, sino para controlar al gobierno y defender la libertad [...] la confianza en la capacidad política de estas asambleas es uno de los grandes lastres que arrastra nuestro Occidente, y hay que superar esta concepción sin perder las grandes conquistas de la era liberal: los derechos ciudadanos y su eficaz protección judicial. Para obtener esto, estimo que es preciso descentralizar no solo el Estado, sino la sociedad entera, independizando a las universidades y a la economía de las ataduras políticas [...] cercenando por abajo los poderes políticos del Estado nacional mediante la formación de entidades locales dotadas de amplia autonomía; y cercenándolos por arriba, mediante la fundación de la federación europea y la mejora paulatina de la ONU. Deseo la desvinculación máxima de la Iglesia respecto de la política y creo en la fecundidad incomparable de una separación amigable de la Iglesia y el Estado. Los cristianos no debemos formar partidos cerrados que intervengan en la política como tales partidos cristianos, sino que debemos integrarnos en los movimientos políticos que creamos merecen nuestra adhesión [...]. Estimo que hemos de unirnos al movimiento proletario [...] y tratar de espiritualizarlo. La clase obrera está pasando a ser clase dirigente en todas partes, y de poco ha de servir el taponamiento con que el franquismo contiene en España este proceso […]. No soy un cristiano progresista, porque en el seno del comunismo no hay libertad [...] pero la tradición sindicalista española, la de la CNT, ha sido siempre predominante libertaria y está escarmentada del comunismo [...]. Ahí está el futuro del federalismo español, si es que está en alguna parte.
El federalismo integral se había desarrollado como una de las dos corrientes que dominaron el federalismo imperante en las resistencias europeas durante la Segunda Guerra Mundial y que confluyeron en la UEF. La otra sería el federalismo constitucional de Altiero Spinelli. La cuna del primero estaría en el grupo francés de La Fédération, con Alexandre Marc como ideólogo. Marc utiliza la expresión integral como sinónimo de global y más que una ideología teleológica es una forma de organizar una sociedad dada. Pretende conjugar la coexistencia del orden y la libertad, a través de la autonomía y la autogestión, empezando por la persona —que no el individuo—, siguiendo por la comuna hasta alcanzar el mundo, siempre regidos por el principio de subsidiariedad (Vayssière, 2006: 34-37). No es preciso defender la democracia liberal para ser un federalista integral; basta con defender los derechos de la persona y su protección a través de los tribunales, sin que el Estado pueda vulnerarlos[7]. Azaola se mantendrá federalista hasta el final de sus días e incluso un reputado constitucionalista como Juan José Solozabal (2017: 25) dirá que es el auténtico padre del título VIII de la Constitución de 1978 y no Ortega, como sostuvo García de Enterría.
La desconfianza de Azaola hacia los Parlamentos liberales deriva de la experiencia republicana. Acusará a esos Parlamentos y a los dirigentes de la izquierda no solo de no haber protegido la ley y la democracia, sino de haber empujado a las clases medias, que habían apoyado la llegada de la República, a los brazos de los sublevados franquistas[8]. Su defensa de la separación «amigable» de la Iglesia y el Estado se contrapone a Herrera Oria (1948), quien apostaba porque la Iglesia no perdía independencia al solicitar la protección del Estado, obligado a dársela, ni este se veía enfeudado por acudir a la Iglesia para labrar las almas de sus ciudadanos. La posición de Azaola está fuertemente influida por los intelectuales católicos franceses, partidarios de este modelo bajo el magisterio de Maritain, pero también de asiduos visitantes de las Conversaciones Católicas Internacionales, como Jacques Leclerq o Émile Berrar (Llorca, 1954: 387), con los que mantenía correspondencia en aquellos años. También está influida por su federalismo porque, como le dirá a Max Richard, director de la revista La Fédération y uno de los fundadores de ese movimiento, una sociedad federal conlleva la independencia de la Iglesia y de la universidad con relación al Estado[9].
Su posición en relación con los católicos y la política también puede relacionarse con la influencia del catolicismo francés. Jordi Pujol, estudiante entonces de Derecho con veintiún años, le confesará que está muy interesado en los debates de las dos almas francesas con relación al compromiso político. La heredada de Le Sillon de Marc Sagnier, que identifica cristianismo con democracia, y la heredada de la Action Française, de Charles Maurras. Pujol se decanta por la primera y Azaola también la prefiere porque Maurras y su exacerbado nacionalismo conducen al fascismo, pero señalando que ambas carecen de espíritu cristiano[10]. Su renuncia a constituir un partido católico está en sintonía con la posición oficial vaticana, desde Pío XI, de posibilismo político de los católicos, lo que no es obstáculo para su implicación profunda en los movimientos especializados de Acción Católica, especialmente los relacionados con el mundo obrero (Montero y Louzao, 2016). Su rechazo de los cristianos progresistas franceses está en línea con el decreto del Santo Oficio del 1 de julio de 1949, que prohíbe toda colaboración con organizaciones comunistas, ya sean políticas o sindicales (Pelletier, 2012). Su querencia por los anarquistas de la CNT está alineada con el pensamiento de Herrera Oria y la ACNP en 1935/36 (Montero y Louzao, 2015).
La vocación europeísta de Azaola será temprana. Fueron las lecturas de Coudenhove-Kalergi las que le llevaron a ella[11]. El federalismo y el catolicismo social, aprendidos durante su estancia predoctoral en Friburgo con Gonzague de Reynold[12], serán los dos pilares axiales de su europeísmo posterior a 1945. Un europeísmo que va a poner al servicio de dos ideas básicas. Promover una federación europea de fuerte raigambre cristiana y romper con el monopolio de representación de los exiliados en las estructuras no gubernamentales que surgen a partir de 1948.
La impronta cristiana que Azaola cree que debe tener la futura federación europea se vería fortalecida con la presencia en ella de españoles del interior, tal y como lo argumentó en las Conversaciones Católicas Internacionales de 1950, dedicadas a las bases cristianas de la unidad europea. Lo hizo a través de una moción que logró ver aprobada, con el apoyo de Alexandre Marc y de Monseñor Pietro Pavan[13]:
Las Conversaciones Católicas Internacionales, considerando la urgente necesidad de proporcionar una inspiración auténticamente cristiana a los esfuerzos que actualmente se realizan para lograr la unidad de Europa; y teniendo presente que, para conseguir ese fin, la participación en las organizaciones federalistas europeas de los católicos españoles que sienten la idea federalista y creen en ella como fórmula adecuada para realizar la unidad sin detrimento de la diversidad, posee una importancia que puede llegar a ser primordial hasta el punto de que su ausencia de dichas entidades quizás ocasione un día graves males en la orientación social, política y económica de nuestro continente; formulan el deseo de que esos católicos españoles sean incorporados en breve a las organizaciones federalistas europeas para fortificar la posición católica en el seno de las mismas y aportar a ellas la contribución de la experiencia y del pensamiento de la sociedad española.
