RESUMEN

En la movilización contra la incorporación de España a la OTAN en la primera mitad de los años ochenta participaron diferentes partidos, organizaciones y personas comprometidas con el pacifismo y el antimilitarismo. Este artículo, centrado en Canarias, donde hubo un amplio apoyo al No en el referéndum de 1986, propone un nuevo enfoque sobre la historia del pacifismo en España al focalizar la atención en las mujeres y las relaciones entre generaciones. A partir de fuentes archivísticas y testimonios orales, se analizan las tensiones entre diferentes formas de entender el compromiso, la política internacional o el protagonismo de las mujeres y del feminismo en el movimiento pacifista, pero también las herencia e intercambios, los referentes comunes y el aprendizaje mutuo entre tres generaciones de mujeres. Se presta además especial atención a las relaciones con los hombres de diferentes generaciones en el seno del movimiento anti-OTAN, así como a la existencia de redes familiares y genealogías que favorecieron los intercambios intergeneracionales. Este estudio arroja luz sobre el relevo generacional en el feminismo y el pacifismo.

Palabras clave: Mujeres; feminismo; relaciones intergeneracionales; antimilitarismo; pacifismo.

ABSTRACT

The mobilisation against Spain’s membership in NATO during the first half of the 1980s involved different parties, organisations and individuals committed to pacifism and antimilitarism. This paper, which considers the case of the Canary Islands, where there was broad support for the No vote in the 1986 referendum, proposes a new approach to the history of pacifism in Spain by focusing on women and relationships between generations. Based on archival sources and oral testimonies, it analyses tensions between different ways of understanding commitment, international politics and the role of women and feminism in the pacifist movement, as well as the inheritance and exchanges, common references and mutual learning over three generations of women. Special attention is also paid to their relationships with men of different generations within the anti-NATO movement, as well as to family networks and genealogies which promoted intergenerational exchanges. Our study sheds light on generational renewal in feminism and pacifism.

Keywords: Women; feminism; intergenerational relationships; antimilitarism; pacifism.

Cómo citar este artículo / Citation: Espinar-Ruiz, Eva y Moreno Seco, Mónica (2024). Mujeres, feminismo y relaciones intergeneracionales en el movimiento anti-OTAN de Canarias. Historia y Política, 52, 89-‍120. doi: https://doi.org/10.18042/hp.52.04

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

Los años ochenta en España suelen considerarse una época de desmovilización social y política debido a la consolidación de la democracia y la ampliación de derechos y libertades, pero también a la derrota de los proyectos revolucionarios del tardofranquismo. Sin embargo, los estudios más recientes sobre estos años ofrecen un panorama más complejo. En algunos casos, el activismo persistió, como sucedió en determinadas corrientes del feminismo, la contracultura y el antimilitarismo, mientras entre otros sectores sociales se dio una reactivación de la protesta[2]. En este marco, la campaña contra la participación de España en la OTAN recogió la labor desarrollada por grupos hasta entonces minoritarios y extendió sus apoyos a colectivos sociales amplios, que salieron a las calles de forma masiva.

Centrado en el caso de Canarias, donde triunfó el voto del No en el referéndum celebrado en 1986 sobre la permanencia en la OTAN, este artículo propone una nueva visión de la historia del movimiento antimilitarista y pacifista en España, desde un enfoque de género, a partir de dos ejes: las relaciones intergeneracionales y la interacción entre pacifismo y feminismo. La movilización anti-OTAN conforma un marco privilegiado para el análisis de estos dos aspectos, por sendas razones. Por un lado, debido a que fue uno de los pocos espacios de protesta en los años ochenta en que convivieron distintas generaciones. Por otro, porque el feminismo español de esa época, en consonancia con lo que estaba sucediendo en todo el mundo occidental, mostró un creciente interés por el pensamiento y la acción pacifista, cuyos vínculos todavía no se han analizado suficientemente. En este sentido, en el movimiento anti-OTAN, además de los partidos de la izquierda radical, que aportaron una perspectiva antiimperialista frente a la política estadounidense, confluyeron diferentes componentes de las corrientes antimilitaristas y pacifistas españolas, como el movimiento de objeción de conciencia y el activismo vinculado a la cultura de la paz y la no violencia[3].

El marco teórico que sustenta esta investigación reside en los estudios de género, así como en diferentes aportaciones de la teoría de las generaciones y la investigación sobre la paz. En primer lugar, generación y cohorte son conceptos diferentes, especialmente si estamos hablando de una generación política[4]. Así, mientras que una cohorte es un grupo de edad nacido en un mismo período de tiempo, una generación política es un grupo de edad que toma conciencia de su singularidad y se une para trabajar por el cambio social y político. De esta forma, una generación no solo comparte haber nacido en un mismo momento histórico, sino que también desarrolla una conciencia de grupo, con actitudes y comportamientos que se diferencian de los de otros grupos sociales y generaciones[5].

En algunos estudios se destaca el carácter conflictivo de las relaciones entre las distintas generaciones[6]. En concreto, la irrupción de la nueva izquierda en el panorama político de los años setenta en España, al igual que en el resto del mundo occidental, tuvo un claro significado generacional, al movilizar a un sector de la juventud con inquietudes políticas, pero descontento ante la deriva del PCE, al que consideraba excesivamente reformista, centralizado y tradicional[7]. A pesar de que en el partido comunista militaran jóvenes y de que en la dirección de algunas formaciones de la izquierda radical figuraran adultos, existía, si no un conflicto, al menos sí diferencias políticas, organizativas y vitales de tipo generacional entre estas corrientes. Unas diferencias que se prolongaron durante los años ochenta y que se trasladaron al movimiento antimilitarista y al feminismo. En el terreno personal, en ocasiones la militancia se reafirmó por contraste con el conservadurismo o la moderación de los progenitores, tanto en términos ideológicos como actitudinales, en un contexto de inconformismo juvenil ante la dictadura o de descontento ante los resultados de la transición.

Sin embargo, la relación entre generaciones no siempre es conflictiva y, de hecho, es posible también hablar de genealogías familiares en las que se enlazan diferentes generaciones de activistas. Así, tanto las vivencias como los recuerdos compartidos dentro de una familia pueden ser esenciales en la construcción de las identidades personales y colectivas, en la conformación de compromisos políticos y sociales y en la transmisión intergeneracional de hechos históricos, proceso en el cual las mujeres desempeñan una labor fundamental[8].

El análisis de las relaciones intergeneracionales se torna todavía más complejo cuando aflora la transmisión en sentido inverso, es decir, desde las generaciones más jóvenes a las mayores. El activismo juvenil puede contribuir, así, a reactivar militancias anteriores o a dotarlas de una nueva orientación, más en consonancia con los nuevos tiempos[9]. La confluencia y el diálogo entre diferentes generaciones se hacen especialmente fluidos en movilizaciones que priman la horizontalidad y el asamblearismo, como pueden ser la antimilitarista y la feminista.

Ahora bien, el concepto de generación no es neutro ante las desigualdades de género. Por ello, resulta oportuno incorporar la experiencia de las mujeres a su estudio y reflexionar sobre la interacción entre las relaciones intergeneracionales y el género[10]. Por un lado, puede rastrearse el proceso de aprendizaje a partir de las experiencias de las generaciones anteriores, en torno a figuras que se convierten en referentes para mujeres jóvenes, ya sean sus madres biológicas o simbólicas, y que ofrecen modelos alternativos políticos y de vida. Por otro lado, la convivencia en los espacios abiertos y dinámicos que suelen caracterizar al feminismo permite el intercambio de pareceres entre diferentes generaciones. Este tipo de relaciones se convierten en eslabones de una cadena genealógica que hace posible la transmisión de saberes y prácticas, que cobra especial importancia para colectivos cuya trayectoria histórica ha carecido, tradicionalmente, de reconocimiento público, como es el caso de las mujeres[11]. En relación con lo anterior, podríamos retomar el concepto de «feminismo generacional», acuñado para describir las relaciones entre la generación de los años treinta y la posterior, y que resulta útil para subrayar la importancia del legado generacional también para las activistas de los años setenta y ochenta[12].

En concreto, en las movilizaciones contra el ingreso y la permanencia de España en la OTAN, en especial entre 1981 y 1986, período que constituye el núcleo cronológico de este artículo, participaron mujeres de tres diferentes generaciones. Algunas provenían de la militancia política durante el franquismo, en especial en el PCE. Otras, más jóvenes, se incorporaron al activismo en el contexto de la transición, tanto en partidos de la nueva izquierda, en el PCE o en formaciones nacionalistas, como en organizaciones cristianas y en asociaciones vecinales. Por último, algunas iniciaron su actividad social y política en los propios años ochenta, en algunos casos siendo incluso adolescentes, en un contexto que va adoptando nuevas formas de protesta.

