RESUMEN
¿Cómo se gestan los cambios del orden regional, qué papel juega el lenguaje en la creación de esquemas regionales y quiénes lo estructuran? Las concepciones contrapuestas sobre el deber ser de la integración suramericana del siglo xxi impulsaron regionalmente la idea de conformar la Alianza del Pacífico entre Colombia, Chile y Perú. El análisis crítico del discurso develó una etapa de la interacción región-agencias, el rol del lenguaje presidencial, las dinámicas de interacción discursiva y los procesos entre agentes-actores-región para diferenciarse de las narrativas y prácticas de otros esquemas regionales caribeños y latinoamericanos.
Palabras clave: Lenguaje; orden regional; narrativas; Alianza del Pacífico; identidad colectiva.
ABSTRACT
How does regional order change? What is the role of agents' language in making new regional schemes, and who structures such language? Contradictory conceptions regarding how ought to be South American integration in the xxi century were some of the regional drivers of the idea to erect the Pacific Alliance between Colombia, Chile, and Peru. The critical discourse analysis highlighted an interaction stage between the region and the agencies and the role played by the presidential language. The methodology explained the dynamics of discursive interaction and the processes between agents-actors-region to differentiate themselves from the narratives and practices extrapolated in the Other Caribbean and Latin American regional schemes.
Keywords: Language; regional order; narratives; Pacific Alliance; collective identity.
La identidad como elemento explicativo de los fenómenos sociales proviene de las ciencias sociales y se ha extendido a diferentes disciplinas. Teóricos prominentes como Castells (2010) y Giddens (1997) reconocen la identidad como un proceso de construcción de significados que se vale de distintos elementos (historia, geografía, instituciones, poder) para ser, eventualmente, estratégicamente utilizada en debates públicos. Por ello, la identidad puede entenderse como una categoría social, un proceso mediante el cual pueden construirse, producirse, reproducirse y manipularse muchos significados sociales. Asimismo, la identidad pude predicarse de individuos o grupos. En ese mismo sentido, el objeto de análisis pueden ser entes específicos o abstractos; por ejemplo, los individuos, el Estado o agrupaciones conformadas por estos entes.
Maldonado y Olivia (2010: 231) se refieren a la identidad como «un sentimiento de mismidad y continuidad». Esta definición desde el psicoanálisis inspira reflexiones desde el quehacer político. Así, refiriéndose a los Estados, algunos autores conciben la identidad colectiva como una de las dimensiones de la definición de Estado según la cual los tomadores de decisión (líderes) procuran «crear y reproducir una «identidad colectiva», un «nosotros» (O´Donnell, 2010: 105). En consecuencia, los Estados buscan diferenciarse de otros, configurándose como un indicador de la credibilidad de la ciudadanía, nación o pueblo del Estado mismo (íd.). En esa lógica, la identidad puede conformarse como una variable explicativa de la formación del Estado, desde una perspectiva histórica principalmente (Onuf, 1989; Pfaltzgraff-Jr., 2020). Otros autores exploran el papel del Estado como promotor de identidades colectivas sobre otro tipo de categorías; por ejemplo, de naturaleza conflictiva (Laitin, 1985).
La literatura que se ocupa de las identidades colectivas desde las relaciones internacionales (RR. II.) entiende el lenguaje como una práctica social explicativa de la importancia de las conexiones humanas y sociales mediante el lenguaje de los agentes y la interacción estatal[2]. Así, es valioso comprender los procesos de construcción de las identidades analizando el rol del lenguaje como un mecanismo facilitador de la interacción estatal (íd.).
Al respecto, algunos autores reconocen que las identidades colectivas y la interacción en la comunidad internacional ayudan a entender mejor la conducta estatal de conformidad con las normas, ya sea para interpretarlas o impugnarlas (Wiener, 2008). De otro lado, Bially Mattern (2000) indica que las identidades colectivas pueden ser un instrumento estatal para alcanzar finalidades específicas en un plano doméstico, internacional o transnacional. En ese sentido, la autora reconoce la naturaleza estratégica de las identidades colectivas y, con ello, la necesidad de prestar atención a las prácticas localizadas a partir de las cuales es posible crear y reproducir identidades, como la agencia, el lenguaje, el discurso, las narrativas y el poder (Bially Mattern, 2000). En segundo lugar, para Bially Mattern es vital reconocer la seriedad teórica y metodológica que demanda el estudio de las identidades porque contribuye a llenar los vacíos reportados en la literatura sobre su fuente (Bially Mattern, 2005).
Por lo anterior, vale la pena explorar las múltiples formas como «el lenguaje moldea la política internacional» (Checkel, 2013: 228), pues es a través de esa práctica como la agencia humana interactúa estructurando narrativas y otorgándole un sentido a los contextos políticos en los cuales son entretejidas, como en el caso de las narrativas de la cooperación y su recepción y adaptación por parte de los agentes estatales e internacionales (Guerra-Barón, 2023).
Específicamente, esta pieza busca responder cómo y por qué los agentes estatales de algunos Estados participan en la creación de esquemas regionales y configuran una política identitaria diferenciadora valiéndose del lenguaje. Además, quiénes son la fuente de tales identidades. Para acotar esas preguntas, este artículo dimensiona el papel del lenguaje político estructurado por los posibles presidentes suramericanos involucrados en configurar un esquema regional denominado la Alianza del Pacífico (AP). Así, esta pieza no busca analizar el esquema desde la literatura de la integración regional, sino que recurre a los aportes más relevantes para contextualizar la explicación.