Azaola, aunque no milita en la ACNP ni en el Opus Dei o Falange, no es un francotirador. Siempre busca crear organizaciones, ciertamente con un débil grado de institucionalización las más de las veces[14]. Él mismo se define como un isolé[15], pero va a saber aprovechar todas las redes de relaciones sociales que se le presentan a un intelectual católico, bilbaíno de cuna y con residencia en San Sebastián. Sabe que para abrirse camino en los ambientes europeístas internacionales y romper el monopolio de la representación que tienen los exiliados necesita dos cosas: hacerse un perfil de intelectual con ideas propias sobre la unidad del viejo continente y entrar en contacto directo con los dirigentes de las organizaciones transnacionales que lideran el Movimiento Europeo.
Era preciso darse a conocer en Madrid para poder emplear las plataformas allí disponibles: revista Arbor, Ateneo e Instituto de Cultura Hispánica. La editora María Jiménez Salas, una de las primeras mujeres del Opus Dei e íntima amiga de su mujer, fue su acceso a la revista Arbor, de la que era redactora[16]. Sin embargo, verá rechazada la publicación de su trabajo «Reflexiones sobre la unidad europea», entregado a finales de 1947[17]. Estas reflexiones verán la luz en la revista de las Conversaciones Católicas Internacionales, Documentos.
Acorde con la definición de Coudenhove-Kalergi sobre el hombre europeo como sujeto con derecho a su dignidad y a la libertad, el bilbaíno sostiene que la batalla por Europa ha de librarse para salvar a ese hombre. Sostiene que la labor que antaño hicieran benedictinos y bernardos, creando los pilares de la civilización europea, debe ser asumida ahora por la Acción Católica y sus grupos especializados para recristianizar Europa y sus pueblos (Juliá, 2004: 283). Los llamados a liderar esa Europa, basada en una sociedad personalista, no serán los intelectuales o la burguesía. Deberán serlo los integrantes de la clase trabajadora, eso sí, inspirados por la caridad cristiana (Azaola, 1949: 125-126). Un texto deudor de Mounier y L’Esprit, del que era asiduo lector, cuyos orígenes se remontan a tres conferencias dadas en el grupo Alea[18] entre diciembre de 1942 y enero de 1943, y recogidas en su libro La depreciación del hombre, publicado en 1949 por la madrileña Editorial Fax, de los jesuitas. En esa obra, siguiendo a Mounier, Azaola defiende una revolución moral y económica capitaneada por una elite obrera, de la que surja una síntesis dialéctica al binomio capitalismo/socialismo, que arribe a una sociedad sin clases (Chacón Delgado, 2015: 673-674).
Su amigo, el conde de Peñaflorida, Joaquín Mendizábal y Gortazar, miembro del Círculo Cultural Guipuzcoano y vocal de la Junta Patrocinadora de las Conversaciones Católicas Internacionales, será quien interceda ante Pedro Rocamora, a la sazón presidente del Ateneo madrileño, para que Azaola ocupe por primera vez la tribuna de ese foro, dentro del ciclo Europa 1948. Impartirá la última conferencia, titulada «Interpretación esteticista de la historia europea», el 14 de mayo, siendo presentado por Pedro Mourlane Michelena. En esa disertación dejó establecidas las relaciones entre los estilos artísticos occidentales y los movimientos que alternativamente han promovido la unión y la disgregación del continente europeo[19]. Con este trabajo, el aparecido en Documentos y un tercero sobre las bases culturales de Europa dará a la imprenta su libro En busca de Europa, que tras ser rechazado por Fax, se publica en el sello bilbaíno Barquín, en 1949. Azaola propugna una Europa respetuosa de la diversidad e independencia de sus Estados miembros, pero esencialmente cristiana o social-cristiana, y en donde los nuevos intelectuales, salidos de las clases trabajadoras, no traicionen su misión, con claros ecos de Julien Benda (Vázquez-Zamora, 1949: 16).
La colaboración con el Instituto de Cultura Hispánica la hará de la mano de Alfredo Sánchez Bella, su director. Le conocerá a través del sacerdote y poeta Pablo Bilbao, del grupo Alea, en los primeros meses de 1943. Sánchez Bella, a la sazón secretario de Pax Romana y director del Colegio Mayor Cisneros (heredero de la histórica Residencia de Estudiantes de la Junta para la Ampliación de Estudios), le invita a escribir para la revista del Colegio (émulo que quería ser de la de la Residencia)[20]. El Instituto de Cultura Hispánica convoca para octubre de 1950 un Congreso de Cooperación Intelectual en el marco de su intensa diplomacia cultural hispanoamericana, que sería clausurado por Franco, el 12 de octubre (Delgado, 1988: 174-176). El evento dedicó una de sus tres comisiones a la idea de Europa[21]. Azaola, que había sido invitado personalmente por Sánchez Bella[22], presenta una comunicación.
El poco más de un año transcurrido desde el artículo en Documentos muestra una maduración notable en el europeísmo de Azaola. Sostendrá ahora que Europa viene determinada por unos contenidos culturales comunes, un espacio geopolítico concreto y cuatro leyes estructurales. A saber, unidad en la diversidad formulada por el filósofo alemán Wilhlem S. Haas (1924); dialéctica de las crisis recurrentes que permiten que Europa se renueve con regularidad formulada por Uscatescu (1949); sentido del tiempo y de la continuidad histórica formulada por Spengler (1924), y desplazamiento de los centros motores, pasando el testigo del liderazgo europeo unas naciones a otras, obra del propio Azaola (1954: 564-565). Lo más destacado es su documentado rechazo al excepcionalismo español en relación con la historia europea. En efecto, afirma que España ha formado parte de la comunidad europea de destino desde el siglo xi, con el Camino de Santiago como gran instrumento de europeización. Su despotismo ilustrado imperfecto, su liberalismo y su reacción antiliberal, sus nacionalismos periféricos o sus versiones del Estado autoritario no constituyen una excepción, sino que forman parte de las corrientes europeas de su época, sin las que no se entienden. Pero, siguiendo la ley de la diversidad, en ningún país europeo ha habido un absolutismo auténtico, un liberalismo genuino, un verdadero socialismo o un real corporativismo. Cada país ha adoptado una modalidad concreta. Es más, «nuestra originalidad interpretativa y nuestra repugnancia a adaptarnos a determinados esquemas son una prueba más de nuestro radical europeísmo» (ibid.: 573). Argumenta que los que niegan que España forme parte de Europa lo hacen por varios motivos. Unos porque no admiten que España haya dejado de marcar el rumbo europeo, ignorando la ley del desplazamiento de los centros motores. Otros porque consideran que los pueblos europeos no nos comprenden y nos vilipendian, olvidando que muchas incomprensiones han sido artificialmente creadas y que todos los países europeos tienen su memorial de agravios contra los demás (ibid.: 573-575). Unir Europa será una tarea difícil que solo tendrá garantía de éxito si se asienta sobre la recuperación de la conciencia y la solidaridad comunes, sobre un nuevo patriotismo alejado del exclusivismo nacionalista. Para el nacionalismo, la nación es un bien absoluto que subyuga los derechos de la persona y los de las colectividades locales e internacionales. Es el responsable de la ausencia de un patriotismo europeo que debe basarse en el resurgir de los patriotismos locales y en el cultivo de un patriotismo nacional no excluyente[23]. Es decir, en una organización propia del federalismo integral. El camino contrario ha conducido al sometimiento de la sociedad por la nación, al de la nación por el Estado y a la del Estado por el partido único (ibid.: 579).
