A partir de las categorías de género y generación, este dossier propone introducir la perspectiva de género y el enfoque generacional en el estudio del activismo político y social, y ofrecer una nueva mirada sobre el compromiso de las mujeres al incorporar el factor intergeneracional. Desde los pioneros trabajos de Joan Scott o Karl Mannheim, la interpretación de ambos marcos de análisis ha experimentado una evolución bastante similar: de unas primeras explicaciones sustentadas en la biología, se pasó a entenderlos como construcciones culturales que sustentaban identidades y experiencias situadas en contextos históricos concretos, y en la actualidad se reafirma su vigencia sin perder de vista su inestabilidad y su complejidad, entre otros motivos por su intersección con otras categorías como la clase, la etnia, la nación, la religión, la orientación sexual, etc.[2]
En relación con el compromiso político y social, el enfoque generacional resulta de gran utilidad para la historia política y para abordar cuestiones como la evolución de las culturas políticas en torno a la reproducción y el legado de ideales o la definición de las subjetividades militantes a partir de una identidad generacional[3]. Además, se ha planteado la existencia de una «generational herstory» en relación con la historia política, que subraya la necesidad de tener en cuenta la transmisión de proyectos políticos y modelos de emancipación entre generaciones de mujeres[4]. Por otro lado, se han definido las generaciones políticas como grupos de activistas y militantes que comparten una identidad común y que coexisten en una época determinada[5]. Junto con las generaciones políticas, de las que formaron parte las mujeres, también se ha detectado la existencia de diferentes generaciones de feministas[6].
No obstante, más que delimitar con detalle las fronteras de cada generación o hacer un seguimiento de la sucesión cronológica de generaciones, en este dossier nos interesa analizar los vínculos entre generaciones de mujeres. El diálogo intergeneracional permite una circulación de ideas, valores y experiencias que enriquece y transforma los ámbitos de compromiso político y social. En ese sentido, la memoria cobra importancia como nexo entre generaciones, pues, por un lado, toma forma de herencia en el seno familiar o como parte de políticas públicas y cívicas[7]. Por otro lado, además de la transmisión de recuerdos y valores, puede darse también una renegociación. Como plantea Elisabeth Jelin, la generación joven siempre lleva a cabo una relectura del pasado heredado para conferirle un sentido ajustado a su contexto histórico[8]. Por ello, la memoria viaja en múltiples direcciones, no solo de la primera a la segunda generación, sino también de la segunda a la primera, en búsqueda de referentes previos[9]. Esta comunicación intergeneracional puede estar atravesada además por silencios impuestos por dictaduras o acontecimientos traumáticos que las nuevas generaciones asumen como propios, dando lugar a lo que Marianne Hirsch denominó «posmemoria»[10].
Las relaciones intergeneracionales tradicionalmente se han interpretado en clave de ruptura y enfrentamiento, por ejemplo, entre madres e hijas, entre adultas y jóvenes, en momentos de cambio de los ideales de género o de fuerte politización social. Sin embargo, en la actualidad, sin negar lo anterior, se subrayan también la continuidad y el enriquecimiento que proporciona la convivencia entre generaciones[11]. Desde un punto de vista de género, estos vínculos suponen la creación de espacios intergeneracionales donde se comparten, se discuten o se cuestionan principios, proyectos, emociones, recuerdos, prácticas y formas de vida, elementos que se debaten entre la reproducción y la transgresión de los modelos de feminidad (y masculinidad).
Los lazos intergeneracionales entre mujeres pueden establecerse tanto en el ámbito privado (familias) como en el público (partidos, organizaciones, instituciones). En los grupos familiares, este diálogo intergeneracional influye en la construcción de las identidades de las activistas, por las herencias recibidas, por las novedades que incorporan las generaciones jóvenes, que pueden influir en sus mayores, y por lo que se transmite a la descendencia[12]. En ocasiones, estos lazos se plasman en «militancias familiares», en que tiene lugar un encadenamiento en el activismo[13]. Además, las relaciones intergeneracionales familiares a veces adquieren una clara proyección política cuando se enfrentan a regímenes dictatoriales o sirven para preservar un legado político, experiencias en que las mujeres cobran protagonismo[14].