Cronológicamente, el artículo identifica, describe y discute una etapa inicial de gestación de ese esquema (abril, 2010-octubre, 2011) que, a pesar de ser anterior a la fecha oficial de lanzamiento (2012), explica los arreglos discursivos de los agentes involucrados y las razones detrás de ellos. Metodológicamente, esta pieza se apoya en el análisis crítico del discurso (ACD) desde la psicología social a partir de un archivo conformado por más de seiscientos discursos, permitiendo así develar las redes narrativas a partir del lenguaje tejido por y entre los agentes.
Algunos estudios sobre las identidades desde las RR. II. recogen perspectivas provenientes de la sociología y la psicología social de los autores más prominentes en esas áreas del conocimiento (Goffman, 1956; Tajfel, 1981, 1982; Onuf, 1989). En efecto, el aporte de Tajfel ha influenciado los análisis que explican la construcción de identidades (étnicas) por parte de las élites en los conflictos étnicos (Kaarbo y Ray, 2011). El trabajo de Tajfel también ha inspirado investigaciones que han indagado por el papel de las identidades estatales en relación con el orden internacional (Mercer, 1995), mientras que algunas reflexiones se han ocupado de las dinámicas de la integración suramericana (Dubé y Thiers, 2017). En un sentido similar, otras investigaciones explican la conformación de esquemas regionales en torno a las identidades colectivas desde una perspectiva constructivista, como lo recrea Prieto (2020) y Prieto y Aguirre (2022) refiriéndose a la Comunidad Andina (CAN), entre otros esquemas regionales.
La particularidad del análisis de las identidades colectivas desde las RR. II. radica en la necesidad de localizar las inquietudes al integrar aspectos domésticos para comprender el proceso de construcción de esas identidades, los cambios que experimenta y las expresiones narrativas. Excepto por la evidencia empírica, metodológica y analítica que ofrece Bially Mattern (2008), son limitados los trabajos que recurren a las identidades colectivas desde esa disciplina. El trabajo de Bially Mattern se ocupa de aspectos más allá de los Estados, sus intereses y conductas; así, supone comprender que existen distintas concepciones del poder como práctica.[3]
Acogiendo los debates en la teoría política sobre las «caras del poder» en las RR.II.,
es posible distinguir el poder compulsivo, institucional, cultural y productivo (
Indudablemente, el lenguaje es el medio ideal para comprender cómo se conciben los
órdenes y los cambios. De hecho, si las identidades colectivas se entienden como «el
resultado de un proceso de construcción y reconstrucción» (
Este artículo recurre al interaccionismo simbólico, específicamente a la teoría de
la identidad social, apoyada en el aporte de Tajfel (
La identidad colectiva es una categoría social que permite definir el sí para fijar «quién es uno en términos de las características definitorias» (
Por lo tanto, es imperioso comprender las dinámicas de interacción a nivel intragrupal
en las cuales se expresan las identidades para saber no solo qué son, sino quiénes
las conforman. Para ello, los aportes metodológicos de la psicología social destacan
la relación entre la construcción de identidades y las narrativas (
El poder de las narrativas yace en la agencia de los agentes que participan en su
creación, en la diseminación hecha por los organismos internacionales y la adaptación
y réplica de los agentes a nivel nacional. Así, la lógica de «gestación sistémica,
diseminación regional e identificación nacional de las narrativas» dan cuenta del
proceso estratégico sobre el cual ellas se conforman ( Guerra-Barón, A. (en prensa). El lenguaje e interacción estratégica en la Alianza
del Pacífico. En L. Bizzozero (ed). Política Exterior y Regionalismo Latinoamericano.
A pesar del vacío descrito, algunos autores prominentes recalcan la necesidad de traer
elementos identitarios a la discusión al incorporar el enfoque constructivista para
explicar los procesos de regionalización en Asia Íd., refiriéndose a Acharya (
Como señala Bially Mattern (
El discurso suele asociarse como un canal descriptor de la realidad (
En términos generales, el análisis de discurso consiste en «recuperar» cualitativa
e interpretativamente «los significados del lenguaje que los actores usan para describir
y entender los fenómenos sociales» (
Como señala Guerra-Barón Guerra-Barón, A. (en prensa). Narratives, Collective Identities, and International
Relations. Oxford Research Encyclopedia of International Studies. Oxford University Press.
Íd.
Las ventajas que ofrece el ACD aplicado a entender las identidades colectivas como
representaciones narrativas proviene de la propuesta que hace la psicología social
de combinar simultáneamente dos niveles de interacción: uno micro (a nivel intragrupal)
y otro macro (a nivel societal) ( Íd.
En un esfuerzo por asociar el estudio de las narrativas con las RR. II., algunos autores
señalan que la narratología y las teorías narrativas influenciaron aquella debido
al «giro lingüístico» experimentado en las ciencias sociales ( Íd.
Desde la perspectiva metodológica, la narrativa es una herramienta analítica (
No obstante, extraer las narrativas es metodológicamente exigente porque implica descubrir
la dimensión consistente, interaccional, habitual, recurrente, regular y sistemática
del discurso (
Visibilizar las narrativas implica fijar la atención en los discursos políticamente
situados. También explorar «todas las formas de interacción, formal e informal, y
los textos escritos de todos los tipos» ( Textos escritos (artículos de agremiaciones, blogs, columnas de opinión, capítulos
de libro, libros, presentaciones en seminarios), medios orales (alocuciones públicas,
audios), audiovisuales y entrevistas abiertas semiestructuradas.