El bilbaíno tendrá una señalada participación en los debates del Congreso, hasta el punto de que Antonio Luna le propone como relator de las conclusiones de su comisión ante el plenario. Propuesta que debe declinar por tener que volver rápidamente a San Sebastián, siendo sustituido por José María García Escudero (Instituto de Cultura Hispánica, 1954: 328). Azaola, que comprende la urgencia de una unidad militar y apoya la económica diseñada en el Plan Schuman, teme la constitución de un super-Estado sin espíritu al carecer de unidad política que solo puede llegar por la vía federalista. Ahora bien, distingue entre la confederación, en la que la nueva entidad creada ejercería su autoridad sobre los Estados directamente y no sobre los individuos, y la federación, con autoridad directa sobre estos y no solo a través de los Estados. Cree que el salto a una federación de Estados sería utópico y que la Europa unida no podrá ser, de inicio, como los EE. UU. Sin embargo, no se conforma con una simple entidad interestatal. Sin que sea exigible que todos los Estados sean uniformes en sus regímenes políticos, porque iría en contra del principio de diversidad, la futura federación o confederación tiene que amparar un mínimo de derechos sin los que no puede hablarse de comunidad europea. Es imposible garantizar la libre circulación de gentes, bienes e ideas sin «un mínimo de respeto político, económico e ideológico de la persona humana». Finalmente, la Europa unida ha de ser jerárquica con Estados con derechos desiguales en virtud de su importancia, a diferencia de los individuos (Azaola, 1954: 316-318).
Al año siguiente, en la revista Arbor, Azaola (1951: 471, 480) afirmará que el Estado nacional, investido de la soberanía absoluta, era un factor de retroceso, disgregación e impotencia porque los problemas más importantes se planteaban en un plano superior al nacional y precisaban, en consecuencia, soluciones supranacionales, como la federación europea. Una solución posible pero incierta por la crisis del propio Movimiento Europeo, de la que solo salva a la UEF, y por la tenaz resistencia de los Gobiernos a menguar la soberanía nacional.
Las redes católicas, especialmente las francesas, serán el instrumento empleado por Azaola para entrar en relación epistolar y personal con los dirigentes del Movimiento Europeo. Señaladamente con los de la UEF. Aprovecha muy bien que San Sebastián sea lugar de paso para los franceses que vienen a España. Azaola tendrá una gran amistad con dos destacados hispanistas católicos: Maurice Legendre, director de la Casa de Velázquez (1940-1955), y el canónigo Pierre Jobit, responsable del Centro de Altos Estudios Iberoamericanos del Instituto Católico de París. Utilizará las casas de ambos en Madrid y París en varios de sus visitas a esas ciudades y será su anfitrión en sus paradas en San Sebastián camino de Madrid o de París. Legendre le pone en contacto con la peregrinación internacional al santuario mariano de la Peña de Francia, el 8 de septiembre de 1945, para pedir por la paz mundial, organizada por el Comité Francia-España San Luis y San Fernando. Esta entidad, presidida por el almirante Lucien Lacaze, actuó como grupo de presión a favor de la España de Franco[24]. Pierre Jobit, muy amigo de Legendre, le va a franquear el acceso a Jean de Fabregues, redactor-jefe y posterior director de La France Catholique, órgano de la Federación Nacional de Acción Católica. Este periodista le invitará a participar, desde 1948, en las sucesivas Jornadas Internacionales de encuentros de periodistas católicos[25], con activa presencia de franceses y alemanes, en el marco de la activación de Pax Christi como organización de la reconciliación germano-francesa, primero, y respuesta vaticana a los Congresos por la Paz, patrocinados por la URSS, después (Chenaux, 1990). Jean de Fabregues será una persona clave, como miembro de La Fédération, para el primer contacto con Max Richard, quien, a su vez, le pondrá en contacto directo con Brugmans y con Rougemont[26].
San Sebastián no solo era lugar de paso para las redes católicas francesas en su tránsito por España, y capital política, económica y social del Estado durante el verano. Era, además, la sede de las Conversaciones Católicas Internacionales que Azaola sabrá aprovechar al máximo para sus contactos con los federalistas y con los católicos europeos, gracias a la amistad que le une con el secretario de aquellas, Carlos Santamaría[27], con quien compartía ideas básicas como el federalismo y el personalismo, aunque en el caso de Azaola mucho más conocedor de Mounier que de Maritain (Azaola y Zumalde, 1953). Utiliza las Conversaciones Católicas Internacionales como fuente de relaciones personales que luego cultiva epistolarmente y logra hacerse un hueco en variados foros. Así, gracias al contacto que establece con André Aumonier, secretario general de la sección francesa de Pax Romana, consigue ser invitado a la II Semana de Intelectuales Católicos, celebrada en París, entre el 8 y el 15 de mayo de 1949[28]. En ese encuentro conocerá y entablará amistad con Julián Marías, también invitado, y visitará los locales de La Fédération, donde conoce a André Voisin. Aprovechará el visado de salida, obtenido gracias a las gestiones de Sánchez Bella, para impartir conferencias en Lyon y Friburgo y, sobre todo, para visitar a Rougemont en Ginebra.
En este encuentro se halla el origen remoto de lo que será la AEFE. En efecto, Rougemont le proporciona folletos sobre las actividades del futuro Centro Europeo de la Cultura y le encarga la redacción de un informe sobre las consecuencias para su cultura de la posible integración española en una federación europea. El documento se presentaría en la Conferencia Europea de la Cultura, en Lausana, al margen de la delegación oficial encabezada por Madariaga. Azaola, nada más volver, inicia los contactos con personas proclives a la idea europea, trasladándoles la intención de constituir, de manera no clandestina pero tampoco plenamente pública (confidencial), el germen del Movimiento Federalista o del Movimiento de la Europa Unida en España[29]. Esta inicial disyuntiva puede explicarse por el incipiente conocimiento que Azaola tenía del Movimiento Europeo en aquel momento y por el cruce de atractivos entre una UEF, bendecida por Pío XII en su Congreso de Roma de 1948, y la personalidad de Churchill.
En el transcurso de la elaboración de su informe para Rougemont, Azaola va a redactar un manifiesto-declaración, manuscrito y con abundantes modificaciones, que nos da algunas pistas sobre sus intenciones últimas. Después de señalar que España no puede quedar al margen de la futura federación europea y de asumir las conclusiones del Congreso de Europa en La Haya, en la parte declarativa se señala[30]:
1ª Provisionalmente, la sección española del Movimiento Europeo funcionará sin sede fija ni personalidad jurídica, reduciéndose su actividad al estrecho contacto privado entre todos sus miembros, así como al de estos con el Movimiento Europeo y también con todas las personas que individualmente se interesen por las cuestiones europeas y estén dispuestas a aportar en alguna forma su ayuda a este Movimiento.
Está declaración se redacta a lo largo del segundo semestre de 1949 y Azaola no menciona que ya existía oficialmente una sección española, el CFEME, fundado en febrero de ese mismo año en París y presidido por Madariaga[31].