Por otra parte, cabe señalar que en el activismo anti-OTAN confluyeron de forma en ocasiones confusa corrientes próximas pero no sinónimas, ligadas al pacifismo, antimilitarismo y antiimperialismo. Mientras el pacifismo rechaza todo tipo de violencia y apuesta por el desarrollo de culturas de paz, el antimilitarismo se centra en la crítica a los ejércitos y a la militarización de las sociedades, aunque puede aceptar el uso de la violencia en algunos contextos, por ejemplo, en guerras de liberación[13]. Por su parte, la tensión provocada por la Segunda Guerra Fría y el interés geoestratégico que mostró Estados Unidos en España en general, y en Canarias en particular, dio lugar a un extendido sentimiento antiimperialista entre amplios sectores sociales. Hay que tener en cuenta que la recién terminada dictadura militar y su alianza con Estados Unidos alimentó la defensa de la paz, el rechazo a los valores militares, el aprecio del neutralismo y el antiamericanismo[14]. En este sentido, a lo largo del presente artículo hablaremos de forma colectiva de este entramado social utilizando el término de movimientos pacifistas y antimilitaristas.

Respecto a la relación entre el feminismo y el pensamiento y acción pacifistas, podemos destacar cierto carácter conflictivo. El hecho de que la tradición patriarcal haya caracterizado el pacifismo como un valor considerado natural de las mujeres, lo ha convertido en objeto de rechazo para algunas corrientes feministas. Es más, son numerosos los ejemplos en los que mujeres, incluso representantes del movimiento feminista, han apoyado las guerras, como es el caso del sufragismo inglés ante la I Guerra Mundial[15]. Ahora bien, también son diversas las aportaciones que, para la construcción de la paz, pueden derivarse de las prácticas y los planteamientos teóricos feministas[16]. Desde la práctica, tal y como señala Carmen Magallón:

Hay grupos de mujeres organizados de muchos tipos: para oponerse a la guerra o las políticas militaristas y de agresión que llevan a cabo sus gobiernos o sus grupos de pertenencia; para acercar, a través de la relación y la búsqueda de puntos comunes, a personas de grupos enfrentados [...]; para la búsqueda de soluciones no militares a conflictos estructurales; contra la impunidad [...]; para apoyar a mujeres que viven en situaciones de guerra o de falta de libertad y derechos humanos, en países distintos al suyo, y para lograr que el trabajo de base de las mujeres cuente en la toma de decisiones[17].

Desde la teoría, rechazando cualquier tipo de esencialismo biologicista, son varias las autoras que defienden la existencia de un «privilegio epistémico y de acción de las mujeres»[18] en la construcción de la paz. Tal privilegio parte de dos fundamentos básicos. El primero es la configuración de las mujeres como grupo subordinado por el mero hecho de ser mujeres. Vienen a ser las extrañas —tal y como planteaba Virginia Wolf en 1938[19]— y, en consecuencia, «la singularidad de las mujeres con respecto a la guerra no es que ellas sean pacíficas por naturaleza biológica o social, sino que son ajenas al orden sociosimbólico que la sustenta»[20]. En último término, como señala Cockburn, el interés de los grupos feministas por el pacifismo reside en su convicción de que las relaciones desiguales de género favorecen la violencia en general y la guerra en particular, por los estrechos vínculos que detectan entre masculinidad y militarismo[21].

La segunda fuente de ese potencial de cambio proviene de la propia experiencia histórica de las mujeres. De esta forma, algunas autoras consideran que las tareas de cuidado y, en concreto, el trabajo maternal, pueden ser una «fuente de aprendizaje de habilidades para resolver conflictos de forma no violenta»[22]. Estos planteamientos parten del trabajo de Sara Ruddick. De acuerdo con esta autora, el conjunto de actividades orientadas a proteger, criar y educar que caracteriza la práctica maternal puede generar una ética específica que predispone al cuidado y protección[23]. Si bien desde finales de los años sesenta las alusiones a la maternidad como legitimación de las demandas en favor de la paz perdieron peso frente al rechazo a la violencia, en los ochenta un sector del feminismo pacifista revalorizó los cuidados y cualidades consideradas femeninas, como la sensibilidad y la mediación, pero también otras, como la asertividad, reafirmando una imagen positiva (y feminizada) del movimiento por la paz[24].

Recogiendo estos planteamientos, la novedad del presente artículo se sitúa en el enfoque elegido, centrado en las mujeres, y atendiendo al papel que tienen las relaciones intergeneracionales y las redes feministas en su participación en el activismo anti-OTAN. Son diversos los estudios existentes sobre las movilizaciones contra la permanencia de España en la OTAN, en el conjunto del Estado o focalizados en casos concretos[25]. También contamos con algunas investigaciones sobre Canarias[26], singular tanto por la victoria del No en el referéndum, como por el grado de participación alcanzado. Sin embargo, las investigaciones realizadas sobre estas movilizaciones suelen primar un enfoque político y organizativo, centrado en los partidos o en las plataformas antimilitaristas y no suelen incorporar las perspectivas que aquí se relacionan. Así, en este artículo se analiza este activismo atendiendo a su carácter de punto de encuentro de las tres generaciones ya mencionadas. Igualmente, se introduce en el análisis las relaciones de género y la interacción entre las movilizaciones anti-OTAN y un movimiento feminista que, en la España de los años ochenta, vivía momentos de diversidad y cierta fragmentación, pero todavía congregaba a numerosas mujeres.

Esta investigación ha recurrido a diversas fuentes históricas. Por un lado, documentación del movimiento antimilitarista y diversas organizaciones feministas que proviene del Archivo de Movimientos Sociales y Políticos de Canarias —del Centro de Estudios y Difusión del Atlántico, en Las Palmas de Gran Canaria—, y del Archivo Histórico de la Transición Democrática en Canarias, depositado en la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. Este material ofrece información sobre la gran diversidad de intereses y objetivos de las campañas emprendidas, que se reflejan en manifiestos y escritos públicos, folletos y publicidad de actos. Pero también se han analizado textos de distribución interna que permiten una aproximación a los debates planteados en el seno de estas asociaciones y que dejan traslucir las tensiones que en ocasiones afloraron entre mujeres y hombres, y entre plataformas antimilitaristas y agrupaciones feministas. Por otra parte, se ha acudido a los testimonios orales, de especial valor a la hora de conocer y calibrar las relaciones personales y colectivas entre diferentes generaciones, así como entre mujeres y hombres, y entre grupos feministas y antimilitaristas. Igualmente, concedemos importancia a los «enclaves de la memoria», que constituyen hitos en el relato autobiográfico de la persona entrevistadas y que ofrecen información muy valiosa sobre la experiencia personal y colectiva de una época[27]. En la selección de testimonios se ha tenido en cuenta la participación activa en la movilización anti-OTAN, la diversidad generacional y que se recogiera el testimonio tanto de mujeres como de hombres. En este sentido, incorporar las voces y recuerdos de las mujeres cuestiona la narración política e histórica que emana del poder y la tradición[28]. Varias fuentes no pudieron ser consultadas por cuestiones de salud y algunas de las personas protagonistas ya habían fallecido. Finalmente, de forma complementaria, se ha recurrido a la prensa generalista y a la elaborada por los propios movimientos por la paz y feminista.

II. EL MOVIMIENTO POR LA PAZ Y ANTIMILITARISTA CANARIO (1976-‍1986)[Subir]

El panorama político en Canarias durante la transición y los primeros años de la democracia estuvo marcado, como en el resto de España, por la consolidación de partidos políticos mayoritarios como UCD y PSOE, el progresivo crecimiento de AP y la debilidad del PCC-PCE tras su protagonismo en el tardofranquismo. Además, el archipiélago contaba con algunas características propias, como el dinamismo de partidos de la izquierda radical (en especial el PUCC o Partido de Unificación Comunista de Canarias y el PCPE o Partido Comunista de los Pueblos de España) y la destacada presencia del nacionalismo de izquierda. En 1979 se fundó la Unión del Pueblo Canario (UPC), como resultado de la confluencia de grupos cristianos, nacionalistas (PCU o Pueblo Canario Unido) y comunistas (PUCC, después MIRAC, o Movimiento de Izquierda Revolucionaria del Archipiélago Canario). La UPC fue una formación protagonista en el panorama social y político de las islas hasta su disolución a mediados de los ochenta. Su líder indiscutido fue Fernando Sagaseta, que en 1979 resultó elegido diputado en el Congreso y que se convirtió en referencia política del antimilitarismo canario.