Una herramienta electrónica (software) especialmente diseñada para manejar cuerpos extensos de texto y contenido en audio
y videos facilitó el procesamiento cualitativo de los datos contenidos en un archivo (609 discursos), que incluía entrevistas abiertas semiestructuradas realizadas a las
personas involucradas en la creación de la AP. El archivo incluyó locuciones públicas, artículos de revistas (académicas, de agremiaciones),
blogs, cartas de presentación de informes, cartas privadas, columnas de opinión (revistas
especializadas, periódicos), editoriales, entrevistas en medios, libros y capítulos
de libros, presentaciones en foros y seminarios (abiertos y cerrados, académicos y
de negocios), programas de gobierno, rendición de cuentas, videos.
Tabla 1.
Discursos y categorías analíticas del ACD
Elemento | Tipo | Símbolo | #discursos/asociaciones |
---|---|---|---|
Discurso | Categoría | ⊡ | 609 |
Categoría analítica | Cita | «…» | 5,081 |
Código | ∆ | 298 | |
Memo | ⍍ | 70 | |
Red | ⌘ | 20 |
Fuente: Guerra-Barón, (
El análisis del archivo parte de una etapa desprovista de «cualquier procedimiento mecánico para la producción
de resultados» (
Dado que esta contribución se concentra en las agencias y la incidencia del lenguaje (agentes, actores) en la concepción de Suramérica como una región, el análisis se concentra en una de las áreas de interacción: las agencias y sus representaciones del orden regional suramericano a partir del estudio de la cuota suramericana de la AP (Colombia, Chile y Perú) y México. Por ello, las otras dimensiones de interacción, estructura-agencias, región-agencias, agentes-actores domésticos, se excluyen deliberadamente.
Para dimensionar la significancia del surgimiento de la Alianza del Pacífico (AP),
es necesario situarse cronológicamente a inicios del siglo xxi , en un contexto político regional suramericano contestatario de la presencia de
los Estados Unidos (EE. UU.), su concepción de democracia y del modelo económico neoliberal
diseminado en la red de acuerdos internacionales de inversión tejido con los socios
políticos tradicionales y los hipotéticos efectos de lo que hubiera sido la puesta
en marcha de un área interamericana de libre comercio. En medio del polarizado orden
político suramericano sobre la conveniencia e inconveniencia de acoger las fórmulas
económicas estadounidenses, y de cuestionamiento al liberalismo y al neoliberalismo
como modelo económico, emerge la AP con el objetivo de crear un área de integración
profunda (AIP). La AP puede entenderse como un esquema regional multidimensional originalmente
conformado desde Bogotá, Lima y Santiago de Chile a partir de la convergencia de concepciones
de desarrollo compartidas por los presidentes de Colombia, Chile, Perú, más México
en el año 2011 (Alianza del Pacífico, 2011) en torno a un conjunto de afinidades geoeconómicas
y geopolíticas que operaron como elemento aglutinador públicamente manifestado en
el Palacio de Gobierno de Lima (Perú) Aunque la creación oficial de la AP se anunció el año siguiente, también en Lima,
la multidimensionalidad del esquema regional se definió antes (
La naturaleza geoeconómica de la conformación de la AP explica que buena parte de
las investigaciones y reflexiones se concentren en la dimensión internacional del
comercio y la inversión y en los arreglos institucionales. No obstante, algunas contribuciones
desde la economía política internacional presentan una mirada explicativa amplia el
devenir del regionalismo latinoamericano a partir de las teorías del desarrollo y
el regionalismo. En este sentido, una obra colectiva identifica las etapas, las olas
y los debates insertos a partir de las ideas yacentes en la industrialización por
sustitución de importaciones, pasando por el regionalismo abierto, cerrado y por la
actual etapa postliberal o posthegemónica (
En efecto, los estudios sobre la AP no escapan de esa descripción; de hecho, los arreglos
institucionales y la cosmovisión ideológica de los presidentes partícipes en la creación
de la AP han merecido un número significativo de contribuciones desde distintas orillas
del conocimiento. Por ejemplo, algunos textos analizan los objetivos y creación de
la AP desde una perspectiva institucional comparada, orientándose en la explicación
del objetivo institucional, la creación del AIP, desde la inversión, el comercio internacional
y su eventual entendimiento como un intento de «OMC plus»: los retos, el alcance y una eventual dirección (
Este artículo se aleja de análisis institucionales y técnicos para dimensionar el uso del lenguaje y la interacción en el proceso de construcción de la AP a partir de los relatos de los individuos involucrados en la creación del esquema. Sin duda, cualquier abordaje sobre el lenguaje de los agentes y actores involucrados en la creación de la AP debe situarse en la etapa postliberal o posthegemónica en la cual emerge. El balance de la última década del siglo xx y la primera del xxi muestra la necesidad de los Estados de aglutinarse en esquemas regionales en los cuales haya compatibilidad entre sus visiones domésticas sobre la noción de desarrollo y los mecanismos para alcanzarlo; así como la falta de consistencia entre el modelo de desarrollo que fijan algunos países y la permanencia en esquemas regionales que critican sin abandonar.
En esa época, coexistían varias narrativas gubernamentales impregnadas de los elementos ideacionales de los presidentes del momento, además de las pasiones y deseos.