3ª Sin perjuicio de hacer todo lo que sea posible para que la situación política de España evolucione pacíficamente hacia el estricto cumplimiento de las condiciones requeridas para la inclusión del Estado español en una Federación Europea, los abajo firmantes […] hacen constar su vivo deseo de que se hagan extensivas al gobierno español las interpretaciones benévolas de que benefician los regímenes imperantes en Grecia, Turquía y Portugal en lo que se refiere a su pretendido carácter democrático, posibilitando así la inclusión en plazo breve de España en el seno de la Federación europea; ya que, contribuyendo de este modo a sofocar el nacionalismo, se facilitaría notablemente la evolución del régimen político de España hacia soluciones inspiradas en los mismos principios que sirven de base doctrinal al Movimiento Europeo.
Este es, creemos, el párrafo central del documento. Frente a la posición de los exiliados, que exigen mantener a España fuera de las nuevas organizaciones e instituciones creadas al calor del proceso de unificación europea mientras el franquismo siga en el poder, Azaola reclama un tratamiento similar al que se observa con Turquía o Grecia, miembros de pleno derecho del Consejo de Europa y de la OTAN desde 1950, o Portugal, miembro fundador de la OTAN o de la Organización Europea de Cooperación Económica. El hecho de que los Gobiernos de esos países hubiesen mantenido una postura proaliada durante la Segunda Guerra Mundial no le parece relevante. Ahora bien, tampoco se enroca en la originalidad del régimen franquista como valor a conservar confrontado con los valores que inspiran al Movimiento Europeo, a diferencia de lo que sostienen, por aquellos años, autores como Giménez Caballero o Calvo Serer.
No sabemos si llegó a enviar el manifiesto-declaración, pero sí que inició contactos «con un profesor de Granada [Cruz Hernández] y con varios amigos vascos, sevillanos y madrileños para crear un movimiento que se pueda integrar en la UEF»[32]. Decidido ya por los federalistas como grupo de inserción en el Movimiento Europeo, le insistirá a Brugmans en la necesidad de no pedirle a la futura sección española que haga excesivo énfasis en aquellos puntos que resultan más conflictivos para el Gobierno español porque lo importante era difundir ampliamente los ideales federalistas y europeístas en el interior. Algo impensable si se atacaba abiertamente al régimen o se actuaba desde la clandestinidad[33]. No obstante, Brugmans le advierte desde el principio que la adhesión a la UEF requería contar con una organización legalmente constituida[34].
Las Conversaciones Católicas Internacionales le van a proporcionar la ventana de oportunidad perfecta para hacer propaganda europeísta de manera abierta. En efecto, en el transcurso de las IV Conversaciones, celebradas en septiembre de 1949, se acuerda dedicar las quintas a las bases cristianas para la estructuración de la unidad europea, tras recibir el plácet de Martín Artajo. Azaola y Santamaría se ponen a la labor de redactar un cuestionario al efecto para que individuos o grupos se pronuncien sobre la unidad europea sin correr riesgos[35].
En mayo de 1950, Azaola vuelve a asistir a la III Semana de Intelectuales Católicos en París, con Santamaría. En esta ocasión, visitará la Secretaría General del Movimiento Europeo, entablando amistad con Georges Rebattet y descubriendo «la malhadada constitución de un Consejo Federal Español [...] compuesto en su totalidad de emigrados, personas desprestigiadas algunas de ellas, y anodinas las restantes»[36]. Denuncia, de palabra a Rebattet y por escrito a Rougemont y Brugmans, el reconocimiento del CFEME. Lo considera un hecho deplorable que no hará sino dificultar los esfuerzos por introducir los principios del europeísmo en el interior. Azaola les dice que el franquismo es incompatible con el desarrollo de un mínimo espíritu cívico y, por tanto, los españoles no deberán ser llamados al Movimiento Europeo a través de los partidos políticos, vía normal en otros países. Azaola apunta como alternativa lo que se podría llamar la vía de los «notables», gentes fuera de la política, pero que gracias a su prestigio científico o literario tengan una inmensa influencia en el país. Tal vez estarían dispuestos a crear un comité contra el que el franquismo no osaría ir porque su represión sería demasiado escandalosa. Podrían sumárseles gentes de derecha y de izquierda, también ahora fuera de la política, pero residentes en España y, por lo tanto, conectados con la realidad nacional. Si los dirigentes del Movimiento Europeo aceptasen esta fórmula, Azaola se ofrece a trabajar sin desmayo para crear ese comité[37].
El 2 de junio de 1950[38] escribe una carta común a los que él denomina «consagrados», elegidos para encabezarlo: Ortega y Gasset, Marañón, Menéndez Pidal, Giménez Fernández, Joan Estelrich y Otero Pedrayo. En ella muestra al Movimiento Europeo como continuador de «la historia europea por sus cauces genuinos, esquivando a un tiempo la absorción americana y la opresión rusa». No oculta sus defectos, pero entiende que solo desde dentro se pueden enmendar. Afirma que se trata de un foro en el que «no solo es lícito sino necesario dialogar entre las distintas posiciones, por encontradas que estas sean». A continuación, señala que solo está oficialmente constituido en los países «llamados» democráticos, mientras que en los del telón de acero y España solo están representados los emigrados —muy rara vez emplea la expresión exiliados—. Aquí radica el punto nodal de la carta. Azaola no otorga a las secciones formadas por exiliados carácter oficial por carecer de representación del interior. Informa de la existencia del CFEME a los destinatarios de su misiva, incluyendo el nombre de sus dirigentes. Se presenta como muy amigo de varios dirigentes del Movimiento Europeo, especialmente de los federalistas, y les anuncia que ya lleva meses intentado convencerles de lo pernicioso de considerar a los exiliados como única representación de los valores nacionales españoles, argumentando «no solamente el hecho fatal de desarraigo que la prolongada emigración produce, con el subsiguiente divorcio entre el emigrado y su patria, sino también el desprestigio que pesa sobre muchos de esos nombres». Azaola sostiene en la carta que sin comprender Europa no se puede comprender España. Es urgente hacer propaganda interior de la idea de Europa, pero no por «politiquillos de la emigración», sino por «las cabezas visibles de la opinión nacional», y es urgente que «Europa sepa que, aparte de los emigrados, hay nombres dignos de hablar en nombre de España y que no pertenecen a las camarillas que monopolizan los sitiales del régimen actual».
Solo nos constan respuestas de Giménez Fernández y de Marañón, médico personal del padre de Azaola. El sevillano responde primero con una negativa a la formación de cualquier grupo que suponga meterse en un campo en el que ya estén actuando los exiliados porque podría restarles fuerza a aquellos[39]. Más tarde, tras los acuerdos alcanzados en Vitoria por Azaola y Aguilar Navarro, se suma al proyecto[40]. Marañón responde primero adhiriéndose a condición de no ser el único patrocinador «consagrado» y de que no se tratase solo de un mero grupo de intelectuales, sino que se crease una organización con connotaciones políticas[41]. Finalmente, se desliga porque «temo, en el ambiente en que este movimiento se ha de desenvolver, ser un poco la sombra del manzanillo. Prefiero, pues, laborar por mi parte, con toda mi responsabilidad afecta a mis actos y sin comprometer con ella a los demás»[42]. Esta negativa contrasta con su adhesión a la Sociedad Europea de Cultura, patrocinada por el profesor y federalista italiano Umberto Campagnolo[43].