Por su parte, en el espacio público se ha planteado la existencia de genealogías, cuya reconstrucción es importante para conocer las experiencias históricas de colectivos subalternos, como las mujeres[15]. En ocasiones, estas genealogías feministas y políticas sustituyen a los referentes familiares cuando se elige a madres simbólicas a quienes se admira frente a madres biológicas cuyo modo de vida o ideas convencionales son cuestionadas. Según Ramos y Ortega, el estudio de las genealogías femeninas «muestra los eslabones de la cadena establecida entre sucesivas generaciones, refleja aprendizajes, tradiciones, estrategias y transformaciones, y resalta la necesidad de recuperar retazos desconocidos de su memoria individual y colectiva», aunque sin olvidar las discontinuidades[16]. En ese sentido, Llona y Díaz Freire señalan la importancia de la genealogía feminista para impulsar el activismo en el presente, pero sin establecer narrativas lineales de un supuesto camino predeterminado hacia una mayor igualdad, para no perder de vista el carácter inestable y cambiante del feminismo[17].
En relación con los vínculos intergeneracionales, cabe destacar la valiosa información proporcionada por las narraciones autobiográficas que, como señala Luisa Passerini, revelan una línea de intersubjetividad que aflora en la relación entre mujeres de diferentes generaciones de un entorno familiar, con una gran variedad de registros, desde la reivindicación al rechazo o la conciliación[18]. También son relevantes las memorias e historias de vida de feministas, que reflexionan sobre su experiencia generacional y recuerdan a sus mayores, para dar a conocer su experiencia a la generación posterior en un diálogo plagado de aprendizajes mutuos[19].
Un somero estado de la cuestión sobre estos asuntos muestra que, si bien la presencia de mujeres en espacios de activismo es cada vez más conocida, y la historiografía especializada ha puesto de manifiesto aspectos como la ampliación de los límites de la política al introducir el enfoque de género, la pluralidad de estrategias desplegadas por las mujeres o la pervivencia de jerarquías de género en espacios de activismo político y social, los estudios sobre género y generación están poco desarrollados[20]. Entre sus antecedentes, puede señalarse el interés de la historiografía de género por la edad, entendida como una categoría construida, cambiante, que en función del contexto político y social ha servido para legitimar las diferencias de género, por ejemplo en la legislación sobre la sexualidad y en el paso legal de la minoría de edad a la adultez[21]. De todas las etapas de la vida, la juventud ha sido objeto privilegiado de la investigación histórica, frente a otras, como la vejez, a la que se atribuye menor sentido épico[22]. No obstante, la intersección de la juventud con categorías como género, sexualidad o clase no tiene un largo recorrido[23]. La historiografía española se ha interesado puntualmente por la juventud, vinculándola a la acción política, tanto en los años treinta como en el franquismo[24]. En relación con ello, en los últimos tiempos ha crecido la atención por las mujeres jóvenes y por el cruce entre juventud y género en la historia contemporánea de España. En concreto, se han investigado las relaciones de género en espacios de activismo político, estudiantil y religioso, y la irrupción de las jóvenes en el feminismo[25].
La categoría de generación cobró auge en la historiografía española al calor del debate sobre las políticas de memoria y el crecimiento de los movimientos por la memoria en el cambio del siglo xx al xxi, protagonizado, se decía, por la generación de los nietos de la Guerra Civil[26]. No obstante, el recurso a la generación se ha centrado en dos enfoques: en primer lugar, la sucesión de generaciones como eje explicativo de la evolución histórica[27]. En segundo término, el estudio concreto de una generación política, terreno en que empieza a introducirse la perspectiva de género, con estudios que analizan el diferente significado que para mujeres y hombres tuvo pertenecer a una de dichas generaciones políticas, en una coyuntura de gran politización o a lo largo de sus trayectorias posteriores[28].