En este contexto, la movilización antimilitarista canaria se inserta en la evolución del movimiento pacifista español, que empezó a tener visibilidad durante la transición a partir de objetores de conciencia, grupos cristianos y núcleos libertarios. A medida que se consolidó, quedó clara la existencia de dos corrientes diferentes en su seno, la no violencia y el antimilitarismo, especialmente relevante en España debido al rechazo a un ejército identificado con la dictadura franquista[29]. En Canarias[30], dos hechos dieron un fuerte empuje a la protesta antimilitarista. En primer lugar, el final de la presencia de España en el Sahara Occidental en febrero de 1976 supuso la salida de numerosas tropas, parte de las cuales se desplazaron a la isla de Fuerteventura, entonces muy poco poblada. Los conflictos provocados por los soldados de la Legión allí destinados despertaron la animadversión en el conjunto de las islas[31]. Esta experiencia dejó una gran impronta en la población, convirtiéndose en un enclave de memoria. María Nebot, en la entrevista realizada, interpreta los sucesos desde una mirada feminista, aludiendo al rechazo a los legionarios «porque representaban todos esos valores tremendamente machistas que nos producían rechazo hasta estético, esos corazones ahí tatuados, como amor de madre, la cabra, el amor a la muerte, todo eso»[32].

En segundo lugar, la importancia estratégica de Canarias aumentó en un momento de tensiones con el ejército marroquí, en el que las demandas independentistas canarias también se incrementaron, apoyadas por la OUA, y en el que, en plena Guerra Fría, el interés de Estados Unidos y de la OTAN en el archipiélago parecía patente. El proyecto de instalar la base aeronaval de Arinaga, que se sumaba a otras ya existentes en diferentes islas, como la de El Picacho, incrementó el malestar e impulsó el movimiento antimilitarista a partir de 1978. Según Gonzalo Hernández Martel, los propios activistas recurrieron al peligro cercano que implicaban las bases para movilizar a la población, preguntando: «¿Usted quiere una base en Arinaga? ¿Sí o no? ¿Quiere que esto se le llene de barcos americanos ahí fondeando en la bahía? ¿O quiere que si hay un conflicto los barcos que vienen a aprovisionarse, esto sea un centro donde le pueden tirar una bomba para que no se suministre? Eso es el tipo de cosas que la gente entendía»[33].

Desde ese momento, surgieron las primeras comisiones y plataformas en defensa de la neutralidad y por la paz. Poco después se fundó la UPC, que en 1979 manifestó su rechazo a la militarización de las islas y la entrada en la OTAN. El diputado de la UPC Fernando Sagaseta, desde su escaño en Madrid, facilitó el contacto del movimiento antimilitarista canario con el de la península. Además, reclamó la celebración de un referéndum sobre el ingreso en la OTAN ya en 1980[34].

En el conjunto de España, la protesta antimilitarista se reactivó con la crisis de los euromisiles de principios de los años ochenta, y en especial con el ingreso de España en la OTAN en 1982 durante el gobierno de UCD. Estas protestas se enmarcaron en una corriente transnacional contra la proliferación de armamento nuclear, que en el caso español se centró en la OTAN y las bases americanas[35]. La movilización contra la alianza militar ha sido considerada la «última batalla de la transición» y la primera de la democracia[36]. Las protestas contaron, en un primer momento, con la participación activa de partidos de la izquierda radical como el MC y la LCR, junto con diferentes movimientos sociales (objetores de conciencia, feministas, ecologistas), aunque más adelante el PCE también se incorporó de pleno al movimiento. Por su parte, el PSOE, que se presentó a las elecciones de octubre de 1982 con la promesa de celebrar un referéndum para salir de la alianza militar, una vez en el poder cambió de opinión y retrasó la convocatoria de la consulta hasta marzo de 1986[37].

También en Canarias el antimilitarismo cobró fuerza como movimiento ciudadano en los años ochenta, proceso en que fueron importantes los contactos entre el MC en la península y el MIRAC, así como la labor de Sagaseta y los vínculos con la Comisión anti-Otan de Madrid, una de las más activas del Estado español[38]. La movilización canaria contra la OTAN giró en torno a dos espacios: los Comités anti-OTAN y la Comisión Ciudadana por la Paz y el Desarme. Los primeros fueron promovidos por el MIRAC-PUCC y grupos cristianos de base, y se extendieron por muchas localidades. Estos comités desplegaron una gran actividad en centros educativos y asociaciones de vecinos, y organizaron manifestaciones, marchas, encierros, consultas populares, etc. Eran grupos con un funcionamiento asambleario, de menos de quince personas, en su mayoría jóvenes. Por su parte, la Comisión tuvo una presencia más reducida y destacó en Las Palmas de Gran Canaria y estaba próxima al PCC-PCE[39].

Aunque mantenían posiciones divergentes y desarrollaron diferentes estrategias, en la actualidad antiguos militantes de estas organizaciones subrayan el hecho de que desplegaron un trabajo complementario:

El Comité era más radical, por decirlo de alguna manera, en las medidas, la Comisión no se metía en una huelga de hambre. la Comisión tenía más la misión de reivindicar el referéndum, era muy amplia, cosa que está bien, yo creo que está bien intentar convencer a sectores sociales que no estaban tan convencidos del No, pero sí defendiendo un referéndum[40].

Los comités anti-OTAN […] se guiaban más por temas ideológicos. Es decir, que no solo era la lucha en contra de la OTAN (…) Los comités anti-OTAN trabajaban más en barrios… y eran más activos en ese sentido. [La Comisión] era más un rollo profesional pero que tenía acceso a los medios de comunicación [...] Nosotros nos dedicábamos más a labores de concienciación[41].

Algunas de las actividades más destacadas del movimiento antimilitarista español reprodujeron esquemas clásicos, como manifestaciones, concentraciones, mítines, recogidas de firmas y ruedas de prensa. Pero otras formas de movilización se caracterizaron por el recurso a fórmulas imaginativas, como marchas a las bases militares de Torrejón, Zaragoza y Rota, cadenas humanas, campamentos, participación en carnavales o performances, en consonancia con las prácticas que estaba desarrollando el pacifismo europeo. En el movimiento anti-OTAN canario, además de los múltiples actos en barrios, parroquias, clubes juveniles o municipios, algunas protestas lograron movilizar a numerosas personas, como grandes manifestaciones en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, o las marchas a Arinaga y El Picacho. En abril de 1985, tuvieron lugar en Tefía unas Jornadas por la Paz y contra la Militarización, con una acampada en la que participaron personas de diferentes islas y organizaciones. A finales del mismo año, se organizó una huelga de hambre, que protagonizaron cinco activistas en el Colegio de Licenciados de Tenerife y otros cinco en una iglesia en el barrio de Schamann, en Las Palmas. Tras la convocatoria del referéndum, el 23 de febrero de 1986 se celebró un gran acto en la playa de Las Canteras en Las Palmas, donde miles de personas se unieron formando las palabras «OTAN NO», y coincidiendo con el carnaval hubo una actuación de la murga Antiotanitos. Durante la campaña, se multiplicaron los mítines, incluido uno en Santa Cruz de Tenerife con la presencia de Petra Kelly y el exgeneral de la OTAN Gerd Bastian, líderes del movimiento europeo antinuclear[42].

Finalmente, el referéndum tuvo lugar el 12 de marzo de 1986 y los resultados estatales arrojaron una victoria del Sí, pues una estrecha mayoría de votantes (52,54 %) optó por la permanencia de España en la OTAN. El apoyo al No fue mayoritario en el País Vasco, Cataluña y Canarias. En concreto, triunfó el No en la provincia de Las Palmas (con un 55,6 % de los votos), en la isla de El Hierro o en ciudades como La Laguna[43]. Como recuerda una de sus protagonistas:

Fue una fiesta y una alegría y una sensación de [...] que somos un pueblo que se ha respetado, que se ha hecho respetar y que ha dicho No a una plataforma de guerra [...], fue una cosa casi gloriosa, y además que como que nos llenamos de razón, esas energías que habíamos volcado en un momento de lucha al responder socialmente mediante las urnas con ese voto mayoritario de No, fue como decir que teníamos razón y que nuestro pueblo es un pueblo pacifista[44].

Este triunfo, que constituye un nuevo enclave de memoria, permitió la continuidad del movimiento pacifista en las islas, que pervive hasta la actualidad. Sin embargo, el pacifismo español en general, aunque continuara su labor centrado en la insumisión y la objeción de conciencia, la investigación para la paz y el feminismo antimilitarista, sufrió una amplia decepción y no logró volver a movilizar a sectores importantes de la población hasta la denuncia de la participación de España en la guerra de Irak de 2003[45].