En paralelo al intento de implicar a los «consagrados», Azaola va a desplegar una intensa actividad para patrocinar la creación de grupos europeístas y federalistas en distintas ciudades, partiendo de los ya constituidos por él en San Sebastián y por Aguilar Navarro desde su cátedra de Derecho Internacional en Sevilla. Las V Conversaciones Católicas Internacionales son un marco ideal para entablar contactos, con la presencia estelar de Alexandre Marc, a quien no conocía y con quien intima de inmediato, y otros destacados federalistas, como Jean de Fabregues, Louis Salleron, quien sustituirá a Richard al frente de la revista La Fédération, o Jean Delfosse, redactor de la Revue Nouvelle de Bruselas. La presencia de Marc será aprovechada para posicionar a Martín Artajo en favor de la iniciativa de Azaola[44], para convencer a Marañón y, finalmente, para celebrar dos reuniones entre esos federalistas y un grupo de españoles con Azaola al frente, entre los que destacan Monseñor Cirarda y Guillermo Rovirosa, alma mater de la HOAC. En esas reuniones se acordó la creación de grupos susceptibles de integrarse en la UEF, siendo encargado Rovirosa de su coordinación gracias a sus frecuentes viajes para la HOAC. Mientras, Azaola centralizaría las relaciones con los federalistas extranjeros y Marc presentaría una moción para la admisión de los federalistas en el próximo congreso de la UEF, que se celebrará en noviembre en Estrasburgo. Pronto, Azaola se hará cargo también de la coordinación interior y de la creación de los diferentes grupos (San Sebastián, Sevilla, Bilbao, Pamplona, Barcelona, Galicia y especialmente Madrid).
Al mismo tiempo prepara su presencia en el III congreso de la UEF. Elabora un memorando justificando la necesidad de contar con los españoles del interior en la obra de la unidad europea. Relata que están formando grupos independientes, tanto de los poderes del régimen franquista, que intenta crear un pseudofederalismo para confundir, como de los círculos exiliados, ya sean republicanos, socialistas o monárquicos, que mantienen una actitud de hostilidad sistemática contra todo lo de dentro y pretenden ser los únicos representantes de la opinión española no franquista. Argumenta que hay en España una fuerte corriente de pensamiento independiente, para la que la guerra civil pertenece al pasado y que se adhiere a las soluciones federalistas y europeístas, incompatibles con el régimen español, que sin ser totalitario en sentido estricto, es un desgraciado autoritarismo impregnado de nacionalismo. Afirma, finalmente, que su incorporación a la UEF les permitiría estar mucho más seguros en sus relaciones con el Gobierno porque no querría incrementar su impopularidad en el extranjero tomando medidas contra gentes que representan precisamente la idea de defensa de Occidente contra el peligro soviético[45].
Se lo envía a Brugmans, Rougemont, Marc, Richard, Eugen Kogon y al padre Chaillet pidiendo su opinión y su apoyo. Brugmans le responde diciendo que es una excelente base de discusión[46]. Azaola sabe que contará con la oposición frontal de los exiliados españoles, que tendrían el apoyo de todos los socialistas. De hecho, el Movimiento Socialista por los Estados Unidos de Europa, cuyo secretario general era Enric Gironella, celebró su IV Congreso en los mismos días que el de la UEF y en la misma ciudad. Por ello, intenta movilizar en su favor a los federalistas amigos, especialmente a los católicos. Rougemont le promete exponer el caso español a varios federalistas suizos antes del congreso[47]. Molitor le garantiza su apoyo y el de otros federalistas belgas[48].
Justo antes de partir para Estrasburgo, los grupos de San Sebastián, Bilbao y Pamplona acuerdan no pedir la legalización individual de cada uno, sino la de AEFE. Santamaría, en compañía de Martín-Sánchez Juliá, se reúne con Martín Artajo para gestionar el beneplácito gubernamental basado en razones de política exterior. El ministro se compromete a ello a condición de que AEFE sea plenamente independente de todo lo oficial, no obedezca a consignas y resista a cualquier pretensión gubernamental de hacerse con su control. Azaola queda autorizado a trasladar en Estrasburgo que va a nacer en España «una Asociación o Comité cuyo fin sea estudiar y difundir la idea de la Federación Europea»[49]. Este claro padrinazgo de los dirigentes colaboracionistas de la ACNP hace que el grupo de Sevilla no entre en la AEFE y que el grupo de Madrid que iba a liderar Fernando Arias Parga, a propuesta de Aguilar Navarro, languidezca[50]. No hay que olvidar los contactos permanentes entre el grupo de Sevilla y los exiliados del CFEME, incluidos los llamados puestos secretos[51].
Antes de partir, Azaola le escribe a Martín Artajo para decirle que quiere ver en Estrasburgo las posibilidades de que la AEFE sirva como lazo eficaz de unión y contacto entre la opinión pública española y los círculos del federalismo europeo, prestando así al país un servicio similar al que prestan las Conversaciones Católicas Internacionales o los Cursos de Verano de Santander[52].
La moción que iba a presentar Marc no figura entre las aprobadas en el congreso de la UEF[53]. No obstante, Azaola vuelve satisfecho, según les transmite a los suyos, porque entiende que está prácticamente conseguida la autorización para cuando se presente la solicitud de ingreso, logrando así una personalidad internacional que han de hacer valer mucho en España[54]. La impresión varía cuando escribe al exterior, manifestando su desaliento porque teme que la UEF caiga en un utopismo peligroso o en una irresponsable política de aficionados[55].
En los meses siguientes se trabaja tanto en el interior como en el escenario europeo. El momento central en España va a ser la celebración de una asamblea constitutiva de la AEFE, en Madrid, el domingo 18 de febrero de 1951[56]. Santamaría es la persona que negocia con Martín Artajo todas las autorizaciones, con el apoyo del también donostiarra Francisco Guijarro, a la sazón secretario general de la ACNP. Mientras, Azaola impulsa la constitución de grupos en Bilbao y Pamplona, mantiene línea abierta con Aguilar Navarro y el grupo sevillano[57], procura animar la creación de un grupo en Galicia y contacta con el grupo que en Barcelona promueve el Instituto de Estudios Europeos y con el grupo universitario Torras i Bagès, católico y nacionalista. Por su parte, Miguel Cruz Hernández, miembro de la ACNP y de FET, promueve un grupo en Granada, liderado por el secretario técnico de la Delegación Provincial de Educación Popular y miembro de FET, Manuel Domínguez Godoy, y otro en Salamanca, bajo su dirección. Cruz Hernández, unas semanas antes de la asamblea, manifiesta sus temores y cree que hay que dar marcha atrás a toda velocidad para no verse desbordados por el grupo de Conde. Afirma que la actitud norteamericana, la llegada de los embajadores y el ingreso en la UNESCO harán que la AEFE sea admitida por los federalistas europeos, pero a los tres meses, cuando hubiesen ingresado todos los que quisieran, el grupo de Conde se haría con el control, y asegura que tiene información al más alto nivel[58]. Conviene situar esto en el contexto de lo que algunos han llamado la primavera falangista posterior a 1948 (Saz, 2008: 167). Azaola le tranquiliza porque su dimisión de la AEFE y consiguiente comunicación a la UEF traería como consecuencia la denuncia del movimiento como criptofascista y sería automáticamente excluido[59].