Frente a este panorama, las relaciones intergeneracionales han sido menos exploradas, más allá de las investigaciones que analizan los flujos entre diversas generaciones en torno a pasados traumáticos como la Guerra Civil y la represión franquista[29]. En ese sentido, el interés por los vínculos entre generaciones desde una perspectiva de género representa un terreno todavía poco explorado. Algunos trabajos se han focalizado en la transmisión de la memoria de una generación a otra y en el legado familiar para comprender el compromiso político de las nuevas generaciones. Varias investigaciones han destacado la ideología de padres y madres en el origen de las inquietudes sociales y políticas de sus hijas, en especial en la diáspora de 1939, en que las familias exiliadas pudieron manifestar sus recuerdos e ideología con libertad, frente al silencio que con frecuencia marcó la vida en el interior del país[30]. Pero incluso en contextos represivos, como la posguerra, el recuerdo de familiares muertos y de los sucesos vividos en la República y la Guerra Civil y su transmisión a la siguiente generación han sido interpretados como una manifestación de resistencia política de las mujeres en el interior de las familias y frente a las autoridades[31].
Otras veces se ha aludido a las tensiones generacionales. Para la época de entreguerras, se ha subrayado que el auge de la movilización juvenil supuso la creciente participación política de las mujeres jóvenes, que cuestionaron mediante su compromiso no solo ideales políticos heredados del pasado, sino también modelos de vida y comportamiento o tabúes, como el recurso a la violencia[32]. Por su parte, uno de los factores destacados de la generación de 1968 es la importancia que adquirió la participación de mujeres y el auge del feminismo junto con el conflicto generacional (generation gap) entre esa juventud contestataria y la generación anterior, tanto en clave de crítica a las elites políticas y económicas adultas, y a los valores y la moral que representaban, como en un sentido de confrontación intrafamiliar. No obstante, se ha insistido en que las relaciones con padres y madres no fue unívoca, sino ambivalente, pues, además de tensiones y crisis, también fue frecuente la pervivencia de rasgos compartidos, en especial en el seno de familias vinculadas a la izquierda[33]. Además, se han estudiado las relaciones intergeneracionales de mujeres en el interior de algunos partidos y organizaciones políticas, trazadas en términos de fricción e incomprensión, aunque asimismo de admiración y colaboración, en función de diferentes prioridades políticas, formas de concebir la militancia y actitudes ante el feminismo[34].
Por otro lado, la propuesta de estudiar las relaciones intergeneracionales empieza a tener cierta presencia en la historiografía interesada por el feminismo, que también insiste más en el diálogo y la continuidad que en el conflicto y la ruptura, en torno a tres debates. En primer término, se ha planteado una revisión de la metáfora de las olas y su vigencia para entender la evolución del movimiento feminista al insistirse en que, más que una sucesión de momentos de auge y decadencia, protagonizados por diferentes generaciones que se van sucediendo unas a otras, primaría la persistencia en el tiempo del feminismo, con manifestaciones muy diversas, y la convivencia y el intercambio entre generaciones y proyectos feministas diferentes en una misma etapa histórica[35]. Si en ocasiones se alude a tensiones, pero también a legados entre diferentes generaciones feministas, en otras se subraya la «solidaridad intergeneracional» actual y la «sororidad en la diversidad» en el feminismo del siglo xxi[36].
En segundo lugar, el interés por los vínculos intergeneracionales está relacionado, además, con el debate acerca de la propia definición del feminismo, con la inclusión del feminismo histórico y de opciones feministas plurales, un debate en que con frecuencia afloran tensiones y oportunidades de colaboración entre generaciones[37]. Por último, y en relación con ello, se plantea la existencia/inexistencia de genealogías feministas y de un «feminismo generacional» sustentado en sagas familiares feministas o en el interés por preservar del olvido el legado feminista de generaciones anteriores[38].