III. RELACIONES DE GÉNERO E INTERGENERACIONALES EN LAS MOVILIZACIONES CANARIAS CONTRA LA OTAN[Subir]

La presencia de mujeres en la movilización anti-OTAN de Canarias fue numerosa, tanto en la participación en las protestas como en la militancia. Según Carmelo Suárez, «había mucho protagonismo de mujeres [...] Eran mujeres dirigentes de la lucha, muchas, muchas, buena gente»[46]. Algunas destacaron por su liderazgo, como la artista Alicia Martín, la periodista Herminia Fajardo, ambas de la Comisión por la Paz, o, en los Comités anti-OTAN, Silvia Rodríguez Court. También participaron mujeres de clase popular, como Isabelita Sánchez o Lorenza Machín. De acuerdo con las fuentes consultadas, la participación de mujeres era más elevada en los Comités, especialmente de mujeres jóvenes. En la Comisión el número de mujeres era menor, pero algunas desarrollaron un alto protagonismo: «Alicia y Herminia siempre estaban ahí con los megáfonos», destaca Elisa Rodríguez Court[47].

A pesar de esta presencia e incluso liderazgo, los planteamientos de las mujeres no siempre fueron reconocidos y atendidos, como también sucedía en otros planos de la vida pública. Desde posiciones que en la actualidad se declaran abiertamente feministas, la valoración que se hace es crítica. Como recuerda Enrique Bethencourt, militante del PUCC, aunque hubiera una estructura de mujeres en el partido, «reconozco que les costaba mil batallas conseguir que sus posicionamientos fueran escuchados y no fueran ninguneados por el mundo masculino. Pese a que hubiera más sensibilidad que en el resto de la sociedad, o que al menos aparecieran en los documentos y en los programas políticos, en la práctica lo tenían difícil, sin duda»[48].

Además, las relaciones personales entre mujeres y hombres estaban atravesadas por contradicciones, en un ambiente progresista y abierto formalmente al feminismo, pero en el que se reproducían esquemas patriarcales. Por un lado, la pujanza del feminismo y los contactos entre militancias políticas y sociales explican que el diputado Fernando Sagaseta, de la UPC, defendiera en el Parlamento un proyecto de ley de divorcio en abril de 1980 que recogía los planteamientos de la Coordinadora Feminista estatal[49]. Igualmente, la participación de mujeres que también militaban en el movimiento feminista o que compartían sus planteamientos forzaban cambios en las dinámicas internas de las organizaciones y en las relaciones interpersonales: «A nosotros nos ha resultado supersencillo evolucionar vitalmente, comprender el feminismo, pero porque no había otra. Estamos rodeados de feministas. Te plantaban la mosca a la primera. Y te lo digo en un sentido positivo, aunque yo lo sufrí».[50]

Pero, por otro lado, en el día a día de la militancia continuaban aflorando actitudes muy diferentes. Según Elisa Rodríguez Court, en la Comisión «a veces algunos tenían arranques machistas, propios de la sociedad en la que se vivía y de la generación. Pero no te puedo decir que fuera un rasgo dominante»[51]. Más crítico es Juan Carlos Navarro, activista que en los ochenta era adolescente, cuando afirma que:

El movimiento era terriblemente machista porque era muy difícil cambiar la sociedad en la que estaba esa gente. Estaba cambiando todo y el feminismo estaba presente. Pero porque lo nombrásemos [eso no hacía que] fuese real [...]. Visto con los ojos de ahora, en aquella época el machismo era aplastante, horroroso, en el sentido de que, en el fondo, a pesar de que todo el mundo quería ser feminista, no era tan fácil cambiar. Y es razonable porque veníamos de un mundo muy machista[52].

En definitiva, Quaggio concluye que estas movilizaciones muestran que no pueden interpretarse los años ochenta como un periodo de declive de la actividad ciudadana, sino como una forma de reconceptualizar la política y la democracia. Así, una de las características que destaca de la nueva forma de entender la democracia por parte del movimiento pacifista fue la inclusión de colectivos excluidos de la transición, como las mujere,[53] aunque, como vemos, esta incorporación no siempre se desarrolló en condiciones de igualdad.

En cuanto a la participación de diferentes generaciones en las movilizaciones contra la OTAN en España, puede destacarse la alta presencia de jóvenes y adolescentes que iniciaron su activismo o en la transición o en los años ochenta. Este protagonismo de nuevas generaciones se vio favorecido por el atractivo que suponía la innovación en las formas de protesta (acampadas, carreras populares, participación en carnavales, etc.)[54], como era el caso de muchas de las actividades organizadas por los Comités anti-OTAN en Canarias. En palabras de María Nebot: «Había gente más mayor en la Comisión Ciudadana por la Paz que en los comités anti-OTAN porque creo que las tradiciones políticas de las que veníamos unos y otros eran diferentes, y al ser diferentes también generacionalmente lo eran, la generación más vieja, vamos a llamarlo así, con más edad, del PCE, y la gente que habíamos puesto en marcha otro tipo de organizaciones, más jóvenes»[55].

En definitiva, las mujeres jóvenes participaron en mayor medida en los comités, pues ofrecían un espacio abierto a nuevas formas de protesta y sostenían un discurso radical, de rechazo a todas las alianzas militares, frente a la posición de la Comisión, más convencional en sus propuestas organizativas y políticas. Lo cual no significa que no hubiera activistas jóvenes en ella. En cualquier caso, en las diferentes movilizaciones se produjo una estrecha convivencia entre personas de distintas edades y, en concreto, entre personas veteranas de la lucha antifranquista y jóvenes activistas. Esta convivencia facilitó, de acuerdo con Muñoz, el establecimiento de «vínculos afectivo-identitarios que iban más allá de la mera causa antiatlantista para enlazar con el rechazo a la geopolítica de bloques y un neutralismo de resonancias tercermundistas que eran parte integrante de la cultura progresista del antifranquismo»[56].

Algunos de los activistas de mayor edad se constituyeron en referentes políticos o de lucha. Entre los primeros parecen predominar las figuras masculinas, con un papel especialmente protagonista de Fernando Sagaseta. Koldobi Velasco, que era adolescente en aquel momento, destaca de este político: «Era una persona de consenso, un referente y una autoridad, cuando lo votabas sabías que iba a defender el archipiélago, la paz, la justicia social, era un referente de política institucional, que se mantuvo con un discurso radical, no tengo memoria de gente que lo hiciera tan bien en la política institucional como Sagaseta»[57].

Entre quienes se convirtieron en modelos de lucha, destaca la presencia de algunas mujeres, especialmente de procedencia obrera, como Isabelita Sánchez Martín, también conocida como «la Pasionaria de la Isleta»[58], o Lorenza Machín. De estas mujeres, señala Silvia Rodríguez Court: «Eran mujeres aparentemente sin miedo; creo que eso es lo que a mí me llamaba más la atención, que, bueno, que yo en aquella época no tenía los miedos que tengo ahora; a mí lo que me llamaba la atención era la entereza, la dureza con la que afrontaban [los problemas], a pesar de las condiciones de vida tan duras»[59]. Otra de las mujeres entrevistadas, que en aquella época militaba en el PCE, señala respecto a estas mujeres de la generación de mayor edad: «Nosotras decíamos que queríamos ser como ellas cuando fuéramos más mayores porque iban a todos los sitios, a bailar y peleonas, en aquella época para mí era como un asombro comparado con mis padres, que eran tan conservadores»[60]. Se convierten así en referentes, no solo en términos de activismo, sino también vitales.

Isabelita Sánchez Marín nació en 1918, apenas pudo asistir tres meses a la escuela y destacó en la movilización vecinal y obrera. En 1977 ocupó el tercer puesto en la lista electoral del PUC, en la que Fernando Sagaseta ocupaba el segundo lugar: «Yo me quedé muerta cuando Fernando, ¡qué gran tipo!, me lo dijo. Yo era casi una analfabeta, pero él era un gran seductor, así que me entusiasmó y me presenté, ¡qué ilusión más grande!... Todo lo que pensaba lo expresé en los mítines, pero lo llevaba todo escrito porque me daba seguridad»[61]. Por su parte, Lorenza Machín Alarcón nació en Fuerteventura en 1946[62]. Activista y escritora, ha sido militante del PCE y del PCPE, con un importante protagonismo en las movilizaciones antimilitaristas en su isla natal. Lorenza es incluso un «referente grande» para los activistas más jóvenes, quienes en los ochenta eran todavía adolescentes, tal y como señalan Koldobi Velasco y Juan Carlos Navarro[63].