El ACD constata la indudable incidencia de la cosmovisión del presidente venezolano
Hugo Chávez (1998-2013) en el entendimiento de los presidentes de Perú y Chile de
ese entonces, debido a los efectos nocivos de la extrapolación de su discurso en la
región, especialmente en el Sur, y de los riesgos de la diseminación transregional
de su concepción de Suramérica (
La proyección caribeña y suramericana de las ideas chavistas se evidenció secuencialmente en sus posturas creadoras y desafiantes sobre la razón de ser de la integración. Esto se constata en su oposición a la propuesta de EE. UU. de crear el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la III Cumbre de las Américas (abril, 2001), respaldada por Argentina y Brasil. Igualmente, la propuesta venezolana presentada durante la Asociación de Estados del Caribe (diciembre, 2001) sobre la conformación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) simbolizaba el imaginario de una subregión desarticulada de las prácticas aperturistas promulgadas desde Washington.
Con esto, la cosmovisión de Chávez sobre el ALBA indicaba los principios que debían
guiar la integración en ALC. Los siguientes ejemplos ilustran su visión al respecto
a partir de las ideas de Simón Bolívar El Libertador lideró el movimiento independentista de la corona española de los territorios
que ahora constituyen Colombia, Ecuador, Venezuela.
(1) Ejemplo. «[…] Se trata de retomar la idea originaria de [Simón] Bolívar … quien planteó en el Congreso de Panamá, la idea de conformar una Liga de Naciones […]»
(2) Ejemplo. «[…] la idea era tener un solo ejército, una sola armada, un solo modelo económico […]»
(3) Ejemplo. «[…] hablaba de la idea de conformar un solo cuerpo político para negociar en condiciones de igualdad, en paz y en guerra, con las otras tres partes del mundo […]»
(4) Ejemplo. «[…] visualizaba entonces el mundo como un mundo pluripolar. Y pensaba, e hizo todo lo que pudo, para que en el Sur de América, incluyendo el Caribe, se consumara en un solo polo de fuerza […]»
Así, la cosmovisión de Chávez sobre el deber ser del relacionamiento internacional
caribeño era susceptible de extenderse a Suramérica, sustentado en la idea de la unidad
en medio de la diversidad mediante un direccionamiento político más que tecnocrático.
Su postura sobre el ideal de la integración era política y se apoyaba en la categorización
hecha de los esquemas regionales del siglo xx que ejemplificaban el «fracaso» por ser inspirados en el «capitalismo neoliberal»
elitista de la región (
Dada la afinidad ideacional entre Fidel Castro (Cuba) y Chávez, y la decisión mutua
de ampliar y modificar el Convenio Integral de Cooperación prexistente (2000), Cuba
apoyó la proyección del ALBA (íd.). Se articuló una narrativa castro-chavista en torno
a los principios de ese esquema: solidaridad (mutuo beneficio), comercio compensado
y complementación productiva (
En la región andina, la identificación del presidente boliviano (Evo Morales, 2006-2019)
con la concepción del deber ser de la integración en ALC y con los principios y acciones
concordes señaladas en el ALBA no dio espera. Morales, quien se autoidentificaba como
un «indígena-originario-campesino», construyó el discurso de la cultura de la vida y acuñó el término «tratado de comercio de los pueblos» (TCP) como una contra narrativa
a la identidad impuesta por el Norte y las prácticas aperturistas de EE. UU. Los siguientes
ejemplos ilustran la postura de Morales (
(5) Ejemplo. «[…] El ALBA-TCP es la alianza antiimperialista de los pueblos de nuestra América»
(6) Ejemplo. «[…] el ALBA y el TCP como respuestas soberanas de nuestros pueblos contra el ALCA y el TLC, que pretendían imponernos los EEUU. […]»
(7) Ejemplo. «[…] El TLC esta contra la vida […] Es la estrategia de los EEUU de dividir a los pueblos para llevarle a firmar por separado el TLC […]»
Resultaba razonable que la afinidad ideacional y propositiva encarnada en el ALBA
encontrara en Bolivia un aliado. De manera similar, el presidente ecuatoriano Rafael
Correa (2007-2017) auto promovía su Gobierno como uno «de izquierda», pero «moderno»
y «con sentido común», dispuesto a recibir inversión extranjera, especialmente chilena. ACD. Corresponde al ⊡ 192.
Para el año 2010 era evidente la conformación de un nuevo orden regional suramericano
nutrido por el lenguaje de Chávez y acogido progresivamente desde Centro América y
el Caribe hasta la región Andina. Otros países ingresaron como Estados Miembros: Nicaragua (2007), Dominica (2008),
Antigua y Barbuda (2009), San Vicente y Las Granadinas (2009), Santa Lucía (2013,
sin fecha oficial de retiro), San Cristóbal y Nieves (2014) y Granada (2014).
La idea de la unidad suramericana a partir de la generación de espacios de convergencia
entre la CAN, el MERCOSUR y Chile en la Comunidad de Naciones Suramericanas (CASA)
fue determinante por varias razones. Primero, se materializó en un esquema regional
intergubernamental de corte político y económico, solo en sectores estratégicos (energía,
infraestructura), y de mayor envergadura, pues incorporaba todos los países suramericanos.
