La «Ciudad Educadora» como herramienta de empoderamiento rural

La ciudad educadora como herramienta de empoderamiento rural

Cristina Benlloch Domènech.
Departamento de Sociología y Antropología Social. Universitat de Valencia 

Rafael Benítez Giralt.
Consultor de proyectos en el ámbito del desarrollo social y humano.

El concepto de ámbito rural abarca una diversidad de situaciones que hace imposible hablar de lo rural, por lo que es necesario hablar de “ruralidades”, de un entramado complejo de características. Desde el comienzo de la sociología rural Sokorin y Zimmerman (1929) afirmaban que no era posible la división de los espacios rural-urbano, por lo que se hablaba de un continuum. Por ello, en ocasiones lo más sencillo es atender a criterios de tamaño para establecer los límites. En este sentido, el INE (Instituto Nacional de Estadística) considera que un municipio rural es aquel que tiene menos de dos mil habitantes; intermedio aquel que tiene entre dos mil y diez mil habitantes, sin embargo, esto es sólo una cuestión de números. 

Si tomamos como referencia de rural los municipios de menos de 2.000 habitantes, en España el 6% de la población y el 28% de los territorios locales serían rurales. Su pirámide de población es la más envejecida, y su media de edad, la mayor. Pierden población año tras año, y buscan soluciones para frenar esta progresiva desaparición. 

Sus habitantes están preocupados por las consecuencias que trae consigo la despoblación y buscan propuestas y soluciones a este problema. Bajo nuestro punto de vista, todos los territorios tienen grandes posibilidades, y para ello es importante que las colectividades sean conscientes de ello, por esto se propone un empoderamiento desde la perspectiva local, y en este caso rural; que viene determinada por el reconocimiento de las posibilidades del contexto para una mejora de las decisiones. 

Para que esto se produzca, se propone trabajar los contextos rurales desde la perspectiva de la «Ciudad Educadora», una forma de entender la dinámica de los asentamientos poblacionales y de las relaciones entre la ciudadanía. Es conveniente desarrollar políticas públicas en los contextos rurales desde esta perspectiva porque parten de un concepto de educación transversal y de ciudadanía activa que pueden ser una forma de empoderamiento de la ciudadanía y de la colectividad. 

Para conocer pormenorizadamente qué es una Ciudad Educadora es necesario dirigirse a la Carta de Ciudades Educadoras que recoge los principios en que se basa. Iniciativa creada en el I Congreso Internacional de Ciudades Educadoras de Barcelona en 1990, su planteamiento es que las ciudades no pueden dejar al azar la educación. Así, las poblaciones pueden adherirse a la Asociación de Ciudades Educadoras, creada en 1994 para, entre otros objetivos, compartir experiencias y buenas prácticas.  

Aunque en su mayoría se trata de ciudades de diverso tamaño, entre las poblaciones asociadas encontramos municipios de menor tamaño, como el de Nàquera (Valencia, España), cuya población no supera los seis mil habitantes. Ruralidad y Ciudad Educadora se conjugan desde la ecología humana empoderando a la persona desde sus realidades. Esto es necesario porque, en los municipios, se considera que el capital social está más presente (Falk y Kilpatrick, 2000), entendiendo como tal las redes de interacción mutua que, además, son estables en el tiempo (Bourdieu, 2011). 

Aunque hablemos de Ciudad Educadora, esta forma de trabajar sobre la educación y las políticas públicas se dirige tanto a los municipios más grandes como a los más pequeños (tanto rurales como urbanos). El requisito para formar parte de este colectivo es entender la educación desde una perspectiva holística e integradora. 

Desde la perspectiva de las Ciudades Educadoras se entiende que las urbes tienen impulsos educativos; y que no pueden improvisar en materia de educación, sino que deben hacer un plan establecido previamente. Esto se debe a que, desde ese prisma, se considera que las ciudades tienen incontables posibilidades educadoras. Estas incontables posibilidades educadoras, en ocasiones, no son percibidas por parte de la ciudadanía. Pero al establecer un plan de acción educativo se pone en valor todo ese potencial en una doble dirección: por un lado, porque descubren las herramientas y diversidad social que poseen en su interior, empoderando al municipio, cuando ponen en valor su diversidad; y por otro, porque muestra hacia el exterior sus potencialidades como contexto turístico y atractivo que visitar.