Con todo, el punto débil en el interior es el grupo de Madrid, importante por ser la capital. Tras la inhibición de Arias Parga, Azaola y Cruz valoran la posibilidad de contar con Julián Marías, pero la descartan por su proximidad a Conde, persona contra la que Azaola previene a sus amigos europeos[60]. Hablan de Calvo Serer y el grupo Arbor porque creen que el federalismo encajaría en su tradicionalismo (Saz, 2008: 170-171), pero Aguilar se opone y no nos consta un acercamiento real. Cruz propone contactar con Antonio Luna, pero Azaola lo considera un falso federalista[61]. Finalmente, todo parece indicar que el grupo madrileño, bajo el liderazgo de Fernando Pi trasladado de Pamplona, gira en la órbita de la ACNP[62].
En la asamblea constitutiva de AEFE se decide solicitar la legalización de la organización, figurando como fundadores Santamaría y Azaola (S. Sebastián), Riera y Prat Ballester (Barcelona), Cruz Hernández (Salamanca), Domínguez Godoy (Granada), Guijarro (Madrid) y Pi (Pamplona). De los ocho, cinco son miembros destacados de la ACNP. También se acuerda solicitar el ingreso en la UEF.
La legalización de la AEFE no pasará del trámite previo del preceptivo informe de la Dirección General de Relaciones Culturales del Ministerio de Exteriores. Primero, Martín Artajo, sin cuestionar a ningún fundador, les hará ver la oportunidad de contar con un peso pesado, como por ejemplo Larraz[63]. Azaola hablará con él sin conseguir su compromiso, ni el de Luna o Marañón[64]. Más tarde, querrán tener más información sobre los grupos provinciales y sus dirigentes[65] e, incluso, saber con quién iban a contactar en Europa[66]. La razón final del fracaso de la legalización de la AEFE hay que buscarla en el temor, tanto de Exteriores como de la ACNP, a que el asunto se les escapase de las manos[67]. Entonces arreciaba la crisis provocada por la primera gran movilización popular de protesta que vive el franquismo con el boicot de los tranvías de Barcelona, el 1 de marzo de 1951, seguido de la convocatoria de huelga general en la ciudad para el 22 del mismo mes y que se pretendió extender con una convocatoria de jornada nacional de protesta para el 22 de mayo. La implicación de la HOAC, amén de la detención de cuatro de sus afiliados, llevó al Gobierno a decretar el paso por la censura previa de su semanario ¡Tú!, exento como todas las publicaciones eclesiásticas, y su desaparición definitiva al negarse la HOAC a ello (Berzal de la Rosa, 2017:124). No solo eso, también provocó la alerta de Martín Artajo sobre la infiltración en la HOAC de «sindicalistas, comunistas [...] separatistas [...] [que] habiendo llegado ya a puestos de influencia [...] empiezan a imprimir [...] una orientación que nada tiene que ver [...] con el apostolado de la Acción Católica»[68]. Todo ello en medio de la gestación de una crisis ministerial en la que se pretendían medir las fuerzas los propagandistas y una Falange que quería renacer[69].
En el frente exterior Azaola, después del congreso de la UEF en Estrasburgo, centra sus esfuerzos en lograr apoyos dentro del Comité Central que debe decidir sobre la incorporación de nuevos miembros. Se dirige a su presidente, Eugen Kogon, reiterando argumentos ya conocidos: que la AEFE está mal vista por el régimen por defender ideas contrarias a sus principios doctrinales y es sospechosa para el exilio que considera fascista todo lo que se hace en el interior; que para desarrollar la conciencia europea en la opinión pública y hacer penetrar las ideas federalistas, objetivo último de la AEFE, es necesario actuar públicamente, sin despertar la cólera del Gobierno con críticas concretas; que aún así, necesitan el apoyo de la UEF para tener una protección contra posibles arbitrariedades gubernamentales[70]. Voisin, Rougemont, Marc o Brugmans ven la adhesión difícil, pero no imposible, y le prometen su apoyo para cuando presente la solicitud formal, una vez legalizada la AEFE. Como acabamos de ver, ese prometido apoyo nunca precisó ser comprobado.
La AEFE puede verse como un episodio más de la pugna entre propagandistas católicos y falangistas por controlar el relato europeo del franquismo y su apertura al continente. Sería un error. Azaola, el actor clave de la AEFE, es un personaje poliédrico. No en menor medida que otros de sus compañeros de aventura (Giménez Fernández, Aguilar o Santamaría). No es un francotirador, ni un isolé. Encarna bien a un sector de católicos españoles que, sin ser antifranquistas, no comulgan con sueños imperiales, con el nacionalismo excluyente y el atropello a libertades básicas de la persona. No son demócratas, al menos todavía, pero están abiertos al diálogo con otras tendencias, aunque su experiencia vital y el adoctrinamiento permanente les hace recelar de los exiliados. Creen en Europa y en la condición europea de los españoles, lejos de singularidades y excepcionalismos. Azaola no concibe al franquismo como una excepción europea, mucho menos como un referente, y considera discriminatorio el trato dispensado a España. Europa debe permitir a los españoles del interior colaborar en la unificación para beneficiarse de sus valores cristianos. Los españoles sacarán provecho de la evolución del régimen que esa colaboración facilitaría. Son federalistas porque Pío XII parece bendecir esa fórmula de unificación europea al ser la subsidiariedad consustancial al catolicismo y, en el caso de Azaola, porque esa organización política y social concuerda con el respeto por los derechos de las comunidades locales y regionales. Se sienten profundamente españoles y legítimos representantes de sus esencias, cristianas por supuesto, y no toleran ni entienden el monopolio que ejercen los exiliados en las entidades transnacionales que emergen al calor del proceso de unidad europea.
La experiencia de la AEFE sirve para calibrar los límites de la sociedad civil en un sistema político que impide la existencia de un espacio público mínimo. También los poros que permean unos muros que, siendo sólidos, no pueden impedir la erosión imparable que labran las iniciativas de esa sociedad civil, porfiando por conquistar espacios de libertad y de conciencia, cada vez más anchos y más largos.