Algunas de estas mujeres con una militancia de largo recorrido promovieron la participación política de las más jóvenes, en ocasiones, desde lo más cercano y personal. Respecto a Isabelita Sánchez, señala María Nebot: «Eran relaciones [...] hasta maternales, lo que recuerdo de Isabelita [...], le tenía mucho cariño y ella me trataba a mí como una niñita, me tenía ella también mucho cariño». También ejercieron este papel otras mujeres, como las hermanas Pastora (1933-‍2013)[64] y Alicia Martín-Fernández (1945-‍1997). De familia acomodada, acogieron en sus propias casas reuniones en las que se hablaba de política, de antimilitarismo y, sobre todo, de feminismo, encuentros en los que participaron mujeres muy jóvenes, para quienes estas reuniones sirvieron de acicate y ejemplo en su participación política y social.

En concreto, Alicia Martín-Fernández llegó a ser concejala en el Ayuntamiento de Las Palmas en 1979 por la UPC, y ejerció un papel protagonista en el activismo contra la OTAN, formando parte de la Comisión Ciudadana por la Paz. María Nebot recuerda de ella: «Era una ceramista muy conocida aquí, Alicia Martín; murió, ella formó parte del movimiento anti-OTAN y fue una mujer destacada [...]. A Alicia la recuerdo con especial cariño porque era una mujer arrolladora, de pura vitalidad». Elisa Rodríguez Court señala a la propia Alicia como su vía de acceso a la Comisión por la Paz: «Imagino que sería a través de Alicia Martín [...]. Aunque yo empecé a militar muy pronto en el feminismo también a través de ella y de la hermana, Pastora… pero yo era muy niña»[65].

En todo caso, a pesar del liderazgo político de algunos de los militantes de mayor edad, las personas entrevistadas destacan tanto el protagonismo de la gente joven en las movilizaciones como la horizontalidad en las relaciones entre personas de diferentes generaciones. Según Elisa Rodríguez Court: «Allí no había discriminación. A lo mejor no nos escuchaban tanto… No sé… en aquel entonces estarían más formados que yo. Pero estábamos en un plano de igualdad. Opinábamos y hacíamos». Algo parecido señala Carmelo Suárez: «Ahí había los cuadros políticos más formados en la resistencia primero de la dictadura. Y estábamos los recién llegados a la lucha política. [...] Ahí había gente de todas las edades. No había un grupo dominante».

Incluso se establecieron relaciones de amistad intergeneracionales, especialmente fuertes entre mujeres. Comenta Silvia Rodríguez Court respecto de Alicia Martín: «Fue amiga nuestra, fue muy amiga, sobre todo de mi hermana». La propia Elisa manifiesta cómo esa amistad convierte en horizontales relaciones entre personas de diferentes generaciones y bagaje político: «Referente no mucho tampoco. Referente como luchadora sí, pero luego yo es que la conozco como amiga»[66].

Finalmente, en las movilizaciones también se incorporó una tercera generación de activistas, gente muy joven en aquel momento, que todavía no tenían edad para votar, pero que formaron parte de las distintas actividades. Participaron en charlas, talleres, manifestaciones, etc., en ocasiones con sus familias, amistades o centros de estudio. Es el caso de activistas como Koldobi Velasco y Juan Carlos Navarro, para quienes aquellas movilizaciones marcaron «una posterior elección de una participación, una militancia en este campo»[67].

Estas relaciones intergeneracionales facilitan la continuidad de los movimientos sociales y el intercambio de sus planteamientos y objetivos. De hecho, este contacto prosiguió en los años posteriores al referéndum, ya que, como señala Juan Carlos Navarro, «tengo memoria de la gente que participó porque no hubo una disolución rápida [...]. De ese árbol nacieron muchas ramas». En este sentido, Koldobi Velasco señala que el alcance de las movilizaciones desarrolladas en los ochenta y el resultado obtenido en el referéndum «fue una explosión enorme de alegría y siempre ha sido un referente de qué proceso de lucha es importante implementar para que realmente lleguen las cosas a toda la población. [Su recuerdo es el de una] una Canarias resistente [...] que siempre nos ha estimulado, nos ha enriquecido». «El No canario a la OTAN» se configura, así, como herencia y los colectivos antimilitaristas locales lo siguen rememorando como «elemento de memoria»[68].

Otro espacio clave para las relaciones intergeneracionales es el familiar, donde las mujeres desempeñan un papel fundamental. Aunque en algunos casos la militancia política y social representa una ruptura real o simbólica con familias conservadoras, en otras ocasiones supone la incorporación a genealogías familiares de activistas. «En casa lo vivíamos», indica Koldobi Velasco. Un ejemplo claro de estas genealogías con protagonismo femenino son las hermanas Rodríguez Court, para cuyo activismo es un referente su propia madre: Ylse Court Horlebeck. Silvia señala que su «madre se presentó a las elecciones en la Unión del Pueblo Canario [...] y de hecho, cuando salió la lista negra de los que iban a fusilar el 23F, pues salió el nombre de mi madre en la lista, de las pocas mujeres que salieron en esa lista». Con ella debatían de política e iban a «pegar carteles», configurándose así una confluencia entre mujeres de diferentes edades y que militaban en distintos espacios: «Yo y mi gemela, que estábamos en la Organización Revolucionaria de Trabajadores, mi hermana Fabi estaba en Pueblo Canario Unido, que eso era independentista, mi hermana Cris estaba en el PCE y mi hermana Rosi también estaba en el PCE, y mi madre en el Partido Socialista de Canarias, que no era el PSOE». «Estábamos todas en lo mismo», concluye esta activista[69].

Ahondando en este aspecto, son varias las personas entrevistadas que señalan el protagonismo activista de algunas de las madres de militantes, aunque no llegaran a ocupar cargos de responsabilidad ni espacios públicos. De hecho, no recuerdan algunos de los nombres de estas mujeres, que aparecen referidas como «madres de»[70], pero sí destacan su papel como activistas feministas, políticas, sociales y antimilitaristas.

IV. ALIANZAS Y DESENCUENTROS ENTRE EL MOVIMIENTO ANTIMILITARISTA Y EL FEMINISMO[Subir]

La confluencia entre el feminismo y el movimiento pacifista, antimilitarista y antinuclear, en el mundo occidental fue frecuente en los años ochenta al compartir, entre otros elementos, la crítica a estructuras de poder violentas, formas de organización horizontales y una gran creatividad en sus actividades[71]. En concreto, tuvieron un notable impacto internacional algunas iniciativas protagonizadas solo por mujeres, como los campamentos de Greenham Common (Gran Bretaña) y Comiso (Italia) contra el uso de armamento nuclear[72], o algunas lideresas, como la alemana Petra Kelly, muy activa en la campaña contra los euromisiles.

Bajo el lema «ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima», diferentes organizaciones españolas de mujeres intentaron conjugar feminismo y pacifismo. En Madrid, algunas militantes fueron muy activas en la movilización contra la OTAN, como María Gascón, quien escribía con frecuencia en Zona Cero, la revista de la Comisión anti-OTAN madrileña, sobre las relaciones entre mujeres, pacifismo y antimilitarismo, o sobre Greenham Common[73]. En Zaragoza, Carmen Magallón, del Colectivo por la Paz y el Desarme, mantuvo estrechos contactos con feministas pacifistas europeas, participó en encuentros en el extranjero y propuso montar en su ciudad un Campamento de Mujeres por la Paz en 1984[74]. Similares iniciativas se desplegaron en torno a las pacifistas de la Asamblea de Mujeres de Vizcaya o a la organización Dones Antimilitaristes (DOAN) en Cataluña[75].

También en Canarias diversas asociaciones feministas se implicaron en la movilización anti-OTAN y desarrollaron un interesante debate sobre las posibles aportaciones del feminismo y de las mujeres al antimilitarismo, en consonancia con las ideas que circulaban en otros espacios de militancia anti-OTAN[76]. En ese sentido, se plantearon cuestiones como las recogidas en el I Encuentro de Mujeres por la Paz en La Laguna, organizado por la Coordinadora Feminista de Tenerife: «¿Somos las mujeres de natural más pacífico que los hombres? ¿Debe el movimiento feminista participar en los movimientos antimilitaristas? ¿Tiene la mujer algo específico que proponer a la causa pacifista? ¿Debe aceptar su incorporación al ejército?»[77].

En primer lugar, respecto a la incorporación de las mujeres al movimiento antimilitarista, como se recogía en un manifiesto dirigido al Comité anti-OTAN por un grupo de mujeres canarias, se afirmaba que esta incorporación era necesaria, «ya que también somos objetivo de los planes de militarización elaborados por los Gobiernos» y sufrían sus consecuencias como el resto de la sociedad. Pero, además, «nosotras hemos estado históricamente apartadas de las armas [...] y sin embargo nadie nos ha librado del sufrimiento de las guerras»[78]. Como recuerda María Nebot, dirigente de la Coordinadora Feminista de Las Palmas[79]: «Considerábamos como un deber y una necesidad que el feminismo estuviera presente en todos los movimientos organizados; era como sentir esa necesidad porque era garantía de que el feminismo se iba a extender y de que la voz de la mujer iba a ser escuchada. [...] Creo que los comités [anti-OTAN] también estaban interesados en tener esa imagen y esa apertura hacia el feminismo».