Todos los municipios tienen cultura y largo recorrido histórico, diversidad y un tejido social que, gracias a la Ciudad Educadora, es posible sacar a relucir, puesto que sobre la mesa educadora se sitúan todos los elementos que componen la ciudad: tanto los materiales como los inmateriales. Cuando los municipios cumplen con los principios de la Carta es posible mejorar la complejidad del municipio desde la perspectiva de las ciudades educadoras, sacando todo el partido a la ciudad y empoderándola desde la perspectiva educativa. 

Desde el punto de vista de nuestro análisis, todos los asentamientos humanos tienen potencial educador si son conscientes de ello y trabajan con la perspectiva adecuada, pero quizás esto sea menos visible en los contextos rurales, de ahí que se considere pertinente hablar de ello en este espacio. Para ello es recomendable definir los puntos fuertes de cada núcleo. En este sentido, la elaboración de un diagnóstico previo para comprender la magnitud de los agentes y recursos educadores es fundamental. Para trabajar en la cohesión de ulterior desarrollo del contexto local. 

Los actores principales en todo este proceso ciudadano educativo pueden resumirse en tres: Ciudadanía, Gobierno local y Entidades. Estos tres partícipes están vinculados al principio de corresponsabilidad que consiste en que todos ellos son los encargados del diseño, construcción y desarrollo de una Ciudad Educadora, buscando una ciudadanía activa.

Para llevar a cabo este plan de empoderamiento local, los municipios pueden trabajar desde un elemento que los identifique y desde el que articular las políticas y acciones sociales. Se trata de identificar aquello que es característico y sobre lo que es posible articular una identidad para generar un concepto más amplio sobre el que elaborar acciones que partan de la diversidad del tejido social. Este elemento sirve para simplificar la agenda educativa, pero también para reforzar la identidad del municipio a la vez que se proyecta hacia el exterior. 

Es fundamental el factor político de ejercicio porque es la Administración quien, finalmente, tiene la decisión de lo que se hace con el espacio público, ya que es en ese lugar donde se desarrolla la vida de la Ciudad Educadora. La tarea política consiste en la construcción y reconstrucción de proyectos sociales para que el municipio sea habitable; es una tarea fundamentalmente política, en la medida en que conecta la construcción simbólica de la ciudad con la material. 

Esto ocurre porque cada persona se relaciona con otras produciendo una interconexión que se transmitirá entre generaciones. Por ello, desde el punto de vista de la Ciudad Educadora, es vital conocer la diversidad que compone la ciudad o municipio, ya que cada cultura que pasa deja su impronta, cada persona es única. Si se consiguen lazos fuertes, se trabaja adecuadamente sobre el capital social; puesto que lo que se pretende como valor y principio normativo y social, es la cohesión social. 

En definitiva, es una oportunidad de implantar políticas públicas desde una perspectiva que abarque la realidad en su totalidad, la ecología humana integral e integradora, empoderando de esta manera a la sociedad desde sus propias potencialidades. 

 

Bibliografía 

Asociación Ciudades Educadoras. 2004. Carta de Ciudades educadoras.

Bourdieu, Pierre. 2011. “The Forms of Capital.” In The Sociology of Economic Life, Third Edition, 78–93. New York: Taylor and Francis Inc. Falk, Ian, and Sue Kilpatrick. 2000. “What Is Social Capital? A Study of Interaction in a Rural Community.” Sociologia Ruralis 40 (1): 87–110. https://doi.org/10.1111/1467-9523.00133.

Sorokin, P; Zimmerman, C (1929). Principles of rural-urban sociology, Nueva York: Henry Holt.