Aunque CASA fue una idea promovida por Cardoso y ejecutada por Lula, el lenguaje del
esquema simbolizó marginalmente la perspectiva chavista sobre la unidad, como se ilustra
a continuación (
(8) Ejemplo. «[…] siguiendo el ejemplo de El Libertador Simón Bolívar, […] de nuestros pueblos y héroes independentistas que construyeron, sin fronteras, la gran Patria Americana e interpretando las aspiraciones y anhelos de sus pueblos a favor de la integración, la unidad y la construcción de un futuro común […]»
La extensión de la representación chavista de la integración se constató cuando Caracas
sugirió que la CASA adoptara el nombre de Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR),
en el marco de otras cumbres presidenciales ( La CAN estuvo originalmente conformada por Bolivia, Colombia, Chile (hasta su retiro
en 1976, debido al giro de la política exterior con Augusto Pinochet), Ecuador, Perú
y Venezuela.
(9) Ejemplo. «[…] Con Bolivia no va el TLC», «[pues son] instrumentos de colonización y dominio […]»
(10) Ejemplo. «[…] No es posible que nos diga [refiriéndose al Comisario de Comercio de la UE]: acepten el formato del Tratado de Libre Comercio o quedan fuera de la negociación […]»
Cuando las concepciones sobre la idea de la integración al interior de la CAN devinieron
irreconciliables, Venezuela se retiró del esquema (2006) e ingresó al MERCOSUR (2012),
hasta su suspensión debido a la «ruptura del orden democrático» ( Cuestionamiento de los mecanismos para alcanzar el desarrollo y la democracia luego
del Consenso de Washington (
Los elementos distintivos del ALBA-TCP se dilataron en la Comunidad de Estados de
Latinoamérica y el Caribe (CELAC), cuyo tratado constitutivo ( Conformada por treinta y tres países de ALC y el Caribe, creada mediante la Declaración
de Caracas (3/12/2011) (
En cuanto a la UNASUR, las ideas de Cardoso sobre la identidad nacional de Brasil
(
Tratándose de los esquemas regionales del siglo xx, la CAN y el MERCOSUR no surgieron con una inequívoca vocación identitaria, ya fuera
«andina» o «mercusoriana». Aquella reconocía la identidad cultural y los valores ciudadanos
como medios para alcanzar los objetivos de desarrollo social, art. 129 (
Con esto, las representaciones predominantes sobre la integración en ALC del siglo xxi configuraron dos meganarrativas con prácticas opuestas: una integración endógena conformada desde y para la región, mediante el comercio compensado y la complementación productiva mediante acuerdos comerciales tipo TLC (ver tabla 2), versus una integración exógena asociada a la influencia de EE. UU.
Tabla 2.
Meganarrativas de la integración en ALC del siglo xxi
Meganarrativa | Prácticas y mecanismos | Esquemas | Lenguaje oficial sobre la finalidad de la integración/identidad |
---|---|---|---|
Integración endógena | Dirección política Comercio compensado |
ALBA-TCP | Desarrollar planes culturales inclusivos de la «identidad cultural de los pueblos» Alcanzar «integración y unidad económica» |
Complementación productiva | CELAC | «Voluntad de unidad en la diversidad» «Reafirmar la identidad» de ALC Alcanzar la «unidad latinoamericana y caribeña» (num. 16) |
|
Integración exógena | Dirección tecnócrata con respaldo político Prácticas aperturistas mediante TLC |
CAN *Colombia *Perú |
«Reafirmar una identidad cultural (andina)» Formar una «comunidad subregional andina» |
Fuente: elaboración propia a partir de Comunidad Andina (
La «integración endógena» demanda la autonomía de los Estados y sus economías y la complementariedad productiva entre los miembros, con un direccionamiento político más que tecnocrático. La integración exógena está orientada por las prácticas aperturistas del modelo económico neoliberal bajo un direccionamiento tecnócrata, con respaldo político.
Si bien el ALBA-TCP refleja la postura castro-chavista sobre el deber ser de la integración regional, el lenguaje oficial muestra que el elemento identitario no es central. Los principios del ALBA-TCP son distintos y los mecanismos para alcanzar la integración endógena son heterodoxos. Aunque el lenguaje oficial contenido en el instrumento constitutivo del ALBA-TCP restringe el elemento identitario a la dimensión cultural únicamente, la idea de la unidad caribeña y suramericana es consistente en los discursos de Chávez. En un sentido similar, la integración exógena compartida por Colombia y Perú en el marco de la CAN se adhiere a las prácticas del modelo económico neoliberal.
Por lo anterior, las narrativas y prácticas situadas en el contexto político suramericano
del siglo xxi fueron uno de los elementos impulsores de la idea de conformar la AP y un AIP a nivel
regional. En ese sentido, las narrativas develadas y las prácticas visibilizadas en
este artículo resultan metodológicamente del ACD del archivo, incluyendo las entrevistas abiertas semiestructuradas sostenidas con los agentes
estatales y actores empresariales partícipes directos, observadores y facilitadores
del proceso de conformación de la AP de Colombia, Chile y Perú. La metodología descrita
permite constatar que los dos presidentes de Colombia (Álvaro Uribe, 2000-2010; Juan
M. Santos, 2010-2018) y Alan García en Perú (2002-2010) contaron con el respaldo
de Chile (Sebastián Piñera, 2010-2014) para conformar un esquema que permitiría crear
un AIP. Así, los resultados de la investigación que socializa esta pieza se alejan
de algunas interpretaciones que sugieren que la AP resulta de la idea del presidente
peruano, que es aceptada por su par mexicano (Felipe Calderón, 2006-2012), como señala
Maya (2016) refiriéndose a Rodríguez y Vieira ( Discursos analizados (⊡): Colombia: 28. 36, 37, 38, 84, 377-394, 398-403, 405-410,
413, 415-430, 432-443, 444-447, 511-513, 580-602, 604-606. Chile: 21, 23, 24,
44-79-83, 85-89, 94-97, 100-104, 106-111, 112-122, 124, 126, 128, 129-133,
135- 137, 140,141, 143-145, 203-205, 207-212, 224, 228-229, 414, 508, 515-521,
533, 543, 607-609. Perú: 7-10 (B), 9, 17, 230-256-258, 263-289, 300-304, 490-496,
503, 504, 510, 514, 522, 523-529, 532, 579.