[1] |
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación «Sociedad internacional y europeísmo. La huella de las otras Europas», referencia PID2021-122750NB-C21, financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación de España. Una primera versión fue presentada al Seminario EUCLIO 3 «La huella española en la sociedad internacional y el europeísmo», celebrado en la Facultad de Geografía e Historia de la UCM (28 y 29 de septiembre de 2023). Quiero agradecer los comentarios realizados por las personas asistentes al mismo, especialmente al relator Antonio Moreno Juste. |
[2] |
Conviene recordar que ya enero de 1948 la revista le dedica un monográfico a la unidad europea, incluido un artículo de fondo de Eugenio D’Ors en el que se pronuncia a favor de una Europa unida bajo fórmula federativa. Criterio, 1 de enero de 1948. |
[3] |
A la sazón, Pedro Rocamora Valls, propagandista y miembro del Opus Dei, sustituido en 1951 por el también miembro del Opus, Florentino Pérez Embid. |
[4] |
En estos años finales de la década de los cuarenta, el Instituto tenía como instituciones adheridas el Instituto de Estudios Hispánicos de Barcelona, el Instituto Iberoamericano de Valencia y las asociaciones culturales iberoamericanas de Madrid, Valladolid, Murcia, Salamanca, Zaragoza, Sevilla, Cádiz, Granada, Bilbao y Badajoz (Una institución al servicio de Iberoamérica, 1950). |
[5] |
Carta de Calvo Serer a Azaola, 5 de septiembre de 1952, y carta de Azaola a Pérez Embid, 4 de octubre de 1952. Fundación Sancho el Sabio-Archivo Azaola (FSS_A. A.) AZAOLA, C.50, N.11. |
[6] |
Carta de Azaola a Mariano Aguilar Navarro, 14 de junio de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[7] |
Carta de Brugmans a Azaola, 8 de octubre de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.16. |
[8] |
Carta de Azaola a Rougemont, 23 de mayo de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[9] |
Carta de Azaola a Richard, 19 de enero de 1949. FSS_A. A._AZAOLA ,C.116, N.1. |
[10] |
Cartas de Pujol a Azaola, 3 de mayo de 1951, y de Azaola a Pujol, 12 de mayo de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.120, N.9. |
[11] |
Carta de Azaola a Gonzague de Reynold, 29 de noviembre de 1945. FSS_A. A._AZAOLA, C.50, N.1. |
[12] |
Azaola será el traductor de los tomos de la obra más importante de Gonzague de Reynold, La formación de Europa, en Ediciones Pegaso, entre 1947-1950 [1944-1945] |
[13] |
Pavan era el guardián de la ortodoxia de la Secretaría de Estado en temas europeístas, frente a la heterodoxia de Luigi Gedda o Vittorino Veronese. Carta de Azaola a Aguilar Navarro, 20 de septiembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[14] |
Es más, le advierte a Fernando Pi Ayanz que «si quieres ser el francotirador del europeísmo en España, allá tú. Pero hoy por hoy estás metido en una organización, siquiera sea embrionaria, y tendrás que guardar la disciplina mínima si quieres seguir perteneciendo a ella». Carta de Azaola a Fernando Pi, 2 de junio de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.119, N.7. |
[15] |
Carta de Azaola a Denis de Rougemont, 19 de febrero de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[16] |
Carta de Jiménez Salas a Azaola, 15 de julio de 1945. FSS_A. A._AZAOLA, C.50, N.11. |
[17] |
Carta de Pérez Embid a Azaola, 7 de enero de 1948. Fondo Florentino Pérez Embid, Archivo General de la Universidad de Navarra (AGUN). |
[18] |
El grupo cultural Alea (asociación libre de ensayos artísticos), de raíces católicas, se fundó como tertulia en el Café Suizo de Bilbao, en febrero de 1936. Además de Azaola, lo integraban, entre otros, los poetas Blas de Otero, Jaime Delclaux, Pablo Bilbao y Esteban Urkiaga (Lauaxeta). |
[19] |
Carta de Azaola a Brugmans, 7 de febrero de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.16. |
[20] |
Carta de Sánchez Bella a Azaola, 5 de abril de 1943. FSS_A. A._AZAOLA, C.45, N.2. |
[21] |
La Comisión sobre la idea de Europa estuvo presidida por Antonio Luna, catedrático de Derecho Internacional en la Central, e integrada por el profesor alemán Eduard Schram, catedrático de Filología Románica en Maguncia; el cubano Juan José Remos, profesor de Español en La Habana; el chileno Gabriel Cuevas, profesor de la Universidad Católica; el ecuatoriano Gabriel Cevallos, catedrático de Filosofía del Derecho; el rumano Jorge Uscatescu, exiliado en Barcelona y profesor de su universidad, junto con los españoles Laín Entralgo, Leopoldo Panero, Giménez Caballero y Eugenio Montes (Instituto de Cultura Hispánica, 1954: 261). |
[22] |
Carta de Leopoldo Panero a Azaola, 23 de agosto de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.18. |
[23] |
Azaola le confesará a Max Richard que está escribiendo un libro titulado Mensajes sobre la patria que no cree poder publicar en España, dividido en tres capítulos: mensajes a la nación vasca, mensajes a la nación española y mensajes a la nación europea, demostrando que el patriotismo vasco no es excluyente con el español ni este con el europeo siempre que se tenga un concepto de patria no nacionalista. Carta de Azaola a Richard, 7 de febrero de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[24] |
Cartas de Charles Pichon a Azaola, 16 de julio de 1948 y 17 de marzo de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.13. |
[25] |
Carta de Fabregues a Azaola, 29 de junio de 1948. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.12. |
[26] |
Cartas de Azaola a Richard, 9 de enero y 12 de febrero de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[27] |
Carlos Santamaría fue encargado del secretariado de relaciones internacionales de la ACNP, creado en 1950, y se convertirá en secretario general de Pax Christi en 1958. |
[28] |
Carta de Aumonier a Azaola, 28 de marzo de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.7. |
[29] |
Carta de Azaola a Rougemont, 21 de junio de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[30] |
Cuestionario sobre las ventajas e inconvenientes de la inclusión de España en una federación europea. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.11. |
[31] |
Azaola parece ignorar la existencia del CFEME, a pesar de que Criterio (Europa sin España, 1949) ya había señalado en marzo: «De sobra sabemos que en política mandan las realidades y que el día en que el problema de la Unión Continental tenga que resolverse sin dilaciones, el Comité español será el que represente al Estado español, no el formado por unos extranjeros de acuerdo con algunos españoles desterrados». |
[32] |
Carta de Azaola a Isla Couto, 26 de agosto de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.7. |
[33] |
Carta de Azaola a Brugmans, 16 de octubre de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.16. |
[34] |
Carta de Brugmans a Azaola, 8 de octubre de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.16. |
[35] |
Azaola se lo indica así al editor Oliver Brachfeld: «Lo que pone a salvo de toda injerencia policial el trabajo de unos señores que, precisamente, preparan su contestación al cuestionario redactado al efecto ¿No le parece?». Carta de Azaola a Brachfeld, 26 de septiembre de 1949. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.6. |
[36] |
Carta de Azaola a García Escudero, 22 de mayo de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.3. |
[37] |
Carta de Azaola a Rougemont, 23 de mayo de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[38] |
Carta de Azaola a Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, Marañón, Otero Pedrayo, Estelrich y Giménez Fernández, 2 de junio de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.6. |
[39] |
Carta de Azaola a Aguilar Navarro, 2 de julio de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[40] |
