En 2023, la democracia española estuvo marcada por dos fenómenosrelacionados entre sí: el distanciamiento ideológico entre losespañoles y las elecciones generales, autonómicas y municipales quetuvieron lugar durante el mismo. El ciclo electoral puso en evidenciauna dinámica centrífuga en los pactos de los gobiernos central yautonómicos, que determina un clima político cargado de frustracióny crispación. En un contexto de incertidumbre por la inflación,derivada de la guerra en Ucrania y su impacto sobre los precios dela energía, los salarios están estancados y la capacidad adquisitivade los hogares se ha visto reducida a pesar de un cierto crecimientoeconómico. La crisis de la vivienda ha sumado estrés financieroa los sectores jóvenes y más empobrecidos de la población. El enfrentamientoideológico gira pues en torno a ejes de capacidad económica,pero también de edad o de género. Además, los discursospopulistas ganan popularidad gracias a un abuso de la emocionalidadnegativa. Este cuadro de inseguridad económica y geopolítica yla polarización de los debates actuales nos recuerdan la importanciade dos pilares fundamentales del modelo democrático europeo: latransparencia y rendición de cuentas y la necesidad de garantizar elsistema del bienestar.
Este año, el índice de calidad se mantiene, según los expertos,en el máximo de la serie de 16 años. Los resultados muestran quela democracia en España está consolidada, pero también que aúnqueda mucho por hacer. Especialmente, parece esencial reforzar elpapel de la sociedad civil y la participación ciudadana, limitar lainjerencia del poder económico sobre el político y reducir las presionesexternas en política internacional. El informe recomiendatambién revisar la organización territorial de España, reformar elpoder judicial y blindar nuevos derechos sociales.