Por lo anterior, el lenguaje y las narrativas construidas por los agentes estatales
creadores de la AP se erigen sobre la asignación de significados estratégicamente
forjados por la presidencia peruana con el soporte de la tecnocracia de ese país.
Así, los rasgos identitarios de un esquema regional no solo reposan en las narrativas
de la cooperación global articuladas por bancos de desarrollo regionales, siendo el
Banco Interamericano de Desarrollo el protagonista (
El ACD constata que la concepción de la idea de crear la AP está inequívocamente imbricada en las meganarrativas predominantes sobre la razón de ser de la integración en ALC. De ahí que sea valioso preguntarse: ¿en qué medida el proceso de construcción de la AP ha respondido al actuar (estratégico) de las agencias? ¿Cuál es la significancia de la interacción entre ellas? Para atender esos interrogantes es necesario acercarse a las representaciones de los agentes y actores clave en el marco de la AP para dimensionar sus percepciones sobre la extensión de las prácticas de Chávez en Venezuela, diseminadas en el ALBA-TCP y la CELAC, y la posibilidad de que se convirtieran en elementos impulsores regionales que llevaran a la creación de la AP.
La percepción de los presidentes de Colombia, Chile y, enfáticamente, Perú sobre la
influencia chavista en Suramérica fue determinante en la concepción de la idea de
conformar una alianza cuyo lenguaje y prácticas (democráticas y aperturistas) fuesen
diametralmente distintas de aquellas conformadas desde Venezuela Guerra-Barón, A. (en prensa). El lenguaje e interacción estratégica en la Alianza
del Pacífico. En L. Bizzozero (ed). Política Exterior y Regionalismo Latinoamericano.
ACD, hace parte de la red «Comunidad» (⌘) ( Todos ellos eran/son parte de la élite política. Por ejemplo, el perfil gerencial-diplomático
de Santos −en oposición a la postura confrontacional de Uribe−; el perfil empresarial-millonario
de Piñera y el perfil conveniente de García, quien pasó de identificarse con una narrativa
de resistencia contra el imperialismo del Norte instrumentalizado en los organismos
internacionales −como el Fondo Monetario Internacional y los prestamistas privados‒
en su primer presidencia (1985-1990) a uno de centroderecha en su segunda presidencia
(
Regionalmente, Piñera señalaba que había dos «caminos» en América Latina: uno liderado
por Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela; otro gestado por ellos junto a Colombia,
Brasil, Perú y México, cuidándose de no mencionar a Argentina. ACD de Chile. Corresponde a la categoría analítica: «Chile/Pinnera-Semilla Self-Others»
(∆).
Santos, por el contrario, estaba decidido a implementar uno de los pilares transversales
de su Gobierno, la relevancia internacional, y reestablecer las relaciones diplomáticas
con Venezuela (y Ecuador). A continuación, se ilustra un extracto del nuevo discurso
de Santos para referirse a Chávez (
(11) Ejemplo. «[…] ¿Usted quiere que hable sobre mi nuevo mejor amigo? […]» (resaltado fuera del texto)
(12) Ejemplo. «[…] Cuando yo estaba en la campaña, ustedes saben que yo no fui santo de la devoción del presidente Chávez y viceversa durante muchos años […], pero ya a puertas de la elección estábamos en la posición que era el peor mundo de todos: dos países que tienen 1200 y pico de kilómetros de frontera sin relaciones diplomáticas, sin diálogo, sin comercio […]».
(13) Ejemplo. «[…] Ni él pretende que yo vaya a comenzar a pensar cómo piensa él, ni yo pretendo que él piense como pienso yo […]».
Desde la perspectiva de otros agentes y actores empresariales clave directamente involucrados
en la creación de la AP, era necesario identificarse con Estados que compartieran
ciertos rasgos de los modelos de desarrollo. Así se facilitaría alcanzar la anhelada
distintividad que, con mayor o menor cálculo presidencial, era un efecto natural debido
a las particularidades propias de los modelos (desarrollo, económicos, objetivos comunes)
que compartían los Estados parte. ACD. La categoría IDENTIFICACIÓN (⍍), directamente relacionada con: «AP creada para
diferenciarse» (⍍); esta a su vez está conformada por tres categorías de menor jerarquía:
«AP Fin diferenciador» (∆), «AP Diferencia como outcome» (∆), «AP Diferencia calculada»
(∆), la cual entra en contradicción con la categoría «AP NO para diferenciarse» (∆)
( García adjetivaba las políticas chavistas así: «autoritarismo» «centralista» y «voluntarista»,
«dictadura», «estatismo económico y petrolero […] medieval», «populista», «manipulador»
de la economía «artificial» y «proteccionista», «totalitario y fascistoide», que,
mediante la demagogia, los regalos y la implementación de un modelo «subjetivo», «irracional»,
de «pocas neuronas» produce «países jellyfish, malaguas, parasitarios» que generan en el corto plazo una sensación de «artificial
y momentáneo bienestar», pero realmente traen asilamiento, caos y pobreza, sin dirección
hacia la democracia. Análisis crítico del discurso de Alan García. ACD «PER/García.