A partir de los parámetros anteriores, este dossier recoge diversas investigaciones que reflejan cómo los ámbitos de compromiso político, feminista y pacifista se convirtieron, a lo largo del siglo xx, en espacios de confluencia entre mujeres de diferentes generaciones. Ya fuera a partir de iniciativas impulsadas por organizaciones y partidos, ya fuera debido a acciones familiares o individuales, se desplegaron discursos interesados en establecer genealogías femeninas y feministas en torno a elementos comunes, irrumpieron generaciones nuevas por confrontación a las anteriores y en defensa de ideales novedosos de feminidad, o se trazaron vínculos en múltiples direcciones que contribuyeron a conformar subjetividades e identidades colectivas atravesadas por el género. Todas estas cuestiones, en suma, reflejan que el tiempo que vivieron quienes se implicaron en el activismo político y social presenta idas y vueltas y fronteras flexibles, más allá de una comprensión del pasado como una sucesión rígida y continua de sucesos.
Los artículos que conforman el dossier proponen miradas novedosas sobre el diálogo intergeneracional entre mujeres comprometidas. Una de ellas es la comparación entre las genealogías femeninas trazadas por diferentes culturas políticas, como plantea Patrizia Gabrielli en su artículo «Continuidades y rupturas entre generaciones de dirigentes políticas en Italia: la memoria, las memorias». En él analiza cómo, a través de la prensa, celebraciones rituales, relatos autobiográficos y memorias, tanto católicas como comunistas italianas de la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial se esforzaron en establecer una línea en el tiempo entre militantes y líderes de generaciones distintas que legitimara la actuación política de las mujeres de su época, y en torno a valores maternales similares e ideologías diferentes. Gabrielli además presta especial atención a las memorias redactadas por comunistas, que evolucionaron desde una primera narrativa que subrayaba la acción pública, la racionalidad, el sacrificio por la causa y la primacía de lo colectivo frente a la individualidad, a otros escritos influidos por el feminismo de segunda ola, que incorporaron la dimensión subjetiva y emocional, la autonomía personal frente al partido y los modelos tradicionales de género. Un ejemplo de cómo el legado intergeneracional no siempre circula de las generaciones mayores a las jóvenes, sino que también puede darse en sentido contrario.
Como demuestra el texto «Auxilio Social. Un espacio de transmisión intergeneracional del compromiso político durante la inmediata posguerra», de Miguel Díaz, la transferencia de valores e ideales críticos con la dictadura franquista no se circunscribió al ámbito doméstico, como se pensaba hasta ahora, sino que utilizó instituciones del propio régimen. A pesar de la represión, en los primeros años cuarenta existieron ámbitos de intercambio entre generaciones que escaparon al control franquista. A partir de documentación interna y de publicaciones de la época, Díaz analiza desde una nueva óptica la acción de algunas responsables de Auxilio Social, su capacidad para propagar un relato alternativo al oficial y la respuesta en ocasiones sorprendente de la infancia acogida en los comedores de dicha institución. Este artículo pone de manifiesto un caso inédito de transmisión de la memoria como forma de resistencia y muestra una interpretación sofisticada de la agencia de colectivos y personas vulnerables.
En un contexto diferente, pero también marcado por la dictadura franquista, el exilio se convirtió en un ámbito privilegiado para la difusión de relatos y recuerdos entre generaciones en el seno familiar. Pilar Domínguez, en su contribución titulada «Caminos de ida y vuelta. Trayectorias de compromiso femenino en la segunda generación del exilio republicano», recurre al concepto de «posmemoria» para estudiar cómo los ideales cívicos y políticos de quienes tuvieron que huir de España estuvieron muy presentes en la acción política de algunas mujeres pertenecientes a la segunda generación. Las fuentes orales permiten a la autora desvelar no solo la asunción de un legado ético y político considerado como propio, sino también las tensiones entre valores igualitarios y resistencias familiares al activismo de mujeres jóvenes. El texto subraya que, junto a ideas o principios, algunas mujeres destacadas del primer exilio transmitieron una actitud independiente a sus hijas y a otras exiliadas de la segunda generación, contribuyendo a conformar unas subjetividades autónomas y resistentes a las presiones de su entorno.