Los acuerdos alcanzados en Vitoria, el 30 de agosto de 1950, se resumían en: acción interior, formación de grupos federalistas con cabida para todos los que aspiren a un federalismo sincero y efectivo sin discriminación ideológica (tradicionalistas, monárquicos liberales, demócrata cristianos, republicanos y socialistas); las relaciones entre los diversos sectores deben ser exclusivamente a nivel dirigente sin contacto con los militantes, unión por el vértice; las relaciones con los exiliados se encaminarán a hacerles ver que no pueden actuar ni del brazo de ellos ni contra ellos, ignorarse oficialmente y reservadamente ir viendo; la entrada de españoles del interior en la UEF, si se logra, estará reservada a los que profesen el federalismo integral, no a los «unionistas»; la entrada de españoles del interior en el Movimiento Europeo se orientará, de momento, hacia el campo cultural, tratando de evitar todo choque con el CFEME. Carta de Azaola a Aguilar Navarro, 31 de agosto de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[41] |
Carta de Azaola a Aguilar Navarro, 20 de septiembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[42] |
Carta de Marañón a Azaola, 21 de octubre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.16. |
[43] |
Carta de Campagnolo a Marañón, 5 de febrero de 1950, y carta de Marañón a Campagnolo, 2 de septiembre de 1950. Archivos Históricos de la Unión Europea (AHUE), Société Européenne de Culture, SEC-1437 (1949-1991). |
[44] |
«Alexandre Marc se acercó al ministro de Asuntos Exteriores en la recepción ofrecida por este último en su residencia y le habló muy francamente de la posición de los federalistas europeos frente al régimen español y de su esperanza en que, a pesar de eso, se permitiese a los federalistas españoles acudir a las reuniones comunes fuera de España, ofreciendo a cambio una actitud más comprensiva. Martín Artajo le escuchó muy interesado y Marc dice que le prometió formalmente hacer cuanto esté de su mano para que los federalistas españoles no nos veamos impedidos de salir al extranjero y tratar en el interior con tolerancia a los grupos federalistas. Ya sabe Vd. que un político nunca dice que no. Habrá que ver lo que ocurre». Carta de Azaola a Aguilar Navarro, 20 de septiembre de 1950 FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[45] |
Carta de Azaola a Jean Baptiste de Weck, 9 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA,C.117, N.15. |
[46] |
Carta de Brugmans a Azaola, 14 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.115, N.16. |
[47] |
Carta de Rougemont a Azaola, 4 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[48] |
Carta de Molitor a Azaola, 6 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA,C.116,N.5. |
[49] |
Carta de Azaola a Manuel Riera Claville, 14 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.13. |
[50] |
«El gobierno español no puede tolerar la formación de un grupo federalista real y sí va a tratar […] crear unos grupos federalistas a sueldo con el fin de desorientar a la opinión española, de ridiculizar a los federalistas extranjeros y en definitiva para ensuciar la idea federalista […] no hay otra solución que […] permanecer inactivos no dando ningún pretexto para que se metan con nosotros […] o nos hagan servir de plataforma política para sus propósitos [...] nos pronunciamos por una automática quietud: ni solicitud de ingreso, ni solicitud de constitución dentro de España (los poderes de Artajo en el gobierno pensamos que no son los más decisivos, así como tampoco los del grupo católico que tiene mansamente que escuchar por labios de Girón que la revolución católica y Falange son cosas equivalentes)». Carta de Aguilar Navarro a Azaola, 1 de diciembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.7. |
[51] |
Informes de autor no precisado relativos a las opiniones políticas de Manuel Giménez Fernández y Mariano Aguilar Navarro. 8-11 de abril de 1951. Fondo Manuel Irujo. Disponible en: https://shorturl.at/Z1rTW (consultado el 7 de septiembre de 2023). |
[52] |
Carta de Azaola a Martín Artajo, 14 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.6. |
[53] |
Les documents du IIIème Congrès de l’UEF. Paris, 30 novembre 1950. AHUE. UEF-101 3e congrès: Strasbourg, 17-19/11. |
[54] |
Carta de Azaola a Guillermo Rovirosa, 22 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.118, N.1. |
[55] |
Carta de Azaola a Richard, 24 de noviembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[56] |
Carta de Azaola a Alfonso H. de Larramendi, 21 de enero de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.120, N.3. |
[57] |
Mantener puentes con los sevillanos es vital porque, como le dirá a Cruz, son el freno que les impedirá caer por una peligrosa pendiente que desembocaría en el colaboracionismo puro y simple. Carta de Azaola a Cruz Hernández, 26 de enero de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.13. |
[58] |
Cruz piensa que Azaola es el único europeísta honrado e ingenuo que conoce, dado que Aguilar y Giménez Fernández tienen intereses políticos y Santamaría está más comprometido de lo que cree. Carta de Cruz Hernández a Azaola, 31 de enero de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.13. |
[59] |
Carta de Azaola a Cruz Hernández, 4 de febrero de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.13. |
[60] |
Les informa que es el traductor del Entscheidung de Carl Schmitt como «caudillaje» para legitimar el régimen franquista y que sostiene que es posible armonizar el federalismo europeo con la situación política española. Carta de Azaola a Rougemont, 5 de abril de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.1. |
[61] |
En las prevenciones de Azaola influye el suizo Jean Baptiste de Weck, dirigente de la Unión Federalista Universitaria (UFI), integrada en la UEF. Luna era su contacto inicial en España e impartió una conferencia en Friburgo, en 1949, sobre la necesidad del federalismo europeo. Les hizo saber que el Seminario sobre Europa, comandado por Conde, Marías y él, estaba a punto de crear un centro en Madrid, con el consentimiento tácito del Gobierno, por lo que temen sea un colaborador franquista. Carta de Jean Baptiste de Weck a Azaola, 18 de noviembre de 1950 FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.15. |
[62] |
«Me han dicho que te reúnes con tus neófitos en Propagandistas. No estoy conforme con el sitio, aun cuando fuesen de la Asociación todos los reunidos. ¿No podéis encontrar otro?». Carta de Azaola a Fernando Pi, 28 de marzo de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.119, N.7. |
[63] |
Carta de Azaola a Prat Ballester, 11 de abril de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.120, N.8. |
[64] |
Carta de Azaola a Martín Artajo, 27 de abril de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.116, N.6. |
[65] |
Guijarro recomienda que se haga hincapié en que el grupo sevillano no está, para facilitar la autorización. Carta de Guijarro a Azaola, 2 de abril de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.120, N.5. |
[66] |
«Lo que les interesa es saber los pelos y las señas de los Sres. que han de comunicar con nosotros en Europa. Que España es incomprendida y que no hay más solución que aguardar, que no podremos hacer nada puesto que todos los movimientos están minados por los socialistas o los masones». Carta de Fernando Pi a Azaola, 31 de mayo de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.119, N.7. |
[67] |
Guijarro se lo dirá abiertamente a Pi. Carta de Fernando Pi a Azaola, 27 de abril de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.119, N.7. |
[68] |
Carta de Martín Artajo a Ruíz Jiménez, 1 de mayo de 1951. Citada por Tusell (1984:216-217). |
[69] |
En los mentideros madrileños se barajaba incluso la sustitución de Martín Artajo por Doussinague. Carta de Fernando Pi a Azaola, 27 de febrero de 1951. FSS_A. A._AZAOLA, C.119, N.7. |
[70] |
Carta de Azaola a Kogon, 5 de diciembre de 1950. FSS_A. A._AZAOLA, C.117, N.15. |
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