Other. Venezuela» (∆), como parte de la red ⌘ «Self-Identification» (
Figura 1.
Lenguaje y distintividad
Fuente: elaboración propia basada en Guerra-Barón (
El lenguaje utilizado para referirse a lo que representaba la AP en contraste con
otros esquemas regionales suramericanos constata algunas apuestas teóricas. Pickett
señala que la creación o participación de un Estado en una agrupación responde, entre
otras cosas, a la necesidad de generar algún nivel de distintividad con la posibilidad
de que se deriven efectos sociales positivos (
De hecho, la evidencia constata que el presidente García (Perú) personalmente diseñó,
lideró, gestionó y conformó una narrativa técnico-política. Esa narrativa es cuidadosamente estructurada para satisfacer varias finalidades:
1) alejar cualquier atisbo de enfrentamiento con Chávez, contrarrestando la posibilidad
de generar más tensión en Suramérica; 2) blindar el surgimiento del AIP contra el
discurso y prácticas contrarias a su visión grupal; y 3) diferenciarse. Evidentemente,
el ACD constata la asociación de la AP como un grupo que procura superar a los esquemas
regionales tradicionales, por surgir de la realidad y preferir una integración también
real Análisis crítico del discurso. Corresponde a los ⊡ 21, 245.
En la construcción de la narrativa técnico-política existen varios periodos secuenciales que se aprecian en la figura 2 (❶, ❷, ❸). El primero de ellos (identificado ❶) se refiere al poder de la distinción
que plantea la agencia peruana sobre el esquema regional que conformar; uno que evita
ser asociado con las prácticas antidemocráticas y antiaperturistas existentes en otros
esquemas regionales, resultado de la identificación colectiva. Es el caso de ALBA-TCP, CAN, MERCOSUR, UNASUR.
El tercer periodo (identificado ❸) se refiere al poder derivado de tal categorización y la posterior identificación de las agencias de Colombia y Chile con la interpretación de su par peruana. Sin entrar a discutir el nivel de conformidad con ese reconocimiento, los presidentes se identifican con la iniciativa que articula uno de ellos: el objetivo de crear un AIP, la agenda temática, la estructura, las lógicas de relacionamiento externo y la participación de algunos organismos internacionales.
Figura 2.
Dinámicas de la construcción discursiva de la narrativa técnico-política de la agencia peruana
Fuente: elaboración propia basada en Guerra-Barón (
Con esto, hay un convencimiento colectivo tácito sobre la necesidad de proyectar una imagen distinta de aquellas proyectadas por otros Estados en Suramérica, individual o grupalmente considerados.
Mientras que la dimensión técnica de la narrativa contó con aportes de la tecnocracia
peruana, la dimensión política fue personalmente delineada por el presidente desde
el Palacio de Gobierno. Esta narrativa se sitúa cronológicamente entre los años 2010 y 2011; corresponde
a una de las cuatro etapas de construcción discursiva de la AP (
Figura 3.
Dimensión política de la narrativa técnico-política
Fuente: elaboración propia basada en Guerra-Barón (
El ACD prueba que el lenguaje de los presidentes (Colombia, Chile, Perú) confluyó cuando reconocieron la decisión individual de alienarse a las prácticas democráticas, más o menos desarrolladas en uno que otro Estado, mientras se alejaban de esquemas regionales que predicaban un discurso antidemocrático.
La dimensión técnica de la narrativa técnico-política de García, con aportes de la tecnocracia peruana, especulaba sobre el potencial derivado
de la distintividad a partir de las prácticas compartidas con los invitados originales
a conformar la AP, e incluso el potencial (con reservas) de Ecuador y Panamá Reserva para Ecuador, por su simpatía con Chávez; reserva para Panamá, por no contar
con un TLC con los otros países invitados.
Figura 4.
Dimensión técnica de la narrativa técnico-política
Fuente: elaboración propia basada en Guerra-Barón (
En la identificación de las prácticas (comerciales) compartidas, la tecnocracia peruana destacaba la dimensión normativa común, subrayando las fórmulas de internacionalización (comercial) de cada país con interlocutores comunes (EE. UU., UE). Particularmente en el caso de Chile y Perú, con Asia en su calidad de economías miembro del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés). Además, la consistencia de tales prácticas con los principios comerciales administrados por la OMC y replicados en sus entendimientos regionales y bilaterales.
Por lo tanto, las prácticas aperturistas materializadas en los entendimientos jurídicamente vinculantes entre Colombia, Chile y Perú y con otros, mediante TLC o acuerdos similares, operaron como un elemento diferenciador y cohesionador automático de la AP.
La narrativa técnico-política articulada por García fue radicalmente estratégica; procuró la identificación de sus pares suramericanos con costa sobre el océano Pacífico y evidenció la comunidad de prácticas compartidas por los insiders y, consecuentemente, el rechazo implícito a las prácticas chavistas, lo que aseguraría la cohesión intragrupal. Al hacerlo, García se cuidó de no profundizar las diferencias con Correa, abierto simpatizante de Chávez, para configurar la unidad.