Para terminar, el artículo de Eva Espinar y Mónica Moreno, denominado «Mujeres, feminismo y relaciones intergeneracionales en el movimiento anti-OTAN de Canarias», se detiene en un ámbito poco concurrido tanto en los estudios sobre compromiso y género como en aquellos centrados en el pacifismo y el movimiento antimilitarista. La campaña en contra del ingreso y permanencia de España en la OTAN en la primera mitad de los ochenta constituyó un intenso espacio de convivencia e intercambio intergeneracional de mujeres. Partiendo de documentación de archivo, prensa y entrevistas, se estudia la circulación de ideas, comportamientos y repertorios de movilización entre tres generaciones de mujeres pertenecientes a diferentes culturas políticas progresistas e interesadas, además, en las relaciones entre feminismo y pacifismo. Se plantea que dicho intercambio supuso un aprendizaje mutuo para las activistas anti-OTAN en términos vitales y políticos, tanto en el seno de las asociaciones antimilitaristas como en algunas familias con un destacado compromiso. Junto con las relaciones materno-filiales, biológicas o simbólicas, se destaca de forma novedosa la existencia de amistades intergeneracionales y, además de corroborar la existencia de una cadena femenina de transmisión de una generación a la siguiente, se detectan lazos directos entre la primera y la tercera generación.
[1] |
Este dossier recoge parte de los resultados de la investigación desarrollada en el marco del proyecto de I+D+i denominado «Género, compromiso y transgresión en espacios transnacionales e intergeneracionales. Siglo xx» (PID2020-118574GB-I00), financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Agencia Estatal de Investigación. |
[2] |
Scott (2000); Blasco (2020); Mannheim (1993); Guisado y Baigorri (2013), y Longa (2017). |
[3] | |
[4] | |
[5] |
Longa (2017: 219). |
[6] |
Rowbotahm (2023). |
[7] |
Quílez (2014). |
[8] |
Jelin (2002: 126). |
[9] |
Cuesta (2007). |
[10] |
Hirsch (2015). |
[11] |
Kingstone y Bristow (2024). |
[12] |
Švaříčková (2022). |
[13] |
Del Moral (2020) |
[14] |
Jelin (2017). |
[15] |
Ciriza (2006) |
[16] |
Ramos y Ortega (2019: 151-152). |
[17] |
Llona y Díaz (2023). |
[18] |
Passerini (2010: 121-122). |
[19] |
Wandor (1990). En palabras de García de León (2008: 18): «El gran problema, en mi opinión, que tenemos como generación, es el siguiente: definir nuestro legado, buscar nuestras herederas y traspasar nuestra herencia». |
[20] |
De la abundante bibliografía sobre mujeres y compromiso, vid. Egido y Fernández (2011); Yusta y Peiró (2015), y Moreno (2023), entre otros. |
[21] | |
[22] |
Otero (2018). |
[23] | |
[24] |
Souto (2018: 27). Una reciente reflexión al respecto en Del Río (2023). |
[25] |
Moreno y Ortuño (2015); Moreno y Cases (2017); De Dios (2018); Moreno (2020); Lledó (2023). |
[26] |
Aróstegui y Gálvez (2010). |
[27] |
Por ejemplo, Martín (2013). En relación con la historia de las mujeres, para Italia, una propuesta de sucesión de «generaciones breves» en Mori et al. (2014). |
[28] |
Según Pagis (2009) y Pescarolo (2018). Para España, Espinar y Moreno (2020). |
[29] | |
[30] | |
[31] |
Murillo (2015) y Román (2020: 255-266). |
[32] | |
[33] |
Como han señalado Oseka et al. (2013). Para España, Ortuño y Moreno (2020). |
[34] | |
[35] |
Para otras latitudes Gillis y Munford (2004). |
[36] | |
[37] | |
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