En segundo lugar, a partir de estos presupuestos, los colectivos feministas también señalaron en varios documentos qué elementos concretos del militarismo afectaban a las mujeres. Uno de ellos era el sustento de «este sistema clasista y patriarcal» que colocaba a las mujeres en una posición de «segunda o tercera categoría»: «El militarismo inculca y reproduce valores tales como el honor, la hombría, la virilidad, la fuerza, la valentía, conceptos que significan la aprobación de comportamientos profundamente machistas»[80]. Por ello, la Coordinadora Feminista de Las Palmas afirmaba en 1984: «No queremos colaborar con una de las estructuras que sirven para perpetuar nuestra opresión específica como mujeres»[81]. Además, desde el activismo feminista se destacó que los altos gastos militares detraían ingresos para la financiación de servicios que podían mejorar las condiciones de vida de las mujeres, como guarderías, comedores o centros de planificación[82]. Por último, abordaron la posible incorporación de las mujeres al Ejército español, que rechazaban, porque «es mentira que exista igualdad, porque de lo que se trata es de que nosotras realicemos los trabajos subalternos, tareas secundarias». Una cuestión que dividió al movimiento pacifista, como el recurso a la violencia en determinados contextos, se solventó en el manifiesto mencionado indicando que la negativa a entrar en el Ejército español no se podía extender a cualquier fuerza armada[83], en referencia velada a las guerrillas latinoamericanas que se oponían al imperialismo norteamericano.

Finalmente, los colectivos feministas también plantearon cuáles podían ser las aportaciones específicas de las mujeres a los movimientos pacifistas y antimilitaristas. En este sentido, María Nebot destaca que

nosotras teníamos mucho interés en estar porque considerábamos que teníamos qué decir con el tema de la paz particularmente y que la lucha feminista era una lucha que considerábamos en aquellos momentos esencialmente pacifista o que conectaba mucho con los ideales del pacifismo, posiblemente porque había también una lectura —hoy creo que un poco esencialista— de esa imagen de un modelo de mujer ideal, pacífica[84].

En este sentido, en el manifiesto ya citado se recurría a un planteamiento que tenía un largo recorrido en el feminismo de corte maternalista, aludiendo a la capacidad femenina de gestar vida: «Siendo, además, quienes damos vida, hemos de plantearnos como (sic) defenderla»[85].

El Encuentro de Mujeres por la Paz en La Laguna de 1984 abordó esta cuestión y concluyó que al lema «No a las bases, no a la OTAN» había que añadir «Sí a la paz, sí a la vida». Ahora bien, aunque sus participantes aceptaban el argumento de que las mujeres debían luchar por la paz en defensa de la vida de sus hijos, matizaban que había que defender la integridad de las mujeres y no de ellas solo como madres[86]. Por otro lado, se alejaban del feminismo decimonónico y rechazaban todo esencialismo al sostener que

Nuestra incorporación al movimiento antimilitarista no tiene nada que ver ni responde a lo que interesadamente se ha venido en llamar «nuestro supuesto carácter pacífico por naturaleza», que ya bien sabemos que no es más que un intento de que sigamos aceptando esa idea de mujer que ellos quieren que sigamos siendo. Muy al contrario, necesitamos reivindicar nuestra agresividad, combatividad, rebeldía para enfrentarnos a nuestro sometimiento como sexo[87].

Consideraban, en consecuencia, que la contribución de las mujeres al antimilitarismo residía en su concepción de la paz, que no se limitaba a evitar las guerras, sino que incluía la extensión de la justicia social y del fin del patriarcado. Como rezaba una convocatoria de 1985:

La Paz nos interesa a las mujeres: la paz como contrapunto de la guerra, como oposición a la carrera armamentística, a los bloques militares. Pero también la paz de todos los días, la que sustituye al miedo a ser maltratadas y violadas, la que hace causa con la rebelión frente a la autoridad y prepotencia del macho, la que nos impide morir por causa de un aborto clandestino, la que aplaude la insumisión frente a la agresión convertida en ley y norma[88].

En Canarias destacó la actividad de varias organizaciones feministas en la segunda mitad de los años setenta, como la Asociación de Mujeres Canarias, vinculada a militantes de sindicatos y del PCE e interesada por el desarrollo de acciones legales y asistenciales; la Organización Democrática de la Mujer, formada por militantes del PUCC y de la ORT, muy activa en las movilizaciones, y el Frente de Liberación de la Mujer Canaria, conformado por independientes e integrantes del PCC, más orientada al debate teórico. A partir de estos tres grupos, surgió en 1978 la principal organización de los años ochenta, la Coordinadora Feminista de Canarias, presente tanto en Tenerife como en Gran Canaria.[89]

Si bien en el trabajo cotidiano de la Comisión por la Paz el feminismo no estuvo muy presente («no era un debate en el seno de la Comisión»), la Coordinadora Feminista se implicó de lleno en la movilización antimilitarista; de hecho, en diversas localidades las coordinadoras locales se integraron en los Comités anti-OTAN[90]. En Tenerife, además, surgieron otros grupos menores y de militancia exclusivamente femenina, como el Colectivo de Mujeres por la Paz y el Desarme, y en Gran Canaria el Colectivo de Mujeres Antimilitaristas[91]. Era frecuente la doble e, incluso, triple militancia, pues algunas mujeres acudían a reuniones, asambleas y protestas como militantes de partidos, como integrantes de asociaciones feministas o como representantes de organizaciones antimilitaristas[92]. Estas militantes y agrupaciones feministas participaron en actos comunes antimilitaristas[93] y se sumaron a la convocatoria de numerosas movilizaciones. Un ejemplo es la gran manifestación celebrada en diciembre de 1984 en Las Palmas, denunciando el cambio de opinión del PSOE y la militarización de Canarias, y en demanda de un referéndum, acto en que la Coordinadora Feminista figuraba entre los organizadores, junto con los Comités anti-OTAN, el STEPC, SOC, LCR, MIRAC y otros colectivos[94].

En diciembre de 1985, varias integrantes de la Coordinadora Feminista se sumaron a la huelga de hambre de una semana que tuvo lugar en la iglesia de los Dolores del barrio de Schamman de Las Palmas y en el Colegio de Licenciados de La Laguna[95]. María Nebot lo hizo en calidad de representante de la organización feminista, mientras que Silvia Rodríguez Court participó como miembro del Comité anti-OTAN, aunque también era militante de la Coordinadora. Esta última recuerda que recibieron numerosas muestras de solidaridad: «Todos los días había recitales, la gente solidarizándose, desde movimientos, partidos, colectivos sociales»[96]. Como reflejo de este deseo de estar presentes en las movilizaciones pacifistas, otra de las activistas entrevistadas recuerda que «por ejemplo, hacíamos chapas; si íbamos a una manifestación contra la OTAN sacábamos una chapa que era No a la OTAN y arriba el símbolo feminista»[97].

Además, emprendieron campañas propias, contra los juguetes bélicos y sexistas en Navidades, contra los gastos militares o contra la incorporación de las mujeres al Ejército[98]. Asimismo, tiñeron de antimilitarismo las conmemoraciones del 8 de marzo. Por ejemplo, en 1984, con motivo del Día Internacional de la Mujer, la Coordinadora Feminista de Tenerife expresaba «Nuestro derecho a unirnos a los millones de mujeres y hombres que en todo el mundo se manifiestan en contra de la guerra, en contra de los bloques militares, en contra del militarismo, a favor de la PAZ, de la VIDA y de la LIBERTAD»[99]. En 1986, pocos días antes del referéndum, con motivo del 8 de marzo, la Coordinadora Feminista de Las Palmas expresaba su postura ante la consulta en un folleto titulado «Nosotras anti-OTAN, 8 de marzo», enmarcado con un arcoíris y el símbolo feminista. En él asumían las demandas de los Comités anti-OTAN, pero además, como feministas, «pedimos que votes NO a la OTAN, pero, en definitiva, y lo que es más importante: decide tú sola»[100]. La Coordinadora de Tenerife también expresó su apoyo al No («Las mujeres votamos NO», rezaba uno de sus folletos) y convocó una manifestación con ocasión del 8 de marzo con un claro contenido anti-OTAN[101].