A diferencia de Ecuador, era lógico que Santos fuera receptivo a la narrativa técnico-política y a la proyección de la AP como una agrupación cohesionada por los principios del comercio internacional que le facilitara además insertarse a Asia, más allá del único TLC con Corea del Sur. Chile, a diferencia de Colombia, fue el país pionero de la implementación del modelo económico neoliberal en la región, geográficamente orientado al Asia, por lo que la dimensión técnica de la narrativa de García no era un reparo. Piñera privilegió la representación que tenía de Chile como el eje articulador de un encadenamiento productivo en Suramérica sobre cualquier connotación políticamente inconveniente que sugiriera la politización de la política exterior chilena. Una decisión empresarial y estratégica que explica el decidido interés de Piñera de incorporar a México en lo que sería la AP.
Por supuesto, detrás de la ansiada distintividad buscada por García y la proyección
de una imagen de cohesión grupal a partir de la comunidad de prácticas compartidas,
y otras emergentes, subyacen las propias concepciones e imaginarios de los agentes
y actores empresariales involucrados. En todo caso, el uso del lenguaje técnico de
parte de la tecnocracia del más alto nivel en la estructuración del ámbito y la delineación
de los objetivos colectivos compartidos fue (y sigue siendo) un elemento transversal
de entendimiento intragrupal y extra grupal que se consolida luego de la declaración
pública de la AP, como se aprecia en los documentos oficiales desde el año 2012 hasta
la actualidad (
Este artículo visibiliza la importancia de traer elementos intangibles al análisis
de los fenómenos regionales como extrapolación de los elementos domésticos. En ese
sentido, esta investigación respaldó y ofreció elementos analíticos y empíricos a
la propuesta de Checkel sobre la necesidad de traer a colación múltiples formas, como
«el lenguaje moldea la política internacional» (
La evidencia confirmó que analizar el lenguaje no es suficiente si no se contextualiza políticamente a nivel doméstico y regional. Como señala Wittgenstein (1953), el lenguaje debe situarse y contextualizarse, pues los actores le dan un significado; así, la atribución de los significados moldeados por la presidencia peruana y dotados de contenido por la tecnocracia de ese país, se reflejan en las narrativas develadas. Además, este artículo constató la importancia de abrir la mente y comprender que los elementos institucionales por sí solos evidencian los arreglos alcanzados, mas no necesariamente develan elementos explicativos esenciales de las etapas previas a la institucionalización de los acuerdos. Así, la pieza confirmó que para entender la importancia del lenguaje y las representaciones compartidas por los presidentes protagónicos de la creación de la AP era necesario indagar por años anteriores a la fecha oficial de su creación.
La riqueza conceptual del interaccionismo simbólico y la TIS resaltó la importancia de incorporar el lenguaje, las dinámicas de interacción entre los agentes y su rol en la visibilización de las prácticas constitutivas como un elemento generador de una identificación grupal. Con esto, al trasladar los elementos conceptuales de la TIS para analizar las dinámicas suramericanas en la construcción de la AP fue posible decantar la centralidad de los procesos de identificación y categorización en la configuración del grupo. Con lo cual, la identidad tiene el potencial de explicar la conducta estratégica de los Estados, el poder y las dinámicas de interacción entre ellos.
El artículo expuso los elementos esenciales de las etapas iniciales de gestación de la AP, descubrió la necesidad de situar prácticas, como el lenguaje y las narrativas, en una red de interacción social compleja, integrada y superpuesta.
Haber concentrado y asociado el lenguaje, los discursos y las narrativas ayudó a comprender el rol que tuvieron como prácticas explicativas de la estructuración de las contrastantes representaciones sobre el deber ser de la integración suramericana del siglo xxi y las prácticas asociadas a cada una de ellas. Por ello, haber incorporado la cosmovisión de los agentes, partiendo por los presidentes mismos, sobre la extensión del imaginario de Chávez en el ALBA-TCP y la CELAC, fue uno de los elementos impulsores regionales más significativos que activaron la idea inicial de conformar la AP.
La difusión de la imagen de Suramérica como una región que respondía a un enfoque predominantemente endógeno activó un proceso de autoidentificación de los presidentes de Colombia, Chile y Perú. A su vez, aquel devino en una identificación colectiva sobre la concepción de la AP como un espacio subregional nuevo, distinto y alejado de la mega narrativa de una integración endógena. La concepción de configurar a la AP como un esquema regional guiado tecnocráticamente, pero respaldado políticamente, se evidenció en la narrativa técnico-política articulada por García para configurar un orden regional distinto y diferenciable. En esa lógica, en términos narrativos, la narrativa política liderada y acuñada por García vendría a ser una contranarrativa al lenguaje y la categorización de la cual estaba siendo objeto Suramérica hacia el final de la primera década del siglo xxi. Con lo cual, la contranarrativa procuraba generar un orden regional contrastante y alejado de las prácticas chavistas.
Metodológicamente, el ACD desde la psicología social ayudó a comprender la naturaleza continua, dinámica e inacabada de la identidad colectiva como categoría social que se expresa narrativamente a partir del lenguaje y de la interacción entre los distintos agentes estatales y actores (no estatales) involucrados en su construcción. Constatando, así, la incidencia de las narrativas regionales identificadas en la conformación de un sistema regional diferenciador.
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