A su vez, celebraron cada 24 de mayo el Día Internacional de las Mujeres por la Paz, que intentaba, además, contrarrestar y boicotear el Día de las Fuerzas Armadas. Con tal motivo, en 1985 se preparó en Las Palmas la «primera marcha de mujeres por la paz y contra el militarismo». En la convocatoria, se criticaba los efectos de la presencia de la Legión entre la población majorera y en especial en las mujeres, y la propaganda del Día de las Fuerzas Armadas, «para que veamos como “normal” la cada vez mayor presencia de militares, de armamento…, de represión y de valores como la autoridad, la jerarquía, la obediencia ciega, en nuestra vida cotidiana»[102]. En 1986, en La Laguna tuvo lugar un mítin-festival y en Las Palmas un acto en que se tiró a la basura de forma simbólica «todo lo que nos discrimina y oprime»[103]. Por último, en La Laguna, la Coordinadora Feminista de Tenerife organizó en torno al 24 de mayo varios Encuentros de Mujeres por la Paz, donde se reflexionaba sobre las relaciones entre «mujer y violencia» o la aportación del feminismo al antimilitarismo; en 1985, en el II Encuentro se decidió preparar una acampada de mujeres por la paz, iniciativa que tuvo continuidad en el tiempo[104].

A pesar de estos debates, manifiestos e iniciativas, la experiencia sobre la interacción entre feminismo y movimiento antimilitarista en Canarias fue muy diversa. Algunas activistas se incorporaron a la movilización contra la OTAN desde su militancia feminista; otras se centraron en el antimilitarismo, aunque también formaban parte de organizaciones feministas, pero vivieron ambas militancias como espacios separados («yo participé en los Comités anti-OTAN no como feminista ni como nada, era como más global»[105]). Unas y otras concluyen que el feminismo no permeó al movimiento antimilitarista. María Nebot, implicada en la Coordinadora Feminista de Las Palmas, afirma que

las discusiones de los comités y la forma de proceder en la lucha anti-OTAN no mantuvo específicamente una lectura para y desde las mujeres. [...] Los comités anti-OTAN aquí eran marcadamente masculinos; no me refiero porque fueran solo voces de hombres, sino ideológicamente marcadamente masculinos. [Se percibía en] su forma de proceder, en cómo se entendía la jerarquía, la toma de decisiones de quiénes van a los medios públicos, las portavocías de las cosas, todo eso eran ellos y nosotras creo que tuvimos un papel digno, pero no protagonista, [...], o sea nos sumábamos a la lucha anti-OTAN y a la lucha antimilitarista con nuestra visión, con nuestra lectura, con nuestro discurso y cuando quisimos hacer cosas conjuntas no estábamos representadas como autónomas que éramos y como organización autónoma, no creo además ni siquiera que estuviéramos políticamente respetadas en el sentido de consideradas como un valor político[106].

En concreto, ella participó en la huelga de hambre de diciembre de 1985:

Mi vivencia personal fue como sentirme un poco utilizada, como un florero, quedaba monísima ahí en la foto, monísima que en la radio, que en la prensa se dijera que está la Coordinadora Feminista, pero recuerdo… La memoria que yo tengo de eso no fue estar con igualdad con unos compañeros que luchábamos por unas mismas cosas, había ahí unos líderes marcados entre los que yo no estaba y los líderes eran fundamentalmente tíos.

No obstante, la valoración que hacen en términos personales sobre su participación en la movilización antimilitarista es positiva, de forma que subrayan el gran dinamismo que inyectó en la sociedad canaria, su propio aprendizaje personal y la satisfacción que provocó la victoria del No en el referéndum de 1986, que es recordada con gran alegría y orgullo, y es conmemorada cada año por grupos antimilitaristas actuales.

V. CONCLUSIONES[Subir]

Este trabajo muestra la conveniencia de complejizar el estudio del movimiento pacifista y antimilitarista mediante la incorporación de las categorías de género y edad. En concreto, se ofrece una nueva mirada sobre la movilización anti-OTAN al focalizar la atención en las relaciones entre mujeres y hombres y entre distintas generaciones, en el plural y diverso colectivo que demandó la salida de España de la alianza militar. En primer lugar, el caso de Canarias revela que muchas mujeres, de clase popular, estudiantes o intelectuales, formaron parte activa de este proceso, tanto en las protestas callejeras como redactando manifiestos. Si bien persistieron dinámicas que reflejan jerarquías de género, en especial en los puestos de dirección, pero también en los espacios más participativos, la campaña en contra de la OTAN fue un ámbito abierto a la acción de las mujeres.

En segundo lugar, eran mujeres de muy diversas edades que conformaron una genealogía sustentada en la acción política y social, desde el antifranquismo hasta la actualidad. Si bien el legado de las generaciones mayores se interpreta como decisivo para las siguientes, este estudio revela la complejidad de las relaciones intergeneracionales al aflorar tensiones generacionales y familiares, pero también amistades entre mujeres de diferentes generaciones o vínculos directos entre la primera y la tercera generación, con flujos de ida y vuelta. Todo este entramado de contactos enriqueció la movilización anti-OTAN, y aunque no pueda olvidarse la pervivencia de conflictos, permitió la difusión de propuestas, ideas y formas de actuación novedosas y contribuyó a ampliar el respaldo social de unas protestas que corroboran que la década de los ochenta fue una etapa más dinámica de lo que hasta hace poco se pensaba.

En tercer lugar, tuvo lugar una aproximación entre el feminismo y el antimilitarismo. A partir de una reflexión teórica sobre las relaciones entre las mujeres, la violencia y la paz, el movimiento feminista propuso que las preocupaciones de las mujeres se incorporaran al discurso antimilitarista, que debía convertirse también en antipatriarcal. Sin embargo, a pesar de ello y de que sus integrantes participaran activamente en las movilizaciones contra la OTAN, no se logró transformar su funcionamiento. Este hecho condujo a algunas feministas a impulsar organizaciones pacifistas solo de mujeres. Resta por conocer esta última experiencia, minoritaria pero cualitativamente importante en Canarias.

Por último, este estudio arroja luz sobre el relevo generacional en el feminismo y el pacifismo, mostrando la importancia de entender el compromiso social y político como resultado de trayectorias personales de medio o largo alcance, atravesadas, entre otras, por las relaciones de género.

NOTAS[Subir]

[1]

Este trabajo se enmarca en el proyecto «Género, compromiso y transgresión en espacios transnacionales e intergeneracionales. Siglo xx» (PID2020-118574GB-I00/ AEI/10.13039/501100011033), financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Agencia Estatal de Investigación.

[2]

Beorlegui (‍2017); Folguera (‍2022); Labrador (‍2017); Oliver (‍2021), y Soto y Mateos (‍2013).

[3]

Pérez (‍2019).

[4]

Jennings (‍2002)

[5]

Braungart y Braungart (‍1986)

[6]

Guisado y Baigorri (‍2013)

[7]

Wilhelmi (‍2016).

[8]

Svarickova (‍2021) y Paletschek y Schraut (‍2008).

[9]

Espinar y Moreno (‍2020).

[10]

Artwinska y Mrozik (‍2021: 17, 21-‍23).

[11]

Ramos y Ortega (‍2019) y Ciriza (‍2006).

[12]

Taillot (‍2016).

[13]

Aguado (‍2019).

[14]

Quaggio (‍2023) y López Zapico (‍2023).

[15]

Magallón (‍2007).

[16]

Alcañiz (‍2007).

[17]

Magallón (‍2007: 21).

[18]

Magallón (‍2001a: 30).

[19]

Grau (‍2022).

[20]

Grau (‍2000: 46).

[21]

Cockburn (‍2007).

[22]

Comins (‍2007).

[23]

Ruddick (‍1989) y Magallón (‍2001b).

[24]

Goedde (‍2019: 128-‍130), Davis (‍2009).

[25]

Cubero (‍2016); Prat (2004); Quaggio (‍2018, ‍2021, ‍2023); Socorro (‍2017); Treglia (‍2016), y Wilhelmi (‍2011).

[26]

Núñez (‍1986) y Socorro (‍2014).

[27]

Llona (‍2012).

[28]

Jelín (‍2002: 112).

[29]

Oliver (‍2011: 271-‍272).

[30]

Núñez (‍1986) y Socorro (‍2014).

[31]

Militantes de la UPC recogieron recortes de prensa sobre los incidentes (asesinatos, aumento de la prostitución, drogas, etc.) en Fuerteventura (1975-‍1981): crónica de unos hechos y un alcalde, Unión del Pueblo Canario, 1981.

[32]

Entrevista a María Nebot Cabrera, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022. Nacida en 1959, en los años ochenta militó en la Coordinadora Feminista, así como en el PUCC-MIRAC y en la UPC.

[33]

Entrevista a Gonzalo Hernández Martel, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022. Nació en 1962, participó en los Comités anti-OTAN y estuvo vinculado al nacionalismo canario.

[34]

El País, 6-VI-1980.

[35]

Quaggio (‍2018: 280).

[36]

Treglia (‍2016).

[37]

Socorro (‍2017); Treglia (‍2016); Granadino (‍2023), y Prat (‍2007).

[38]

Socorro (‍2014: 26); Wilhelmi (‍2011, ‍2016: 315-‍318), y Fernández Rincón (‍2024: 604-‍627)

[39]

Socorro (‍2014: 34-‍37).

[40]

Entrevista a Enrique Bethencourt Pérez, on line, 25-X-2022. Nació en 1959 y era militante del PUCC y de los Comités anti-OTAN.

[41]

Entrevista a Elisa Rodríguez Court, on line, 03-IV-2023. Nacida en 1959, militaba en la ORT y en la Comisión Ciudadana por la Paz y el Desarme.

[42]

Núñez (‍1986: 93-‍111) y Socorro (‍2014: 41-‍45).

[43]

Según Núñez (‍1986: 15), ganó el sí en los municipios donde era más patente el peligro de militarización, es decir, en las islas más cercanas al continente, y donde hubo amplias movilizaciones.

[44]

Entrevista a María Nebot Cabrera, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

[45]

Ha estudiado las relaciones de género en el movimiento español contra el servicio militar obligatorio Cockburn (‍2012: 74-‍102).

[46]

Entrevista a Carmelo Suárez Cabrera, on line, 11-XI-2022. Nació en 1948 y fue militante de UPC y del PCPE.

[47]

Entrevista a Elisa Rodríguez Court, on line, 03-IV-2023.

[48]

Entrevista a Enrique Bethencourt Pérez, on line, 25-X-2022. Estas contradicciones también son recogidas en García y Domínguez (‍2018).

[49]

García y Domíguez (‍2018: 159).

[50]

Entrevista a Juan Carlos Navarro Díaz, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022. Nació en 1971, se incorporó de adolescente a la movilización anti-OTAN.

[51]

Entrevista a Elisa Rodríguez Court, on line, 03-IV-2023.

[52]

Entrevista a Juan Carlos Navarro Diaz, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

[53]

Quaggio (‍2018: 301).

[54]

Wilhelmi (‍2011).

[55]

Entrevista a María Nebot Cabrera, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

[56]

Muñoz (‍2016: 25).

[57]

Entrevista a Koldobi Velasco Vázquez, Las Palmas de Gran Canaria, 18-X-2022. Nació en 1970 y su interés por la campaña anti-OTAN provino de su familia, del colegio y de grupos cristianos de base.

[58]

«La Pasionaria de La Isleta», La Provincia, 20-IV-2008.

[59]

Entrevista a Silvia Rodríguez Court, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022. Nacida en 1959, militó en la ORT, fue dirigente de los Comités anti-OTAN y perteneció a la Coordinadora Feminista.

[60]

Entrevista anonimizada, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022. Pertenece a la segunda generación y en los ochenta era integrante del PCE.

[61]

Declaraciones en «La Pasionaria'de La Isleta», La Provincia, 20-IV-2008.

[62]

Entrevista a Lorenza Machín Alarcón, Agaete, 20-X-2022.

[63]

Entrevistas a Koldobi Velasco Vázquez, Las Palmas de Gran Canaria, 18-X-2022 y a Juan Carlos Navarro, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

[64]

«Fallece a los 80 años Pastora Martín, excampeona de España», La Provincia, 12-IV-2013.

[65]

Entrevista a Elisa Rodríguez Court, on line, 03-IV-2023.

[66]

Entrevistas a Silvia Rodríguez Court, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022 y a Elisa Rodríguez Court, on line, 03-IV-2023.

[67]

Entrevista a Koldobi Velasco Vázquez, Las Palmas de Gran Canaria, 18-X-2022.

[68]

Íd.

[69]

Entrevista a Silvia Rodríguez Court, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022.

[70]

Entrevista a Koldobi Velasco Vázquez, Las Palmas de Gran Canaria, 18-X-2022 y entrevista anonimizada, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022.

[71]

Huguet y Branciforte (‍2016).

[72]

Eschle (‍2021); García y Juan (‍2013), y Branciforte (‍2021).

[73]

Por ejemplo, María Gascón, «Mujer, pacifismo y antimilitarismo», Zona Cero, julio de 1984.

[74]

Magallón (‍2006: 11-‍12) y Blasco (‍2020).

[75]

Blasco Lisa (‍2023).

[76]

Branciforte (‍2021); Fernández Rincón (‍2024, 616-‍617), y Blasco Lisa (‍2023).

[77]

Materiales del I Encuentro de Mujeres por la Paz en La Laguna, s. f., Archivo de Movimientos Sociales y Políticos de Canarias (AMSPC), Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 15.

[78]

Escrito dirigido al Comité Anti-OTAN, s. f., AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 15.

[79]

Entrevista a María Nebot Cabrera, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

[80]

Escrito dirigido al Comité Anti-OTAN, s. f., AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 15.

[81]

Coordinadora Feminista de Las Palmas. Boletín informativo, n.º 5, 1984.

[82]

Uno de sus lemas era: «¡Gastos militares para fines sociales!» (folleto sin título de la Coordinadora Feminista de Las Palmas, mayo 1986, AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 14).

[83]

Escrito dirigido al Comité Anti-OTAN, s. f., AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 15.

[84]

Entrevista a María Nebot Cabrera, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

[85]

Escrito dirigido al Comité Anti-OTAN, s. f., AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 15. Las referencias al contraste entre guerra y vida eran frecuentes; por ejemplo, folleto de la Coordinadora Feminista de Tenerife, «Nosotras decimos No a la OTAN, no a las bases, si a la paz, sí a la vida», s. f., Archivo Histórico de la Transición Democrática en Canarias (AHTDC), sig. CFT 3.2.09.

[86]

Materiales del I Encuentro de Mujeres por la Paz en La Laguna, s. f., AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 15.

[87]

Escrito dirigido al Comité Anti-OTAN, s. f., AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 15.

[88]

Folleto de la Coordinadora Feminista de Las Palmas, «Ni querra que nos destruya, ni paz que nos oprima», s. f. [mayo 1985], AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 14. Folleto de la Coordinadora Feminista de Tenerife, «La OTAN nos agrede y la violencia machista, también», s. f., AHTDC, sig. CFT 2.7.30.

[89]

Cabrera (‍2017).

[90]

Entrevista a Elisa Rodríguez Court, on line, 03-IV-2023.

[91]

Cabrera (‍2017: 235-‍236).

[92]

Insisten en esas militancias cruzadas Beorlegui y Domínguez (‍2020: 67).

[93]

Así, en unas Jornadas de septiembre de 1984 en Santa Lucía, la Coordinadora Feminista participó en una mesa redonda junto con Objetores de Conciencia y el Sindicato Obrero Canario. Vid. Tríptico de las «Jornadas Anti-OTAN», septiembre de 1984, AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 6.

[94]

Escrito «Ni OTAN ni militarización de Canarias» s. f., AMSPC, Caja 1, carp. 1.2.9.

[95]

Núñez (‍1986: 106-‍107).

[96]

Entrevista a Silvia Rodríguez Court, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022.

[97]

Entrevista anonimizada, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022.

[98]

Coordinadora Feminista de Las Palmas. Boletín informativo, n.º 2, 1984. Cabrera (‍2017: 235).

[99]

Coordinadora Feminista de Tenerife. Boletín especial, 8 de marzo de 1984.

[100]

Folleto de la Coordinadora Feminista de Las Palmas, «Nosotras anti-OTAN, 8 de marzo», 1986, AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 14.

[101]

Folletos de la Coordinadora Feminista de Tenerife, «8 de marzo Día Internacional de la Mujer. Las mujeres por la paz», AHTDC, sig. CFT 2.6.03 y «Referéndum 12 marzo. Las mujeres votamos NO», AHTDC, sig. CFT 2.6.04.

[102]

Folleto de la Coordinadora Feminista de Las Palmas, «Ni querra que nos destruya, ni paz que nos oprima», s. f. [mayo 1985], AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 14.

[103]

Folleto de la Coordinadora Feminista de Las Palmas, sin título, mayo 1986, AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 14. Seguimos. Diez años batallando por la paz, 1988, AMSPC, Caja 1, carp. 1.1.1., subcarp. 7. Núñez (1986:111).

[104]

Materiales del II Encuentro de Mujeres por la Paz, diciembre 1985, AMSPC, Caja 7, carp. 1.4.1., subcarp. 15.

[105]

Entrevista anonimizada, Las Palmas de Gran Canaria, 20-X-2022.

[106]

Entrevista a María Nebot Cabrera, Las Palmas de Gran Canaria, 19-X-2022.

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